13 de marzo de 2009

MIENTRAS CRECEN LAS TENSIONES LA DERECHA BUSCA REAGRUPARSE.

Eduardo Lucita (LA ARENA)

La crisis se manifiesta y agudiza día a día en el plano internacional y tiene su correlato en nuestro país.
El pesimismo y la desorientación parecen cundir entre funcionarios y dirigentes locales, como un espejo de lo que sucede en los países centrales.

Sobre esta realidad vuelve a montarse la reacción conservadora que comenzara a insinuarse un año atrás en pleno conflicto agrario, y que está ahora tomando cuerpo y organicidad. Cada vez son más las voces que señalan que las diversas medidas anunciadas con bombos y platillos por la Presidenta CFK, subsidiando a las empresas y las cadenas de distribución para alentar el consumo no dan mayores resultados o éstos son insignificantes. En el gobierno parecen no advertir que ante la inseguridad laboral creciente la memoria histórica indica que hay que cuidar los dineros y gastar lo indispensable. Sólo pequeños grupos privilegiados pueden pensar en cambiar el auto o la bicicleta, por ejemplo, pero difícilmente alguien se lance alegremente a endeudarse para consumir ante un horizonte que no muestra certeza alguna.

Demanda inestable y a la baja

Distintos indicadores muestran que la demanda está en baja, aunque por ahora no es igual en todas las ramas. Fuertes caídas en la actividad petrolera y automotriz se refractan en las sub-ramas que componen la siderometalúrgica; pero también están afectadas entre otras la textil, curtiembres y plástica. No es así en la industria alimenticia que aún mantiene niveles aceptables. La construcción es un caso aparte, está cayendo rápidamente en el sector de obras de capital privado, que se va compensando por la obra pública. Esta es la gran apuesta del gobierno aunque sus resultados no son inmediatos.

Un reciente informe reservado que circula entre las patronales industriales asegura que de mantenerse las actuales condiciones la industria perderá unos 200.000 puestos de trabajo este año. Pero el informe no se queda ahí, estima que en otros sectores de la economía (comercio, servicios, finanzas) la destrucción de empleos alcanzará nada menos que a un millón de puestos.

Es obvio que habrá que deslindar en este informe cuánto hay de cálculo fundado y pronóstico serio y cuanto de chantaje al gobierno y a los propios trabajadores. Este deslinde es necesario ya que si estas estimaciones fueran certeras la desocupación rondaría no menos del 20 por ciento. Por si fuera poco, estos pronósticos van acompañados por demandas de mejoras en la paridad cambiaria del orden del 20 al 30 por ciento, para recuperar competitividad frente a las grandes devaluaciones de otros países, y de rebajas en las cargas patronales, para mejorar la relación costo/beneficios.

Mas allá de informes y demandas es conocido que en las cámaras empresariales se escucha decir desde principios de año que "los meses de marzo y abril serán definitivos para precisar la deriva de la crisis en el país". Esto parece haber sido aceptado aún por la propia CGT. Luego de declaraciones del secretario general de reclamar una suma fija de 500 pesos -reclamo rápidamente archivado- y aumentos del orden del 20 por ciento, hizo un llamado a postergar las discusiones paritarias hasta mediados de año, y algo más: por primera vez en estos años no ha establecido un piso para las discusiones salariales, lo deja así librado a cada gremio, abriendo la posibilidad para acordar congelamientos salariales e incluso rebajas si la crisis así aconsejara.

Si en el gobierno no alcanzan a advertir que subsidiando a la oferta el consumo no se recuperara, la CGT pareciera no advertir que en esta crisis los sacrificios de hoy -rebajas salariales y suspensiones- no garantizan un futuro mejor.

La alternativa neoconservadora

Tardíamente el gobierno ha tomado debida nota de la dimensión real de la crisis. Pasó de un esquema de país "blindado" y exigir un "plan B" a los países del norte, a reconocer que la crisis es global, que nadie escapará a su influencia, a predecir que el 2009 será el peor año de los últimos cien. El acelerado deterioro de la economía mundial y su impacto en la Argentina lo empujó a cambiar su estrategia frente al conflicto con el campo. Abrió las negociaciones e introdujo una cuña entre los integrantes de la Mesa de Enlace, sin embargo esto no implica resolución alguna del conflicto como hemos visto esta semana.

Así la situación política nacional se complica, el gobierno sufre un inevitable desgaste producto de su coyunturalismo extremo, de que sólo administra la crisis sin proponer ninguna solución de fondo. Sobre este desgaste se monta la oposición, la reacción conservadora que comenzara a insinuarse un año atrás ahora toma formas concretas.

Pero estas fuerzas políticas, claro rejunte de lo viejo, que capitalizan por derecha el desgaste oficialista, tampoco muestran ningún proyecto de largo plazo. Todo consiste en retrucar todas y cada una de las iniciativas del gobierno, y cuando esbozan algo mas allá de lo inmediato -un giro económico y acuerdo con el FMI- chocan con la contradicción de que son ideas propias del ciclo neoliberal que ha estallado en el mundo.

Sin embargo han encontrado en el conflicto agrario una base de apoyo y tratan de inculcar en la opinión pública que "la única salida del país a la crisis está en el campo y la agroindustria". Consciente o no, esta derecha expresa una vez más la potencia de la renta agraria y deja a la vista una confrontación de modelos: si la orientación futura de la acumulación y reproducción de capitales estará a cargo de una alianza industrial/agraria, sostenida en el mercado interno o bien una alianza agroindustrial/financiera, que prioriza la inserción en el mercado mundial y se desentiende de la creación de empleo y el poder adquisitivo nacional.

Históricamente, confrontaciones de esta naturaleza en el marco de grandes crisis mundiales, como lo fueron las de 1930 o la de 1973, se saldaron en el país con golpes de Estado. Hoy no hay espacio para aventuras militares pero surgen opciones de derecha que encuentran base social en amplios sectores de las capa medias del campo y la ciudad, como contrapartida de la pérdida de sustentabilidad social del gobierno.

Vacancia

Así la deriva de la situación política nacional se escora cada vez más hacia la derecha. Colabora a esto la endeblez del modelo "neodesarrollista" que pretende encarnar el gobierno por la sencilla razón de que éste surge de las entrañas mismas neoliberalismo y encuentra allí sus limitaciones.

Esta deriva muestra la ausencia de un tercer actor, el que exprese los intereses de las grandes mayorías populares, de los que siempre sufren el impacto de las crisis y a quienes se les imponen los mayores aportes y sacrificios. Cubrir esta vacante es cada día más urgente para preparar una salida propia a la crisis y, en la coyuntura, para influir en el conflicto actual porque no se puede ser indiferente a cómo se resuelva.
Eduardo Luicta es integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda.
(Fuente:Rdendh).

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