1 de agosto de 2015

DIFUSIÓN.



El infame Fernando Villegas, en otra de sus infamias, le dijo a Carmen Gloria Quintana -que pide que las FFAA asuman su responsabilidad en el crimen contra Rodrigo Rojas y ella misma- "El país ya está en otra, ya pasó la vieja". En otra ocasión, hace algunos años, el mismo infame Villegas osó decir que "el tema de las torturas es como hablar de la Edad Media"... Para probarle que se equivoca cumpliendo la infame labor para la cual está tarifado, publicamos esta nota de Hugo Farías Moya.

Del horror a la esperanza

Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas

Escribe Hugo Farías Moya

Me recuerdo como si fuera ayer, el martirio de Carmen Gloria y la muerte de Rodrigo Rojas. Cada vez que tengo ocasión escucho la canción del grupo Illapu dedicado a ellos: “Para seguir viviendo” y me vuelve a la memoria todo el horror de su drama. Y aun después de escucharla tantas veces y por tantos años no puedo dejar de emocionarme.
Yo era dirigente universitario en esa mañana del 2 de julio de 1986. Las noticias no eran como las recibimos en los tiempos actuales. Todo era clandestino. No existían los teléfonos celulares, ni los mensajes instantáneos, ni los videos. Al contrario, vivíamos en dictadura, con toda la implicancia de temores, de censura de libros, de la música capturada, de los pensamientos e ideales clandestinos.
Era una dictadura brutal, que nació en un 11 de septiembre de 1973, con el bombardeo al Palacio Presidencial. Símbolo de nuestra historia republicana. El terror se instauró desde esa fatídica fecha, sin duda la más negra en la historia de Chile. Los militares chilenos quisieron dar una lección al pueblo. Ante cualquier asomo de rebeldía no iban a trepidar en responder con la misma brutalidad empleada en la captura de La Moneda y el asesinato del Pdte. Allende. Porque, aceptémoslo, el bombardeo al Palacio Presidencial no perseguía ningún otro motivo que la muerte del Presidente Allende y de todo aquel que lo acompañaba.
Volviendo al tema de Carmen Gloria y Rodrigo. Recuerdo que al segundo día de haber sido quemados vivos por los “valientes soldados de Chile”, empezaron a conocerse las noticias de su drama. Habían sido detenidos en una protesta nacional convocada por la oposición para el 1 de 2 de julio de 1986, en la Avenida General Velásquez, en la comuna de Estación Central, por una patrulla del ejército. Fueron capturados y torturados en la misma calle, a plena luz del día y ante testigos directos. Esto no les importó a los militares, es más, se burlaron de ellos, los rociaron con bencina y después le prendieron fuego.
Dejaron que el fuego se apagara y después de unos minutos y aun humeantes, fueron lanzados al camión militar envueltos en frazadas. En el viaje que duró cerca de una hora fueron pisoteados, nuevamente golpeados y agonizantes fueron lanzados a una zanja en la comuna de Quilicura, en el camino al Aeropuerto. Cerca del mismo sitio donde el año anterior habían sido lanzados los restos de los tres profesionales degollados. Toda la historia de terror se repetía una y otra vez.
Es aquí y desde este aciago momento que empieza a operar toda la propaganda fascista para ocultar y minimizar el crimen. Se dijo por la televisión, toda al servicio de la dictadura, que los jóvenes se habían quemado producto de las bombas molotov que traían ocultas en sus ropas. Mentira que hasta el día de hoy –después de casi 30 años de ocurrido el hecho– sigue manteniendo el Ejército y el “momiaje” de nuestro país.
Aunque nunca han dicho nada sobre el ¿por qué, si se quemaron solos, no fueron socorridos en el momento oportuno ni derivados a un hospital? Tampoco han dicho una palabra del ¿por qué fueron abandonados a su suerte en una acequia de Quilicura?, distante de cerca una hora de viaje del lugar de los sucesos.
Lo más triste y horroroso de este tema es que después de casi 30 años no se haya podido conocer la verdad oficial, aun cuando todos la sabíamos. Todos en nuestro país siempre supimos como ocurrieron los hechos y de las maniobras de ocultamiento, hasta el día de hoy, del “Glorioso Ejército de Chile”. Y a aquellos que siguen sosteniendo la mentira lo digo en buen chileno “se hacen los tontos”.
Aquí no existió un pacto de silencio como afirman hoy los medios de comunicación. Aquí existe una orden de silencio por parte del alto mando del Ejército de Chile a todos los que participaron, algunos obligadamente y otros haciendo sufrir a los jóvenes. El mensaje del Ejército es claro si hablan y dicen la verdad “ya saben lo que les pasará”. Aquí no hubo pactos de honor, aquí hubo órdenes de silencio para seguir implantando el terror.
El crimen contra Carmen Gloria y Rodrigo, no solamente fue el crimen contra dos jóvenes, fue un crimen contra nuestro país. Es cierto que Carmen Gloria y Rodrigo estaban en la protesta, pero también estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado. Fue el crimen para demostrar a todos aquellos que luchábamos contra la dictadura, que todo asomo de rebelión iba a ser detenido a todo costa, aun empleando los peores métodos. Todos ellos aprendidos de los siniestros ejemplos de la Alemania Nazi o de los métodos ocupados por los ejércitos de ocupación Norteamericanos. Este crimen era para seguir manteniendo el terror.
Hoy en día cuando ingenuamente se dice que las Fuerzas Armadas se han acercado al pueblo, lo converso con mis hijos y les digo que esta es la mayor ingenuidad de nuestros tiempos. Les comento que las FFAA chilenas son las más fascistas de América Latina. Todos los oficiales que mostraron algún rasgo de humanidad fueron separados de la institución y pasaron a retiro.
Que el señor Castañer, que roció con bencina a los jóvenes y les prendió fuego siguiera en el Ejército por muchos años más y llegara al alto mando con el grado de Coronel constata la descomposición moral de nuestras fuerzas armadas y cómo el día de hoy se están formando nuestros soldados y oficiales. Lo más grave de todo esto es que pese a las evidencias que los inculpan siguen mintiendo. ¿Dónde está el honor, donde está la decencia?.
Voy a contar una anécdota que me recuerdo de mis tiempos de niñez. Mi abuela me contaba que cuando ellos vivían en conventillos el Ministerio de Salud hacia operativos de sanidad para evitar las enfermedades producto del hacinamiento. Los futuros médicos sacaban la ropa de cama de los habitantes y las sometían a un baño sanitario que consistía en un tratamiento de agua caliente. Una vez secada la ropa constataban que los piojos y las pulgas habían muerto. Sin embargo algunos parásitos se hacían los muertos y muy escondidos volvían a saltar. Mi abuela, con la sabiduría que le dan los años me decía: “Así son los momios y los milicos de Chile”. Se hacen como si estuvieran muertos, se hacen como que respetan la voluntad del pueblo, pero a la primera que le tocan sus intereses vuelven a atacar y a mostrar su verdadera naturaleza. Su naturaleza cobarde y artera. Su naturaleza criminal y maricona. Y en esto último no me refiero a la inclinación sexual de los milicos o los momios, sino a su capacidad de evadir sus responsabilidades y sus culpas.
En resumen el crimen contra Carmen Gloria y Rodrigo fue un crimen contra todos nosotros y representó lo peor de la dictadura militar de Pinochet.
Pero a su vez en medio de la incertidumbre y el dolor había espacio para la solidaridad y la esperanza. Recuerdo que estando Carmen Gloria en la Posta Central (ya Rodrigo había fallecido producto de las quemaduras) se hizo un llamado a donar sangre para su recuperación y las colas de gente se hicieron interminables. Lo esperanzador vino después. Se solicitaron donadores de piel para recuperar las quemaduras a Carmen Gloria y al llamado acudieron cientos de jóvenes, que se conmovieron con su drama.
Los médicos advertían antes de las implicancias de su decisión. Que donar piel era uno de las operaciones más dolorosas de las antes vistas. Que el dolor se mantenía por días y a veces por meses. Que se corría el riesgo de infección y de rechazo al injerto. Que el post operatorio los podía dejar en estado de invalidez parcial o total. Y por último que la decisión podría acarrearle secuelas físicas de por vida. Sin embargo todos ellos no vacilaban en su decisión y seguían convencidos en su cruzada de solidaridad hacia una joven chilena en desgracia.
Sin duda este fue uno de los ejemplos más conmovedores y más esperanzadores en dictadura. Esto representó lo mejor de nuestro pueblo.
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