9 de septiembre de 2011

BAHÍA BLANCA-EL JUICIO: TESTIGO REVELÓ QUE TUVO UNA HIJA CON UN REPRESOR.

REPRESION-BAHIA BLANCA
TESTIGO REVELO QUE TUVO UNA HIJA CON REPRESOR TRAS ESTAR EN "ESCUELITA"
Bahía Blanca, 8 de septiembre
Una mujer reveló que, tras estar detenida en el centro clandestino la "Escuelita", tuvo una relación amorosa con un represor, quedó embarazada y tuvo una hija, y que mucho tiempo después supo que había sido su captor.
Se trata de María Mercedes Orlando, una asistente social y jubilada, quien ante el Tribunal Oral Criminal dijo que tras estar detenida en "La Escuelita" y recuperar la libertad mantuvo una relación con una persona que al tiempo comprobó que se trataba del fallecido suboficial del Ejército, Santiago Cruciani, alias "el tío" uno de los principales interrogadores del centro clandestino de detención ubicado en el V Cuerpo del Ejército.
Orlando dijo que fue secuestrada en la madrugada del 21 de marzo de 1976 cuando un grupo de entre 8 y 10 personas, algunos con uniforme y otros de civil, ingresaron a su casa de Bahía Blanca.
En el marco del juicio por delitos de Lesa Humanidad, la mujer dijo que la colocaron "en la parte trasera de un vehículo con la cabeza contra el piso y me vendaron, no puedo precisar la distancia que recorrimos pero al llegar me ataron al elástico de una cama, con los ojos vendados y a partir de ese momento comenzaron los interrogatorios”.
La mujer dijo que en los interrogatorios “había una persona que seguía el relato que yo decía y me creía, tenía una voz especial, muy grave, distinta y me pedía detalles de mi familia”.
“Al amanecer esta persona de voz distinta, a la que yo me aferraba un poco, por creer que creía en mi relato, dio la orden que me subieran a un vehículo y me dijeron que me iban a bajar en un sector próximo al domicilio de una de mis hermanas”, agregó.
La mujer relató que “me decían Mariana, yo les daba mi nombre y les decía que Mariana no era mi nombre” al agregar que después del secuestro “en la casa de mi madre, gente que se identificó como de la Policía, se llevó mis libros y le dijeron que yo no era ninguna santa”.
Según relató la testigo, ese hombre poco después la llamó por teléfono y le dijo que se trataba de Mario Mancini, con quien luego de diversos contactos telefónicos se conocieron personalmente y tras ello mantuvieron una relación que duró casi un año.
“El empezó a llamar a mi domicilio para prometerme que me iban a devolver todos los libros que me habían sacado, y así sucedió. Me decía además que tenía que ir a la escuela, cosa que yo no quería porque tenía miedo”, dijo.
Precisó que "esa relación continuó porque siguió llamando a mi casa, nos conocimos, y tuve con él una relación afectiva, por casi un año”.
"Esta persona de la voz distinta era el Tío, le decían así y más tarde supe que era Mario Mancini", expresó la mujer en referencia al represor Santiago Cruciani.
Según la mujer “yo sabía que estaba en el Servicio de Inteligencia pero no tenía más datos, y yo no quería saber, no preguntaba por miedo, porque en él había encontrado cierta protección”.
“Tuve una hija con Mancini y en 1978 él se fue a Perú y yo le enviaba cartas y me las devolvían, desconociendo al remitente”, señaló.
Tras diversos contactos y una extensa búsqueda, la mujer supo quien había sido su captor durante su detención: era el propio Mancini, pero que en realidad se trataba de Cruciani.
“Habían pasado dos meses del nacimiento de mi hija, un familiar de mi madre averiguó quien era y me dijeron que él tenía otro nombre que era Santiago Cruciani y que tenía otra familia, con esposa e hijas en Mar del Plata”, recordó.
Cruciani fue detenido por orden de la Justicia Federal de Bahía Blanca en 2006 en la ciudad de Mar del Plata, pero al año siguiente falleció en momentos en que se encontraba alojado en el Penal de Marcos Paz.
El represor estaba procesado por participar en 65 secuestros y torturas, 26 homicidios y dos lesiones graves.
Fuente:Telam



Terrorismo en la Municipalidad
Publicado el 08/09/2011 
En el marco del debate oral del juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos desde el V Cuerpo de Ejército durante la última dictadura cívico militar declaró Nora Martínez, ex secretaria de Bienestar Social de la Municipalidad de Bahía Blanca durante el gobierno de su padre Eugenio.

Recordó el secuestro del empleado municipal Héctor Núñez en días en que se encontraba a cargo de la comuna por la participación del intendente en una reunión de alcaldes organizada por el gobierno de España.

“Estaba en la secretaría acompañada por Coca Cenci que era jefa de despacho de mi padre y me llamó el contador González Gago para decirme que había concurrido la Policía Federal y había retirado de su lugar de trabajo a algunas personas, entre ellas el señor Núñez. Cuando salgo del despacho lo estaban retirando por la puerta de atrás, que da a Belgrano.

A sus 28 años y siendo la única mujer en funciones, Nora sabía “indirectamente que pasaban cosas raras” porque su padre le había dejado instrucciones por si algo sucedía en su ausencia.

Martínez y el contador concurrieron a la delegación de la Policía Federal donde no se les dio mayor importancia y los remitieron al V Cuerpo de Ejército. En la valla del Comando se identificaron y les dijeron que “no habían hecho ningún operativo y que acudiera a Puerto Belgrano que tal vez ellos sí”.

Los padres y la esposa de Núñez se encontraban en la misma situación de incertidumbre cuando Nora llamó al intendente Martínez y le dio las novedades. Luego presentó la denuncia por desaparición.

Días después Núñez y otro hombre que pudo haber sido Claudio Collazos aparecieron en la casa donde vivía Nora -con una hija de un año y medio y un bebé de seis meses- y sus padres. Querían agradecer las gestiones hechas por Eugenio Martínez.

“En eso mi hija se pone a llorar y Núñez se agarra de la cabeza con las manos y me pide que la haga callar”, declaró sollozando la testigo y agregó que cuando el hombre “había sido torturado, al lado suyo estaba otra compañera de trabajo llamada Mercedes y tenía dificultades para hablar. Tuvimos que retirar a los chicos, se agarraba fuerte la cabeza y decía que eran los mismos llantos que había escuchado. Se levantó los pantalones y nos mostró como tenía sus piernas todas quemadas y le faltaba como un trozo de lengua de las mordeduras cuando era picaneado… Eso es lo que tengo más grabado en la mente…”.

La caída del gobierno
El 23 de marzo de 1976 la reunión del gabinete de Eugenio Martínez duró hasta altas horas de la noche. Los funcionarios sabían que se avecinaba un golpe de Estado y dejaron el palacio comunal a la medianoche.

Nora Martínez se levantó el 24 como todos los días para ir a trabajar y cuando pasó por el dormitorio de su padre le llamó la atención verlo acostado. Al consultarlo le contestó “que hacía una hora que había entregado el municipio a la marina”.

Se cambió y esperó al chofer de la Municipalidad. Al llegar le requisaron el despacho y junto al resto de los secretarios entregaron “de manera tranquila” la comuna al capitán de fragata Isauro Nicanor Robles Gorriti.

Los golpistas le convidaron un café que con el nerviosismo de la situación se volcó sobre el uniforme de un marino que le pidió que se quedase tranquila “que a través de su uniforme no salían los pelos de gorila”. De ahí la llevaron a la secretaría de Bienestar Social y la entregó al capitán Dietrich.

Previo al golpe las amenazas eran constantes: “Una de las más comunes eran sostener que tuviéramos mucho cuidado al subir al vehículo, mi padre no quería tener chofer, usábamos un Valium negro que era de la Municipalidad. Nunca lo quiso guardar en cochera y lo dejábamos en la puerta de Pueyrredón 5. Era su rutina o sea que cada vez que amenazaban que nos iban a poner una bomba, él siempre me decía ‘Perro que ladra no muerde, quedáte tranquila y subamos’. Recuerdo que hasta que el auto se encendía…. pasábamos duros momentos”.

En el mismo sentido comentó que el 19 de marzo su padre iba a la mencionada reunión de alcaldes y les avisaron en el municipio que el intendente iba a sufrir un atentado en la ruta 51. Sin celulares y con la imposibilidad de comunicarse, Nora Martínez llamó a un tío de Buenos Aires para que saliera en su búsqueda. “Cuando se encontraron, creo que cerca de Lobos, lo venía siguiendo un helicóptero que nunca supimos si lo protegía o no”.

“Era un juego psicológico muy especial. Me hacían sacar a mis hijos de mi casa porque me decían que iba a suceder con mi hija lo mismo que había sucedido con alguien que le habían puesto una bomba y había sido absorbida por el ascensor. Antes de ir a trabajar sacaba a mis hijos de mis casa todos los días”, concluyó.
Fuente:JuicioVCuerpoEjercitoBB


Publicado el 07/09/2011
"ME HACÍAN CARGO HASTA DE LA CRUCIFIXIÓN DEL SEÑOR"
En 1976 Claudio Collazos trabajaba en la Tesorería de la Municipalidad y tenía militancia gremial y política. Fue secuestrado por una patota del Ejército cinco días antes del golpe de estado cuando estaba por tomarse el colectivo para ir a su trabajo.

“Me paró un auto de donde se bajaron varios hombres con medias de mujer en la cabeza, forcejeamos un poco, y escuche que uno dijo ‘Dale en la cabeza’ y acá tengo el chichón aún. Me golpearon, me tiraron al piso y ahí me subieron al auto”, relató ayer en el juicio.

En ese momento se inició el recorrido que, luego de avanzar sobre un paso nivel, terminó en el lugar de detención clandestina. “Enseguida me bajaron no de buenos modales, me pegaron un empujón, golpee la cabeza contra la pared, sentí un golpe fuerte en el estómago y me pusieron en un elástico de fierro atado de pies y manos. Me empezaron a mojar y me pusieron electrodos”.

La tortura intercalaba la pregunta “¿Dónde están los fierros?”, con la picana y los golpes y hacía que “el tiempo sea eterno”. “Querían hacerme cargo hasta de la crucifixión del Señor”, dijo Collazo.

“Se creían superhombres pero se equivocaron”
Según sus conclusiones el lugar de cautiverio fue La Escuelita en dependencias del Comando V Cuerpo de Ejército donde lo dejaron mojado atado al elástico de una cama desde donde reconocía las voces de sus captores.

“Había uno que era el mandamás, ‘Macho decí la verdad’, ‘Macho vas a perder’… Cuando se decía ‘Macho’ ya todo el mundo sabía la que se venía. A ese le decían el Tío. Supongo que era un cargo elevado porque todo el mundo ahí adentro le respondía. Él preguntaba, era Cruciani”, afirmó respecto a “el Tío” Santiago Cruciani también conocido como Mario Mancini.

Antes que lo sigan torturando hubiese preferido que le “peguen un tiro en la cabeza y punto”, pensaba entre las sesiones de tortura. Inmediatamente la imagen de su hijo de nueve años le daba fuerzas para resistir.

Al resto de los detenidos “no les repartían leche con vainillas sino que los torturaban” tanto como a Collazos. “Ponían música con volumen muy alto pero a pesar de eso se escuchaban los gritos de dolor y de angustia”. Recordó que a uno le preguntaron cómo se llamaba y contestó: “René Bustos”. En otro momento escuchó voces lejanas, alguien preguntaba quién era y otro respondía que “traían alumnos”.

En el centro clandestino pasó aproximadamente diez días constantemente encapuchado. La tortura se repetía cuando “no tenían nada que hacer”. Le daban agua con una tetera o una pava, le pasaban electricidad y luego lo obligaban a tomar más agua. Hubo además simulacros de fusilamientos.

Camino a la libertad
Antes de que lo liberen pudo escuchar en una radio que el golpe de estado era un hecho. Lo acostaron en una cama con la cabeza colgando -”supongo que para desorientarme”-, luego lo llevaron “a algo chiquitito” donde tuvo que “subir dos o tres escalones” y supone era una casilla rodante.

Le anunciaron que iba a pasar a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, lo subieron a un auto, dieron varias vueltas y lo dejaron en Zelarrayán y Caronti. Le hicieron poner las manos contra la pared y contar hasta diez sin sacarse la venda.

En la audiencia se le mostró un informe médico realizado el 2 de abril de 1976 en una comisaría de la cual el testigo solo recordó que alguien le miró el golpe en la cabeza. El documento lleva la firma del dr. Hugo Raúl Montero quien en su posterior declaración no recordó a Collazos.

La presencia de Cruciani
Al tiempo volvió a trabajar en la tesorería comunal. “Un día hubo un vencimiento de impuestos, cerró la municipalidad pero seguíamos trabajando, vino un ordenanza y me dice ‘Te busca un hombre en la puerta’. Había un alto parado con una carterita. Le digo ‘¿Usted me busca a mí?’. ‘Sí macho, te busco a vos’, respondió. Ahí me di cuenta…”.

Era el Tío Cruciani. Fueron a tomar un café, el interrogador empezó a hablar, dijo “Si te torturamos, de uno a diez ponéle un cinco” y luego le ofreció ser “buchón” de los militares. Durante un tiempo siguió el acoso y las amenazas contra su familia.

Cruciani trabajaba en el Servicio de Inteligencia del Ejército que funcionaba en Chiclana al 300. Allí fue Collazos en dos ocasiones y habló con su torturador. Por la persecución había pedido licencia en la comuna pero Cruciani le decía que vuelva sin miedos. En otra de las visitas el militar le compró un libro y le adelantó que se iba a ir de agregado en una embajada.

Por todo esto, para Collazos no hay dudas sobre la participación de “aquellos que han deshonrado el uniforme del glorioso ejército sanmartiniano”.
Fuente:JuicioVCuerpoEjercitoBB

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