Los pies descalzos de la victoria
(Jorge Giles)
La historia es así de caprichosa. Elije su destino, determina sus tiempos, llama a silencio o bullicios y andá a cantarle a Gardel. Se sube a un tren en La Plata y baja en el Malgreb, dialoga con Perón por la mañana y a la tarde borronea con Khadafi una amistad del Sur que nos haga más libres, en un mundo nuevo que habrá que inventar.
Es tan sabia que cuando algunos creían que doblaban las campanas en el funeral de las utopías, un vendaval de pueblos olvidados irrumpió en el momento exacto que los mercaderes caían atragantados con su codicia. El banquete neoliberal ha terminado.
Ahí se despide Bush como alma en pena, con tantos pibes muertos al pie de sus misiles. Él y sus banqueros fingen que es apenas un malestar pasajero y es el sistema arterial financiero el que les estalló en las entrañas, dejándolos sin aire.
Hoy estamos de nostalgia y alegría. Con una flota de aviones que vuelve a ser argentina y un Estado que se reconstruye sobre sus escombros, recuperando la soberanía de nuestros ahorros.
Vamos por el futuro, ahora o nunca.
No hay tiempo que perder. Ni demorarse bajo el fuego a granel de los grandes medios. Ni caer en la trampa del divisionismo. Ni responder la ofensa de una señora regordeta y republicana, formada en un cuartel del Chaco, ni la provocación de los vice gansos ni los pituquitos como Isidorito Macri.
Esta vez no habrá más penas ni olvidos, aunque duela que no estén aquí todos los compañeros, duele que sean para siempre parte del río y el mar y que no puedan disfrutar lo que les pertenece por dolores propios.
Hay que agrupar filas con Néstor y Cristina, saber que llegó la hora de los pueblos, así en Bolivia como en el cielo de la América toda, así con Lula, Chávez y Correa. Lo que se muere es un mundo viejo, injusto y guerrero. Es su caída, no la nuestra.
Vamos a alumbrar otro mundo de aquí en adelante. Nada nos será fácil ¿o alguna vez lo fue?
Mientras la derecha derrama leche en los caminos y faena lecheras sin compasión, nosotros decidimos vivir, no de cualquier modo, sino justos, libres y solidarios.
Es ahora la hora de la historia que tarda en llegar pero no sabe esperar cuando lo decide. Se llamará Evita, se llamará Germán.
Los que pudimos ver tan sólo los pies descalzos de la victoria, creemos que es tiempo de verla todita, bella y desnuda, con la melena al viento y un pan bajo el brazo, junto a un pueblo entero.
(Fuente:Aliciaester).
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