2 de enero de 2011

CCD AUTOMOTORES ORLETTI.

Rastros de balas y signos de tortura recrean represión en cárcel de dictadura
02-01-2011
Maricel Seeger Buenos Aires, 2 ene (EFE).- Con agujeros de bala en las paredes y ganchos usados para las torturas que aún cuelgan de los techos, los rastros de la represión coordinada en el Cono Sur durante los años 70 persisten en la antigua cárcel clandestina "Automotores Orletti", cuyos crímenes son actualmente juzgados en Argentina.

Situado en el barrio porteño de Floresta, el centro clandestino de detención que funcionó en la dictadura argentina (1976-1983) aún conserva aquella fachada de taller mecánico que escondió el secuestro de unas 200 personas, en su mayoría uruguayos, víctimas de la represión coordinada con países vecinos.

"Automotores Orletti fue un símbolo del Plan Cóndor", tal como se denomina a la represión de las dictaduras de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay y Perú durante la década del 70, resume a Efe Blanca Santucho, querellante en un juicio que se lleva a cabo en Buenos Aires por crímenes de lesa humanidad cometidos en esa cárcel.

Blanca es hermana de Carlos Santucho, asesinado en la cárcel clandestina, y de Mario Santucho, quien fue líder de la guerrilla Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y murió en julio de 1976 en un enfrentamiento con fuerzas militares.

Carlos Santucho fue asesinado tras ser colgado de un gancho y sometido a una tortura conocida como 'submarino', es decir, hundirlo en un tanque de 200 litros de agua hasta ahogarlo, según relata Ricardo Poggio, coordinador de visitas de la antigua cárcel ilegal.

Aquel gancho aún cuelga del techo de la planta baja de "Automotores Orletti", una suerte de gran depósito de paredes húmedas y resquebrajadas donde eran alojados algunos de los detenidos, entre los que hubo argentinos, uruguayos, chilenos, cubanos, bolivianos y paraguayos.

Otros detenidos eran llevados a la primera planta, en la que funcionaban salas de torturas e interrogatorios -donde colgaba un cuadro de Adolf Hitler-, además de una celda para detenidos y otra de aislamiento, explica Poggio.

La antigua cárcel clandestina pasó a manos del Instituto Espacio para la Memoria, formado por la Alcaldía de Buenos Aires y entidades humanitarias.

El calor que azota por estos días a Buenos Aires pesa como plomo en estas salas, que todavía conservan las huellas de las balas, varias disparadas durante simulacros de fusilamientos a los presos de la antigua cárcel, a la que un juez de instrucción ha comparado con "los campos de concentración del nazismo".

"Uno de los detenidos murió por las torturas en la celda. Cuando sus compañeros pidieron ayuda, los represores respondieron con una andanada de disparos desde otra sala", asegura Poggio mientras señala las huellas de los impactos de bala.

Entre los detenidos estuvieron Marcelo Gelman y María Claudia García Iruretagoyena, el hijo y la nuera del poeta argentino Juan Gelman, quien en 2000 recuperó a su nieta, Macarena, nacida en cautiverio en Uruguay y una de las testigos del juicio.

Para Blanca Santucho, hay numerosos testigos de la represión ejercida en "Automotores Orletti", "al punto que en el juicio hubo unas 130 personas que aportaron datos sobre los sucedido en el lugar, que dirigía el fallecido coronel argentino Aníbal Gordon, también acusado de ser miembro de la banda de ultraderecha "Triple A".

El Tribunal Oral Federal 1 de Buenos Aires comenzará en febrero próximo la etapa final de un proceso en el que se juzga a los autores de crímenes de lesa humanidad cometidos contra 65 de los detenidos en "Automotores Orletti", que funcionó entre mayo y noviembre de 1976, dijeron a Efe fuentes del Espacio para la Memoria.

En este proceso se juzga al ex agente civil de inteligencia del Ejército Raúl Guglielminetti, quien posteriormente dirigió la custodia del fallecido ex presidente Raúl Alfonsín (1983-1989), al ex coronel Rubén Visuara, el ex general Eduardo Cabanillas y a los ex espías de inteligencia Honorio Martínez Ruiz y Eduardo Ruffo.

Los militares que comandaban el centro decidieron "levantarlo" a comienzos de noviembre de 1976, después de que una pareja de secuestrados argentinos lograra escapar aprovechando una borrachera de los agentes a cargo de la custodia, señala Poggio.

Al huir, la pareja vio un cartel que "decía algo así como Automotores Orletti", pero que en realidad rezaba "Automotores Cortell", tal como se llamaba el antiguo dueño de la propiedad, que en abril de 2009 pasó a manos del Espacio para la Memoria.

Según Poggio, "el ruido de las vías del tren situadas frente a la cárcel ilegal y el hecho de que estuviera al lado de una escuela que permitía oír a los chicos" resultó clave para identificar el lugar donde funcionaba esta cárcel clandestina, que ahora se propone como "un espacio para la memoria urbana".
Fuente:AgEFE

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