Memorias de la tierra sublevada
Año 5. Edición número 235. Domingo 18 de noviembre de 2012
Por
Eduardo Anguita
eanguita@miradasalsur.com
El trabajador rural, los fusilados de la Patagonia, los hacheros de la Forestal y la construcción de un sujeto colectivo invisibilizado por la historia oficial. Osvaldo Bayer y Carlos Tomada avanzan sobre el pasado y presente de un sector largamente postergado.
Esta noche, a las 21, y el próximo martes, a las 23, por CN23.
Vamos a hablar de Historia; pero primero, porque a veces es necesario, vamos a conjugar el diálogo. Creo que ustedes nunca se sentaron a dialogar de los temas que los apasionan…
Osvaldo Bayer: –No lo recuerdo...
Carlos Tomada: –Es cierto, no en forma directa. Sin embargo, hablo con Bayer cada vez que lo leo, que es desde hace muchos años.
–Temas hay muchos. Recuerdo, Osvaldo, cuando hicimos el documental La vuelta de Osvaldo Bayer, donde trabajamos tu retorno después de treinta años al lugar donde están las tumbas masivas de los peones fusilados en la Patagonia…
O.B.: –Lo mejor de ese trabajo es la última escena, con el estanciero Federico Brown, dueño de la estancia La Anita, donde está la tumba masiva más grande de los peones fusilados en las huelgas del ’21.
En la parte final, le digo al estanciero: “Señor Federico Brown, sería muy interesante y bien visto que usted donara una cuarta parte de su enorme estancia para formar una cooperativa de trabajadores de la tierra”. Un poco para pagar esa ignominia que significa que, precisamente, en esa estancia, fueran fusilados tantos obreros. Él me mira con curiosidad y me pregunta: “¿Cómo dice?”. Como si le hubiera hablado en chino. Se lo repito y me responde que de ninguna manera; que él nada tenía que ver con los fusilamientos del ’21 porque había nacido en el ’40.
–Hay que destacar que eso sucedió porque el estanciero se prestó a escucharlo. Hace unos meses, me llamaron de Río Gallegos para decirme que Federico Brown había accedido a que ingresaran en la estancia los antropólogos forenses para investigar si quedaban restos de los fusilados.
O.B.: –Por primera vez, el gran triunfo. Hace noventa años de los fusilamientos. Comencé la investigación en los años sesenta. Estuve ocho años en la zona investigando. No me dejaban entrar a la estancia. Cuando después, a iniciativa del ex gobernador Jorge Cepernic, se hizo marcar las tumbas masivas, fuimos una vez más y Federico Brown nos permitió ingresar.
El recordatorio quedó a unos doscientos metros del lugar exacto donde está la tumba masiva. En realidad, es mucho mejor así, porque por allí pasa la carretera que va al Calafate y se paran los turistas. Está todo explicado.
Todos los años, el 10 de diciembre hacemos un acto en el lugar. Hace un tiempo, el Concejo Deliberante de El Calafate logró que la estancia La Anita permita investigar dónde están las tumbas masivas. Incluso, han quedado en donar esa parte de la tierra para que se haga un lugar recordatorio. Así que han comprendido.
C.T.: –Es notable. Esto puede convertirse en un reportaje a Osvaldo Bayer. Yo tengo muchas preguntas para hacerle y pasión por escucharlo. Las luchas de los trabajadores rurales de 1921 eran desconocidas por el gran público. Estoy hablando de la década del sesenta. Si no hubiese existido esta enjundia, esta sistematicidad, esta militancia de Bayer, esa parte de la Historia, que mucho tiene que ver con las luchas obreras en nuestro país, hubieran quedado ocultas.
Ha habido pocas cosas que llamen más la tención en la Argentina que la ausencia de visibilidad del trabajador rural y sus luchas. Lo de la Patagonia es un caso, pero también hay otros en Chaco, Formosa… Siento que el de los trabajadores rurales es uno sectores más dinámicos en término de luchas obras.
Por ejemplo, el Indec nunca registró a los trabajadores rurales. Sin embargo, ha sido sistemáticamente olvidado. La invisibilidad llega a tal punto que las estadísticas se refieren siempre a los trabajadores urbanos. No hay ningún censo concreto sobre trabajadores rurales. Es paradójico que esto ocurra en un país donde el sector agropecuario tiene un peso fundamental. Debería haber sido uno de los sectores más visibles.
O.B.: –Cuatro tomos duró mi investigación y ningún historiador militar pudo refutar ninguno de mis documentos y ni las pruebas que científicamente recopilé. Tampoco los radicales pudieron hacerlo, que es el partido responsable de trabar una sesión en Diputados en la que se discutió la represión de los peones patagónicos.
En esa sesión, la oposición pedía que se conformara una comisión investigadora y que esa comisión se trasladara de inmediato a Santa Cruz. Querían que se cavara en las tumbas para determinar el número de fusilados. Los diputados radicales respondieron a las críticas diciendo que la represión existió porque se había dado una situación subversiva. Una huelga rural no es subversión. Subversión es cuando se levantan los militares.
En esa sesión, cuando se iba a votar la comisión investigadora, la mayoría radical abandonó la sala y dejó la sesión sin quórum. Si hubieran tenido coraje civil hubiesen discutido hasta el final.
–Quiero vincular algo del pasado con algo del presente. La nueva ley de contrato de trabajo rural crea un organismo que se llama Registro Nacional de Trabajadores y Empleadores Agrarios. Según la información que maneja el organismo, entre los trabajadores registrados y no registrados del campo hay, por lo menos, una diferencia salarial del veinte por ciento.
C.T.: –En algunos sectores, la diferencia es mucho mayor. A veces es la diferencia entre la esclavitud y el trabajo, y no sólo un veinte por ciento más o menos. El tema es central y merece atención porque es tan fuerte la cultura agraria en términos de explotación, que inclusive los trabajadores registrados son sometidos a regímenes de esclavitud.
En las inspecciones que venimos realizando desde hace seis años hemos encontrados muchos casos. Hay que tener en cuenta que desde la época del primer gobierno de Perón, cuando se sancionó el Estatuto del Peón Rural, no se había vuelto a revisar las condiciones laborales de los trabajadores rurales. Además, hubo una regresión en la dictadura, cuando se derogaron muchas de las cláusulas del estatuto, normativa que estuvo vigente hasta que decidimos derogarla.
Es una ley que llevaba la firma de Harguindeguy, Martínez de Hoz y Videla, gente que tenía intereses concretos en la cuestión agraria.
–Hoy, existe la posibilidad de dar una vuelta de página...
C.T.: –Seguro, y la posibilidad surge con la ley que sancionó el Congreso en diciembre de 2011. El gran hecho es que le estamos dando a los trabajadores rurales lo mismo que a cualquier otro trabajador. En la Argentina estaba naturalizado que los peones rurales tuvieran menos días de vacaciones, no tuvieran derecho a la licencia por maternidad ni derecho a la organización colectiva o a realizar una huelga.
Con esta nueva ley, que va a ser una larga lucha para que tenga plena vigencia, se le dan todos estos derechos colectivos e individuales.
–Osvaldo, pensaba en la importancia de involucrarse. Lo tuyo fue también una militancia.
O.B.: –Fue una militancia por la verdad, porque en Historia no se puede mentir. Está todo ahí demostrado a través de la documentación.
C.T.: –Clavado en la memoria.
O.B.: –También tuve la suerte de encontrar muchísimos documentos de esa época. Principalmente, en los archivos policiales y de la Justicia, lugares donde coleccionaban todo lo que habían incautado en las sedes obreras. Allí estaban los comunicados, las renuncias de los peones. También tuve la suerte de que aún vivían los protagonistas, salvo los peones fusilados.
Por ejemplo, el presidente de la Sociedad Rural, Correa Falcón, me recibió en su lujoso piso de Barrio Norte, me convido whisky escocés legítimo y me habló de la falta de responsabilidad de los estancieros. Dijo que ellos no tenían nada ver, que toda la responsabilidad era del teniente coronel Varela y del presidente Yrigoyen. Se lavó las manos. También vivían los estancieros.
En los años en que concreté la investigación todavía podía contrastar lo que decían unos y otros, y así ver dónde mentían o no. Vivían, además, todos los oficiales del Ejército. Uno de ellos era el general Anaya.
Con él tuve varios encuentros y por las preguntas que le hacía terminó amenazándome con su espada, que la tenía colgada en la pared. Era tío del Leandro Anaya, el comandante en jefe del Ejército de Perón. Luego logramos hacer la película La Patagonia rebelde, que está rodada en base a la documentación histórica.
–¿También el final?
O.B.: –También ese final, que es el pasaje en el que los ingleses le cantan al teniente coronel Varela “Porque eres un buen compañero”. Esto no quiere decir que sólo el ejército tuviera la culpa. También la tuvo la mayoría del gobierno radical, que era un gobierno democrático. Es increíble que las tres más grandes represiones obreras las hiciera un gobierno democrático. La semana trágica de enero del ’19 es una cosa sangrienta. Hay varios libros, pero nunca en los colegios secundarios ni en las universidades se enseñó. Lo de la Patagonia ocurrió en el mismo año que la represión de los hacheros forestales.
–En los tres casos, había intereses de la corona británica…
O.B.: –Absolutamente.
C.T.: –Eso da cuenta de cuál era nuestra capacidad de decisión.
–Osvaldo, usted me contó algo que había dicho el embajador inglés respecto de que si el gobierno nacional no se ocupaba del tema, Londres mandaba sus corbetas.
O.B.: –Eso me lo dijo un diputado radical. Está en mis libros. Dijo que el presidente Yrigoyen los llamó y les dijo que tenía esa amenaza. Fue durante la segunda huelga. Concretamente, el embajador británico le advirtió a Yirigoyen que si se repetía la ocupación de las estancias de los súbditos de su majestad, entonces la flota británica iba a actuar. Había dos buques de guerra en Las Malvinas.
Creo que Yrigoyen vio en esto la posibilidad de un conflicto armado muy grande y prefirió cortar el hilo por lo más delgado.
C.T.: –Siempre detrás de estas epopeyas hay reivindicaciones muy concretas vinculadas con las condiciones laborales o salariales. ¿Cuál era la reivindicación de los peones de la Patagonia?
O.B.: –Era muy poco, si uno lo compara con la actualidad. Por empezar, que se pusiera un horario de trabajo, porque trabajaban todo el día. Segundo, que se respetara el domingo como día de descanso y que se les reconociera a los sindicatos la facultad de vigilar si se cumplían las leyes.
Luego había otras reivindicaciones, como que se tomara a los peones casados, porque los estancieros tomaban sólo a los solteros, ya que los casados querían que sus mujeres fueran a vivir con ellos. En cambio, a los solteros los ponían en galpones para un centenar de peones con un camastro y nada más. Ante la primera huelga, el gobierno igual mandó al Ejército.
Lo increíble del caso es que el teniente coronel Varela le escribe al comandante en jefe del Ejército diciéndole que realmente era miserable la situación de los peones. Lo que pedían era legítimo. Varela conversó con la Sociedad Rural y les dijo que tenían que aceptar las condiciones pedidas por los obreros. Se reunieron, discutieron y llegaron a un acuerdo. Después, como los estancieros no cumplieron, comenzó la segunda huelga. Ahí viene la infamia, porque Yrigoyen ordenó que se terminara con la huelga patagónica y dio la orden de aplicar la pena de muerte.
Sobre el número de muertos, los sindicatos siempre dijeron que fueron unos mil quinientos. Yo tengo la versión de la Sociedad Rural, contada por el estanciero Correa Falcón, de una de las estancias más grandes de El Calafate. Según Correa Falcón fueron menos. Me dijo: “No fueron mil quinientos porque nosotros fuimos y contamos los peones nuestros que fueron fusilados. Llegamos al número 965”. Para el caso es lo mismo.
También me dijo que cuando se enteraron de que Varela estaba fusilando a los chilotes, que eran los que venían de la isla de Chiloé y cobraban la mitad del jornal que los argentinos, fueron a verlo y le agradecieron que hubiera llegado para romper con la huelga, pero le rogaron que, en la medida de lo posible, parara con los fusilamientos, sobre todo de los chilotes. El pedido tenía una lógica: si seguían fusilando se quedaban sin trabajadores y se iba a encarecer la lana.
Correa Falcón dice que eran cinco representantes de la Sociedad Rural los que hablaron con Varela. Según su relato, Varela los miró, le dio la mano a cada uno, les dijo buenas noches y siguió fusilando. Correa Falcón se lavó las manos y le echó la culpa al Ejército.
–Traer a la luz estas historias sirve, porque si no se asimilan estas cuestiones, los escenarios se pueden repetir, aunque no sea de la forma en que se dieron en el pasado. El costo laboral sigue siendo un tema recurrente en el discurso de los empresarios.
C.T.: –Por supuesto que las cosas han cambiado. Hay ciertos niveles de calidad de vida en los sectores asalariados que desempeñan tareas calificadas. Pero al lado de esos niveles convive otra situación de trabajo que es demasiado parecida a la que se registraba a comienzos del siglo veinte. Y atención que en Argentina, a diferencia de lo ocurrido en otros países de América latina, el trabajo no registrado había cedido. Argentina supo ser un país donde el derecho de los trabajadores se consideró con nivel constitucional. Sin embargo, durante la década del noventa se dio un retroceso, que se sumó al inaugurado con el golpe del ’76.
–Las cosas comenzaron a cambiar a partir de 2003…
C.T.: –Aunque a partir de 2003 hemos retomado el camino de la generación de empleo, de las mejoras en las condiciones de trabajo, de un franco impulso a las negociación colectiva, todavía queda mucho por hacer.
Hay que enfatizar el trabajo que en materia de inspecciones se viene realizando para que el empleador sepa que no es impune. Creo que lo hecho por Bayer es fundamental. Que haya puesto arriba de la mesa hace muchos años estas cuestiones, y que siga perseverando, es admirable. Que todos sepamos de esta historia es una base inderogable. Es una conciencia colectiva que no puede hacer retroceder ni una dictadura.
O.B.: –Desde 1813, cantamos esa estrofa del himno: “Ved en trono a la noble igualdad. ¡Libertad!, ¡libertad!, ¡libertad!”…
C.T.: –La igualdad en la Argentina es la verdadera democracia. Es un valor que siempre ha sido muy sentido. Hoy, igualdad quiere decir que haya igualdad de oportunidades.
O.B.: –Por eso hay que defender mucho más a las cooperativas de trabajadores rurales y limitar los latifundios. Es indigno que el señor Benetton tenga una estancia con novecientas mil hectáreas y arrase con trescientas hectáreas de los mapuches que desde hacía varias generaciones plantaban frutillas.
–El desafío no sólo significa parir una nueva legislación, sino también convertir a los desposeídos en sujetos de derecho. Las poblaciones urbanas conocen sus derechos; en cambio, el trabajador rural está en un estadio muy inferior.
C.T.: –Sin embargo, ha habido un aprendizaje. La Patagonia rebelde, la forestal, esas luchas marcaron fuertemente a un sector de trabajadores que ha tenido alguna presencia colectiva. Sin embargo, conseguir mayores niveles de concientización es una tarea pendiente. Hay dificultades por las propias características de la actividad rural. Pero creo que el sujeto histórico está presente. Hay que activarlo.
Los derechos a veces pueden ser dados desde un determinado gobierno, pero a veces son también conquistados.
O.B.: –Otro tema fundamental son las villas miserias. Di una charla en la Villa 31 de Retiro. Es impresionante ver la enorme pobreza y las dificultades para vivir allí. El señor Macri quiere retrasar una ley de urbanización que ya existe. Parece que la quiere vetar. ¿El Gobierno Nacional no puede intervenir en eso…?
C.T.: –En eso no. Lo que está haciendo el Gobierno Nacional es intervenir con las políticas públicas para transformar esa realidad de las villas y urbanizarlas. Las demandas no son inabordables. La gente de las villas demanda la apertura de calles, que le pongan luz, que hagamos cloacas. Son derechos impostergables. Si pensamos que debe de haber un piso de inclusión social debajo del cual no haya ningún argentino, eso también incluye los servicios públicos.
–Volvamos sobre la realidad rural. Pienso en las tecnologías, en el nuevo esquema de los agronegocios. En Chaco, por ejemplo, uno de los problemas es que la producción agropecuaria crece, pero no crece el empleo rural en la misma proporción. ¿Las cooperativas podrían ser una alternativa?
O.B.: –La cooperativas siempre han dado resultados y limitan los latifundios. Las que existen en el sur de Santa Fe son un ejemplo, son muy productivas. Siempre digo con ironía que la única reforma agraria que hubo en la Argentina la hicieron los grandes estancieros, que eran muy católicos y tenían seis o siete hijos, y que con la herencia repartieron la tierra.
–El desafío pasa por construir un colectivo de los trabajadores rurales…
O.B.:–Hablemos un poco de lo que pasa en el mundo. Cuando uno dice que en Estados Unidos hay casi un diez por ciento de desocupados es impresionante…
O.B.: –En España, la desocupación entre los jóvenes llega al cincuenta por ciento. Lo incomprensible es que ese continente europeo, con tanta experiencia de siglos y siglos, no haya encontrado un sistema económico que le permita vivir a todos en paz, con trabajo y tranquilidad. Es un desastre total. A Alemania llegan todos los días miles de personas desde Grecia, Francia, España, Portugal e Italia.
Todos buscan lo mismo: trabajo. La pregunta es cómo es posible que Europa siga apostando al capitalismo, cuando la Historia ha demostrado que el capitalismo no resuelve los problemas de la sociedad. También habría que preguntarse cómo es que las Naciones Unidas no llaman a un gran congreso de sabios economistas, que los hay, para estudiar nuevos esquemas. Hay que traer a todos la paz, a cada familia un techo digno, el pan necesario. En todos los países hay niveles de desnutrición. En Alemania es muy pequeño, pero también hay chicos desnutridos.
C.T.: –Mientras no volvamos a poner el trabajo en el centro de las políticas públicas, mientras el trabajo no vuelva a significar todo lo que significó, seguirán los problemas. Cuando hablamos de trabajo estamos hablando de ciudadanía, de un factor de desarrollo económico. No hace mucho tiempo se sostenía que había llegado el fin del trabajo. Las grandes mayorías compraron esta idea. América latina intenta desde hace unos años otro camino y es mirada por el mundo con cierto interés. Antes éramos nosotros los que seguíamos los pasos de Europa y Estados Unidos.
Parece que ahora se están dando vuelta las cosas. Europa está viviendo lo que nosotros vivimos en 2001. Mientras tanto, América latina está demostrando que hay alternativa, y que esa alternativa discurre por poner el trabajo en el centro de la agenda. Siempre recuerdo la reunión en Mar del Plata, cuando se le dijo no al Alca. En ese tipo de reuniones, el país local pone el lema. Y Néstor Kirchner lo puso: crear empleos para fortalecer la democracia y erradicar la pobreza. Creo que ésta es una consigan del tiempo que nos toca. Ojalá lleguemos a hacer realidad la igualdad que cantamos en nuestro himno.
Fuente:MiradasalSur
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