18 de noviembre de 2012

MENDOZA: CONTINÚA EL JUCIOS POR DELITOS DE LESA HUMANIDAD-DECLARÓ UN EX COMISARIO.


Mendoza. Continúa el juicio por lesa humanidad; declaró un ex comisario

En el banquillo

Por María Eva Guevara
En 1976, Fernando Morellato pidió por escrito a la Policía Federal una “picana” para interrogar a dos militantes que desaparecieron en Mendoza. Veintitrés lo denunció en 2004. Esta semana, en su declaración tuvo algunas contradicciones y se despachó contra su superior, Pedro Dante Sánchez Camargo, a quien definió: “Era el demonio”.   
Cuatro días requirió la declaración indagatoria del ex Jefe del principal Centro Clandestino de detención –D2–,  Pedro Dante Sánchez Camargo, allá por abril de 1987. Tuvo lugar en la Cámara Federal de Mendoza y constituyó el primer gran relato hilvanado sobre cómo operó la cadena de mandos de la dictadura y quiénes formaron parte de esa estructura represiva entre el período que va de 1975 a 1977. Mucho se habló de aquel carácter incriminatorio de la declaración en sede judicial de Sánchez Camargo, sobre todo luego de su muerte y del inicio de los juicios por genocidio a raíz de la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. 
Y es que si bien Sánchez Camargo omitía revelar las torturas, las violaciones y los asesinatos que eran la moneda corriente de su “gestión”, constituía una fuente informativa básica de donde surgieron los principales nombres de la represión ilegal, entre ellos el de sus propios “hombres de confianza”: Eduardo “el Ruso” Smaha y Armando Osvaldo Fernández, condenados el año pasado a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad.

La idea de que tallaba una interna feroz adentro del grupo más “pesado” de la policía se  fue armando de a poco, con retazos como de película.  Los primeros trazos de los protagonistas los dio Rafael Morán, periodista que se desempeñaba como Jefe de la Sección Policiales del Diario Los Andes que también fue víctima de la represión junto a otros integrantes y jefes de esa redacción.

Según Rafael Morán, a estos personajes había que situarlos en la oscuridad y a la vez en el marco de una organización que era la Comunidad Informativa y el Comando de Operaciones Tácticas que era una especie de tribunal donde se vinculaban el Tercer Comando del Ejército con la Fuerza Aérea, la Policía federal, la provincial y la Jefatura de Inteligencia del Ejército. Eran sin lugar a dudas dueños de la vida y la muerte de quienes eran “chupados” porque ejercían un control jurisdiccional que era nacional y regional y es dentro de ese funcionamiento que se producían constantes reuniones entre el vice Comodoro Osvaldo Padorno y el Brigadier Julio César Santuccione, quien ejercía un liderazgo indiscutido entre la tropa policial.    

“Santuccione era un moralista católico, peronista, tenia vinculación ideológica con el Brigadier Orlando Capellini, el que intentó consumar un golpe de Estado en 1975. Era un hombre carismático, le decían “el loco” y tenía gran llegada a los subalternos. Solía escenificar algunas de sus actuaciones, por ejemplo, aparecía un paquete que podía ser una bomba, y decía: “esperen, no toquen nada que voy yo”. Y sacaba la pistola 9mm y le tiraba unos tiros al paquete. Todo para hacerse notar”, testimonió Rafael Morán frente al Tribunal en calidad de víctima y de testigo. 
Sobre Sánchez Camargo, Morán también aportó una descripción ya que a fines de 1975 fue a verlo para preguntarle por el destino del periodista de Los Andes Jorge Bonardell y el jefe del D-2 le respondió, para su espanto, que no se metieran ya que lo tenían desnudo en una pieza “para presionarlo un poco”. 

Sin agotar la lista de personajes nefastos de la represión que Rafael Morán trató y conoció antes de ser detenido, es preciso señalar dos nombres más. Uno era el segundo de Sánchez Camargo, de apellido Arrieta Cortés,  era “un tipo muy enérgico, policía de esos bravos, también católico y moralista”, y el Jefe de Motorizada de apellido Greco, de quien “creíamos que hacía las operaciones en la época del Comando Pïo XII” –según lo relatado por el periodista. 

Dicho esto, cabe pasar al relato específico de la batalla interna desatada dentro de este grupo de represores, al menos lo que se ha podido reconstruir a partir de las indagaciones del periodista de Radio Nacional Rodrigo Sepúlveda. En la pasada audiencia del 8 de noviembre, el periodista prestó por segunda vez declaración para aportar el resultado de sus investigaciones, las que comenzaron años atrás a raíz de una nota anónima que mencionaba a Fernando Morellato Donna como partícipe del “temible” grupo de la Policía Motorizada de Mendoza. A partir de esa pista, Sepúlveda accedió al Legajo de Morellato hallando una sanción firmada por Sánchez Camargo. El documento archivado bajo el ítem de “penas disciplinarias” señalaba que se había procedido a sancionar a Morellato con 8 días de arresto –el 15 de noviembre de 1976– por haber actuado mal en un procedimiento que llevó a cabo la Policía Motorizada. La nota consignaba claramente que Morellato había ido a la Policía Federal a pedir un “elemento eléctrico mecánico” a modo de préstamo, para poder interrogar a los detenidos y que con ese accionar no sólo había hecho fracasar un operativo de captura sino que había lesionado “el principio de autoridad moral de la fuerza”.

También señalaba la nota que Morellato había aprovechado la movida para quedarse con los objetos personales de los detenidos.

Hay que decir que en dicho procedimiento resultaron apresadas dos personas que están desaparecidas: Oscar Ramos y Daniel Iturgay. Por estos dos secuestros está imputado y en libertad Fernando Morellato, el único de los represores que hasta el momento ha decidido ejercer su derecho a hablar ante el Tribunal que lo juzga.

Al cabo de una hora, un verdadero embrollo producto de la perspectiva del victimario se hizo elocuente en la sala de los Tribunales Federales el pasado 9 de noviembre, con pocas interrupciones y preguntas, las cuales quedaron postergadas para la próxima audiencia.  En resumidas cuentas, Morellato tuvo un rol central en la represión y está seriamente incriminado no sólo por los documentos del Legajo Policial sino también por el testimonio de Carmelo Cirella Paredes, ex policía federal que en 1985 se puso en contacto con la CONADEP (Comisión Nacional por la Desaparición de Personas) para denunciar dos asesinatos y tiempo después fue entrevistado por Rodrigo Sepúlveda cuando éste realizaba su documental “Legajo 7746”.

Según el periodista Rodrigo Sepúlveda, Cirella Paredes era un arrepentido que aportó información que resultó coincidente con otros indicios y evidencias acerca del rol de otros dos pesos pesados que formaban parte del COT y la Comunidad Informativa: Oscar Fenochio que se desempeñaba como Jefe de la Delegación de la Policía Federal y Ricardo Alex, Jefe de Inteligencia, ambos mencionados en la declaración de Sánchez Camargo.

De acuerdo a la reconstrucción periodística resulta que existía una banda compuesta por policías federales cuya función era robar autos para ponerlos al servicio de los distintos secuestros que se hacían en Mendoza o en otras provincias. Cirella Paredes era uno de ellos que había empezado como chofer y a partir de 1976 esa banda pasa a cometer delitos comunes, como por ejemplo, robarle el auto a una pareja que estaba en la noche en las inmediaciones del Acceso Este y el Cóndor, de Guaymallén. Con tal mala suerte que el hombre que estaba en el auto era un policía de la provincia que al intentar sacar su arma para defenderse recibe un disparo en el ojo. Es en ese contexto donde los policías provinciales inician una caza de brujas para saber quién había dejado ciego a uno de sus compañeros. 

Y llamativamente es Fernando Morellato, un efectivo que jura por su madre haber sido el más potable de la policía por haberse movido dentro de ella sin acuerdo con la metodología de Santuccione y Sánchez Camargo, quien aprehende a Cirella Paredes y a otros integrantes de la policía Federal. Este dice que Morellato lo torturó y que Fenochio le ofreció hacerse cargo del asalto, le dijo que era una manera de salvarle la vida y parar así la bronca entre una fuerza y otra. Finalmente, Cirella Paredes estuvo 14 años preso por robo agravado y otros delitos, mientras sus superiores se garantizaron la impunidad de los delitos más pesados. Fue ahí que al retornar la democracia y cumplir su condena aportó toda la información. 

En su declaración, Morellato se ocupó de enfatizar que en la Comisaría 5 no se torturaba, que el Ejército había sido respetuoso de la labor policial que él desempeñaba, que se mantuvo ajeno a todo lo relativo a la subversión y que él no habría hecho nada que pusiera en juego el prestigio de una institución centenaria. También dijo que si bien tenía un primo que le había solicitado ayuda por un hijo que era militante y estaba siendo perseguido mientras cumplía con el servicio militar, él nunca pensó en intervenir para encubrir a su sobrino. En cuanto a las menciones y relaciones que aparecen en la causa, Morellato explicó que fue involucrado porque creían que encubría a su sobrino y porque no lo pudieron tener como alcahuete ni Santuccione ni Sánchez Camargo, pese a que ése era el deseo de sus jefes. 

“¿Saben quién era Sánchez Camargo?”, preguntó ante el Tribunal para luego afirmar que “pareciera que ha sido una gran figura este hombre y no, ha sido un demonio”. Sobre Santuccione aseguró que su segundo sí era un tipo muy centrado pero que él daba las órdenes sin papelitos, “era un tipo violento, cuando uno iba a darle la novedad de una detención, decía dalo vuelta” y que una vez que no lo dejaron ingresar a la Casa de Gobierno le metió un terrible sopapo en el pecho al centinela  mandándolo debajo del escritorio.  
A continuación afirmó que lo quisieron llevar muchas veces al D2 pero que nunca pisó ese edificio. Antes había dicho que sí había estado en la oficina de Sánchez Camargo. Según su relato, todo empezó un día que sintió que lo seguían y al salir de  la Asociación Mendocina de Box, un chofer del Jefe del D-2 que lo apreciaba le advirtió que tuviera cuidado porque lo iban a dar vuelta. A los días fue citado y relató que mientras subía al despacho de Sánchez Camargo pensó “es el fin de mi camino” y que creyó que “subía como subieron tantos y no bajaban nunca más”, dando a entender que sabía de qué se trataba y cómo actuaba ese centro de detenciones, torturas y desapariciones, es decir, hablando desde lo más íntimo de ese esquema represivo.

Del relato de Morellato se extraen varias dudas. Si bien jura que la detención de los dos militantes desaparecidos se la achacaron por una calentura de Sánchez Camargo para que éste cargara en el futuro con un delito de lesa humanidad, lo cierto es que él estaba a cargo de la Comisaría 25 y que la sede del cuerpo de Motorizada trabajaba codo a codo con el D-2. Lo dijo claramente Pedro Dante Sánchez Camargo en su declaración, es más, contó que mientras se estaba por realizar la captura de Francisco Urondo en Guaymallén él se encontraba presente en la seccional 25. 

En ese marco, llama la atención que Morellato diga que no se enteró de las detenciones de la madruga del  4 al 5 de noviembre hasta que se reintegró a su trabajo por la mañana. Y es que si una cosa estaba clara es que todos los Jefes se enteraban de inmediato de las detenciones a través de un canal de radio abierto que escuchaban todas las divisiones. También es llamativo su ofrecimiento a capturar a Cirella Paredes sólo porque vivía en el Barrio San Eduardo, al igual que él.

Para entender esta supuesta bronca de Sánchez Camargo hay que decir que la policía se manejaba en base a un código según el cual si al cabo de más de dos horas los  supuestos subversivos no se comunicaban era porque algo malo había ocurrido y debían cancelar el encuentro que tenían programado.  Como Ramos e Iturgay no dieron sus nombres reales, desde que ingresaron a las 5:5 hasta casi el mediodía estuvieron demorados en la Comisaría 25. Al parecer, el D-2 tenía pensado aprehender a cuatro personas más pero no pudieron por la demora que generó Morellato. 

Un verdadero acto fallido cometió Morellato en su testimonio, cuando aseguró haber sido “violento…rebelde con las órdenes que me daban, por eso me acusaron de inexperto, de malograr un procedimiento. Yo soy un tipo temperamental, pero de vez en cuando pienso y no soy capaz de matar a una rata ”, sostuvo. Ya en tren de contradicciones primero dijo que no había visto a los detenidos, luego dijo que se aseguró que tuviesen un centinela y manifestó que estaban donde se cambia la gente, donde están los cofres, ya que en ese lugar no había celdas. También señaló que sin mediar actuación ni comunicación entraron Sánchez Camargo a llevarse a los detenidos sin novedad, en cierto momento volvió a preguntar al Tribunal:   “¿Usted cree que me los iba a recibir si estaban machucados o algo?”

Resta por saber exactamente qué sucedió en aquella reunión entre Sánchez Camargo y Morellato en la Jefatura del D-2,  y no se entiende cómo si éste era un perseguido y había sido sancionado, a los pocos días la institución lo eligiera como Jefe del D-5, es decir, a cargo del Archivo Policial, en funciones en el mismo edificio del D-. Tal cual dijo Morellato: “fui a reemplazar al comisario Carloni y me quedé allí 8 años”. 

Al cabo del tiempo, el ex policía logró reciclarse como pocos. Se desempeñó en la Dirección del Menor, presidió la Cámara Mendocina de Agencias de Seguridad Privada y fue presidente del Club Atlético Argentino. Hoy en día es el único que se anima a mostrarse como una víctima del terrorismo de Estado, con la sola prueba de haber sido supuestamente retado por el diablo que era Sánchez Camargo. 
 
FuentedeOrigen:Revista23
Fuente:Agndddhh
 

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