2 de diciembre de 2012

ENTREVISTA CON EDUARDO MARTÍNEZ y HAMURABI NOUFOURI.

Palestina, colonialismo y después 
Año 5. Edición número 237. Domingo 2 de diciembre 2012 
Por Eduardo Anguita 
eanguita@miradasalsur.com

Martínez: “no hay líderes con peso para encauzar el conflicto”./Noufouri: “el colonialismo anuló la civilidad en el mundo árabe”. 

Eduardo Martínez, profesor de geopolítica y analista internacional, y Hamurabi Noufouri, estudioso de temas árabes e islámicos, dialogaron con Eduardo Anguita sobre las consecuencias del colonialismo y la mirada occidental sobre Medio Oriente. El conflicto palestino en el foco del análisis. Esta noche, a las 21, y el próximo martes, a las 23, por CN23. 

Entender el conflicto palestino requiere de muchas miradas. Me gustaría comprender por qué un lugar sagrado para muchos como Jerusalén es uno de los mayores focos de conflicto de la humanidad… 
Hamurabi Noufouri: –Es sorprendente desde una lectura cultural, porque se trata de culturas que tienen milenios de convivencia. La causa original del conflicto nace en el siglo veinte, no en la incomprensión intrínseca de los pueblos de la región. Cuando las poblaciones tienen largos periodos bajo el yugo colonial, sufren de una muy baja autoestima colectiva. Lo primero que destruye el colonialismo son las instituciones. La gente, entonces, se aferra a la fe como núcleo doctrinal e ideológico. En un momento dado, las potencias coloniales dijeron que esa área se iba a configurar de una manera determinada y, de ahí en más, dividieron familias, pueblos enteros, gente que estuvo vinculada a esa tierra durante muchas generaciones. Los judíos de cultura árabe fueron ninguneados, los palestinos cristianos fueron ignorados… Todo se redujo a una confrontación, al menos en los discursos periodísticos, entre el judaísmo y el islam. 

–Sarmiento, antes de escribir Facundo, acompañó a los franceses de la Legión Extranjera en sus matanzas por Argelia y Marruecos. Vivió la idea de civilización o barbarie, quedó pregnado de esa historia tremenda. Por otro lado, tenemos la picardía de otros colonialistas, como el coronel Lawrence, que antes de escribir Los siete pilares de la sabiduría fue mandado por Inglaterra a conocer los hábitos de las sociedades que querían dominar… Eduardo Martínez: –El conflicto es menos largo de lo que uno piensa y está poblado de mitos. El primer mito es que judíos y palestinos siempre se llevaron mal. En el actual sector palestino, hasta entrado el siglo veinte, convivieron perfectamente una escasa población judía y una inmensa mayoría palestina. El error lo cometen las potencias occidentales cuando la Sociedad de las Naciones en 1920 le asignó al Reino Unido mandato sobre Palestina. Los propios palestinos, cuando actuaron como aliados de Inglaterra en la Primera Guerra Mundial, pensaron que eso les iba a redituar un futuro Estado. También fracasaron las Naciones Unidas con su plan de partición una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. En todo este proceso hubo, al menos, cuatro conflictos graves. 

–¿Cuáles son? 
E. M.: –El primero fue la guerra del ’48. El segundo, de menor intensidad que los otros, se produce en el ’56, cuando Egipto nacionaliza el Canal de Suez. Uno de los momentos más álgidos fue la Guerra de los Seis Días, en 1967. Por último, la guerra del Yom Kippur, en el ’73. En ese proceso se perdieron oportunidades históricas. Hoy, no hay líderes de peso. Benjamín Netanyahu, con una coalición de gobierno que se rompió, tiene un millón de indignados en la calle. Del otro lado, está Mahmud Abbas, que no puede sumar a la Franja de Gaza porque Hamás no tiene la misma postura que Al Fatah. Estados Unidos se aprovecha de la situación. 

–La cuestión que me gustaría plantear es que los palestinos no sólo han sido parias con los israelíes, sino también con otros Estados-nación de la región… 
H. N.: –Toda la emigración que recibe América del Sur en los siglos diecinueve y veinte es una inmigración motivada por la búsqueda de la libertad, más que por una cuestión económica. De hecho dejan de venir cuando Siria y el Líbano, por ejemplo, se independizan en 1943 y 1946. ¿Por qué pongo un ejemplo local para leer algo que está a miles kilómetros? Porque tenemos una experiencia con esa diversidad, y esa experiencia nos dejó en Argentina y Brasil no menos de 300 periódicos en lengua árabe hasta la Segunda Guerra Mundial. Los dos partidos laicos más importantes de Siria y el Líbano se fundaron en la Argentina. Son datos que han pasado completamente inadvertidos. De la misma manera que pasaron desapercibidos los datos sociológicos que preanunciaban los levantamientos populares de la denominada primavera árabe. 

H. N.: –Durante mucho tiempo hemos operado bajo el presupuesto de El espíritu de las leyes, de Montesquieu. Según ese entendimiento, la gente de religión cristiana es más proclive a regímenes moderados; mientras que la gente de religión islámica es más proclive a los regímenes autoritarios. 

E. M.: –Es muy interesante ese elemento, porque es una regla que subyace en las diversas interpretaciones que Occidente hace del conflicto.

H. N.: –La regla condenó a la población islamista a estar genéticamente incapacitada para cualquier tipo de sistema democrático. Anuló su civilidad. De allí que se les haya asignado tutores. No estaban maduros para autogobernarse. Allí aparecen las potencias coloniales. Estamos hablando de naciones que vienen luchando por su libertad, estamos hablando de independencias inconclusas. 

–¿Cuál es el riesgo que implica la dominación estadounidense y británica? 
E. M.: –En algún momento se hizo una lectura que señalaba que con la llegada de Barack Obama al poder el apoyo de Washington a Israel iba a ser tibio. En realidad fue tibio en el discurso, pero total en los momentos claves. Se verificó la semana pasada con la posición de Estados Unidos para que no se reconociera a la Autoridad Palestina como Estado observador no miembro en las Naciones Unidas; o cuando Hillary Clinton viajó a la zona y dijo que Israel tiene derecho a la autodefensa. En los momentos claves aparece Estados Unidos como potencia aliada. Esto se agrava cuando los países árabes abandonan a los palestinos. Egipto tuvo el control de la Franja de Gaza desde 1948 hasta 1967 y nada hizo. 

–¿Ahora hay un cambio? 
H. N.: –Es probable. Hay un surgimiento de nuevas identidades. También los Estados árabes han adquirido una legitimidad y una conciencia identitaria diferente de la que tenían antes de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de la famosa identidad árabe que los engloba, pero que no creo que tenga el peso que se le atribuye. Esa identidad global ha quedado subordinada a las identidades nacionales, que son la base de cada uno de los actuales países y de sus soberanías reconocidas. Los países árabes han tenido equilibrios inestables, tanto en el plano económico como en el político, pero también en los frentes internos y externos. Se ha instalado una situación de guerra y beligerancia permanente. Recibir emigración en masa subleva a la propia población porque no hay una infraestructura que los pueda abastecer. Siria recibió casi dos millones de iraquíes... 
E. M.: –Y ahora Turquía está recibiendo sirios. 

–En el sur del Líbano estaba lleno de palestinos… 
H. N.: –Kissinger llegó a proponer como una gran solución que los libaneses les dejaran la región a los palestinos y emigraran a Canadá, donde el propio Kissinger les garantizaba a los libaneses la creación de un Estado. Esto parte de la concepción según la cual hay quienes están programados genéticamente para la civilización, mientras que otros están destinados a la barbarie. En las primeras ediciones del Diccionario de la Real Academia la segunda acepción para “árabe” era la de hombre bárbaro y desaforado. Hasta hace un año, una de las acepciones para “Mahoma” decía: hombre descuidado y gandul. Esto revela que existe una matriz que se aplica sin filtro y que facilita y luego legitima ideas peregrinas, totalmente divorciadas de la realidad. Nuestra sociedad es la más próxima culturalmente a esos pueblos; y esto es así por la propia Constitución del Estado argentino y por nuestra tradición hispánica. 

–Una última reflexión… 
E. M.: –Hay un cambio en Egipto. El presidente egipcio Mohamed Morsi no es Hosni Mubarak. El cuarenta por ciento de la energía que consume Israel viene de Egipto, y ya hubo tres cortes durante el último año. Es una advertencia. Occidente comete siempre el mismo error: querer imponer un sistema que muchas veces es ajeno a las sociedades de la región. El intento por democratizar Irak es un ejemplo. La Argentina ha tenido presidentes muy buenos y muy malos; como ellos han tenido reyes muy buenos y muy malos. El problema no es el sistema. La clave de un sistema democrático reside en la capacidad de los gobiernos para representar la cultura de la sociedad.
Fuente:MiradasalSur

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