6 de septiembre de 2013

BAHÍA BLANCA: Audiencias 2 y 3 de Septiembre de 2013-Ultima audiencia agosto.

Audiencias 2 y 3 de Septiembre de 2013.
Lunes 2 de septiembre 15.15 Hs.
Primer Testigo:
Gladys Angélica Luna:
En el año 1976 contaba con 11 años de edad, vivía con su padre Juan Félix Luna, su madre y su hermano. Días antes del 19 de Julio, lo citan a su padre en la comisaría de Patagones, para que se presente en Bahía Blanca. El empleado le dice que la causa por la que lo citaron fue cerrada, que estaba libre de culpa y cargo y le hace la sugerencia que se vuelva enseguida a su pueblo, lo que le produce la sospecha que algo malo estaba pasando. Se va a tomar un café a un bar y se produce un procedimiento, pidiendo documentos, cuando llegan a él, dicen “éste está en la lista” y “lo levantan”. Fue llevado a La Escuelita, es torturado, reconoce el lugar en un momento que le levantan la venda porque había hecho el Servicio Militar. Sus captores le dijeron “Acá tenemos un amigo tuyo, otro guerrillero como vos” por Jorge Abel. La testigo recuerda que mientras tanto ella acompañaba a su madre a buscar a su padre por Hospitales y demás lugares. Luego de una semana, vá a la casa de ellos Jorge Abel y le dice a la madre “Seguro que al gordo lo secuestraron”, “Allí empezó una odisea”. La testigo cuenta que su padre, luego que lo liberan, contaba a su familia todo lo que le hicieron y lo que le tocó vivir. Así es como ella puede hacer un relato pormenorizado, de todo lo que su padre le contó a su familia. Supo de apodos de los guardias y torturadores como Laucha, perro, Chamamé. “Ese señor Chamamé, le ponía una pistola en la cabeza y le decía te voy a matar y también le limpiaba los ojos y por la voz era el mismo”. También Chamamé lo lleva en un momento al baño, donde su padre le pregunta si lo van a matar y el guardia le contesta “No, vos te crees que si te llevan para matar, yo voy a estar lavándote los ojos?”.Cuenta que el guardia Chamamé a veces hacía de malo y a veces de bueno. Lo sacan en un auto amarillo y el que lo lleva es un hombre rubio que luego lo identifica como “el laucha”. Cuenta que su padre era militante social, barrial y pertenecía al Peronismo. Una mujer en el centro Clandestino le había dado un papel con su nombre, Nelida Delucci, para que cuando saliera se lo dé a su familia y sepan así que estaba viva, y que esta mujer tenía mucho miedo por su Hija. El papel se lo encontró el guardia “Chamamé” se lo quitó y se lo hizo romper. En otra oportunidad, el mismo guardia le dijo “cómo el hijos de un correntino puede estar en esto, ser extremista”. En otra oportunidad su padre relató que los guardias se peleaban por el estado en que estaba una mujer, que tenía pérdidas, pero no se sabía si era menstrual o estaba embarazada, y uno le recriminaba al otro verdugo “Vos sos un H de P…, de dónde venís? No tenés madre?, cómo la vas a dejar así en ese estado?” y se pelearon los guardias entre ellos. Dice que las mujeres no recibían mejor trato que los hombres por su condición de mujer, sino mas bien lo contrario, lo que hacía sentir muy mal a su padre cuando lo contaba, por el estado de debilidad de las mujeres. La testigo cuenta que en otra oportunidad mientras le aplicaban electricidad con la picana, el padre dice “hay Dios, acordate de mi” y que pensó que ojalá se le rompa la picana, y ellos le contestan “acá no hay Dios, Dios somos nosotros” y casualmente se les rompe el aparato, lo que los enoja mucho y lo golpean ferozmente por ese motivo. En otro momento lo sacan del CCD en una camioneta junto a otros cuerpos, los cuales nota que eran personas muertas, en donde una sería mujer por su pelo largo.y los llevan de un lugar a otro y paran en un lugar donde se escuchan gaviotas, y algo como un barco.Dice que los tiraron en algún lugar, que cree que era descampado y que el día anterir a ese episodio, había habido muchos disparos en el Centro Clandestino. Él en un momento logra sentarse, entonces los verdugos dicen “éste está vivo” y lo vuelven a llevar a la Escuelita, donde lo atan a un árbol y lo siguen castigando.
Cuando sale de prisión, a su padre se le declara una diabetes que le produce necrosis y le deben amputar dos dedos. En la operación, en el hospital, delira y dice que gritaban que lo estaban atando con alambre, pedía que lo soltaran, y la testigo cuenta que la psicóloga del hospital les dijo que estaba sufriendo una regresión a una situación traumática que había vivido, esto sin saber lo que su padre había sufrido.
La testigo dice que lo que vivió su familia no terminó cuando a su padre lo sueltan, sino que “la persecuta” duró hasta que llegó la democracia.
Segundo testigo
Daniel Mitre
Mitre hizo el servicio Militaren el Batallón 181, estaba en Comunicaciones a órdenes de Schabone  Dice tener conocimiento que de ese lugar salían vestidos de civil, en autos particulares, de recorrida y que luego “el comentario era que había habido una redada o algo así”. En la Compañía Combate había un grupo antiguerrilla a mando del Capitán Otero, cabo primero Peralta, subteniente Videla. Tauber, Stricker y luego Mansueto eran sus jefes y subjefes. Dice que creía que iba a estar “paveando” como radioaficionado y que luego se dá cuenta que se trataba de Comunicaciones paralelas. Allí se reunían los suboficiales y ellos debían retirarse del lugar. Recuerda que el Cura Vara iba todos los días al campito, donde los entrenaban y que hacía de enlace con las familias de los conscriptos. En el campito estuvo 35 o 40 días. Su estadía en el Batallón duró 14 meses.
El Testigo se toma un descanso, ya que esta operado del corazón y se siente cansado. Su estado requiere llamar a un equipo médico que diagnostica que se encontraba con un estado de hipertensión, por lo que dejan la continuación de su testimonio cuando el tribunal lo crea conveniente.
Tercer Testigo
Hector Miguel Negrete
El testimonio se produce por videoconferencia desde Bariloche. Fue “compañero de trabajo” de Bernardo Cabezón en la Sección Baqueanos. Pertenecía a la Banda de Música en el 76. Se salía en Comisión y figuraba en la orden del día, se iba mucho a Neuquén y Bahía Blanca. Cabezón estaba comisionado en Bahía Blanca, como asi también Barrera, Casanova, Domínguez. Dice que jamás comentaban nada de lo que hacían cuando estaban en Comisión. A él le tocó venir en Comisión en el año 1978. Al ser consultado por la defensa cuanto tiempo tardaban en llagar a Bahía Blanca, expresó que 20 hs. Le preguntan si sabía el sobrenombre de Cabezón y dice no saberlo. Sí sabe el de Domínguez, y era apodado “el abuelo”. De los demás dice no conocerles ningún alias, sugestivamente solo se acuerda del alias de quien tenía una enemistad manifiesta, del resto no. Dice que ese dato se lo dio Carlitos Shubert de quien es conocido y que tiene una hostería en el Lago Huechulafquen.
Cuarto Testigo
Carlos Abel Benítez (Declara por el caso de Darío Rossi)
En 1976 era ingeniero Agrónomo en la Pcia de Río Negro, estudió en Bahía Blanca y trabajaba en Viedma. Tenía militancia en el barrio Universitario, en la comisión interna del Barrio con la cooperadora y trabajaba con la gente humilde, consiguiéndoles alojamiento a los estudiantes de familias humildes, de bajos recursos. Conoció a Darío Rossi en el año 1972, 1973, era oriundo de Punta Alta, y compartían la vida universitaria, el Club universitario, “era una persona muy sana, muy abierta, muy solidaria”. La esposa de Rossi, se llamaba Esperanza Martínez Benítez les planteó la posibilidad de buscar trabajo en una escuela de Patagones. Luego se acomodan y ubican en una casa y allí deja de verlo, pero tenía conocimiento que trabajaba en una empresa constructora, “era una persona muy comprometida”. En un momento coincidieron en un colectivo, donde comenta que él estaba muy preocupado, Benítez debía hacer el Servicio militar y Rossi había sido exceptuado por problemas cardíacos. Mas adelante un vecino le contaría que lo vinieron a buscar 2 o 3 vehículos Falcon y se lo llevaron. Al tiempo aparece la noticia en el diario que fue muerto en un tiroteo. Estuvo ese tiempo desaparecido. Supo de mas gente que pasó por la misma situación como Oscar Bermudez, Oscar Meilán y su Señora, Carlos Entraigas.
Culmina su testimonio diciendo que Hubiese esperado justicia para todos ellos, y que lamenta que no hayan podido estar para que este sea un país más justo y más solidario.
Martes 3 de Septiembre de 2012. 9.30 hs.
Primer Testigo
Fernando Zurueta.
(Videoconferencia desde el Tribunal de la provincia de Jujuy) Testigo de la Defensa del Imputado Alejandro Marjanov. Que no aporta ningún dato relevante, solo dice que lo considera una excelente persona.
Segundo Testigo
Carlos Alberto Casoli (También por Videoconferencia desde la Provincia de Jujuy)
Se repite la misma relación y declaración que el testigo anterior, sin aporte de ningún dato relevante.
Tercer Testigo
Luis María Croce (También por Videoconferencia desde la Provincia de Jujuy)
Es militar Retirado y también hace un relato similar a los dos anteriores, destacando las “virtudes” del imputado Marjanov.

Cuarto Testigo
Roberto Eduardo Vincent
Es Médico Ginecólogo Obstetra, conoce a Marjanov en 1977 con quien comparte cursillos de Cristiandad a los que ambos asistían, en el Arzobispado de Bahía blanca, camino a Punta Alta en el Seminario a cargo de Mons. Ogñenovich y luego mas adelante asistió a su mujer en su último parto aquí en Bahía Blanca. Dice que Marjanov es una persona común, normal. No hablaban de política en ese momento, hablaban de cristiandad. Dice que Matrjanov no compartía ciertas cosas que se hacían, pero como había un criterio de Obediencia Debida, lo aceptaba. Dice que Marjanov tuvo la oportunidad de irse a Australia uando se recibió, pero como el Ejército le dio la oportunidad de estudiar, se quedó, como lealtad. Ante la pregunta cuales eran las cosas que creía que no compartía del ejército, dijo que estaba en contra de cómo tomaron el poder del Gobierno, “de la revolución que hicieron” “no estaba en contra de lo  respecto a la guerrilla ni mucho menos”.
Dice que hablaban de la elevación de espíritu, de ayudar al prójimo.
Quinto Testigo
Emilio Alberto Sangre.
El testigo comienza su testimonio como todos, los jueces le toman juramento y al hacerle la pregunta de rigor si conocía algún imputado, dice conocer a Alejandro Marjanov. Los jueces tienen la obligación de preguntar si eso le impide decir la verdad en su declaración, a lo que Sangre responde –Sí! Totalmente! Le vuelve a hacer la pregunta el presidente del TOF a lo que responde que no, que no le impide decir la verdad….
Se presenta como trabajador en la “Planta Política  de la Cámara de Diputados”. En el año 1976 trabajaba en Brandauer y Cía.de Mercedez Benz. Se incorpora al Servicio militar en el año 1976 (luego de confundirse 3 veces y decir en el año 79) en el Batallón de Comunicaciones. Cumple 14 meses de Servicio y luego lo vuelven a llamar con el conflicto con Chile. Junto a dos soldados más,(Espartaro y Andreata) estaban al mando de Alejandro Marjanov en la actividad de Comunicación. Dice nunca haber tenido una “orden fuera de lo normal de lo que era una administración cotidiana diaria” Ante la pregunta si vió calabozos, dice que sí había y que solamente de vez en cuando había algún soldado que no cumplía bien una orden que pasaba por ahí, que él una vez tuvo que estar ahí, que era una habitación.
_Había Detenidos políticos?
_no no no no no no no no no…….(contestó de esa manera ante algunas preguntas puntuales).
Dice que Marjanov era el único Ingeniero que había y que estaba siempre con los equipos de radio, los tester y que “hacía esa función con mucha dedicación”
_Sabía si existían sistemas de Comunicación paralelas?
_no no no no no no no no no ……no entiendo….
Relata que cree que Marjanov no tenía toda la Vocación Militar como otros militares, ya que nunca salía vestido de verde a la calle, no llevaba el arma, no usaba custodia. “Era una persona con mucha raíz familiar” “Ese es el motivo que me lleva a venir acá y decir la verdad” “Yo venía de una situación familiar complicada, de padres separados y me sirvió mucho ….” Lo vuelve a ver a Marjanov cuando ya retirado viene a la ciudad como coordinador general de Defensa Civil de la Provincia de Jujuy..
Ante la pregunta si sabía si salían de operativo siendo el jefe Mansueto dice que nunca lo vió, “si le digo le miento…”
_Y Marjanov?
-no no no no no no no no
Ante la pregunta si había visto religiosos en el Batallón, dice haber visto al Cura Vara, y que tomó su primera comunión con él, adentro del Batallón.
En los 14 meses que estuvo, nunca vió ningún grupo humano que haya salido, para nada, no conoció ningún centro clandestino, tampoco vió familiares de desaparecidos que hacían la cola en la puerta del Batallón para pedir noticias de sus seres desaparecidos, no vió nada a pesar de haber estado en los dos peores años del Terrorismo de Estado dentro del Batallón.
El testigo desde el año 1983, milita políticamente en el radicalismo, fue 3 veces delegado municipal de General Daniel Cerri, fue Concejal entre el 2005 y 20009 por Coalición Cívica, también asesor de la Diputada radical Virginia Linares, actualmente trabaja en la Cámara de Diputados y se esmeró toda la Audiencia en Defender al Imputado Marjanov en todas las preguntas que se le realizaron.
Este Ultimo testimonio provocó un comunicado de repudio que por parte de nuestra Agrupación H.I.J.O.S. junto a la Red x el Derecho a la Identidad, ya que el Testigo Sangre fue y es funcionario público de la democracia, fue Ex concejal, ex Delegado Municipal y asesor en la Cámara de Diputados de la Diputada Virginia Linares. A continuación les agregamos nuestro documento.
COMUNICADO:
Hoy, luego de tres décadas de impunidad, los argentinos estamos atravesando un momento histórico gracias a la lucha inclaudicable de los Organismos de DDHH y a una acción y voluntad política concreta llevada a cabo en esta última década. Por fin estamos condenando a los Genocidas de la Dictadura Cívico-militar más sangrienta de nuestra Historia convirtiéndonos en el único país de Latinoamérica y del mundo en hacerlo. 
No tenemos duda de que la política es la única herramienta que puede cambiar la realidad. La realización de estos juicios lo demuestra perfectamente. Lamentablemente existen personajes que deshonran la política y la democracia con sus actitudes, que van desde lo complaciente a lo cómplice con la dictadura, sus ejecutores y sus partícipes civiles.
En estas últimas horas ocurrieron dos hechos concretos que nos obligan a repudiar a sus protagonistas y a sus acciones. El primero se produjo en la audiencia del 3 de septiembre del Juicio a los Genocidas, donde un militante político de la Coalición Cívica declaró como Testigo de la Defensa. Emilio Alberto Sangre, de extracción radical, ex delegado de General Daniel Cerri, ex concejal y Asesor de la Diputada Virginia Linares, quien trabaja actualmente en la Planta política de la Cámara de Diputados, efectuó una encendida y vergonzosa defensa del coronel retirado Alejandro Marjanov, imputado por Delitos de Lesa Humanidad cometidos contra una gran cantidad de víctimas, entre ellos el robo de los dos bebés nacidos en el CCD La Escuelita. El señor Sangre es una vergüenza para la democracia actual que tiene bien en claro que ya no quiere convivir con los asesinos en libertad. 
En la misma línea política la diputada Virginia Linares, promovió hace unos días un Homenaje al medio radial bahiense LU2, representante de los intereses de los Massot junto con el diario local “La Nueva Provincia”, medio investigado por su participación en Delitos de Lesa Humanidad cometidos durante la última dictadura cívico- militar. En ocasiones anteriores dicha diputada publicitó homenajes en temas referidos a los de DDHH, dando cuenta que parece darle lo mismo homenajear a un referente de DDHH como a un medio investigado por su responsabilidad civil en la dictadura.


Repudiamos estas actitudes cobardes y mezquinas que opacan y tiñen la verdad de nuestra historia reciente.


Repudiamos el intento de resurgir y sostener la vieja teoría de los dos demonios
Seguimos en el camino de la Verdad construyendo la Memoria y trabajando por la Justicia.
No Olvidamos, No Perdonamos, No Nos Reconciliamos. Juicio y Castigo a los Genocidas y todos sus cómplices Civiles.

H.I.J.O.S. Bahía Blanca
Red x el Derecho a la Identidad Bahía Blanca
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Envío:Agnddhh


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Última audiencia de agosto

julio mussi web
Julio Mussi fue secuestrado el 22 de marzo de 1977 en Comodoro Rivadavia y trasladado junto a otras 17 personas al V Cuerpo del Ejército de Bahía Blanca. Acusado de facilitar vehículos para la “subversión”, en un vagón de ferrocarril abandonado al que los captores llamaban “el avión de madera” fue torturado por días hasta que enfrentó a policías y militares que lo asesinaron y desaparecieron.

Hoy declararon en el juicio contra siete represores del Ejército Argentino su hijo Alejandro y su hermana Mónica. Además, el tribunal oral escuchó los testimonios de Norma Romero -hermana de las militantes desaparecidas María Elena y Graciela- y Miguel Ángel Pérez, cautivo en La Escuelita junto a dos mujeres embarazadas. Próximas audiencias en Colón 80: desde las 14 el lunes 2 de septiembre y desde las 9 los días 3, 10, 11, 25 y 26 del mismo mes.

Alejandro Mussi tenía seis años cuando esperaba que su padre lo pase a buscar por el campo donde estaba para comenzar en pocos días la escuela en Comodoro Rivadavia. Era marzo de 1976 y Julio nunca apareció.

Contó en el debate que finalmente concurrió a la escuela del campo donde sintió la discriminación porque “al ser hijo de desaparecido te miraban con cara rara, como que algo habíamos hecho y yo no tenía ni idea”.

Destacó la figura de su abuela que buscó a Julio por todos lados sin poder conocer la verdad y recordó su sufrimiento. “Mientras  estaban todos mis primos -porque mi tía se iba a recorrer todas partes de la Argentina donde podía estar-, nosotros nos quedábamos juntos y jugábamos, nos divertíamos con alegría. Cuando fuimos más grandes empezamos a entender cómo era la cosa. Era muy difícil”.

Cuando volvemos del campo con mi mamá me fui a vivir un tiempo con sus padres. Mi abuelo, como tenía miedo que lo vayan a buscar por tenerme a mí, me encerraba y me pegaba. Cuando me cansé de eso le conté a mi abuela por parte de mi papá y me fui a vivir con ella. Tengo una parte de mi familia anegada y no los reconozco. Mi familia son mis tres tías y los hijos. Mi abuela hasta último momento miraba por la ventana. Yo cuando era más chico le decía que era una vieja chusma y de grande me di cuenta que miraba por la ventana esperando a mi viejo que le había prometido que iba a volver”, afirmó.

Nunca más pasaron una navidad en familia, ni Alejandro pudo tener un día del padre ni del niño porque “como no lo viví para mí es un día normal”. Más grande hizo el servicio militar y siempre se sintió observado: un general fallecido lo trataba de “zurdito”.

“Traté de hacer lo que pude, perdí laburos por decir que era hijo de desaparecido. Antes del servicio militar trabajaba en YPF, cuando salí perdí el trabajo por eso. Después andaba rebotando por todos lados y cuando me decían ‘¿tu papá vive?’, decía que era desaparecido y nada, no me llamaban”, comentó.
Empezó a decir que su padre estaba muerto y encontró trabajo: “Ahora estoy de guardaparque en la cordillera”.

Mónica Mussi es la hermana menor de Julio y tía de Alejandro. Cuando sucedió el secuestro tenía once años y esperaba el colectivo con su mamá Mercedes para ir al colegio. “Vimos camiones militares y gente armada, habían tirado un colchón afuera de la casa, estaban buscando algo. En ese momento mi hermano Julio sale y nos dice ‘Avísenle a mis hermanas que me llevan’. Esa fue la última vez que vimos a mi hermano”, testimonió este miércoles.

Sus hermanas le contaron que, por lo que averiguaron, a Julio los militares se lo llevaron al Regimiento 11 y luego lo trasladaron a Bahía Blanca en avión. Se enteró por el primer juicio bahiense por medio del testimonio de Horacio Quiroga que lo habían asesinado porque le pegó a sus torturadores. “En el diario Crónica recuerdo que salió que fueron liberados pero mi hermano no volvió”.

Mónica dijo al fiscal José Nebbia que la desaparición de Julio cambió su vida: “Yo no es la misma vida que uno puede llevar, es como que no sabes más nada de golpe. Mi mamá falleció esperando a mi hermano con cáncer. A mi hermana también le agarró cáncer. Yo digo que quizás el día de mañana encontraremos a mi hermano por el estudio de ADN”.
Panzonas

Norma Ester Romero brindó su testimonio acerca de los secuestros de sus hermanas Graciela y María Elena, militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores y Montoneros respectivamente.

“Yo vivía en Bahía Blanca en el ’77. En enero había visto a María Elena, nos veíamos de vez en cuando, nos reuníamos en mi casa. El 27 de febrero vino la esposa de Metz a decirme que habían allanado su casa y que se habían llevado pertenencias de María Elena”, relató.

Dijo que el 12 de abril del ’77 nos enteramos por los medios de comunicación, por la radio, que había habido un supuesto enfrentamiento y habían muerto cuatro personas. El 13 se dio a conocer el nombre de las cuatro personas y entre ellas estaba María Elena Romero”.

Graciela vivía en Neuquén con su esposo Raúl Metz y su hija Adriana. “Allí fue secuestrada el 19 de diciembre de 1976 con un embarazo de seis meses, me enteré porque me avisó mi hermana María Elena”.

Norma comentó finalmente que en 1979 el suegro de Graciela recibió una carta de Alicia Partnoy, exiliada en Estados Unidos. Les contaba que había compartido cautiverio en el centro clandestino de detención y torturas La Escuelita “junto con Graciela y también había visto a María Elena, luego pudo salir del país. Ese es el testimonio. Sabíamos que nació un varón el 17 o 18 de abril, que Graciela no tuvo asistencia médica, que la atendió un guardia en una casilla en el patio de La Escuelita”.

Antes, Miguel Ángel Pérez había declarado que durante los últimos días de los 45 que pasó en La Escuelita “hubo un llanto de bebé y los guardias hablaban de panzonas, creo que una chica había tenido familia”.

Además del caso de la apropiación del hijo de Graciela Romero en el juicio se investigan responsabilidades sobre lo sucedido con el bebé de María Graciela Izurieta, militante de la JUP embarazada de siete semanas al ser secuestrada junto a su pareja Ricardo Garralda el 23 de julio de 1976. En diciembre de ese año Izurieta escribió “de contrabando” a sus padres sobre el sufrimiento padecido y les informa que llevaba seis meses y medio de embarazo con la esperanza de verlos en la cárcel de Villa Floresta. Madre e hijo continúan desaparecidos.

“Me pareció que había dos mujeres aparentemente embarazadas. No sé si las dos, pero ese comentario de panzonas y que decididamente los guardias tenían un trato mucho más cordial que me extrañó ante tanta crudeza…”, insistió Pérez.

Tarde piaste
El defensor particular Mauricio Gutiérrez pidió que el fiscal ad hoc José Nebbia sea apartado del juicio o acompañado por un representante del Ministerio Público que tenga acuerdo del Senado y las normativas que -a su entender- exige un reciente fallo de la Corte Suprema.

La solicitud fue rechazada por el propio Nebbia, la querella e incluso por la defensa oficial que entendió que la designación de los fiscales “hace a las potestades reglamentarias internas del Ministerio Público”. Tras un cuarto intermedio, el tribunal descartó el planteo por extemporáneo y advirtió igualmente que la Corte declaró inválida la actuación de subrogantes sólo ante sí misma, sin alcanzar instancias judiciales inferiores.


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Comunicaciones paralelas

colimbas
Héctor Daniel Mitre hizo el servicio militar entre el 19 de marzo de 1976 y fines de mayo de 1977 en el Batallón de Comunicaciones 181. Se desempeñó en la Compañía Comunicaciones a órdenes del subteniente Schiavone operando un parque de radio.

“En esa época era como un parque específico, no sé si era un proyecto colectivo o individual pero sé que manejaban comunicaciones paralelas. Eso lo descubro después, yo pensaba que iba a estar paveando como radioaficionado. La cosa fue muy diferente”, relató ayer ante el tribunal oral bahiense que juzga a siete represores del V Cuerpo de Ejército.

Allí se reunían casi siempre los mismos suboficiales para hablar por radio. Cuando la conexión era establecida los soldados eran retirados. Mencionó a dos subtenientes hermanos- “uno rubio y otro más morocho- y a un tal Paternesi que maneaba los equipos.

“Suena clandestino”, le dijo el juez Jorge Ferro. Mitre contestó: “Esa era mi impresión. Si usted tiene una compañía como Telecom y tiene antenas en el Sicofe para comunicaciones y después un parque que nadie sabe en ningún registro, no sé si maneja la misma información que por otros medios pero estaba para alguna función operativa”.

Dijo que durante la colimba era “imposible ver estando entre cuatro paredes y mucho menos escuchar” y que por eso se enteró de los “grandes operativos” y del “susto de la gente” tras el fin del acuartelamiento.

Habló de un grupo que salía a hacer “recorridas” de civil y en autos particulares -Fiat 125 o 128  celeste claro-. No los vio volver con detenidos pero “evidentemente era una investigación” y luego surgían comentarios sobre redadas o retenes en la ciudad. “El problema es lo específico, siempre se nos ocultó la verdad, más como soldado con la cabeza inculcada que afuera no había seres humanos, eran todos subversivos. Había un susto en nosotros en relación a los familiares también”.

Por las noches se escuchaban disparos en la unidad militar y, cuando los soldados preguntaban, les decían que eran “entrenamientos nocturnos del grupo antiguerrilla que era la compañía de combate”.

Tenían un grupo específico de “chicos entrenados para ese tipo de actividades, los paseaban por todo el Batallón” y “tenían un entrenamiento muy severo” que los volvía “gente muy brava y soberbia”. Entre ellos destacó al “cabo primero Peralta” al que le decían “el loco de la guerra” porque hacía exhibicionismo con cuchillos y granadas que llevaba debajo del piloto.

La existencia de La Escuelita según el testigo era conocida por todo el Batallón y estaba en una zona restringida. “Me tocó una guardia en el Sicofe (cercano al campo de concentración) en la que ni siquiera me había llegado el turno de acostar. Vino un grupo a levantar una guardia. Eso era inolvidable, era por una situación específica. Nos mandaron a todos adentro, no podíamos ver nada”.

El padre Aldo Vara -cuyo pedido de detención e indagatoria duerme en la Cámara de Apelaciones- fue su profesor de religión en el secundario Don Bosco y también quien hacía las conexiones necesarias para que los conscriptos fueran visitados: “Iba todos los días al campito donde nos entrenaban. Hacía el enlace con todos los que eran de aquí o de la zona para tratar de contactar a los familiares para que podamos encontrarnos y saber que en ambos lados estábamos bien”.

El testimonio de Daniel Mitre quedó en suspenso luego de un momento de descanso durante el que fue revisado por la dra. Carolina Gerardi quien recomendó 48 horas de reposo por hipertensión.


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Un montón de sueños y utopías

01 - Darío José Rossi
Carlos Abel Benítez estudió Agronomía en la Universidad Nacional del Sur y una vez recibido, en 1976, comenzó a trabajar como técnico en Viedma, provincia de Río Negro. En sus tiempos de estudiante militó en una comisión vecinal del barrio López Francés desde la que se “ayudaba a gente humilde” que -como él- llegaba a Bahía Blanca con sueños universitarios. “Lo que hacíamos era ir consiguiendo comodidades y alojamientos”, dijo este lunes en el debate oral contra siete represores del V Cuerpo de Ejército.

Allí conoció a Darío Rossi (foto), uno de los “casos” del juicio. Recordó que entre 1972 y 1973 llegó de Punta alta para ingresar al barrio. “En esa época teníamos una suerte de compartir la vida, de ir al Club Universitario, al comedor, era una vida de compromiso, solidaria. Darío era una persona muy apreciada por nosotros, muy sana, muy abierta y solidaria”.

Cuando asumió Remus Tetu, Benítez perdió su puesto de ayudante alumno en Agronomía aunque se pudo recibir y tuvo que “venir a retirar el título entre gallos y medianoche porque era un momento muy crítico”. Comenzó a trabajar en Río Negro.

Otrxs que no perdían el trabajo se veían forzadxs a dejar la ciudad por seguridad. Uno de ellxs fue Darío con quien se reencontró en Viedma. Le propuso trabajar como preceptor en una escuela agrícola.

Rossi y su esposa Esperanza Martínez compartieron un tiempo la casa de Benítez hasta poder ubicarse. Dejó de verlos cuando Darío trabajaba en una empresa constructora y, “sé que era una persona muy comprometida, no me extrañaría si tuviera algún tipo de compromiso, de búsqueda de algún acto de justicia. No me consta pero me lo imagino por cómo era él”.

Se reencontraron en el viaje a Bahía Blanca que Carlos hacía para incorporarse a la colimba: “Venimos charlando mucho, él tenía su preocupación por la situación del país. Yo tenía dos hijos y tenía que hacer el servicio y él estaba exceptuado porque le aparecieron problemas cardíacos”.

“Después me entero que se lo habían llevado. Un vecino me cuenta que un día cayeron dos o tres vehículos Falcon, en esa época se lo vinculaba con la Policía Federal pero no sé de qué eran. Al tiempo aparece en el diario muerto en un tiroteo subversivo, una historia así”.

Darío fue secuestrado el 29 de noviembre de 1976 mientras regresaba a su hogar luego del trabajo y posteriormente trasladado a La Escuelita de Bahía Blanca. Tras numerosas gestiones familiares para conocer su paradero e iniciado el exilio de su esposa quien también había sido detenida en Comodoro Rivadavia, Rossi apareció asesinado tras un falso enfrentamiento armado con personal del Ejército el 2 de marzo de 1977.

Otros hechos de Viedma que conoció Benítez son los que tuvieron como víctima a Oscar Bermúdez -compañero de estudio y del centro de estudiantes; a Oscar Meilán y Vilma Rial; y a Carlos Entraigas -”se lo llevó la Federal y la familia lo encontró-.

“Creo que fue un momento de vida de un montón de gente con un montón de sueños y utopías y a veces a uno le da pena las cosas como son. Hubiese esperado justicia para todos ellos, lamento que no hayan podido estar para que este sea un país más justo y más solidario”, culminó Benítez.

Baqueanos
Desde el Juzgado Federal de Bariloche declaró Miguel Negrete. Oriundo de Junín de los Andes fue compañero del imputado ex guardia de La Escuelita Bernardo Cabezón en el Regimiento 26. En 1976 pertenecía a la banda de música del cuartel y hacía deportes y actividades de montaña para el Ejército Argentino. Integró desde 1978 la Sección Baqueanos a partir del conflicto con Chile.

Le preguntaron si dicha sección participó de la “lucha contra la subversión” y dijo que no sabía, solo se leía la orden del día y se salía en comisión: “Lo que hacían afuera ni idea”. Neuquén y Bahía Blanca eran destinos repetidos. “Cada tanto volvían a la unidad de origen y después volvían a Bahía”.

Recordó que Cabezón fue uno de los militares enviados a nuestra ciudad. También mencionó al imputado Armando Barrera -excluido del juicio por su estado de salud-, Casanova, (Desiderio Andrés) González y (Raúl Artemio) Domínguez.

Por “Carlitos” Yuberg, un civil que trabaja en una hostería en el lago Huechulaufquen, se enteró que a Domínguez lo apodaban “el Abuelo”. Entre el testigo y el represor que será juzgado en próximos debates, “aparentemente había una enemistad porque no me gustaba como era dentro del cuartel con los soldados y con los animales”.


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A 37 años de Catriel

catriel jueces efemedelacalle
Los jueces Ferro y Hergott en la inspección a Catriel 321 (Agosto 2012).
Entre las últimas horas del 4 de septiembre de 1976 y las primeras del 5 de septiembre, en Catriel 321 de Bahía Blanca, personal del V Cuerpo de Ejército -entre los que se encontraban los integrantes de la “Agrupación Tropas”- bajo la apariencia de un enfrentamiento, fusilaron a Zulma Matzkin, Pablo Fornasari, Juan Carlos Castillo y Manuel Mario Tarchitzky. El hecho es recordado como la “Masacre de calle Catriel” y la Plaza 4 de Septiembre homenajea a las víctimas.

“Los militares que llevaron adelante la represión de los años 70 lo hicieron apelando la defensa de un estilo de vida, y como señaló Videla, “es por defender esa condición como estilo de vida que se planteó esta lucha contra quienes no aceptaron ese sistema de vida y quisieron imponer otro distinto”.
Mediante la apelación a aquellas lealtades superiores también se logra otra técnica de neutralización que es la negación de la responsabilidad de los perpetradores de la masacre, quienes se colocan en el lugar de víctimas, al mismo tiempo que atribuyen al chivo expiatorio haber generado la necesidad de su propio aniquilamiento.

Esta propaganda oficial de los crímenes que se le atribuye al chivo expiatorio y el ocultamiento del actuar criminal de los perpetradores queda ilustrado en la presente causa, por ejemplo, en el caso conocido como la “Masacre de la Calle Catriel” en donde, como se verá al momento de tratar la materialidad de los hechos, miembros del V Cuerpo del Ejército llevaron a cabo la ejecución sumaria de Pablo Francisco Fornasari, Juan Carlos Castillo, Zulma Raquel Matzkin y Manuel Mario Tarchitzky, haciéndose aparecer en los medios la versión de un supuesto enfrentamiento, donde también se ocultan los secuestros, las torturas, y el cautiverio sufrido por las víctimas en el CCD “La Escuelita”, al mismo tiempo que se publican los supuestos crímenes de los cuales se los hacía responsables.

El Diario “La Nueva Provincia” del 6 de septiembre de 1976 titulaba: “Otra eficaz acción del Ejército. Cuatro extremistas fueron abatidos en nuestra ciudad”. Allí se sindicaba a Fornasari y a Castillo como cabecillas de una organización ilegal, asignándosele al primero participación en hechos delictivos como los asesinatos del cabo primero Bruno Rojas y el conscripto René Papini, de la Cía. Policial Militar 181. Asimismo se revelaban futuras “acciones extremistas” que tenían planeadas.

Por último, otra técnica de neutralización consiste en la condenación de los condenadores. El discurso legitimador de la masacre establece una lógica binaria, por la cual se está con ellos o se está en contra de ellos, de manera que cualquiera que cuestione su accionar o simplemente lo ponga en duda pasa a formar parte de las filas del enemigo por cómplice o encubridor. Dice Zaffaroni: “los masacradores pretenden identificar a todos los que condenan sus crímenes como traidores, idiotas útiles que no ven el peligro del enemigo, obstáculos, o partícipes de los crímenes reales o inventados que se imputan a ellos”.

Los señores jueces FERRO, BAVA y TRIPPUTI dijeron.
Fragmento SENTENCIA CAUSA Nro 982 Bayón y otros s/ privación ilegal de la libertad.


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por efemedelacalle
En el nombre del padre

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Gladys Angélica Luna, tenía once años cuando su padre -militante barrial vinculado al peronismo- viajó desde Patagones hasta Bahía Blanca para cumplir con una citación de un tribunal por una causa que mantenía con un vecino. El 19 de julio de 1976 un empleado judicial le dice a Juan Félix Luna que no entiende porqué lo citaron dado que el litigio había concluido hacía un par de años declarándolo libre de culpa.

El mismo trabajador le sugirió volver rápidamente a su pueblo: “Mi papá sospecha de algo raro. Sale, pide un café en una confitería y en ese momento llegan unos autos de civil y una camioneta con señores de civil que piden que se identifiquen. Cuando llegan a su mesa, dicen que está en la lista y lo levantan. Se produce el secuestro. Lo llevan a una comisaría. A los días lo llevan a un lugar que va a reconocer como La Escuelita”.

Gladys destacó en el juicio por los crímenes del V Cuerpo de Ejército que a diferencia de otrxs sobrevivientes que por mucho tiempo no pudieron hablar sobre sus cautiverios, su papá siempre relató lo que había pasado. “Esa noche lo torturaron y a los días identificó el lugar porque un guardia le levantó las vendas y reconoció características del sitio donde hizo el servicio militar”. Durante los primeros interrogatorios le decían “acá tenemos otro amigo tuyo, otro guerrillero como vos”, y le nombraban a un amigo de la familia.

En Patagones estaba Gladys junto a su madre y su hermano menor. Al otro día del secuestro llegó a su casa un tipo buscando a su papá por un trabajo. “Vi que estaba con otros hombres con armas largas en el auto”. 

Cuando se fueron comenzaron a buscar a Juan “más detenidamente”. Preguntaron en comisarías, en hospitales y desde Bahía les dijeron que “no está ni vivo ni muerto”.

Cuando le contaron a Jorge Abel -el “otro guerrillero” por el que interrogaban a Juan en La Escuelita- enseguida opinó: “Uy, seguro al gordo lo secuestraron. Se lo llevaron los militares”. Jorge pasaría por el mismo calvario un par de meses después.

Luego de varias visitas a la sede policial en busca de información, un comisario con quien mantuvieron una reunión gestionada por un tío de la bonaerense preguntó por la militancia de Juan y su esposa y sugirió a la madre de Gladys que abandonen su casa: “Esa noche que nos fuimos dieron vuelta la casa, rompieron la ventana, los juguetes, fue una tortura psicológica que recuerdo claramente porque a las muñecas les sacaron los brazos y las cabezas”.

La incertidumbre se mantuvo hasta el 11 de septiembre cuando otro tío de la testigo que trabajaba en el correo de Patagones recibió un telegrama que Juan pudo filtrar desde la cárcel informando que estaba en Villa Floresta. Pudieron retomar el contacto hasta que lo trasladaron en avión a la Unidad 9 de La Plata junto a otros conocidos de Viedma como Tassara y Entraigas.

Un año después recupera su libertad y “comienza a contarnos lo que le habían hecho en La Escuelita. Nos cuenta que había personas con apodos, a uno le decían Abuelo, Perro, Laucha, Chamamé”.

El imputado Felipe Ayala fue identificado por varias de sus víctimas con el apodo Chamamé y según Gladys fue el que más contacto tuvo con su padre en el campo de exterminio: “Tiene contacto porque él siente que a veces le pone una pistola en la cabeza y le dice te voy a matar. Otras le limpiaba los ojos. Hacía de bueno o de malo”.

“Una persona le entrega un papelito a mi papá. Chamamé lo lleva al baño. Cuando entra el hombre le saca las vendas, él mira el papel y lee ‘Nélida Deluchi’. Esta persona le había alcanzado a decir que tenía una hija por la cual sufría. (Ayala) le dice ‘rompé el papel’ y se lo saca de la mano. Él le pregunta si lo llevan para matarlo y Chamamé le dice ‘vos te crees que si te llevan para matar te voy a estar limpiando los ojos”, agregó la testigo quien también destacó que cautivo y represor hablaban mucho sobre su abuelo que era correntino: “En una oportunidad le dijo ‘cómo el hijo de un correntino puede estar metido en esto’”.

Al tribunal le llamó la atención la contundencia del relato de la testigo y Gladys explicó que “entre los 12 y los 15 es cuando más informaciones tuvimos. Después creo que la mente humana y la mía ya no quiso escuchar nada de eso. Él tenía necesidad de hablar. Comíamos un asado y nosotros le preguntábamos, iba contando. Había cosas  que cuando yo tomé conciencia de algunos relatos que eran muy lastimosos era como que no los quise escuchar más”.

Camino a Catriel
Luna sostuvo que dentro del centro clandestino hubo homicidios: “Lo cargaron junto con los muertos en una camioneta. Los llevaron a un lugar y los empezaron a descargar. Siente que estaba vivo aunque muy molido, hace un esfuerzo y se sienta. Alguien lo vio y dijo ‘este está vivo’. Lo metieron nuevamente en la camioneta y lo llevaron”.

Vendado, sintió que las otras “cuatro o cinco personas” cargadas en la camioneta estaban muertas porque “en el roce del cuerpo algunos ya tienen como duro, frío”. “Sé que una mujer estaba en ese grupo porque sintió el pelo largo y lo tocaba”, declaró Gladys y explicó que “los estaban descargando, los dejaban en un lugar común porque los levantaban y los tiraban al lado. Por lo que decía (su padre) era como un baldío, un descampado”.

Por la fecha -principios de septiembre de 1976-, el tiroteo previo, la cantidad de víctimas, el descampado y la presencia de la mujer de pelo largo podría tratarse de las víctimas de la Masacre de Calle Catriel.

Entre las últimas horas del 4 de septiembre de 1976 y las primeras del 5 de septiembre, en Catriel 321 de Bahía Blanca, personal del V Cuerpo de Ejército -entre los que se encontraban los integrantes de la “Agrupación Tropas”- bajo la apariencia de un enfrentamiento montaron los cuerpos de Zulma Matzkin, Pablo Fornasari, Juan Carlos Castillo y Manuel Mario Tarchitzky.

Mujeres
El fiscal Miguel Palazzani y la querellante Mónica Fernández Avello preguntaron por la presencia de mujeres en el centro clandestino y Gladys contó que su padre tuvo mucho cuidado al hablar sobre el tema porque eran “relatos muy dolorosos”.

Mencionó una chica por la cual se pelearon los guardias porque tenía pérdidas. “No sabemos si eran menstruales o estaba embarazada. Él había escuchado que había una chica embarazada. Los guardias dijeron ‘vos sos un hijo de… de dónde venís, no tenés madre, hermana, cómo la vas a dejar en ese estado’. Al otro día alguien trajo cancanes y algo para higienizarla”.

La testigo opinó que el trato para hombres y mujeres “era igual” y recordó que su padre “cuando contaba lo que pasaba con las mujeres es como se sentía mal, al sentirse hombre y saber que las condiciones del otro género era más débil. Hay circunstancias de las mujeres que no las viven los hombres”.

Persecución
La “persecuta” continuó hasta el regreso de la democracia por parte de la inteligencia policial de Viedma. Gladys comentó el seguimiento que les hacía el oficial Floridia, procesado por crímenes de lesa humanidad en la misma causa.

Juan buscó contención en la APDH de Viedma y relató los hechos mil veces aunque eligió no hacer la denuncia. Contó su hija que fue el más afectado por los hechos porque al poco tiempo de ser liberado se le declaró una diabetes que sobrellevó por años hasta producirle necrosis en los tejidos de los dedos de los pies y su amputación.

“Empezó a delirar, decía ‘me atan, por favor pedí que me suelten, me están atando con alambres de púa’. Me mostraba la cama del otro paciente en el hospital y me decía que había pis, que estaba todo sucio, que había materia fecal. Salud mental y los psicólogos nos dijeron que tenía una regresión sin saber la historia. Estaba reviviendo una situación traumática”, cerró la testigo.



sangre canal 7
El ex concejal y delegado de Cerri Alberto Emilio Sangre defendió esta semana al coronel (R) Alejandro Osvaldo Marjanov en el juicio por crímenes de lesa humanidad que se desarrolla en el Tribunal Oral Federal de Bahía Blanca contra siete represores del V Cuerpo de Ejército.

“Creía que Marjanov no tenía todas las vocaciones de militar, era un excelente profesional ingeniero electrónico. Nunca lo vi salir vestido de verde a la calle. Terminaba las actividades, se vestía de civil y ni llevaba el arma personal de los oficiales. Yo terminaba acomodando su habitación. No usaba custodia. Su familia contaba con cuatro hijos y cuando me estaba por ir nació el quinto. Era una persona de familia, ¿no? Con muy, muy, muy, con mucha raíz familiar”, dijo el actual empleado de la planta política de la Cámara de Diputados bonaerense que se consideró hijo de la democracia.

Con el grado de Mayor de Comunicaciones, el 9 de diciembre de 1976 Marjanov fue designado como Segundo Jefe del Batallón de Comunicaciones del Comando 181. Su puesto durante el terrorismo de Estado incluyó la subjefatura del Área de Defensa 511. El Batallón contaba en 1977 con tres secciones de contrasubversión y sus instalaciones eran un lugar de paso hacia el campo de torturas y exterminio La Escuelita, en uno u otro sentido. Durante su subjefatura pasó por allí, entre otras víctimas, un grupo de estudiantes de la ENET Nº1 que era ‘blanqueado’ tras haber sido torturado en aquel centro clandestino.

El martes también declararon a favor del criminal el médico Roberto Vincent y desde Jujuy por videoconferencia Fernando Zurueta, Carlos Alberto Casoli y el teniente coronel Luis María Croce. Las audiencias continuarán el martes 10 y el miércoles 11 de septiembre desde las 9 de la mañana en Colón 80.

El militante del Gen fue ofrecido como testigo de la defensa oficial por sus catorce meses como conscripto en el Batallón de Comunicaciones 181 desde marzo de 1977 y sus (des)conocimientos por ser uno de los tres soldados estafetas en la Mayoría -”donde estaba la plana mayor”- a órdenes directas del imputado. 

“Cuando llego al servicio militar venía de una situación muy crítica, de papás separados y encontré en él a una persona que me sirvió de mucho”, dijo.

Sangre declaró que por los estafetas pasaban comunicaciones a los mandos: “En forma esporádica el segundo jefe mandaba órdenes escritas y las transmitíamos, eran para reuniones internas del Batallón, la banda, el manejo interno de una guarnición con muchísima actividad porque había muchos soldados, muchos oficiales y distintas compañías”.

“Nunca transporté una orden fuera de lo normal que era una administración cotidiana, diaria y nada más que eso”, explicó el testigo y agregó que “esperábamos que llegara él que venía con su Fiat 1600 manejando personalmente de civil. Se vestía y concurríamos a las actividades y nosotros en un pasillo que estaba frente a su despacho aguardábamos las órdenes”.

Durante parte de la colimba salía a diario de la unidad militar a trabajar, sin embargo nunca vio las filas de familiares angustiados esperando alguna información sobre parientes detenidxs desaparecidxs. “Mire, seguramente había movimiento de civiles en la guardia, pero puntualmente no las vi. Nunca escuché ese tema puntual”.

Sobre las compañías del Batallón dijo que estaban la A, la B, Comando y Servicios que dependían directamente de la unidad y además Telecomunicaciones, Policía Militar “que no dependían del Batallón”. 

¿No había una de Combate? “No la conocí nunca”, respondió. ¿Pudo haber existido? “Me considero un hijo de la democracia, los hechos aberrantres los repudio y si los hubiese conocido le diría que sí”, exageró.

Interrogado por el rol que desarrolló el Batallón de comunicaciones en la “lucha antisubversiva” contestó que “había dos unidades de retén compuestas por soldados -dos camiones- y un suboficial a cargo de eso que era convocado por el Comando cuando salían de patrulla. Generalmente participaba la Compañía A. Comando y Servicios éramos todos los soldados que cumplíamos funciones específicas de actividades diarias”.

“Se hablaba” de un centro clandestino de detención pero “estábamos totalmente aislados”, no conoció “ni dónde estaba la famosa Escuelita”. Nunca vio nada raro en el Batallón. No había detenidos salvo soldados, ni zonas restringidas. En el gimnasio funcionaba la banda. A Marjanov no lo vio salir a operativos. No pudo afirmarlo en el caso del teniente coronel Mansueto Swendsen porque “era una persona muy movediza”. Nunca le explicaron qué eran las comunicaciones paralelas. Marjanov “era el segundo jefe del batallón y nada más”. Y nada menos.

Tomó su primera comunión en el Batallón con el padre Aldo Vara. “Su lugar de trabajo siempre era junto a los soldados en la compañía, por ahí, tenía un despacho que permanecía prácticamente cerrado”. El capellán prefería llevarle golosinas y caramelos a los pibes de la ENET secuestrados en el Batallón a hacerse cargo de las denuncias que le hacían sobre las torturas padecidas en La Escuelita y por su complidad es investigado por la justicia.

“¿Conoció al capitán Otero?”, preguntó el juez Jorge Ferro en referencia a otro de los responsables del Área de Defensa 511 imputado por secuestros y homicidios. “Era el jefe de Comando y Servicio”, replicó Sangre y confirmó que éste respondía directamente a su defendido. Por debajo de Marjanov, el capitán Otero que aún espera ser juzgado. Por encima, el coronel Mansueto Swendsen, condenado a cadena perpetua por sus crímenes.

La Fiscalía sostiene que desde su ubicación jerárquica y funcional Marjanov fue uno de los eslabones imprescindibles en la cadena de mando por medio de la cual emitía y transmitía órdenes cuyo cumplimiento ocasionó la consumación “exitosa” de cada uno de los hechos.

“Marjanov ya retirado me sorprendió porque una vez vino como coordinador general de Defensa Civil de Jujuy a Bahía Blanca, nos encontramos, charlamos, yo también cumplía función pública, fue un encuentro de un par de horas y no lo vi nunca más”, cerró Sangre.
marjanov
Espíritus elevados
El ginecólogo obstetra Roberto Eduardo Vincent atendió el último parto de la esposa del reo Alejandro Marjanov y compartió con la pareja durante 1977 los Cursillos de Cristiandad que coordinaba desde el Arzobispado de Bahía Blanca monseñor Emilio Ogñenovich. Allí dejaban de lado el terror que desparramaban las fuerzas armadas y sus cómplices civiles sobre la población para trabajar en “la elevación del espíritu”, “mejorar la calidad de vida de la gente” y “ayudar al prójimo a través de Cáritas”.

“Me parece una persona normal, común, con la cual hemos tenido distintas conversaciones y charlas sin ningún problema”, respondió a la defensa oficial que pidió referencias sobre el militar. “Un católico practicante”, sintetizó el testigo al tribunal.

Comentó que su paciente no coincidía con la forma en que su fuerza tomó el poder el 24 de marzo de 1976 – “la revolución que hicieron”- pero “como tenía un problema de obediencia debida debía seguir en sus funciones” al punto de rechazar un ofrecimiento para ir a trabajar como ingeniero en comunicaciones a Australia.

Por su parte, manifestó que conoció a bahienses que habían sido detenidxs pero nunca consultó por ellxs a Marjanov y que atendió en el Hospital Penna hasta 1977 donde nunca recibió a nadie con algún cuadro que pudiera relacionarse con la represión ilegal. Del V Cuerpo de Ejército solo atendió a la esposa del imputado, en cambio, su clientela era más amplia entre los marinos.

Cariños desde Jujuy
En menos de cinco minutos Fernando Zurueta dijo desde Jujuy que conoce a Marjanov desde hace muchos años porque “es casado con una jujeña” y por eso se instaló en aquella provincia. No tuvo trato con el represor entre 1976 y 1977 y nunca conversaron sobre temas políticos o militares. Afirmó que el imputado es “una excelente persona” y destacó su supuesta “bonhomía” y “el trato personal que ha tenido con todos los jujeños”.

Amigo y compañero de secundaria del ex segundo jefe del Batallón se declaró Carlos Alberto Casoli. El agrimensor jubilado sostuvo que Marjanov reparó instrumental electrónico en el norte, que tiene un excelente concepto del genocida y que la última vez que lo vio fue cuando fue detenido.

El teniente coronel Luis María Croce egresó con el criminal en la misma promoción del Colegio Militar en 1959 aunque “no teníamos mucho contacto”. No se volvieron a ver hasta fines de 1990 cuando llegó retirado a San Salvador de Jujuy. “Es un gran amigo, un excelente profesional y conozco su don de gente como también su amor por su familia”, expresó.

Croce estuvo en el Batallón Logístico 10 en 1976 y dos años después en la Escuela de Infantería de Campo de Mayo. Se retiró en diciembre de 1980. Conoce “algo” de los crímenes que se le reprochan a su “muy buen amigo” aunque muy “superficialmente” y dijo que era inocente basado simplemente en la voz del segundo jefe del Área 511 eslabón fundamental del plan criminal.
Fuente:JuicioVCuerpoEjercitoBB

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