13 de febrero de 2014

OPINIÓN.

OPINION
PASO: todos dicen “te quiero”
Por Mario Wainfeld
“Todos queremos las PASO”, describe un pre-presidenciable del Frente para la Victoria (FpV). La primera persona del plural comprende a la dirigencia kirchnerista y también a la oposición. Las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO, para los amigos) son uno de los interesantes avances de la Reforma Política. Fueron subaprovechadas hasta ahora, tanto en 2011 como en 2013. Su aceptación parece haberse ampliado, con la mirada puesta en el 2015. Más allá de sus virtudes (participación ciudadana en conformación de las listas, ordenamiento de las preferencias, limitación de transfugueadas preelectorales berretas), los participantes de todo pelaje atienden a la utilidad táctica. Para el polícromo espectro opositor facilitan coaliciones sin atravesar algunos de sus requisitos de manual: acuerdos programáticos así fueran imprecisos, pactos de convivencia. Sin un liderazgo preciso, las PASO podrían ser un atajo a la unidad, con la zanahoria de la conveniencia. El mínimo denominador común (apodémoslo “cero por ciento K” o “ciento por ciento anti K”) está a buena distancia de ser un proyecto de país, pero puede fungir de argamasa para sumar parcialidades.

A su vez, los potenciales candidatos del FpV calculan que sin re reelección, sin un delfín ungido y sin una figura que le “junte la cabeza” al conjunto, la interna vía las PASO puede servir para sumar y contener. Hace un año o un poquito menos, era más habitual pensar que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner nominaría a su hipotético(a) candidato(a). La interpretación dominante hoy día es que dejará que “florezcan cien flores” o un puñado de ellas. La “herramienta” (está de moda describir así a las PASO) alienta a que sean unos cuantos los dispuestos a “jugar”. Desde luego –de política hablamos– los cálculos se hacen en base a las coordenadas político-económicas delineadas desde agosto del año pasado. Si mejoran o empeoran mucho, habría que ver.
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Parafraseando al protagonista mencionado en las primeras líneas en el kirchnerismo, “todos” tienen una primera lista de eventuales candidatos, que la prensa también ha fatigado. El gobernador Daniel Scioli está inscripto desde hace mucho y sus actitudes le han valido que los compañeros K le reconozcan que “juega acá” resistiendo la convocatoria del massismo y las diatribas de la prensa dominante. La propia Presidenta lo viene haciendo, desde la campaña electoral del año pasado.

Dos colegas, el chaqueño Jorge Capitanich y el entrerriano Sergio Urribarri, están en la lista. El ministro del Interior Florencio Randazzo se anotó y tiene un grado de reconocimiento entre sus pares.
Tal vez sean esos los “pre” más instalados. El presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, insinúa ambiciones. El senador Aníbal Fernández anunció que no desiste de sus chances. El “goberna” salteño Juan Manuel Urtubey asoma la cabeza de vez en cuando. En el relativismo de esta crónica (falta mucho, parte del análisis es opinión del cronista) podría ubicárselos, hasta acá, con un potencial menor.
Scioli tiene un capital acumulado mayor que sus contendientes, por ahora. Mayor conocimiento público, un nivel de aceptación amiantado a un grado difícil de explicar.

Coqui Capitanich fue colocado por la Presidenta en un puesto de extrema visibilidad, que lo hará reconocible por muchos ciudadanos. Y un grado de responsabilidad que ata sus perspectivas futuras al devenir del Gobierno, esto es de la situación general. El Ministro Jefe está expuesto, es muy activo, habla a diario..., su ponderación queda adherida a la de la gestión que acomete. Con el tiempo se verá si ese sitial le granjea aceptación masiva.

Urribarri y Randazzo también dependen en buena dosis de sus desempeños como gobernador o como ministro. Randazzo lo sinceró vinculando su porvenir a cómo funcionen los trenes.
Los demás esperan su turno y nada indica que se haya cerrado la inscripción. Vaya un ejemplo sólo como muestra. La militancia del Movimiento Evita clamó (en un masivo plenario de su militancia) por tener un candidato bien representativo del proyecto kirchnerista. Era un modo de distanciarse en especial de Scioli, pero la consigna puede trascenderlo. Claro que construir un pretendiente aceptable para el padrón nacional dista de ser tarea menuda.
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El vicepresidente Amado Boudou no está en ninguna mesa de arena de sus compañeros dirigentes. Figurar en la fórmula presidencial, haber sido ensalzado por la Presidenta y tener por una virtualidad un solo mandato lo colocaban bien a fines de 2011. Desde entonces ha padecido denuncias y asedio de los medios dominantes que complicaron su imagen pública. Ese “debe” puede imputarse a la voluntad de los adversarios o enemigos. Pero, además, Boudou no ha “construido” políticamente. No ha sumado adhesiones, no formó o congregó agrupaciones, se fue diluyendo aún intramuros de Palacio.

Los “linchamientos mediáticos” generan adhesiones de sus compañeros pero, mayormente, no hay quien apueste a su proyección futura, la promueva o hasta crea en ella. Las primeras figuras de La Cámpora y su militancia no lo tienen en su cuadro de honor, por decir un eufemismo, aunque no lo extrovertirán en público.
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“Todos” escrutan encuestas, no las divulgan y se cuidan mucho de mostrarse apresurados. Scioli, atípico desde el vamos, hace excepción. Y se da un lujo que rivales internos le recriminan: ostentar sus anhelos, dialogar mucho más con opositores o grupos de poder. Ayer mismo estuvo en Nueva York, en el Council of the Americas, mostrándose a su modo zen, componedor e impreciso.

El gobernador suele reunirse desde hace meses con economistas que no son “del palo”: Miguel Bein y Mario Blejer por caso. En semanas recientes inmortalizó los encuentros con fotos-mensajes, a las que es tan aficionado. Los contertulios son bien recibidos, por el gobernador y figuras de su equipo de gobierno, entre quienes jamás faltan la ministra de Economía, Silvina Batakis, y el jefe de Gabinete, Alberto Pérez. Se les rinde eminencia a los expositores, los contertulios hasta toman nota de sus palabras. Alguno de ellos traduce que es un modo de competir con el ahora diputado Sergio Massa, quien congrega a varios economistas, no todos compatibles entre sí. Como fuera, la galería fotográfica de Scioli es una obsesión y una marca de fábrica: a esta altura de la velada se puede cuestionar su encanto pero no su destreza en el manejo de la imagen.
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Un sondeo incompleto entre figuras relevantes del kirchnerismo (anche algunas mentadas líneas arriba) comprueba que muchos referentes del oficialismo miran con agrado una propuesta opositora. Se trata de modificar la exigencia de que la fórmula ganadora en las PASO represente al partido o coalición respectivos en las elecciones generales, sin admitir ningún tipo de cambios. La modificación propone que la fórmula ganadora pueda retocarse en lo concerniente al vice: sea colocando al candidato a presidente a quien resulte segundo en las primarias, sea concertando un acuerdo al respecto.

Muchos protagonistas opositores y alguno de sus opineitors orgánicos se extasían con la movida, atribuyéndole virtudes exorbitantes. Aunque no se comparta la excitación, cabe decir que la reforma suena razonable. Rige en otras latitudes, se aplicó por acá, contempla a las minorías, es un modo de garantizar adhesiones de los perdedores. Por eso, en la previa les apetece a rivales de distintas camisetas.

De aprontes tratamos, pero nadie se priva ni se apea ni deja de pensar en ese porvenir. Scioli se confesó con uno de sus invitados VIP: “Si las elecciones fueran mañana, pierdo. Pero no son mañana”. La reflexión no es sólo suya: “todos” en el oficialismo saben que el actual será un año espinoso en lo económico y conflictivo en lo social. Pero se vota el año próximo y la floja aptitud del colectivo opositor desde hace añares también cuenta. Ambos factores insuflan optimismo de la voluntad ante un escenario por demás complejo.


13.02.2014
otra jugada política del máximo tribunal 
La Corte, con piel de cordero 
En ningún lugar de la Constitución dice que deba ser un antipoder público ni un enclave dentro del Estado. 





Por: Demetrio Iramain
Una semana atrás, en su primer Acuerdo del año, la Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió no afrontar más los desequilibrios presupuestario del Consejo de la Magistratura, alegando que ya son 1000 los millones de pesos prestados durante el ejercicio contable del año 2013, dinero que es descontado del polémico Fondo Anticíclico creado por la Corte en 2008, mediante expresas acordadas y cuyos abultados montos son actualizados periódicamente.

Ese dinero "anticílico", que no es más que partidas no ejecutadas por la Corte ni devueltas al Tesoro nacional, duerme en varios plazos fijos bancarios. Su última actualización fue en el mes de mayo del año pasado. Si bien ese fondo está formalmente destinado a paliar las recurrentes crisis en los ciclos capitalistas, en verdad pretende consolidar para la Corte una indefendible posición de independencia económica (y política) del Poder Judicial, que la propia Constitución no le reconoce.

Una semana más tarde, en su segundo Acuerdo del año, la Corte completa el cuadro, dictando un vergonzoso fallo en el que se arroga para sí funciones legislativas y le ordena al gobierno destinar partidas de pauta publicitaria a los medios del Grupo Clarín.

Para decirlo en criollo: la Corte le niega plata para sus gastos más urgentes al Consejo de la Magistratura, y al mismo tiempo le exige al gobierno que le dé dinero a Magnetto. No gasta su dinero, que "ahorra" a expensas de las necesidades del Consejo de la Magistratura, y tiene el tupé de decirle al oficialismo que conduce el país cómo tiene que distribuir el suyo.

Hagamos memoria: en mayo del año pasado, cuando la Corte amplió su "ahorro" (léase, su ineficiencia en la ejecución de obras comprometidas en el Presupuesto), la justicia vivía un estado asambleario nunca visto en los Tribunales, en respuesta a los proyectos legislativos tendientes a democratizar la vida del Poder Judicial.

De todo lo que se discutía en el Congreso, la Corte sólo opinaba en voz alta sobre el manejo presupuestario. En la célebre carta destinada a los promotores del paquete de leyes (que Elisa Carrió calificó de pacto espurio entre la presidenta Cristina y Ricardo Lorenzetti), el titular de la Corte sólo pedía retener para sí el control del dinero del Poder Judicial, y de ese modo conservar su propia administración, desconociendo, incluso, las previsiones de la Constitución Nacional, que desde el año 1994 asigna el gobierno de los fondos de la Justicia al Consejo de la Magistratura. Sobre todo lo demás, la Corte no emitía opinión alguna. No era necesario: hablaban los lockout patronales promovidos por los jueces, a instancias de la inestimable colaboración de Julio Piumato, secretario general del gremio de los empleados judiciales, cuyas declaraciones de paro general oficiaban de excusa para que los magistrados clausuraran tres de cinco días a la semana los tribunales ("¡Paro de 72 horas!", arengaba la camioneta de la UEJN en las adyacencias de la Plaza Lavalle).

La administración del Poder Judicial es una sola y le corresponde a la Corte Suprema. Así lo reclamó Lorenzetti y quedó plasmado en las pocas líneas que no fueron declaradas inconstitucionales de la última reforma a la justicia.

Presupuestariamente, el Poder Judicial compone una única jurisdicción, que integran la Corte Suprema y el Consejo de la Magistratura. El dinero de la justicia es lo que resulta del pedido de presupuesto que el máximo tribunal envía al Ejecutivo, y que es sancionado luego en el Congreso. Esas sumas responden al cálculo elaborado previamente por las autoridades financieras del Consejo en base a pautas de trabajo establecidas por la propia Corte.

Por otra parte, la ejecución de ese dinero asignado anualmente por la ley de leyes votada en el Parlamento, está en manos de un Comité Ejecutivo de Inversiones, que es responsable de la planificación, ejecución y control de las políticas, los proyectos y los programas establecidos por la cabeza del Poder Judicial, que es la Corte.

Integran ese Comité licenciados en economía y contadores públicos, todos provenientes de la provincia de Santa Fe y rafaelinos como Lorenzetti, a excepción de uno que proviene de Rosario. Su presidente es Héctor Daniel Marchi, secundado, en orden de importancia, por Germán Krieger, Carmen Odasso y Walter Eusebio. El denominador común entre ellos no se agota en la provincia de la que son oriundos. Existe otro aun más determinante y sintomático: todos hicieron sus primeras armas en administración pública en los gobiernos provinciales del finado Jorge Obeid y del siempre segundón Carlos "Lole" Reutemann. Se te nota, Lorenzetti.

¿Cómo se entiende que la Corte menosprecie las necesidades presupuestarias del Poder Judicial expuestas por el Consejo de la Magistratura cuando de ella dependen todas las decisiones de inversión? ¿Cómo desairar el pedido de 1000 millones de pesos, o lo que fuera, formulado por el Consejo, cuando la Corte cuenta con enormes sumas de dinero depositadas en entidades bancarias, parte de ellas en moneda extranjera, aumentadas año a año con partidas presupuestarias no gastadas en los fines para los que fueron asignadas? Lo abultado del fondo anticíclico de la Corte demuestra lo inoperante que es su cuerpo de administración.

La Carta Magna le impone al Poder Judicial una independencia de criterios, plena autonomía en la aplicación de las leyes e interpretación de la Constitución, pero en ninguno de sus párrafos le ordena ser un antipoder público ni un enclave dentro del Estado.

Como parte del poder del Estado democrático, la justicia depende de un presupuesto que exige una elaboración por parte del Poder Ejecutivo y una revisión y aprobación por parte del Legislativo. La Corte no puede sentarse sobre fondos que no son suyos, y que tampoco genera. Y mucho menos negárselos a sensibles instancias judiciales cuya cabeza es la Corte.

¿Será que para la Corte la independencia del Poder Judicial se da cuando los juzgados no tienen edificios donde poder funcionar? ¿Hacerse la pobrecita, actuar el papel de héroe, es ser "independiente", acaso? Alguna vez Raúl Zaffaroni dijo que "trabajar de víctima es el mejor negocio político". En la Corte aprendieron la lección. De tan "independiente" que quiere parecer, el Máximo Tribunal podría empezar a despertar suspicacias en los hinchas de la Academia. Tendrán razón en desconfiar.



13.02.2014 
el sentido último de la política 
Defender la palabra en el mercado de la pasión 
El kirchnerismo no necesita cuadros para colgar, sino personas que piensen y que tengan ideales.




Por: Guido L. Croxatto
Quisiera detenerme, dije, en Joaquín Areta. En el sentido último y común de la política que hacemos. Que vamos a hacer. Cuando llegue el momento de la renovación en serio. De renovar y crecer, porque renovar es crecer y ser más. Única opción que tenemos. Ser más. No hay otra. La alternativa a eso es desdibujarse, como dice Verbitsky, y no nos podemos desdibujar. No llegamos acá para eso. Para que todo el esfuerzo quede en la nada. Al contrario. Poner la formación y el compromiso juntos. Ser mejores. También dijimos que la democracia necesita siempre un ideal. Una democracia sin ideales no se puede construir, no tiene luz, no sobrevive. No puede crecer. El hombre mismo los necesita, decía Ingenieros. Lo que nos saca de la mediocridad es eso: tener un ideal. Una ambición no de un cargo, sino de un cambio. Los cargos, para los hombres grandes, son, deben ser siempre un asunto menor. Algo pasajero. No son lo importante. No son un fin. Son un medio. Es el hombre el que le otorga valor a las cosas, a los cargos, a los objetivos que tiene. A su palabra. Basta repasar la historia de los presidentes, por ejemplo, para corroborarlo. Respetamos sólo a aquellos que también hubiéramos respetado si no hubieran sido presidentes. A Kunkel no le va a gustar, pero yo respeto a Sarmiento. Crecí viendo su rostro en mi cuarto. Su mirada. Su gesto adusto, siempre allí. Evaluándome. Mirándome. Sarmiento era un hombre jugado. Un romántico. Mucho más grande, mucho más valiente, mucho mejor abogado, en mi visión, que Alberdi. Pero esa es otra discusión. Allí están las Cartas quillotanas para quien quiera leerlas. El cargo no los cambia. Es al revés. Hoy muchos quieren ser presidentes, pero ninguno muestra un programa, un talante, un ideal, un objetivo. Nada. Entonces, nosotros lo hacemos. De eso se trata todo. De seguir siempre. De avanzar un poco. De mirar, como dijo Vertbitsky, a los que vienen detrás. Porque vienen. Porque es así la política, como la vida. Hay una herencia. Un camino. La renovación generacional –y conceptual– no es una posibilidad del proyecto. Es la única alternativa.
Con los hijos, entonces, estamos empezando un camino nuevo. No terminando. No cerrando, sino abriendo. Naciendo. Volviendo a nacer. Generando conciencia. Generando el futuro. No se acaba la Historia con el reencuentro de cada nieto hijo robado, hallado por las Abuelas. No se acaba allí. Empieza así. Lo nuevo son los hijos. No estamos en una crisis. Estamos en un comienzo. El problema es en todo caso el lugar que el compromiso juega en la política. Respeto, y mucho, a muchos integrantes de Carta Abierta, pero el objetivo que debemos tener nosotros como jóvenes comprometidos no es ver el peligro (no reaccionar), sino saber cómo se transforma el presente. Se los dijo Kirchner mismo en una reunión: no nos enfoquemos tanto en lo que hacen los demás. Pensemos cómo podemos hacer las cosas mejor nosotros. Reaccionar es volverse conforme. Y nosotros no podemos ser conformes nunca. El conformismo es –o ha sido– en muchos aspectos el error del proyecto. El problema no son los otros. El peligro no está en los demás. El problema está en los propios errores, en las propias incapacidades, en las propias defecciones: eso es lo que, si de verdad nos comprometemos, si de verdad somos leales, debemos mirar. ¿Hemos dado lo mejor? ¿Estamos seguros de haber dado siempre todo, de haber elegido lo mejor que se podía? El voluntarismo es importante. Pero también el talento. La visión de un cambio. No conformarse. Recordemos que de aquí salió una propuesta de bajar la edad de imputabilidad. Tengamos eso presente. Nuestros candidatos banales propusieron bajar la edad de imputabilidad de los menores. Sin argumento. Banalizando además el lugar de la mujer, con los desafíos que tenemos como país por delante en temas como la violencia de género. Como los abortos clandestinos, que conducen a la muerte a las mujeres pobres. Hablemos de eso. Veamos ese peligro. El otro no nos corresponde. Veamos lo que hacemos mal y podemos y debemos hacer mejor. Si de verdad vamos a levantar una bandera progresista. Si queremos ser dignos a fondo. Dignos de verdad. Ser leales en serio es no bajar la voz. Decirle también a nuestra estimada presidenta, siempre, en todo momento, por qué pensamos lo que pensamos. Aunque eso nos cueste la carrera política, más grave es bajar la voz, más grave es especular. Más grave es ser cobarde. No decir lo que uno piensa. Bancar es decir todo, Cristina. Recordás cuando dijiste "porque los jóvenes son así, llegan, sin dobleces, vienen directo, no tienen filtro". Bueno, eso. El filtro no nos sirve, Cristina, porque no estamos especulando. Estamos defendiendo una idea. Y lo hacemos sin filtro. Porque nuestra democracia ya tuvo demasiados filtros. Tuvo el filtro de la dictadura. Tiene el filtro de los incapaces. De los no formados. De los que censuran. Por eso no bajamos la voz. Ni (Eduardo Luis) Duhalde ni Kirchner querían eso. De ningún modo. Kirchner queda en nosotros porque no era un hombre banal. Porque eligió a un poeta para despedirse. Porque tenía pelotas y porque tenía talento, por eso queda y por eso estamos acá. No porque sea fácil ni gracioso. Sino porque ese hombre, como decía Duhalde, "cambió los vientos de la historia" y le puso sangre y corazón a esto que hacemos. Por eso. Nuestro deber no es repetir un diccionario para escalar, para que nos den un cargo. Eso es viejo. Eso es el pasado, y Kirchner lo vio. No podemos ni debemos hacer alianzas con el pasado. Está en nosotros tratar de ser cuadros, o tratar de aportar en serio al proyecto algo original, algo nuevo. Ser obsecuentes es dejar sola a la presidenta. Acompañarla es decir siempre lo que pensamos, aunque sea incómodo. Es la única manera de ganarse, si no la confianza, al menos el respeto de nuestra presidenta. 

(Recordarás, Cristina, lo que pienso de Moreno, lo que te escribí desde Alemania lo sostengo punto por punto.) Diciendo lo que pensamos. No es fácil, pero peor es no pensar. Repetir. Por qué era un error grave proponer bajar la edad de imputabilidad de menores. Por qué es un error callar ante eso. No decir: "No, presidenta, este no es el camino, de verdad, no lo es." Cosa que el autor de estas líneas intento hacer. Hizo. No es el camino que nosotros elegimos. No es el camino que usted tampoco eligió. Usted tiene que ser la persona que dijo: "Por hablar así murió mucha gente en la Argentina." Esta es la presidenta. La mujer que no especuló. Que no especula. Lo demás no nos importa. El kirchnerismo creció porque no midió peligros. Por eso fue valiente. Entonces, no digamos "la patria en peligro". Digamos lo que tenemos que hacer, digamos cómo lo hacemos. Por qué. 

La patria está en peligro no cuando hay conflictos, por fuertes que sean. La patria está en peligro cuando la juventud deja de pensar, cuando abandona el proyecto porque quienes lo representan no están a la altura en cada momento, cuando los hombres y mujeres del proyecto dejan de creer que pueden decir algo distinto, sin detenerse a pensar cómo va a caer, que lo que el proyecto necesita no son cuadros para colgar, sino personas que piensan y no que repitan. No necesitamos enfocarnos en el futbol. Necesitamos hacer cultura. Cuando la izquierda del movimiento –que propuso bajar la edad de imputabilidad de los menores– piensa que el problema es el liberalismo, cuando no es así, sino el libertarianismo, en todo caso, que es el grupo político que litiga contra el país en EE UU y en todo el mundo. El liberalismo defiende la igualdad, son los libertarians los que se oponen. Nosotros debemos defender la igualdad. No la baja en la edad de imputabilidad. La presidenta tiene razón cuando sostiene que una sociedad que olvida a sus jóvenes, es una sociedad que no tiene memoria ni tampoco tiene futuro. Y sin memoria no hay futuro y mucho menos presente. Por supuesto. Pero la memoria es el traspaso a un camino que está por hacerse. Que aún no hemos hecho. La memoria no es un círculo, no es un eslogan. Es una política de Estado con continuidades. Con porvenir, precisamente. Con futuro. Con herederos. Con hijos. 

Voy a terminar con un poema que no es mío. Es de esa especie de otro yo, de amigo, que es Julián, desde que nos juntó Duhalde. El poema se titula "Los leales al movimiento", y afirma que "El partido me parte/ El movimiento me multiplica/ No llevo las credenciales conmigo/ Tampoco cotillón y banderas/ no las tengo ni las creo necesarias/ Me han llamado traidor varias veces me han gritado (por supuesto que no ha sido así, es una metáfora, un recurso de Julián)/ Desviado lumpen des-encuadre inorgánico/ Por eso me han hecho prontuarios/ y esos mismos burócratas van pasando a retiro/ Y yo el más leal de todos sigo/ mis fierros son los versos/ y una sonrisa en los labios.

La poesía de Julián es lúcida como su trabajo de defensor de menores, pero lo que necesitamos es que eso que el poema dice, sea una verdad en la política. El peligro es la mediocridad propia, no la ajena. El peligro es cuando no pensamos. Cuando no nos damos cuenta de que dar vuelta la situación depende tan simplemente de tener el coraje y la determinación, pero también del saber, para saber hacerlo. Recuerdo una vez que la presidenta le pidió a Fresneda "más que lo posible". Y no sólo lo posible. Eso es real. Abjurar de nuestra identidad política nos condujo a un solo lugar. Al fracaso. El riesgo no son los demás, entonces, como creen los compañeros de Carta Abierta. El peligro, el mayor peligro, está adentro de cada uno, es la mediocridad. La transa. Todo lo que es bajo. Todo lo que degrada a una república que quiere crecer apostando a su talento, a su formación, a sus productos. La medianía. El mayor riesgo, como de alguna manera insinuó Verbitsky el domingo, y con razón, somos nosotros. La incapacidad de levantarnos en serio. De volver a poner todo en su lugar. Palabra por palabra. Corazón por corazón. De nuevo. De decir lo que es cómodo y también lo que no es cómodo, porque a largo plazo es lo mejor. A largo plazo esto es así. Y la presidenta lo sabe mejor que nadie. Al final, todo esto se trata de demostrar de qué podemos ser capaces, cuando pensamos. Y actuamos según lo que pensamos. Y sentimos. Es la hora del mejor kirchnerismo. Es cierto. La elección está en la mesa. O renovamos o dejamos de ser. Crecemos o caemos. Es el momento en que el kirchnerismo crece, apuesta a lo mejor, o se desdibuja. Es una pregunta retórica, en realidad. Nosotros sabemos que no hay dos opciones. Sólo una. (Escribió otro poeta, y lo uso para responder a los amigos de Carta abierta: "Aquí nadie/ tiene derecho a distraerse,/ a estar asustado, a rozar/ la indignación, a exclamar su sorpresa"; F.U.) Nadie. Digamos entonces cómo lo hacemos. Digamos por qué. Porque combatimos la injusticia y los hechos inmorales, defendemos la palabra. En el mercado de la discusión. En el mercado de la pasión. Que esta palabra siga viva.
Fuente:TiempoArgentino 

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