Tentador y peligroso primer plano
La semana pasada se conoció una noticia que no tuvo mayor relevancia entre el gran público pero que seguramente fue muy tenida en cuenta en los más altos círculos políticos y financieros del mundo. Es que, según lo informado por el gobierno de Venezuela, se estima que para este año las reservas certificadas en la Faja Petrolífera del Orinoco superarán los 300 mil millones de barriles de petróleo. El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chavez, lo destacó al presentar la memoria 2010 ante el Parlamento. Con ese dato ratificó que el país ha pasado a tener el primer lugar del mundo en reservas, ubicándose inclusive por encima de Arabia Saudita. "Venezuela tiene para más de 200 años, no existe país en el mundo que la iguale", expresó el mandatario.
El anuncio es conmocionante para el estratégico mundo del petróleo, todavía hoy el material más importante para cualquier potencia, ya que de él dependen básicamente las economías de paz y, más aún, de guerra. Tan relevante resultado logrado por Venezuela parece radicar en buena medida en la renegociación que hizo con las empresas extranjeras de estudios, evaluaciones y aprovechamientos de su petróleo. Esas firmas, según Chavez, en el pasado perjudicaban a la nación y extraían recursos del suelo sin ningún tipo de control.
En lo que hace al gas, que generalmente acompaña al petróleo, el Presidente aseveró que a menudo había sido colocado para exportación y a bajos precios. Con el último descubrimiento que se ha realizado en la plataforma del cinturón gasífero del Caribe y áreas continentales, se han encontrado 15 trillones de metros cúbicos de gas, volumen que lleva a la república bolivariana a estar entre los cinco o seis primeros reservorios mundiales de ese material.
Pero si el lector mira un poco más allá de estas impactantes noticias advertirá en seguida que ellas sirven también para colocar a Venezuela en un tentador, peligroso primer plano internacional. El país ha sido desde siempre uno de los principales proveedores de los Estados Unidos, país que por razones estratégicas, mezquina su petróleo y se surte del ajeno. Los norteamericanos, y sus primos ingleses, siempre trataron de copar las regiones petrolíferas, por las buenas o -más a menudo- por las malas y de hecho los grandes campos del mundo están directa o indirectamente en sus manos: Irak, los Emiratos, Arabia Saudita... Irán y Venezuela también eran dos ínsulas yanquis en la materia pero su previsión no alcanzó a evitar que las fuerzas nacionalistas coparan los respectivos gobiernos y manejaran el oro negro a conveniencia de sus países, con precios muy distintos a los que se pagaban originalmente. De allí que no sea ninguna casualidad que tanto la antigua Persia como la nación sudamericana integren el llamado "eje del mal". Y más: ciertos sectores muy importantes de la derecha norteamericana propugnan lisa, llana y públicamente atacar a Irán y acabar con sus devaneos islámicos. Después de todo ya han intervenido a sangre y fuego en Irak y Afganistán.
Ahora, a un par de horas de distancia de cualquier fuerza de acción rápida, con la remozada Cuarta Flota oteando el Caribe, la díscola Venezuela aparece como mucho más rica de lo que se creía, con reservas seculares de petróleo y gas. Hasta el más ingenuo advierte que es un bocado muy tentador para el águila americana, últimamente cascoteada en su patio trasero.
Seguramente Chavez (¿y por qué no Brasil, que ha incrementado notablemente sus recursos petroleros?) ha tomado debida cuenta de ello.
Fuente:LaArena
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