una testigo vio a laura carlotto y a raúl bonafini, entre los secuestrados
Hubo embarazadas y bebés en cautiverio dentro de La Cacha
En otra audiencia del juicio se conoció que funcionó una sala con mujeres a punto de dar a luz. Una sobreviviente fue llevada con su hijo de siete meses.
Por: Pablo Roesler
A La Cacha le pusieron ese nombre por un personaje de la revista Hijitus, que era la Bruja Cachavacha que hacía desaparecer a los niños. Así que estos verdugos, estos señores de la vida y la muerte, se jactaban con ese nombre del centro de detención y exterminio." De esa forma, una sobreviviente que declaró como testigo identificó el centro donde fue llevada con cuatro meses y medio de embarazo. Fue durante el juicio que el Tribunal en lo Criminal Federal Nº1 de La Plata realiza a 21 imputados por los crímenes cometidos en ese lugar durante la dictadura cívico militar y los asesinatos de los militantes Montoneros, Marcelo Bettini y Luis Bearzi.
La mujer recordó haber compartido cautiverio con Laura Carlotto, hija de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y con Raúl Bonafini, hijo de la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini. Otros dos testigos también recordaron la presencia de mujeres embarazadas.
La sobreviviente María Laura Bretal contó que fue secuestrada el 3 de mayo de 1978, cuando cursaba un embarazo de cuatro meses y medio y que permaneció en el centro otros cuatro meses. Recordó que durante la primera semana estuvo sola en una sala en la que fue torturada. Luego, fue trasladada al centro en el que, en sus tres plantas, había otros detenidos. "La sala de abajo era para embarazadas. Yo estaba en una cueva (como llamaban a un grupo de celdas) y estaba mal. Entonces pidieron que me lleven abajo con las otras.
Estuve cinco días o una semana ahí. Estaban Rosita (Elisa Cafré), con siete meses de embarazo, y Rita, que era Laura Carlotto", recordó. Y también mencionó la presencia de Raúl Bonafini, conocido también como Bigotito, a quien describió como "un ejemplo de militante". "Era un tremendo compañero. Nos cuidaba. Como lo hacían trabajar, como barrer o limpiar, estaba destabicado (sin capucha) y nos venía a ver y a alentar", recordó.
También otro matrimonio de sobrevivientes mencionó la presencia de una mujer embarazada en el centro. Viviana Rodríguez contó que fue secuestrada el 24 de marzo de 1977 en la Escuela de Periodismo de la UNLP, hoy facultad, donde había sido militante del centro de estudiantes y de la JUP, tras ser citada por el secretario académico. La mujer recordó que fue llevada por tres hombres que le arrebataron a su hijo de siete meses de los brazos y los llevaron a ambos a La Cacha. Allí la separaron de su hijo que a la madrugada siguiente fue entregado a un pariente. "Preguntaba por mi hijo a todo el que se acercaba hasta que uno me dijo que estaba bien, que le habían dado de comer puré, durazno y Coca Cola. Me horroricé porque tenía 7 meses y nunca había comido eso. Les di la dirección de un tío. Pero después nunca supe que había pasado con él hasta que salí", recordó.
La mujer contó que en el centro de detención, donde más tarde se encontró con su esposo, Carlos Roesler quien había sido secuestrado esa misma noche al regresar a su casa, fueron ubicados en una sala con otros detenidos. Entre ellos también había una mujer embarazada.
IDENTIFICACIÓN. En la audiencia, Bretal accedió a realizar un reconocimiento fotográfico para que identifique al guardia de La Cacha apodado "Pablo". La medida fue solicitada por el abogado José Losinno, defensor del ex miembro del Destacamento de Inteligencia del Ejército 101, Claudio Grande, acusado de ser ese represor. Sin embargo, la mujer señaló una foto que no correspondería con el acusado.
Más tarde, Rodríguez recordó que en el centro había guardias apodados Pablo, pero aunque advirtió que sólo había escuchado sus voces, aseguró que eran "varios" los represores con ese seudónimo. "Había más de un Pablo y más de un Francés en La Cacha", explicó..
Fuente:TiempoArgentino
La Cacha: relatos de dos testigos que pueden ser claves
Uno está bajo el programa de protección, se descompuso en la audiencia y su versión quedó postergada para una nueva cita. El otro realizó una rueda de reconocimiento y favoreció a uno de los acusados. La próxima audiencia será el miércoles 19 de febrero.
14.02.2014
Uno está bajo el programa de protección, se descompuso en la audiencia y su versión quedó postergada para una nueva cita. El otro realizó una rueda de reconocimiento y favoreció a uno de los acusados. La próxima audiencia será el miércoles 19 de febrero.
14.02.2014

Laura Bretal señaló a Estanislao Chiara Vieyra como uno de los represores de La Cacha (Foto: Esteban Martirena)
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La quinta audiencia del juicio oral y público a 21 acusados de haber cometidos de lesa humanidad durante la última dictadura cívico militar en el centro clandestino bautizado La Cacha, estuvo cruzada por momento de suma tensión cuyo epílogo fue la suspensión hasta nuevo aviso de un testimonio y un reconocimiento fotográfico negativo para las querella ya que la testigo no pudo identificar al acusado y señaló a quien el sospechoso dice que es el verdadero verdugo conocido por su nombre de guerra “Pablo”. La sexta audiencia se desarrollará el próximo miércoles 19 de febrero a partir de las 10 horas.
Miguel Ángel Bellomo es un ex policía que trabajó en la comisaría Octava de La Plata desde junio de 1976 hasta que ingresó a estudiar la tecnicatura sobre explosivos en 1977. Está bajo el programa de protección de testigos. Se trata de un ex policía que declaró y señaló a militares. Comenzó su declaración confirmando que en la mencionada unidad policial “había muchos detenidos políticos, gremiales y a disposición del PEN (Poder Ejecutivo Nacional)”. Además agregó que “a los presos comunes se los trasladaba a la subcomisaría de Villa Ponsati”.
Sobre los presos políticos, no dudó en afirmar que “provenían de La Cacha” y que eran trasladados por civiles. “A simple vista no los podíamos identificar” en relación a la fuerza en la que revistaban “sí que eran operativos”, precisó.
Durante la etapa de instrucción de la causa realizó un reconocimiento fotográfico en el que señaló al acusado Claudio Grande como una de las personas que trasladaban personas secuestradas, pero en la audiencia, ante los jueces y las partes aseguró que “la foto que yo identifico” en el expediente “es Del Río”, uno de los jefes operativos de los grupos de tareas de la época.
Ante ese panorama se generó una situación de tensión. Los jueces del Tribunal Oral Criminal Federal 1 de La Plata intentaban por todos los medios aclarar el panorama, mientras la defensa de Claudio Grande, medía los pasos a seguir. El nerviosismo en el ambiente llegó a punto tal que el testigo se descompuso y pidió que le tomen la presión. Un equipo médico lo asistió de inmediato y se estableció que Bellomo no estaba en condiciones de seguir declarando y su testimonio será finalizado en otra audiencia.
Al conocerse el cuadro de situación el abogado querellante Oscar Rodríguez (por la Asamblea Permanente de Derechos Humanos –APDH- La Plata) solicitó a los magistrados que se extremen las medidas de seguridad personal del testigo al que ubicó en una situación de extrema vulnerabilidad. El recuerdo de la desaparición de Jorge Julio López es una herida abierta tanto en la sociedad como en los organismos de defensa y promoción de Derechos Humanos.
Fotos. María Laura Bretal es sobreviviente de La Cacha. Fue secuestrada el 3 de mayo de 1978. Estaba embarazada. La interceptaron en la casa de Ensenada donde vivía con su hija de tres años y su marido. Es una de las máximas referentes en La Plata y Argentina en el impulso al juzgamiento de los represores de la “dictadura cívico militar eclesiástica” como ella misma definió ese período en una de sus primeras intervenciones en el estrado.
Juró decir “verdad” por “los treinta mil compañeros desparecidos, por Jorge Julio López y por Adriana Calvo”. Durante todo su testimonio colgaba de sus pequeños hombros un pañuelo blanco con el rostro en blanco de López con la leyenda “Y López dónde está”.
Tras su secuestro, fue subida a un auto junto a su hija. En 122 y 47 las separaron. Volvieron a encontrarse cuatro meses después, cuando recuperó la libertad. Su ingreso a La cacha fue a los golpes, no importaba su condición de embarazada. “Me depositaron en un galpón grande y ahí empezaron las torturas porque recibí una trompada”, recordó con firmeza y claridad. Ella pedía hablar con alguna autoridad para saber de su hija. “Acá comisario, las pelotas”, fue la respuesta que encontró de parte de sus carceleros.
Recordó que durante su cautiverio la sacaban junto a otros secuestrados que eran sometidos a “simulacros de fusilamiento”. También que la llevaban hasta las camas de tortura para someterla a sesiones de picana. “Había un guardia bueno y otro malo, me desnudaron y me tiraron sobre un elástico de hierro. El guardia bueno decía ‘esperá que tenga el parto y después la vamos a picanear’”.
Bretal aseguró en otro pasaje de su versión que “estos 21 imputados son pocos, tendría que haber muchos más. Quedaron muchísimos represores afuera” de la causa “hay dos prófugos siniestros. Uno está en Israel, el otro en Paraguay, se sabe hace mucho tiempo y nunca se pidió la extradición” se quejó. Antes había dicho que “Julio Barroso está vivo y libre por las calles, no está imputado en este juicio”.
La testigo recordó que parte de sus verdugos se identificaban como “Mapla, Pablo, Gustavo y Tarzán, los cuatro eran del servicio de inteligencia” del ejército. También que su compañero de cautiverio Alejandro Gutiérrez reconoció al represor “Pablo” como un estudiante de veterinaria. “Ese es Grande” le dijo en La Cacha, en referencia a Claudio Grande. Sobre su compañero de detención detalló, ante la pregunta del defensor Juan Losinno que “está muerto, lo mataron sus defendidos”.
El letrado también preguntó si estaba en condiciones de realizar un reconocimiento fotográfico de Grande y Bretal dijo que sí. De inmediato se materializó la escena y la mujer señaló la foto de Estanislao Chiara Vieyra, quien la defensa de Grande sindica como “el verdadero Pablo”.
Desde la detención de Grande, su defensor Losinno insiste con esa hipótesis. Todas las respuestas que recibió fue que se defienda en el juicio oral. Llegado a esa etapa esa parte logró una prueba que abona su hipótesis. El parecido entre Grande y Chiara Vieyra es asombroso. Ambos estudiaban veterinaria en la misma época. Ambos pertenecían al Servicio de Inteligencia del Ejército. Grande nunca negó haber trabajado en esa repartición durante la dictadura. Alega que era un simple empleado administrativo. Sin embargo, al menos una de las querellas, asegura tener más información y pruebas que indican a Grande como el torturador “Pablo”. El defensor logró un objetivo, sabe que ante un eventual reconocimiento de su asistido puede apelar al recurso de la absolución por el beneficio de la duda (in dubio pro reo), pero su objetivo es lograr la libre absolución. El desenlace de esta historia se conocerá en futuras audiencias.
En todo proceso penal el reconocimiento a o no del o los acusados puede sellar su suerte. Eso lo sabe bien el genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz quien fue reconocido por Jorge Julio López en uno de los juicios por delitos de lesa humanidad en los que fue condenado a perpetua.
Incidencias. Como en la mayoría de las audiencias de este mega juicio (en el que se unificaron tres causas) el inicio de las audiencias es agotador. A las habituales demoras se suman los planteos de las defensas en la audiencia de este viernes 14 de febrero se sumaron las del fiscal Hernán Schapiro.
El fiscal fue quien abrió el debate. Tras fundamentar que la audiencia del miércoles 12 de febrero pasado había sido en un marco de “clima enrarecido, tenso, facilitado por las constantes interrupciones” de la defensa, sostuvo que esa “atmósfera que se creó es perjudicial para la marcha del juicio” y pidió que se tengan en cuenta cuatro tópicos para evitar la revictimización de testigos.
Propuso limitar las intervenciones de las partes durante los testimonios; manifestar las “incidencias” o planteos “antes del testimonio”; realizar preguntas a los testigos teniendo en cuenta que las preguntas “no hieran, molesten o sensibilicen a los testigos” y “respetar los horarios para que los testigos esperen un tiempo razonable” que estimó en no superar la barrera de los 120 minutos.
En el mismo sentido en presidente del Tribunal leyó un informe elaborado por un colectivo profesional de asistencia a las víctimas donde se detalla que existió “modalidad agresiva de algunos defensores” e hicieron foco sobre el estilo mostrado por el abogado Losinno, quien solicitó que el informe sea rechazado por “improcedente” al fundamenta que “no hubo una sola pregunta agraviante”. La petición fue denegada por los jueces.
Fuente:Diagonales

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