24 de septiembre de 2008

¡NO NOS VOLVAMOS INVISIBLES!

Argentina: Los invisibles
El médico tiene setenta y cuatro años y viaja con su mujer en automóvil por las calles del barrio de Almagro, en Buenos Aires.
En un momento determinado, el profesional decidió parar en una estación de servicios. Allí le dijeron que había una persona debajo del vehículo.
Lo había atropellado y arrastrado sin prestarle la mínima atención.
El hombre atropellado, de sesenta años, horas después, murió en el hospital de Ramos Mejía.
Era un limpiavidrios, de aquellos que intentan empatarle a la vida en las esquinas de las principales ciudades de la Argentina.
¿Por qué el médico y su señora no repararon en ese hombre?
¿Cómo fue posible semejante grado de invisibilidad?
¿Hasta qué punto esta crónica policial no revela el grado de indolencia que alcanza gran parte de la sociedad a partir de la prédica continua de los grandes medios de comunicación que buscan ignorar, satanizar y eliminar a los pobres?
-Había gente gritando, vi un coche que se acercó de repente, salía humo de abajo, pensé primero en un robo, después un incendio, pasó una ambulancia que no paró y después veo un bulto en el piso y descubrimos que era un tipo que había atropellado - dijo un trabajador de la playa de estacionamiento ante las cámaras de televisión.
Cuando los empleados de la estación le preguntaron a la pareja si se habían dado cuenta que venían arrastrando el cuerpo de un hombre, ellos respondieron que no.
Esos mismos trabajadores agregaron que el médico y su señora “estaban muy tranquilos”.
La causa fue caratulada como homicidio culposo pero más allá de la suerte del expediente queda abierto el debate sobre los niveles de invisibilización y desprecio que se imponen contra los desesperados que pueblan las calles del país.
El médico y su señora dijeron no ver al hombre que atropellaron y mataron, al mismo tiempo que estaban muy tranquilos cuando le informaron lo que habían hecho.
No solamente no repararon en el otro, sino que además parecieron no inmutarse cuando fueron conscientes que lo habían matado.
La lógica de la crónica es brutal: ignorar al pobre y no sentir nada cuando algo le pasa. Como si fueran animales callejeros, subhumanos ante los cuales no hay que tener ninguna consideración. No deben ser mirados, ni tenidos en cuenta ni mucho apiadarse de sus destinos. Hay que seguir adelante, atropellarlos, parar, enterarse de lo hecho contra ellos y seguir, seguir.
El sistema educa en el desprecio contra los que menos tienen y cultiva la indiferencia. Hacer visibles las consecuencias de la injusticia deberá ser un trabajo cotidiano y largo para que la realidad tenga, alguna vez, una cara más parecida a la dignidad humana. Mientras tanto, ya se sabe, la pedagogía de la invisibilidad va pariendo monstruos alimentados a indolencia e impunidad.
El hombre de sesenta años no era invisible para su familia, sin embargo terminó aplastado en el asfalto de tantas capas de desprecio que se desploman todas las horas sobre las almas de los argentinos.
Carlos del Frade.
(Fuente:Argenpress).

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