Una semana antes de abrir en Rosario junto David Cortés y Franco Ingrassia el seminario "Imágenes políticas: Mayo del 68 y contrapuntos argentinos" en el CCPE, Amador Fernández Savater aceptó una entrevista vía correo electrónico. Se disculpa por la espontaneidad de sus respuestas, ya que está "preparando las maletas" y cumpliendo compromisos antes de su viaje a nuestras tierras.
-¿Dónde están los sueños? - se le pregunta.
-Empiezas fuerte. Una de las cosas que más ha llamado nuestra atención durante el proceso de investigación sobre Mayo del 68 es hasta qué punto la literatura crítica de los años 60 era optimista. Los testigos de aquella época que hemos conocido y con los que hemos hecho amistad nos lo confirman. Es curioso porque la segunda carnicería mundial había terminado no hacía tanto y la Guerra Fría congelaba el mundo mediante la amenaza nuclear. Sin embargo, el contraste entre lo posible y lo real constituía el carburante de la crítica social: Si las bases estaban ya dadas para una vida libre y plena (relativa abundancia, tecnología potencialmente liberadora), ¿por qué soportar entonces la pobreza, el aburrimiento, la competencia? El mismo concepto de alienación, tan de moda entonces, se refería precisamente al desgarro (íntimo y social) entre lo que hay y lo que puede haber.
"Hoy, el impulso utópico parece agotado (hablamos siempre desde lo que vivimos como europeos, nuestra enunciación es situada y no aspira a una descripción exhaustiva de lo real). El movimiento antiglobalización decía: Otro mundo es posible, pero expresaba así más que nada una negación del capitalismo como sistema. ¿Podemos luchar sin alternativa, sin horizonte global de transformación? Esta pregunta nos deja perplejos y paralizados. Algunos responden que hay que reconstruir una nueva utopía y se esfuerzan en sacar conejos de la chistera (democracia global, etc.). Pero el más interesado en que respondamos no es el propio sistema, que se coloca así como única alternativa", dijo Fernández Savater.
El pensador agrega que "entonces la cuestión clave no es si podemos luchar o no sin alternativa, sino que ya lo hacemos cotidianamente. La utopía neoliberal busca colonizar todo nuestro ser como la invasión de los ultracuerpos. No nos queda otra salida que luchar día a día si queremos dar un sentido propio a lo que hacemos, no volvernos unos cínicos, preservar un lazo cualquiera de amistad, no anestesiarnos, cuidar la simple disposición a dejarnos atravesar por lo que nos rodea. La deserción no significa hoy salirse de la sociedad, sino crearla en los intersticios de la máquina neoliberal".
Parea Fernández Savater, la dificultad es que "esas resistencias no niegan el sistema: no son utópicas. Tejen una contrasociedad subterránea, parcial, fragmentaria e inestable que sostiene nuestra vida... y a la vez al propio sistema. Paradójicamente, el neoliberalismo se hundiría de inmediato si no produjésemos cotidianamente relaciones no instrumentales, cooperación horizontal, apoyo mutuo o circulación no mercantil de bienes y servicios. Pero el hecho de que esas resistencias no nieguen el sistema no significa que sean inútiles o que no cambien nuestras condiciones de vida.
-¿Y si hoy no soñamos con transformar el mundo, sino que luchamos para evitar que se deshaga?
-Hablas de resistencias, esas resistencias, ¿no serán creaciones, indicios de nuevas formas sociales superadoras de las actuales?. Resistencia es creación, ya saben. Estas resistencias implícitas o informales de las que hablaba no son defensivas o conservadoras. Cuando todo lo sólido se desvanece en el aire, enrocarse es inútil, como nos enseña (¿involuntariamente?) la película "Los Lunes al Sol" de Fernando León. Preservar cualquier relación auténtica (y no digamos ya una experiencia colectiva) exige hoy un esfuerzo permanente de construcción, agotador, doloroso y estresante muchas veces. Es el precio que hay que pagar si no queremos convertirnos en mónadas autistas.
Fernández Savater explica que los protagonistas del mayo francés fueron los hijos de la postguerra. "Aquí, los protagonistas de los Rosariazos del 69, fueron los hijos de los obreros de la sociedad del peronismo, donde los únicos privilegiados eran los niños, donde el índice de distribución de la riqueza alcanzó su mayor nivel equitativo en toda la historia Argentina".
-¿No le parece, que esas generaciones fueron un poco soberbias, al creer que iban a resolver de una vez y para siempre, millones de años de injusticia social?
-La pregunta tiene presuposiciones que no comparto y que tendrían que demostrarse (que los protagonistas de Mayo creyeron en ese paraíso eterno de felicidad impecable), por tanto respondo sólo al comentario. Mayo es una revuelta que no nace ciertamente de la necesidad material, del hambre. Una frase célebre entonces decía no queremos una sociedad donde la garantía de no morirse de hambre supone morirse de aburrimiento. Como dijeron los situacionistas, Mayo del 68 fue la primera insurrección generalizada contra una economía que funcionaba bien. En el corazón de la revuelta está la preocupación por el sentido que tiene estar vivos, estar juntos viviendo en sociedad, el sentido del trabajo, el sentido del saber, etc. Eso es lo que cuestionaron obreros, estudiantes, asalariados, militantes, campesinos, etc. Ya querrían los poderes que esos interrogantes se pudieran satisfacer simplemente llenando los estómagos de la gente. Pero el ser humano también es un animal simbólico, metafísico incluso. La revuelta de Mayo puso eso al desnudo: el deseo es el motor de las prácticas de emancipación, no la necesidad. (Fuente:Rosario12-Hugo Alberto Ojeda).
-¿Dónde están los sueños? - se le pregunta.
-Empiezas fuerte. Una de las cosas que más ha llamado nuestra atención durante el proceso de investigación sobre Mayo del 68 es hasta qué punto la literatura crítica de los años 60 era optimista. Los testigos de aquella época que hemos conocido y con los que hemos hecho amistad nos lo confirman. Es curioso porque la segunda carnicería mundial había terminado no hacía tanto y la Guerra Fría congelaba el mundo mediante la amenaza nuclear. Sin embargo, el contraste entre lo posible y lo real constituía el carburante de la crítica social: Si las bases estaban ya dadas para una vida libre y plena (relativa abundancia, tecnología potencialmente liberadora), ¿por qué soportar entonces la pobreza, el aburrimiento, la competencia? El mismo concepto de alienación, tan de moda entonces, se refería precisamente al desgarro (íntimo y social) entre lo que hay y lo que puede haber.
"Hoy, el impulso utópico parece agotado (hablamos siempre desde lo que vivimos como europeos, nuestra enunciación es situada y no aspira a una descripción exhaustiva de lo real). El movimiento antiglobalización decía: Otro mundo es posible, pero expresaba así más que nada una negación del capitalismo como sistema. ¿Podemos luchar sin alternativa, sin horizonte global de transformación? Esta pregunta nos deja perplejos y paralizados. Algunos responden que hay que reconstruir una nueva utopía y se esfuerzan en sacar conejos de la chistera (democracia global, etc.). Pero el más interesado en que respondamos no es el propio sistema, que se coloca así como única alternativa", dijo Fernández Savater.
El pensador agrega que "entonces la cuestión clave no es si podemos luchar o no sin alternativa, sino que ya lo hacemos cotidianamente. La utopía neoliberal busca colonizar todo nuestro ser como la invasión de los ultracuerpos. No nos queda otra salida que luchar día a día si queremos dar un sentido propio a lo que hacemos, no volvernos unos cínicos, preservar un lazo cualquiera de amistad, no anestesiarnos, cuidar la simple disposición a dejarnos atravesar por lo que nos rodea. La deserción no significa hoy salirse de la sociedad, sino crearla en los intersticios de la máquina neoliberal".
Parea Fernández Savater, la dificultad es que "esas resistencias no niegan el sistema: no son utópicas. Tejen una contrasociedad subterránea, parcial, fragmentaria e inestable que sostiene nuestra vida... y a la vez al propio sistema. Paradójicamente, el neoliberalismo se hundiría de inmediato si no produjésemos cotidianamente relaciones no instrumentales, cooperación horizontal, apoyo mutuo o circulación no mercantil de bienes y servicios. Pero el hecho de que esas resistencias no nieguen el sistema no significa que sean inútiles o que no cambien nuestras condiciones de vida.
-¿Y si hoy no soñamos con transformar el mundo, sino que luchamos para evitar que se deshaga?
-Hablas de resistencias, esas resistencias, ¿no serán creaciones, indicios de nuevas formas sociales superadoras de las actuales?. Resistencia es creación, ya saben. Estas resistencias implícitas o informales de las que hablaba no son defensivas o conservadoras. Cuando todo lo sólido se desvanece en el aire, enrocarse es inútil, como nos enseña (¿involuntariamente?) la película "Los Lunes al Sol" de Fernando León. Preservar cualquier relación auténtica (y no digamos ya una experiencia colectiva) exige hoy un esfuerzo permanente de construcción, agotador, doloroso y estresante muchas veces. Es el precio que hay que pagar si no queremos convertirnos en mónadas autistas.
Fernández Savater explica que los protagonistas del mayo francés fueron los hijos de la postguerra. "Aquí, los protagonistas de los Rosariazos del 69, fueron los hijos de los obreros de la sociedad del peronismo, donde los únicos privilegiados eran los niños, donde el índice de distribución de la riqueza alcanzó su mayor nivel equitativo en toda la historia Argentina".
-¿No le parece, que esas generaciones fueron un poco soberbias, al creer que iban a resolver de una vez y para siempre, millones de años de injusticia social?
-La pregunta tiene presuposiciones que no comparto y que tendrían que demostrarse (que los protagonistas de Mayo creyeron en ese paraíso eterno de felicidad impecable), por tanto respondo sólo al comentario. Mayo es una revuelta que no nace ciertamente de la necesidad material, del hambre. Una frase célebre entonces decía no queremos una sociedad donde la garantía de no morirse de hambre supone morirse de aburrimiento. Como dijeron los situacionistas, Mayo del 68 fue la primera insurrección generalizada contra una economía que funcionaba bien. En el corazón de la revuelta está la preocupación por el sentido que tiene estar vivos, estar juntos viviendo en sociedad, el sentido del trabajo, el sentido del saber, etc. Eso es lo que cuestionaron obreros, estudiantes, asalariados, militantes, campesinos, etc. Ya querrían los poderes que esos interrogantes se pudieran satisfacer simplemente llenando los estómagos de la gente. Pero el ser humano también es un animal simbólico, metafísico incluso. La revuelta de Mayo puso eso al desnudo: el deseo es el motor de las prácticas de emancipación, no la necesidad. (Fuente:Rosario12-Hugo Alberto Ojeda).
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