Imagen: Jorge Larrosa
Un fiscal porteño ordenó la detención de veintiséis personas, entre ellas cuatro adolescentes, que se habían reunido en el Cementerio de la Chacarita para realizar un acto conmemorativo con claras connotaciones nazis. La Justicia los acusa de haber infringido la Ley 23.592, de Antidiscriminación. Según fuentes de la investigación, se trata de un grupo de skinheads que se había reunido en el Cementerio Alemán con la excusa de recordar el aniversario de la muerte del capitán del crucero alemán Graf Spee, Hans Langsdorff (ver nota aparte), hundido por el propio Langsdorff en el Río de la Plata durante la Segunda Guerra Mundial. Se trata de la primera aplicación de la ley Antidiscriminación por parte del fuero Penal Contravencional y de Faltas porteño, luego del traspaso de jurisdicciones penales realizado en junio.
La investigación se inició hace 45 días, luego de una denuncia realizada por la DAIA ante la Justicia penal porteña. La causa recayó en la fiscalía 11, a cargo del fiscal Gustavo Galante. En la Justicia porteña, los fiscales son quienes encabezan la causa y toman una intervención más proactiva que en el fuero nacional. En este caso, Galante ordenó la detención de los participantes al acto apenas fue informado por los integrantes de la Unidad de Investigaciones de Conductas Discriminatorias, a cargo del comisario Carlos Succatti.
“Se reunieron en Lacroze, en la puerta del Cementerio de la Chacarita –informó Succatti–, y comenzaron a marchar con banderas argentinas; pero apenas traspusieron la puerta del Cementerio Alemán, desplegaron banderas rojas con estandartes nazis. Vestían camperas negras con insignias nazis, borceguíes, tatuajes alusivos. Eran convocados por un grupo llamado Skinheads de Zona Norte, muchos tenían sus cabezas rapadas.”
Apenas desplegaron las banderas y entonaron las primeras estrofas levantando la mano derecha, les cayeron encima los uniformados de la División Conductas Antidiscriminatorias de la Policía Federal que los detuvo in fraganti, según describieron las fuentes policiales.
“Se aplica el artículo 3º de la Ley 23.592, que castiga los actos discriminatorios”, sostuvo el fiscal Galante a este diario. El texto del artículo 3º señala que “serán reprimidos con prisión de un mes a tres años los que participaren en una organización o realizaren propaganda basados en ideas o teorías de superioridad de una raza o de un grupo de personas de determinada religión, origen étnico o color que tengan por objeto la justificación o promoción de la discriminación racial o religiosa en cualquier forma. En igual pena incurrirán quienes por cualquier medio alentaren o iniciaren a la persecución o el odio contra una persona o grupos de personas a causa de su raza, religión, nacionalidad o ideas políticas”.
Hasta pasadas las once de la noche, la policía completaba las actas de las detenciones en el mismo cementerio donde se habían producido las detenciones. Según las fuentes del caso, fueron detenidas veintiséis personas, entre ellas, cuatro eran menores de 18 años y sus casos fueron pasados a la intervención de la Justicia de Menores porteña. Los restantes veintidós quedaron detenidos a disposición del fiscal Galante, quien durante la mañana de hoy se disponía a tomar declaración indagatoria a cada uno de ellos.
LA CONFUSION EN TORNO DE LA IDEOLOGIA DEL MARINO DEL GRAF SPEE
De cómo el mito hizo del capitán un altar nazi
Por Sergio Kiernan
Que los nazis criollos tengan adoración por el acorazado de bolsillo alemán Admiral Graf von Spee es curioso pero explicable: la batalla del Río de la Plata, en que los ingleses lo rompieron, fue la única de la Segunda Guerra Mundial que tuvo lugar en estos arrabales. Lo que es menos explicable es que usen la tumba del Kapitän sur Zee Hans Langsdorff como altar para sus actos. Es que es muy dudoso que Langsdorff haya sido un nazi.
Nacido en 1894, el futuro marino venía de una familia de abogados y pastores. Pero, cuando tenía cuatro años, la familia se mudó y se encontró con un vecino ilustre, el almirante y conde Maximilian von Spee. Abiertamente influido por el conde, Langsdorff entró a la academia naval de Kiel en 1912, justo a tiempo para servir en la Primera Guerra Mundial. El joven teniente se ganó la Cruz de Hierro de segunda clase en la batalla de Jutlandia y la de primera clase en acciones de torpederos en 1918.
A la casualidad de haber conocido al almirante por el que años después se nombraría su barco se le suma otra que ya parece destino. Graf Spee comandaba la flota alemana que en 1914 quiso quebrar la idea de que Britania gobierna los mares. La flota fue emboscada por los ingleses nada menos que en las islas Malvinas y fue hundida entera. Graf Spee y dos de sus hijos, que servían bajos sus órdenes, murieron en ese combate.
Langsdorff sobrevivió y sirvió en la ínfima flota alemana de posguerra. Para cuando los nazis tomaron el poder, el capitán estaba en el ministerio en Berlín y, parece, no recibió muy bien el cambio de régimen: pidió un traslado a algún barco, cosa de alejarse de sus nuevos jefes. No le dieron bola y recién en 1936 volvió a flotar. Fue en el flamante, poderoso y ultramoderno Admiral Graf von Spee, que patrullaba las costas españolas dando apoyo a los franquistas.
El Graf Spee era una maravilla de la época, un barco pequeño por las sanciones que le impedían a Alemania botar cruceros, pero armado como uno. Los alemanes habían logrado un casco liviano usando soldaduras en lugar de remaches y motores diesel en lugar de turbinas a vapor. Las toneladas ahorradas se usaron en armarlo como un dreadnought, la clase más pesada del momento. Para más, el Graf Spee tenía un radar de última generación y sistemas de tiro coordinados.
Langsdorff recibió el mando a fines de 1938 y apenas comenzada la guerra se le ordenó esconderse en aguas brasileñas y esperar a ver si los ingleses realmente iban a combatir. En septiembre de 1939 Berlín lo autorizó a atacar el tráfico comercial británico. En los tres meses siguientes, el Graf Spee tomó y hundió nueve cargueros en el Atlántico y el Indico. En ninguna acción hubo siquiera un muerto, tan cuidadoso era Langsdorff, que se ocupaba de detener buques neutrales para liberar prisioneros.
En diciembre de 1939 los ingleses alcanzaron al Graf Spee con los cruceros livianos HMS Ajax y HMS Achilles, y con el más pesado HMS Exeter. Los alemanes destrozaron al Exeter pero recibieron decenas de impactos. El buque se arrastró a la neutral Montevideo para reparaciones que no se pudieron realizar. Los uruguayos les dieron tres días para irse o entregarse como prisioneros y Langsdorff decidió enterrar a sus muertos en el cementerio alemán. Luego puso al Graf Spee en el centro del río, le voló la cala y acompañó a su tripulación a la más amistosa Buenos Aires. Dos días después, el 19 de diciembre, cuando supo que pasarían la guerra a salvo, puso la bandera de su buque en la cama del hotel, se acostó encima y se pegó un tiro. Dejaba una carta explicando que así se mostraba la voluntad de pelear por la patria.
Un detalle: en la foto del entierro de los marineros en Montevideo, Langsdorff es el único que no hace el saludo nazi. De blanco, despide a sus hombres haciendo la venia.
(Fuente:Pagina12).
De cómo el mito hizo del capitán un altar nazi
Por Sergio Kiernan
Que los nazis criollos tengan adoración por el acorazado de bolsillo alemán Admiral Graf von Spee es curioso pero explicable: la batalla del Río de la Plata, en que los ingleses lo rompieron, fue la única de la Segunda Guerra Mundial que tuvo lugar en estos arrabales. Lo que es menos explicable es que usen la tumba del Kapitän sur Zee Hans Langsdorff como altar para sus actos. Es que es muy dudoso que Langsdorff haya sido un nazi.
Nacido en 1894, el futuro marino venía de una familia de abogados y pastores. Pero, cuando tenía cuatro años, la familia se mudó y se encontró con un vecino ilustre, el almirante y conde Maximilian von Spee. Abiertamente influido por el conde, Langsdorff entró a la academia naval de Kiel en 1912, justo a tiempo para servir en la Primera Guerra Mundial. El joven teniente se ganó la Cruz de Hierro de segunda clase en la batalla de Jutlandia y la de primera clase en acciones de torpederos en 1918.
A la casualidad de haber conocido al almirante por el que años después se nombraría su barco se le suma otra que ya parece destino. Graf Spee comandaba la flota alemana que en 1914 quiso quebrar la idea de que Britania gobierna los mares. La flota fue emboscada por los ingleses nada menos que en las islas Malvinas y fue hundida entera. Graf Spee y dos de sus hijos, que servían bajos sus órdenes, murieron en ese combate.
Langsdorff sobrevivió y sirvió en la ínfima flota alemana de posguerra. Para cuando los nazis tomaron el poder, el capitán estaba en el ministerio en Berlín y, parece, no recibió muy bien el cambio de régimen: pidió un traslado a algún barco, cosa de alejarse de sus nuevos jefes. No le dieron bola y recién en 1936 volvió a flotar. Fue en el flamante, poderoso y ultramoderno Admiral Graf von Spee, que patrullaba las costas españolas dando apoyo a los franquistas.
El Graf Spee era una maravilla de la época, un barco pequeño por las sanciones que le impedían a Alemania botar cruceros, pero armado como uno. Los alemanes habían logrado un casco liviano usando soldaduras en lugar de remaches y motores diesel en lugar de turbinas a vapor. Las toneladas ahorradas se usaron en armarlo como un dreadnought, la clase más pesada del momento. Para más, el Graf Spee tenía un radar de última generación y sistemas de tiro coordinados.
Langsdorff recibió el mando a fines de 1938 y apenas comenzada la guerra se le ordenó esconderse en aguas brasileñas y esperar a ver si los ingleses realmente iban a combatir. En septiembre de 1939 Berlín lo autorizó a atacar el tráfico comercial británico. En los tres meses siguientes, el Graf Spee tomó y hundió nueve cargueros en el Atlántico y el Indico. En ninguna acción hubo siquiera un muerto, tan cuidadoso era Langsdorff, que se ocupaba de detener buques neutrales para liberar prisioneros.
En diciembre de 1939 los ingleses alcanzaron al Graf Spee con los cruceros livianos HMS Ajax y HMS Achilles, y con el más pesado HMS Exeter. Los alemanes destrozaron al Exeter pero recibieron decenas de impactos. El buque se arrastró a la neutral Montevideo para reparaciones que no se pudieron realizar. Los uruguayos les dieron tres días para irse o entregarse como prisioneros y Langsdorff decidió enterrar a sus muertos en el cementerio alemán. Luego puso al Graf Spee en el centro del río, le voló la cala y acompañó a su tripulación a la más amistosa Buenos Aires. Dos días después, el 19 de diciembre, cuando supo que pasarían la guerra a salvo, puso la bandera de su buque en la cama del hotel, se acostó encima y se pegó un tiro. Dejaba una carta explicando que así se mostraba la voluntad de pelear por la patria.
Un detalle: en la foto del entierro de los marineros en Montevideo, Langsdorff es el único que no hace el saludo nazi. De blanco, despide a sus hombres haciendo la venia.
(Fuente:Pagina12).
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