Cuatro jóvenes cubanos opinan sobre la Revolución cubana
Ariel Dacal
Julio Antonio Fernández
Julio César Guanche
Diosnara Ortega
Ariel Dacal
Julio Antonio Fernández
Julio César Guanche
Diosnara Ortega
Creemos que la historia vivida en Cuba nos ha legado advertencias revolucionarias al presente.
Por ello, podemos entender el precio, las dificultades, los retrocesos y las ampliaciones de la libertad como un ideal concreto; la fuerza y la fragilidad de las utopías; la precariedad de la fe, cuando es indiscutida —y su estéril soberbia—; el carácter insaciable de la libertad: cuando se vive reclama cada vez más libertad.
Entendemos que la revolución es la ampliación de cada libertad conquistada.
Convencidos de que la promesa del socialismo consiste en que la libertad nacional, social y personal son contenidos de una única libertad, y que es una moralidad de la libertad, de la justicia y de la dignidad humanas, en lo que sigue respondemos, los cuatro firmantes, las mismas dos preguntas.
A pesar de no haber vivido el triunfo revolucionario de 1959, la herencia de lo que significó aquel proceso revolucionario, nos llega a los jóvenes no solo a través de la memoria histórica, sino también mediante la materialización de sus realizaciones.
¿Para ti cuáles fueron las realizaciones de esta revolución y de su proyecto socialista?
Diosnara Ortega:
Desde el punto de vista del análisis histórico de las contradicciones y luchas que el proyecto de transición socialista ha vivido, más bien de una parte de ellas, selecciono el que para mí fue uno de los logros fundamentales de la revolución — de la revolución, no del socialismo— que potenció la base del proyecto de transición socialista: el poder del pueblo. La unidad social que generaron las circunstancias de los primeros años de la revolución, y el poder con que contó en parte esa unidad, fue una ganancia para la construcción de un proyecto participativo, inclusivo, de justicia social, que pretendiese alcanzar la soberanía nacional al tiempo que la individual.
Es muy difícil hablar del socialismo cubano, en todo caso tendríamos que hablar del proyecto de transición socialista, el cual no ha sido evolutivo, como no lo es el socialismo ni ningún modo de producción social. Los saltos y retrocesos de este proyecto han estado influidos tanto por las condiciones del medio externo en el que se intenta producir este modo social de existencia, como por sus luchas internas. La transición es eso: un período de luchas intensas que se produce dentro y en contra de un modo de ser y hacer; en el cual el móvil de todas las relaciones sociales es el capital, el valor de cambio.
¿Cómo luchar contra la cultura del utilitarismo, contra la naturalización del consumo capitalista, contra las creencias de la supervivencia, de la superioridad? La Revolución cubana ha intensificado estas luchas en su intento de transición, sobre todo desde sus políticas. Esto ha sido un paso de avance, pero sobre todo a nivel institucional. ¿Qué pasa con la cultura de esas instituciones, qué pasa con la cultura de las personas que constituyen esas instituciones: desde la familia hasta el Estado?
Ariel Dacal:
Este tipo de interrogantes es cada vez más frecuente. Es lógico por dos razones, de una parte, porque 50 años es tiempo suficiente para reconstruir un pasado, evaluarlo, repasarlo, máxime cuando el proceso refiere a uno de los más importantes intentos emancipadores de la historia reciente. De otra parte, porque la Revolución cubana necesita repensar sus formas socialistas, lo que responde al agotamiento de algunas zonas del socialismo cubano y al carácter de permanente superación de si misma que debe tener toda revolución.
Al pensar la revolución socialista cubana en términos de aportes hay que destacar, como primer asunto, la osadía de plantearse la construcción del socialismo en las condiciones y entorno de Cuba como país; y vinculado a ello, su capacidad de demostrar que es posible intentar un ordenamiento social con explícito carácter anticapitalista frente a las puertas del epicentro capitalista mundial y enfrentando su arrogancia manifiesta en todo momento contra tal intento. Esto ha sido posible porque el socialismo cubano se enraizó en la dignificación de los oprimidos, los excluidos, los vilipendiados, porque los despertó a la conciencia pública colectiva y obró un colosal cambio social que cubre desde la instrucción y la educación del pueblo, la inclusión de sectores preteridos como las mujeres y los negros, la atención de las condiciones de salud de millones de personas, determinadas nociones de participación social, hasta la internacionalización del nombre de Cuba, con sustancial reconocimiento moral, pues asumió la libertad de los oprimidos de otras partes del mundo como condición de su propia libertad.
Julio César Guanche:
En 1959, la Revolución cubana trajo al mundo un bello ejemplar de socialismo utópico.
Los cubanos se enfrentaron a las leyes de bronce de la cultura política del momento: «sin azúcar no hay país»; «aquí se puede hacer una revolución sin el ejército o con el ejército pero nunca contra el ejército», «la política es la segunda zafra del país», «nada se puede hacer en Cuba sin el reconocimiento de los Estados Unidos», entre otras muchas ideas firmantes del status quo: la economía monoproductora, la corrupción de la política a manos de las armas y del peso cubano y la subordinación nacional a los Estados Unidos.
El triunfo revolucionario venció esas distopías y distribuyó entre millones de seres el capital de la vida: pan y dignidad. La Revolución tradujo la política al habla popular: la de sujetos crecidos en cantidad y cualidades a la vida. Materializó antiguas utopías: la historia como un fruto dilecto de la voluntad, la abolición forzada del mercado, la búsqueda de acabar con las jerarquías sociales, la emergencia a lo público de las clases antes aprisionadas por la dictadura del hombre y del dinero. En ello, produjo otro universo: el de una ciudadanía universal con expectativas de ejercer en efecto la política como control soberano del curso de la propia vida.
El proyecto de 1959 realizó en la tierra cubana gran parte del enorme ideal de Rousseau: ciudadanía universal, soberanía popular y justicia social. Cincuenta años después redescubre que una revolución no es una meta en sí misma, que todo lo conquistado ha de ser reconquistado, que renovarse es la única manera de continuar.
Julio Antonio Fernández:
El socialismo cubano ha sido original, aunque haya tenido y siga sufriendo los males del dogmatismo soviético, aunque haya tenido momentos de cercanía a las formas políticas e ideológicas asiáticas, especialmente chinas. Ha sido original porque nació como hijo privilegiado de un proceso revolucionario nacional y popular, que transformó en el mismo fervor de las primeras luces de la Revolución triunfante, las reformas democráticas propias del nacionalismo de corte social acumuladas durante toda la República Neocolonial, en postulados del socialismo marxista.
Pero en esa búsqueda heredó también el marxismo-leninismo soviético, por sí mismo problemático porque contenía, en el momento de su mayor influencia institucional en Cuba, los gérmenes malignos del totalitarismo, el dogmatismo, el manualismo, el oportunismo y el burocratismo.
El Socialismo cubano aportó, sin embargo, una manera auténtica de relacionarse con el Tercer Mundo y sus gestas anticolonialistas e independentistas, no alineada a los dictados europeos socialistas.
El Socialismo de Cuba se ha desarrollado en el contexto del Tercer Mundo, demostrando las potencialidades de los pueblos humildes para la lucha por la libertad. A la misma vez se ha tenido que sobreponer ante los lastres del sentido común burgués, que ha campeado en Cuba por más de un siglo y que se obstina en permanecer entre nosotros, con su fresca cara globalizada.
Nuestro Socialismo ha luchado contra la pobreza, contra el capitalismo, contra el imperialismo y sus peores modales —guerra y terrorismo—, contra el inmovilismo de la burocracia estatal, contra la incultura política, contra el oportunismo de los supuestos extremistas, contra la mínima oposición interna y la gran oposición externa, contra los fantasmas de la «plaza sitiada», que no nos permiten creer en nuestras fuerzas para ser más libres.
Hemos aportado la belleza de un pueblo entero, de mujeres y hombres hechos a sangre y fuego, a bloqueo y milicia, a escasez de cosas y abundancia de prudencia y fe en la justicia ganada.
¿Qué necesita el proyecto revolucionario cubano para ser más socialista?
Ariel Dacal:
Al hablar del socialismo como asunto de presente y futuro es necesario pensar las formas socialistas en Cuba, y hacerlo de manera pública, no solo en clave de inventario de problemas sino en clave propositiva. Tenemos que discutir públicamente qué entendemos por socialismo y cómo lograr que este sea más efectivo en la búsqueda de una alternativa anticapitalista, lo que significa toda la justicia social posible. El acumulado de instrucción, cultura, capacidad técnica, sentidos y conocimientos sobre la política creado en el pueblo está subutilizado y en algunos casos desperdiciado. Para revertir esa situación se hace necesario cambiar cualitativamente las formas de la participación de la gente en la gestión y control de su vida cotidiana, individual y pública, laboral y comunitaria. Eso llevaría a discutir las formas concretas para lograr una mayor socialización de los procesos políticos y económicos (participar en la definición del problema/necesidad, en la elaboración de la solución, en su evaluación y en su control).
Es necesario mayor compromiso popular y este solo será viable desde una incidencia directa de las personas en la vida pública. Esto no será por obra divina ni por decreto, es necesario ensayar otras formas socialistas para la producción y la política: cooperativas, autogestión y cogestión, descentralización de los poderes locales con capacidad real para incidir en la vida de la comunidad. El debate en clave socialista implica, de modo imprescindible, analizar las modificaciones de manera integral e integradora, la política y la economía de conjunto. Los debates hoy tienen que ser políticos y no administrativos, de reflexión colectiva y no de consignas incrustadas a la realidad. Solo con la práctica concreta de relaciones socialistas de producción (material y espiritual) será viable la recreación de valores socialistas en Cuba.
Julio Antonio Fernández:
Necesitamos que el ejemplo del Che se haga presente. Necesitamos coherencia ideológica en nuestros dirigentes, en nuestras instituciones, en nuestras leyes y discursos cotidianos.
El Socialismo es más que una barricada de combatientes firmes, debe ser la búsqueda de la felicidad en justicia, sin capitalismo, sin discriminación, sin pobreza, sin guerra, sin desigualdad. Necesitamos cada día más democracia, mas política hecha por el pueblo y para el pueblo. Necesitamos radicalizar la República, la soberanía popular, los mecanismos populares de realización y control de la política.
El Socialismo cubano debe evitar caer en las garras de terciopelo del reformismo, debe alejarse de los susurros que le dicen que basta con hacer dos o tres cambios de tipo liberal para contentar al pueblo. El Socialismo se debe rehacer en Revolución y la Revolución no puede ser una piedra inmóvil e incorregible. Conservar el Socialismo es la única forma de conservar la Revolución, esta no se mantendrá en un capitalismo subdesarrollado como el que algunos esperan para Cuba.
La independencia es imprescindible, si esta es la de decidir soberanamente las mejores vías de salvar el Socialismo que nos hará más libres y más felices. La soberanía es indispensable, si la ejercemos como pueblo para darnos las formas políticas y jurídicas más revolucionarias, más socialistas, más liberadoras.
Diosnara Ortega:
Lo que al principio menciono como el gran logro de la revolución en la coyuntura de sus primeros años para la transición socialista, es hoy, a mi entender, su gran debilidad: el poder del pueblo. La participación dentro del proyecto de transición socialista cubano debe ser una participación con poder real y colectiva, no solo individual. Nuestro proyecto tendrá que saber mantener los logros alcanzados en términos de políticas, pero deberá transformar los modos en que se construyen y usan esas políticas. También habrá que romper con los modelos verticalistas desde los cuales ninguna participación socialista es posible. Es necesario salir de la trampa de la representatividad cuando esta, por la vía de la “selectividad” tiende a impedir mecanismos de participación y de poder directo de la ciudadanía.
Otro de sus retos permanentes es el llevar a cabo, como parte de la transición, una consiente resistencia a la colonización cultural. El proyecto cubano ha tenido que luchar al menos contra dos tipos de colonización: la del capitalismo y la del socialismo llamado real. Esta lucha contra la colonización necesita del ejercicio de un pensamiento crítico colectivo. Para propiciar este tipo de pensamiento —sin el cual no es posible romper con la cultura del capital— tendremos que reformular el tipo de poder que construimos en todas nuestras relaciones sociales: el poder establecido entre los hijos y los padres, el poder entre el maestro y los alumnos, el poder entre el Estado y el pueblo, por solo mencionar tres ejemplos.
Nuestro proyecto de transición ha sido osado, pero debe serlo todavía más. Su osadía debe mezclarse con la confianza, con la belleza del otro que tendrá que ser nuestra. Saber sumar, saber amar, saber compartir, saber dialogar, saber abandonar: todo esto ha aprendido nuestra transición socialista y todo esto tendrá que seguir aprendiendo. Julio César Guanche:
En 2009, los herederos de Rousseau defendemos un socialismo renovado. Imaginamos también un bello ejemplar de socialismo utópico, nacido de las voces de nuestros mayores y de sus historias de vida, y de nuestras propias voces y biografías.
Para ello redescubrimos las palabras, las liberamos del claustro que les forjó su historia. Redescubrimos que socialismo significa socializar los medios de producir la vida y que comunismo es sinónimo de poder definir el significado de la vida.
Así como queremos que el verbo se haga carne, queremos que la ideología se haga práctica. Entonces, comprendemos: redescubrimos que es necesario entender aquello que queremos abolir.
Porque queremos abolir el capitalismo, entendemos cómo su sistema se reproduce con el régimen del trabajo asalariado —pues mantiene la lógica del capital—; cómo la organización del sistema productivo es asimismo una forma de organización política; cómo la realidad de la explotación no es la distribución desigual de los bienes, si no la imposibilidad de decidir, por parte de quienes la producen, tanto de las condiciones de la producción como del destino de ella.
Porque queremos el socialismo queremos redescubrirlo en la organización de la producción, en el trabajo libre y asociado —social, cooperativo y autogestionado—; en la forma en que los logros sociales deben estar encajados en los logros políticos: que más salud y educación sean a su vez más participación popular y más libertad individual; que la progresiva abolición de la explotación sea la eliminación de la pobreza, pero también de la enajenación, como quería el Che Guevara.
Porque queremos el comunismo lo reencontramos como el proyecto más desmesurado de afirmación de la libertad humana jamás concebido: como la utopía de la autonomía personal y colectiva, como el proyecto de la emancipación de la servidumbre de la política hecha por otros y del trabajo regido por otros.
Pero también viceversa: porque queremos inventar y afirmar la forma en que queremos vivir es que defendemos el socialismo y el comunismo para Cuba. Porque somos diferentes, porque la diversidad es nuestro patrimonio, porque no queremos mentir, porque queremos comer y pensar, porque queremos vivir según nuestros ideales, porque defendemos el radicalismo de nuestra individualidad, y sabemos que ella se hace plena solo en lo social, porque queremos vivir con los otros, por todo ello, defendemos el socialismo y el comunismo.
Julio Antonio Mella decía que entre el hombre y la naturaleza se interpone el capitalismo. Queremos evitar al mediador y reunir al socialismo —la civilización—, con la naturaleza; queremos el comunismo como la socialización de la utopía, no como el régimen que la distribuye, sino como el espacio donde se inventa y se practica en comunidad.
Contra las leyes de bronce de la historia y del presente, reafirmamos el socialismo de la utopía, pues tenemos pasión idéntica por el goce de la belleza y por el gozo de la justicia como los que hicieron la utopía de 1959.
Por ello, podemos entender el precio, las dificultades, los retrocesos y las ampliaciones de la libertad como un ideal concreto; la fuerza y la fragilidad de las utopías; la precariedad de la fe, cuando es indiscutida —y su estéril soberbia—; el carácter insaciable de la libertad: cuando se vive reclama cada vez más libertad.
Entendemos que la revolución es la ampliación de cada libertad conquistada.
Convencidos de que la promesa del socialismo consiste en que la libertad nacional, social y personal son contenidos de una única libertad, y que es una moralidad de la libertad, de la justicia y de la dignidad humanas, en lo que sigue respondemos, los cuatro firmantes, las mismas dos preguntas.
A pesar de no haber vivido el triunfo revolucionario de 1959, la herencia de lo que significó aquel proceso revolucionario, nos llega a los jóvenes no solo a través de la memoria histórica, sino también mediante la materialización de sus realizaciones.
¿Para ti cuáles fueron las realizaciones de esta revolución y de su proyecto socialista?
Diosnara Ortega:
Desde el punto de vista del análisis histórico de las contradicciones y luchas que el proyecto de transición socialista ha vivido, más bien de una parte de ellas, selecciono el que para mí fue uno de los logros fundamentales de la revolución — de la revolución, no del socialismo— que potenció la base del proyecto de transición socialista: el poder del pueblo. La unidad social que generaron las circunstancias de los primeros años de la revolución, y el poder con que contó en parte esa unidad, fue una ganancia para la construcción de un proyecto participativo, inclusivo, de justicia social, que pretendiese alcanzar la soberanía nacional al tiempo que la individual.
Es muy difícil hablar del socialismo cubano, en todo caso tendríamos que hablar del proyecto de transición socialista, el cual no ha sido evolutivo, como no lo es el socialismo ni ningún modo de producción social. Los saltos y retrocesos de este proyecto han estado influidos tanto por las condiciones del medio externo en el que se intenta producir este modo social de existencia, como por sus luchas internas. La transición es eso: un período de luchas intensas que se produce dentro y en contra de un modo de ser y hacer; en el cual el móvil de todas las relaciones sociales es el capital, el valor de cambio.
¿Cómo luchar contra la cultura del utilitarismo, contra la naturalización del consumo capitalista, contra las creencias de la supervivencia, de la superioridad? La Revolución cubana ha intensificado estas luchas en su intento de transición, sobre todo desde sus políticas. Esto ha sido un paso de avance, pero sobre todo a nivel institucional. ¿Qué pasa con la cultura de esas instituciones, qué pasa con la cultura de las personas que constituyen esas instituciones: desde la familia hasta el Estado?
Ariel Dacal:
Este tipo de interrogantes es cada vez más frecuente. Es lógico por dos razones, de una parte, porque 50 años es tiempo suficiente para reconstruir un pasado, evaluarlo, repasarlo, máxime cuando el proceso refiere a uno de los más importantes intentos emancipadores de la historia reciente. De otra parte, porque la Revolución cubana necesita repensar sus formas socialistas, lo que responde al agotamiento de algunas zonas del socialismo cubano y al carácter de permanente superación de si misma que debe tener toda revolución.
Al pensar la revolución socialista cubana en términos de aportes hay que destacar, como primer asunto, la osadía de plantearse la construcción del socialismo en las condiciones y entorno de Cuba como país; y vinculado a ello, su capacidad de demostrar que es posible intentar un ordenamiento social con explícito carácter anticapitalista frente a las puertas del epicentro capitalista mundial y enfrentando su arrogancia manifiesta en todo momento contra tal intento. Esto ha sido posible porque el socialismo cubano se enraizó en la dignificación de los oprimidos, los excluidos, los vilipendiados, porque los despertó a la conciencia pública colectiva y obró un colosal cambio social que cubre desde la instrucción y la educación del pueblo, la inclusión de sectores preteridos como las mujeres y los negros, la atención de las condiciones de salud de millones de personas, determinadas nociones de participación social, hasta la internacionalización del nombre de Cuba, con sustancial reconocimiento moral, pues asumió la libertad de los oprimidos de otras partes del mundo como condición de su propia libertad.
Julio César Guanche:
En 1959, la Revolución cubana trajo al mundo un bello ejemplar de socialismo utópico.
Los cubanos se enfrentaron a las leyes de bronce de la cultura política del momento: «sin azúcar no hay país»; «aquí se puede hacer una revolución sin el ejército o con el ejército pero nunca contra el ejército», «la política es la segunda zafra del país», «nada se puede hacer en Cuba sin el reconocimiento de los Estados Unidos», entre otras muchas ideas firmantes del status quo: la economía monoproductora, la corrupción de la política a manos de las armas y del peso cubano y la subordinación nacional a los Estados Unidos.
El triunfo revolucionario venció esas distopías y distribuyó entre millones de seres el capital de la vida: pan y dignidad. La Revolución tradujo la política al habla popular: la de sujetos crecidos en cantidad y cualidades a la vida. Materializó antiguas utopías: la historia como un fruto dilecto de la voluntad, la abolición forzada del mercado, la búsqueda de acabar con las jerarquías sociales, la emergencia a lo público de las clases antes aprisionadas por la dictadura del hombre y del dinero. En ello, produjo otro universo: el de una ciudadanía universal con expectativas de ejercer en efecto la política como control soberano del curso de la propia vida.
El proyecto de 1959 realizó en la tierra cubana gran parte del enorme ideal de Rousseau: ciudadanía universal, soberanía popular y justicia social. Cincuenta años después redescubre que una revolución no es una meta en sí misma, que todo lo conquistado ha de ser reconquistado, que renovarse es la única manera de continuar.
Julio Antonio Fernández:
El socialismo cubano ha sido original, aunque haya tenido y siga sufriendo los males del dogmatismo soviético, aunque haya tenido momentos de cercanía a las formas políticas e ideológicas asiáticas, especialmente chinas. Ha sido original porque nació como hijo privilegiado de un proceso revolucionario nacional y popular, que transformó en el mismo fervor de las primeras luces de la Revolución triunfante, las reformas democráticas propias del nacionalismo de corte social acumuladas durante toda la República Neocolonial, en postulados del socialismo marxista.
Pero en esa búsqueda heredó también el marxismo-leninismo soviético, por sí mismo problemático porque contenía, en el momento de su mayor influencia institucional en Cuba, los gérmenes malignos del totalitarismo, el dogmatismo, el manualismo, el oportunismo y el burocratismo.
El Socialismo cubano aportó, sin embargo, una manera auténtica de relacionarse con el Tercer Mundo y sus gestas anticolonialistas e independentistas, no alineada a los dictados europeos socialistas.
El Socialismo de Cuba se ha desarrollado en el contexto del Tercer Mundo, demostrando las potencialidades de los pueblos humildes para la lucha por la libertad. A la misma vez se ha tenido que sobreponer ante los lastres del sentido común burgués, que ha campeado en Cuba por más de un siglo y que se obstina en permanecer entre nosotros, con su fresca cara globalizada.
Nuestro Socialismo ha luchado contra la pobreza, contra el capitalismo, contra el imperialismo y sus peores modales —guerra y terrorismo—, contra el inmovilismo de la burocracia estatal, contra la incultura política, contra el oportunismo de los supuestos extremistas, contra la mínima oposición interna y la gran oposición externa, contra los fantasmas de la «plaza sitiada», que no nos permiten creer en nuestras fuerzas para ser más libres.
Hemos aportado la belleza de un pueblo entero, de mujeres y hombres hechos a sangre y fuego, a bloqueo y milicia, a escasez de cosas y abundancia de prudencia y fe en la justicia ganada.
¿Qué necesita el proyecto revolucionario cubano para ser más socialista?
Ariel Dacal:
Al hablar del socialismo como asunto de presente y futuro es necesario pensar las formas socialistas en Cuba, y hacerlo de manera pública, no solo en clave de inventario de problemas sino en clave propositiva. Tenemos que discutir públicamente qué entendemos por socialismo y cómo lograr que este sea más efectivo en la búsqueda de una alternativa anticapitalista, lo que significa toda la justicia social posible. El acumulado de instrucción, cultura, capacidad técnica, sentidos y conocimientos sobre la política creado en el pueblo está subutilizado y en algunos casos desperdiciado. Para revertir esa situación se hace necesario cambiar cualitativamente las formas de la participación de la gente en la gestión y control de su vida cotidiana, individual y pública, laboral y comunitaria. Eso llevaría a discutir las formas concretas para lograr una mayor socialización de los procesos políticos y económicos (participar en la definición del problema/necesidad, en la elaboración de la solución, en su evaluación y en su control).
Es necesario mayor compromiso popular y este solo será viable desde una incidencia directa de las personas en la vida pública. Esto no será por obra divina ni por decreto, es necesario ensayar otras formas socialistas para la producción y la política: cooperativas, autogestión y cogestión, descentralización de los poderes locales con capacidad real para incidir en la vida de la comunidad. El debate en clave socialista implica, de modo imprescindible, analizar las modificaciones de manera integral e integradora, la política y la economía de conjunto. Los debates hoy tienen que ser políticos y no administrativos, de reflexión colectiva y no de consignas incrustadas a la realidad. Solo con la práctica concreta de relaciones socialistas de producción (material y espiritual) será viable la recreación de valores socialistas en Cuba.
Julio Antonio Fernández:
Necesitamos que el ejemplo del Che se haga presente. Necesitamos coherencia ideológica en nuestros dirigentes, en nuestras instituciones, en nuestras leyes y discursos cotidianos.
El Socialismo es más que una barricada de combatientes firmes, debe ser la búsqueda de la felicidad en justicia, sin capitalismo, sin discriminación, sin pobreza, sin guerra, sin desigualdad. Necesitamos cada día más democracia, mas política hecha por el pueblo y para el pueblo. Necesitamos radicalizar la República, la soberanía popular, los mecanismos populares de realización y control de la política.
El Socialismo cubano debe evitar caer en las garras de terciopelo del reformismo, debe alejarse de los susurros que le dicen que basta con hacer dos o tres cambios de tipo liberal para contentar al pueblo. El Socialismo se debe rehacer en Revolución y la Revolución no puede ser una piedra inmóvil e incorregible. Conservar el Socialismo es la única forma de conservar la Revolución, esta no se mantendrá en un capitalismo subdesarrollado como el que algunos esperan para Cuba.
La independencia es imprescindible, si esta es la de decidir soberanamente las mejores vías de salvar el Socialismo que nos hará más libres y más felices. La soberanía es indispensable, si la ejercemos como pueblo para darnos las formas políticas y jurídicas más revolucionarias, más socialistas, más liberadoras.
Diosnara Ortega:
Lo que al principio menciono como el gran logro de la revolución en la coyuntura de sus primeros años para la transición socialista, es hoy, a mi entender, su gran debilidad: el poder del pueblo. La participación dentro del proyecto de transición socialista cubano debe ser una participación con poder real y colectiva, no solo individual. Nuestro proyecto tendrá que saber mantener los logros alcanzados en términos de políticas, pero deberá transformar los modos en que se construyen y usan esas políticas. También habrá que romper con los modelos verticalistas desde los cuales ninguna participación socialista es posible. Es necesario salir de la trampa de la representatividad cuando esta, por la vía de la “selectividad” tiende a impedir mecanismos de participación y de poder directo de la ciudadanía.
Otro de sus retos permanentes es el llevar a cabo, como parte de la transición, una consiente resistencia a la colonización cultural. El proyecto cubano ha tenido que luchar al menos contra dos tipos de colonización: la del capitalismo y la del socialismo llamado real. Esta lucha contra la colonización necesita del ejercicio de un pensamiento crítico colectivo. Para propiciar este tipo de pensamiento —sin el cual no es posible romper con la cultura del capital— tendremos que reformular el tipo de poder que construimos en todas nuestras relaciones sociales: el poder establecido entre los hijos y los padres, el poder entre el maestro y los alumnos, el poder entre el Estado y el pueblo, por solo mencionar tres ejemplos.
Nuestro proyecto de transición ha sido osado, pero debe serlo todavía más. Su osadía debe mezclarse con la confianza, con la belleza del otro que tendrá que ser nuestra. Saber sumar, saber amar, saber compartir, saber dialogar, saber abandonar: todo esto ha aprendido nuestra transición socialista y todo esto tendrá que seguir aprendiendo. Julio César Guanche:
En 2009, los herederos de Rousseau defendemos un socialismo renovado. Imaginamos también un bello ejemplar de socialismo utópico, nacido de las voces de nuestros mayores y de sus historias de vida, y de nuestras propias voces y biografías.
Para ello redescubrimos las palabras, las liberamos del claustro que les forjó su historia. Redescubrimos que socialismo significa socializar los medios de producir la vida y que comunismo es sinónimo de poder definir el significado de la vida.
Así como queremos que el verbo se haga carne, queremos que la ideología se haga práctica. Entonces, comprendemos: redescubrimos que es necesario entender aquello que queremos abolir.
Porque queremos abolir el capitalismo, entendemos cómo su sistema se reproduce con el régimen del trabajo asalariado —pues mantiene la lógica del capital—; cómo la organización del sistema productivo es asimismo una forma de organización política; cómo la realidad de la explotación no es la distribución desigual de los bienes, si no la imposibilidad de decidir, por parte de quienes la producen, tanto de las condiciones de la producción como del destino de ella.
Porque queremos el socialismo queremos redescubrirlo en la organización de la producción, en el trabajo libre y asociado —social, cooperativo y autogestionado—; en la forma en que los logros sociales deben estar encajados en los logros políticos: que más salud y educación sean a su vez más participación popular y más libertad individual; que la progresiva abolición de la explotación sea la eliminación de la pobreza, pero también de la enajenación, como quería el Che Guevara.
Porque queremos el comunismo lo reencontramos como el proyecto más desmesurado de afirmación de la libertad humana jamás concebido: como la utopía de la autonomía personal y colectiva, como el proyecto de la emancipación de la servidumbre de la política hecha por otros y del trabajo regido por otros.
Pero también viceversa: porque queremos inventar y afirmar la forma en que queremos vivir es que defendemos el socialismo y el comunismo para Cuba. Porque somos diferentes, porque la diversidad es nuestro patrimonio, porque no queremos mentir, porque queremos comer y pensar, porque queremos vivir según nuestros ideales, porque defendemos el radicalismo de nuestra individualidad, y sabemos que ella se hace plena solo en lo social, porque queremos vivir con los otros, por todo ello, defendemos el socialismo y el comunismo.
Julio Antonio Mella decía que entre el hombre y la naturaleza se interpone el capitalismo. Queremos evitar al mediador y reunir al socialismo —la civilización—, con la naturaleza; queremos el comunismo como la socialización de la utopía, no como el régimen que la distribuye, sino como el espacio donde se inventa y se practica en comunidad.
Contra las leyes de bronce de la historia y del presente, reafirmamos el socialismo de la utopía, pues tenemos pasión idéntica por el goce de la belleza y por el gozo de la justicia como los que hicieron la utopía de 1959.
(Fuente:Rebelión).
A 50 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN CUBANA, A 15 DEL ALZAMIENTO ZAPATISTA
PERSPECTIVAS SOCIALISTAS Y LIBERTARIAS PARA AMÉRICA LATINA
Cuba y la izquierda latinoamericana
PERSPECTIVAS SOCIALISTAS Y LIBERTARIAS PARA AMÉRICA LATINA
Cuba y la izquierda latinoamericana
Un día como hoy de hace 50 años, el Movimiento 26 de Julio y sus aliados entraban en La Habana y ponían fin al gobierno de Batista. Ese día se cerraba una etapa y se abría otra en la vida de Cuba, pero también en el continente.
El triunfo de los insurgentes suscitó de inmediato una amplia corriente de simpatía en los sectores progresistas de toda América Latina. Pronto se convirtió en una esperanza y en una bandera de agitación. La Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) se encargó de organizar ese entusiasmo y de trazar un programa de acción revolucionaria que extendiera el ejemplo cubano a todo el continente, además de prestar ayuda de todo tipo para su sostén.
A raíz de la revolución cubana surge una "nueva izquierda" latinoamericana, diversa de la que había sido ampliamente hegemónica hasta ese momento, la que cifraba todas sus esperanzas en el acceso al socialismo por la vía parlamentaria a través de partidos o coaliciones electorales. En algunos países la renovación surgió del seno de estas mismas formaciones, en muchos lo hizo a través de organizaciones nuevas, en otros no se llegó a materializar en una opción con apoyo de masas. Pero el cambio de mentalidad operado en el seno de la izquierda y la introducción de nuevos puntos en su agenda sobre los que había que tomar partido en uno u otro sentido, fue evidente.
Lucha armada y movimiento popular
La lucha armada fue uno de esos puntos novedosos dentro del debate amplio en el seno de la izquierda. Comienza a ser una posibilidad a tener en cuenta para sectores cada vez más amplios, que consideran la vía legalista impracticable o superada y buscan una Sierra Maestra dentro de sus fronteras nacionales.
El modelo para llevarla a cabo fue por lo general, con distintas adaptaciones, el expuesto por Ernesto "Che" Guevara en su manual sobre la guerra de guerrillas: la creación por los revolucionarios de un foco guerrillero que mediante su actividad armada crearía las condiciones para la revolución y dirigiría el proceso, expandiéndose desde el mundo rural y agreste (donde su operatividad sería mayor) hacia las ciudades (consideradas un sumidero de recursos y terreno donde el enemigo tiene ventaja). El pueblo organizado tendría un papel secundario, subordinado, dentro del plan operativo y de la lucha por el socialismo, contemplado éste como un proceso que comienza tras la conquista del aparato del Estado capitalista por los insurgentes.
Éste fue el modelo seguido, bien es cierto que con numerosos matices y alguna que otra excepción, por los movimientos armados que se extendieron desde el Río Bravo hasta Tierra de Fuego.
Una de esas excepciones fue la representada por la Federación Anarquista Uruguaya (FAU). Su estrategia para el periodo en el país, caracterizado por la ilegalización de las organizaciones revolucionarias y unas fuertes medidas de excepción contra el movimiento obrero, la expuso en un documento interno llamado "COPEY", en el que rechazaba el papel de vanguardia y sustitucionista de las organizaciones revolucionarias y de la lucha armada y asignaba a éstas, por el contrario, un papel de apoyo a los conflictos de los trabajadores, que serían quienes llevaran, desde sus organizaciones de clase, el peso de la lucha contra la patronal y marcaran los ritmos, construyendo desde abajo instancias de poder popular hacia una sociedad sin privilegiados ni parias: el comunismo libertario.
Ascenso de masas, represión y reordenamiento capitalista
Dicha formación y muchas otras se desarrollaron en un fuerte período de ascenso en la conciencia y en la organización de los sectores populares, promoviéndolos y al tiempo alimentándose de su avance, de manera bidireccional y no exenta de tensiones. Organizaciones de trabajadores, de estudiantes, de vecinos, campesinas, indígenas, de intelectuales, se extienden por toda América Latina.
Se había puesto en marcha un proceso de colosales proporciones que fue percibido como una amenaza tanto por las burguesías nacionales como por los intereses norteamericanos en la región. Su respuesta llega en forma de declaraciones de estado de sitio, suspensiones de las garantías constitucionales, represión contra el movimiento obrero y la militancia social y de izquierda: reestructuración política y social generalizada para acabar, tanto física como culturalmente, con el activo acumulado por las clases populares.
La marea revolucionaria es frenada a sangre y fuego, la "pax americana" se impone en los años 80 liquidando la experiencia nicaragüense y cauterizando el peligro de expansión por Centroamérica. En esos años la lucha popular no paró, pero tras la "revolución conservadora" capitaneada por Reagan y Thatcher, los triunfos contrarrevolucionarios y el final de la "Guerra Fría" con la victoria de uno de los bloques en disputa, los amos del mundo se las prometían muy felices a principios de los 90 y auguraban un utópico "fin de la historia" en el que un capitalismo perpetuo e incuestionado proseguiría una continua marcha ascendente hacia el infinito. No hace falta ni decir, y menos en estos momentos de grave crisis capitalista, que se trataba de una completa falacia.
El triunfo de los insurgentes suscitó de inmediato una amplia corriente de simpatía en los sectores progresistas de toda América Latina. Pronto se convirtió en una esperanza y en una bandera de agitación. La Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) se encargó de organizar ese entusiasmo y de trazar un programa de acción revolucionaria que extendiera el ejemplo cubano a todo el continente, además de prestar ayuda de todo tipo para su sostén.
A raíz de la revolución cubana surge una "nueva izquierda" latinoamericana, diversa de la que había sido ampliamente hegemónica hasta ese momento, la que cifraba todas sus esperanzas en el acceso al socialismo por la vía parlamentaria a través de partidos o coaliciones electorales. En algunos países la renovación surgió del seno de estas mismas formaciones, en muchos lo hizo a través de organizaciones nuevas, en otros no se llegó a materializar en una opción con apoyo de masas. Pero el cambio de mentalidad operado en el seno de la izquierda y la introducción de nuevos puntos en su agenda sobre los que había que tomar partido en uno u otro sentido, fue evidente.
Lucha armada y movimiento popular
La lucha armada fue uno de esos puntos novedosos dentro del debate amplio en el seno de la izquierda. Comienza a ser una posibilidad a tener en cuenta para sectores cada vez más amplios, que consideran la vía legalista impracticable o superada y buscan una Sierra Maestra dentro de sus fronteras nacionales.
El modelo para llevarla a cabo fue por lo general, con distintas adaptaciones, el expuesto por Ernesto "Che" Guevara en su manual sobre la guerra de guerrillas: la creación por los revolucionarios de un foco guerrillero que mediante su actividad armada crearía las condiciones para la revolución y dirigiría el proceso, expandiéndose desde el mundo rural y agreste (donde su operatividad sería mayor) hacia las ciudades (consideradas un sumidero de recursos y terreno donde el enemigo tiene ventaja). El pueblo organizado tendría un papel secundario, subordinado, dentro del plan operativo y de la lucha por el socialismo, contemplado éste como un proceso que comienza tras la conquista del aparato del Estado capitalista por los insurgentes.
Éste fue el modelo seguido, bien es cierto que con numerosos matices y alguna que otra excepción, por los movimientos armados que se extendieron desde el Río Bravo hasta Tierra de Fuego.
Una de esas excepciones fue la representada por la Federación Anarquista Uruguaya (FAU). Su estrategia para el periodo en el país, caracterizado por la ilegalización de las organizaciones revolucionarias y unas fuertes medidas de excepción contra el movimiento obrero, la expuso en un documento interno llamado "COPEY", en el que rechazaba el papel de vanguardia y sustitucionista de las organizaciones revolucionarias y de la lucha armada y asignaba a éstas, por el contrario, un papel de apoyo a los conflictos de los trabajadores, que serían quienes llevaran, desde sus organizaciones de clase, el peso de la lucha contra la patronal y marcaran los ritmos, construyendo desde abajo instancias de poder popular hacia una sociedad sin privilegiados ni parias: el comunismo libertario.
Ascenso de masas, represión y reordenamiento capitalista
Dicha formación y muchas otras se desarrollaron en un fuerte período de ascenso en la conciencia y en la organización de los sectores populares, promoviéndolos y al tiempo alimentándose de su avance, de manera bidireccional y no exenta de tensiones. Organizaciones de trabajadores, de estudiantes, de vecinos, campesinas, indígenas, de intelectuales, se extienden por toda América Latina.
Se había puesto en marcha un proceso de colosales proporciones que fue percibido como una amenaza tanto por las burguesías nacionales como por los intereses norteamericanos en la región. Su respuesta llega en forma de declaraciones de estado de sitio, suspensiones de las garantías constitucionales, represión contra el movimiento obrero y la militancia social y de izquierda: reestructuración política y social generalizada para acabar, tanto física como culturalmente, con el activo acumulado por las clases populares.
La marea revolucionaria es frenada a sangre y fuego, la "pax americana" se impone en los años 80 liquidando la experiencia nicaragüense y cauterizando el peligro de expansión por Centroamérica. En esos años la lucha popular no paró, pero tras la "revolución conservadora" capitaneada por Reagan y Thatcher, los triunfos contrarrevolucionarios y el final de la "Guerra Fría" con la victoria de uno de los bloques en disputa, los amos del mundo se las prometían muy felices a principios de los 90 y auguraban un utópico "fin de la historia" en el que un capitalismo perpetuo e incuestionado proseguiría una continua marcha ascendente hacia el infinito. No hace falta ni decir, y menos en estos momentos de grave crisis capitalista, que se trataba de una completa falacia.
Y en ésas llegó Chiapas...
Otro 1 de enero, pero de 1994, vuelve a marcar un antes y un después en la izquierda latinoamericana. Hasta entonces, el referente en el continente era en solitario Cuba; la organización destinada a hacer la revolución, el Partido Único de tipo marxista-leninista; el socialismo era entendido exclusivamente como estatización. Todo esto con todos los matices que se quiera, porque las prácticas comunitaristas, sindicalistas de base, de construcción horizontal, nunca han dejado de estar presentes en la lucha de los oprimidos de América Latina y en algunos momentos han tenido una importancia capital, aunque compartida con otras expresiones más en la línea del marxismo-leninismo o de la socialdemocracia.
La irrupción de los zapatistas volvió a poner en la agenda política del continente la revolución social y esta vez con caracteres eminentemente libertarios. A partir de entonces hay un nuevo paradigma, una nueva luz de esperanza para los pueblos americanos: Chiapas. Y sus modos de hacer y su discurso comienzan a disputar la hegemonía en el campo popular a las prácticas verticalistas. El "argentinazo" marca otro hito, también las guerras del agua y del gas en Bolivia y los movimientos indígenas que mirándose en el espejo chiapaneco se extienden por toda la América Morena.
A Estados Unidos se le abren numerosos frentes por todo el mundo y, ocupado en su papel de "gendarme universal", empieza a descuidar su patio trasero, por donde comienzan a abrirse grietas. Surgen gobiernos nacionalistas de variada tipología, composición y base social y movimientos de los de abajo que cuestionan con su organización y su lucha el papel de postergación y miseria al que han sido condenados por el modelo. La izquierda revolucionaria del continente empieza a recuperarse de los mazazos recibidos en los 70 y los 80, y lo hace con una nueva fisonomía, ganando en fuerza las prácticas en la tradición comunitarista y libertaria.
América Latina hoy y los comunistas libertarios
El nivel organizativo, el peso social, la horizontalidad, la independencia, la capacidad transformadora, la tradición de lucha y el imaginario de los movimientos populares, así como la composición social y la correlación de fuerzas varían mucho de un país a otro, por lo que sería largo analizar la situación país a país y extremadamente complejo componer un retrato de conjunto que fuera útil para trazar una estrategia de conjunto para la región. Nos limitaremos a esbozar unas breves pinceladas sobre algunos aspectos nacionales que nos parecen relevantes en las luchas de los pueblos por el socialismo y la libertad.
En Argentina, Brasil y Chile los movimientos populares tienen que vérselas con gobiernos llamados de izquierda pero que gobiernan para los de arriba y reprimen como la derecha... desocupados, sin tierra y mapuches, respectivamente, siguen estando en la primera línea de las luchas; en Colombia se está configurando un amplio movimiento social que se crece ante la crisis del uribismo; en Bolivia se está viviendo, tras el ascenso de las luchas en los últimos años, una preocupante cooptación de los movimientos populares por el reformismo del gobierno, cosa que también está teniendo lugar en Ecuador, donde son los pueblos originarios los que aportan mayor impulso; en Venezuela los sectores y las prácticas clasistas avanzan pero no consiguen disputar la hegemonía del PSUV sobre las masas y articular una amplia franja de movimiento obrero independiente; en México hay un rico mosaico de resistencias populares; en Centroamérica la lucha contra los TLC ha reavivado la contestación a las políticas imperiales…
Podemos estar seguros de que los oprimidos de América Latina tienen aún mucho que decir. Nos quedan por ver muchas Lacandonas, argentinazos, guerras del agua y del gas, huelgas, marchas del hambre, consejos comunales, piqueteros, mingas, sindicatos clasistas, asambleas populares... con ésos y con otros nombres, rostros y paisajes. Numerosos procesos siguen abiertos en todo el continente y otros nuevos se abrirán, son millones quienes no se resignan a un presente y un futuro de postración y siguen luchando por abrir caminos hacia una sociedad justa.
Hoy como ayer, los comunistas libertarios debemos levantar las banderas de la independencia de clase de las organizaciones sociales. Afirmar la necesidad, para el asentamiento y el avance de las conquistas populares, de que el proceso de transformaciones hacia el socialismo sea conducido por los de abajo. Seguir promoviendo activamente, en definitiva, la construcción de un pueblo fuerte frente a sus explotadores y opresores, capaz de sepultar al capitalismo y dar paso a una sociedad sin clases.
Saludamos el nuevo año y enviamos un cálido abrazo a quienes en América Latina y en todo el mundo no se resignan a la vida de privaciones y de servilismo a la que condena a las mayorías un sistema injusto e inhumano como es el capitalista y se organizan y pelean por una vida digna para todos.
¡ARRIBA SIEMPRE LOS QUE LUCHAN!
Otro 1 de enero, pero de 1994, vuelve a marcar un antes y un después en la izquierda latinoamericana. Hasta entonces, el referente en el continente era en solitario Cuba; la organización destinada a hacer la revolución, el Partido Único de tipo marxista-leninista; el socialismo era entendido exclusivamente como estatización. Todo esto con todos los matices que se quiera, porque las prácticas comunitaristas, sindicalistas de base, de construcción horizontal, nunca han dejado de estar presentes en la lucha de los oprimidos de América Latina y en algunos momentos han tenido una importancia capital, aunque compartida con otras expresiones más en la línea del marxismo-leninismo o de la socialdemocracia.
La irrupción de los zapatistas volvió a poner en la agenda política del continente la revolución social y esta vez con caracteres eminentemente libertarios. A partir de entonces hay un nuevo paradigma, una nueva luz de esperanza para los pueblos americanos: Chiapas. Y sus modos de hacer y su discurso comienzan a disputar la hegemonía en el campo popular a las prácticas verticalistas. El "argentinazo" marca otro hito, también las guerras del agua y del gas en Bolivia y los movimientos indígenas que mirándose en el espejo chiapaneco se extienden por toda la América Morena.
A Estados Unidos se le abren numerosos frentes por todo el mundo y, ocupado en su papel de "gendarme universal", empieza a descuidar su patio trasero, por donde comienzan a abrirse grietas. Surgen gobiernos nacionalistas de variada tipología, composición y base social y movimientos de los de abajo que cuestionan con su organización y su lucha el papel de postergación y miseria al que han sido condenados por el modelo. La izquierda revolucionaria del continente empieza a recuperarse de los mazazos recibidos en los 70 y los 80, y lo hace con una nueva fisonomía, ganando en fuerza las prácticas en la tradición comunitarista y libertaria.
América Latina hoy y los comunistas libertarios
El nivel organizativo, el peso social, la horizontalidad, la independencia, la capacidad transformadora, la tradición de lucha y el imaginario de los movimientos populares, así como la composición social y la correlación de fuerzas varían mucho de un país a otro, por lo que sería largo analizar la situación país a país y extremadamente complejo componer un retrato de conjunto que fuera útil para trazar una estrategia de conjunto para la región. Nos limitaremos a esbozar unas breves pinceladas sobre algunos aspectos nacionales que nos parecen relevantes en las luchas de los pueblos por el socialismo y la libertad.
En Argentina, Brasil y Chile los movimientos populares tienen que vérselas con gobiernos llamados de izquierda pero que gobiernan para los de arriba y reprimen como la derecha... desocupados, sin tierra y mapuches, respectivamente, siguen estando en la primera línea de las luchas; en Colombia se está configurando un amplio movimiento social que se crece ante la crisis del uribismo; en Bolivia se está viviendo, tras el ascenso de las luchas en los últimos años, una preocupante cooptación de los movimientos populares por el reformismo del gobierno, cosa que también está teniendo lugar en Ecuador, donde son los pueblos originarios los que aportan mayor impulso; en Venezuela los sectores y las prácticas clasistas avanzan pero no consiguen disputar la hegemonía del PSUV sobre las masas y articular una amplia franja de movimiento obrero independiente; en México hay un rico mosaico de resistencias populares; en Centroamérica la lucha contra los TLC ha reavivado la contestación a las políticas imperiales…
Podemos estar seguros de que los oprimidos de América Latina tienen aún mucho que decir. Nos quedan por ver muchas Lacandonas, argentinazos, guerras del agua y del gas, huelgas, marchas del hambre, consejos comunales, piqueteros, mingas, sindicatos clasistas, asambleas populares... con ésos y con otros nombres, rostros y paisajes. Numerosos procesos siguen abiertos en todo el continente y otros nuevos se abrirán, son millones quienes no se resignan a un presente y un futuro de postración y siguen luchando por abrir caminos hacia una sociedad justa.
Hoy como ayer, los comunistas libertarios debemos levantar las banderas de la independencia de clase de las organizaciones sociales. Afirmar la necesidad, para el asentamiento y el avance de las conquistas populares, de que el proceso de transformaciones hacia el socialismo sea conducido por los de abajo. Seguir promoviendo activamente, en definitiva, la construcción de un pueblo fuerte frente a sus explotadores y opresores, capaz de sepultar al capitalismo y dar paso a una sociedad sin clases.
Saludamos el nuevo año y enviamos un cálido abrazo a quienes en América Latina y en todo el mundo no se resignan a la vida de privaciones y de servilismo a la que condena a las mayorías un sistema injusto e inhumano como es el capitalista y se organizan y pelean por una vida digna para todos.
¡ARRIBA SIEMPRE LOS QUE LUCHAN!
(Fuente:Alasbarricadas).
AL CONMEMORAR LOS 50 AñOS DE LA REVOLUCION, RAUL CASTRO ADVIRTIO QUE NO HABRA RETROCESO IDEOLOGICO
Desde Santiago de Cuba El actual presidente cubano, Raúl Castro, fue el orador central en el acto por los 50 años de la Revolución Cubana.
Imagen: AFP
“La revolución fue un certero justiciero social que copó toda la sociedad cubana, desde las grandes y señoriales casas hasta los más pobres bohíos, demostrando que lo que soñamos lo pudimos hacer”, tronó la voz de Raúl Castro en el corazón de la capital santiaguera, epicentro del acto principal de los primeros cincuenta años de esa revolución que encabezó Fidel. El actual jefe de Estado cubano fue directo y, si se quiere, crudo al anunciar que los próximos 50 años “no serán fáciles y de permanente lucha”, porque no se retrocederá en los logros y en el contenido ideológico que tiene el proceso.
Sin duda, el anuncio está relacionado con ciertas especulaciones sobre los posibles cambios al sustento socialista del gobierno cubano. Nada más lejos de la realidad y el propio Raúl se encargó de hacerlo saber. Sí reconoció la capacidad de la revolución de saber corregir los errores cometidos. “Ha sido una resistencia firme basada en sólidas convicciones de defendernos sin pensar en el costo. Hoy la revolución es más fuerte que nunca”, insistió Raúl en medio de los aplausos de la cálida noche santiaguera. Para luego anunciar su mirada sobre los años por venir: “Cuando conmemoramos el medio siglo se impone la reflexión de los próximos 50 que serán de permanente lucha. No podemos pensar que serán más fáciles. Lo digo no para asustar sino porque es la pura realidad”.
Sin nombrar a los Estados Unidos y mucho menos al presidente electo Barack Obama, el jefe de Estado cubano tuvo un pequeño párrafo para el país del Norte al advertir que no se dejen engañar ante “los cantos de sirena del enemigo que nunca dejará de ser agresivo por su propia esencia. Aprendamos de la historia”.
Raúl terminó su discurso, sumamente breve si se toma como parámetro los que realizaba Fidel, asegurando que un hombre solo no hace una revolución sino un pueblo entero, pero advirtió que “hay imprescindibles como el comandante en jefe, Fidel Castro Ruz”, dijo y sobre la plaza bajó el más de los fuertes aplausos.
El acto terminó sin estridencias, como había comenzado, la noche estaba cálida y la gente se desconcentró al grito de “Viva Fidel, Viva Raúl”.
Santiago amaneció con el cielo despejado y un sol radiante acompañado de una brisa tenue que permitía a la gran bandera cubana, izada cuando comenzó el 2009, flamear sencilla y placentera.
“Va a ser un buen año porque la bandera no se enrolló ni se trabó. Es una buena señal”, aseguró Yaisir, una dama que se cuida de no representar los más de 70 años.
Así comenzó el primer día del año 50 de la revolución. La tarde y la cercanía del acto no modificaron la vida de Santiago. Es que los pobladores ya sabían de antes que el acto en la pequeña Plaza Céspedes iban a participar los combatientes de la Sierra Maestra, de Angola y las misiones internacionalistas más aquellos que salieran sorteados en sus colectivos de trabajo. Los que se quedaron con la intención de entrar fueron los cientos de viajeros que llegaron a estas tierras para participar de los festejos que están lejos de ser como se viven en tierras como la Argentina. Sin parafernalia, cotillón, globos ni nada de lo que imagina el argentino común y silvestre. Orden y tranquilidad para ingresar pero con mucha emoción y pasión y eso que los cubanos se caracterizan por ser muy alegres.
El acto comenzó con un video que recorrió con detalle el devenir de la revolución. Todos los momentos estuvieron, desde las imágenes triunfantes del 1º de enero de hace cinco décadas, como los días aciagos y tensos de la crisis de los misiles, el discurso del Che Guevara en la Asamblea de Naciones Unidas hasta el discurso de Fidel poco después del atentado al avión de Cubana perpetrado por Posada Carriles. También aquel discurso donde Fidel anunció el inicio del crítico momento que se conoció como “período especial” y del que todavía en la actualidad la isla vive las consecuencias y que preocupa a Raúl hoy al frente del gobierno socialista. Un gobierno que ahora busca volcar nuevamente al mundo del trabajo a todos aquellos que lo abandonaron durante el período especial, aprovechando la avalancha de turismo que derrochaba dólares y euros, mucho más tentadores que una profesión o un estudio porque, además, lograban burlar al Estado al recibir igualmente todos los beneficios que reciben aquellos que trabajan día a día. Esto generó enojos y molestias no sólo en los órganos de gobierno sino entre los que cobran los devaluados pesos cubanos.
Este es el año –según lo dijeron el propio Raúl y otros ministros y diputados en la última asamblea nacional del poder popular– para corregir los desvíos que provocaron los años posteriores a la caída del bloque socialista. Nada se dijo aún de cuáles serán las medidas que se aplicarán, pero en las calles ya se especula, muchos con alegría, que los “parásitos” dejarán de vivir a costa del Estado socialista, recibiendo sus beneficios sin devolver nada a cambio.
Los nuevos 50 años han comenzado. Los que participaron del acto y los que lo siguieron por televisión se fueron con la certeza de que la revolución está firme, segura, pero que como en todas estas décadas, se producirán nuevas revoluciones dentro de la que conduce en esta etapa Raúl Castro y que sigue buscando la construcción del hombre nuevo.
Saludos de los aliados
Los aliados de Cuba saludaron a la Revolución. Los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Rusia y China celebraron ayer a la distancia los 50 años del levantamiento popular que llevó al poder a Fidel Castro en 1959. “Sin la lección de firmeza, coraje, dignidad y resistencia del pueblo cubano, el cambio de época que protagonizan los pueblos de América no se hubiera producido”, señaló un comunicado difundido por el gobierno venezolano. Más tarde, en un acto de homenaje en el Panteón Nacional en Caracas, el presidente Hugo Chávez aseguró que la revolución cubana fue la madre de todos los movimientos libertadores de América latina y “vanguardia de la dignidad de los pueblos del continente”. Otro líder regional que no escatimó elogios fue el boliviano Evo Morales. “A pesar del bloqueo, Cuba es el país más solidario con los pueblos del mundo y ha entregado una ayuda incondicional al proyecto de revolución cultural y democrática en Bolivia”, sostuvo en una conferencia de prensa. En Nicaragua, el mandatario sandinista Daniel Ortega también saludó a su viejo amigo y aliado. “Celebramos este medio siglo de triunfos en un mundo que cada día demanda más conciencia, más ética y moral revolucionarias, para seguir forjando en medio de las intensas contradicciones de un modelo colapsado, que se niega a reconocer su fracaso y su ocaso”, dijo el presidente nicaragüense. Desde el otro hemisferio, los mandatarios de Rusia y China, Dmitri Medvedev y Hu Jintao, expresaron su admiración y su apoyo a la Revolución. “Pasó a la historia como un legendario ejemplo de la lucha por los altos ideales de la justicia social”, sostuvo el líder del Kremlin.
(Fuente:Pagina12-Felipe Yapur).
Desde Santiago de Cuba El actual presidente cubano, Raúl Castro, fue el orador central en el acto por los 50 años de la Revolución Cubana.
Imagen: AFP
“La revolución fue un certero justiciero social que copó toda la sociedad cubana, desde las grandes y señoriales casas hasta los más pobres bohíos, demostrando que lo que soñamos lo pudimos hacer”, tronó la voz de Raúl Castro en el corazón de la capital santiaguera, epicentro del acto principal de los primeros cincuenta años de esa revolución que encabezó Fidel. El actual jefe de Estado cubano fue directo y, si se quiere, crudo al anunciar que los próximos 50 años “no serán fáciles y de permanente lucha”, porque no se retrocederá en los logros y en el contenido ideológico que tiene el proceso.
Sin duda, el anuncio está relacionado con ciertas especulaciones sobre los posibles cambios al sustento socialista del gobierno cubano. Nada más lejos de la realidad y el propio Raúl se encargó de hacerlo saber. Sí reconoció la capacidad de la revolución de saber corregir los errores cometidos. “Ha sido una resistencia firme basada en sólidas convicciones de defendernos sin pensar en el costo. Hoy la revolución es más fuerte que nunca”, insistió Raúl en medio de los aplausos de la cálida noche santiaguera. Para luego anunciar su mirada sobre los años por venir: “Cuando conmemoramos el medio siglo se impone la reflexión de los próximos 50 que serán de permanente lucha. No podemos pensar que serán más fáciles. Lo digo no para asustar sino porque es la pura realidad”.
Sin nombrar a los Estados Unidos y mucho menos al presidente electo Barack Obama, el jefe de Estado cubano tuvo un pequeño párrafo para el país del Norte al advertir que no se dejen engañar ante “los cantos de sirena del enemigo que nunca dejará de ser agresivo por su propia esencia. Aprendamos de la historia”.
Raúl terminó su discurso, sumamente breve si se toma como parámetro los que realizaba Fidel, asegurando que un hombre solo no hace una revolución sino un pueblo entero, pero advirtió que “hay imprescindibles como el comandante en jefe, Fidel Castro Ruz”, dijo y sobre la plaza bajó el más de los fuertes aplausos.
El acto terminó sin estridencias, como había comenzado, la noche estaba cálida y la gente se desconcentró al grito de “Viva Fidel, Viva Raúl”.
Santiago amaneció con el cielo despejado y un sol radiante acompañado de una brisa tenue que permitía a la gran bandera cubana, izada cuando comenzó el 2009, flamear sencilla y placentera.
“Va a ser un buen año porque la bandera no se enrolló ni se trabó. Es una buena señal”, aseguró Yaisir, una dama que se cuida de no representar los más de 70 años.
Así comenzó el primer día del año 50 de la revolución. La tarde y la cercanía del acto no modificaron la vida de Santiago. Es que los pobladores ya sabían de antes que el acto en la pequeña Plaza Céspedes iban a participar los combatientes de la Sierra Maestra, de Angola y las misiones internacionalistas más aquellos que salieran sorteados en sus colectivos de trabajo. Los que se quedaron con la intención de entrar fueron los cientos de viajeros que llegaron a estas tierras para participar de los festejos que están lejos de ser como se viven en tierras como la Argentina. Sin parafernalia, cotillón, globos ni nada de lo que imagina el argentino común y silvestre. Orden y tranquilidad para ingresar pero con mucha emoción y pasión y eso que los cubanos se caracterizan por ser muy alegres.
El acto comenzó con un video que recorrió con detalle el devenir de la revolución. Todos los momentos estuvieron, desde las imágenes triunfantes del 1º de enero de hace cinco décadas, como los días aciagos y tensos de la crisis de los misiles, el discurso del Che Guevara en la Asamblea de Naciones Unidas hasta el discurso de Fidel poco después del atentado al avión de Cubana perpetrado por Posada Carriles. También aquel discurso donde Fidel anunció el inicio del crítico momento que se conoció como “período especial” y del que todavía en la actualidad la isla vive las consecuencias y que preocupa a Raúl hoy al frente del gobierno socialista. Un gobierno que ahora busca volcar nuevamente al mundo del trabajo a todos aquellos que lo abandonaron durante el período especial, aprovechando la avalancha de turismo que derrochaba dólares y euros, mucho más tentadores que una profesión o un estudio porque, además, lograban burlar al Estado al recibir igualmente todos los beneficios que reciben aquellos que trabajan día a día. Esto generó enojos y molestias no sólo en los órganos de gobierno sino entre los que cobran los devaluados pesos cubanos.
Este es el año –según lo dijeron el propio Raúl y otros ministros y diputados en la última asamblea nacional del poder popular– para corregir los desvíos que provocaron los años posteriores a la caída del bloque socialista. Nada se dijo aún de cuáles serán las medidas que se aplicarán, pero en las calles ya se especula, muchos con alegría, que los “parásitos” dejarán de vivir a costa del Estado socialista, recibiendo sus beneficios sin devolver nada a cambio.
Los nuevos 50 años han comenzado. Los que participaron del acto y los que lo siguieron por televisión se fueron con la certeza de que la revolución está firme, segura, pero que como en todas estas décadas, se producirán nuevas revoluciones dentro de la que conduce en esta etapa Raúl Castro y que sigue buscando la construcción del hombre nuevo.
Saludos de los aliados
Los aliados de Cuba saludaron a la Revolución. Los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Rusia y China celebraron ayer a la distancia los 50 años del levantamiento popular que llevó al poder a Fidel Castro en 1959. “Sin la lección de firmeza, coraje, dignidad y resistencia del pueblo cubano, el cambio de época que protagonizan los pueblos de América no se hubiera producido”, señaló un comunicado difundido por el gobierno venezolano. Más tarde, en un acto de homenaje en el Panteón Nacional en Caracas, el presidente Hugo Chávez aseguró que la revolución cubana fue la madre de todos los movimientos libertadores de América latina y “vanguardia de la dignidad de los pueblos del continente”. Otro líder regional que no escatimó elogios fue el boliviano Evo Morales. “A pesar del bloqueo, Cuba es el país más solidario con los pueblos del mundo y ha entregado una ayuda incondicional al proyecto de revolución cultural y democrática en Bolivia”, sostuvo en una conferencia de prensa. En Nicaragua, el mandatario sandinista Daniel Ortega también saludó a su viejo amigo y aliado. “Celebramos este medio siglo de triunfos en un mundo que cada día demanda más conciencia, más ética y moral revolucionarias, para seguir forjando en medio de las intensas contradicciones de un modelo colapsado, que se niega a reconocer su fracaso y su ocaso”, dijo el presidente nicaragüense. Desde el otro hemisferio, los mandatarios de Rusia y China, Dmitri Medvedev y Hu Jintao, expresaron su admiración y su apoyo a la Revolución. “Pasó a la historia como un legendario ejemplo de la lucha por los altos ideales de la justicia social”, sostuvo el líder del Kremlin.
(Fuente:Pagina12-Felipe Yapur).
HISTORIAS ANONIMAS DE LA REVOLUCION
Los festejos se derramaron por las calles de la histórica Santiago.
Desde Santiago de Cuba
Nadie en la capital santiaguera, la ciudad Héroe y Cuna de la Revolución, como la definieran los revolucionarios de 1959, está exento de alguna historia de los días previos o de la jornada del triunfo que se concretó con el ingreso de Fidel Castro a Santiago, la primera escala hasta La Habana.
El primero de todos
José Quiala Hernández, delgado, negro y con 74 años sobre sus hombros se muestra orgulloso de ser el primero de los combatientes que entró a Santiago en la marcha triunfal sobre la ciudad. “Yo conduje el primer jeep que llegó. Me lo había encomendado mi comandante Juan Almeida Bosque, el más firme y correcto comandante que tuve”, dice este hombre que hoy coordina la finca Sabana Ingenio que reúne en el trabajo a ex combatientes y sus familias que con unas vacas producen leche para la ciudad.
“Habíamos sufrido hambre, calor, muertes y heridos pero la alegría de aquel día me permite decir que soy un hombre feliz de haber combatido al lado de los mejores. Usted pensará que es un honor menor haber conducido un jeep aquel día, pero imagínese, era el jeep de los revolucionarios y yo soy uno de ellos”, dijo mientras detrás suyo se levanta imponente la histórica Sierra Maestra.
Lágrimas color Sierra Maestra
Daysi es una bella mujer septuagenaria. Ha logrado, entre tantas carencias, disimular sus canas que resaltan sus ojos verdes. Ella como José Quiala también fue una de las primeras en ver llegar a la columna revolucionaria. A diferencia de Quiala ella no era combatiente pero recuerda el ingreso de aquel entonces muchacho negro y delgado que conducía el jeep. “Había estado días antes en la sierra porque tenía un hermano combatiendo. Llevamos junto con mi madre bajo nuestras polleras, bolsas con comida, galletas, un poco de pernil para los que peleaban por nosotros. Cuando por fin llegamos mi hermano nos dijo que regresáramos de inmediato porque la revolución estaba por triunfar. No le creí, pensé que buscaba protegernos. Pero cuando vi a ese negrito entrar con el jeep casi muero de la emoción”, sostiene mientras sus ojos verdes ahora están más claros por sus lágrimas.
Orgullo santiaguero
Dalila tiene hoy 23 años, estudia ingeniería y como muchas de su edad se criaron bajo el denominado “período especial” que provocó penurias y carencias al pueblo cubano:
“Yo crecí en el período especial –señaló Dalila–, sé lo que es no tener nada, pero le digo que antes nací en la revolución, socialista y humanista. Esto es algo que llevo con orgullo porque sólo así pudimos soportar todo lo que vivimos en aquellos años. Si lo hicimos, entonces me animo a jurarle que, como dijo nuestro comandante Raúl, los próximos 50 años serán difíciles pero triunfaremos”.
El puerco de fin de año
En los barrios de Santiago de Cuba es posible ver durante la tarde del 31 de diciembre a los hombres de la casa cavar en las veredas una pequeña fosa de un metro y medio de largo por unos 40 centímetros de profundidad. Allí depositarán los carbones ardientes y sobre una madera larga un puerco girará por horas hasta que se convierta en la cena de fin de año.
Manuel es uno de los tantos que preparan esta cena tradicional y espera que su puerco se cocina con un vaso de ron a su lado. “Si usted quiere lo invitamos a cenar con nosotros, no será mucho ni muy elegante, pero le aseguro que esta sabroso. Anímese, sólo los que hemos sufrido, como en el período especial, sabemos el valor de la solidaridad”, indicó mientras le pedía a su esposa otro vasito de ron para brindar con este cronista por un 2009 mejor.
(Fuente:Pagina12-Felipe Yapur).
Los festejos se derramaron por las calles de la histórica Santiago.
Desde Santiago de Cuba
Nadie en la capital santiaguera, la ciudad Héroe y Cuna de la Revolución, como la definieran los revolucionarios de 1959, está exento de alguna historia de los días previos o de la jornada del triunfo que se concretó con el ingreso de Fidel Castro a Santiago, la primera escala hasta La Habana.
El primero de todos
José Quiala Hernández, delgado, negro y con 74 años sobre sus hombros se muestra orgulloso de ser el primero de los combatientes que entró a Santiago en la marcha triunfal sobre la ciudad. “Yo conduje el primer jeep que llegó. Me lo había encomendado mi comandante Juan Almeida Bosque, el más firme y correcto comandante que tuve”, dice este hombre que hoy coordina la finca Sabana Ingenio que reúne en el trabajo a ex combatientes y sus familias que con unas vacas producen leche para la ciudad.
“Habíamos sufrido hambre, calor, muertes y heridos pero la alegría de aquel día me permite decir que soy un hombre feliz de haber combatido al lado de los mejores. Usted pensará que es un honor menor haber conducido un jeep aquel día, pero imagínese, era el jeep de los revolucionarios y yo soy uno de ellos”, dijo mientras detrás suyo se levanta imponente la histórica Sierra Maestra.
Lágrimas color Sierra Maestra
Daysi es una bella mujer septuagenaria. Ha logrado, entre tantas carencias, disimular sus canas que resaltan sus ojos verdes. Ella como José Quiala también fue una de las primeras en ver llegar a la columna revolucionaria. A diferencia de Quiala ella no era combatiente pero recuerda el ingreso de aquel entonces muchacho negro y delgado que conducía el jeep. “Había estado días antes en la sierra porque tenía un hermano combatiendo. Llevamos junto con mi madre bajo nuestras polleras, bolsas con comida, galletas, un poco de pernil para los que peleaban por nosotros. Cuando por fin llegamos mi hermano nos dijo que regresáramos de inmediato porque la revolución estaba por triunfar. No le creí, pensé que buscaba protegernos. Pero cuando vi a ese negrito entrar con el jeep casi muero de la emoción”, sostiene mientras sus ojos verdes ahora están más claros por sus lágrimas.
Orgullo santiaguero
Dalila tiene hoy 23 años, estudia ingeniería y como muchas de su edad se criaron bajo el denominado “período especial” que provocó penurias y carencias al pueblo cubano:
“Yo crecí en el período especial –señaló Dalila–, sé lo que es no tener nada, pero le digo que antes nací en la revolución, socialista y humanista. Esto es algo que llevo con orgullo porque sólo así pudimos soportar todo lo que vivimos en aquellos años. Si lo hicimos, entonces me animo a jurarle que, como dijo nuestro comandante Raúl, los próximos 50 años serán difíciles pero triunfaremos”.
El puerco de fin de año
En los barrios de Santiago de Cuba es posible ver durante la tarde del 31 de diciembre a los hombres de la casa cavar en las veredas una pequeña fosa de un metro y medio de largo por unos 40 centímetros de profundidad. Allí depositarán los carbones ardientes y sobre una madera larga un puerco girará por horas hasta que se convierta en la cena de fin de año.
Manuel es uno de los tantos que preparan esta cena tradicional y espera que su puerco se cocina con un vaso de ron a su lado. “Si usted quiere lo invitamos a cenar con nosotros, no será mucho ni muy elegante, pero le aseguro que esta sabroso. Anímese, sólo los que hemos sufrido, como en el período especial, sabemos el valor de la solidaridad”, indicó mientras le pedía a su esposa otro vasito de ron para brindar con este cronista por un 2009 mejor.
(Fuente:Pagina12-Felipe Yapur).
Homenaje de artistas
Desde Santiago de Cuba
Desde Santiago de Cuba
A unos pocos kilómetros de Santiago se levanta el campamento número once de la Misión Victoria que dirige el músico popular Kacho, quien llevó adelante todo el trabajo voluntario de los actores, músicos y artistas con motivo de los destrozos que provocaron los huracanes.
En la finca Sabana Ingenio, donde laboran combatientes de la Revolución y sus familias, soldados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) arman las carpas mientras los artistas trabajan sobre 5 grandes estrellas de unos 4 metros cada una. En la primera, siluetas humanas se acercan al Memorial José Martí de la Plaza de la Revolución. En la segunda, el celeste predomina y en cada brazo el Granma parece seguir navegando. Un joven dibuja en la tercera los rostros de los cubanos, de los guerrilleros, de la sociedad que vive la Revolución desde hace cinco décadas. Una cuarta está en el piso donde se distinguen los musculosos brazos y el fuerte tórax de un negro representando la resistencia. La quinta, la última, tiene el azul del mar, el negro y rojo de la bandera del Movimiento 26 de Julio y dos rostros: Martí y Fidel, el apóstol de la patria y el comandante en jefe. “Acá estamos, en estas tierras que emanan la energía de los combates que acá se produjeron hace 50 años, cuando triunfó la Revolución. Hoy, con nuestro trabajo voluntario y solidario continuamos haciendo la Revolución”, sintetizó Kacho.
(Fuente:Pagina12-Felipe Yapur).
En la finca Sabana Ingenio, donde laboran combatientes de la Revolución y sus familias, soldados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) arman las carpas mientras los artistas trabajan sobre 5 grandes estrellas de unos 4 metros cada una. En la primera, siluetas humanas se acercan al Memorial José Martí de la Plaza de la Revolución. En la segunda, el celeste predomina y en cada brazo el Granma parece seguir navegando. Un joven dibuja en la tercera los rostros de los cubanos, de los guerrilleros, de la sociedad que vive la Revolución desde hace cinco décadas. Una cuarta está en el piso donde se distinguen los musculosos brazos y el fuerte tórax de un negro representando la resistencia. La quinta, la última, tiene el azul del mar, el negro y rojo de la bandera del Movimiento 26 de Julio y dos rostros: Martí y Fidel, el apóstol de la patria y el comandante en jefe. “Acá estamos, en estas tierras que emanan la energía de los combates que acá se produjeron hace 50 años, cuando triunfó la Revolución. Hoy, con nuestro trabajo voluntario y solidario continuamos haciendo la Revolución”, sintetizó Kacho.
(Fuente:Pagina12-Felipe Yapur).
“Ahora tenemos que ahorrar más”
Fidel Castro no se sumó a las celebraciones por el 50º aniversario de la Revolución Cubana, pero dijo presente con un mensaje. “Al cumplirse dentro de pocas horas el 50º aniversario del Triunfo, felicito a nuestro pueblo heroico”, escribió el veterano dirigente cubano en el diario del Partido Comunista, Granma. Ayer por la mañana, al leer esas palabras, los cubanos supieron que no verían al histórico líder de la Revolución, que hace más de un año y medio se encuentra alejado del gobierno y la vida pública en general.
En su lugar habló Raúl, su hermano menor y sucesor político. En una entrevista con la televisión cubana, el presidente reivindicó los esfuerzos de últimos 50 años y prometió más cambios. “No hemos tenido paz, no hemos tenido tranquilidad, el enemigo dice que el socialismo ha sido un fracaso. Pero no ha sido ningún fracaso, ni siquiera en estas condiciones”, aseguró anteayer, horas antes del inicio de los festejos.
“Estos 50 años son años heroicos, tenemos que sentirnos orgullosos de todo lo que hemos vivido, esa gloria que no podemos mancillar, que no podemos dejar caer, tenemos que continuar porque el imperialismo está ahí”, agregó antes de dejar La Habana y dirigirse a Santiago de Cuba, la ciudad donde Fidel y él iniciaron la revolución que los llevó al poder. Según adelantó, al terminar las celebraciones visitará la tumba del héroe revolucionario José Martí y colocará una ofrenda floral a pedido de su hermano, Fidel.
El actual mandatario no se quedó solamente en los halagos y continuó con sus promesas de cambios graduales. Aunque dijo estar lleno de optimismo, el líder revolucionario aseguró que de no renovar y modernizar la estructura económica de la isla, no podrán avanzar. “Tenemos que desarrollar las producciones internas, incrementar las exportaciones y producir todos los alimentos que se puedan producir en el país”, aseguró Castro, quien en los años ’90 fue el encargado de diseñar e implementar las grandes reformas económicas.
Esta vez Castro no prometió grandes reformas, como lo había hecho en su discurso de asunción y en el aniversario de la toma del Cuartel Moncada en 1953, la primera ofensiva contra el régimen del dictador Fulgencio Batista. El presidente cubano reconoció que este año que comienza será uno de austeridad y control del gasto público. “Ahora tenemos que ahorrar más, tenemos que darle el verdadero valor del trabajo”, pronosticó.
La semana pasada, en la última sesión del año del Congreso cubano, el veterano dirigente ya había adelantado el difícil escenario que le espera a la isla en el 2009 que comienza. Además de la crisis internacional que golpea a todo el mundo, la isla fue azotada el año que pasó con una serie de huracanes que dejó pérdidas económicas por más de 10 mil millones de dólares.
(Fuente:Pagina12).
En su lugar habló Raúl, su hermano menor y sucesor político. En una entrevista con la televisión cubana, el presidente reivindicó los esfuerzos de últimos 50 años y prometió más cambios. “No hemos tenido paz, no hemos tenido tranquilidad, el enemigo dice que el socialismo ha sido un fracaso. Pero no ha sido ningún fracaso, ni siquiera en estas condiciones”, aseguró anteayer, horas antes del inicio de los festejos.
“Estos 50 años son años heroicos, tenemos que sentirnos orgullosos de todo lo que hemos vivido, esa gloria que no podemos mancillar, que no podemos dejar caer, tenemos que continuar porque el imperialismo está ahí”, agregó antes de dejar La Habana y dirigirse a Santiago de Cuba, la ciudad donde Fidel y él iniciaron la revolución que los llevó al poder. Según adelantó, al terminar las celebraciones visitará la tumba del héroe revolucionario José Martí y colocará una ofrenda floral a pedido de su hermano, Fidel.
El actual mandatario no se quedó solamente en los halagos y continuó con sus promesas de cambios graduales. Aunque dijo estar lleno de optimismo, el líder revolucionario aseguró que de no renovar y modernizar la estructura económica de la isla, no podrán avanzar. “Tenemos que desarrollar las producciones internas, incrementar las exportaciones y producir todos los alimentos que se puedan producir en el país”, aseguró Castro, quien en los años ’90 fue el encargado de diseñar e implementar las grandes reformas económicas.
Esta vez Castro no prometió grandes reformas, como lo había hecho en su discurso de asunción y en el aniversario de la toma del Cuartel Moncada en 1953, la primera ofensiva contra el régimen del dictador Fulgencio Batista. El presidente cubano reconoció que este año que comienza será uno de austeridad y control del gasto público. “Ahora tenemos que ahorrar más, tenemos que darle el verdadero valor del trabajo”, pronosticó.
La semana pasada, en la última sesión del año del Congreso cubano, el veterano dirigente ya había adelantado el difícil escenario que le espera a la isla en el 2009 que comienza. Además de la crisis internacional que golpea a todo el mundo, la isla fue azotada el año que pasó con una serie de huracanes que dejó pérdidas económicas por más de 10 mil millones de dólares.
(Fuente:Pagina12).
En la vanguardia de la historia-Opinion.
Es una tarea ciclópea resumir en unas pocas líneas el significado de algo tan especial como la Revolución Cubana, que el viejo Hegel no hubiera dudado un instante en caracterizar como un acontecimiento “histórico-universal”. Una revolución que destruyó mitos y prejuicios profundamente arraigados: que la revolución jamás podría triunfar en una isla situada a 90 millas de Estados Unidos; que el imperialismo jamás permitiría la existencia de un país socialista en su patio trasero; que la revolución era impensable en un país subdesarrollado y, para colmo, sin el protagonismo de un partido “marxista-leninista” conduciendo la insurrección de las masas. Todos estos pronósticos, y muchos otros que sería largo enumerar, fueron refutados por el triunfo, la consolidación y la heroica sobrevivencia de la Revolución Cubana.
Ha sido –y sigue siendo– una hazaña resistir a medio siglo de un bloqueo económico sin precedentes en la historia de la humanidad y que año a año es condenado por casi todos los países de la ONU, con la excepción de Estados Unidos y un puñado de “estados-clientes”. Pensemos simplemente lo que hubiera ocurrido en la Argentina ante un bloqueo de apenas un año, limitando drásticamente desde la importación de bienes esenciales hasta el ancho de banda de la Internet: este país se habría desintegrado producto de la conmoción social que tal política habría desencadenado. Por eso quien no quiera hablar del imperialismo norteamericano y sus políticas de permanente bloqueo y agresión, debería abstenerse de formular cualquier tipo de crítica a la revolución. Es bien importante marcar esta postura porque tanto dentro como fuera de Cuba no son pocos quienes disparan sus dardos contra las asignaturas pendientes de la revolución sin hacer la menor mención al influjo profundamente desestabilizador de la política del imperio. Es cierto que hay mucho por hacer todavía en Cuba, pero ¿cómo comprender esas falencias al margen de un bloqueo de medio siglo cuyo costo, según cálculos muy conservadores, oscila en torno de los 93.000 millones de dólares, una cifra dos veces superior al Producto Bruto de Cuba, más allá de otras consecuencias que trascienden lo económico y que se miden en vidas humanas y en sufrimientos innecesarios e indiscriminados de toda la población?
A las restricciones propias del bloqueo habría que agregar, entre muchas otras, el humillante servilismo de la casi totalidad de los países de la región, con la honrosa excepción de México, que ante un úkase del imperio cortaron relaciones con la patria de Martí a partir de 1962, profundizando los efectos deletéreos del bloqueo. Pese a ello, los cincuenta años de la revolución encuentran a Cuba sólidamente a la cabeza en una amplia diversidad de índices de desarrollo social. Este es un asunto que ya se da por descontado pero conviene recordarlo, puesto que tales logros se alcanzaron bajo la hostilidad permanente de Estados Unidos y debiendo además sobreponerse a las tremendas consecuencias derivadas de la implosión de la Unión Soviética y la desaparición del Comecón. Los otros países de la región, rutinariamente cubiertos de elogios por la prensa imperialista y sus voceros en el mundo político, registran índices de desarrollo social muy inferiores –en algunos casos vergonzosamente inferiores– a los cubanos pese a que a lo largo de este medio siglo contaron con el apoyo financiero y político de Washington. Un solo indicador basta con su elocuencia: la tasa de mortalidad infantil por cada 1000 nacidos vivos coloca claramente a Cuba por encima de cualquier otro país de las Américas, con un nivel semejante al de Canadá (5/1000) y aventajando a Estados Unidos (7/1000), para no hablar de países como Argentina, Brasil, México, en donde estas tasas triplican o cuadruplican a las cubanas.
La revolución se encuentra ahora ante renovados desafíos originados en: a) los grandes cambios que caracterizan a la economía mundial y que provocan la obsolescencia del viejo modelo de planificación ultra-centralizada; b) la creciente beligerancia de un imperialismo que se enfrenta con renovadas resistencias a lo largo y ancho del globo, sobre todo luego de la crisis global estalló pocos meses atrás; y, c) de la necesidad de renovar el impulso revolucionario y, sobre todo, transmitirlo a las nuevas generaciones. Desafíos que requieren de respuestas innovadoras pero, como el mismo Fidel lo recordara, para nada significa caer en el “error histórico” de creer que “con métodos capitalistas se puede construir el socialismo”. En otras palabras: la reforma no puede significar la reintroducción de métodos capitalistas en la gestión de la economía, como se hizo en China o Vietnam. Se deberá transitar por un estrecho sendero en donde se mantenga la planificación de las actividades económicas y el papel rector del estado pero apelando a estructuras más flexibles de planificación y control y a procesos más ágiles de conducción y ejecución. De lo contrario, las desigualdades se multiplicarían y la corrupción resultante de las mismas podría, al cabo de un tiempo, debilitar irreparablemente el impulso revolucionario y favorecer los planes de la reacción imperialista. Por eso Cuba está a la vanguardia de la historia, realizando un experimento sin precedentes: reformar al socialismo pero profundizando el socialismo. Al igual que antes, Cuba rompe con todos los manuales y con el saber convencional. Estamos seguros de que ahora también el éxito rubricará su valiosa osadía.
Una reflexión final: imaginemos lo que habría sucedido en América latina si la Revolución Cubana hubiese sucumbido ante las agresiones del imperialismo o a consecuencia del derrumbe de la Unión Soviética. La respuesta es clara y contundente: en tal hipotético caso nuestra historia habría sido radicalmente diferente. Sin la antorcha prometeica sostenida heroicamente por Cuba durante medio siglo, los pueblos de las Américas difícilmente habrían tenido la audacia para resistir la renovada opresión y explotación de que eran objeto y para rebelarse en contra del imperio y sus lugartenientes locales. Fue su vibrante ejemplo el que incendió la pradera de América latina en los años sesenta, lo que alimentó las grandes movilizaciones que impulsaron el ascenso de la Unidad Popular en Chile y el triunfo de Héctor Cámpora en la Argentina; abrió el espacio para el giro radical de Juan Velasco Alvarado en el Perú; facilitó la instauración de la Asamblea Popular y el gobierno de Juan José Torres en Bolivia y nutrió la insurgencia constitucionalista del coronel Francisco Caamaño Deñó en la República Dominicana ultrajada por el invasor yankee. Fue la inconmovible lealtad y solidaridad de Cuba con todos los pueblos en lucha lo que hizo posible resistir las atrocidades de las dictaduras que asolaron la región en los años setenta y, entre tantas otras cosas, asegurar el triunfo del sandinismo en Nicaragua y, con el sacrificio de sus hijas e hijos, derrotar al apartheid sudafricano y garantizar la independencia de Angola. Fue la inconmovible fortaleza de Cuba la que la convirtió en referencia obligada cuando, a mediados de los ochenta, el continente retomaba el escarpado –¡y aparentemente interminable!– sendero de la “transición democrática” agobiado por el peso de una deuda externa “incobrable e impagable”, como la definiera Fidel en 1985. Ejemplo que adquirió dimensiones gigantescas cuando Cuba demostró ser capaz de resistir a pie firme el derrumbe de los mal llamados “socialismos realmente existentes”, desplomados precisamente por no ser socialismos. Es en este escenario, que lleva la marca indeleble de la resistencia de Cuba como una de sus señas de identidad, que irrumpe la Revolución Bolivariana y la figura excepcional de Hugo Chávez, mientras que más al sur Rafael Correa ponía en marcha su Revolución Ciudadana y en la Bolivia del Che un abnegado dirigente cocalero, Evo Morales, se proyectaba como el líder de un pueblo en pos de una reivindicación que se le debía desde hacía más de cinco siglos. Hay también otros procesos en marcha en Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y, en general, en casi toda nuestra geografía. Con características externas diferentes según los casos, pero invariablemente –al menos en el espíritu de los pueblos, si no en su dirigencia– como expresión de un intransigente rechazo al imperialismo, el capitalismo y las políticas neoliberales. Todo esto no habría sido posible si Cuba hubiera sido derrotada en Girón, o si sus hombres y mujeres hubiesen defeccionado, abandonando sus ideales, ahogando la antorcha que con tanto esfuerzo y dignidad sostuvieron en alto durante medio siglo. Por eso la deuda de los pueblos latinoamericanos con la Revolución Cubana es inmensa. Una revolución cuyo internacionalismo la llevó a derrotar a los fascistas sudafricanos y que, como si la hazaña anterior no fuera suficiente, inunda al Tercer Mundo de médicos, enfermeros, maestros, instructores deportivos; una revolución que siembra educación, salud y vida, contra un imperio que hace lo propio con la ignorancia, la destrucción y la muerte. Por eso, y por tantas otras cosas que sería imposible siquiera nombrar, vaya nuestra eterna gratitud para con el pueblo y el gobierno cubanos, para Fidel y para Raúl, y antes para el Che, para Camilo, para Haydée y tantos otros héroes anónimos, cubanas y cubanos que con su lucha cotidiana y su tenacidad de hierro hicieron posible este renacimiento de las perspectivas del socialismo en América latina.
(Fuente:Pagina12-Atilio A. Borón).
Ha sido –y sigue siendo– una hazaña resistir a medio siglo de un bloqueo económico sin precedentes en la historia de la humanidad y que año a año es condenado por casi todos los países de la ONU, con la excepción de Estados Unidos y un puñado de “estados-clientes”. Pensemos simplemente lo que hubiera ocurrido en la Argentina ante un bloqueo de apenas un año, limitando drásticamente desde la importación de bienes esenciales hasta el ancho de banda de la Internet: este país se habría desintegrado producto de la conmoción social que tal política habría desencadenado. Por eso quien no quiera hablar del imperialismo norteamericano y sus políticas de permanente bloqueo y agresión, debería abstenerse de formular cualquier tipo de crítica a la revolución. Es bien importante marcar esta postura porque tanto dentro como fuera de Cuba no son pocos quienes disparan sus dardos contra las asignaturas pendientes de la revolución sin hacer la menor mención al influjo profundamente desestabilizador de la política del imperio. Es cierto que hay mucho por hacer todavía en Cuba, pero ¿cómo comprender esas falencias al margen de un bloqueo de medio siglo cuyo costo, según cálculos muy conservadores, oscila en torno de los 93.000 millones de dólares, una cifra dos veces superior al Producto Bruto de Cuba, más allá de otras consecuencias que trascienden lo económico y que se miden en vidas humanas y en sufrimientos innecesarios e indiscriminados de toda la población?
A las restricciones propias del bloqueo habría que agregar, entre muchas otras, el humillante servilismo de la casi totalidad de los países de la región, con la honrosa excepción de México, que ante un úkase del imperio cortaron relaciones con la patria de Martí a partir de 1962, profundizando los efectos deletéreos del bloqueo. Pese a ello, los cincuenta años de la revolución encuentran a Cuba sólidamente a la cabeza en una amplia diversidad de índices de desarrollo social. Este es un asunto que ya se da por descontado pero conviene recordarlo, puesto que tales logros se alcanzaron bajo la hostilidad permanente de Estados Unidos y debiendo además sobreponerse a las tremendas consecuencias derivadas de la implosión de la Unión Soviética y la desaparición del Comecón. Los otros países de la región, rutinariamente cubiertos de elogios por la prensa imperialista y sus voceros en el mundo político, registran índices de desarrollo social muy inferiores –en algunos casos vergonzosamente inferiores– a los cubanos pese a que a lo largo de este medio siglo contaron con el apoyo financiero y político de Washington. Un solo indicador basta con su elocuencia: la tasa de mortalidad infantil por cada 1000 nacidos vivos coloca claramente a Cuba por encima de cualquier otro país de las Américas, con un nivel semejante al de Canadá (5/1000) y aventajando a Estados Unidos (7/1000), para no hablar de países como Argentina, Brasil, México, en donde estas tasas triplican o cuadruplican a las cubanas.
La revolución se encuentra ahora ante renovados desafíos originados en: a) los grandes cambios que caracterizan a la economía mundial y que provocan la obsolescencia del viejo modelo de planificación ultra-centralizada; b) la creciente beligerancia de un imperialismo que se enfrenta con renovadas resistencias a lo largo y ancho del globo, sobre todo luego de la crisis global estalló pocos meses atrás; y, c) de la necesidad de renovar el impulso revolucionario y, sobre todo, transmitirlo a las nuevas generaciones. Desafíos que requieren de respuestas innovadoras pero, como el mismo Fidel lo recordara, para nada significa caer en el “error histórico” de creer que “con métodos capitalistas se puede construir el socialismo”. En otras palabras: la reforma no puede significar la reintroducción de métodos capitalistas en la gestión de la economía, como se hizo en China o Vietnam. Se deberá transitar por un estrecho sendero en donde se mantenga la planificación de las actividades económicas y el papel rector del estado pero apelando a estructuras más flexibles de planificación y control y a procesos más ágiles de conducción y ejecución. De lo contrario, las desigualdades se multiplicarían y la corrupción resultante de las mismas podría, al cabo de un tiempo, debilitar irreparablemente el impulso revolucionario y favorecer los planes de la reacción imperialista. Por eso Cuba está a la vanguardia de la historia, realizando un experimento sin precedentes: reformar al socialismo pero profundizando el socialismo. Al igual que antes, Cuba rompe con todos los manuales y con el saber convencional. Estamos seguros de que ahora también el éxito rubricará su valiosa osadía.
Una reflexión final: imaginemos lo que habría sucedido en América latina si la Revolución Cubana hubiese sucumbido ante las agresiones del imperialismo o a consecuencia del derrumbe de la Unión Soviética. La respuesta es clara y contundente: en tal hipotético caso nuestra historia habría sido radicalmente diferente. Sin la antorcha prometeica sostenida heroicamente por Cuba durante medio siglo, los pueblos de las Américas difícilmente habrían tenido la audacia para resistir la renovada opresión y explotación de que eran objeto y para rebelarse en contra del imperio y sus lugartenientes locales. Fue su vibrante ejemplo el que incendió la pradera de América latina en los años sesenta, lo que alimentó las grandes movilizaciones que impulsaron el ascenso de la Unidad Popular en Chile y el triunfo de Héctor Cámpora en la Argentina; abrió el espacio para el giro radical de Juan Velasco Alvarado en el Perú; facilitó la instauración de la Asamblea Popular y el gobierno de Juan José Torres en Bolivia y nutrió la insurgencia constitucionalista del coronel Francisco Caamaño Deñó en la República Dominicana ultrajada por el invasor yankee. Fue la inconmovible lealtad y solidaridad de Cuba con todos los pueblos en lucha lo que hizo posible resistir las atrocidades de las dictaduras que asolaron la región en los años setenta y, entre tantas otras cosas, asegurar el triunfo del sandinismo en Nicaragua y, con el sacrificio de sus hijas e hijos, derrotar al apartheid sudafricano y garantizar la independencia de Angola. Fue la inconmovible fortaleza de Cuba la que la convirtió en referencia obligada cuando, a mediados de los ochenta, el continente retomaba el escarpado –¡y aparentemente interminable!– sendero de la “transición democrática” agobiado por el peso de una deuda externa “incobrable e impagable”, como la definiera Fidel en 1985. Ejemplo que adquirió dimensiones gigantescas cuando Cuba demostró ser capaz de resistir a pie firme el derrumbe de los mal llamados “socialismos realmente existentes”, desplomados precisamente por no ser socialismos. Es en este escenario, que lleva la marca indeleble de la resistencia de Cuba como una de sus señas de identidad, que irrumpe la Revolución Bolivariana y la figura excepcional de Hugo Chávez, mientras que más al sur Rafael Correa ponía en marcha su Revolución Ciudadana y en la Bolivia del Che un abnegado dirigente cocalero, Evo Morales, se proyectaba como el líder de un pueblo en pos de una reivindicación que se le debía desde hacía más de cinco siglos. Hay también otros procesos en marcha en Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y, en general, en casi toda nuestra geografía. Con características externas diferentes según los casos, pero invariablemente –al menos en el espíritu de los pueblos, si no en su dirigencia– como expresión de un intransigente rechazo al imperialismo, el capitalismo y las políticas neoliberales. Todo esto no habría sido posible si Cuba hubiera sido derrotada en Girón, o si sus hombres y mujeres hubiesen defeccionado, abandonando sus ideales, ahogando la antorcha que con tanto esfuerzo y dignidad sostuvieron en alto durante medio siglo. Por eso la deuda de los pueblos latinoamericanos con la Revolución Cubana es inmensa. Una revolución cuyo internacionalismo la llevó a derrotar a los fascistas sudafricanos y que, como si la hazaña anterior no fuera suficiente, inunda al Tercer Mundo de médicos, enfermeros, maestros, instructores deportivos; una revolución que siembra educación, salud y vida, contra un imperio que hace lo propio con la ignorancia, la destrucción y la muerte. Por eso, y por tantas otras cosas que sería imposible siquiera nombrar, vaya nuestra eterna gratitud para con el pueblo y el gobierno cubanos, para Fidel y para Raúl, y antes para el Che, para Camilo, para Haydée y tantos otros héroes anónimos, cubanas y cubanos que con su lucha cotidiana y su tenacidad de hierro hicieron posible este renacimiento de las perspectivas del socialismo en América latina.
(Fuente:Pagina12-Atilio A. Borón).
Siete desafíos para Cuba-Opinión.
El índice de mortalidad infantil en Cuba es el más bajo de América latina, la esperanza de vida se acerca a la de los países desarrollados y la pobreza extrema no existe. Todos los niños reciben un litro de leche por día, la Unesco declaró a la isla territorio libre de analfabetismo y todos los jóvenes tienen igual derecho a ingresar a la universidad. Aclarados estos puntos, a continuación se presentan, con datos, información y cifras, siete grandes desafíos para Cuba, a 50 años del ingreso triunfal de Fidel a La Habana.
1 La doble moneda
Contra lo que piensan a un lado y al otro del estrecho de la Florida, el principal problema de Cuba no es la presión de Miami o la disidencia interna, sino el sistema de dualidad monetaria. Comenzó en los ’90, cuando el colapso soviético produjo un hundimiento de la economía de la isla: entre 1989 y 1993, según cifras oficiales, el PBI cayó 35 por ciento, el consumo de carne pasó de 39 a 21 kilos per cápita y el de pescado, de 18 a 8. Hubo, en aquellos años fatales que el eufemismo de Fidel definió como el “período especial”, apagones de hasta 14 horas, junto a oleadas de balseros huyendo a Estados Unidos.
El fin de los subsidios soviéticos forzó al gobierno a ensayar una apertura que incluyó incentivos a la inversión extranjera, sobre todo en turismo, y la autorización del trabajo por cuenta propia. El plan, que consistía en inyectarle dosis de mercado a un sistema hipercentralizado, llevó finalmente a admitir la libre circulación del dólar, que en el 2004 fue reemplazado por el peso convertible. Y así es como hoy Cuba tiene dos monedas: la moneda nacional, con la que se pagan los salarios y se compran los productos básicos, y los pesos convertibles (equivalentes al dólar), a los que los cubanos tienen que recurrir para obtener todo aquello que no se puede conseguir en moneda nacional.
Y son muchas cosas. La cartilla oficial permite acceder en pesos cubanos a la mitad, aproximadamente, de las necesidades alimentarias de cada familia: incluye, cada mes, 8 huevos, dos kilos de azúcar, 3 kilos de pollo, 3 kilos de arroz, un jabón, etc. El problema surge cuando una persona, que recibe su salario en moneda nacional, quiere comprar hojas de papel o un melón, para lo cual tiene que recurrir a los negocios para turistas o al mercado negro, que venden sus productos en pesos convertibles. Y a precios internacionales: en La Habana, un melón cuesta lo mismo que en Buenos Aires, Caracas o Miami.
2 Los dos circuitos sociales
El sistema de doble moneda generó una dualidad social muy dañina. Porque, aunque todos los cubanos tienen asegurados servicios de salud y educación, jubilación y vivienda (aunque probablemente un poco derruida), el resto debe buscarlo de otra manera.
En Cuba, un profesor universitario o un médico gana alrededor de 1000 pesos cubanos al mes, unos 40 pesos convertibles, con los que tiene que comprar todo aquello que el Estado no le provee, lo que genera una enorme distancia entre los que logran hacerse de los preciados pesos convertibles mediante el acceso a los circuitos internacionales y aquellos que tienen que conformarse con su salario en pesos cubanos.
La situación se agrava por el hecho que el salario medio en pesos cubanos ha ido disminuyendo.
3 La relación formación-salarios
El sistema de doble moneda no es una simple decisión de política monetaria, sino un reflejo de los déficit estructurales de la economía. En una entrevista publicada en el Nº 9 de la revista Consenso, el investigador Pedro Monreal explica que la causa profunda de este esquema radica en la ineficiencia económica. “Lo que impide la corrección que todo el mundo entiende que es necesaria es la falta de productividad de la economía estatal. Si la economía estatal, que es la que respalda esa moneda, es improductiva, jamás podrá resolverse el problema de unificar la moneda.”
El sistema bimonetario genera, además de una creciente dualidad social y de una larga serie de problemas técnicos, efectos negativos más difusos pero no menos importantes: una de sus derivaciones más perversas es el quiebre de la relación entre formación e ingreso, lo que a su vez pone en cuestión uno de los grandes triunfos de la revolución: los altos estándares de educación universitaria.
La explicación es simple. Hoy un empleado de hotel puede triplicar, gracias a las propinas, el sueldo mensual de un cirujano cerebrovascular que ha estudiado 20 años pero que no tiene relación con los turistas. La clave de la prosperidad en Cuba ya no pasa por el título universitario, sino por la vinculación con el exterior.
Esto se ve claramente con algunos ejemplos de confort hogareño. En Cuba está prohibido comprar y vender casas, que se asignan mediante herencia o complicados sistemas de calificación oficial. Pero está permitido canjearlas, siempre y cuando se trate de propiedades de un valor similar. ¿Qué hace entonces el empleado de hotel después de años de acumular propinas? Contacta al cirujano cerebrovascular, negocia el canje y paga un soborno al inspector, que certifica que se trata de un intercambio legítimo.
En suma, la movilidad social ha resurgido, pero no por vía del esfuerzo educativo sino del contacto con el turismo y las remesas, las dos grandes fuentes de pesos convertibles en la Cuba de hoy.
4 La reestratificación social
La apertura de los ’90 permitió relanzar el crecimiento, descomprimió los reclamos de apertura política y reactivó el consumo. Y, junto al sistema bimonetario y el ingreso definitivo de Cuba al mundo globalizado, generó profundos cambios sociales.
Uno de los más notables es la recomposición de la pequeña burguesía urbana, integrada por propietarios de restaurantes, talleres de autos y pequeños productores, por ejemplo de calzados. Según datos oficiales, el Coeficiente de Gini se ha incrementado: pasó de 0,24 antes de la caída del Muro de Berlín a 0,41 a fines de los ‘90 (no hay información actual, pero se estima que ha aumentado todavía más). Las diferencias territoriales también se ensanchan: el último Indice de Desarrollo Humano sitúa a la ciudad de La Habana 30 por ciento mejor que la provincia de Granma.
Se trata, en suma, de diversas manifestaciones de un paisaje social más complejo y diferenciado. Lo que la socióloga Mayra Espina, de la Universidad de La Habana, define como una tendencia a “la reestratificación social” (“Viejas y nuevas desigualdades en Cuba”, Nueva Sociedad, Nº 216).
5 La inseguridad alimentaria y energética
Tras cinco décadas de revolución, ciertos aspectos de la economía cubana se han transformado radicalmente, algunos como resultado de cambios globales (el níquel ha reemplazado al azúcar como el principal producto de exportación) y otros como consecuencia de decisiones endógenas: las políticas de salud y educación masivas han permitido que hoy los médicos cubanos que trabajan en el exterior, especialmente en Venezuela, se hayan convertido en una de las principales fuentes de divisas del país (en el 2006 representaron el 28 por ciento de las exportaciones, según datos de Julie M. Feinsilver, Foreign Affairs en Español, vol. 6, Nº 4).
Pero a pesar de estos cambios, la dependencia alimentaria y energética sigue siendo altísima. La producción nacional aporta, según datos oficiales, apenas el 42 por ciento de las calorías y el 38 por ciento de las proteínas consumidas por los cubanos, lo que obliga a la isla a importar alimentos por 2 mil millones de dólares al año. Y ello no se debe a los huracanes que regularmente azotan al Caribe, sino a las fallidas políticas agrarias de las últimas décadas, junto a otras bienintencionadas pero que no ayudaron a mejorar la situación (la extensión de la educación universitaria, por ejemplo, produjo una migración campo-ciudad que despobló áreas rurales enteras). Hoy basta con acercarse a cualquier almacén o bar de La Habana para comprobar que, en una isla extensa y fértil, se consume jugo envasado en El Salvador, cereales procesados en China o carne brasilera.
La dependencia energética también es importante, y sólo la ayuda de Chávez explica que los apagones de los ’90 hayan desaparecido. Venezuela envía a Cuba unos 90 mil barriles de petróleo por día, más o menos lo mismo que la Unión Soviética en los dorados años de la Guerra Fría.
6 El consenso político
La disidencia interna tiene escaso arraigo social, se encuentra fragmentada y en buena medida cooptada por Washington. Pero esto no significa que el consenso del régimen sea total, como demuestran los resultados electorales. Desde 1993, el sistema electoral permite elegir por voto directo a los integrantes de la Asamblea Nacional de una lista única propuesta por el Partido Comunista. Se puede elegir a uno, a varios, a ninguno o a todos los candidatos de esa lista. En los meses previos, el gobierno extrema su campaña por el voto a lista completa.
En las elecciones de febrero del año pasado, el “voto unido” superó el 90 por ciento. Aunque puede parecer mucho, también significa que un millón de cubanos se negaron a votar, votaron en blanco o no votaron la lista completa. El apoyo es menos sólido de lo que se piensa: poco después de las elecciones de 1998, en las que el “voto unido” llegó al 90 por ciento, el 30 por ciento de la población se presentó para obtener una visa a Estados Unidos. En Cuba, como en todos los sistemas de partido único, las elecciones no necesariamente son un indicador de respaldo al gobierno.
Y además siempre es difícil calcular el peso real de la estructura autoritaria. Aunque nunca, ni en los tiempos más duros, hubo matanzas masivas o torturas, sí existieron momentos de represión selectiva: en abril del 2003, un grupo de jóvenes secuestró una lancha con pasajeros e intentó llevarla a Miami, pero fueron detenidos y remolcados a La Habana. Los secuestradores iban armados pero no lastimaron a nadie. Fueron capturados el 4 de abril, procesados el 8 y tres de ellos fusilados el 10. La condena, decidida en un tiempo obviamente insuficiente para elaborar una defensa digna, generó un amplio rechazo internacional (que incluyó la famosa carta de Saramago).
En este marco, la respuesta de los cubanos parece inclinarse más a un menú de opciones despolitizadas, estrategias de salvación económica individual o una vuelta a la religión, lo que no significa que el gobierno no tenga por delante el desafío de explorar vías de construcción de consensos más legítimas que la simple apuesta a la apatía social.
7 Gestionar la transición
Si el camino de Cuba es, como todo lo indica, una transición al estilo vietnamita (perestroika sin glasnost), el gobierno deberá tener en cuenta una larga serie de cuestiones, desde la dependencia económica hasta la creciente diferenciación social. Algunos actores internos (los militares, que controlan el 50 por ciento de la economía, la todavía tímida sociedad civil, la Iglesia) jugarán un rol central. Y lo mismo los protagonistas externos: Barack Obama, el gobierno de España, los líderes de izquierda de América latina.
Y en este sentido es notable la polarización que todavía genera Cuba. De un lado, esa incapacidad para criticar lo evidente, persistente actitud de un sector de la izquierda que tiene muchas causas, desde la nostalgia mal procesada hasta la confusión entre lo verdadero y lo antiguo (Bentleys de los ’60, tiendas polvorientas y las paredes descascaradas de La Habana vieja), como si lo atrasado fuera sinónimo de lo auténtico. Y, en el extremo opuesto, el rechazo total, la dificultad para reconocer los avances sociales, el rol histórico en Angola.
En un ambiente internacional menos conflictivo que en el pasado pero siempre en tensión, el gobierno de Raúl enfrenta una serie de desafíos cruciales, que tal vez puedan resumirse, al final, en uno solo: cómo manejar el riesgo de que las reformas económicas le otorguen a la sociedad una mayor autonomía, que se exprese en la progresiva superación de la fragmentación que durante décadas ha explicado su subordinación política. En otras palabras, el reto de compatibilizar un Estado de rasgos ineficientes y autoritarios con una sociedad más compleja, diversificada y educada (resultado tanto de los éxitos como de los fracasos del régimen).
(Fuente:Pagina12-José Natanson).
El índice de mortalidad infantil en Cuba es el más bajo de América latina, la esperanza de vida se acerca a la de los países desarrollados y la pobreza extrema no existe. Todos los niños reciben un litro de leche por día, la Unesco declaró a la isla territorio libre de analfabetismo y todos los jóvenes tienen igual derecho a ingresar a la universidad. Aclarados estos puntos, a continuación se presentan, con datos, información y cifras, siete grandes desafíos para Cuba, a 50 años del ingreso triunfal de Fidel a La Habana.
1 La doble moneda
Contra lo que piensan a un lado y al otro del estrecho de la Florida, el principal problema de Cuba no es la presión de Miami o la disidencia interna, sino el sistema de dualidad monetaria. Comenzó en los ’90, cuando el colapso soviético produjo un hundimiento de la economía de la isla: entre 1989 y 1993, según cifras oficiales, el PBI cayó 35 por ciento, el consumo de carne pasó de 39 a 21 kilos per cápita y el de pescado, de 18 a 8. Hubo, en aquellos años fatales que el eufemismo de Fidel definió como el “período especial”, apagones de hasta 14 horas, junto a oleadas de balseros huyendo a Estados Unidos.
El fin de los subsidios soviéticos forzó al gobierno a ensayar una apertura que incluyó incentivos a la inversión extranjera, sobre todo en turismo, y la autorización del trabajo por cuenta propia. El plan, que consistía en inyectarle dosis de mercado a un sistema hipercentralizado, llevó finalmente a admitir la libre circulación del dólar, que en el 2004 fue reemplazado por el peso convertible. Y así es como hoy Cuba tiene dos monedas: la moneda nacional, con la que se pagan los salarios y se compran los productos básicos, y los pesos convertibles (equivalentes al dólar), a los que los cubanos tienen que recurrir para obtener todo aquello que no se puede conseguir en moneda nacional.
Y son muchas cosas. La cartilla oficial permite acceder en pesos cubanos a la mitad, aproximadamente, de las necesidades alimentarias de cada familia: incluye, cada mes, 8 huevos, dos kilos de azúcar, 3 kilos de pollo, 3 kilos de arroz, un jabón, etc. El problema surge cuando una persona, que recibe su salario en moneda nacional, quiere comprar hojas de papel o un melón, para lo cual tiene que recurrir a los negocios para turistas o al mercado negro, que venden sus productos en pesos convertibles. Y a precios internacionales: en La Habana, un melón cuesta lo mismo que en Buenos Aires, Caracas o Miami.
2 Los dos circuitos sociales
El sistema de doble moneda generó una dualidad social muy dañina. Porque, aunque todos los cubanos tienen asegurados servicios de salud y educación, jubilación y vivienda (aunque probablemente un poco derruida), el resto debe buscarlo de otra manera.
En Cuba, un profesor universitario o un médico gana alrededor de 1000 pesos cubanos al mes, unos 40 pesos convertibles, con los que tiene que comprar todo aquello que el Estado no le provee, lo que genera una enorme distancia entre los que logran hacerse de los preciados pesos convertibles mediante el acceso a los circuitos internacionales y aquellos que tienen que conformarse con su salario en pesos cubanos.
La situación se agrava por el hecho que el salario medio en pesos cubanos ha ido disminuyendo.
3 La relación formación-salarios
El sistema de doble moneda no es una simple decisión de política monetaria, sino un reflejo de los déficit estructurales de la economía. En una entrevista publicada en el Nº 9 de la revista Consenso, el investigador Pedro Monreal explica que la causa profunda de este esquema radica en la ineficiencia económica. “Lo que impide la corrección que todo el mundo entiende que es necesaria es la falta de productividad de la economía estatal. Si la economía estatal, que es la que respalda esa moneda, es improductiva, jamás podrá resolverse el problema de unificar la moneda.”
El sistema bimonetario genera, además de una creciente dualidad social y de una larga serie de problemas técnicos, efectos negativos más difusos pero no menos importantes: una de sus derivaciones más perversas es el quiebre de la relación entre formación e ingreso, lo que a su vez pone en cuestión uno de los grandes triunfos de la revolución: los altos estándares de educación universitaria.
La explicación es simple. Hoy un empleado de hotel puede triplicar, gracias a las propinas, el sueldo mensual de un cirujano cerebrovascular que ha estudiado 20 años pero que no tiene relación con los turistas. La clave de la prosperidad en Cuba ya no pasa por el título universitario, sino por la vinculación con el exterior.
Esto se ve claramente con algunos ejemplos de confort hogareño. En Cuba está prohibido comprar y vender casas, que se asignan mediante herencia o complicados sistemas de calificación oficial. Pero está permitido canjearlas, siempre y cuando se trate de propiedades de un valor similar. ¿Qué hace entonces el empleado de hotel después de años de acumular propinas? Contacta al cirujano cerebrovascular, negocia el canje y paga un soborno al inspector, que certifica que se trata de un intercambio legítimo.
En suma, la movilidad social ha resurgido, pero no por vía del esfuerzo educativo sino del contacto con el turismo y las remesas, las dos grandes fuentes de pesos convertibles en la Cuba de hoy.
4 La reestratificación social
La apertura de los ’90 permitió relanzar el crecimiento, descomprimió los reclamos de apertura política y reactivó el consumo. Y, junto al sistema bimonetario y el ingreso definitivo de Cuba al mundo globalizado, generó profundos cambios sociales.
Uno de los más notables es la recomposición de la pequeña burguesía urbana, integrada por propietarios de restaurantes, talleres de autos y pequeños productores, por ejemplo de calzados. Según datos oficiales, el Coeficiente de Gini se ha incrementado: pasó de 0,24 antes de la caída del Muro de Berlín a 0,41 a fines de los ‘90 (no hay información actual, pero se estima que ha aumentado todavía más). Las diferencias territoriales también se ensanchan: el último Indice de Desarrollo Humano sitúa a la ciudad de La Habana 30 por ciento mejor que la provincia de Granma.
Se trata, en suma, de diversas manifestaciones de un paisaje social más complejo y diferenciado. Lo que la socióloga Mayra Espina, de la Universidad de La Habana, define como una tendencia a “la reestratificación social” (“Viejas y nuevas desigualdades en Cuba”, Nueva Sociedad, Nº 216).
5 La inseguridad alimentaria y energética
Tras cinco décadas de revolución, ciertos aspectos de la economía cubana se han transformado radicalmente, algunos como resultado de cambios globales (el níquel ha reemplazado al azúcar como el principal producto de exportación) y otros como consecuencia de decisiones endógenas: las políticas de salud y educación masivas han permitido que hoy los médicos cubanos que trabajan en el exterior, especialmente en Venezuela, se hayan convertido en una de las principales fuentes de divisas del país (en el 2006 representaron el 28 por ciento de las exportaciones, según datos de Julie M. Feinsilver, Foreign Affairs en Español, vol. 6, Nº 4).
Pero a pesar de estos cambios, la dependencia alimentaria y energética sigue siendo altísima. La producción nacional aporta, según datos oficiales, apenas el 42 por ciento de las calorías y el 38 por ciento de las proteínas consumidas por los cubanos, lo que obliga a la isla a importar alimentos por 2 mil millones de dólares al año. Y ello no se debe a los huracanes que regularmente azotan al Caribe, sino a las fallidas políticas agrarias de las últimas décadas, junto a otras bienintencionadas pero que no ayudaron a mejorar la situación (la extensión de la educación universitaria, por ejemplo, produjo una migración campo-ciudad que despobló áreas rurales enteras). Hoy basta con acercarse a cualquier almacén o bar de La Habana para comprobar que, en una isla extensa y fértil, se consume jugo envasado en El Salvador, cereales procesados en China o carne brasilera.
La dependencia energética también es importante, y sólo la ayuda de Chávez explica que los apagones de los ’90 hayan desaparecido. Venezuela envía a Cuba unos 90 mil barriles de petróleo por día, más o menos lo mismo que la Unión Soviética en los dorados años de la Guerra Fría.
6 El consenso político
La disidencia interna tiene escaso arraigo social, se encuentra fragmentada y en buena medida cooptada por Washington. Pero esto no significa que el consenso del régimen sea total, como demuestran los resultados electorales. Desde 1993, el sistema electoral permite elegir por voto directo a los integrantes de la Asamblea Nacional de una lista única propuesta por el Partido Comunista. Se puede elegir a uno, a varios, a ninguno o a todos los candidatos de esa lista. En los meses previos, el gobierno extrema su campaña por el voto a lista completa.
En las elecciones de febrero del año pasado, el “voto unido” superó el 90 por ciento. Aunque puede parecer mucho, también significa que un millón de cubanos se negaron a votar, votaron en blanco o no votaron la lista completa. El apoyo es menos sólido de lo que se piensa: poco después de las elecciones de 1998, en las que el “voto unido” llegó al 90 por ciento, el 30 por ciento de la población se presentó para obtener una visa a Estados Unidos. En Cuba, como en todos los sistemas de partido único, las elecciones no necesariamente son un indicador de respaldo al gobierno.
Y además siempre es difícil calcular el peso real de la estructura autoritaria. Aunque nunca, ni en los tiempos más duros, hubo matanzas masivas o torturas, sí existieron momentos de represión selectiva: en abril del 2003, un grupo de jóvenes secuestró una lancha con pasajeros e intentó llevarla a Miami, pero fueron detenidos y remolcados a La Habana. Los secuestradores iban armados pero no lastimaron a nadie. Fueron capturados el 4 de abril, procesados el 8 y tres de ellos fusilados el 10. La condena, decidida en un tiempo obviamente insuficiente para elaborar una defensa digna, generó un amplio rechazo internacional (que incluyó la famosa carta de Saramago).
En este marco, la respuesta de los cubanos parece inclinarse más a un menú de opciones despolitizadas, estrategias de salvación económica individual o una vuelta a la religión, lo que no significa que el gobierno no tenga por delante el desafío de explorar vías de construcción de consensos más legítimas que la simple apuesta a la apatía social.
7 Gestionar la transición
Si el camino de Cuba es, como todo lo indica, una transición al estilo vietnamita (perestroika sin glasnost), el gobierno deberá tener en cuenta una larga serie de cuestiones, desde la dependencia económica hasta la creciente diferenciación social. Algunos actores internos (los militares, que controlan el 50 por ciento de la economía, la todavía tímida sociedad civil, la Iglesia) jugarán un rol central. Y lo mismo los protagonistas externos: Barack Obama, el gobierno de España, los líderes de izquierda de América latina.
Y en este sentido es notable la polarización que todavía genera Cuba. De un lado, esa incapacidad para criticar lo evidente, persistente actitud de un sector de la izquierda que tiene muchas causas, desde la nostalgia mal procesada hasta la confusión entre lo verdadero y lo antiguo (Bentleys de los ’60, tiendas polvorientas y las paredes descascaradas de La Habana vieja), como si lo atrasado fuera sinónimo de lo auténtico. Y, en el extremo opuesto, el rechazo total, la dificultad para reconocer los avances sociales, el rol histórico en Angola.
En un ambiente internacional menos conflictivo que en el pasado pero siempre en tensión, el gobierno de Raúl enfrenta una serie de desafíos cruciales, que tal vez puedan resumirse, al final, en uno solo: cómo manejar el riesgo de que las reformas económicas le otorguen a la sociedad una mayor autonomía, que se exprese en la progresiva superación de la fragmentación que durante décadas ha explicado su subordinación política. En otras palabras, el reto de compatibilizar un Estado de rasgos ineficientes y autoritarios con una sociedad más compleja, diversificada y educada (resultado tanto de los éxitos como de los fracasos del régimen).
(Fuente:Pagina12-José Natanson).
DE LAS UTOPIAS AL SI SE PUEDE A PESAR DE TODO-Opinión.
Con la CIA en la puerta
Hace 50 años sorprendió al mundo y a la región el triunfo de un ejército revolucionario en Cuba, una isla situada a sólo 90 millas de Estados Unidos. Ese ejército de “muchachos barbados” derrocó a principios de enero de 1959 a la dictadura de Fulgencio Batista, el hombre impuesto por Washington mediante un golpe de Estado en 1952 y que luego intentó perpetuarse –en una presunta vía electoral– en 1955.
Pero en ese lapso, ya en el mismo año ’52, el joven abogado Fidel Castro Ruz escribió una carta pública denunciando la ilegalidad del golpe y llamando al pueblo a luchar. Un tiempo después, el 26 de julio de 1953, unos 150 jóvenes, bajo su jefatura y una dirección revolucionaria, atacaron los cuarteles de Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo.
Aunque fue un fracaso militar, con graves pérdidas para el grupo, ese resultó el comienzo del proceso de liberación. En su defensa, cuando estaba detenido, Castro elaboró su magistral alegato: “La historia me absolverá”, donde delineó un programa revolucionario, planteando que sólo soluciones radicales y de fondo cambiarían esa estructura de poder semicolonial que imperaba.
El ejército rebelde, crecido en la lucha en la Sierra Maestra desde 1956, tenía en sus manos ese programa, inspirado en la propia lucha independentista de finales del siglo XX y en el ideario de José Martí. El triunfo del ’59 aseguraba la continuidad del proceso anticolonial martiano y daba raíces propias y genuinas a la revolución triunfante. Esto fue clave para las formas creativas de resistencia y ayudó a enriquecer dialécticamente las teorías marxistas.
Las fuerzas armadas creadas y asesoradas por Estados Unidos fueron reemplazadas por el ejército rebelde. Nada quedó en pie. Al poner en marcha el plan revolucionario, la estructura de ese semicolonialismo superviviente en lo económico, político, social y cultural, que encarnaban Batista y la clase dominante, se derrumbaron para siempre.
El triunfo de la Revolución significó la recuperación de la independencia real. Fue Estados Unidos, no Batista, quien abandonó el poder en Cuba en 1959. Por esa razón intentó regresar durante todos estos largos 50 años, con metodologías terroristas, invasivas e intervencionistas que nada lograron, como el bloqueo o sitio de guerra que mantienen desde 1962 sobre la isla.
Es innumerable la lista de acciones terroristas contra Cuba que la propia CIA reconoce y que costaron muchas vidas y destrucciones, entre ellas el intento de invasión en Playa Girón en 1961 que fue rechazado por el ejército y el pueblo cubano, constituyéndose en la mayor derrota sufrida por Estados Unidos en nuestro continente. Esto profundizó los pasos revolucionarios y la activa participación popular. “Hija de la cultura y las ideas”, la Revolución produjo un hecho de recuperación social y cultural extraordinario, cuya irradiación continúa hasta hoy.
Algo para recordar
Pero sería difícil entender lo que significaron esos fuertes cambios producidos entre 1959 y 1961 si no se recuerda brevemente el entorno en que surgió la Revolución. Los dictadores y los golpes de Estado impuestos por Washington estaban a la orden del día en los años ’50. Se extendía su dominación regional, con los objetivos fijados para su temprana Guerra Fría con la formación de una cantidad de instituciones, en su lucha contra los países socialistas, como la CIA (1947) y otras similares, con objetivos muy precisos.
El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, en Colombia en 1948, había probado la eficiencia de sus métodos. Centroamérica estaba “asegurada” bajo las dictaduras instaladas desde los años ’30 en Nicaragua, El Salvador y Guatemala. En este último caso en 1944, le había surgido un desafío con una revolución popular y democrática. En 1954 invadieron Guatemala con las terribles consecuencias que se mantuvieron hasta los años ’90. Fueron los trabajos de la CIA en Bolivia los que hicieron desviar el proceso revolucionario y popular de 1952 y su mano estuvo en el suicidio de Getulio Vargas, en 1954 en Brasil, en el golpe que instaló a Alfredo Stroessner en Paraguay ese mismo año y en el derrocamiento de Juan Domingo Perón en Argentina un año después. En el Caribe, Cuba estaba rodeada por las dictaduras de Haití y República Dominicana, mientras Puerto Rico seguía bajo ocupación colonial.
A grandes rasgos esto y el marco de otras intervenciones en los años ’60 y la siembra de las dictaduras militares que asolaron el continente en los años ’70, evidencia la increíble capacidad de resistencia del pueblo cubano. La Revolución fue, sin duda, la mayor ruptura histórica que se recuerde en el hemisferio. A 50 años de su existencia y como un espejo astillado, Estados Unidos protagoniza en Afganistán e Irak el primer genocidio del siglo XXI.
(Fuente:Pagina12-Stella Calloni).
Con la CIA en la puerta
Hace 50 años sorprendió al mundo y a la región el triunfo de un ejército revolucionario en Cuba, una isla situada a sólo 90 millas de Estados Unidos. Ese ejército de “muchachos barbados” derrocó a principios de enero de 1959 a la dictadura de Fulgencio Batista, el hombre impuesto por Washington mediante un golpe de Estado en 1952 y que luego intentó perpetuarse –en una presunta vía electoral– en 1955.
Pero en ese lapso, ya en el mismo año ’52, el joven abogado Fidel Castro Ruz escribió una carta pública denunciando la ilegalidad del golpe y llamando al pueblo a luchar. Un tiempo después, el 26 de julio de 1953, unos 150 jóvenes, bajo su jefatura y una dirección revolucionaria, atacaron los cuarteles de Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo.
Aunque fue un fracaso militar, con graves pérdidas para el grupo, ese resultó el comienzo del proceso de liberación. En su defensa, cuando estaba detenido, Castro elaboró su magistral alegato: “La historia me absolverá”, donde delineó un programa revolucionario, planteando que sólo soluciones radicales y de fondo cambiarían esa estructura de poder semicolonial que imperaba.
El ejército rebelde, crecido en la lucha en la Sierra Maestra desde 1956, tenía en sus manos ese programa, inspirado en la propia lucha independentista de finales del siglo XX y en el ideario de José Martí. El triunfo del ’59 aseguraba la continuidad del proceso anticolonial martiano y daba raíces propias y genuinas a la revolución triunfante. Esto fue clave para las formas creativas de resistencia y ayudó a enriquecer dialécticamente las teorías marxistas.
Las fuerzas armadas creadas y asesoradas por Estados Unidos fueron reemplazadas por el ejército rebelde. Nada quedó en pie. Al poner en marcha el plan revolucionario, la estructura de ese semicolonialismo superviviente en lo económico, político, social y cultural, que encarnaban Batista y la clase dominante, se derrumbaron para siempre.
El triunfo de la Revolución significó la recuperación de la independencia real. Fue Estados Unidos, no Batista, quien abandonó el poder en Cuba en 1959. Por esa razón intentó regresar durante todos estos largos 50 años, con metodologías terroristas, invasivas e intervencionistas que nada lograron, como el bloqueo o sitio de guerra que mantienen desde 1962 sobre la isla.
Es innumerable la lista de acciones terroristas contra Cuba que la propia CIA reconoce y que costaron muchas vidas y destrucciones, entre ellas el intento de invasión en Playa Girón en 1961 que fue rechazado por el ejército y el pueblo cubano, constituyéndose en la mayor derrota sufrida por Estados Unidos en nuestro continente. Esto profundizó los pasos revolucionarios y la activa participación popular. “Hija de la cultura y las ideas”, la Revolución produjo un hecho de recuperación social y cultural extraordinario, cuya irradiación continúa hasta hoy.
Algo para recordar
Pero sería difícil entender lo que significaron esos fuertes cambios producidos entre 1959 y 1961 si no se recuerda brevemente el entorno en que surgió la Revolución. Los dictadores y los golpes de Estado impuestos por Washington estaban a la orden del día en los años ’50. Se extendía su dominación regional, con los objetivos fijados para su temprana Guerra Fría con la formación de una cantidad de instituciones, en su lucha contra los países socialistas, como la CIA (1947) y otras similares, con objetivos muy precisos.
El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, en Colombia en 1948, había probado la eficiencia de sus métodos. Centroamérica estaba “asegurada” bajo las dictaduras instaladas desde los años ’30 en Nicaragua, El Salvador y Guatemala. En este último caso en 1944, le había surgido un desafío con una revolución popular y democrática. En 1954 invadieron Guatemala con las terribles consecuencias que se mantuvieron hasta los años ’90. Fueron los trabajos de la CIA en Bolivia los que hicieron desviar el proceso revolucionario y popular de 1952 y su mano estuvo en el suicidio de Getulio Vargas, en 1954 en Brasil, en el golpe que instaló a Alfredo Stroessner en Paraguay ese mismo año y en el derrocamiento de Juan Domingo Perón en Argentina un año después. En el Caribe, Cuba estaba rodeada por las dictaduras de Haití y República Dominicana, mientras Puerto Rico seguía bajo ocupación colonial.
A grandes rasgos esto y el marco de otras intervenciones en los años ’60 y la siembra de las dictaduras militares que asolaron el continente en los años ’70, evidencia la increíble capacidad de resistencia del pueblo cubano. La Revolución fue, sin duda, la mayor ruptura histórica que se recuerde en el hemisferio. A 50 años de su existencia y como un espejo astillado, Estados Unidos protagoniza en Afganistán e Irak el primer genocidio del siglo XXI.
(Fuente:Pagina12-Stella Calloni).
VIOLENCIA, EDUCACION Y MORTALIDAD INFANTIL EN CUBA, COMPARADOS CON SUS VECINOS
Cuba no tiene el nivel de consumo de sus vecinos pero está mucho más avanzada en desarrollo social.
Es sabido que Cuba se destaca por haber alcanzado un notable presente en cuanto a desarrollo humano, que se traduce en bajo nivel de analfabetismo, mortalidad infantil y asesinatos cada cien mil habitantes. Sería bueno desmenuzar algunas cifras comparativas con sus vecinos geográficos, por ejemplo, Guatemala, El Salvador y República Dominicana.
- Analfabetismo. Según la Organización Educacional Científica y Cultural de la ONU (Unesco), Cuba ha sido declarada libre de analfabetismo. Un 98 por ciento de los cubanos mayores de 15 años sabe leer y escribir, porcentaje que alcanza el 100 por ciento en la población entre 15 y 24 años. En 1959, el año que triunfó la revolución socialista, el porcentaje de analfabetos era del 23 por ciento. En Guatemala, el índice de analfabetismo trepa al 19 por ciento, en El Salvador es del 10 por ciento y en República Dominicana del 8 por ciento, según un último informe publicado por la Unesco.
- Mortalidad infantil. Cuba cuenta con apenas 5 muertos por cada mil recién nacidos, según arroja la estadística de Unicef, OMS. En contraste, en Guatemala mueren 31, en El Salvador 22 y en República Dominicana 25. Esta tendencia crece y también se mantiene alta y preocupante incluso en países que han alcanzado mayor desarrollo institucional como México (29) y Brasil (19).
- Homicidios. Cuba ocupa uno de los índices más bajos de América latina, con 6 asesinatos por cada cien mil habitantes, lo que alcanza 7,7 en el caso de los jóvenes, de acuerdo al informe de la Red de Información Tecnológica Latinoamericana (Ritla), que tomó cifras de la OMS. Esta institución de estudios privada con sede en Brasilia concluye en su informe que “la probabilidad de que un joven latinoamericano sea víctima de un homicidio es 30 veces mayor que la de un joven europeo”. El índice en Guatemala es de 28,5 homicidios cada cien mil habitantes y, en caso de los jóvenes, el 55,4. En El Salvador la misma cifra crece a 48,8 en general y 92,3 en jóvenes. Y en cuanto a República Dominicana, el índice es del 9 por 100.000, y en los jóvenes 5,6 (el informe matiza dificultades en las estadísticas públicas dominicanas).
Cuba logró estos avances pese a los duros embates de Estados Unidos y su prolongado embargo; también tras la caída de la Unión Soviética, entre 1989 y 1991, y el consiguiente cese de la asistencia a la economía de la isla. La enseñanza pública y gratuita y los hospitales sufren este escenario desde fines del siglo XX. Actualmente, Venezuela suministra el oxígeno petrolero que Cuba perdió con el colapso soviético y reemplaza de alguna manera la asistencia perdida. Al mismo tiempo, surge el gran interrogante acerca del futuro de estos estándares sociales. Luiz Alberto Moniz Bandeira, autor de De Martí a Fidel. La revolución cubana en América Latina (Ed. Norma), afirma a Página/12 que La Habana debe aumentar su productividad para mantenerlos. “El presidente Raúl Castro es consciente de que Cuba necesita producir más e incrementar los ingresos al presupuesto, pues los gastos crecen todos los años, y las gratuidades, para mantener incluso los niveles actuales, deben limitarse estrictamente a asegurar a todos los ciudadanos la educación, la salud y la seguridad y asistencia social. Y agrega: “Sin aumentar la productividad es difícil mantener un Estado de bienestar social y se tendrán que recortar los subsidios otorgados por el gobierno a diversas actividades”.
(Fuente:Pagina12-Mercedes Lopez San Miguel).
Cuba no tiene el nivel de consumo de sus vecinos pero está mucho más avanzada en desarrollo social.
Es sabido que Cuba se destaca por haber alcanzado un notable presente en cuanto a desarrollo humano, que se traduce en bajo nivel de analfabetismo, mortalidad infantil y asesinatos cada cien mil habitantes. Sería bueno desmenuzar algunas cifras comparativas con sus vecinos geográficos, por ejemplo, Guatemala, El Salvador y República Dominicana.
- Analfabetismo. Según la Organización Educacional Científica y Cultural de la ONU (Unesco), Cuba ha sido declarada libre de analfabetismo. Un 98 por ciento de los cubanos mayores de 15 años sabe leer y escribir, porcentaje que alcanza el 100 por ciento en la población entre 15 y 24 años. En 1959, el año que triunfó la revolución socialista, el porcentaje de analfabetos era del 23 por ciento. En Guatemala, el índice de analfabetismo trepa al 19 por ciento, en El Salvador es del 10 por ciento y en República Dominicana del 8 por ciento, según un último informe publicado por la Unesco.
- Mortalidad infantil. Cuba cuenta con apenas 5 muertos por cada mil recién nacidos, según arroja la estadística de Unicef, OMS. En contraste, en Guatemala mueren 31, en El Salvador 22 y en República Dominicana 25. Esta tendencia crece y también se mantiene alta y preocupante incluso en países que han alcanzado mayor desarrollo institucional como México (29) y Brasil (19).
- Homicidios. Cuba ocupa uno de los índices más bajos de América latina, con 6 asesinatos por cada cien mil habitantes, lo que alcanza 7,7 en el caso de los jóvenes, de acuerdo al informe de la Red de Información Tecnológica Latinoamericana (Ritla), que tomó cifras de la OMS. Esta institución de estudios privada con sede en Brasilia concluye en su informe que “la probabilidad de que un joven latinoamericano sea víctima de un homicidio es 30 veces mayor que la de un joven europeo”. El índice en Guatemala es de 28,5 homicidios cada cien mil habitantes y, en caso de los jóvenes, el 55,4. En El Salvador la misma cifra crece a 48,8 en general y 92,3 en jóvenes. Y en cuanto a República Dominicana, el índice es del 9 por 100.000, y en los jóvenes 5,6 (el informe matiza dificultades en las estadísticas públicas dominicanas).
Cuba logró estos avances pese a los duros embates de Estados Unidos y su prolongado embargo; también tras la caída de la Unión Soviética, entre 1989 y 1991, y el consiguiente cese de la asistencia a la economía de la isla. La enseñanza pública y gratuita y los hospitales sufren este escenario desde fines del siglo XX. Actualmente, Venezuela suministra el oxígeno petrolero que Cuba perdió con el colapso soviético y reemplaza de alguna manera la asistencia perdida. Al mismo tiempo, surge el gran interrogante acerca del futuro de estos estándares sociales. Luiz Alberto Moniz Bandeira, autor de De Martí a Fidel. La revolución cubana en América Latina (Ed. Norma), afirma a Página/12 que La Habana debe aumentar su productividad para mantenerlos. “El presidente Raúl Castro es consciente de que Cuba necesita producir más e incrementar los ingresos al presupuesto, pues los gastos crecen todos los años, y las gratuidades, para mantener incluso los niveles actuales, deben limitarse estrictamente a asegurar a todos los ciudadanos la educación, la salud y la seguridad y asistencia social. Y agrega: “Sin aumentar la productividad es difícil mantener un Estado de bienestar social y se tendrán que recortar los subsidios otorgados por el gobierno a diversas actividades”.
(Fuente:Pagina12-Mercedes Lopez San Miguel).
OPOSITORES Y OFICIALISTAS TIENEN SUS PROPIAS ESTADISTICAS
El consumo de la Cuba prerrevolucionaria era mayor pero desigual.
Desde La Habana
Cualquier balance que se haga de la Cuba de Fidel Castro, si es medianamente equilibrado, levanta ampollas. Es uno de los resultados visibles de la revolución después de 50 años: haber dividido a los cubanos y a la opinión pública internacional en dos bandos irreconciliables: los detractores del castrismo y sus defensores. En una cosa al menos coinciden todos: la Cuba que deja Castro, ausente de la vida pública desde julio de 2006, en muy poco se parece a la que recibió el 1º de enero de 1959.
Los adversarios del líder comunista se sirven de algunas estadísticas de la etapa republicana para demostrar el fracaso del régimen. En 1958, con una población de seis millones de personas, la isla poseía más electrodomésticos por habitante y tenía más kilómetros de líneas férreas que cualquier otro país de América latina. El peso cubano tenía entonces igual valor que el dólar. Hoy es 20 veces inferior. Existían las mismas cabezas de ganado que habitantes. Ahora la proporción es de una por cada seis cubanos. Y el número de periódicos de tirada nacional era considerable. Ahora sólo hay dos, Granma y Juventud Rebelde. Otra cifra. La producción de azúcar en 1958 superó en cuatro veces la alcanzada el año pasado.
Para los defensores de la Revolución los datos que cuentan son otros. Antes de 1959 la mortalidad infantil era superior a 60 por cada mil nacidos vivos. Ahora es de 5,3. La esperanza media de vida al nacer no llegaba a los 58 años y hoy es de 77 años en el caso de los hombres y 78 de las mujeres. Mientras, la cantidad de médicos por habitante se ha multiplicado por cinco. Con 11 millones de habitantes, en Cuba hoy existe casi un millón de universitarios.
Guillermo Jiménez es uno de los pocos académicos revolucionarios que admiten abiertamente que los indicadores de consumo antes de 1959 eran deslumbrantes. En su ensayo El nivel de vida de los cubanos anterior a la Revolución, ofrece estadísticas como éstas: el consumo anual de carne de res en 1955 era de 40 kilogramos por habitante –tercer lugar en América latina, después de Uruguay y Argentina–; en 1958 circulaban en la isla 160.000 vehículos, uno por cada 38 habitantes –segunda posición en el hemisferio–. “Y Cuba también era el segundo país de América latina en número de receptores de radio, y el primero en receptores de televisión y en canales televisivos.”
“Pero estaba también el lado oscuro de la luna”, señala Jiménez, de 72 años, que fue líder destacado del Directorio Revolucionario, una de las tres fuerzas que lucharon contra la dictadura de Fulgencio Batista. “En aquellos años el desempleo afectaba al 40 por ciento de la población y el 23,6% de los cubanos mayores de 10 años eran analfabetos”, asegura. “La riqueza estaba tan desigualmente distribuida que el 8% de los propietarios poseían más del 70% de las tierras”, añade.
Cita datos “nada sospechosos”, pues fueron obtenidos de instituciones oficiales del gobierno de Batista. En 1953 sólo el 58% de los hogares cubanos disponían de servicio de electricidad. Y “poseían refrigeradores menos de la quinta parte de las viviendas, sólo un tercio tenían agua corriente y un 28% baño en casa, sin contar que casi absolutamente todas esas ventajas se concentraban en La Habana”, agrega el profesor. Jiménez quiere demostrar que por muy bien que estuviera Cuba en algunos índices económicos, la necesidad de una revolución social “se justificaba plenamente” en 1958. Y eso sin considerar la represión política vivida durante los últimos años del gobierno de Batista.
Los enemigos de Castro aseguran que son demasiados los desastres que deja el castrismo: la economía destrozada por años de políticas voluntaristas y subsidios locos, los derechos civiles y las libertades cercenadas. Para los defensores del fidelismo, el paso de los años demostrará que la Revolución ha supuesto un salto histórico, un avance para el país, y aunque sea sólo por ello la historia absolverá a Fidel Castro. El tiempo lo dirá.
* De El País de Madrid.
El consumo de la Cuba prerrevolucionaria era mayor pero desigual.
Desde La Habana
Cualquier balance que se haga de la Cuba de Fidel Castro, si es medianamente equilibrado, levanta ampollas. Es uno de los resultados visibles de la revolución después de 50 años: haber dividido a los cubanos y a la opinión pública internacional en dos bandos irreconciliables: los detractores del castrismo y sus defensores. En una cosa al menos coinciden todos: la Cuba que deja Castro, ausente de la vida pública desde julio de 2006, en muy poco se parece a la que recibió el 1º de enero de 1959.
Los adversarios del líder comunista se sirven de algunas estadísticas de la etapa republicana para demostrar el fracaso del régimen. En 1958, con una población de seis millones de personas, la isla poseía más electrodomésticos por habitante y tenía más kilómetros de líneas férreas que cualquier otro país de América latina. El peso cubano tenía entonces igual valor que el dólar. Hoy es 20 veces inferior. Existían las mismas cabezas de ganado que habitantes. Ahora la proporción es de una por cada seis cubanos. Y el número de periódicos de tirada nacional era considerable. Ahora sólo hay dos, Granma y Juventud Rebelde. Otra cifra. La producción de azúcar en 1958 superó en cuatro veces la alcanzada el año pasado.
Para los defensores de la Revolución los datos que cuentan son otros. Antes de 1959 la mortalidad infantil era superior a 60 por cada mil nacidos vivos. Ahora es de 5,3. La esperanza media de vida al nacer no llegaba a los 58 años y hoy es de 77 años en el caso de los hombres y 78 de las mujeres. Mientras, la cantidad de médicos por habitante se ha multiplicado por cinco. Con 11 millones de habitantes, en Cuba hoy existe casi un millón de universitarios.
Guillermo Jiménez es uno de los pocos académicos revolucionarios que admiten abiertamente que los indicadores de consumo antes de 1959 eran deslumbrantes. En su ensayo El nivel de vida de los cubanos anterior a la Revolución, ofrece estadísticas como éstas: el consumo anual de carne de res en 1955 era de 40 kilogramos por habitante –tercer lugar en América latina, después de Uruguay y Argentina–; en 1958 circulaban en la isla 160.000 vehículos, uno por cada 38 habitantes –segunda posición en el hemisferio–. “Y Cuba también era el segundo país de América latina en número de receptores de radio, y el primero en receptores de televisión y en canales televisivos.”
“Pero estaba también el lado oscuro de la luna”, señala Jiménez, de 72 años, que fue líder destacado del Directorio Revolucionario, una de las tres fuerzas que lucharon contra la dictadura de Fulgencio Batista. “En aquellos años el desempleo afectaba al 40 por ciento de la población y el 23,6% de los cubanos mayores de 10 años eran analfabetos”, asegura. “La riqueza estaba tan desigualmente distribuida que el 8% de los propietarios poseían más del 70% de las tierras”, añade.
Cita datos “nada sospechosos”, pues fueron obtenidos de instituciones oficiales del gobierno de Batista. En 1953 sólo el 58% de los hogares cubanos disponían de servicio de electricidad. Y “poseían refrigeradores menos de la quinta parte de las viviendas, sólo un tercio tenían agua corriente y un 28% baño en casa, sin contar que casi absolutamente todas esas ventajas se concentraban en La Habana”, agrega el profesor. Jiménez quiere demostrar que por muy bien que estuviera Cuba en algunos índices económicos, la necesidad de una revolución social “se justificaba plenamente” en 1958. Y eso sin considerar la represión política vivida durante los últimos años del gobierno de Batista.
Los enemigos de Castro aseguran que son demasiados los desastres que deja el castrismo: la economía destrozada por años de políticas voluntaristas y subsidios locos, los derechos civiles y las libertades cercenadas. Para los defensores del fidelismo, el paso de los años demostrará que la Revolución ha supuesto un salto histórico, un avance para el país, y aunque sea sólo por ello la historia absolverá a Fidel Castro. El tiempo lo dirá.
* De El País de Madrid.
(Fuente:Pagina12-Mauricio Vicent).
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