“Los desaparecidos no pueden pasar desapercibidos”
Por Matías Córdoba
Por Matías Córdoba
En la mesa de este bar, la temperatura acaricia los 30 grados. A una cuadra, en línea recta, está la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Y de ahí, como si fuera una usina de narraciones, se cuelan los relatos del horror y del salvajismo. Pero acá, sobre esta mesa, se oyen historias culturales, la transformación de la memoria en acción cultural. Desde el cine, Nicolás Prividera recorrió organismos estatales en busca de información sobre su madre; Albertina Carri ficcionalizó la tragedia familiar; en los libros, a Félix Bruzzone relatando una y otra vez la angustiosa experiencia de la ausencia de sus padres, pero nunca con golpes bajos; y en la música, se escucha la simpleza y el desgarro en la voz de Malena D’Alessio al frente de Actitud María Marta y la sobriedad de Gastón Gonçalves, en Los Pericos, apretando el paso con las canciones y el recuerdo en todos los recitales.
Félix Bruzzone
Nació en Buenos Aires en 1976. Es escritor y coeditor del sello independiente Editorial Tamarisco. En 2008 publicó la novela Los topos y el libro de cuentos 76. Junto a Juan Diego Incardona, Leonardo Oyola, Juan Terranova, entre otros, conforma lo que se llama la Nueva Literatura argentina. Sus padres, integrantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) durante los ‘70, continúan desaparecidos.
¿Cómo es ser hijo de desaparecidos y mantener la historia presente, intacta a través del arte? Malena D’Alessio lo dirá sobre el final: “La música es una herramienta con un potencial transformador poderoso”. Y Albertina, acompañando la idea, dirá: “Lo que hacemos artísticamente son formas de venganza amorosa”. Y es por eso que la situación bar-a-una cuadra-de-la-ESMA dispara sensaciones contradictorias. Porque lo primero que pronuncia Albertina cuando llega al encuentro, antes de saludar, es: “Yo no me saco fotos ahí”. Y Nicolás, diez minutos antes, decía: “A mí me hace mucho ruido sacarme fotos en la Escuela de Mecánica de la Armada”. Y las fotos, finalmente, tienen que ser en otro lugar.
Todos tienen historias para contar. Narran despacio, estableciendo una relación amistosa con sus pares. No cuentan anécdotas desoladoras, y tampoco caen en la tragedia que a veces suele ser recordar a alguien que se perdió violentamente. “Yo siempre quiero hablar de lo que hicieron nuestros padres, qué pensaron, qué proyectos tuvieron. Para mí no es triste lo que contamos, porque pensar en mi padre me llena de vida, como les debe pasar a todos los hijos de desaparecidos”, se enorgullece Malena. Y es cierto lo que dice porque a veces se cuela una risa, una anécdota graciosa, el recuerdo de alguna película o el reencuentro con alguien que alguna vez pensaron perdido para toda la vida. Ese el caso de Gastón, que halló a un hermano que, sin saberlo, tenía su habitación empapelada con posters de Los Pericos.
¿Cómo es ser hijo de desaparecidos y mantener la historia presente, intacta a través del arte? Malena D’Alessio lo dirá sobre el final: “La música es una herramienta con un potencial transformador poderoso”. Y Albertina, acompañando la idea, dirá: “Lo que hacemos artísticamente son formas de venganza amorosa”. Y es por eso que la situación bar-a-una cuadra-de-la-ESMA dispara sensaciones contradictorias. Porque lo primero que pronuncia Albertina cuando llega al encuentro, antes de saludar, es: “Yo no me saco fotos ahí”. Y Nicolás, diez minutos antes, decía: “A mí me hace mucho ruido sacarme fotos en la Escuela de Mecánica de la Armada”. Y las fotos, finalmente, tienen que ser en otro lugar.
Todos tienen historias para contar. Narran despacio, estableciendo una relación amistosa con sus pares. No cuentan anécdotas desoladoras, y tampoco caen en la tragedia que a veces suele ser recordar a alguien que se perdió violentamente. “Yo siempre quiero hablar de lo que hicieron nuestros padres, qué pensaron, qué proyectos tuvieron. Para mí no es triste lo que contamos, porque pensar en mi padre me llena de vida, como les debe pasar a todos los hijos de desaparecidos”, se enorgullece Malena. Y es cierto lo que dice porque a veces se cuela una risa, una anécdota graciosa, el recuerdo de alguna película o el reencuentro con alguien que alguna vez pensaron perdido para toda la vida. Ese el caso de Gastón, que halló a un hermano que, sin saberlo, tenía su habitación empapelada con posters de Los Pericos.
Gastón Gonçalves
Nació en 1969 y es bajista de Los Pericos. A los 20 años pudo conocer a su medio hermano, Claudio. Su padre, Gastón Gonçalves, fue secuestrado el 24 de marzo de 1976 junto a Ana María del Carmen Granada, madre de Claudio, en la localidad bonaerense de Zárate. Con Los Pericos participó del documental Botín de guerra (2000), dirigido por David Blaustein, sobre la recuperación de hijos de desaparecidos, donde interpretan una versión de Sin cadenas con Pedro Aznar, Ciro Pertusi, Gustavo Cordera y Gustavo Cerati como invitados.
—¿Sienten que cargan con una mochila para toda la vida?
Gastón: —Creo que nosotros tenemos el deber de pasárselo por la cara a todo el mundo. Porque en nuestra historia los desaparecidos no pueden pasar desapercibidos. A veces me da bronca que para la gente mayor, lo que pasó con el golpe, sea algo común. Por eso en las marchas que se hacen los 24 de marzo, la mayoría son jóvenes. Yo no lo tomo como una mochila.
Malena: —Para la sociedad argentina sí es una mochila. Para mí es un orgullo ser hija de quien soy. Creo que la mochila es de la sociedad, que no ha querido hacerse cargo de lo que pasó en los ‘70. Está en nosotros transformarlo para otro lado.
La investigación por la aparición de los padres desaparecidos también puede comenzar con una letra (M, en el caso de Prividera). Pero también logra encontrarse en una melodía, o dentro de una batería de frases sueltas reunidas para disparar sobre un escenario, micrófono en mano, ante una multitud. Son las historias que conviven en el arte, 33 años después de la toma del poder por parte de la Junta Militar, la madrugada del 24 de marzo de 1976, que dejó 30.000 desaparecidos, miles de acribillados, una deuda externa que se tornó impagable, la despolitización de los jóvenes, un tendal de historias complicadas y un país partido al medio.
—¿Sienten que cargan con una mochila para toda la vida?
Gastón: —Creo que nosotros tenemos el deber de pasárselo por la cara a todo el mundo. Porque en nuestra historia los desaparecidos no pueden pasar desapercibidos. A veces me da bronca que para la gente mayor, lo que pasó con el golpe, sea algo común. Por eso en las marchas que se hacen los 24 de marzo, la mayoría son jóvenes. Yo no lo tomo como una mochila.
Malena: —Para la sociedad argentina sí es una mochila. Para mí es un orgullo ser hija de quien soy. Creo que la mochila es de la sociedad, que no ha querido hacerse cargo de lo que pasó en los ‘70. Está en nosotros transformarlo para otro lado.
La investigación por la aparición de los padres desaparecidos también puede comenzar con una letra (M, en el caso de Prividera). Pero también logra encontrarse en una melodía, o dentro de una batería de frases sueltas reunidas para disparar sobre un escenario, micrófono en mano, ante una multitud. Son las historias que conviven en el arte, 33 años después de la toma del poder por parte de la Junta Militar, la madrugada del 24 de marzo de 1976, que dejó 30.000 desaparecidos, miles de acribillados, una deuda externa que se tornó impagable, la despolitización de los jóvenes, un tendal de historias complicadas y un país partido al medio.
Malena D’Alessio
En 1977, Malena tenía dos años cuando su padre José Luis D’Alessio desapareció. El militaba en Montoneros. Ella es integrante de Actitud María Marta, grupo con el que combina reggae, rap, hip hop, raggamuffin y otros estilos provenientes de los países sudamericanos. Con AMM participó en distintos festivales por reclamos sociales. Tocaron para trabajadores desocupados, Madres de Plaza de Mayo, barrios populares de Venezuela y favelas: “Utilizando la música como herramienta de transformación y solidaridad entre los pueblos”, dice su página oficial.
—¿No creen que una de las cosas que logró la dictadura fue que hoy gran parte de los jóvenes se hayan desinteresado de la política?
Nicolás: —Sí, pero no nos olvidemos del menemismo, que fue la continuidad económica y cultural de la dictadura. Me parece que por ahí pasa la despolitización.
Malena: —La despolitización no es sólo acá. Es un fenómeno de época. Para imponer un modelo económico, hay que imponer valores primero. Y en eso tienen que ver mucho los medios de comunicación. Y a todo eso se suma el neoliberalismo, no es sólo un modelo económico sino una cultura, que representa al ser humano de hoy, que intenta salvarse él solo. Y eso tiende a desmovilizar. Nos han enseñado que discutir de política es poco “cool” y pasado de moda.
Albertina: —La idea de sujeto político sigue existiendo en nuestra generación. Lo que pasa es que no en los mismos términos en los que vivieron nuestros padres. A nosotros no se nos ocurriría armar una organización armada. Y creo que a los jóvenes tampoco. Pero lo que yo creo, principalmente, es que la forma artística de cada uno es también una forma de lucha y de recuerdo.
En “2073”, uno de los cuentos que integra el libro 76, de Félix Bruzzone, un personaje, dice: “Los muertos son baches en la conciencia”. Y si se excava un poco más a fondo, puede leerse algo no tan descabellado: los desaparecidos son el bache que le recuerdan a la sociedad que las cosas no están bien. “Un bache implica una especie de vacío. Donde algo está desordenado y roto, cabe la posibilidad de que alguien venga y lo ordene de muchas formas posibles”, explica el autor de la frase. “Igualmente siempre hay formas de tapar el bache. Y eso, se transforma en una trampa. El bache no es personal, está en la ciudad, está para todos”, se sincera Prividera.
En M, el documental de Nicolás, una señora le pregunta al autor si alguna vez se cuestionó por qué su madre decidió militar en partidos políticos. Y él responde que son varias las preguntas que se hace un hijo de desaparecidos.
—¿No creen que una de las cosas que logró la dictadura fue que hoy gran parte de los jóvenes se hayan desinteresado de la política?
Nicolás: —Sí, pero no nos olvidemos del menemismo, que fue la continuidad económica y cultural de la dictadura. Me parece que por ahí pasa la despolitización.
Malena: —La despolitización no es sólo acá. Es un fenómeno de época. Para imponer un modelo económico, hay que imponer valores primero. Y en eso tienen que ver mucho los medios de comunicación. Y a todo eso se suma el neoliberalismo, no es sólo un modelo económico sino una cultura, que representa al ser humano de hoy, que intenta salvarse él solo. Y eso tiende a desmovilizar. Nos han enseñado que discutir de política es poco “cool” y pasado de moda.
Albertina: —La idea de sujeto político sigue existiendo en nuestra generación. Lo que pasa es que no en los mismos términos en los que vivieron nuestros padres. A nosotros no se nos ocurriría armar una organización armada. Y creo que a los jóvenes tampoco. Pero lo que yo creo, principalmente, es que la forma artística de cada uno es también una forma de lucha y de recuerdo.
En “2073”, uno de los cuentos que integra el libro 76, de Félix Bruzzone, un personaje, dice: “Los muertos son baches en la conciencia”. Y si se excava un poco más a fondo, puede leerse algo no tan descabellado: los desaparecidos son el bache que le recuerdan a la sociedad que las cosas no están bien. “Un bache implica una especie de vacío. Donde algo está desordenado y roto, cabe la posibilidad de que alguien venga y lo ordene de muchas formas posibles”, explica el autor de la frase. “Igualmente siempre hay formas de tapar el bache. Y eso, se transforma en una trampa. El bache no es personal, está en la ciudad, está para todos”, se sincera Prividera.
En M, el documental de Nicolás, una señora le pregunta al autor si alguna vez se cuestionó por qué su madre decidió militar en partidos políticos. Y él responde que son varias las preguntas que se hace un hijo de desaparecidos.
Nicolás Prividera
Nació en mayo de 1970. Es director del documental M, un film en el que se observa al mismo Prividera investigando la desaparición de su madre, Marta Sierra, secuestrada en marzo de 1976, cuando Nicolás tenía seis años y su hermano, 2 meses. M fue premiada como mejor película en la competencia latinoamericana en el 22º Festival de Cine de Mar del Plata, del año 2007. La pieza cinematográfica se nutre de entrevistas a familiares, amigos y compañeros de Sierra durante sus últimos días antes de ser secuestrada por un grupo de tareas.
—¿Cuáles serían las preguntas que hoy les harían a sus padres?
Nicolás: —Son preguntas imposibles. En cierto modo siempre me resistí a hacerme esas preguntas para mi madre. En realidad, uno puede interesarse por ciertas cuestiones políticas que sus padres decidieron llevar a cabo. Nada más.
Albertina: —Yo no me pregunto por qué hicieron lo que hicieron. Me hice esas preguntas a los 14 años cuando me sentí abandonada. Y lo pude resolver bastante rápido en ese entonces. Pero las preguntas que les haría son si fumaban o no fumaban, si les gustaba el tango o el jazz. Es otra cosa, es algo mucho más personal.
Félix: —Yo les hubiera hecho muchas preguntas a mis viejos. Algunas en momentos precisos de mi infancia y adolescencia. Yo a mi papá le preguntaría: “¿Vamos a jugar a la pelota?”. Son preguntas de niño, para saber cómo eran ellos en esa situación. La verdad que no les preguntaría tanto de política.
Desde la televisión y las tribunas políticas pueden escucharse ciertas voces que luchan a favor del olvido: “Lo pasado pisado”, “hay que mirar al futuro”, “dejemos de mirar para atrás”, dicen. Pero
—¿Cuáles serían las preguntas que hoy les harían a sus padres?
Nicolás: —Son preguntas imposibles. En cierto modo siempre me resistí a hacerme esas preguntas para mi madre. En realidad, uno puede interesarse por ciertas cuestiones políticas que sus padres decidieron llevar a cabo. Nada más.
Albertina: —Yo no me pregunto por qué hicieron lo que hicieron. Me hice esas preguntas a los 14 años cuando me sentí abandonada. Y lo pude resolver bastante rápido en ese entonces. Pero las preguntas que les haría son si fumaban o no fumaban, si les gustaba el tango o el jazz. Es otra cosa, es algo mucho más personal.
Félix: —Yo les hubiera hecho muchas preguntas a mis viejos. Algunas en momentos precisos de mi infancia y adolescencia. Yo a mi papá le preguntaría: “¿Vamos a jugar a la pelota?”. Son preguntas de niño, para saber cómo eran ellos en esa situación. La verdad que no les preguntaría tanto de política.
Desde la televisión y las tribunas políticas pueden escucharse ciertas voces que luchan a favor del olvido: “Lo pasado pisado”, “hay que mirar al futuro”, “dejemos de mirar para atrás”, dicen. Pero
Albertina Carri
cuenta su parecer, una idea romántica: “Yo siempre relaciono todo con los superhéroes, que nacen después de haber sufrido la pérdida de alguien de forma violenta”. Pero hay otras heridas, las de los compañeros que no pueden cerrar las que les propinó el devenir histórico: la desolación de no encontrar su identidad. Gastón: “Me siento una hormiga luchando contra una inmensa corporación y que no logramos parar. Siempre voy a tener el sabor amargo de no poder cerrar otras historias. Porque la mía está casi cerrada, pero hay historias de gente que quiero que todavía no están ni aclaradas”. Y entonces surge una discusión por la demora en los juicios a los represores, la lentitud de los jueces, la política de derechos humanos del Gobierno. “A veces siento que es tirar la basura debajo de la alfombra. Va a llegar un momento que vas a tropezar de la cantidad de mugre que vas a encontrar en el piso”, continúa Gastón.
Sin embargo, Félix Bruzzone difiere en el enfoque. Sus padres formaron parte del Ejército Revolucionario del Pueblo, y tiene una visión más contestataria: “No se puede con sólo pretender justicia cambiar las cosas. Yo pienso en mi viejo siempre. El, al igual que mi vieja, era del ERP. Mi viejo no iba a una marcha a pedir justicia simplemente. Salía con la ametralladora en la mano. Intentar por el lado de la legalidad no me parece mal, pero siempre va a ser algo incompleto porque la legalidad en definitiva está hecha para los poderosos. Te doy un ejemplo: la propiedad privada”.
Albertina Carri Nació en 1973 y es directora de cine. Filmó cuatro largometrajes, entre ellos, Los rubios (2003), Géminis (2005) y La rabia (2008). Con Los rubios abrió un surco y una nueva mirada en las estructuras desvencijadas del documental. El film relata, desde la autoficcionalización, la imposibilidad de narrar la memoria y el recuerdo, los dispositivos de represión de la dictadura militar, la desaparición de sus padres, y utiliza técnicas de la animación. Roberto Carri y Ana María Caruso fueron secuestrados en febrero de 1977. Estuvieron en cautiverio durante todo ese año, en el que algunas fuentes confirman que fueron asesinados. Roberto y Ana María tuvieron tres hijas: Andrea, Paula y Albertina. Cuando sus padres fueron secuestrados, Albertina sólo tenía tres años y sus hermanas, once y doce.
—En una nota de opinión publicada en Página/12, Albertina Carri había dicho que a la hora de hacer Los rubios tuvo que desprenderse de los recuerdos de sus padres. ¿A todos les pasó y les pasa algo similar?
Albertina: —Es una frase un poco poética. Me parece que para poder construir la memoria es necesario a veces desprenderse de las fotos; intenté sacar del recuerdo a mis padres para hacer Los rubios. Y lo digo así porque mis padres no son recuerdo, son presente. Esté donde esté.
Gastón: —Es que tu viejo es parte tuya. Mucha gente que militaba quedó huérfana. Pero si recorrés los barrios vas a ver que hay muchas personas que heredaron las ideas de nuestros padres y las de todos los desaparecidos y luchadores. ¿Y que es básicamente? La solidaridad. Y eso es algo que llevamos dentro y de lo cual nunca nos vamos a desprender.
Félix: —Yo vivo de los recuerdos. Es algo que está siempre. Cuando me pongo a escribir siempre empiezo por ahí; porque el recuerdo es el motor de todo.
Malena: —Siempre traté de que la figura de mi viejo no estuviera ligada solamente a la tragedia. Pensar en mi papá también me inyecta una energía positiva, como un motor impulsor. Porque quienes con tanta pasión y entrega lucharon por un proyecto de mundo más sensato del que tenemos, basado en el amor, la solidaridad y la justicia social, no merecen ser recordados desde la muerte sino desde la vida. Para la sociedad argentina es mucho más digerible enfrentarse con la parte trágica del asunto, que indagar y reconocer a los desaparecidos como lo que realmente eran: luchadores y revolucionarios. Será porque ahí es cuando realmente empiezan a aparecer. Y de alguna manera su lucha nos indaga, cuestiona e increpa a nosotros mismos en nuestro presente. Y eso, al parecer, es algo que incomoda.
Nicolás: —En nuestros casos el recuerdo no es algo privado, es algo que circula entre varias personas. Cuando nos juntamos con gente que conoció a nuestros padres: el recuerdo, ahí, se construye entre varias personas, y nunca parece algo personal. Por eso siempre me resisto a esas preguntas. Aunque sí sé que están dentro de mí dando vueltas todo el tiempo.
El arte funciona como una barricada desde donde se pueden decir unas cuentas verdades. Tal vez porque sienten que el arte, de alguna manera, los cobijó, les brindó una opción, y de alguna manera, les cambió la vida. “La música es una rama del arte influyente en los jóvenes. Me parece una herramienta con un potencial transformador muy poderoso. Los medios de comunicación se encargan de difundir música banal, superficial y lo que menos atente contra los valores que quieren”, se planta Malena. “De alguna manera, lo que hacemos artísticamente, con respecto al recuerdo de los que no están, son formas de venganza amorosa”, declara Albertina Carri.
LA INSEGURA SEGURIDAD
“La derecha tomó la bandera de las marchas”
La mesa del bar, con los 30 grados de temperatura, se hace un descontrol de voces que se concentran sobre los vasos de cerveza. Un poco de sosiego, el habla cansina y la charla toma otro camino, vinculado con la reaparición de voces totalitarias.
—¿Qué opinan del resurgimiento de la derecha y el pedido de pena de muerte encabezado por la farándula?
Albertina: —Ahí se leen claramente las cosas no resueltas de la democracia. No se puede creer que una mujer como Susana Giménez salga a decir: “El que mata tiene que morir”. Eso es impresionante (risas). Es una vergüenza, porque esta señora llamó a la prensa y a todo el mundo para decir esa barbaridad. Se montan sobre un aparato armado para decir cualquier cosa.
—¿Se habla con liviandad de la pena de muerte?
Nicolás: —A mí me gustaría preguntarle a la gente que ahora bate el parche pidiendo seguridad: ¿dónde estabas cuando la dictadura arrasaba el país? Hoy, los que piden muerte son los mismos que apoyaron la dictadura en el ‘76. Lo que no se puede creer es que Susana Giménez haya llamado a una marcha: la derecha ha tomado la bandera de las marchas. El discurso “los derechos humanos son para los delincuentes”, es claramente una de las grandes derrotas culturales de la democracia.
Malena: —Es patético. Pero es extraño que esta gente que ahora pide pena de muerte en pos de la seguridad nacional sea la misma que nunca dijo nada en reclamo por la cárcel a los genocidas. O sea, que la libertad de los genocidas (que en muchos casos deben ser sus vecinos en los countries) no les molesta. Eso se cura de una sola manera: justicia efectiva y no pena de muerte. Que hay gente que se caga en el prójimo, que la pobreza no le duele ni lo indigna, y que sólo reclama justicia cuando se trata del propio culo... Eso no es novedad para nadie. Lo preocupante es que lo griten públicamente con tanto descaro y eso no genere una respuesta contundente. Por lo contrario, tienen el apoyo de muchos. Eso ha tenido mucho éxito en los ‘90 también; pero no todo ha sido dicho y Latinoamérica está dando sorpresas, mejor dicho, los pueblos.
Sin embargo, Félix Bruzzone difiere en el enfoque. Sus padres formaron parte del Ejército Revolucionario del Pueblo, y tiene una visión más contestataria: “No se puede con sólo pretender justicia cambiar las cosas. Yo pienso en mi viejo siempre. El, al igual que mi vieja, era del ERP. Mi viejo no iba a una marcha a pedir justicia simplemente. Salía con la ametralladora en la mano. Intentar por el lado de la legalidad no me parece mal, pero siempre va a ser algo incompleto porque la legalidad en definitiva está hecha para los poderosos. Te doy un ejemplo: la propiedad privada”.
Albertina Carri Nació en 1973 y es directora de cine. Filmó cuatro largometrajes, entre ellos, Los rubios (2003), Géminis (2005) y La rabia (2008). Con Los rubios abrió un surco y una nueva mirada en las estructuras desvencijadas del documental. El film relata, desde la autoficcionalización, la imposibilidad de narrar la memoria y el recuerdo, los dispositivos de represión de la dictadura militar, la desaparición de sus padres, y utiliza técnicas de la animación. Roberto Carri y Ana María Caruso fueron secuestrados en febrero de 1977. Estuvieron en cautiverio durante todo ese año, en el que algunas fuentes confirman que fueron asesinados. Roberto y Ana María tuvieron tres hijas: Andrea, Paula y Albertina. Cuando sus padres fueron secuestrados, Albertina sólo tenía tres años y sus hermanas, once y doce.
—En una nota de opinión publicada en Página/12, Albertina Carri había dicho que a la hora de hacer Los rubios tuvo que desprenderse de los recuerdos de sus padres. ¿A todos les pasó y les pasa algo similar?
Albertina: —Es una frase un poco poética. Me parece que para poder construir la memoria es necesario a veces desprenderse de las fotos; intenté sacar del recuerdo a mis padres para hacer Los rubios. Y lo digo así porque mis padres no son recuerdo, son presente. Esté donde esté.
Gastón: —Es que tu viejo es parte tuya. Mucha gente que militaba quedó huérfana. Pero si recorrés los barrios vas a ver que hay muchas personas que heredaron las ideas de nuestros padres y las de todos los desaparecidos y luchadores. ¿Y que es básicamente? La solidaridad. Y eso es algo que llevamos dentro y de lo cual nunca nos vamos a desprender.
Félix: —Yo vivo de los recuerdos. Es algo que está siempre. Cuando me pongo a escribir siempre empiezo por ahí; porque el recuerdo es el motor de todo.
Malena: —Siempre traté de que la figura de mi viejo no estuviera ligada solamente a la tragedia. Pensar en mi papá también me inyecta una energía positiva, como un motor impulsor. Porque quienes con tanta pasión y entrega lucharon por un proyecto de mundo más sensato del que tenemos, basado en el amor, la solidaridad y la justicia social, no merecen ser recordados desde la muerte sino desde la vida. Para la sociedad argentina es mucho más digerible enfrentarse con la parte trágica del asunto, que indagar y reconocer a los desaparecidos como lo que realmente eran: luchadores y revolucionarios. Será porque ahí es cuando realmente empiezan a aparecer. Y de alguna manera su lucha nos indaga, cuestiona e increpa a nosotros mismos en nuestro presente. Y eso, al parecer, es algo que incomoda.
Nicolás: —En nuestros casos el recuerdo no es algo privado, es algo que circula entre varias personas. Cuando nos juntamos con gente que conoció a nuestros padres: el recuerdo, ahí, se construye entre varias personas, y nunca parece algo personal. Por eso siempre me resisto a esas preguntas. Aunque sí sé que están dentro de mí dando vueltas todo el tiempo.
El arte funciona como una barricada desde donde se pueden decir unas cuentas verdades. Tal vez porque sienten que el arte, de alguna manera, los cobijó, les brindó una opción, y de alguna manera, les cambió la vida. “La música es una rama del arte influyente en los jóvenes. Me parece una herramienta con un potencial transformador muy poderoso. Los medios de comunicación se encargan de difundir música banal, superficial y lo que menos atente contra los valores que quieren”, se planta Malena. “De alguna manera, lo que hacemos artísticamente, con respecto al recuerdo de los que no están, son formas de venganza amorosa”, declara Albertina Carri.
LA INSEGURA SEGURIDAD
“La derecha tomó la bandera de las marchas”
La mesa del bar, con los 30 grados de temperatura, se hace un descontrol de voces que se concentran sobre los vasos de cerveza. Un poco de sosiego, el habla cansina y la charla toma otro camino, vinculado con la reaparición de voces totalitarias.
—¿Qué opinan del resurgimiento de la derecha y el pedido de pena de muerte encabezado por la farándula?
Albertina: —Ahí se leen claramente las cosas no resueltas de la democracia. No se puede creer que una mujer como Susana Giménez salga a decir: “El que mata tiene que morir”. Eso es impresionante (risas). Es una vergüenza, porque esta señora llamó a la prensa y a todo el mundo para decir esa barbaridad. Se montan sobre un aparato armado para decir cualquier cosa.
—¿Se habla con liviandad de la pena de muerte?
Nicolás: —A mí me gustaría preguntarle a la gente que ahora bate el parche pidiendo seguridad: ¿dónde estabas cuando la dictadura arrasaba el país? Hoy, los que piden muerte son los mismos que apoyaron la dictadura en el ‘76. Lo que no se puede creer es que Susana Giménez haya llamado a una marcha: la derecha ha tomado la bandera de las marchas. El discurso “los derechos humanos son para los delincuentes”, es claramente una de las grandes derrotas culturales de la democracia.
Malena: —Es patético. Pero es extraño que esta gente que ahora pide pena de muerte en pos de la seguridad nacional sea la misma que nunca dijo nada en reclamo por la cárcel a los genocidas. O sea, que la libertad de los genocidas (que en muchos casos deben ser sus vecinos en los countries) no les molesta. Eso se cura de una sola manera: justicia efectiva y no pena de muerte. Que hay gente que se caga en el prójimo, que la pobreza no le duele ni lo indigna, y que sólo reclama justicia cuando se trata del propio culo... Eso no es novedad para nadie. Lo preocupante es que lo griten públicamente con tanto descaro y eso no genere una respuesta contundente. Por lo contrario, tienen el apoyo de muchos. Eso ha tenido mucho éxito en los ‘90 también; pero no todo ha sido dicho y Latinoamérica está dando sorpresas, mejor dicho, los pueblos.
(Fuente:Rdendh-Pagina12).
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