Por Irina Santesteban (LA ARENA)
La conductora Susana Giménez fue noticia en los últimos días, cuando declaró ante todos los medios de prensa nacionales, que había que "dejarse de j... con los derechos humanos de los delincuentes" y sentenció, cual jueza infalible, que "el que mata debe morir".
El asesinato del diseñador de interiores Gustavo Lanzavecchia, y amigo de la conductora, fue lo que provocó sus iracundas declaraciones.
En ellas, Susana se erigió cual representante popular, al afirmar que, si el gobierno no tomaba decisiones en materia de seguridad, era el pueblo quien debía hacerlo.
De ahí a la justificación de hacer justicia por mano propia, hay muy poca distancia.Susana, con el sostén que le da su fama televisiva, pretendió representar los sentimientos populares, pidiendo "mano dura" contra la delincuencia, en particular contra los menores que consumen paco.
Y sin motivo aparente, arremetió contra los organismos de derechos humanos, porque según ella, son los que defienden a los delincuentes.Curiosamente, el mismo argumento utilizó Juan Carlos Blumberg cuando saltó a la fama hace seis años, y encabezó multitudinarias manifestaciones que exigían mayor seguridad y penas más duras.
Durante esos años (2003 y 2004) y bajo la influencia de Blumberg, las penas del Código Penal se incrementaron notablemente, aunque en forma desproporcionada y produciendo un evidente desequilibrio en ese cuerpo normativo.
Para corregir esas falencias, hace dos años se propuso una reforma integral al Código Penal, que fue rechazada por sectores que tienen opiniones sobre el tema muy similares a las que expresó Susana Giménez.
Tal reforma no pudo prosperar, por "demasiado garantista".
La conductora dijo muy suelta de cuerpo, cual si fuera una especialista en derecho penal, que no quiere que los que matan vayan presos un mes y luego salgan porque son menores. Varios comunicadores defensores de la mano dura suelen repetir hasta el cansancio que "los delincuentes entran por una puerta y salen por la otra".
Esto no es así en la mayoría de los casos, y cuando ocurre es porque hay una evidente complicidad del aparato policial y de algunos sectores políticos y judiciales.
Pero las estadísticas de los tribunales del fuero penal de todo el país, marcan un endurecimiento de las condenas, en particular las que se refieren a delitos contra la propiedad, secuestros extorsivos, asaltos violentos, etc.
Sin embargo, esta mayor rigurosidad penal no trajo como consecuencia una disminución de los índices delictivos.
La mayoría de los especialistas en materia de seguridad afirman que penas más duras e incluso la pena capital, no disminuyen los delitos violentos.
Una sociedad como la estadounidense, con una enorme población carcelaria y pena de muerte en varios estados, que se aplica incluso contra deficientes mentales, no ha logrado disminuir la violencia de sus principales ciudades.
En Nueva York, mal que le pese a Susana, que la pone de ejemplo con atrevida ignorancia, la puesta en práctica de las políticas del Instituto Manhattan del alcalde Rudolph Giuliani, no logró una baja en los delitos violentos.
Lo que se combatió con gran despliegue represivo fue la delincuencia menor: rateros, punguistas, mendigos y "sin techo".
Pero las mafias, el narcotráfico y la trata de personas, siguen teniendo en el país del norte a una de sus principales sedes.
Quizás advertida de la virulencia de sus declaraciones, Susana se retractó y dijo que, como "católica" no podía estar a favor de la pena de muerte.
Pero ratificó su odio de clase contra los "jóvenes que consumen paco" y los organismos de derechos humanos.Habría que preguntarle a la conductora qué pensaría si Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto, hubieran pedido la pena de muerte para Videla, Menéndez o Massera. Seguramente, los mismos que hoy justifican el exabrupto de la conductora, dirían que estas dirigentes son "revanchistas".
Así calificaron más de una vez la política de derechos humanos del gobierno de Néstor Kirchner y actualmente del de su esposa.
En medio de su furia, Susana se dio el lujo de citar la política represiva de Dubai, la ciudad-estado de los Emiratos Arabes Unidos, un paraíso inmobiliario y financiero que hoy sufre la crisis económica que tuvo su origen en ambos sectores.
Según la conductora, en ese país las cárceles están vacías porque "a los que roban los matan". Nos preguntamos qué harán en Dubai con los que se benefician con el contrabando de autos importados, aprovechando las franquicias para discapacitados, y luego, cuando son investigados, esconden esos autos mal habidos en establos.
Habría que averiguar también qué hacen en Dubai con los que conducen programas televisivos que promocionan obras religiosas y luego se descubre que en ellas, los sacerdotes que debían cuidar y proteger a los niños de esos hogares, cometían abusos contra ellos.
Aunque comprar un auto de contrabando no es lo mismo que asesinar y promocionar la obra de un sacerdote abusador, ignorando su reprochable conducta, puede ser excusable, es de esperar que una persona con semejantes "errores" en su vida, fuera más prudente.
Sobre todo cuando no ha tenido que lidiar en su vida con la marginalidad, la discriminación, la pobreza, el hambre, la deserción escolar, y tantas otras causas que llevan a muchos pibes, a veces desde los 5 ó 6 años, a consumir paco.
En lugar de la escuela y la universidad, estos jóvenes terminan engrosando las filas de la delincuencia y poblando las cárceles de nuestro país; muchos de ellos terminarán muertos a causa del paco.
El crimen que causó la ira de Susana no ha sido esclarecido, y la fiscal interviniente, Analía Córdoba, expresó que se trata de un caso "medio raro".
Aparentemente no se sustrajo dinero y para la funcionaria, las víctimas conocían a sus atacantes. Y aunque de éstos sólo uno era menor (de 18 años) y el otro tenía 27 años, para la conductora el origen de todos los males está en los jóvenes que consumen paco.
"Este no es un crimen pasional", dijo, como si esos delitos fueran justificables y demostrando una total ignorancia en la materia en la que pretendió dictar cátedra, pues los mal llamados "crímenes pasionales" suelen ser casos de violencia de género.
Aún profesando la fe católica, Susana proclamó que hay que matar a los pibes que matan y roban, como consecuencia del consumo del paco.
Para ello no hace falta la pena de muerte. A estos jóvenes, como lo dijo la Corte Suprema el año pasado, "o los mata el paco o los mata la policía".
(Fuente:Argenpress).
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