Por Mauro Federico
“Hay recuerdos que matan, por eso decidí hablar ahora, 27 años después, porque siento que sólo así voy a poder vivir en paz”. Silvano “Tito” Décima tiene 47 años. Vive en el mismo pueblo donde nació, en el departamento de Gurruyacú, a 80 kilómetros de San Miguel de Tucumán. Combatió en Malvinas como infante de Marina de la clase 62. Por primera vez, desde que regresó de las islas, se animó a contar su historia y la de sus compañeros, torturados, ultrajados y fusilados por las fuerzas británicas luego de la capitulación de las tropas argentinas el 14 de junio de 1982. Lo que sigue, entonces, es la memoria de ese drama: “Fui testigo de cómo soldados ingleses fusilaban a dos de mis compañeros”, relató a Crítica de la Argentina y confesó que fue obligado a practicarle sexo oral a un oficial británico. “Pero como ofrecí resistencia, me rompió la cabeza de un culatazo”, explicó.
Junto a otros 1.200 combatientes, Tito llegó a territorio malvinense el 8 de abril de 1982 como integrante del batallón de Seguridad de Punta Alta, con asiento en la base de Puerto Belgrano.
“Al principio permanecimos en Puerto Argentino, pero luego fuimos asignados al cuartel de los Royal Marines y entramos en combate el 5 de mayo”, recordó. Cuando la guerra llegó a su fin, otro calvario comenzó para Décima. “El 14 de junio nos comunicaron que el gobernador Menéndez se había rendido y que debíamos entregar las armas. Nosotros tiramos nuestros fusiles al mar y, mientras esperábamos a las fuerzas británicas para que nos trasladaran al continente, un grupo de militares ingleses tomó a dos soldados argentinos, los llevó aparte y los fusiló. Cuando nos quisimos acercar, vimos a los dos compañeros agonizando”, contó el ex combatiente. “Luego nos hicieron formar fila y nos trasladaron a pie hasta el aeropuerto, nos hicieron formar en un predio al aire libre, cercado por tachos de 200 litros. En un momento, otro argentino y yo pedimos permiso para ir de cuerpo. Dos soldados ingleses nos llevaron a una zona alejada y mientras nos amenazaban con sus fusiles, quisieron abusar sexualmente de nosotros. Uno de ellos obligó a mi compañero a desvestirse y lo violó. El otro –creo que era un suboficial de unos 40 años– después de pegarme un culatazo me hizo arrodillar y me obligó a practicarle sexo oral. Como yo lo mordí, me pegó un culatazo en la nuca y me partió el oído izquierdo. Ahí perdí el conocimiento y no los vi nunca más”.
Al ser consultado sobre las razones que lo llevaron a callarse y mantener oculta esta historia durante tanto tiempo, Décima explicó: “Cuando regresamos al continente, nos reunieron a todos en Campo Sarmiento, una instalación de la base naval de Puerto Belgrano, y un oficial de la Marina argentina nos dijo que no debíamos hablar con nadie ni mucho menos contar esto al periodismo, que lo que vivimos en Malvinas debía quedar allí, porque de lo contrario lo íbamos a pagar muy caro”.
–¿Qué pasó después de esta amenaza?
–Nunca más volví a dormir tranquilo, tengo pesadillas recurrentes y nunca pude dejar de pensar en esto, ni siquiera se lo conté a mi mejor amigo. Mi vida fue un infierno, estuve diez años internado en varias clínicas psiquiátricas donde me diagnosticaron psicosis de guerra, tuve intentos de suicidio. Recién ahora, 27 años después, me animo a contarlo porque es la única manera de sentirme liberado.
Una cuenta pendiente del Estado argentino
En los últimos 15 años, varios fueron los intentos del Estado argentino por esclarecer los crímenes de guerra cometidos durante la guerra de Malvinas, todos ellos fallidos. Una iniciativa de Carlos Menem en 1993 facultó a un grupo parlamentario integrado por dos senadores, dos diputados, un miembro de la Corte Suprema y representantes de los ministerios de Defensa, Justicia e Interior y las tres Fuerzas Armadas, a investigar todas las denuncias de crímenes de guerra cometidas durante el conflicto con Gran Bretaña. El sistema nunca funcionó adecuadamente por lo que, dos años después, otra ley dio origen a una nueva comisión que persistió en la intención de esclarecer las presuntas violaciones a la Convención de Ginebra.
Según informes difundidos por los centros de ex combatientes, “ni los crímenes cometidos por soldados británicos ni los perpetrados por los efectivos argentinos contra su propia tropa fueron esclarecidos”. Sin embargo, algunos testimonios de ex militares ingleses ratifican las denuncias de soldados argentinos. El paracaidista inglés Ken Lukowiak declaró ante el noticiero ITN de la televisión británica que las ejecuciones de prisioneros sólo fueron consumadas por el 3er. Batallón. “No puedo dar nombres porque no es correcto, pero los hechos eran bien conocidos”. El ex cabo Vincent Bramley publicó un libro, Excursión al infierno, en junio de 1991, donde las denuncias fueron corroboradas por testigos presenciales de los hechos y por el damnificado directo, el ex cabo José Carrizo.
(Fuente:Rdendh).
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