13 de abril de 2009

VARGAS LLOSA EL PRIMER DESMEMORIADO.

por Vicky Pelaez

Un pueblo sin memoria se pierde. No hay presente ni futuro sin ayer.
Patricia Verdugo

La creación del Museo de la Memoria donde se recuerde la violencia que azotó al Perú entre 1980 -2000 es como dar paz a los fantasmas de los muertos y desaparecidos, cuyas voces susurran a nuestros oídos de día y noche, clamando la justicia y exigiendo la verdad. Acordarnos de todos los caídos durante aquella lucha entre hermanos también calmaría la conciencia de los que sobrevivimos y quizás nos haría reconciliar a todos los peruanos.

El principal requisito para este Museo es la verdad y para este proyecto se necesitan líderes imparciales e idóneos, que no teman a los gobernantes, tengan conocimiento del Perú profundo y la idiosincrasia de su gente, estén libres de las presiones ideológicas y no se identifiquen con los poderosos y ricos del planeta.

Desde este punto de vista, designar al novelista peruano nacionalizado español Mario Vargas Llosa, es poner en peligro la misma verdad porque se manipularía la información para adaptar el pasado a los intereses del presente poder neoliberal. Vargas Llosa, amigo de José María Aznar, defensor de Ronald Reagan, íntimo del reverendo Moon, partidario de la guerra permanente de George Bush, y mimado por el poder globalizado, es un buen especialista en la neolengua manipuladora.

Demostró su desconocimiento del Perú ya en 1983 cuando presidió la comisión para investigar el asesinato de los ocho periodistas en Uchuraccay (Ayacucho). Llegó en helicóptero y sin intérpretes teniendo que recurrir a militares quechua hablantes para ‘comunicarse’ con los uchuraccaínos. En tres horas ya supo toda la “verdad” y acusó al pueblo del asesinato. Dijo que eran ignorantes y que “confundieron las cámaras fotográficas con los rifles”.

El escritor no quiso enterarse que, de los 400 habitantes de Ucuraccay, 51 hicieron servicio militar y que había una escuela, iglesia y cabildo, etc. Tampoco mencionó que Uchuraccay estaba bajo control de la patrulla dirigida por el teniente de la marina Ismael Bravo. Por supuesto que Vargas Llosa no vio que en las fotos que tomó el reportero Willy Reto, durante el diálogo con los campesinos, antes de ser detenido junto con sus compañeros, que en el grupo había hombres extraños con zapatos y pantalones diferentes al atuendo tradicional y que llevaban relojes y sortijas de oro. La autopsia reveló que los periodistas fueron invitados a comer, antes de ser asesinados con hachas y piedras.

Tras el veredicto de Vargas Llosa, Ucharaccay desapareció. Los tres detenidos fueron asesinados posteriormente por desconocidos, igualmente 137 de sus paisanos. Es que para este hábil escritor, los comuneros altoandinos son como “extraterrestres”, dice que “la violencia es característica del medio ambiente en que viven ellos desde el nacimiento a la muerte”, y su idioma quechua es “como una música salvaje”.

Vargas Llosa, que en 1983 fue acusado por un juez, de encubrir el asesinato de los ocho periodistas, no es persona adecuada para crear un Museo de la Memoria que recordará a 70,000 asesinados y 13,000 desaparecidos, la mayoría por las fuerzas represivas. Lo primero que haría, por supuesto, es ocultar lo que les pasó a los colegas en Uchuraccay.

La decencia impone que debe inhibirse.
(Fuente:Argenpress).

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