16 de junio de 2009

AZUL; REPRESIÓN ILEGAL LEITES Y GROSSE.

por Claudia Rafael
Desde el mismo instante en que se entreabrió la puerta interna que comunicaba con el garaje del Juzgado Federal de Azul, Walter Grosse ensayó una sonrisa que no sólo sostuvo sino que además profundizó hasta el momento en que se cerraron tras él las puertas del impecable camión celular en el que sería llevado de regreso a la cárcel común de Marcos Paz. Está imputado por delitos de lesa humanidad cometidos en el marco del terrorismo de Estado. Pero se reía, mientras los familiares de José Alfredo Pareja, un par de sobrevivientes de los centros clandestinos de detención y unos pocos militantes de derechos humanos le gritaban una y otra vez "asesino" mientras con sus manos golpeaban las chapas del camión celular. Fueron apenas unos 30 segundos. No mucho más que eso. Unos cinco o seis policías de la Federal custodiaban su salida.
Grosse se retiró como capitán del ejército. Pero ayer, muy lejano a la gloria que ostentó en otros días, salía esposado. Un metro delante suyo, también esposado, era llevado hasta el camión Horacio Rubén Leites, teniente primero retirado del ejército. Pero Leites no reía. A él, dentro del juzgado federal le subió la presión a 19. Y se lo veía serio y con el rostro colorado.
El teniente se negó a declarar. Grosse, en cambio, hizo una declaración "formal" que no admitía preguntas. Fue su propio abogado, Gerardo Ibáñez, quien intentó mechar una pregunta pero el juez Juan José Comparato lo frenó a tiempo. "Si pregunta usted, también podrá hacerlo la fiscalía", les habría advertido. Ibáñez entonces no interrogó. Grosse tampoco contestó.
Entre sus declaraciones planteó, por ejemplo, que la cárcel clandestina Monte Peloni no dependía del Regimiento de Olavarría sino de la Brigada de Tandil. No trascendió mucho más.
En los pasillos del juzgado esperaban la esposa de Grosse, una mujer rubia, diminuta y hermosa. También su hijo, rubio y barbado. A Leites, en cambio, no lo acompañaba absolutamente nadie. Dicen que, mucho más temprano, cuando nadie más que ellos había llegado a la sede, se pudo encontrar unos instantes con un familiar.
Llegaron a bordo del celular número 368 del Servicio Penitenciario Federal, Dirección de Traslados alrededor de las 7 de la mañana. Bien temprano, para evitar que hubiera cruces indeseados. Desde esa hora hasta las 15 el celular permaneció estacionado de culata contra el garaje del juzgado. Es que no hay un ingreso alternativo que la del frente.
El juzgado es una vieja casona reciclada que alguna vez, en los tiempos del terrorismo de Estado, supo ser centro clandestino.
A las 10.15 El Popular Medios ingresó al despacho del juez Comparato. Fue el único medio periodístico que pudo entrar a la sede judicial. Sobre el escritorio del juez, estaba la respuesta de la jueza subrogante de Paso de los Libres, Gladys Mabel Borda, al pedido de detención de Ignacio Aníbal Verdura que desde hace años vive en Santo Tomé. Estaba fechada el 2 de junio, ocho días después de que saliera de Azul el exhorto ordenando la detención de quien supo ser dueño y señor de muchas vidas desde su rol de máximo jefe del regimiento de Olavarría. Sin embargo, todavía no hay novedades sobre la detención de Verdura, que además de ligado a los delitos de lesa humanidad tuvo gran protagonismo por el atentado de 1986 contra el entonces presidente constitucional Raúl Ricardo Alfonsín.
Cabe imaginar que si para los próximos días no se produce la detención, el juez Comparato deberá reiterar el exhorto.
Ven a mí
El secretario golpeó la puerta del despacho del juez.
-Doctor: Leites ya terminó la reunión con su abogado. Está listo para empezar la audiencia.-Vayan para la sala y empiecen a tomar los datos que enseguida voy.
Eran las 10.35.
Hasta ese momento, Leites había estado reunido a solas con su abogado en una pequeña oficina en el área de justicia correccional que debieron vaciar para facilitar el encuentro. Lo defiende Claudio Castaño, un joven abogado con menos de 40 años que supo trabajar en el área de Ceremonial de Casa de Gobierno durante el menemismo y que habitualmente defiende imputados en causas por delitos comunes. Uno de sus defendidos supo ser el tandilense Mario Omar Palacios, propietario del "café-bar" conocido como "Ven a mí", que estaba acusado en una causa ligada a la trata de personas. Entre las declaraciones de la víctima, una chica tucumana obligada a prostituirse, contó que "estuvo presionada y ejerciendo la prostitución en Tandil, por lo que se ordenó la detención y los allanamientos en procura de rescatar los documentos de identidad de ella y de dos de sus hijos, menores de edad", relató luego el comisario inspector tucumano Jorge Tobar, que supo estar en Olavarría en la búsqueda de Marita Verón. Esta es la primera vez que patrocina a un imputado en una causa por el terrorismo de Estado.
Lo de Grosse es diferente. Su abogado es Gerardo Ibáñez, que por estos días defiende a Alejandro Duret en el juicio oral y público por el secuestro, torturas y homicidio de Carlos Alberto Labolita, un joven militante de Las Flores desaparecido el 25 de abril de 1976.
Es extraño. Pero no sólo comparten el abogado. También la actitud. En cada una de las audiencias del juicio Labolita, Duret -que no llega a 60 años, es rubio, alto y de ojos claros- adoptó una sonrisa exasperante.
Ayer, Grosse se mostró ante los familiares de las víctimas con su propia sonrisa exasperante. Y que también es alto, rubio, de ojos claros.
"Quieren mostrarse como que con ellos nadie va a poder", pensó en voz alta un observador.
Del lado del sol
El Popular Medios debió concluir la charla con el doctor Comparato que, tras lo que se evidenciaba era uno de tantos cigarrillos en el curso de la mañana, se preparó para ir a la audiencia. Fue más que breve y ya alrededor de las 11.10 empezó la indagatoria a Grosse que se extendió hasta alrededor de las 13.
Sobre la vereda, del lado del sol, familiares de desaparecidos, sobrevivientes y militantes de derechos humanos esperaban el momento de la salida. Todos sabían que sería el único instante en que podrían hacer sentir su presencia y su repudio a los represores. A un costado, desde un Renault 18 azul, dos hombres a bordo tomaban fotos a los manifestantes desde un teléfono celular.
Eran una quincena. La mayoría había llegado en una combi desde Olavarría a las 10. José Alfredo Pareja, "Pepe", estaba presente desde su imagen en una pancarta. Su nombre. Su cabello renegrido y lacio que reafirmaba estar ahí al momento en que pasara Horacio Rubén Leites que utilizó el teléfono de María Rosa Pareja y advertir, en código, que el joven abogado estaba llegando a la casa de su hermana. Momentos después sería secuestrado y nunca más -excepto por un paso por el Pozo de Arana- se supo de él.
"Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar", cantaban en la larga espera entre el frío intenso que entumecía los cuerpos de militantes y también, de policías.
El momento culminante fue exactamente a las 15. Se abrió el portón del garaje del juzgado. Los policías se apostaron uno junto al otro. Dieron el OK y dos hombres del Servicio Penitenciario Federal abrieron las puertas traseras del celular. En ese mismo instante se vio asomar a Leites desde una puerta, con las manos por delante aferradas con esposas y un policía que lo llevaba del brazo. Un metro atrás, la sonrisa de Grosse irrumpía en escena. Los familiares de las víctimas gritaban "asesinos".
Nadie pudo ver la mueca que seguramente se le escapó cuando las puertas se cerraron tras él.
(Fuente:Rdendh-Elpopular).

No hay comentarios: