LA GARZA NEGRA.
A la hora que en Hiroshima cayó la bomba, mi tintorero de Buenos Aires
quemó la
ropa y manchó con ácidas lágrimas una larga solapa.
Fue perdonado en homenaje o por tristeza no sé.
Mi japonés es muy sensible juega en la sombra con flores u hojas verdes.
Él sabe.
Sabe también de la garza negra que visita el diminuto jardín que tiene
detrás de la
tintorería con cuatro flores y seis hojas.
Poco a poco ha ido abandonando la tintorería por el pequeño bosquecillo y
como es
natural los negocios no marchan. La garza negra desciende más a
menudo.
Un día clarísimo entre sus cuatro flores y seis hojas el japonés en la
agonía ve caer
del cielo para siempre la garza negra de alas de agua.
En Nagasaki, la garza negra levantaba el vuelo.
Miguel Ángel Bustos.
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