8 de agosto de 2009

CAUSA NEGRITO AVELLANEDA.

DÚPLICAS 7 DE AGOSTO DE 2009
Antes de comenzar la audiencia, se retiró de la sala Fernando Verplaetsen, por problemas de salud.

Defensor de los militares Juan Tripaldi
Agradeció los elogios a su apelación, hechos por el Dr. Carlos Zamorano, querellante por la Fed. Juvenil Comunista y el abogado querellante Luis Bonomi, por Justicia Ya!, y aclaró que esa defensa oficial ha trabajado por la absolución de los imputados.


Reclamó la réplica técnica-jurídica, no sin razón. El Dr. Zamorano, quien estuvo a cargo de tal réplica, fue interrumpido por la presidente del Tribunal, Lucila Larrandart, ¡8 veces! Hasta que tuvo que dejar su exposición, harto minuciosa, inconclusa. Pidió que a la hora del veredicto y sentencia, el Tribunal tuviera en cuenta la falta de respuesta doctrinaria de la querella, pero por supuesto, omitió responsabilizar a la presidente del Tribunal por esa falta.


Repitió los numerosos (doce) planteos de su alegato, considerando que no habían sido respondidos. Prácticamente reprodujo los conceptos ya vertidos en su momento, respecto a nulidad, prescripción, persecución selectiva, violaciones a derechos y garantías en juicio, etc., y sostuvo que es cruel e inhumano solicitar cárcel común a su defendido Verplaetsen. Nada nuevo bajo el huidizo sol de esta mañana.


Defensor de los militares Carlos Daniel Palermo
Fiel a su estilo lacónico y enunciativo, comenzó con una lista de “No soy…” Ni Jakobs, ni sacerdote, ni escribe en Página 12, ni…


Dijo no haber deseado ofender a los querellantes al homenajear a su colega detenida desaparecida Teresa Israel, miembro de la LADH y del Partido Comunista. Aclaró que fue su compañera de estudios y la apreciaba como tal, y se refirió a un supuesto “monopolio de los recuerdos”, ejercido por las querellas.


Con respecto a su infeliz mención a Günter Jakobs y la justificación de la tortura, expresó su desagrado por la mala interpretación y reiteró que los tormentos infligidos a Iris Pereyra no están probados. En cambio, sus defendidos Riveros y Verplaetsen sí están siendo sometidos a tortura.


Como Tripaldi, reiteró el pedido de investigación a Ibáñez y Solís, los dos testigos que rompieron el pacto de silencio.


Sorprendentemente, volvió a poner en duda la identidad del cuerpo hallado en las costas uruguayas, cuyas huellas dactilares pertenecían a Floreal Avellaneda Edgardo, no a Floreal Edgardo Avellaneda. Al menos no hizo mención del “posible accidente”.


Respondió al abogado querellante por la familia Avellaneda, Jorge Brioso, diciendo que el testigo de la defensa, General de División Heriberto Auel, no fue preparado; en cambio sí lo fueron los coroneles Horacio Ballester y José Luis García, del CEMIDA, testigos de las querellas. Dijo además que el juicio estaba basado sólo en pruebas proporcionadas por las víctimas, pero omitió decir que no hubo pruebas de los imputados en razón del pacto de silencio que hasta hoy unió férreamente a los genocidas.


Defensora del policía Alberto Ángel Aneto, abogada Elda Berasain
Reiteró la convicción largamente expresada por la defensora: la Comisaría de Villa Martelli no estuvo involucrada en el caso Avellaneda, y la responsabilidad absoluta la tiene el personal de la Cría. de Munro.


Respondió al abogado querellante por la familia, Jorge Brioso, reafirmando sus dichos del alegato: los testigos son sospechosos, falaces: “ … en los distintos relatos no se dan matices: se dice o no la verdad.” Y siguió: “Todos los testimonios efectuados son sospechosos, no han querido decir la verdad (…) Recuerdan más a medida que pasa el tiempo (…) Los testimonios están plagados de inexactitudes, son falaces.” Se extendió citando autores especialistas en psiquiatría y psicología, para justificar su hipótesis de la imposibilidad de recordar pasado un tiempo máximo de ocho años, como expusiera en su alegato. Insistió una y otra vez en la falsedad de los testimonios de la familia Avellaneda, “con el único objeto de inculpar a un inocente (…) que fue agraviado, humillado y agredido”.


Concluyó diciendo que su defendido nunca estuvo en Campo de Mayo, ni integró nunca un grupo de tareas, y que (los Avellaneda) “quisieron imputar a cualquiera”.


La presidente del Tribunal propuso un cuarto intermedio, pero el fiscal De Luca pidió la palabra para pedir se denuncien e investiguen los tormentos a los que estarían siendo sometidos los militares en la cárcel de Marcos Paz. Esta solicitud provocó la respuesta de la defensa de los militares, aclarando que, dadas las condiciones etarias y de salud de los imputados, el permanecer en prisión ya es una tortura.


PALABRAS FINALES
SE ROMPIO EL PACTO DE SILENCIO
César Fragni, militar



Comenzó con una metáfora de su situación de espera refiriéndose a la película norteamericana “A la hora señalada”. Gary Cooper (no Alan Ladd, como repitió varias veces), esperaba el tren sentado en la estación; él también espera, pero en el banquillo de los acusados, “con serenidad, tranquilamente, porque no tengo nada que esconder.” Se manifestó “sorprendido” por esta situación, por “este discurrir durante más de treinta años, sin fundamentos claros ni válidos”. Durante toda su exposición, se preguntó una y otra vez “¿Qué hago sentado aquí si soy inocente?”


Tras un recorrido por su currículum profesional, detalló sus pesares y los de su familia desde que se presentara a declarar, en 1984: “una serie de injusticias y atropellos (…) ¿Se equivocó la Justicia? Todos nos equivocamos”. Después de rechazar todos los cargos y declararse inocente reiteradamente, agradeció el apoyo de su familia y amigos, y a sus defensores “por la contundencia con que aclararon la falsedad de las imputaciones” y “sin odio ni rencor”, se refirió a la familia Avellaneda: “Los comprendo – dijo – está dentro de la naturaleza humana”. No precisó qué es lo que está dentro de nuestra naturaleza. Tal vez, la necesidad de Justicia.


Pero fue finalizando su exposición cuando reconoció lo que había negado: su participación en el genocidio: “Estoy en el banquillo de los acusados, sorprendido. No tengo palabras… Yo, que estuve en dos guerras, contra la subversión y en Malvinas…” Sobran los comentarios.


Raúl Harsich, militar
Se declaró inocente de los cargos que se le imputan, por ser hechos “que van en contra de mi educación familiar, militar y política”. Como Fragni, detalló su sufrimiento y el de su familia durante todos estos años, y dijo haberse presentado a declarar en el 2006, sabiendo que sería detenido: “Creí que se iba a investigar, pero sobre todo, creía en mi inocencia”, dijo.


Abundó en datos sobre su vida como partícipe en la actividad democrática y en detalles del empeoramiento de su enfermedad – diabetes - , a causa de haber sido “humillado y vejado”, tanto él como su familia.


“Comprendo el dolor de la familia Avellaneda, por haber perdido a un hijo en la forma en que lo perdió. Los comprendo porque yo tuve un tío (…) cuya hija, perteneciente al ERP, fue desaparecida en Rosario. Soy testigo de su dolor y de su búsqueda, hasta que murió sin encontrarla, por complicaciones de diabetes. (…)
Como soldado cumplí las órdenes, pero jamás una que fuera inmoral; jamás torturé, jamás robé.”
Sólo admitió que la dictadura cívico-militar secuestró y desapareció personas, sin derecho a juicio justo ni a la defensa que sí tienen los genocidas.


Alberto Ángel Aneto, policía bonaerense
“Antes que nada, quiero decir que debido a mi enfermedad, estoy en tratamiento con psiquiatra y psicólogo…” Así comenzó su exposición, y proporcionó una interminable lista de medicamentos, con sus dosis y horarios.


En el penal de Marcos Paz, algunos compañeros de prisión recordaron el caso del Negrito Avellaneda, y le “acercaron datos”.


Ofreció entonces una versión de los hechos digna de la “imaginación quimérica” que su defensora Berasain atribuyó a Iris Pereyra y a su familia.


El coronel Calatayud (en su momento interventor en la Cría. de Munro), tiene un hermano abogado “de mucho prestigio en San Isidro, que fue socio y amigo personal de Julio Viaggio”, abogado de la LADH, y primer letrado de Iris y el Negrito. A su vez, el Crio. Polidori viajaba a Campo de Mayo con el coronel Calatayud, porque “ahí tenían a sus detenidos, iban a interrogarlos (…) Yo no conozco ese lugar”, dijo, y agregó que era un sitio al que iban “los generales, los coroneles” y no gente que no tenía suficiente jerarquía, como él.


“En los dos años y medio que estoy en el penal, encontré la verdad”. Y expuso su conclusión: que el personal interviniente en el secuestro de Iris y el Negrito, fue el de la Cría. de Munro: Calatayud, Polidori, y entre otros, el encargado de calle Franco, que hacía inteligencia en la fábrica Tensa, ya que pertenecía a su jurisdicción, igual que el domicilio de los Avellaneda. Que él (Alberto A. Aneto), dice “la verdad que siempre se ocultó”: el abogado Calatayud, hermano del coronel, y el Dr. Julio Viaggio tramaron la mentira para eximir de culpa al militar.


Por lo expuesto, pidió que se vuelva a instruir la causa, que “una injusticia se repara con una justicia”.


Agregó que “nunca trabajé con militares y no tengo ninguna otra causa por derechos humanos.” Luego felicitó al Tribunal y a sus abogados por el trabajo realizado y pidió a “dios que los ilumine y les haga ver la injusticia a la que está siendo sometido”
(Fuente:Rdendh-LADH San Martín-Prensa).

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