Imagen: AFP
Por Christian Palma
Desde Santiago, Chile
A río revuelto, ganancia de pescadores. El viejo dicho popular planeó positivamente toda la semana en el comando del candidato presidencial independiente Marco Enríquez Ominami (MEO). Es que las revelaciones que el jueves 23 de julio hiciera la ex ministra de Justicia de la dictadura militar, Mónica Madariaga, al diario La Nación de Chile, abrió un flanco de ataque –con declaraciones bien subidas de tono– entre la carta de la derecha, a Sebastián Piñera, y el representante de la Concertación, Eduardo Frei.
Según reveló en el periódico, en 1982 la ex ministra dijo que en 1982 había presionado a un juez, Luis Correa Bulo, para que no persiguiera en su investigación por las irregularidades financieras descubiertas en el Banco de Talca, entidad que gerenciaba Piñera, hoy un multimillonario inversionista dueño de la empresa aérea LAN.
En ese escenario de lucha encarnizada, los analistas coinciden en que Enríquez Ominami –el postulante a La Moneda que representa la idea del recambio generacional– es quien saca los mejores réditos, sobre todo ganando el voto de los más jóvenes e indecisos cansados de un debate agresivo y con un tufillo rancio de políticos viejos y desgastados.
El hecho es que diversos juristas están de acuerdo en que Piñera eludió la justicia amparado por su hermano, José, quien fue ministro del dictador Augusto Pinochet, quien habría influido para que el millonario fuera absuelto de los cargos por desfalco al mencionado banco (U$S 240 millones), mientras que a miles de chilenos se les rechazaba los recursos de amparo que presentaban para escapar de las botas de los militares que gobernaron de facto Chile desde 1973 a 1990.
Pese a que el abanderado de la Alianza negó haber permanecido prófugo de la justicia y aseguró que en 1982 recurrió a los máximos tribunales de justicia en busca de amparo, el millonario no ha dado una respuesta contundente. “Hay mala leche”, arguye tibiamente.
De hecho, el presidente del Partido Socialista (PS), Camilo Escalona, pidió investigar la relación entre los problemas del Banco de Talca y la actual fortuna del financista y aspirante presidencial, señalando además que Piñera está cuestionado éticamente para presidir Chile.
La derecha y toda su parafernalia alega que el caso sucedió hace tres décadas y acusaron al oficialismo de haber montado una operación –supuestamente dirigida por el diario La Nación– con el fin de perjudicar su postulación a La Moneda.
Como era de esperar, el comando del demócrata cristiano Eduardo Frei no dejó pasar la oportunidad y advirtió que para ser presidente de Chile “hay que tener las manos limpias”, entre otras declaraciones de fuerte calibre. De paso, las revelaciones cambiaron el curso de las aguas y relegaron a un segundo plano las críticas contra Frei por haber indultado a un narcotraficante en 1994, cuando fue presidente de Chile.
Es que el tema del enriquecimiento de Piñera es sensible para buena parte de la ciudadanía chilena. De hecho, uno de sus puntos fuertes es la visión de éxito que generan sus negocios; sin embargo, al verse enlodado en operaciones truchas le pega fuerte, sobre todo si la opinión pública recuerda anomalías financieras del pasado.
Por ejemplo las acontecidas en LAN, uso de información privilegiada para comprar acciones y su participación accionaria en una cadena de farmacias acusada de colusión, por nombrar sólo algunos casos.
Eso justamente es lo argumentado desde el comando de Frei y de la propia Concertación. Incluso la presidenta Michelle Bachelet sostuvo que cuando uno es candidato debe aclarar todo lo que le inquiete a los votantes.
Esas opiniones sacaron ronchas y la derecha más recalcitrante respondió atacando a la propia mandataria. “Majadera y tonta”, fue lo más suave que se escuchó.
Lo cierto es que los comandos de Piñera y Frei, que lideran las encuestas presidenciales, se están dando con todo. Aún no está claro quién será el más favorecido con la discusión. Lo que sí es seguro es que Enríquez Ominami potenció su discurso “moderno” y “progresista”, por lo que sus contendores revisan mantener la estrategia ofensiva.
La última encuesta divulgada en Chile sitúa a Enríquez Ominami rondando el 20 por ciento, acercándose bastante a Frei, mientras que Piñera se anota por encima del 40 por ciento en intención de voto. Pero ojo, ese porcentaje es el mismo que ha logrado históricamente la derecha desde los tiempos de Pinochet. Lo que hace suponer, al final, que quienes respaldan a Piñera son los mismos que avalaban al muerto dictador. Es la derecha que no ha ganado en más de 50 años en Chile. Si bien Pinochet y Sebastián Piñera son personas muy distintas, incluso puede ser ofensivo equipararlos, es indudable que ambos representan el mismo universo político. Así como Frei hace lo propio con la Concertación que gobierna Chile desde hace 20 años, ambos bloques del cual Marco Enríquez Ominami dice ser la alternativa.
El Banco de Talca
Durante los 17 años que duró la dictadura militar en Chile, ésta procuró tapar y eliminar las pruebas que revelaban las tropelías ocurridas en el período en que a Pinochet “no se le movía una hoja” sin que él lo supiera. En ese contexto, la declaración de la ministra de Justicia de la época, Mónica Madariaga, dio luces del fraude al Banco de Talca en el que Piñera estuvo involucrado en primera línea. La defensa del multimillonario candidato alega que fue absuelto por la Corte Suprema de entonces, que se manejó, según él, en un estado de derecho. ¿Pero existe el estado de derecho en dictadura? Varios abogados indicaron que técnicamente Piñera eludió a la Justicia por el caso de infracción de la Ley General de Bancos, mientras la Corte Suprema recibía presiones desde la dictadura para no procesar al ahora candidato presidencial de la derecha. En 1982 se dictó una orden de detención por los delitos señalados en contra de Piñera y hoy se sabe que no fue procesado por gestiones de autoridades de la dictadura.
(Fuente:Rdendh-Pagina12).
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