Por Lucila Gallino
Tres salas de Buenos Aires
exhiben el documental “Imagen Final”, de And
rés Habegger, que relata la historia del camarógrafo argentino
Leonardo Henrichsen, quien murió registrando el levantamiento de tanques del 29 de junio de 1973, ocurrido
74 días antes del golpe que depuso a Salvador Allende el 11 de septiembre. El
reportero de la televisión pública de Suecia (SVT) fue muerto frente al Banco Central, después de
registrar en su cámara a sus propios asesinos en el instante en que le dieron muerte. Según su acompañante, la periodista sueca Sigrid Gunilla Molin, quien se refugió tras su cuerpo de 1
,83 mt, el periodista gritó “No disparen: soy periodista”, pero no le hicieron caso y siguió filmando. Sigrid resultó incólume y su colega pasó a la historia de la profesión como “el periodista que filmó su propia muerte”, en una época en que la cobertura de TV se hacía en cine de 16 mm porque no había cámaras de video, ni despachos vía satélite.
El estreno, que culmina un trabajo de investigación cinematográfica y de búsqueda de testigos y protagonistas por más de 5 años, se efectuó el 5 de agosto en una sala repleta del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) y sigue exhibiéndose en tres cines de la capital argentina: Malba, ArteCinema y
Gaumont Espacio INCAA KM 0. Abundante público acude a ver este film, que repite y analiza exhaustivamente la imagen final del camarógrafo argentino, en un país que consiguió abrir espacios para la prensa y la cultura progresista.
La película refleja el trabajo de investigación periodística del periodista chileno Ernesto Carmona, quien trabajó 10 años para dar con la identidad de Héctor Hernán Bustamante Gómez, el cabo-jefe de la patrulla del Regimiento Blindados 2 que mató al periodista. También encontró a varios conscriptos que estuvieron al mando de Bustamante. Y aunque los dos minutos que duran las “imágenes finales” de Henrichsen recorrieron el mundo, no se supo quiénes lo mataron hasta que el periodista identificó a sus asesinos 33 años después, en 2006.

exhiben el documental “Imagen Final”, de And
rés Habegger, que relata la historia del camarógrafo argentino
Leonardo Henrichsen, quien murió registrando el levantamiento de tanques del 29 de junio de 1973, ocurrido
74 días antes del golpe que depuso a Salvador Allende el 11 de septiembre. El

registrar en su cámara a sus propios asesinos en el instante en que le dieron muerte. Según su acompañante, la periodista sueca Sigrid Gunilla Molin, quien se refugió tras su cuerpo de 1
,83 mt, el periodista gritó “No disparen: soy periodista”, pero no le hicieron caso y siguió filmando. Sigrid resultó incólume y su colega pasó a la historia de la profesión como “el periodista que filmó su propia muerte”, en una época en que la cobertura de TV se hacía en cine de 16 mm porque no había cámaras de video, ni despachos vía satélite.
El estreno, que culmina un trabajo de investigación cinematográfica y de búsqueda de testigos y protagonistas por más de 5 años, se efectuó el 5 de agosto en una sala repleta del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) y sigue exhibiéndose en tres cines de la capital argentina: Malba, ArteCinema y

La película refleja el trabajo de investigación periodística del periodista chileno Ernesto Carmona, quien trabajó 10 años para dar con la identidad de Héctor Hernán Bustamante Gómez, el cabo-jefe de la patrulla del Regimiento Blindados 2 que mató al periodista. También encontró a varios conscriptos que estuvieron al mando de Bustamante. Y aunque los dos minutos que duran las “imágenes finales” de Henrichsen recorrieron el mundo, no se supo quiénes lo mataron hasta que el periodista identificó a sus asesinos 33 años después, en 2006.

Críticas favorables
La película tuvo críticas favorables, incluso en grandes diarios de derecha como “Clarín” y “La Nación”. Luciano Monteagudo, del diario progresista “Página 12”, escribió: “Allá por 1973, todavía no había “directo” en los noticieros de televisión: se filmaba en 16 mm reversible y había que esperar el revelado para ponerlo al aire. Pero esa “muerte en directo” fue quizá la primera –y, a la vez, la más brutal– experiencia de televisión en vivo, como si esos pocos segundos filmados por Henrichsen eternizaran para siempre la sensación de tiempo presente. No deja de ser una paradoja que esas imágenes –que dieron varias veces la vuelta al mundo como símbolo de la violencia de las dictaduras militares en América Latina– nunca hayan servido para condenar judicialmente a los asesinos. No hay prueba más contundente que el testimonio cinematográfico que registró la propia víctima. Y, sin embargo, el sumario militar que se inició en julio de 1973 quedó casi inmediatamente cerrado, sin condenas de ningún tipo, después del golpe del 11 de septiembre. Lo que hace el film de Habegger –junto al periodista Ernesto Carmona y organizaciones chilenas de derechos humanos– es reabrir la causa e ir en busca de los asesinos de Henrichsen, más de treinta años después”.
“No por reiterada una imagen pierde valor. La potencia que tiene esa toma única, con la que el camarógrafo Leonardo Henrichsen registró su propia muerte se ha visto una y mil veces. Pero sigue poniendo los pelos de punta”, escribió al día siguiente del estreno el crítico Pablo O. Scholz de Clarín. “El argentino Henrichsen estaba cubriendo la efervescencia política (y militar) previa al golpe de Estado en Chile para la televisión sueca. Y el 29 de junio de 1973 no sacó el dedo del obturador en ningún momento cuando un militar ordenó a sus soldados que apuntaran y dispararan hacia la cámara”. Tras elogiar al director, añadió: "A muchos de los documentalistas que estrenan semanalmente en nuestro país no les vendría nada mal pegarle una ojeada a Imagen final, un trabajo que reivindica al género".
La investigación de Carmona fue el hilo conductor del film de 90 minutos. El documental nunca pierde interés e incluso, a ratos adquiere un suspenso propio de Alfred Hitchcock, confirmando que la realidad siempre supera a la ficción. Por la pantalla desfilan los co-protagonistas de la vida del camarógrafo: su hermana Leticia, con quien solía jugar de niño –premonitoriamente– en la plaza Chile de Buenos Aires; sus compañeros de trabajo en el noticiario de cine “Sucesos Argentinos”, en 35 mm, donde se formó como camarógrafo; y el periodista sueco Jan Sandquist, su jefe en la corresponsalía para América Latina de SVT, con quien cubrió 16 golpes de estado a fines de los ‘60 y comienzos de los ’70. Ambos publicaron más de 200 reportajes con imágenes inéditas de un continente sacudido por la violencia, golpes militares y la guerrilla del Che.
Como en esa época el material se enviaba por vía aérea sin revelar, Henrichsen jamás pudo revisar cómo salieron “al aire” los reportajes que hizo con Sanquist. Cuando murió, cargaba en su bolsillo el boleto aéreo que le envió SVT para que fuera a Estocolmo a ver las imágenes que captó por años en Argentina, Chile, Bolivia, Nicaragua, Panamá y otros países.
¿Quién mató a Henrichsen?
Carmona relató que en 1996 más de 60 periodistas chilenos decidieron rescatar la memoria de sus colegas asesinados y/o desaparecidos en 17 años de dictadura (1973-2000), 23 periodistas y 8 estudiantes, para el libro “Morir es la Noticia” (1), publicado en 1997. Figuraban dos extranjeros, Charles Horman, de EEUU, protagonista de “Missing” (Desaparecido) de Costa Gavras (film que nunca se ha exhibido en cines chilenos), y Leonardo Henrichsen, que pasaba por sueco. Pero encontraron que a pesar de la difusión de las imágenes que le costaron la vida, todavía se ignoraba el nombre del jefe de la patrulla militar que le dio muerte ni de los conscriptos a sus órdenes.
Con copias a color de los fotogramas clave del film, proporcionadas por SVT desde del film original, Carmona buscó la identidad del militar principal, tocando cientos de puertas. Publicó un aviso en PF con el título “Se busca”, ofreció como “recompensa” un viaje a Cancún para 2 personas por una semana, pero no pasó nada. Publicó otros llamados con foto en las revistas “La Huella” y “El Periodista”, pero tampoco hubo respuesta. En 2005 conoció a Habegger y ya había conversado con unos 5 documentalistas argentinos que proyectaban hacer una película, pero el tesón de este cineasta hijo de un desaparecido, lo estimuló a continuar hasta que pudo establecer que el jefe de la patrulla fue el cabo segundo Héctor Hernán Bustamante Bravo, e incluso conversó personalmente con él en su casa, pero éste negó su identidad, declarando ser otra persona. También ubicó a conscriptos de la patrulla que hablaron para el documental, como Orlando Villa Paredes. Con estos datos, la viuda Patricia Mc Farlaine y los hijos Josephine y Andrés Henrichsen vinieron a Chile a reclamar justicia. El fallo fue adverso, la justicia alegó prescripción y excluyó el crimen como delito de lesa humanidad porque “ocurrió antes del golpe”.
Bustamante fue funado en su casa en Conchalí, en agosto de 2007. “Después de la funa, recibí tres amenazas de muerte”, relató Carmona. “La última la atendió mi esposa (“Que ponga las barbas en remojo”) y entonces lo denuncié ante Carabineros. La policía tomó una declaración de mala gana, pero la comisaría Los Guindos, de Ñuñoa, omitió los datos clave cuando informó a la fiscalía. No pasó nada. Y Bustamante murió en el hospital militar por neumonía y cáncer al pulmón el 18 de diciembre de 2007, quizás en la misma cama que usó en 1973 porque fue uno de los pocos golpistas heridos por las fuerzas leales a Allende que el general Carlos Prats sacó a las calles para reprimir el golpe”.
Nota:
1) Ver http://www.derechos.org/nizkor/chile/libros/reporter/
Fotos:
- Rodaje: Frente a la casa del asesino (que estaba adentro, escondido) el director Andrés Habegger, el periodista Ernesto Carmona y parte del equipo.
- El asesino en acción tras golpear al joven peatón Jorge Daza (de espaldas), testigo del crimen.
- Leonardo Henrichsen, poco tiempo antes de su asesinato.
Lucila Gallino es periodista y documentalista argentina.
La película tuvo críticas favorables, incluso en grandes diarios de derecha como “Clarín” y “La Nación”. Luciano Monteagudo, del diario progresista “Página 12”, escribió: “Allá por 1973, todavía no había “directo” en los noticieros de televisión: se filmaba en 16 mm reversible y había que esperar el revelado para ponerlo al aire. Pero esa “muerte en directo” fue quizá la primera –y, a la vez, la más brutal– experiencia de televisión en vivo, como si esos pocos segundos filmados por Henrichsen eternizaran para siempre la sensación de tiempo presente. No deja de ser una paradoja que esas imágenes –que dieron varias veces la vuelta al mundo como símbolo de la violencia de las dictaduras militares en América Latina– nunca hayan servido para condenar judicialmente a los asesinos. No hay prueba más contundente que el testimonio cinematográfico que registró la propia víctima. Y, sin embargo, el sumario militar que se inició en julio de 1973 quedó casi inmediatamente cerrado, sin condenas de ningún tipo, después del golpe del 11 de septiembre. Lo que hace el film de Habegger –junto al periodista Ernesto Carmona y organizaciones chilenas de derechos humanos– es reabrir la causa e ir en busca de los asesinos de Henrichsen, más de treinta años después”.
“No por reiterada una imagen pierde valor. La potencia que tiene esa toma única, con la que el camarógrafo Leonardo Henrichsen registró su propia muerte se ha visto una y mil veces. Pero sigue poniendo los pelos de punta”, escribió al día siguiente del estreno el crítico Pablo O. Scholz de Clarín. “El argentino Henrichsen estaba cubriendo la efervescencia política (y militar) previa al golpe de Estado en Chile para la televisión sueca. Y el 29 de junio de 1973 no sacó el dedo del obturador en ningún momento cuando un militar ordenó a sus soldados que apuntaran y dispararan hacia la cámara”. Tras elogiar al director, añadió: "A muchos de los documentalistas que estrenan semanalmente en nuestro país no les vendría nada mal pegarle una ojeada a Imagen final, un trabajo que reivindica al género".
La investigación de Carmona fue el hilo conductor del film de 90 minutos. El documental nunca pierde interés e incluso, a ratos adquiere un suspenso propio de Alfred Hitchcock, confirmando que la realidad siempre supera a la ficción. Por la pantalla desfilan los co-protagonistas de la vida del camarógrafo: su hermana Leticia, con quien solía jugar de niño –premonitoriamente– en la plaza Chile de Buenos Aires; sus compañeros de trabajo en el noticiario de cine “Sucesos Argentinos”, en 35 mm, donde se formó como camarógrafo; y el periodista sueco Jan Sandquist, su jefe en la corresponsalía para América Latina de SVT, con quien cubrió 16 golpes de estado a fines de los ‘60 y comienzos de los ’70. Ambos publicaron más de 200 reportajes con imágenes inéditas de un continente sacudido por la violencia, golpes militares y la guerrilla del Che.
Como en esa época el material se enviaba por vía aérea sin revelar, Henrichsen jamás pudo revisar cómo salieron “al aire” los reportajes que hizo con Sanquist. Cuando murió, cargaba en su bolsillo el boleto aéreo que le envió SVT para que fuera a Estocolmo a ver las imágenes que captó por años en Argentina, Chile, Bolivia, Nicaragua, Panamá y otros países.
¿Quién mató a Henrichsen?
Carmona relató que en 1996 más de 60 periodistas chilenos decidieron rescatar la memoria de sus colegas asesinados y/o desaparecidos en 17 años de dictadura (1973-2000), 23 periodistas y 8 estudiantes, para el libro “Morir es la Noticia” (1), publicado en 1997. Figuraban dos extranjeros, Charles Horman, de EEUU, protagonista de “Missing” (Desaparecido) de Costa Gavras (film que nunca se ha exhibido en cines chilenos), y Leonardo Henrichsen, que pasaba por sueco. Pero encontraron que a pesar de la difusión de las imágenes que le costaron la vida, todavía se ignoraba el nombre del jefe de la patrulla militar que le dio muerte ni de los conscriptos a sus órdenes.
Con copias a color de los fotogramas clave del film, proporcionadas por SVT desde del film original, Carmona buscó la identidad del militar principal, tocando cientos de puertas. Publicó un aviso en PF con el título “Se busca”, ofreció como “recompensa” un viaje a Cancún para 2 personas por una semana, pero no pasó nada. Publicó otros llamados con foto en las revistas “La Huella” y “El Periodista”, pero tampoco hubo respuesta. En 2005 conoció a Habegger y ya había conversado con unos 5 documentalistas argentinos que proyectaban hacer una película, pero el tesón de este cineasta hijo de un desaparecido, lo estimuló a continuar hasta que pudo establecer que el jefe de la patrulla fue el cabo segundo Héctor Hernán Bustamante Bravo, e incluso conversó personalmente con él en su casa, pero éste negó su identidad, declarando ser otra persona. También ubicó a conscriptos de la patrulla que hablaron para el documental, como Orlando Villa Paredes. Con estos datos, la viuda Patricia Mc Farlaine y los hijos Josephine y Andrés Henrichsen vinieron a Chile a reclamar justicia. El fallo fue adverso, la justicia alegó prescripción y excluyó el crimen como delito de lesa humanidad porque “ocurrió antes del golpe”.
Bustamante fue funado en su casa en Conchalí, en agosto de 2007. “Después de la funa, recibí tres amenazas de muerte”, relató Carmona. “La última la atendió mi esposa (“Que ponga las barbas en remojo”) y entonces lo denuncié ante Carabineros. La policía tomó una declaración de mala gana, pero la comisaría Los Guindos, de Ñuñoa, omitió los datos clave cuando informó a la fiscalía. No pasó nada. Y Bustamante murió en el hospital militar por neumonía y cáncer al pulmón el 18 de diciembre de 2007, quizás en la misma cama que usó en 1973 porque fue uno de los pocos golpistas heridos por las fuerzas leales a Allende que el general Carlos Prats sacó a las calles para reprimir el golpe”.
Nota:
1) Ver http://www.derechos.org/nizkor/chile/libros/reporter/
Fotos:
- Rodaje: Frente a la casa del asesino (que estaba adentro, escondido) el director Andrés Habegger, el periodista Ernesto Carmona y parte del equipo.
- El asesino en acción tras golpear al joven peatón Jorge Daza (de espaldas), testigo del crimen.
- Leonardo Henrichsen, poco tiempo antes de su asesinato.
Lucila Gallino es periodista y documentalista argentina.
(Fuente:Argenpresscultural).
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