Análisis
Viejas amistades
Por Carlos Paillet
Las viejas y gastadas imágenes de la turbulenta década de 1970 que mostraban a policías y militares represores codeándose con altos exponentes de la política y el clero de Córdoba fueron recreadas ayer por uno de los testigos en el juicio a Menéndez: el comisario jubilado Octavio Severo Cuello.
Cuello no fue a la audiencia decidido a relatar pormenores del crimen del subcomisario Ricardo Fermín Albareda, motivo de este debate. En cambio, expuso hasta lo que le permitió la memoria sobre cómo se fue estructurando el aparato represivo desde antes del golpe de marzo de 1976. Además, ilustró sobre las “amistades” –como él las definió– que unían a jerarcas del terrorismo de Estado con algunos personajes de la política y de la Iglesia Católica.
Nadie le había preguntado ni sugerido que se explayara sobre el asunto, pero Cuello contó que fue testigo de reuniones “amistosas” entre Menéndez y Eduardo César Angeloz, antes de que el dirigente radical asumiera la gobernación de la provincia en diciembre de 1983.
El hombre ubicó esas tertulias en la época en que Angeloz tenía su estudio de abogado en el centro de la ciudad de Córdoba.
También se puso a relatar que el arzobispo de Córdoba, Raúl Francisco Primatesta, visitaba a Menéndez en el Tercer Cuerpo de Ejército. Y coronó sus dichos con una durísima acusación contra el peronista Julio César Aráoz.
Con estos recuerdos de su vida de comisario, Cuello metió el dedo en la llaga de las complejas relaciones que forjaron políticos, religiosos, policías y militares. ¿Se extendieron estos contactos en democracia? Parece que sí. Cuello, sin precisar fecha, contó que Angeloz y Luis Medina Allende ofrecieron ayuda a Raúl Américo Romano para que se operara por una dolencia física. ¿Quién era Romano, según la historia judicial? Uno de los más empedernidos torturadores del D2.
Una prueba de que la mano de obra de la dictadura siguió metiendo manos en democracia la dio el hecho de que elementos tenebrosos del D2 de la Policía, como Carlos Yanicelli, recién fueron limpiados de la fuerza avanzado el gobierno de Ramón Mestre, luego de 1995.
A Cuello le pusieron una bomba de trotyl en 1985 y atribuyó el atentado a la mano de obra desocupada, que continuó con sus fechorías aun después de la tragedia de la dictadura.
Juicio Menéndez II / Cuarta jornada
Crucial testimonio de un testigo directo del crimen de Albareda
El ex policía Ramón Calderón contó ayer que presenció en la Casa de Hidráulica el final horrendo del ex subcomisario.
Por José Ángel Villalba
Ramón Roque Calderón, ex policía del Departamento de Informaciones (D 2) y uno de los principales testigos de cargo en el juicio por graves violaciones a los derechos humanos en Córdoba, brindó ayer un duro y crucial relato sobre el asesinato del subcomisario Ricardo Fermín Albareda, así como de otros casos ocurridos durante la represión del último gobierno militar.
Calderón declaró durante aproximadamente dos horas ante el Tribunal Oral Federal N° 1 de Córdoba, que juzga a Luciano Benjamín Menéndez y a otros cinco imputados, por delitos de homicidio agravado, privación ilegítima de la libertad agravada, imposición de tormentos agravados y lesiones gravísimas.
Testimonio contundente. Si bien desde hace un tiempo se conocía la experiencia de Calderón a través de sus declaraciones periodísticas, no dejó de impresionar la seguridad, contundencia y aplomo de su testimonio durante la audiencia.
“Tenía que contarlo, es la única forma de superarlo, de dejar atrás las pesadillas”, dijo en un tramo de su declaración, refiriéndose a los hechos terribles que vivió entre 1976 y 1980, lapso durante el cual tuvo como misión la custodia de lugares de detención, tortura y asesinato de detenidos.
Relató que apenas egresó de la Escuela de Policía, en 1976, fue convocado, junto a otros compañeros, por oficiales del D2 que les dijeron que buscaban empleados que fueran hijos o hermanos de policías, para conformar un cuadro especial de la institución, con gente confiable.
Así fue, agregó, cómo ingresó a esa dependencia, siendo su primer destino el control de ruta en jurisdicción de la localidad de Pilar, donde pudo observar que en la comisaría se alojaba a detenidos, que eran golpeados.
Añadió que posteriormente fue asignado a la custodia de la llamada “Casa de Hidráulica”, un chalé ubicado en proximidades del paredón del dique San Roque.
Señaló que si bien se le había indicado que el objetivo era la protección del dique, por la amenaza de un atentado terrorista, en realidad comprobó que la vivienda era utilizada para llevar prisioneros, torturarlos, matarlos y sacar luego los cadáveres, con destino por lo general desconocido.
Dijo Calderón que los encargados de esas tareas eran las brigadas del D2, que integraban, entre otros, Yamil Yabour, Carlos Yanicelli y Américo Romano, los que se movilizaban en vehículos particulares. Indicó que todos los días entraban a la casa vehículos con detenidos, que luego eran torturados.
“Por lo menos durante mis guardias, pasaron más de 200 personas detenidas y no vi a ninguna salir con vida del lugar,” afirmó el testigo.
Horror en vivo. Con respecto al caso del subcomisario Albareda, recordó que una noche llegaron dos autos, de los que bajaron el jefe de Policía, Raúl Telleldín, junto con Romano y Hugo Cayetano Britos, llevando esposado a un hombre con uniforme de la policía, con insignias que lo revelaban como subcomisario.
Añadió que le preguntó a Britos “quién es ese carteludo”, pero éste le dijo que no preguntara nada. Pero, agregó, luego de escuchar gritos de dolor, fue llamado por Telleldín, que le dijo: “Mirá, Kung Fu (su sobrenombre), lo que le pasa a los traidores”. Y dirigiéndose al detenido, Telleldín agregó: “Usted está en la tierra por el peso de las bolas. Se las voy a cortar y se va a ir al cielo”.
Seguidamente, sacó del bolsillo un bisturí, le cortó la bragueta del pantalón y tomándolo de los testículos se los cortó.
En ese momento, mientras la víctima gritaba con desesperación, Telleldín les exhibió los testículos y les dijo que eso le pasaba a los traidores.
Calderón agregó que se descompuso y pidió permiso para retirarse de la escena, aunque luego se enteró que le había colocado los testículos en la boca a Albareda y se la cosió.
Después de eso, añadió, se fueron a comer un asado, mientras esperaban que la víctima muriera desangrada, como ocurrió dos horas más tarde.
Testigo dijo que estaba "chupado" con la Conadep
Por Magdalena Da Porta
Uno de los últimos testigos convocados por el asesinato del subcomisario icardo Fermín Albareda confirmó que Casa de Hidráulica estaba en manos de policías y dijo que entre los guardias del lugar estaba Roque Calderón, el ex uniformado que ayer detalló cómo fue el crimen cometido en 1979
El testigo fue Jorge Eduardo Castro, un ex empleado de la Dirección de Náutica, Caza y Pesca de la Provincia, ubicada en cercanías del centro clandestino, de quien las partes acusadoras pudieron obtener escasa información relevante, porque se desdijo de otras declaraciones que ya había modificado durante la instrucción, bajo el argumento de que había estado alcoholizado.
Castro dijo que su declaración frente a la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) del año 1984, fue tomada luego de "comer un asado" y tomar "una damajuana de vino", y que le hicieron firmar "algo" que él "nunca leyó".
"Chupado". "Estos (los miembros de la Conadep) me han hecho chupar y he dicho cosas de más, qué sé yo", advirtió el testigo, quien fue interpelado por el presidente del tribunal, Jaime Díaz Gavier, advirtiéndole que esa declaración ya había sido rectificada por él mismo el año pasado.
Según indicó el fiscal Carlos Gonella, Castro declaró ante la comisión que había ingresado a la Casa de Hidráulica en varias oportunidades y que pudo ver en el living y en una pieza armas largas y de distinto calibre.
"Si lo he dicho, he estado chupado", aclaró. Agregó además que cuando llegaron los miembros de Conadep, él fue a buscar a varios vecinos para que declararan y que éstos "se escondían".
"Nadie quería saber nada cuando vino la Conadep. Todos eran sueltos de cuerpo para hablar que ahí mataban gente", dijo. Afirmó que había rumores y que eran "que ahí no sentíamos nada porque era el matadero", relató.
El testigo se desdijo de sus declaraciones previas respecto a la causa en reiteradas oportunidades, por lo que el abogado querellante Martín Fresneda, antes de indagarlo le preguntó si había consumido alcohol antes de venir a la audiencia, a lo que Castro respondió que no.
Cuerpos en el lago. En un tramo de la indagatoria explicó que él había visto autos desmantelados en el patio y en la ruta, pero subrayó que nunca vio que "tiraran cuerpos al lago" y que para él eso "es carne podrida".
"Casi, casi en el último periodo, compañeros míos, ellos tendrán que responder; ellos una mañana buscando redes encontraron un cuerpo en el lago, sería calculo en el año 79", admitió.
El hombre recuerda haber compartido unas cervezas con policías de la D2, pero niega haber escuchado o visto nada sobre asesinatos por parte de ellos.
Identificó como guardias conocidos por él a un ex compañero del colegio primario, Dante Villarreal, a quien asegura le decían "El Santiagueño" o "Yogui", también recordó a "El Porteño", a "El Quirco", de apellido Almirón, a un cuarto de sobrenombre "Piruchín" y "de otra guardia", aclara, a "Kung Fu". Este último es nada menos que Roque Calderón.
Córdoba
Sobreviviente recuerda que amenazaban con tirarlo al lago
Fue Carlos Vadillo, quien estuvo cautivo en Casa de Hidráulica. Esta tarde declara un empleado que recibió el centro de manos de la Policía.
Por Magdalena Da Porta
Carlos Félix Vadillo, sobreviviente de Casa de Hidráulica, donde en 1979 fue asesinado el subcomisario Ricardo Fermín Albareda, declaró hoy que ese centro clandestino de detención lo obligaron a escribir una “confesión” bajo pena de arrojarlo al lago, ubicado a metros del lugar.
Vadillo, quien estuvo preso en cinco centros clandestinos, abrió la ronda de declaraciones en la quinta jornada del juicio a Luciano Benjamín Menéndez y otros ex policías del Departamento de Informaciones (D2).
“Casa de secuestros”. Vadillo fue detenido la tarde del 12 de mayo de 1978 por personal del Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba (D2) y por la noche trasladado al Chalé de Hidráulica donde permaneció tres días. “Era una casa de secuestros y tortura”, dijo.
El hombre relató que fue trasladado a los pies de un automóvil, esposado y luego de recibir una fuerte golpiza, razón por la cual no pudo ponerse de pié para ingresar al destino incierto por él hasta el momento porque tenía los ojos vendados.
“Dos personas me introducen en una casa con una escalera. Podía ver el piso por debajo del suéter (con el que le impedían la vista). El piso era baldosa 20 x 20 roja con una guarda con un hexágono y con una franja blanca como de un centímetro y o dos”, recordó.
A su ingreso fue brutalmente torturado, lo golpean violentamente y lo introducen en un baño en donde le hacen el famoso “submarino” metiendo su cabeza en una bañera con excrementos.
Una mañana lo llevan a una sala en donde había una mesa con una máquina de escribir, le liberan las manos y bajo la amenaza de cortarle los dedos “con un hacha” le indican que escriba una declaración de “ocho carillas”. “Ellos siempre mencionaban: ‘Te tiramos al lago’ (…) Sólo pude escribir una (…) Me dicen: ‘Hijo de puta ahora te la vas a arreglar con los verdes’, y me trasladan a La Perla Chica”, explicó.
Vadillo relató que en una oportunidad sus captores le permitieron ir al baño en donde pudo ver debajo de la venda y estirando la cabeza por una pequeña ventana “un descanso de agua”. Imagen que luego le permitió reconocer el centro clandestino de detención durante una visita con la Conadep.
Más testimonios. El segundo testigo de ayer fue Jorge Eduardo Castro, que entre 1972 y 1985 se desempeñó en la Dirección de Náutica, Caza y Pesca, como personal técnico, con destino en las instalaciones ubicadas junto al dique San Roque, lugar próximo al chalé de Hidráulica. Aunque no fue testigo de los hechos, admitió que era conocido en la zona, por rumores de la gente, que en esa casa se torturaba y mataba gente.
Por la tarde testimonió Julio César Uslenghi, dependiente de la entonces Dirección de Hidráulica, quien tuvo a su cargo “recibir las llaves” del chalé una vez que los represores decidieron devolver el edificio, aproximadamente en 1982.
Uslenghi relató que cuando ingresaron a la casa encontraron cinco esposas que usan los policías con una de sus partes empotradas en la pared, a un metro y medio de altura. Además, recordó que hallaron colchones manchados con “sangre, orina y materia fecal”.
La Casa de Hidráulica, comentó, fue totalmente reconstruida en su interior por personal de esa repartición pública, por lo que no quedaron rastros de los crímenes del D2.
Inspección al lugar del horror
Próxima diligencia. El martes próximo, desde las 11, el Tribunal Oral N°1 y las partes del juicio se constituirán en la Casa de Hidráulica, en cercanías del paredón del dique San Roque, donde fue asesinado Ricardo Fermín Albareda. El presidente del tribunal, Jaime Díaz Gavier, acordó con las partes que concurran a esa inspección los testigos Carlos Vadillo, Ramón Roque Calderón y Julio Cesar Uslenghi.
(Fuente:Rdendh-Lavozdelinterior).
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