25 de octubre de 2009

LOS JUZGA UN TRIBUNAL LOS CONDENAMOS TODOS.

Un sobreviviente mostró la confesión que le arrancaron en 1977.

El suboficial mayor del Ejército, Nicolás Correa, alias "Nicola".
Por Juan Carlos Tizziani
Desde Santa Fe
Un sobreviviente de la dictadura que declaró esta semana en el juicio a los represores santafesinos aportó un documento que prueba su secuestro en un centro clandestino conocido como La Casita, donde padeció 20 días de suplicios, encapuchado. Luis Eduardo Baffico entregó al Tribunal Oral Federal la copia de una declaración que le arrancaron en el camastro de tormentos, el 13 de abril de 1977, y que dos años después, el 16 de noviembre de 1979, el Ejército envió al Juzgado Federal para incriminar a otro detenido en una causa. La nota de remisión la firmó el entonces segundo jefe del Destacamento de Inteligencia Militar 122, mayor Benjamín Ernesto Cristoforetti. "Tocá este papel y firmalo porque es tu pasaporte a la vida", recordó Baffico que le dijo uno de sus torturadores. Y él lo firmó. Ese represor era un tal "Nicola" que según Baffico operaba como "el jefe o el encargado" del chupadero. En 1984, otro testigo declaró ante la Conadep que "Nicola" era "un sargento mayor retirado, adscripto como personal civil (en el Destacamento de Inteligencia) que se encargaba de alquilar las casas operativas y tenía estrechas relaciones con los directivos de la Cervecería Santa Fe". Tres querellantes en el juicio, Anatilde Bugna, Patricia Traba y Ana María Cámara, lo mencionaron con otro apodo: "El Tío" y dijeron que era el suboficial mayor (R) del Ejército, Nicolás Correa, ya fallecido, que integró la plantilla de asesores del ex gobernador Jorge Obeid (1996 1999) y se jactaba de haber sido jefe de personal de la Cervecería Santa Fe durante el régimen militar.
Baffico fue secuestrado el 24 de marzo de 1977 al mediodía, frente a la estación del Ferrocarril Belgrano, en bulevar Gálvez. Lo rodeó un grupo de tareas que integraban "cuatro o cinco personas", dijo. Lo empujaron en la parte de atrás de un auto y le pisaron la cabeza contra el piso del vehículo. Recuerda poco del viaje, pero cree que fueron 15 o 20 minutos. "Es difícil precisarlo, me retorcían los dedos, me pegaban todo el tiempo", afirmó.
Llegaron a una casa de campo, donde lo desnudaron y estaquearon de los tobillos y las muñecas en un camastro. Ya lo habían encapuchado. "Me envolvieron el cuerpo con una cadena y me introdujeron la punta en el ano. Y comenzaron a picanearme con corriente eléctrica. Cuando la electricidad tocaba la cadena era como tener cuarenta o cincuenta picanas a la vez", dijo. "Creo que me desvanecí varias veces. Había uno que me ponía un estetoscopio en el pecho y siempre decía: "Dénle nomás". A ese supuesto profesional le debo haber escuchado muy pocas palabras, pero me quedó la idea que tenía una tonada cordobesa. Incluso, algunos días después volví a escuchar esa tonada porque le comentó a otro de ellos: "Qué bien que me hace esto a mi, cómo aprendo acá". Y pensé que podía ser un profesional de la medicina. No sé si era médico o uno de los torturadores", dijo.
En el camatro de torturas, Baffico dijo que estuvo entre tres y cinco días atado con la cadena. "Perdí la noción del tiempo. Lo que sí recuerdo es cuando me desatan, no podía mover los brazos, me habían quedado atrás. Y fue "Nicola" el me trajo los brazos para adelante y me dio un trago de agua". Según Baffico, ""Nicola" era el jefe o el encargado" del centro clandestino y también pudo reconocer a otro de los interrogadores, al que "le decían "Pollo". Eso son los dos nombres que tengo certeza de haber escuchado", precisó. Bugna, Traba y Cámara ya reconocieron al "Pollo" como uno de los imputados en el juicio: el comisario Héctor Colombini, un ex oficial del Departamento Informaciones (D2) que durante la dictadura operó como enlace con el Destacamento de Inteligencia Militar 122, según admitió su propio jefe, el coronel Domingo Manuel Marcellini. Colombini "era el contacto que teníamos en la Policía para obtener información", dijo Marcellini.
Baffico mencionó también un tercer nombre de "una persona que conocía de afuera" y que, a pesar de que habló poco, pudo reconocer por la voz "porque había sido compañero de militancia. Le deciamos "Gregorio" y su apellido, Quiroga. Yo lo escuché hablar con monosílabos cerca de mí, como si confirmara o no lo que yo decía", agregó. "Durante estos 3 a 5 días que estoy estaqueado, me torturaron con picana y cadena.
Los genitales eran dónde más me aplicaban picana. Más tarde, ya estando en la comisaría 4ª, me observo que tenías cascaras de quemaduras en el glande y en el prepucio que hoy se conservan y en la pierna derecha me queda una quemadura, a pesar de que me habían envuelto las manos y los pies de donde estaba atado"
¿Otras personas fueron interrogadas en el mismo lugar?- le preguntaron
No, en ese recinto, no. Sí en otros lugares de la casa. Incluso, cuando me sacaron del lugar que era una especie de garage me pusieron en un pasillo con una cadena atada a un lavatorio y ahí siento que son interrogados con tormentos otros detenidos. Escuché los mismos gritos y el ruido de la picana. Eran voces femeninas y masculinas.
¿Escuchó alguna máquina de escribir?
Sí, sí -contestó Baffico. Y recordó el día que apareció "Nicola" y le dijo: "`Tocá este papel y firmalo porque es tu pasaporte a la vida'. Y firmé sin ver absolutamente nada, en esas condiciones podía firmar cualquier cosa".
A la mañana, Baffico había testimoniado en el Juzgado Federal en la megacausa que investiga crímenes de lesa humanidad y ahí se topó con la declaración que le habían arrancado en el centro clandestino. Tiene fecha del 13 de abril de 1977. Y dos años después, el 16 de noviembre de 1979, el segundo jefe del Destacamento de Inteligencia Militar 122, mayor Benjamín Cristoforetti la remitió al Juzgado Federal para incriminar a otro detenido. Fue recibida por el entonces secretario del Juzgado, Víctor Brusa, a las 12 (cargo 4311) y el juez federal Miguel Angel Quirrelli dispuso incorporarla a la causa "Rigalli, Sergio Orlando y otro s/infracción ley 20.840". Baffico reconoció su firma. "Esto prueba que yo estaba secuestrado, es la constancia de que no estaba reconocido", dijo. Y pidió al Tribunal que la incorpore como prueba en el juicio a Brusa y a sus compañeros de banquillo: Colombini, Juan Calixto Perizzotti, María Eva Aevi, Mario Facino y Eduardo Ramos.
(Fuente:Rosario12).


La nieta recuperada Sabrina Gullino Valenzuela Negro, tras su testimonio en el juicio.
"Es la manera de ir cerrando cosas"
Sabrina es hija de Raquel Negro y Tulio Valenzuela, que estuvieron secuestrados en la Quinta de Funes y están desaparecidos. Esta semana testimonió en Tribunales.

Sabrina hoy tiene un estudio de comunicación y diseño.
Por José Maggi
Elige presentarse como Sabrina Gullino Valenzuela Negro, aunque pudo completar su verdadera identidad sumando sus dos últimos apellidos hace menos de un año. Es la nieta recuperada por Abuelas Nº 96. Tiene 31 años y confiesa que fue "un momento impresionante" la jornada del último martes cuando contó su historia ante el Tribunal Oral Federal Nº 1 convocada por la fiscal Mabel Colalongo, en el marco de la causa Guerrieri Amelong. En la sala de audiencias sentados a su espalda, estaban los hombres que habían marcado su destino a fuego: Pascual Guerrieri, como jefe máximo y responsable del operativo represivo en la región, secundado por Jorge Fariña; Juan Daniel Amelong y Walter Pagano quienes la dejaron abandonada en marzo del 78 en la puerta del Hogar del Huérfano de Laprida y Riobamba, y Eduardo "Tucu" Costanzo cuyo testimonio permitió encontrarla. "Vivimos todo muy aceleradamente y si bien con mi hermano Sebastián teniamos un poco de conciencia de lo que estaba pasando, fue muy emocionante sobre todo por haber podido participar de un punto muy importante en la historia, como fue el de poder haber visto los ojos a los imputados que son los responsables de la desaparición de 19 compañeros que fueron secuestrados en la Quinta de Funes, y que han causado tanto daño a mi familia biológica. Haberle visto a los ojos a esa gente y haber participado fue muy importante. Y esto es gracias a la lucha de estos treinta años de los organismos de derechos humanos que se comprometieron, y que creyeron que valía la pena transformar la sociedad como habían querido nuestros padres y continuar esa lucha. Tuve la fortuna de haber podido estar ahí, frente a ellos, y pese a que es algo traumático, para mí fue impresionante. Estuve con mi tío Héctor Valenzuela, y coincidimos que fue muy emocionante haber podido participar más alla de los dramático, haber participado es empezar a cerrar cosas que se habían abierto en nuestras familias. Por eso nos sentimos muy conformes y me siento en lo personal muy agradecida a todos los chicos de Hijos, de Familiares, de APDH, asi como de todos los compañeros que participan del Espacio Juicio y Castigo, ya que gracias a ellos tuve el privilegio de sentarme y poderlos ver y de alguna manera hacerlos responsables no solo de lo que se los acusa en este juicio , sino también de la desaparición de mi hermano mellizo que para nosotros mientras no se sepa nada de su suerte sigue estando desaparecido.

¿Quiénes eran tus padres?
Eran Raquel Negro y Tulio Valenzuela. De ellos sé hace muy poco tiempo, hace menos de un año y a través de las voces de personas que los han conocido. Fueron personas grandiosas, y obviamente tengo mis enojos, no sería sincero no tenerlos, pero fueron personas con mucho compromiso, con una coherencia fuerte en sus pensamientos, sus actos y sus ideas. Me siento muy orgullosa de recuperar esa parte de esa historia, y de poder hacerlo en tan poco tiempo, en solo diez meses. Tuve solo ese tiempo para poder asimilarlo todo, y en parte se lo debo a mi familia adoptiva, que son los Gullino. Me siento muy orgullosa de Tucho y de Raquel, y me siento una persona muy afortunada de tener a mi hermano Sebastian, a quien adoro . El martes bajo su mirada me sentí protegida en el tribunal, mientras declaraba.


¿Cómo comenzó esta nueva etapa de tu vida cuando comenzaste a saber quién eras en verdad?
Fue todo muy raro: tuve una infancia realmente muy copada, como toda mi vida en Ramallo, por lo cual a mis viejos, a los Gullino los adoro, y a mi hermano también. Las dudas empezaron cuando vine a la facultad , a Rosario, y me empiezo a enterar más de la historia argentina, y por ahí haber nacido en el "78 es como un punto que charlando con mi amigo Matias Ayastuy, a quien le preguntaba desde hacía tres años si podía ser hija de desaparecidos, y el me hizo un par de preguntas. Pero a mí desde chiquita me dijeron quienes eran los abogados de la adopción entonces no veía nada turbio. Por ahí las dudas venían por la cuestión de las fechas en la que había nacido. Hasta que el año pasado me propuse cumplir con este tema de verdad histórica y me hice el examen de ADN, y eso fue bastante loco, increíble, por como se encadenaron los hechos. La semana en que decidí hacerme el estudio, Matías me da los teléfonos de Iván Fina, el responsable de Abuelas en Rosario. El 21 de noviembre de 2008 lo llamo y asi empieza el tema. Fueron tres o cuatro días de locos, me volví a Ramallo ese fin de semana, y el domingo a la tardecita cuando estaba allá llegó un cabo de la Policía Federal de San Nicolás que traía un exhorto para Raúl Gullino y Susana Scola. Los dos debían declarar en el marco de la causa Juan Carlos Trimarco, en el Tribunal Federal de Paraná. Cuando pregunté me dieron que un delito era por tráfico de droga o secuestro de personas. Y, mirá la ironía, me negué a firmar esa orden. Después hablamos y les pregunté si me habían adoptado en forma legal, y me aseguraron que sí, entonces mi hermana puso "causa Trimarco" en internet y saltó que "Raquel Negro la mujer de Tulio Valenzuela había sido internada en Paraná donde había dado a luz a mellizos. Que la bebe había sido abandonada en un convento de Rosario, que en verdad había sido el Hogar de Huérfano", según las declaraciones del Tucu Costanzo que había dado en Enero de 2008. Gracias a esas declaraciones me encontraron.


¿Qué pasó después?
El día martes posterior, fuimos a verdad a la jueza Galizzi, que nos trató muy bien, tanto en lo humano como en lo judicial, porque fueron super expeditivos. Bastante distinto a lo que hace el tribunal federal en Rosario que les está dando un trato bastante distinto a las víctimas y sus familiares, con lo que dejan mucho que desear. Lo digo por el espacio pequeño de la sala, hasta la prohibición de llevar fotos de desaparecidos. Es bastante malo el trato de se nos da.


¿Cuándo viste fotos de tu madre?
Fue ese día en el tribunal, y fue muy fuerte porque todos me decian que era igual. Era curioso porque mi mamá (por Susana Scola) me decía: ¡Sos igual a tu mamá! (por Raquel Negro) Era muy impresionante.


¿Cuál es tu actividad profesional?
Tengo un estudio de comunicación y diseño con una compañera de trabajo y participo de la cooperativa de animadores de Rosario. Hago ilustraciones, dibujos y animaciones.

¿Se han colado algo de tu historia personal, de tu identidad en esos trabajos?
Sí, es verdad, mi tesis para recibirme en la Escuela de Animadores fue un sueño que tuve: fue mucho antes de saber quien era. Se llama "Negra idea" y antes que contarlo prefiero que lo busquen en internet. (Nota del redactor: Una mujer da a luz una niña de color que es rechazada por ser diferente. En un equívoco del azar queda transformada en un zapallo. Sin embargo, gracias al amor recobrará su humanidad, y su verdadera identidad) En este último tiempo también estoy soñando mucho, tengo el inconciente a full.
(Fuente:Rosario12).


Este video lo hace Sabrina Gullino, antes de sospechar que era hija de desaparecidos



Sabri y Sebas- Foto:Diariodeljuicio

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