11 de octubre de 2009

HOMENAJE A LA NEGRA SOSA.

Por Gustavo Robles
“Romperá la tarde mi voz, hasta el eco de ayer
Voy quedándome sólo al final
muerto de sed, harto de andar
Pero sigo creciendo en el sol, vivo”

Veo a mi madre, al principio de mis años, haciendo los quehaceres del hogar. Mis ojos pequeños abiertos al asombro, y mis oídos recibiendo música como olas, inundándolo todo: ahí ya estaba Mercedes, con su voz incomparable.

“Mi razón no pide piedad, se dispone a partir.
No me asusta la muerte ritual
Sólo dormir, verme borrar
Una historia me recordará, vivo”

Mi viejo agitando el fuego en la parrilla, los domingos, abonando el ritual del asado, de la familia, del amor y la amistad, y mis juegos y mi admiración revoloteando alrededor, mientras una zamba retumba airosa en la mañana, estremecida por esa garganta privilegiada, siempre presente.
Crecí escuchando su canto, y esa maravilla habitó todos mis lugares y mis tiempos. Raíz en mis padres, ramas en mis hijos. En verdad, no tengo recuerdos que no estén atravesados por su compañía. Ir a verla era una fiesta que invitaba a la emoción. Mis padres me inculcaron el amor al arte y -sobre todo- a la música. Por eso me alentaron a animarme con la guitarra. El folclore fue la vía práctica, y allí estuvo como siempre la guía luminosa de La Negra. “Balderrama”, “El jardín de la República”, “Criollita Santiagueña”, “La arenosa”, “Alfonsina y el mar”, “Canción de lejos”, fueron primeros amores de principiante.
Con los años se profundizó la razón, se expandió la consciencia, y entonces empecé a detenerme en las letras. Siempre me había llamado la atención la adoración casi reverencial de mi Vieja por ese disco de fondo celeste con la foto de una joven Mercedes en la tapa: “Hasta la Victoria”. “Le canta al pueblo humilde, nos canta a nosotros” me dijo mi madre. Entonces entendí el valor de canciones como “Plegaria para un labrador”, “Campana de palo”, “Los hermanos”, “La pobrecita”, la misma “Hasta la Victoria”.

“Que tiemble el verdugo opresor
El buitre insaciable del Mal”

Llegaron a mí, a través del puente de notas tendido por ella: “Cuando tenga la tierra”, “Gracias a la vida”, “Camino y piedra”, “Zamba del riego”, “Canción con todos”, “Zamba para no morir”, entre otras que como avalancha esclarecida aportaron a mi formación como sujeto. Mercedes era una musa que cantaba con estirpe sin igual la razón de las penurias y la esperanza de todo un pueblo. No sólo era la más alta expresión de calidad artística, revolución dentro de nuestro folclore, amalgama de la infinidad de matices que hacen a nuestra cultura suramericana, lo que despertaba admiración: era el contenido abrumador de su repertorio. Se puede cantar muy bien, y sin compromiso alguno. La Negra era la negación de lo vacuo: era luz, incluso en la más profunda oscuridad. Por eso no sólo estaba rodeada de los mejores músicos, sino que cantaba a Tejada, a Hamlet, a Violeta, a Neruda, a Jara, a Sampayo, a Atahualpa.
¿Cuántas conciencias ha despertado su voz? ¿Cuánto grito proletario, cuánta lucha libertaria, cuánto puño cerrado rebelado a la opresión?

Algunos le achacan posturas “equivocadas”. Algunos, desde esa izquierda dogmática y chiquitita –muy chiquitita- que quienes aspiramos a una izquierda grande, popular y de masas, debemos dejar atrás.
Le endilgan, despechados, el abandono de ciertas estructuras políticas “iluminadas” que, mientras ella era censurada, perseguida y amenazada, al punto de sufrir el escarnio del exilio, su burocracia proclamaba un “pacto cívico-militar” con la más sangrienta de las dictaduras. Hay que tener cara para acusarla…

“Todavía cantamos, todavía pedimos, todavía soñamos, todavía esperamos.
Que nos den la esperanza de saber que es posible
que el jardín se ilumine con las risas y el canto de los que queremos tanto”

Algunos, desde posturas que pretenden ser de izquierda, con una soberbia que provoca repudio y aislamiento de las mayorías populares, rechazan todo lo que no sea a su imagen y semejanza: son los que quieren uniformar el pensamiento, son los cultores del dogma, los que, tal vez sin darse cuenta, van en contra de la esencia humana y de las ideas que dicen defender. Son los que no entienden el sentir del pueblo, son los que no entienden que todo acto tiene causa y consecuencia. Ven la realidad como una fotografía.

La Negra era así, como era, auténtica, solidaria, comprometida con los más humildes, hija de una vida dura –y a veces cruel- que la fue moldeando. ¿Qué cometió equivocaciones? Seguro, como todo ser humano. Pero su humanismo y su consciencia intuitiva la hacían, en la mayoría de los casos, en los conflictos sociales, estar del lado correcto.

“Cuando tenga la tierra, la tendrán los que luchan
los maestros, los hacheros, los obreros”

Ella soñó y luchó, a su manera, por un mundo diferente al que vivimos: un mundo sin miseria
Por eso, ella cosechó el amor que sembró en los pueblos.
Y vivirá siempre en sus corazones
Su voz será eterno grito de libertad

“No ha de matarme la muerte, seguiré
iré topando las sombras y andaré
por las picadas de siempre
hecho bramido en los erkes, sin adiós
No ha de matarme la muerte, jamás”

Gracias, Negra querida
Hasta la Victoria Siempre

Es posible, Mercedes Sosa
Por Edgar Borges


Ha muerto Mercedes Sosa. Quizá sólo se trate de un quejido nostálgico, pero pareciera que están partiendo las voces que nos recuerdan que somos humanos. Pues, porque si bien la voz de un artista no necesariamente muere junto a su cuerpo, cada vez la industria es más industria y mucho menos arte. Lo que hace suponer la dimensión del maquillaje.
Es posible que este momento histórico (del todos contra todos) sólo sea un tránsito necesario para alcanzar el grado de humanidad. Es posible, Mercedes Sosa, que tu voz, como muchas otras, se filtre por los subterráneos de la miseria contemporánea y algún día resurja en alguna plaza, junto a la voz de Fito Páez para cantar “¡Quién dijo que todo está perdido!” Y entonces, sólo entonces, hasta los más sumisos alumnos del sistema global de consumo ofrecerán su corazón.
Es posible que “la voz de Latinoamérica” (como se le llamaba a Sosa) supere el ruido del mercado planetario. Y ahí, donde un mercenario nos vende “basura” disfrazada de vida, rompa el cristal de la mentira para afirmar, en su canto, que sí es posible el Sur, que sí es posible convivir respetando todos los vientos del planeta. Y seguro, doña Mercedes Sosa (lo sabe usted muy bien), sí se puede vivir resistiendo el cinismo y la apatía.
Tal vez esto no sea más que un pequeño artículo para nostálgicos, pero, visto de otro modo, puede que este no sea un escrito para cínicos. Pues, muy bien lo sabía La Negra (como también le decían), “Si no creyera en lo que agencio, si no creyera en mi camino, si no creyera en mi sonido, si no creyera en mi silencio... ¿Qué cosa fuera, qué cosa fuera la maza sin cantera? Un amasijo hecho de cuerdas y tendones, un revoltijo de carne con madera, un instrumento sin mejores resplandores que lucecitas montadas para escena... ¿Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera? ¿Qué cosa fuera la maza sin cantera? Un testaferro del traidor de los aplausos, un servidor de pasado en copa nueva, un eternizador de dioses del ocaso, júbilo hervido con trapo y lentejuela… ¿Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera? ¿Qué cosa fuera la maza sin cantera? ¿Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera? ¿Qué cosa fuera la maza sin cantera?”
Es posible, Mercedes Sosa, que el tango (y el canto en general) sea “cosa” de despechados. Quizá sólo los cínicos sean capaces de sonreír veinticuatro horas seguidas. Ojalá, al final de la historia, no termine el público convertido en la piedra que observaba el espectáculo. Es posible, que este viaje sólo sea una tormenta de aprendizaje y la seriedad de los cínicos esté cerca. Entonces, el mundo escuchará (en do mayor, como decía el cantor Alí Primera) la risa de los nostálgicos. Y ahí estará usted, señora Sosa, con su canto tierno en homenaje a la sensibilidad humana. Y el Sur le dará al mundo una lección cósmica de humildad y de alegría.
Edgar Borges es venezolano residente en España.


Por Juan Francisco Coloane-Chile

“Dónde iremos a parar si se apaga Balderrama” es la estrofa final de la penetrante canción de M. J. Castilla y G. Lequizamón, dos creadores legendarios de la República Argentina.
No es por falta de opciones que el film “Che: La Guerrilla”, de S. Soderbergh, acaba con el tema Balderrama y ese “Dónde iremos a parar si se apaga… ”.
Al desaparecer de la pantalla, la voz única -por timbre, entonación y garra-, de Mercedes Sosa pareciera querer prolongar la historia. Pero no. Nos hablaba de qué haríamos sin el personaje, y sin advertirlo nos anticipaban quizás donde iríamos a parar sin ella.
Sin la señora Mercedes Sosa nos queda ese inconmensurable vacío aunque muchos digan que están las canciones y los actos de una artista para cuya expresión no se inventaron los premios Nobel. Son extraños algunos inventos. El Nobel es uno de ellos.
Con su voz y presencia entregaba una dimensión oceánica. Su interpretación también podía evocar la montaña y se le podía ver en la planicie patagónica plantada frente al viento dominando el paisaje.
Tuve la fortuna de conocerla en su primera gira a Santiago de Chile en la primavera de 1969. Había sido invitada por la Universidad Católica cuando Chile hacía cosas inteligentes. Era un lujo tenerla en Santiago.
Mercedes por esos años era “la cantante”, la voz que hizo retumbar la forma de interpretar un señero cancionero de zambas, chacareras y bagualas, sustentado por la prestidigitación de grandes guitarristas y el perfeccionismo de los acordes de grandes voces.
Estaba el peso de la tradición con Los Chalchaleros, Los Fronterizos, y solistas como el Chango Rodríguez, H. Guarany, y A. Yupanqui por cierto. Frente a ellos surgían nuevas armonías y nuevos artificios en el folklore en medio de la furia comercial del Rock and Roll. Apareció así el neo folklore, un invento de los medios. Los disonantes de los magníficos Nocheros de Anta, una versión Piazzolla del folklore, al poco tiempo desaparecieron. Otros menos novedosos permanecieron.
Pero estaba esta voz y estilo de Mercedes entre la tradición y lo nuevo, que al comienzo igual desacomodó. Mercedes traía un timbre y un tono que comunicaba algo más. En América Latina, hay un antes y después de Mercedes Sosa.
El timbre y la sonoridad de su tonalidad rasposa al filo del disonante, la hacían distinguirse de la vocalización más convencional por una sencilla razón: su voz, por la corporalidad de su interpretación y la entonación siendo tan apegada a lo terrenal, en el escenario que fuera, la hacían aparecer como que hubiera estado siempre allí, o que hubiera salido del fondo de la tierra. No era una artista que pusieron allí por un momento para escucharla. Estaba plantada allí y en el ejercicio incorporaba a los músicos en una sola voz. Fue muy precoz en esa veta.
Por esos años escribía libretos para Radio Magallanes. Era un jueves, no me recuerdo exactamente ni el mes ni la fecha pero sí el día.
Alfredo Lieux, un pilar de la radiotelefonía chilena moderna, director de programación, me pide una tarea especial: Que me encargue de una ilustre visitante auspiciada por la radio.
Me dice que es Mercedes Sosa. Levanté la cabeza y el cuerpo como cuando uno quiere saltar. Le digo sorprendido ¿Quién? ¿No sabes quién es Mercedes Sosa?
Alfredo Lieux me responde en su estilo casi furioso, saber perfectamente quién era y que por eso me lo pedía. “Son nuestros co-auspiciadores los que piensan que tienen un problema con pasearla”.
Son extraños. Es un privilegio, le dije. No me olvido del diálogo porque Mercedes ya era más requerida en Paris que en América Latina.
Viajaba con su marido y manager Manuel Matus y el inseparable dúo que la acompañaba en ese tiempo, dos músicos maravillosos, el incomparable Kelo Palacios en guitarra y Domingo Cura, toda una institución en percusión. Los presentaba en el ruedo íntimo como “Kelo Cura”.
Estaban alojados en el Hotel Foresta que aún existe con el mismo propietario, un maestro de las comunicaciones Guido Vallejos. Llegué allí un viernes por la mañana, me presenté y les expliqué el programa. Se acomodaron a la improvisación y fue más fácil hacerlos mis invitados, como si nos hubiéramos conocido por largo tiempo. Mercedes era exuberante y afectuosa. Manuel era más parco y silencioso. Palacios y Cura hicieron su programa.
De repente se aparece un joven con un charango en la mano que había intentado ver a Mercedes desde su arribo. Era Horacio Durán, charanguista del Inti Illimani, una formación emergente de la nueva canción chilena.
Horacio no podía disimular la emoción cuando estrechó la mano de Mercedes. Les mostré algo de Santiago hasta que propuse un encuentro que sería el comienzo de una larga amistad entre artistas. Se llevaría a cabo el sábado por la noche en casa de un miembro del otro grupo de la nueva hornada que sonaba en Chile. Se trataba del Quilapayún.
Me contacté con Horacio y le hablé de ese encuentro. Horacio propuso venir con dos miembros de su formación. Si me recuerdo bien vino el otro Horacio, Salinas director del Inti Illimani.
Llegamos esa noche con Mercedes, Manuel, Domingo y Kelo, a la casa de un barrio de Santiago para tener una velada de amistad y de conversación. Estaban felices y relajados.
Con el correr de las horas la noche hizo que cantaran por primera vez juntos, la mejor voz de América Latina del cantar popular y dos formaciones musicales como Inti Illimani y Quilapayún que se desarrollaron como dos hitos del nuevo cantar popular chileno y latinoamericano.
Todo fue gracias al corazón y la sencillez de Mercedes. También a la admiración profunda que jóvenes músicos chilenos sentían por lo que representaba. En la situación espontánea, sin la planificación y la falsedad del protocolo, y por lo que irradiaba Mercedes, se daba la fusión de dos pueblos que nunca han estado tan cerca como cuando se comunican a través de la cultura y el arte. Vinieron los años oscuros, y sus voces se plasmaron en el reclamo hacia la injusticia.
Escuché a Mercedes cuando canta por primera vez de regreso a la Argentina. Entre canción y canción se repetían dos palabras pronunciadas con una convicción inusual y con la marca registrada de su voz: Muchas Gracias, Muchas Gracias… Pocas veces les había encontrado más sentido a estas palabras tan simples y que a menudo la rutina las convierte en banales.
Ese Muchas Gracias de Mercedes es el que le da sentido a la vida.


Por Daniela Saidman -Venezuela.
Cada Madre de Plaza de Mayo es Mercedes, cada niño, cada niña, cada anciano, cada joven capaz de levantar una bandera de lucha, cada pueblo en revolución, cada intento de liberación es Mercedes
Hay voces y hay sueños que perdurarán mientras la historia sigan escribiéndola los pueblos. Hay palabras que nacieron para quedarse, porque en ellas habita lo más hondo y lo más alto de las gentes y sus anhelos. Hay cómo no, dolorosas despedidas y largos desconsuelos, y hay siembras que germinan infinitamente en los días por vivir.
Y así es la voz de Mercedes. Porque a la Negra aprendimos a quererla de la mano y los discos de nuestros padres, en las largas reuniones, en la vida que era, en la que queríamos que fuera.
Ella y toda la fuerza de los pueblos de esta América tan poco nuestra vivirá siempre en la memoria de éstos que fuimos y que de alguna seguimos sobreviviendo, como cantaba, como canta La Negra.
Cada Madre de Plaza de Mayo es Mercedes, cada niño, cada niña, cada anciano, cada joven capaz de levantar una bandera de lucha, cada pueblo en revolución, cada intento de liberación es Mercedes. Cada sueño de todos, cada canto libertario, cada grito, cada memoria es Mercedes. Por eso vive y vivirá siempre, porque con ella muchas y muchos aprendimos el canto de esta tierra, su voz nos enseñó a ser rebeldes y soñadores, porque cada uno de sus cantos acompañó los nuestros.
LA TUCUMANA
Haydée Mercedes Sosa nació en San Miguel de Tucumán, el 9 de julio de 1935. Un hogar humilde cobijó sus primeros años y precisamente de allí viene su apego por el arte del pueblo.
En octubre de 1950, con el seudónimo de Gladys Osorio, ganó un certamen radial, cuyo premio era un contrato por dos meses de actuación en la emisora.
Una década después, el nombre de Mercedes Sosa ya estaba comprometido con el canto popular, integraba el Movimiento del Nuevo Cancionero, una corriente renovadora del folclore, que surgió en la provincia de Mendoza.
En esos años, diversos escenarios abrían sus telones para recibir su canto. Fue cuando La Negra grabó su primer disco: “Canciones con fundamento”.
Y en el Festival Nacional de Folclore de Cosquín, en 1965, Argentina pudo conocer a esta cantante.
En marzo de 1966, grabó “Yo no canto por cantar”, tal fue la aceptación de este disco, que siete meses después, fue invitada a grabar “Hermano”. A fines de 1967, La Negra hizo conocer “Para cantarle a mi gente”, un disco que acumuló un importante caudal de poesía argentina y latinoamericana.
En abril de 1967 se había presentado en Europa y Estados Unidos con exitosas actuaciones en Miami, Lisboa, Porto, Roma, Varsovia, Leningrado, Kislovo, Sochi, Gagri, Bakú y Tiflis. Durante esa gira conoció a Ariel Ramírez quien le propuso, de inmediato, ser la voz de “Mujeres Argentinas”, trabajo que se concretaría en 1969, luego de la aparición de “Zamba para no morir”, una recopilación con los temas de mayor trascendencia grabados hasta ese momento, y “Con sabor a Mercedes Sosa”, en el que registró por primera vez “Al jardín de la República”.
CANCIÓN DEL COMPROMISO
Después de haber grabado “La voz de Mercedes Sosa”, “Homenaje a Violeta Parra” y “Hasta la victoria”, un disco lleno de canciones cargadas de contenido social y político. "Mercedes Sosa" y "Traigo un pueblo en mi voz", aparecieron en 1973. En 1977, "La Negra" le rindió un homenaje a uno de los grandes compositores y cantores populares argentinos con "Mercedes Sosa interpreta a Atahualpa Yupanqui". El clima político que vivía el país cada vez se sentía más opresivo.
En 1979, se editó "Serenata para la tierra de uno". Aún en medio de la violencia que sacudía a Argentina, Mercedes seguía cantándole a la vida. El hostigamiento y el cerco que se fue formando en torno de ella la obligaron a exiliarse. Ese año fue detenida en la ciudad de La Plata junto con todo el público que había ido a verla cantar. Ese mismo año se instaló en París y en 1980 se mudó a Madrid.
Aunque supuestamente, Mercedes podía entrar y salir del país, porque no tenía causa judicial alguna, no podía cantar. Pudo regresar a un escenario argentino el 18 de febrero de 1982, un par de meses antes que la dictadura se embarcara en la Guerra de Las Malvinas. El régimen militar que desde poco más de un lustro atrás sometía al país, había comenzado a agonizar. En el Teatro Ópera de Buenos Aires realizó más de una docena de conciertos.
Con estas actuaciones Mercedes no sólo se reencontró con su público de siempre, sino que allí la vieron por primera vez miles de jóvenes que desde entonces la convirtieron en su voz. Poco tiempo después regresó definitivamente a su país.
REGRESO
A finales de 1983, se conoció "Mercedes Sosa", un disco en el que grabó varias canciones que serían algunos de sus grandes éxitos: Un son para Portinari, María María, Inconsciente colectivo, de Charly García, La maza y Unicornio, de Silvio Rodríguez, Corazón maldito, de Violeta Parra y Me voy pa'l mollar, junto con la cantante Margarita Palacios.
EN DEMOCRACIA
Como productora, organizó Sin fronteras, uno de los espectáculos más importantes presentados en Argentina, en el que reunió en el estadio Luna Park de Buenos Aires, a siete cantantes latinoamericanas: las argentinas Teresa Parodi y Silvina Garré, la colombiana Leonor González Mina, la venezolana Lilia Vera, la brasileña Beth Carvalho y la mexicana Amparo Ochoa.
RECONOCIMIENTOS
A lo largo de su trayectoria Mercedes Sosa fue declarada Ciudadana ilustre de Tucumán, recibió la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania; la Medalla al Mérito Cultural del Ecuador; la Placa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú, en reconocimiento a sus 30 años de difusión del canto latinoamericano; el Premio ACE 1993, por su disco "Sino" y el Martín Fierro 1994 al mejor show musical en televisión, así como también recibió el Gran Premio CAMU-UNESCO 1995, otorgado por el Consejo Argentino de la Música y por la Secretaría Regional para América Latina y el Caribe, del Consejo Internacional de la Música de la UNESCO; el Premio de la UNIFEM, organismo de las Naciones Unidas; Konex de Platino 1995 a la Mejor Cantante Femenina de Folclore y Konex de Brillante a la Mejor Artista Popular de la Década. También el Gobierno del Estado de Rio Grande do Sul le otorgó la Medalla Simöes Lopes Neto en honor a sus méritos artísticos y personales puestos al servicio de la unidad de los pueblos.
MEMORIA VIVA
La Negra Mercedes dedicó su vida a cantar la tierra y sus gentes. Por eso su voz jamás dejará de estar presente, de ser una bandera que baila con el viento de los tiempos por venir. En ella se hicieron universales otras voces y otras palabras. En ella siguen anidados y anudados los mejores sueños latinoamericanos.
En ella cantan todas las voces y toda la América. Mercedes es territorio de lo posible, de esa Patria que hecha jirones se crece en las ganas y en las luchas.
Es cierto, despedirse a veces es una herida abierta, Mercedes estando ya no estará. Pero cada vez que alguien cante sus canciones dirá presente, porque ella siempre le cantará a la vida. “Gracias a la vida que me ha dado tanto, me ha dado la risa y me ha dado el llanto, así yo distingo dicha de quebranto, los dos materiales que forman mi canto, y el canto de ustedes que es el mismo canto, y el canto de todos que es mi propio canto… Gracias a la vida, gracias a la vida”.

Por Ricardo Plaul
Es la Madre Tierra
cobijando a sus hijos
en el pentagrama de su vida.
Es el puño clamando justicia,
la voz de los sin-voz.
Es el trueno de la lucha,
la melodía, el grito,
la sangre de la Puna.
Es la llanura infinita
de la santa indignación,
el poncho, la vidala,
la potencia del sueño americano.
Sos Mercedes, sos el
abrazo de la vida
con destino de Pueblo.
(Fuente:Argenpresscultural).

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