20 de octubre de 2009

LOS JUZGA UN TRIBUNAL LOS CONDENAMOS TODOS.

Primer testimonio de una Madre de Plaza 25 de Mayo en el juicio a represores
"Vi a mi hija por última vez en el '77"
Adela de Forestello relató el secuestro de su hija que tenía una beba de un año. Cuando terminó de declarar, el público lanzó el emblemático "Madres de la Plaza, el pueblo las abraza".
Adela Panelo de Forestello tiene 86 años


Por Sonia Tessa
"Nunca más la vi", dijo en un hilo de voz Adela Panelo de Forestello, madre de la desaparecida Marta María Forestello, una de las prisioneras que estuvo en la Quinta de Funes. La mujer, de 86 años, fue la primera Madre de la Plaza 25 de Mayo que testimonió en el juicio oral y público de la causa Guerrieri. Relató que su hija fue secuestrada el 19 de agosto de 1977, en Lavalle entre 9 de Julio y 3 de Febrero. Estaba con su beba de un año. También rememoró las intensas gestiones para tener noticias sobre Marta María y su nieta Victoria. Fue a la sede del Comando del 2 Cuerpo de Ejército y presentó hábeas corpus. La respuesta era negativa. En la búsqueda de "la nena", concurrió a un Juzgado de Menores, donde le informaron que su nieta estaba en una dependencia policial. Cuando el testimonio terminó, el público aplaudió, se levantó y lanzó el emblemático "Madres de la Plaza, el pueblo las abraza". La presidenta del Tribunal, Beatriz Barabani de Caballero, llamó al "orden y disciplina" y amenazó con desalojar la sala de audiencias, pero eso no ocurrió. También declararon ayer el periodista Reynaldo Sietecase y Jorge Gurmendi, hermano de la desaparecida Ana María Gurmendi, secuestrada junto a su esposo Oscar Capella el 15 de agosto de 1977, en la casa que compartían en el barrio Industrial.


El testimonio más esperado era el de Panelo de Forestello. El hostigamiento de los represores a la familia de Adela comenzó el 1de junio de 1976, a la 1 de la madrugada, sufrió el primer allanamiento en el departamento en el que vivía junto a su esposo y otra hija. Cuando les preguntó quiénes eran, respondieron que las fuerzas conjuntas de la policía, el Ejército y la Prefectura. En esa oportunidad, buscaban a Marta María pero no se llevaron nada. Un mes después, el 1de julio, volvieron a irrumpir en su domicilio, y esta vez "robaron todo lo que pudieron". Antes de irse, les dijeron: "Si pueden duermen". Ahora, Adela indica: "Sabían que una había quedado nerviosa".


Después de esos dos episodios, la familia decidió irse a vivir a Europa. Partieron los tres, ya que Marta María no quiso. "Ella dijo que no tenía por qué irse si no había hecho nada. Además, tenía una hija chiquita que había nacido en mayo", rememora Adela. "En España sabíamos todo lo que ocurría acá. Vivíamos en estado nervioso. A tal punto que mi marido tuvo un infarto masivo que le provocó la muerte en sólo dos días. Ahí decidí volverme costara lo que costase", subrayó la mujer. En los primeros días de noviembre de 1976 pudo volver.


Fue en el verano del 77 cuando vio a su hija por última vez. Quedaron en encontrarse en la plaza Alberdi. Estaban también su yerno, Miguel Angel Tosetti y la beba. Fueron hasta la costa del río y luego ellos la alcanzaron, pero en Oroño y Urquiza, Marta María le dijo: "Mami, no te puedo llevar más al centro". "Fue la última vez que la vi, nunca más la vi", lamentó la mujer. En agosto de 1977, tras la llamada de Tosetti (como mencionó a su yerno) a un familiar, se enteró de que habían secuestrado a Marta María, y que iba con la nena. Entonces, comenzó un largo peregrinar. En el Comando le decían que volviera la semana siguiente, y negaban conocer el paradero de la joven. Mucho después, por dichos de José Baravalle, Adela pudo saber que su hija y su nieta estuvieron dos días en el Servicio de Informaciones de San Lorenzo y Dorrego. Pero entonces no supo nada.


Después del secuestro, buscó por cielo y tierra. Su nieta apareció en la dependencia policial de Cafferata y Catamarca, dirigida entonces por Leyla Perazzo. "Estaba muy deteriorada. Con pañales sucios de varios días, sarna y piojos. Me amargó la vida, pero por lo menos ya estaba conmigo", relató. Desde entonces, crió a su nieta como "una madre, un padre y una abuela".


Los grupos de tareas allanaron la casa de su hija, en Rueda al 5500, y se llevaron el boleto de compra venta, único documento que acreditaba la propiedad. Luego, se mudó allí un policía de apellido Ojeda. Aunque Adela logró hacerlo salir de la casa, nunca pudo recuperar la propiedad porque el anterior dueño realizó una venta fraudulenta.


Al año siguiente, su yerno la llamó para solicitarle ver a la niña. Ella accedió y se encontraron en el rosedal del Parque Independencia, adonde Tosetti llegó para encontrarse un rato con Victoria.


"Le pregunté qué sabía de Marta María porque yo no tenía ningún dato. Me dijo que no me preocupara, que ella estaba bien", indicó la mujer. Respecto de la fecha de este encuentro se generó una controversia en la audiencia, pero el pedido de la defensora Mariana Grasso para cotejar ese dato con el brindado en una declaración anterior fue considerado extemporáneo, ya que la testigo se había retirado de la sala.



El último testimonio de la jornada fue el de Jorge Gurmendi, hermano de una de las desaparecidas que pasó por ese centro clandestino de detención. Ana María Gurmendi fue secuestrada en el barrio Industrial, y su hermano no sabe si estuvo en algún otro centro antes de ser derivada a la Quinta de Funes. Su padre también presentó hábeas corpus en la justicia provincial y federal, pero nunca obtuvo respuesta. En el Comando les dijeron que su hermana y el esposo habían logrado escapar. Por vecinos pudo saber que su hermana estaba llegando a la casa cuando la sorprendió el operativo. Vieron cómo la subían al auto sujetada de brazos y piernas, con la cabeza para atrás. En enero de 1978, una familia amiga invitó a los padres de Jorge y Ana María Gurmendi a un viaje por el sur del país, para que se distrajeran de la angustia que significaba la situación de la joven. Jorge relató que sus padres estaban en la orilla del lago Argentino cuando una enorme ola los arrastró, y sus cuerpos desaparecieron para siempre. "Lo único bueno de esa terrible muerte fue que terminaron con el sufrimiento que les provocaba la desaparición de Ana María", relató. El testigo dejó en claro que su hermana no sabía usar armas, y que siempre había sido una persona solidaria, interesada en los trabajos sociales. Por eso había empezado a militar en la Juventud Peronista. "¿Era esa persona malvada y violenta capaz de empuñar un arma?", se preguntó ante el Tribunal. "Lo niego rotundamente", afirmó, antes de valorar el "altísimo valor simbólico de los juicios".
(Fuente:Rosario12).


La nota a Costanzo
También declaró Sietecase.
Fue el primer testimonio de la mañana.


El periodista se refirió las circunstancias de la nota que le hizo a Eduardo "Tucu" Costanzo, y que fue publicada en Rosario/12, el 27 de junio de 1992.
El periodista contó que fue el propio imputado quien se acercó al diario para prometer información que involucraba al entonces subsecretario de Seguridad Pública de la provincia, Rodolfo Riegé, quien había sido teniente coronel durante la dictadura militar.
En aquella entrevista, el represor -que está siendo juzgado junto a otros represores- relató por primera vez del asesinato de los 14 prisioneros que habían pasado por la Quinta de Funes.
(Fuente:Rosario12)


LUCHADORA
Elisa Medina, presidenta honoraria de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, representa "los más altos valores humanos y de dignidad, puesto de manifiesto en los momentos más tremendos que nos tocó vivir en nuestro país.


En aquellos aciagos años eran muy pocas las voces que se levantaban reclamando por la integridad física de los compañeros, que por cientos eran secuestrados, desconociendo sus familiares su destino.


Entre estos compañeros estaban Oscar y Héctor, sus hijos.


Una de esas voces era la de la compañera Elisa", dice el comunicado de prensa que anuncia que Medina, recientemente fallecida, será declarada "Luchadora por los Derechos Humanos Distinguida", por el Concejo Municipal, este jueves 22 a las 12.
(Fuente:Rdendh).


Ex militantes relataron el horror en centro clandestino
"Ellos se sentían como nuestros dueños"
Por Juan Carlos Tizziani
Dos ex militantes de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) secuestradas por un grupo de tareas de la dictadura y torturadas en un centro clandestino al que llamaban "La Casita" declararon ayer ante el Tribunal Oral que juzga delitos de lesa humanidad. Anatilde Bugna y Stella Vallejos señalaron como uno de sus torturadores al suboficial de Inteligencia del Ejército ya fallecido, Nicolás Correa ("El Tío"), que fue asesor del ex gobernador Jorge Obeid entre 1996 y 1999 y ratificaron las denuncias que vienen haciendo desde hace 25 años contra cinco de los seis imputados que lograron llevar a juicio: el ex juez Víctor Brusa y los ex policías Juan Calixto Perizzotti, María Eva Aevi, Héctor Colombini y Eduardo Ramos. Sin embargo, dos de ellos, Colombini y Ramos, prefirieron no escuchar las acusaciones porque abandonaron el banquillo con el permiso de los jueces. "Ellos se sentían como nuestros dueños", dijo Bugna al relatar los días de terror y vejaciones.

Perizzotti ya admitió que a fines de marzo de 1977 trasladó a diez mujeres que estaban secuestradas en un centro clandestino. Dos de ellas eran Bugna y Vallejos. Reveló que el operativo se había hecho por orden del ex jefe del Area 212, coronel Juan Orlando Rolón y que el jefe del traslado fue el segundo del Destacamento de Inteligencia Militar, mayor Jorge Roberto Diab, hoy teniente coronel y detenido en la mega causa que investiga crímenes del terrorismo de estado en Santa Fe.

Según Perizzotti, él no llegó hasta el chupadero, recibió las detenidas en un sitio intermedio: un descapampado en Santo Tomé, que ubicó a unos 200 o 300 metros del final de la avenida Luján. Ese fue el lugar del trasbordo. Las mujeres llegaron en tres automóviles, las subieron a un camión del Servicio Penitenciario y las trasladaron hasta la Guardia de Infantería Reforzada (GIR), donde él les sacó las vendas de los ojos.

Perizzotti dijo que en el operativo lo acompañaron en su auto dos personas: su chofer y un suboficial, pero no identificó a ninguno de ellos y negó que hubiera participado su ex secretaria María Eva Aebi, con quien comparte el banquillo. Pero, ayer una de las denunciantes lo desmintió. Bugna ratificó que Perizzotti y Aebi llegaron hasta el chupadero, donde reconoció la voz de una mujer que preguntaba: "¿A quién hay que llevar?". Y después, en el trasbordo de los autos al camión penitenciario, esa misma mujer le apuntó con un arma en la cabeza: "Perdiste, flaca", le dijo. Escuchó el ruido del gatillo. Y después, le volvió a decir: "Zafaste, flaca". Vallejos ratificó que ella también sufrió un simulacro de fusilamiento en el mismo lugar.

Más tarde, cuando llegaron a la GIR y les sacaron las vendas, pudieron ver por primera vez a Perizzotti, Aebi y a una tercera persona: (el sargento ayudante Manuel Carlos) Ríos. "Ahí les vemos las caras", dijo Bugna. Y asoció la voz de la mujer del centro clandestino y del simulacro de fusilamiento con la de Aebi.


Perizzotti había dicho que en el traslado lo habían acompañado su chofer y un suboficial. Ayer, las denunciantes dijeron que "uno de los choferes era (Eduardo José) Córdoba", que ya fue mencionado en el juicio. Y aseguraron que el suboficial que las destabicó en la GIR era Ríos.

Bugna y Vallejos relataron el alto precio que pagaron por sus sueños de juventud. Ambas fueron secuestradas el 23 de marzo de 1977 y padecieron la perversión de "La Casita". Anatilde fue torturada junto con su novio de entonces, Juan José Perassolo, con quien se casó en la cárcel de Rawson, en 1979, ya fallecido. Y en la sala de tormentos le hacían escuchar la música de Los Beatles con lo discos que le habían robado a su hermano Rafael. Vallejos no pudo contener el dolor y las lágrimas cuando dijo que en el centro clandestino la habían violado dos veces.

Anatilde identificó a dos represores: a Colombini porque participó en la detención de su hermano, Rafael Bugna, en agosto de 1976. Y a Ramos porque lo reconoció en su secuestro. "Tocaron el timbre, no sé por qué. Mientras unos esperaban en la puerta, los otros asaltaban el patio. Reconocí a Ramos, porque habíamos sido compañero en la escuela primaria Juan José Paso", dijo. Y para probarlo entregó al Tribunal varias fotos de la época con los alumnos de su curso y entre ellos señaló quién era ella y quién Ramos.

Tres meses después de la detención, en junio de 1977, "nos abren una causa federal", dijo Bugna. "Me tomaron declaración a la noche. Era un salón con piso de madera que ya reconocimos. Entro y lo veo al doctor Brusa, al que yo conocía de la Facultad de Derecho. Me dijo que era el secretario del Juzgado Federal. Había otra persona con una máquina de escribir al que presenta como el 'Toto' Nuñez. Tenía en sus manos la declaración de 'La Casita', entonces yo le dije que iba a denunciar las torturas y todo lo que había vivido" en el centro clandestino. "Brusa se puso furioso, iracundo, y empezó a tirar golpes de karate. Y me dijo: 'Agradecé que podés contarlo'. Y hoy, yo le digo al doctor Brusa: 'Le agradezco porque desde entonces no paré de contarlo'", concluyó Anatilde.
(Fuente:Rosario12).


Juicio Guerrieri-Amelong: Día 15 (Testimonio de María Forestello)

María Adela Panello de Forestello tiene ochenta y seis años y es madre de Marta María, una de las militantes de la organización Montoneros desaparecidas de la Quinta de Funes –secuestrada el 19 agosto de 1977–. Este lunes testificó en el juicio contra cinco represores imputados de comandar aquel centro clandestino de detención y otros cuatro. Forestello, quien declaró con el tradicional pañuelo de las Madres de Plaza de Mayo, dio un conmovedor testimonio que arrancó la ovación del público.
“Fueron varias veces a mi casa a buscar a mi hija –comenzó su declaración Forestello–. La primera vez vinieron a la una de la madrugada entraron al piso, vestidos con jean y camperas, a cara descubierta revisaron toda la casa, dijeron que eran una fuerza conjunta: policía, militares y prefectura. La segunda nos pusieron a mi marido e hija mayor contra el balón, revisaron la casa disfrazados con bigotes, sombreros, lentes ahumados y robaron todo lo que pudieron, incluso dinero”.
María Adela contó que “aconsejados por amigos decidimos irnos a Europa” y recordó que su hija menor, Marta María, no quiso irse. “Yo no tengo por qué, si no he hecho nada”, había dicho su hija actualmente desaparecida, que en ese momento tenía una nena recién nacida.
“Fuimos a España –siguió el relato de la señora de Forestello–. Sabíamos todo lo que pasaba en Argentina por los diarios y por la correspondencia con amigos y con mi hija. Uno de esos días marido tuvo un infarto masivo, y falleció a los dos días. Entonces decidí volverme, incineré a los restos de mi marido y volvimos con mi hija mayor”.
Al poco tiempo de regresar a Rosario la señora de Forestello se enteró, por intermedio de un sobrino –que a su vez fue avisado por Miguel Tosetti, el marido Marta María–, que su hija Marta María había sido secuestrada junto a su bebé.
María Adela declaró que uno de esos días se encontró con su yerno Miguel Tosetti –dirigente Montonero, también desaparecido de la Quinta de Funes–, y éste le contó que él había podido ver cómo se llevaban a su hija y esposa, y que eligió no hacer nada para no poner en riesgo la vida de la nena. “Ese día me dio una foto más reciente y me encargó me ocupara de Victoria”, recordó la señora de Forestello. De la suerte de Miguel, se sabe que fue visto posteriormente en la Quinta de Funes, y que sufrió el derrotero de todos los otros detenidos-desaparecidos de aquel campo de concentración.
¿Dónde está Victoria?
Forestello rememoró cómo recorrió cielo y tierra para encontrar a su nieta: “Busque a la nena por todos lados; hogares de huérfanos, madres solteras, y no la encontraba. Se me ocurrió ir al Juzgado de Menores, ya había presentado Hábeas Corpus provincial y federal, escrito al Ministro del Interior.”
Finalmente ubicó a Victoria en la policía Mujeres. “Me atendió la comisaria Leyla Perazzo, sacó el expediente donde estaba la foto de Victoria al mes de nacer, con su papá. Me dijo que no me la podía dar sin orden del juez, que volviera a los Tribunales que me iban a dar la orden, y así fue. Me la dieron en estado calamitoso, la llevé al médico ese día. Tenía pañales sucios de varios días atrás, estaba con sarna y piojos”, detalló la anciana, quien se quebró varias veces durante su relato.
María Adela señaló también que “cuando allanaron a los pocos días las casa donde vivían ellos –su hija y Tosetti–, ubicada en RUEDA al 5000 –donde ya no estaban–, se llevaron todo lo que había, incluso el boleto de compra de la casa que se había sido pagado totalmente, pero no se había hecho la escritura –Tosetti era escribano–. En esa casa dejaron viviendo a un policía de apellido Ojeda”.
Una visita desde el infierno
La madre de Marta María contó un extraño episodio que vivió tiempo después del secuestro de su hija y su yerno. Uno de esos días recibió una llamada de su yerno y le dijo que “que quería ver la nena”. Luego mandó una carta indicandolé donde se encontrarían. “Llegué ahí con mi mamá y la nena –indicó al tribunal la anciana–, y apareció él, no sé de donde, paseó con la nena, le había llevado una muñeca y un crucifijo, que le dijo lo había traído de Brasil”. La señora de Forestello contó que le preguntó por Marta María. “No te preocupes que está bien”, dijo la testigo que le respondió su yerno. “Y así como vino, desapareció”, expresó María Adela, quien desde esa oportunidad no tuvo más datos de los padres de Victoria, para quien tuvo que “hacer de madre, y abuela”, tal cual explicó. “Nunca pude hacer el duelo, porque tenía que criarla, educarle, enseñarle lo que no pudo la madre”, concluyó la señora de Forestello.
Al final del testimonio de María Adela, el público, que había seguido la estremecedora declaración sin chistar, como en todas las audiencias, irrumpió con aplausos y el tradicional cántico “Madres de la plaza el pueblo las abraza”. La ovación conmovió a la testigo y a muchos de los presentes, que parecieron sacar toda la angustia y emoción acumulada tras quince audiencias durante las que se había guardado el silencio estampa impuesto por el tribunal.
Otros testimonios de la jornada
El primero en declarar en la audiencia de este lunes fue el periodista Reynaldo Sietecase, quien fue llamado a ratificar su entrevista mantenida en 1992 con el imputado Eduardo Costanzo. Sietecase se refirió a aquella nota publicada en su momento y no aportó otros datos relevantes.
Después de la declaración de Forestello vino el turno de Jorge Raúl Gurmendi, hermano de otra de las desparecidas de la Quinta de Funes.



El último de los testigos en declarar en la audiencia de este lunes por el Juicio Guerrieri-Amelong fue Jorge Raúl Gurmendi, hermano de la militante montonera Ana María Gurmendi. A continuación se reproducen fragmentos de su testimonio cargado de sentimientos y admiración por su hermana.“En 1977 desapareció mi hermana por hechos públicamente y lamentablemente conocidos en Argentina. Ana María desapareció por un grupo violento armado que irrumpió donde vivía con su pareja Oscar Capella –también desaparecido de la Quinta de Funes–.”


“Estudió en el colegio Superior de Comercio, un aula lleva su nombre. Cursó estadística y matemática, trabajo en alguna industria privada y para la municipalidad de Rosario. Trabajó con gente carenciada en servicios de salud y educación. Militó en la Juventud Peronista, desconozco si estaba o no afiliada”.“En la familia nos enteramos ese día, ellos no tenían teléfono, y un vecino nos buscó y nos llama. Los vecinos tenían en alta estima a la pareja, y hay consternación por lo sucedido esa noche del 15 de agosto.”


“Con mi padre concurrimos la casa el día siguiente. Había un conscripto en la terraza, y eso nos confirmó el hecho. Para informarnos debíamos concurrir al Comando del Ejército, nos sentimos aliviados mi padre y yo porque creíamos que se había oficializado, pero se esa ilusión se hizo añicos cuando nos enteramos de la versión de que “confirmaron el procedimiento, pero los ocupantes de la casa se habían escapado”. Recuerdo el estupor de mi padre y mi desesperación.”


“En los días siguientes, vecinos que observaron el procedimiento, contaron que fueron intimados a que entraran a sus casas, nos contaron cómo habían visto que sacaban a mi hermana soportada de pies y manos y la subieron a un auto”.


“Realizamos un derrotero desesperado tratando tener alguna información, averiguar donde había estado, anduvimos por varias instituciones. Presentamos habeas corpus”.“Los meses que sucedieron fueron terribles, teníamos indicio de cómo era la metodología, por palabras mi hermana.
Dos semanas antes, ella nos relató, a mí y quien era mi novia, un procedimiento en Casilda donde habían capturado a gente y formalmente habían negado esa captura. Creo que Ana María estaba muy asustada, que no imaginaba que podía sucederle algo similar”.


“Recuerdo a mis padres desesperados, y hoy puedo comprenderlo cabalmente lo que puede sentir el que se le arranque un hijo de esa forma a alguien”.
“Por esos días, para darles contención, un matrimonio amigo invitó a mis padres un paseo por el sur argentino, gente con buena posición, y sucedió un hecho fortuito el 18 de enero de 1978: a orillas del Lago Argentino, hubo un derrumbe inusual de hielo que los arrastro y terminó con sus vidas”.
“Mi hermana no era una persona violenta, sólo trataba de beneficiar al prójimo, siempre fue más solidaria que yo, lo heredó de mi padre, en casa nunca hubo armas”.
“Es terrible, nada puede cambiarse del pasado, pero desde este lugar creo estoy colaborando como miembro de la sociedad para tener un mundo mejor. Que estemos todos aquí demuestra que en este mundo no se puede tapar el sol con la manos, no hay manera ocultar los delitos de lesa humanidad ocurridos hace más de 30 años”.


Bandera con los rostros de los desaparecidos de Quinta de Funes
(Fuente:diariodeljuicio).

No hay comentarios: