21 de octubre de 2009

LOS JUZGA UN TRIBUNAL LOS CONDENAMOS TODOS.

Dos nuevos testimonios
La Lala y Tulio
Por Sonia Tessa

Laura Ferrer Varela es una sobreviviente del Servicio de Informaciones que funcionaba en la antigua Jefatura de Policía. Allí estaba alojada, en el sótano, en agosto de 1977, cuando vio a una beba que estaba en el sector de arriba, adonde llevaban a los recién secuestrados. Después, otra detenida, Graciela Corcho Porta, bajó y le dijo: "Está la Lala arriba". "Lala" era Marta María Forestello, una de las cautivas que fue vista en la Quinta de Funes, y continúa desaparecida.
Ferrer dio testimonio ayer en el juicio oral y público. La testigo contó que conocía a la Corcho y a Lala "de afuera". Contó que se habían visto en marchas ya que como militantes de la JUP habían participado en distintas luchas estudiantiles. Ya adentro, la Corcho (compañera de Héctor Pollo Baravalle), tenía libre circulación por el lugar, ya que colaboraba con los represores. Así fue como le contó a su antigua compañera que "Lala estaba arriba y era una cagada". Cuando la fiscal Mabel Colalongo le preguntó por esa valoración, Ferrer Varela fue clara: "Arriba era donde te torturaban".
Indicó también que pese a tratarse de una dependencia policial, concurrían militares "normalmente". "Soria era uno de los militares que venía y hablaba con nosotros", dijo la testigo. Se refería al mayor Fernando Soria.
La abogada querellante Gabriela Durruty, señaló que el testimonio de Ferrer Varela fue importante porque acreditó el paso de Forestello por el Servicio de Informaciones y afirma "las vinculaciones ya inocultables entre los centros clandestinos de detención, dependientes de las distintas fuerzas de seguridad".
El segundo testimonio fue el de Héctor Valenzuela, hermano de Tulio, también detenido en la Quinta de Funes, quien fingió colaborar en la Operación México ideada para asesinar a la cúpula montonera. Tulio denunció el plan de Galtieri, y se fugó de sus captores. Unos meses después, el oficial montonero volvió a ingresar al país, donde fue secuestrado y continúa desaparecido.
Héctor presentó escritos en la justicia federal tras el secuestro de Tulio y su compañera Raquel Negro junto al pequeño hijo de ella, Sebastián. Luego supieron que Negro había tenido mellizos estando en cautiverio. "Jamás mi madre quiso aceptar lo que había pasado. Ella tenía la esperanza de que Tulio volviera -dijo Héctor-. Hasta que supo de los mellizos. Mi madre murió obsesionada por los mellizos. No podía saber que uno de ellos había muerto a poco de nacer, aunque yo tengo mis dudas de que haya sido así". Hace un año, recibió un llamado telefónico de Stella de Carlotto, quien le informó sobre la identificación de su sobrina, Sabrina, quien lo llamó para conocerlo. Ella y su hermano Sebastián declararán hoy.
(Fuente:Rosario12).







El juicio en Santa Fe
La Casita del horror
Por Juan Carlos Tizziani
El traslado de diez ex militantes de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) desde un centro clandestino de la dictadura hasta la Guardia de Infantería Reforzada (GIR) a fines de marzo de 1977 se convirtió en un punto de controversia en el juicio a los represores santafesinos. El ex jefe de la Oficina de Coordinación del Area 212, Juan Calixto Perizzotti ya admitió que él participó en el traslado de las mujeres por orden del Ejército, pero dijo que no llegó hasta el chupadero: las recibió en las afueras de Santo Tomé, donde subieron a bordo de un camión del Servicio Penitenciario. Ayer, otra de las secuestradas que declaró ante el Tribunal Oral lo desmintió. "Perizzotti (y su ex secretaria) María Eva Aevi estuvieron en La Casita. Yo los escuché", dijo Ana María Cámara.
En la audiencia de ayer declararon Cámara y Patricia Traba. El lunes lo habían hecho Anatilde Bugna y Stella Vallejos. Y hoy lo harán Raquel Juárez, Hilda Benavídez y Teresita Miño. Las siete fueron víctimas del traslado.
Perizzotti dijo que trasladó las diez militantes de la JUP por orden firmada por el ex jefe del Area 212, Juan Orlando Rolón y que el jefe del operativo era el segundo del Destacamento de Inteligencia Militar, teniente coronel Jorge Roberto Diab. Ubicó el traspaso de las detenidas desde automóviles al camión del Servicio Penitenciario en Santo Tomé y aseguró que sólo estuvo acompañado por su chofer y un suboficial pero no por la ex carcelera María Eva Aebi, como aseguran las denunciantes.
Cámara ratificó la denuncia de Bugna. "Perizzotti y Aebi fueron a buscarnos. Ellos saben donde queda La Casita", dijo Ana María. Y cuando le preguntaron cómo los había reconocido, respondió: "Escuché la voz de ella cuando ingresan a La Casita. Y después, cuando nos suben a un camión celular, la que me tira del brazo y me dice: 'subí' era la misma mujer. María Eva sabe dónde queda La Casita".
Ayer, Cámara y Traba relataron su martirio en la casa de torturas. Las dos reconocieron el lugar por el croquis y la maqueta y coincidieron en un recuerdo: los mosaicos del piso color rojo punzó. La sala de torturas estaba en el garage. Ana María había sido encapuchada y atada a un eslástico metálico de las muñecas y los tobillos. "En un momento entran unas personas arrastrando un cuerpo y me lo tiran encima. 'Este se nos va', dice uno de ellos. Era un cuerpo muerto, como una bolsa de papas", recordó. Al día siguiente, en otra sesión de torturas, ve por debajo de la venda una mesa de madera y una máquina de escribir. Y alguien le dice: "'Salís caminando o con las patas para adelante. Y tu mamá te va a encontrar al costado de una ruta'. "Lo que era cierto, porque en esa época aparecían muchos cadáveres en los caminos", explicó Cámara.
(Fuente:Rosario12).





Santa Fe: De la tortura en La Casita al encierro de la GIR
Por Héctor M. Galiano (NOTIFE)
Antilde Bugna y Stella Vallejos pasaron por la tenebrosa "casita" antes de ser trasladadas, "blanquedas", a distintos lugares de detención. Todos los acusados fueron apuntados por las declarantes. Quedó en evidencia el rol del ex suboficial del Ejército, Nicolás Correa, en los centros de tortura. Fue funcionario con alto rango en la primera gestión de Obeid como gobernador.



Para las dos testigos que declararon ayer en la denominada causa "Busa", la definición, o la simple denominación de un lugar conocido como "la Casita", representa dolor, sadismo, espanto.


Cualquier desprevenido será simplemente literal en la acepción: casa pequeña. Los cual tampoco, a los ojos de las expositoras de hoy, es ciertamente preciso.



La "Casita" era un lugar clandestino de detención que funcionó durante la dictadura en una casa de campo ubicada en las cercanías de la ruta nacional 19, a pocos metros del cruce con la autopista que une a la capital con Rosario. Dependió del Ejército y, según los relatos y pruebas incorporados en el expediente judicial, fue montada por el fallecido Nicolás Correa, alias "El Tío", un suboficial de Ejército retirado en 1975 que fue convocado por la dictadura para organizar la caza de militantes políticos. El "Tío" fue funcionario del primer gobierno de Jorge Obeid (1995-1999). En los papales era asesor obeidista. En la realidad era el verdadero jefe policial, recibía a los jefes regionales en el segundo piso de la Casa de Gobierno y ajustaba los planes de seguridad del justicialismo en el poder. Murió en el 2007, con él se fugaron los mejores secretos. Los más crueles. Los más indolentes.



Por la mañana, Anatilde Bugna comprometió con su testimonial a todos los acusados sentados en el banquillo. Por la tarde, su amiga de la vida y militante incansable, Stella Vallejos, hacia lo propio. Quedó también en evidencia que, si "El tío" hubiese estado sentado en el banquillo de los victimarios, probablemente su rostro habría empalidecido. Pero no está bien hablar de los muertos. Una máxima que llevó Correa consigo.



A Bugna y a Vallejos las secuestraron en marzo de 1977. Las dos militaban en la JUP. Antes, pero en 1976, al hermano de la primera fue secuestrado por un grupo de tareas que, sin más, también desvalijó el estudio de arquitectura que había montado para desempeñar su trabajo. La impunidad de la noche era totalmente inmoral.



Las dos mujeres estuvieron entre el 23 y el 26 de marzo (aproximadamente) de 1977 encerradas y fueron vejadas en "la Casita". "Gritos y llantos todo el tiempo", definió Bugna al lugar. "Una vez recuerdo que hubo mucho movimiento, se prepararon y salieron. Todo quedó en silencio cuando partieron. Al regresar se los escuchaba eufóricos y gritaban "Triki-triki". La patota se había cargado a tres militantes y alardeaban de ello. Como si fuere un logro. "Uno contó que al regreso pasaron por la casa de una mujer y al verla en la vereda le gritaron 'matamos a tu hija', creo que era por Avenida Luján", señaló Bugna.



La mujer declaró ante los jueces que en "la Casita" la golpearon y que una vez la hicieron desnudar, la sentaron en una silla y aprontaron los elementos para tomarle una declaración. "Fue allí que un hombre agradable, de voz gruesa me dice que me quede tranquila, que había un abogado al lado que no me preocupara. En uno de esos momentos, aparecen en escena Juan Calixto Perizzotti y María Eva Aebi. Habían ido a buscar a algunas detenidas". Allí también estaba detenido Juan Perassolo, entonces novio de Anatilde, y Daniel Gatti, que estudiaba en Santa Fe pero era oriundo de Entre Ríos. Ya en democracia, Gatti se radicó en Río Gallegos y se dedicó al periodismo no kirchnerista. Perassolo sólo pudo denunciar su paso por "la Casita" en 1984 y ante la Conadep.



Cuando a Stella y a Anatilde las sacan del centro de torturas, las someten a un simulacro de fusilamiento en un descampado en las afueras de -se supone- la ciudad de Santo Tomé. María Eva Aebi les arrimó el caño del arma reglamentaria a la sien. Y verdugueó: "Perdiste flaca", dijo. Y gatilló. La bala no salió y entonces cerró el cuadro con un "esta vez zafaste flaca". Las dos mujeres contaron la misma historia con matices distintos. -¿Cómo reconocieron a Aebi si estaban encapuchadas y esposadas?, quisieron saber los abogados defensores. - Porque en la Guardia de Infantería -a donde la trasladaban- nos sacamos las vendas y pudimos unir cara con voz - dijeron ambas.



Heridas en el alma
Vallejos contó que en dos oportunidades fue violada en "La Casita" y Anatilde Bugna narró el desenlace fatal de su marido en 1996, cuando se suicidó. "Juan había sufrido un grave problema de salud y quedó con la mitad del cuerpo inmovilizado. Tuvo que hacer una rehabilitación intensa que incluía electrodos en algunos músculos. Tuvo una regresión a la tortura porque había sido picaneado y los electrodos pasan energía (controlada y con menos amperes) como la picana. Se suicidó en 1996". Anatilde se casó con Juan en 1979 mientras éste estaba preso en Rawson y allí dejaron de ser novios, para ser algo más. Tuvieron tres hijos y Juan nunca pudo declarar en sede judicial los excesos, ni tampoco denunciar a los verdugos. La causa se abrió recién en 2002 por un requerimiento del fiscal porteño Eduardo Freiler, motivado por el accionar del juez de la Audiencia Nacional de Madrid Baltasar Garzón, a donde "las chicas", como define Stella Vallejos a las detenidas en la GIR, también depositaron sus denuncias por la vía diplomática en 1998.



En la Guardia de Infantería también estaba "la patota" e incluso entraba al despacho de Perizzotti como quien entra al living propio. "Era toda una comunidad represiva", dirá Bugna. "En julio de 1978 -dice- me abrieron una causa federal, todo lo hacían de noche. En la GIR me dijeron que iba a atenr contacto con la justicia, entré a una sala, larga, de piso de madera (...)parecía un depósito. Estaba Víctor Brusa, a quien conocía por haber cursado con el una materia en la facultad de Derecho de la UNL. Estaba con un escribiente, a quien presentó como 'el toto' Nuñez. Me mostró la declaración que había hecho en La Casita. Cuando le dije cómo me la habían sacado a esa declaración se puso iracundo, empezó a tirar patadas de karate para todos lados, estaba muy nervioso. No quiso dejar sentado lo que le dije que me armaron en 'la Casita' y me dijo: 'agradecé que la podés contar'. La verdad que con el tiempo me doy cuenta que lo pude contar porque no dejé de hacerlo desde entonces".



Bugna mencionó que en la GIR pudo ver, "desde invierno de 1978 hasta diciembre" a un oficial de apellido Fariña, que vestía de uniforme militar y tenía rango importante. "Recuerdo mucho de mi paso por la GIR a un oficial de apellido Córdoba, que era chofer de Perizzoti". Anatilde recuperó la libertad en 1979 y entonces el Jefe del Área 212, Juan Orlando Rolón, citó a sus padres al Distrito Militar. Hizo una apología de moralidad y aclaró: "la próxima vez se las voy a entregar de forma horizontal".



"El rey" y "el pollo", patoteros todo terreno
Bugna y Vallejos tienen esos apodos retumbando en los oídos desde marzo de 1977. Anatilde ya sabía que Eduardo Ramos (conocido como "el Curro" o "el rey") había participado del operativo de detención de su hermano en 1976. Lo identificó entre la patota. Luego volvería a escuchar su apodo de "el rey" en "la Casita", otro que estaba siempre en boca de los torturadores era "el pollo", que no es otro de Héctor Colombini, quien llegó al cargo de subdirector de (la dirección policial) Drogas Peligrosas en Santa Fe. Se casó con una militante de la JP, de quien se separó hace algunos años. Bugna lo conoció en 1989 cuando , con su madre, visitaron el edificio de la dependencia policial que había sido propiedad de su famillia. Colombini también era uno de los policías que participó del operativo de detención de su hermano. Stella Vallejos comentó que "un día me fue a visitar Anatilde a casa y me dice que mi vecino era Ramos, el de la patota. Yo me sentí muy mal porque mis hijos jugaban con los de él y recordé una vez que Ramos alzó a uno de mis niños. Fue todo muy desagradable".



Anatilde también lo conocía "al Curro". Habían ido juntos a la escuela hasta los 10 años. La testigo llevó dos fotos de esa constancia y quedaron reservadas para anexarlas al expediente. El marido de Anatilde, Juan Perassolo trabajó en un Banco cooperativo, tras la recuperación de la democracia. Un día llegó hasta su oficina un señor que quería abrir una cuenta, que lo reconoce, y empieza a recordarle su pasado militante, de forma despectiva. "Yo recuerdo que 'el Tío' me dijo en la Casita que me quede tranquila porque en otra pieza había un abogado, yo no sé si eso fue cierto o no. Lo concreto es que ese abogado que fue a abrir la cuenta era Oscar Valdéz, que trabajo como asesor de la Dirección de Drogas Peligrosas. Cuando apenas había pasado pocos minutos de las dos de la tarde, Stella Vallejos le dijo a los jueces: "siempre supe que los que están siendo juzgados hoy no son todos los responsables, porque si se tiene en cuenta que los que participaron del operativo del 23 de marzo por la mañana, tarde y noche, eran más de 15, evidentemente no están todos. Pero es un gran paso para la justicia. Yo no quiero venganza, sólo justicia", dijo. Y nadie más preguntó nada.
(Fuente:Argenpress).

El testimonio de un ex agente de inteligencia de la policía
Salman, otro que sabe demasiado
En el marco de la causa Guerrieri-Amelong, hizo entrega ayer de un documento "confidencial" de inteligencia militar sobre la estructura de Montoneros, la UES y la PJ de Rosario.



Uno de los documentos reservados que entregó Salman.
Por José Maggi
"Eramos peones del Ejército", dijo Adolfo Salman, 67 años, ex oficial principal del Servicio de Informaciones de la policía provincial, en referencia a quién daba las órdenes bajo las cuales se manejaban. Lo hizo ayer ante el Tribunal Oral Federal Nº1 al explicar el rol que jugó durante la última dictadura en la Unidad Regional III del departamento Belgrano. El testimonio de este ex agente en el marco de la causa Guerrieri-Amelong se nutrió con la entrega de un documento interno del Destacamento de Inteligencia 121, en el que pueden leerse claramente cuáles eran los objetivos marcados por la inteligencia militar: la estructura de Montoneros, la Unión de Estudiantes Secundarios, la Juventud Peronista, entre otras organizaciones en la que muchos de sus miembros están tachados con una cruz, y varios de los marcados en su costado con una letra A. "Esto quieren decir que fueron ajusticiados, es decir eliminados, que se les quitó la vida" explicó Salman. También detalló de qué se trataban "los operativos por izquierda: eran aquellas detenciones que se hacían sin orden del juez, en las que se tabicaba a los detenidos y se los trasladaba a un centro clandestino de detención".
Entre los nombrados en el documento "estrictamente secreto y confidencial" -al que tuvo acceso Rosario/12- figuran el de "Pedro Retamar responsable de CGT Rosario; Ignacio Laluf responsable territorial secretaría política Montoneros, y Eduardo Tognoli (sic) responsable UES Rosario. Tucho Valenzuela, Jaime Dri -identificado como Marcos- y Lucy o Leticia", en referencia a Stella Hildbrand de Del Rosso se suman a la lista.
El ex policía ingresó a la fuerza en 1969 y después de 1973 lo instruyeron en la confección de informes de inteligencia. "Mis funciones consistían en elevar la información que el Comando nos requería sobre los ciudadanos residentes en la jurisdicción de la Unidad Regional III y semanalmente obligatoriamente las traía y dejaba una copia en el Destacamento 121 y otra en el Comando, de Córdoba y Moreno".
"Los informes -agregó- referían a las actividades laborales, políticas, culturales y de todo tipo e incluso abarcaban a los integrantes de las comisiones directivas de los clubes".
Salman cumplió sus funciones hasta el 28 de marzo de 1977 cuando fue detenido por orden de un juez militar, por un caso puntual: el del productor agropecuario Mario Cesar Copelo, cuyo vehículo terminó incendiado. "Era de Cavanagh, provincia de Santa Fe. Lo detuvimos y lo entregamos en la Jefatura de Rosario, y después lo coimearon para dejarlo en libertad. El juez militar allanó mi casa buscando el dinero, cuando yo lo había entregado a mis superiores y no supe más. Me formaron un Consejo de Guerra, y me condenaron. Estuve detenido 4 años y 3 meses por el delito de daño por haber arruinado un vehículo. Lo raro es que dañar un auto era delito, pero matar personas todos los días no era delito".
Salman estuvo preso hasta el 2 de junio de 1981. Hoy dice que la razón por la que fue detenido fue su "intervención por dos hermanas oriundas de Montes de Oca, por las que intercedí para salvarles la vida. Eran las hermanas Bertino a quien detuvieron con la intención de sacarles plata, por unos panfletos que dicen que tenían". "Moví cielo y tierra hablé con Jefatura, al Ejército y logré su libertad. Después hubo tres detenidos más a los que el comandante Feced quería eliminar y me interpuse y les salvé la vida. Era un joven de Las Rosas, otro de Las Parejas y el tercero de Casilda. Tengo la conciencia tranquila de que cinco personas gracias a mí vivieron".
"A mí me querían sacar del medio porque sabía mucho", sentenció Salman pero hoy prefiere no decir todo lo que sabía. Y echa mano a otro argumento: "Tampoco me querían por descender de judíos. El juez militar Casals le dijo a mi mujer que yo era un judío de mierda, y sabemos que en aquella época tanto en el Ejército como la policía estaba arraigado el nazismo".
--¿Qué más sabía que no se animó a contar en el juicio?- le preguntó Rosario/12.
--No tengo nada que ocultar porque todo era vox populi.
--¿Conoció a alguno de los cinco imputados en la sala?
--Uno de ellos me reconoció y me miró firme. Fue Guerrieri, a quien conocí en su momento, aunque no era de trato asiduo. Pero sí, vi muchos rostros conocidos.
(Fuente:Rosario12).



Juicio Guerrieri-Amelong, día 16 (testimonios de Ferrer, Valenzuela y Salman)

Tres nuevos testimonios se presentaron este martes en otra de las audiencias por el juicio Guerrieri-Amelong que se lleva adelante en le Tribunal Oral Federal N°1 de Rosario, en el que se juzga a cinco represores de la última dictadura militar. Primero declaró la docente de la UNR, Laura Ferrer, ex detenida del Servicio de Informaciones. Luego fue el turno de Héctor Valenzuela, hermano de Tulio y cuñado de Raquel Negro -dos detenidos de la Quinta de Funes-. El último en delcarar fue el ex policía Adolfo Salman, quien señaló la aceitada articulación que hubo entre el Ejército y la Policía provincial durante el terrorismo de estado.


Laura Ferrer Varela es ingeniera civil y docente de la universidad pública. Fue detenida en agosto de 1977 y llevada al centro clandestino de detención y torturas que funcionó en el ex Servicio de Informaciones de la Policía de Rosario, que conducía el temible Comandante de Gendarmería Agustín Feced.


Ferrer, que también hizo un pormenorizado relato de aquel siniestro centro de detención -y que será motivo de un próximo juicio contra los represores de la dictadura en Rosario-, fue llamada a testimoniar para ampliar datos sobre la suerte sufrida por Marta María Forestello, por la cual también declaró este lunes pasado, María Adela Panello, su madre


En relación a Marta María Forestello, Laura Ferrer recordó que una noche, durante su secuestro, entre el 15 y 20 de agosto, “llegó mucha gente Servicio de Informaciones. Un día bajaron a 4 nenes envueltos en frazadas. La hija de Cristina Bernal y otros sobrinos; Andrés el hijo de la Corcho (Graciela Porta); y bajan a una nenita que está un día, que lloraba mucho,Victoria -la hija de Marta María Forestello y Miguel Tosetti-”.


Ferrer también contó que en otro momento Graciela Porta -otra de las que estaba en el Servicio de Informaciones- dijo que “la Lala esta arriba”. Lala era el apodo de Marta María Forestello. “No sé cuánto estuvo ahí, se llevaron a la nena a la que la recuperó la abuela”, agregó Ferrer.


Después fue el turno de Héctor Valenzuela, hermano del militante montonero Tulio “Tucho” Valenzuela, quien fuera secuestrado el 2 de enero de 1978 en Mar del Plata junto a su mujer Raquel Negro -que estaba embarazada de mellizos-; los dos estuvieron detenidos-desaparecidos en la Quinta de Funes.


Héctor Valenzuela contó que durante la dictadura se veían esporádicamente con su hermano, que sí se escribía una vez por mes con su madre.


Héctor refirió que una vez, por intermedio de una carta, Tulio les comentó que se “había juntado con una chica, que ya tenía un hijo, y que estaba embarazada”. La chica era Raquel Negro y su hijo Sebastián, quien también fue detenido junto a Tulio y su madre en Mar del Plata, y posteriormente dejado “en libertad”. El nene tenía un año y medio, hoy es uno de los querellantes de la causa y militante de la agrupación H.I.J.O.S.


Héctor describió al tribunal cómo se anotició de la desaparición de Tulio: “En el año '79 me enteré por un amigo periodista acreditado en el Ministerio del Interior, Eduardo Pavese, que averiguó que estaban traduciendo un diario en de Francia donde se relataba el secuestro y prisión de mi hermano y Raquel Negro, ocurrido en enero del '78”, y continuó: “Mi amigo tomó nota a escondidas, así me entero que mi hermano fue capturado junto a su mujer y el nene Sebastián, y que fueron llevados a la Quinta de Funes”.


Héctor indicó también cómo la familia fue reconstruyendo, por dichos periodísticos y luego por el libro de Miguel Bonasso, el destino sufrido por su hermano. Así se enteró que Tulio había fingido un “acuerdo ante el General Leopoldo Galtieri para viajar a México” y entregar a la conducción de la organización Montoneros, radicada en ese país. Con el paso del tiempo, Héctor también pudo conocer que la decisión de engañar a Galtieri, sabiendo que quedaba como rehén en la Quinta de Funes su mujer embarazada, había sido consensuada con la propia Raquel, quien “lo insitó a que no cumpla con lo “planeado” con Galtieri”.


El testigo rememoró el calvario vivido por su madre y la familia luego de la noticia del secuestro de Tulio y su compañera, la cantidad de presentaciones judiciales realizadas ante todos los tribunales posibles y la búsqueda de los mellizos que estaba a punto de dar a luz Raquel.


“Un día suena el teléfono, y me dicen: “Héctor apareció tu sobrina”, el llamado era de parte de Estela Carlotto de Abuelas. Unos días después otro llamado me dice: “Tío yo soy Sabrina voy a ir a San Juan. Y vino a San Juan a vernos” señaló al tribunal Héctor.


“Fue muy difícil ocultar el vacío que dejo mi hermano, lo hemos sobrellevado con mucho dolor. La aparición de Sabrina moderó un poco la ansiedad que tuvimos tantos años”, concluyó Valenzuela.


Un testigo policía
Finalmente la serie de testimonios de este martes terminó con la declaración del ex policía de la provincia de Santa Fe Adolfo Salman, quien revistó en la fuerza de el año 1969 hasta marzo del '77, y que actualmente reside en la ciudad de Las Rosas donde tiene una bicicletería.


La declaración de Salman sirvió para establecer lar estrecha articulación que hubo durante el terrorismo de estado en la región, entre el ejército y la policía. En ese sentido el ex agente relató: “Yo desempeñaba tareas en Las Rosas. El comisario Saichut (ya fallecido) era el encargado de esa zona. Nosotros, dependíamos del ejército. El Mayor Morales era el que daba las órdenes, pedía información de la gente. Se investigaba lo que ellos pedían, se hacían tareas de inteligencia, se debía traer información de toda la familia de la gente, de cómo se movía. El Batallón 121 daba las órdenes. En el 73 empecé a trabajar en el servicio”.


Salman confesó que “se hacían reuniones en el Comando, de asesoramiento para los policías, donde Galtieri daba las órdenes, sobre como hacer tareas de inteligencia. Nos daban cátedra, nos lavaban el cerebro también”.


Con la intención de mostrar la conexión entre ejército y policía, el ex agente rubricó documentación que ya había presentado ante la Conadep en los primeros años de la vuelta de la democracia. Salman contó además que sus actitudes le valieron un concejo de guerra y varios años de detención.


Al final de la audiencia el tribunal anunció que este miércoles se tomarían otros tres testimonios: el de Sabrina Gulino -la hija recientemente ubicada de Tulio Valenzuela y Raquel Negro-; el de Sebastián Álvares, hermano de Sabrina e hijo de Raquel; y el de Pablo del Rosso, otro hijo de desaparecidos de la Quinta de Funes.
(Fuente:Diariodeljuicio).


Entrevista al policía Adolfo Salman
En el marco de la causa Guerrieri-Amelong, este martes el ex policía Adolfo Salman hizo entrega al tribunal de un documento "confidencial" de inteligencia militar sobre la estructura de Montoneros, la UES y la PJ de Rosario.


El periodista de Rosario 12, José Maggi, realizó una entrevista al ex agente, que aquí se reproduce.


"Eramos peones del Ejército", dijo Adolfo Salman, 67 años, ex oficial principal del Servicio de Informaciones de la policía provincial, en referencia a quién daba las órdenes bajo las cuales se manejaban. Lo hizo ayer ante el Tribunal Oral Federal Nº1 al explicar el rol que jugó durante la última dictadura en la Unidad Regional III del departamento Belgrano. El testimonio de este ex agente en el marco de la causa Guerrieri-Amelong se nutrió con la entrega de un documento interno del Destacamento de Inteligencia 121, en el que pueden leerse claramente cuáles eran los objetivos marcados por la inteligencia militar: la estructura de Montoneros, la Unión de Estudiantes Secundarios, la Juventud Peronista, entre otras organizaciones en la que muchos de sus miembros están tachados con una cruz, y varios de los marcados en su costado con una letra A. "Esto quieren decir que fueron ajusticiados, es decir eliminados, que se les quitó la vida" explicó Salman. También detalló de qué se trataban "los operativos por izquierda: eran aquellas detenciones que se hacían sin orden del juez, en las que se tabicaba a los detenidos y se los trasladaba a un centro clandestino de detención".


Entre los nombrados en el documento "estrictamente secreto y confidencial" -al que tuvo acceso Rosario/12- figuran el de "Pedro Retamar responsable de CGT Rosario; Ignacio Laluf responsable territorial secretaría política Montoneros, y Eduardo Tognoli (sic) responsable UES Rosario. Tucho Valenzuela, Jaime Dri -identificado como Marcos- y Lucy o Leticia", en referencia a Stella Hildbrand de Del Rosso se suman a la lista.


El ex policía ingresó a la fuerza en 1969 y después de 1973 lo instruyeron en la confección de informes de inteligencia. "Mis funciones consistían en elevar la información que el Comando nos requería sobre los ciudadanos residentes en la jurisdicción de la Unidad Regional III y semanalmente obligatoriamente las traía y dejaba una copia en el Destacamento 121 y otra en el Comando, de Córdoba y Moreno".


"Los informes -agregó- referían a las actividades laborales, políticas, culturales y de todo tipo e incluso abarcaban a los integrantes de las comisiones directivas de los clubes".


Salman cumplió sus funciones hasta el 28 de marzo de 1977 cuando fue detenido por orden de un juez militar, por un caso puntual: el del productor agropecuario Mario Cesar Copelo, cuyo vehículo terminó incendiado. "Era de Cavanagh, provincia de Santa Fe. Lo detuvimos y lo entregamos en la Jefatura de Rosario, y después lo coimearon para dejarlo en libertad. El juez militar allanó mi casa buscando el dinero, cuando yo lo había entregado a mis superiores y no supe más. Me formaron un Consejo de Guerra, y me condenaron. Estuve detenido 4 años y 3 meses por el delito de daño por haber arruinado un vehículo. Lo raro es que dañar un auto era delito, pero matar personas todos los días no era delito".


Salman estuvo preso hasta el 2 de junio de 1981. Hoy dice que la razón por la que fue detenido fue su "intervención por dos hermanas oriundas de Montes de Oca, por las que intercedí para salvarles la vida. Eran las hermanas Bertino a quien detuvieron con la intención de sacarles plata, por unos panfletos que dicen que tenían". "Moví cielo y tierra hablé con Jefatura, al Ejército y logré su libertad. Después hubo tres detenidos más a los que el comandante Feced quería eliminar y me interpuse y les salvé la vida. Era un joven de Las Rosas, otro de Las Parejas y el tercero de Casilda. Tengo la conciencia tranquila de que cinco personas gracias a mí vivieron".


"A mí me querían sacar del medio porque sabía mucho", sentenció Salman pero hoy prefiere no decir todo lo que sabía. Y echa mano a otro argumento: "Tampoco me querían por descender de judíos. El juez militar Casals le dijo a mi mujer que yo era un judío de mierda, y sabemos que en aquella época tanto en el Ejército como la policía estaba arraigado el nazismo".


--¿Qué más sabía que no se animó a contar en el juicio?- le preguntó Rosario/12.
--No tengo nada que ocultar porque todo era vox populi.
--¿Conoció a alguno de los cinco imputados en la sala?
--Uno de ellos me reconoció y me miró firme. Fue Guerrieri, a quien conocí en su momento, aunque no era de trato asiduo. Pero sí, vi muchos rostros conocidos.
(Fuente:Diariodeljuicio).

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