Por David Rodríguez
Traducido para Rebelión por Ana Salgado
Dice Arno J. Mayer en un artículo sobre la crisis financiera que aparece en el número cinco de la revista Sin permiso: «Culpar al desastre de las hipotecas subprime en EE.UU. del desmoronamiento financiero y económico global de 2008 es como imputar al asesinato del Archiduque Fernando el estallido de la Primera Guerra Mundial». Y prosigue: «En ambos casos un discreto acontecimiento fue la chispa que encendió una gran conflagración. Pero la mecha ya estaba allí». Cambiando lo que deba ser cambiado, esta afortunada metáfora de Arno J. Mayer podría ser igualmente aplicada a la relación entre el fenómeno Berlusconi y el desprestigio de la política. De tal manera que culpar a Berlusconi de provocar el desprestigio de la política es como confundir el síntoma con la enfermedad.
Ahora bien, no siendo el síntoma e incluso que enfermedad, aquél sí desvela o hace legible ésta, de ahí que el berlusconismo sea, en estos momentos, el mejor manual de instrucciones para saber hacia donde puede continuar la deriva de una actividad que, para el mundo de la Grecia clásica que la parió, encarnaba el escalón más alto de la dignidad y de la virtud social.
Para ayudarme en la tarea de acercarme al "mundo-Berlusconi", recurro a un artículo publicado en Le Monde Diplomatique de este mes que, en mi opinión, merece ser leído con atención. Firmado por Carlo Galli. Su título es: “Berlusconi y la teoría del ‘todo vale’”.
En este, el autor sostiene que la perceptible decadencia –en Italia– de un pilar fundamental de la república como es el antifascismo, origina la decadencia del «sentido cívico» en la sociedad de aquella península (una idea que comparte con Antonio Elorza a juzgar por otro artículo de su autoría que hoy publica El País). A su vez, prosigue Galli, este decaimiento del antifascismo estaría siendo provocado por la preponderancia, desde los años ochenta del siglo XX, de la economía sobre el «valor regulador de la política y del derecho». Un sistema económico que se presenta como ideológicamente liberal pero que es, de facto, corporativista y clientelista. Productor de un paisaje en el que la inseguridad es el estado natural de un cuerpo social que «percibe cada vez menos la necesidad de tener normas de convivencia». Este caldo de cultivo acaba conformando lo que Galli denomina el «amoral familiar», el mecanismo social que promociona la excepción particular frente el sentido del derecho universal y cuya personificación estaría representada por el pícaro o el astuto que sabe moverse (o que fantasea con la idea de saber moverse) para sacar partido de las desigualdades. Así, también según Galli, y en consonancia con la certera visión de Andrea Camilleri sobre una Italia en la que triunfó la moral del vespino («el vespino va por lugar prohibido y nadie dice nada; atraviesa en rojo y nadie dice nada, sube a la acera y nadie dice nada, los italianos miran al vespino y piensan: ¡Jesús! ¡Qué bonito sería ser ese vespino y no cumplir ninguna regla!), la crisis actual ya no sería sólo económica, social y política, sino también, y sobre todo, una crisis moral propiciada por la «muerte de la confianza».
Con este panorama como telón de fondo, emerge el personaje Berlusconi –y la senda del berlusconismo– como nueva manera de entender la política. En palabras de Galli: «Berlusconi consiguió encarnar la “Rebelión de las masas” provocada por el fin del sistema de partidos de la primera república [...] aprovechó a su favor la rebelión contra la política, contra la cultura y contra las élites que marcó los noventa y que sigue vigente». Importante esto último: la idea de rebelión, como tantas otras ideas antaño vinculadas a la izquierda, son hoy patrimonio –convenientemente tergiversadas– de la derecha.
Entre las características de esta nueva derecha berlusconiana, Galli desgrana las siguientes:
- Mezcla de un «populismo plebiscitario» con un gran «poder mediático.»
- Empleo masivo de una «retórica y culturas cínicas y anti-institucionales.»
- Concepción de la delegación no como el resultado de un procedimiento racional, sino como «una representación simbólica, personal y plebiscitaria, gracias a la cual, el pueblo reconoce su propia autoridad en el cuerpo místico del jefe.»
- Práctica de una «política autoritaria y carismática ajena al antifascismo.»
- Falso liberalismo confirmado por los «reiterados ataques contra la libertad de prensa y la televisión, el abandono de toda noción laica en política (privilegios económicos a la iglesia y respeto a las directivas en materia de bioética y biopolítica), ausencia de escrúpulo en la excitación de la xenofobia y de los miedos sociales.»
- «Paso del poder de los partidos al poder de las personas, o de una persona, y del ‘arco constitucional’ a una política de división vertical del país en dos bloques opuestos incluso en sus antropologías.»
- Repetición constante de la lógica amigo/enemigo que «permite forjar una unidad simbólica en un país donde deliberadamente se mantiene la fragmentación y las desigualdades económicas.»
- Práctica de un laissez faire que «consiste en dejar que cada grupo de poder o de interés conserve sus privilegios y busque incrementarlos en detrimento de los grupos más débiles y, más generalmente, de la dimensión colectiva de la cohabitación nacional.»
- Transformación de la ley universal de la República en la anomalía y saturación de la vida pública «con lógicas y prácticas personales» que representan «la fuerza de su posición y la razón del consenso del que disfruta.»
En una una vista rápida a los rasgos apuntados por Galli enseguida nos enteramos de que las ideas de esta derecha de moral endeble fueron recogidas con gran dedicación, en nuestra entorno, principalmente por el PP, también por UPyD, en en gran medida por el PSOE y de alguna manera más o menos tangencial por casi que todos los partidos. A continuación desgranaré un poco como, y por medio de quien, ha ido ganando terreno esta forma deturpada de entender la política que ensucia todo lo que se le pone por delante como si de brea se tratara:
1. el PP español, y especialmente el PP gallego, están aplicando con gran fidelidad la tríada que Galli denomina «populismo plebiscitario» «poder mediático» «retóricas y culturas cínicas y antiinstitucionais». Ejemplos: La encuesta sobre el gallego en la enseñanza, la deslegitimación de las Galescolas, los ataques a la sanidad pública, las suspicacias contra el sistema judicial ante la corrupción del Gürtel, el «amamos la lengua gallega pero no la Ley de Normalización» de nuestro querido conselleiro de Educación, etc.
2. Si bien no se puede poner en el haber de todos los partidos la práctica de una concepción de la delegación no como el resultado de un procedimiento racional sino como «una representación simbólica, personal y plebiscitaria gracias a la cual el pueblo reconoce su propia autoridad en el cuerpo místico del jefe», ni tampoco se puede acusar a todos (sí al PP aznarita, esperancista, campsiano y feijoniano) en igual grado de una «política autoritaria y carismática ajena al antifascismo», sí es cierto que la política espectáculo propicia que en todas las casas, aunque de manera desigual, prime la hipertrofia del líder carismático. Demás está decir que esta personalización de la política, por veces insoportable, tiene sus precedentes inmediatos en los diferentes cultos al líder propios de regímenes fascistas y/o autoritarios.
3. Sobre el bloque «falso liberalismo» (conectado al laissez faire en favor de los diferentes grupos de poder) / «ataques a la libertad de prensa» / «abandono de la noción laica de la política», las responsabilidades se reparten de manera desigual: por una parte tenemos el falso liberalismo de un PP que, además de emplear prácticas clientelar “primitivas” al estilo Baltar, también practica el clientelismo de gomina y corbata como vemos en lo relativo a la trama Gürtel; por otra parte los reiterados ataques a la libertad de prensa efectuados tanto por el PP como por el PSOE en forma de cierre de diarios como el Egunkaria o en forma de suculentas subvenciones a los periodistas amigos “como todos sabemos que se hace, en nuestra tierra, sobre todo con la prensa escrita”; y por último, esto especialmente imputable al PP (si bien el PSOE tampoco es capaz de desligarse del todo de la sombra de la iglesia), un plegamiento a la Iglesia católica en materia de moral completamente escandaloso y del cual la última manifestación antiaborto celebrada en Madrid representa un bueno ejemplo.
4. El paso del poder de los políticos al “poder de las personas” es la principal baza a la que juega UPyD. Este falso ciudadanismo, esta pretendida inocencia apolítica (especialmente sangrante cuando quien lidera ese partido lleva décadas en política), es la cara más vanguardista del nuevo fascismo. Detrás de esta actitud virginal se esconde el peligroso mensaje de que la política “esto es, el acto de colocar en liza distintas visiones y distintos intereses” es algo que hace falta eliminar. Pero ¿qué queda cuando eliminamos la política entendida como actividad digna y necesaria? El inhóspito mundo de la economía en el que sólo los más fuertes, los más ricos, tienen alguna opción de imponer su criterio. En este sentido, resulta sintomático que nadie pueda decir claramente cuál es el programa económico de UPyD.
5. A continuación, aquello que Galli denomina «división vertical del país en dos bloques opuestos incluso en sus antropologías». Fenómeno que en el estado español, Galiza incluida, está siendo más y más evidente. La ciudadanía se está dividiendo profundamente. Las opiniones políticas de la gente no sólo se alinean, de una manera cada vez más clara, con las dos grandes maneras de entender la gestión de lo público, sino también con las dos grandes maneras de entender la vida en su totalidad, desde el nacimiento a la muerte, de la sexualidad a la educación, de la igualdad a la libertad. Esta ruptura ética abismal, que algunos sociólogos como Fermín Bouza ya han detectado en la manera en que se está a polarizar el voto y la autoubicación ideológica de la gente, puede traer, en condiciones de agravamiento económico, consecuencias imprevisibles.
6. Como consecuencia de lo anterior, se acentúa el recurso a la lógica del amigo/enemigo para aglutinar en un mismo bando a personas cuyos intereses deberían ser objetivamente contrarios. Una lógica que si en Italia adopta la forma de comunista/no comunista, en el estado español recurre a la fórmula nacionalista/ no nacionalista. Aquí es pertinente el apunte que hace Elorza en su artículo de hoy en El País: el binomio amigo/enemigo nos insiere de lleno en la lógica del gran crítico de la democracia de Weimar, democracia truncada finalmente por el ascenso hitleriano, Carl Schmidt. Algo que corrobora el carácter fascista de esta nueva manera de entender la política.
7. Por último, y por concluir con estas reflexiones a partir de las ideas de Galli, decir, por una parte, que pronto veremos, cuando la trama Gürtel sea totalmente investigada (también veremos incluso donde se investiga), si esta violación de la ley universal en favor de «lógicas y prácticas personales» ha cuajado definitivamente en los diferentes ámbitos de poder políticos y judiciales. Por decirlo de otro modo, tendremos una nueva oportunidad de comprobar incluso donde es creíble la existencia de la separación de poder. Asimismo, y y por el otro lado, comprobaremos, a partir del comportamiento de la gente en próximos comicios electorales, si también aquí es mayoritaria la moral del vespino camilleriana, y si ya hemos llegado o no al punto en el que, cuando la inmensa mayoría de las personas ve una de estas pequeñas motos retumbando por las aceras, lo que exclama es: ¡Jesús! ¡Qué bonito sería ser ese vespino y no cumplir ninguna regla!
Traducido para Rebelión por Ana Salgado
Dice Arno J. Mayer en un artículo sobre la crisis financiera que aparece en el número cinco de la revista Sin permiso: «Culpar al desastre de las hipotecas subprime en EE.UU. del desmoronamiento financiero y económico global de 2008 es como imputar al asesinato del Archiduque Fernando el estallido de la Primera Guerra Mundial». Y prosigue: «En ambos casos un discreto acontecimiento fue la chispa que encendió una gran conflagración. Pero la mecha ya estaba allí». Cambiando lo que deba ser cambiado, esta afortunada metáfora de Arno J. Mayer podría ser igualmente aplicada a la relación entre el fenómeno Berlusconi y el desprestigio de la política. De tal manera que culpar a Berlusconi de provocar el desprestigio de la política es como confundir el síntoma con la enfermedad.
Ahora bien, no siendo el síntoma e incluso que enfermedad, aquél sí desvela o hace legible ésta, de ahí que el berlusconismo sea, en estos momentos, el mejor manual de instrucciones para saber hacia donde puede continuar la deriva de una actividad que, para el mundo de la Grecia clásica que la parió, encarnaba el escalón más alto de la dignidad y de la virtud social.
Para ayudarme en la tarea de acercarme al "mundo-Berlusconi", recurro a un artículo publicado en Le Monde Diplomatique de este mes que, en mi opinión, merece ser leído con atención. Firmado por Carlo Galli. Su título es: “Berlusconi y la teoría del ‘todo vale’”.
En este, el autor sostiene que la perceptible decadencia –en Italia– de un pilar fundamental de la república como es el antifascismo, origina la decadencia del «sentido cívico» en la sociedad de aquella península (una idea que comparte con Antonio Elorza a juzgar por otro artículo de su autoría que hoy publica El País). A su vez, prosigue Galli, este decaimiento del antifascismo estaría siendo provocado por la preponderancia, desde los años ochenta del siglo XX, de la economía sobre el «valor regulador de la política y del derecho». Un sistema económico que se presenta como ideológicamente liberal pero que es, de facto, corporativista y clientelista. Productor de un paisaje en el que la inseguridad es el estado natural de un cuerpo social que «percibe cada vez menos la necesidad de tener normas de convivencia». Este caldo de cultivo acaba conformando lo que Galli denomina el «amoral familiar», el mecanismo social que promociona la excepción particular frente el sentido del derecho universal y cuya personificación estaría representada por el pícaro o el astuto que sabe moverse (o que fantasea con la idea de saber moverse) para sacar partido de las desigualdades. Así, también según Galli, y en consonancia con la certera visión de Andrea Camilleri sobre una Italia en la que triunfó la moral del vespino («el vespino va por lugar prohibido y nadie dice nada; atraviesa en rojo y nadie dice nada, sube a la acera y nadie dice nada, los italianos miran al vespino y piensan: ¡Jesús! ¡Qué bonito sería ser ese vespino y no cumplir ninguna regla!), la crisis actual ya no sería sólo económica, social y política, sino también, y sobre todo, una crisis moral propiciada por la «muerte de la confianza».
Con este panorama como telón de fondo, emerge el personaje Berlusconi –y la senda del berlusconismo– como nueva manera de entender la política. En palabras de Galli: «Berlusconi consiguió encarnar la “Rebelión de las masas” provocada por el fin del sistema de partidos de la primera república [...] aprovechó a su favor la rebelión contra la política, contra la cultura y contra las élites que marcó los noventa y que sigue vigente». Importante esto último: la idea de rebelión, como tantas otras ideas antaño vinculadas a la izquierda, son hoy patrimonio –convenientemente tergiversadas– de la derecha.
Entre las características de esta nueva derecha berlusconiana, Galli desgrana las siguientes:
- Mezcla de un «populismo plebiscitario» con un gran «poder mediático.»
- Empleo masivo de una «retórica y culturas cínicas y anti-institucionales.»
- Concepción de la delegación no como el resultado de un procedimiento racional, sino como «una representación simbólica, personal y plebiscitaria, gracias a la cual, el pueblo reconoce su propia autoridad en el cuerpo místico del jefe.»
- Práctica de una «política autoritaria y carismática ajena al antifascismo.»
- Falso liberalismo confirmado por los «reiterados ataques contra la libertad de prensa y la televisión, el abandono de toda noción laica en política (privilegios económicos a la iglesia y respeto a las directivas en materia de bioética y biopolítica), ausencia de escrúpulo en la excitación de la xenofobia y de los miedos sociales.»
- «Paso del poder de los partidos al poder de las personas, o de una persona, y del ‘arco constitucional’ a una política de división vertical del país en dos bloques opuestos incluso en sus antropologías.»
- Repetición constante de la lógica amigo/enemigo que «permite forjar una unidad simbólica en un país donde deliberadamente se mantiene la fragmentación y las desigualdades económicas.»
- Práctica de un laissez faire que «consiste en dejar que cada grupo de poder o de interés conserve sus privilegios y busque incrementarlos en detrimento de los grupos más débiles y, más generalmente, de la dimensión colectiva de la cohabitación nacional.»
- Transformación de la ley universal de la República en la anomalía y saturación de la vida pública «con lógicas y prácticas personales» que representan «la fuerza de su posición y la razón del consenso del que disfruta.»
En una una vista rápida a los rasgos apuntados por Galli enseguida nos enteramos de que las ideas de esta derecha de moral endeble fueron recogidas con gran dedicación, en nuestra entorno, principalmente por el PP, también por UPyD, en en gran medida por el PSOE y de alguna manera más o menos tangencial por casi que todos los partidos. A continuación desgranaré un poco como, y por medio de quien, ha ido ganando terreno esta forma deturpada de entender la política que ensucia todo lo que se le pone por delante como si de brea se tratara:
1. el PP español, y especialmente el PP gallego, están aplicando con gran fidelidad la tríada que Galli denomina «populismo plebiscitario» «poder mediático» «retóricas y culturas cínicas y antiinstitucionais». Ejemplos: La encuesta sobre el gallego en la enseñanza, la deslegitimación de las Galescolas, los ataques a la sanidad pública, las suspicacias contra el sistema judicial ante la corrupción del Gürtel, el «amamos la lengua gallega pero no la Ley de Normalización» de nuestro querido conselleiro de Educación, etc.
2. Si bien no se puede poner en el haber de todos los partidos la práctica de una concepción de la delegación no como el resultado de un procedimiento racional sino como «una representación simbólica, personal y plebiscitaria gracias a la cual el pueblo reconoce su propia autoridad en el cuerpo místico del jefe», ni tampoco se puede acusar a todos (sí al PP aznarita, esperancista, campsiano y feijoniano) en igual grado de una «política autoritaria y carismática ajena al antifascismo», sí es cierto que la política espectáculo propicia que en todas las casas, aunque de manera desigual, prime la hipertrofia del líder carismático. Demás está decir que esta personalización de la política, por veces insoportable, tiene sus precedentes inmediatos en los diferentes cultos al líder propios de regímenes fascistas y/o autoritarios.
3. Sobre el bloque «falso liberalismo» (conectado al laissez faire en favor de los diferentes grupos de poder) / «ataques a la libertad de prensa» / «abandono de la noción laica de la política», las responsabilidades se reparten de manera desigual: por una parte tenemos el falso liberalismo de un PP que, además de emplear prácticas clientelar “primitivas” al estilo Baltar, también practica el clientelismo de gomina y corbata como vemos en lo relativo a la trama Gürtel; por otra parte los reiterados ataques a la libertad de prensa efectuados tanto por el PP como por el PSOE en forma de cierre de diarios como el Egunkaria o en forma de suculentas subvenciones a los periodistas amigos “como todos sabemos que se hace, en nuestra tierra, sobre todo con la prensa escrita”; y por último, esto especialmente imputable al PP (si bien el PSOE tampoco es capaz de desligarse del todo de la sombra de la iglesia), un plegamiento a la Iglesia católica en materia de moral completamente escandaloso y del cual la última manifestación antiaborto celebrada en Madrid representa un bueno ejemplo.
4. El paso del poder de los políticos al “poder de las personas” es la principal baza a la que juega UPyD. Este falso ciudadanismo, esta pretendida inocencia apolítica (especialmente sangrante cuando quien lidera ese partido lleva décadas en política), es la cara más vanguardista del nuevo fascismo. Detrás de esta actitud virginal se esconde el peligroso mensaje de que la política “esto es, el acto de colocar en liza distintas visiones y distintos intereses” es algo que hace falta eliminar. Pero ¿qué queda cuando eliminamos la política entendida como actividad digna y necesaria? El inhóspito mundo de la economía en el que sólo los más fuertes, los más ricos, tienen alguna opción de imponer su criterio. En este sentido, resulta sintomático que nadie pueda decir claramente cuál es el programa económico de UPyD.
5. A continuación, aquello que Galli denomina «división vertical del país en dos bloques opuestos incluso en sus antropologías». Fenómeno que en el estado español, Galiza incluida, está siendo más y más evidente. La ciudadanía se está dividiendo profundamente. Las opiniones políticas de la gente no sólo se alinean, de una manera cada vez más clara, con las dos grandes maneras de entender la gestión de lo público, sino también con las dos grandes maneras de entender la vida en su totalidad, desde el nacimiento a la muerte, de la sexualidad a la educación, de la igualdad a la libertad. Esta ruptura ética abismal, que algunos sociólogos como Fermín Bouza ya han detectado en la manera en que se está a polarizar el voto y la autoubicación ideológica de la gente, puede traer, en condiciones de agravamiento económico, consecuencias imprevisibles.
6. Como consecuencia de lo anterior, se acentúa el recurso a la lógica del amigo/enemigo para aglutinar en un mismo bando a personas cuyos intereses deberían ser objetivamente contrarios. Una lógica que si en Italia adopta la forma de comunista/no comunista, en el estado español recurre a la fórmula nacionalista/ no nacionalista. Aquí es pertinente el apunte que hace Elorza en su artículo de hoy en El País: el binomio amigo/enemigo nos insiere de lleno en la lógica del gran crítico de la democracia de Weimar, democracia truncada finalmente por el ascenso hitleriano, Carl Schmidt. Algo que corrobora el carácter fascista de esta nueva manera de entender la política.
7. Por último, y por concluir con estas reflexiones a partir de las ideas de Galli, decir, por una parte, que pronto veremos, cuando la trama Gürtel sea totalmente investigada (también veremos incluso donde se investiga), si esta violación de la ley universal en favor de «lógicas y prácticas personales» ha cuajado definitivamente en los diferentes ámbitos de poder políticos y judiciales. Por decirlo de otro modo, tendremos una nueva oportunidad de comprobar incluso donde es creíble la existencia de la separación de poder. Asimismo, y y por el otro lado, comprobaremos, a partir del comportamiento de la gente en próximos comicios electorales, si también aquí es mayoritaria la moral del vespino camilleriana, y si ya hemos llegado o no al punto en el que, cuando la inmensa mayoría de las personas ve una de estas pequeñas motos retumbando por las aceras, lo que exclama es: ¡Jesús! ¡Qué bonito sería ser ese vespino y no cumplir ninguna regla!
(Fuente:Cecilio M. Salguero).
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