3 de noviembre de 2009

LOS JUZGA UN TRIBUNAL LOS CONDENAMOS TODOS.

ADRIANA ARCE FUE LA PRIMERA TESTIGO EN LA ETAPA DE LA FABRICA DE ARMAS EN EL JUICIO LOS REPRESORES DE ROSARIO
Señaló a acusados y nombró a los que aún faltan
La sobreviviente del centro clandestino de detención dio una detallada descripción de la patota que operaba en la zona.

Adriana Arce relató las torturas que sufrió, así como el aborto sin anestesia que le practicaron.
Por Sonia Tessa

Adriana Arce no dudó un instante en identificar al teniente Daniel como Juan Daniel Amelong, al coronel Oscar Pascual Guerrieri, a Sebastián como Jorge Fariña, a Sergio 2 como Walter Pagano y al Tucu como Eduardo Costanzo. La sobreviviente del centro clandestino de detención Fábrica Militar había dicho que no estaban todos los que participaron de su secuestro y tortura en mayo de 1978. Pero señaló que los acusados en este juicio fueron los responsables de tomar las decisiones. Por pedido de la fiscal Mabel Colalongo y del Tribunal que esta semana preside Otmar Paulucci, la víctima mencionó a los integrantes de la patota que aún no fueron juzgados. De la mayoría dijo sus nombres de guerra y también los apellidos reales. Indicó a quien se hacía llamar Rubén Rébora, en realidad Eduardo Rebecchi; que Pepe era Marino González; Armando, Alberto Pelliza. También señaló al Barba Cabrera, al Puma (Ariel Porra), a Ricardo Ríos (Walter Roscoe), a la señora Cristeler, a Carlitos, Mario el Capitán, y a Tito o Pipo, un médico de apellido Ciciliani, que fue el responsable de practicarle un aborto sin anestesia a la víctima, con secuelas irreparables. La declaración duró casi cuatro horas, y tuvo momentos de enorme dramatismo. "Llevo 30 años esperando decirles estas cosas mirándolos a los ojos", dijo la sobreviviente de frente a los acusados.
Arce fue secuestrada el 11 de mayo de 1978. Fue la última vez que escribió "día del himno" en el pizarrón de la escuela 68, donde trabajaba como maestra. Desde allí se fue a una reunión del Sindicato de Trabajadores de la Educación en Santa Fe (Sintes), ya que era miembro de la comisión directiva. Tuvo la certeza de que la estaban siguiendo recién al volver, y fue secuestrada cuando salía de la Terminal de Omnibus para tomarse el colectivo de la línea E que la llevaría a su casa.
Cuando cayó, Arce estaba embarazada. Fue torturada con picana eléctrica en todo el cuerpo durante días. También le aplicaron otros tormentos. Sufrió importantes pérdidas, que pusieron en riesgo su embarazo. El 16 de mayo fue llevada primero a un estudio jurídico cerca de la Aduana, y luego a un departamento de Entre Ríos y Tucumán, donde pudo ver un fichero con los nombres de los integrantes de la patota. Allí, el médico apodado Tito o Pipo la revisó, pero luego de unas horas fue llevada de vuelta a la Fábrica Militar.
"Las personas que están aquí imputadas son las que evidentemente tomaban las decisiones en este grupo de tareas", afirmó Arce ante una pregunta del abogado querellante del equipo de Hijos, Lucas Ciarnello.
Arce supo que el general Luciano Jauregui, segundo jefe del Ejército en la zona, estuvo en la Fábrica Militar porque ese día los ataron de los ganchos para caballos que había en la zona de detención. Recordó que el militar preguntó quién era la militante del Sintes. También el máximo responsable del plan de exterminio ejecutado por las fuerzas conjuntas, Leopoldo Galtieri, estuvo en el centro clandestino de detención. Arce rememoró ayer las palabras del Comandante del segundo cuerpo de Ejército. "Yo soy quien decido sobre la vida y la muerte, y vos vas a salvarte porque te llamás como mi hija", le dijo.
Después del campeonato mundial de fútbol, que según dichos de los mismos represores, los tenía muy ocupados, Arce fue trasladada al Batallón 121 el 6 de julio de 1978. Allí, antes de entrar y todavía con los ojos vendados, el mayor Hugo Vidarte le hizo firmar una declaración contra sí misma. Meses después, el 2 de febrero de 1979 ingresó en la cárcel de Devoto. Estaba allí cuando le practicaron un consejo de guerra por asociación ilícita terrorista subversiva, en "hechos probados y no probados". Cuando llegó a visitarla el juez federal de Rosario, Pedro Tiscornia, ella creyó que tendría a quién denunciarle los ilícitos que había sufrido, pero el funcionario judicial se encargó de decirle que no había ido allí para eso, sino para informarle sobre el inicio de una causa penal en su contra, impulsada por el Comando del Segundo Cuerpo de Ejército. Después, con la vuelta de la democracia y las investigaciones que la sobreviviente realizó, pudo ver una comunicación que Tiscornia dirigió a Leopoldo Galtieri tras esa visita. En ella, el juez informaba al comandante del Segundo Cuerpo de Ejército que Arce había querido denunciar secuestros y torturas, pero él se negó a aceptarlo.
"A mí me arruinaron la vida", repitió en varias ocasiones la sobreviviente, que también relató -a pedido de su abogada, Ana María Figueroa cómo el accionar de la represión ilegal había deteriorado para siempre la relación con sus tres hijas mayor. Y por muchos años con su hijo menor. Además, después del aborto practicado sin anestesia en la mesa del centro clandestino de detención, nunca más pudo tener hijos.
La declaración de Arce abundó en detalles, y mencionó investigaciones posteriores. En su búsqueda incesante de justicia, que comenzó el mismo día que fue liberada de la cárcel de Villa Devoto, no paró de indagar lo ocurrido con ella y con miles de desaparecidos. Pudo ver los archivos obtenidos por el juez Francisco Martínez Fermoselle sobre represión ilegal en Rosario antes de que fueran robados de los Tribunales. Declaró en el Juicio a las Juntas y, ante la vuelta de las intimidaciones, debió irse a vivir a España. También allá inició una causa por el genocidio practicado en la Argentina. "Esto es un sueño que nunca pensé que iba a vivir. Quiero que estos señores tengan el juicio justo que yo no tuve", dijo Arce, casi al final, como una declaración de principios. Cuando su testimonio terminó, los aplausos se escucharon por largos minutos.
(Fuente:Rosario12).


Compañeros de celda
En el centro clandestino de detención Fábrica de Armas, Adriana Arce compartió cautiverio con Ariel Morandi, que continúa desaparecido, así como con Juan Rivero y Ramón Verón, querellantes en la causa como ella.
En la habitación contigua de la vieja caballeriza estaban Olga Moyano -también querellante, que declara hoy- y Susana Miranda, que continúa desaparecida. También tuvieron allí a otra desaparecida, Hilda Cardozo, que era compañera de Verón. En la extensa declaración de ayer, Arce relató que los torturadores se habían ensañado con Morandi, que fue trasladado junto a Miranda, y nunca más se supo de ellos.
En tanto, Verón y Cardozo también fueron trasladados, pero el hombre volvió. La mujer fue llevada a la Esma y a la Perla, adonde fue salvajemente torturada, según los testimonios que Arce recogió posteriormente de Carmen Pérez de Sosa, quien la vio en Córdoba, y de Lila Pastoriza, quien observó el calvario de Cardozo en la Esma.
(Fuente:Rosario12).


COMPAÑEROS DESAPARECIDOS DEL CCD FÁBRICA DE ARMAS.


Susana Elvira Miranda-Detenida-Desaparecida el 11-05-78

Hilda Yolanda Cardozo-Detenida-Desaparecida el 13-08-76

Ariel Eduardo Morandi-Detenido-Desaparecido el 11-05-78


RAFAEL BUGNA, VICTIMA DE LA REPRESION EN SANTA FE
Describió en detalle "La Casita"
Por Juan Carlos Tizziani
Un testigo que declaró ayer en el juicio a los represores santafesinos describió hasta con detalles el lugar donde fue torturado en el centro clandestino de detención llamado "La Casita", que áun no fue localizado a pesar de una búsqueda que ya lleva 30 años. Rafael Bugna es técnico constructor. Un grupo de tareas lo secuestró el 18 de agosto de 1976 en su propio estudio cuando militaba en la Juventud Guevarista. Le robaron hasta un transformador de energía que después sus secuestradores utilizaron para fabricar una picana eléctrica con la que atormentaron a su hermana, Anatilde Bugna, detenida ocho meses después, el 23 de marzo de 1977 y hoy querellante en la causa. Un rato antes, habían declarado ante el Tribunal Oral la madre de Stella Vallejos y el hermano y el ex novio de Ana María Cámara, que ratificaron el testimonio de ambas.
Bugna fue detenido en su estudio del microcentro, en 1º de Mayo y Crespo. Logró identificar a un integrante del grupo de tareas por su alias "El pollo" que después, por el relato de su madre, supo que era el comisario Héctor Colombini, imputado en el juicio. Lo llevaron con las manos atadas a la espalda en un auto particular hasta la comisaría 4ª, donde "me sacaron el gamulán y un reloj que nunca más volví a ver. Y me tiraron en uno de los calabozos del fondo", dijo.
A la noche, el grupo lo volvió a buscar para llevarlo a "La Casita". Lo sacaron de la celda y en el mismo garage de la comisaría 4ª le vendaron los ojos y lo metieron en la parte de atrás de un vehículo que él cree que era un Fiat 128 color bordó. "Salí del calabozo como un preso y pasé a ser un NN", precisó. El paso de un estado a otro era la puerta que conducía al garage de la seccional.
Después de un viaje corto llegó al centro clandestino. "La Casita era un lugar abierto, cerca del río, por el perfume de la noche. Y no estaba lejos de la ruta", explicó. Tuvo que subir unos escalones, lo empujaron a una pieza donde lo maniataron en un sillón de jardín de hierro. "Durante la tortura, me pasaron la música de Los Beatles y Almendra con los mismos discos y en el mismo equipo que me habían sacado del estudio".
Pero la venda en los ojos se fue aflojando y cuando queda solo pudo ver dónde estaba. "Lo primero que veo fue un placard donde había un cartel que decía: 'Mansión Borgia'. Estaba escrito en un papel blanco con letra prolijas", recordó Bugna. Otros detenidos, Daniel García y Alba Sánchez, que hoy declaran en el juicio ya dijeron que el centro clandestino donde estuvieron secuestrados en San José del Rincón desde fines de 1977 hasta mayo de 1978 el grupo de tareas lo llamaba "El Borgia".
Por su propia profesión, Bugna guardó en su memoria el lugar donde lo torturaron. "La casa era un chalet californiano, de esos que se construyeron por los planes Eva Perón y el Banco Hipotecario Nacional. La habitación era de 3 por 4", relató.
Después de la tortura, lo cruzaron a otra pieza, enfrente. La casa tenía un pasillo que comunicaba a las habitaciones de uno y otro lado. Y Bugna pudo reconocer la disposición de los ambientes por un croquis que el abogado de su hermana presentó en el juicio. "Ahí apareció un señor amable, de voz ronca, de una persona mayor, que se me sienta al lado. Alcanzo a ver que era algo gordito, Me convida café, pero me dice que lo tome despacio. Tomo uno o dos tragos. Me lleva al baño que quedaba al lado de la habitación", dijo. Era "El Tío", el apodo con que se hacía llamar el ex suboficial del Ejército y experto en inteligencia militar, Nicolás Correa. A la noche, volvió a la comisaría 4ª.
-¿Sabe quien era el jefe de la 4ª? le preguntó el fiscal Martín Suárez Faisal.
Con el tiempo me enteré que era (el comisario Mario José) Facino contestó. Facino es otro de los imputados en el juicio.
¿Quién lo buscó en la 4ª para llevarlo a la Casita?
No lo sé. Creo que me llevaron en un Fiat 128 bordó.
¿Eran los mismos agentes de la comisaría o era otros? -planteó el fiscal José Ignacio Candioti.
Eran otros que tenían libre acceso a la 4ª. Me vendaron los ojos. Y me llevaron a La Casita dijo Bugna-, quien recuperó su libertad cinco años después, el 8 de julio de 1981 y nunca tuvo un proceso judicial.
(Fuente:Rosario12).

1 comentario:

Unknown dijo...

Soy Silvia Agostinis y junto con Ariel Morandi compartí el barrio y la infancia. Vivíamos a la vuelta. Si claro, él a la vuelta de mi casa o yo a la vuelta de la suya. El, por Pasaje Ledesma –hoy Sauce- al igual que Chela y Martita; yo por calle Rouillon. A la primaria, fuimos a la “616 República de Venezuela”. Cada mañana durante siete años fuimos Arielito, Chela, Martita, Rosalía y yo rumbo al viejo edificio de la Calle 2. Aquél edificio en el cual hicimos –en ocasión de alguna fecha patria- un cuadro todos vestidos de chinitos. Sí, aunque suene extraño, pantalón negro, chaqueta y sombrero cónico amarillos, mediecitas blancas, zapatitos negros, en tanto “Alicita” con gorro de mandarín.¡¡¡¡¡AyAyAyAyAy cuánta envidia por semejante gorro bordado con lentejuelas mientras los otros, nosotros, con nuestros sencillos sombreros cónicos, trabajosamente hechos por nuestras madres!!!!!! Aún conservo esa foto y me sigo preguntando ¿por qué de chinitos? ¿qué representamos? Luego continuamos en el “nuevo” edificio, su actual emplazamiento. Sus padres al igual que los míos y los de tantos otros compañeros, entre ellos logro recordar a los Mantovani, García, Gonzáles, Gallina, Mulet, formaron parte de la Cooperadora que junto a las autoridades escolares tanto hicieron para el “nuevo” edificio. En todos esos años compartimos a la Srta. Alicia Ríos (maestra de grado), la Sra. Derqui (maestra de labores), el Sr. Foresi (director), a Paula (la portera) y tantas otras maestras, directivos y porteras cuyos nombres ya no recuerdo.
Siempre retorno a mi barrio, a nuestro barrio. La última vez que vi. a Ariel fue en oportunidad de la muerte de su padre. “Silvia, ¿vos a acá?” fueron sus palabras mientras nos abrazábamos. Hacía muchos años que no nos veíamos. La secundaria fue un primer distanciamiento y la universidad, luego. Cada uno fue por sus ideales. En mi caso me trasladé a Buenos Aires, ciudad en la cual me afinqué definitivamente. Pero en mis regresos a Rosario tenía noticias. Supe que estudiaba veterinaria. Hace poco, por Chela, supe que al nacer su hija el estuvo púes fue en el Sanatorio Plaza, lugar de trabajo de Ariel. También fue por Chela que supe del Centro de Salud que lleva su nombre, inauguración a la cual asistió Celestina, su madre, acompañada por dos entrañables vecinas, Antonia y Norma. Siento que en cada uno de los abrazos a Celestina lo estoy abrazando. Nunca antes de saber de su detención había imaginado que podríamos compartir similares preocupaciones sociales. Mi profundo reconocimiento y recuerdo por aquel niño “Arielito”, por este hombre “Ariel” y sus convicciones. Valga también esta oportunidad para recordar a Daniel Cambas y a todos quienes en similares circunstancias hoy no están con nosotros y sólo por ir por sus ideales. Podría haber sido una de ellos.