Difícil resulta encontrar valentía en la derecha política. En los dos últimos siglos, al menos, cuando su venenosa ensalada ha guapeado, siempre lo ha hecho contra el pueblo trabajador y los sectores más ilustrados, sin remordimiento, sin escrúpulos, sin marcha atrás, inquisitorial defensora de los intereses de su clase.
Enajenada por la avaricia del poder, es presa de un progresivo debilitamiento que la está incapacitando cada día más para buscar formas de preservar el sistema de dominación que le dio vida y al que se le diagnostican males incurables, con terribles consecuencias para casi todos los 6.700 millones de humanoides.
Nació y vive en la fechoría, amparada por el Ejército, la Policía, grupos paramilitares y los otros aparatos represivos, los de las finanzas, el de los medios de comunicación y del mercenariado reclutado en los diversos niveles de enseñanza y de la investigación científica que, por deshumanizada, sería más correcto llamarla meramente tecnológica, porque la primera requiere sentimientos y ética.
En definitiva, lo que más caracteriza el comportamiento derechista en todo el mundo y en todas las épocas, es el conservadurismo. Jamás arriesgan nada y cuando apareció algún empresario osado, caso de Henry Ford, resultó una especie rara para sus congéneres, un hazmerreír, pese a no ser ningún angelito.
Otros arriesgados se enumeran entre ingenieros, químicos, físicos, algunos colgados en el Nóbel, “por su aporte a la humanidad”, que integran los equipos científicos diseñadores de las armas más sofisticadas y más letales que, asesinando pueblos, enriquecen aún más a los complejos militar-industrial que destruyen la naturaleza y la biodiversidad a pasos agigantados.
Es imposible registrar biografías de personas con mentalidad retrógrada que hayan iniciado una aventura política movida por ideales de solidaridad social, a conciencia de que en el empeño se les podía ir la vida. Cada vez que inician algo, lo hacen porque creen tener todas las garantías de ganar, en base a fuertes aliados.
Aparte de la irreconciliable diferencia de objetivos ideológicos, entre una derecha que sirve al egoísmo capitalista y una izquierda que representa las aspiraciones legítimas del pueblo que sólo busca vivir bien, posiblemente la diferencia medular entre ambas radica en que unos sólo defienden su billetera y los otros arriesgan su vida en pos de una convivencia con igualdad de posibilidades para todos.
La izquierda, desde tiempos inmemoriales, muestra un listado honorable de personas que cuando decidieron lanzarse a la lucha, sabían que invertían su vida, apoyándose sólo en su conciencia y su decisión de luchar para construir una sociedad justa, incluyente de todos en todos los derechos y deberes humanos.
La gente de izquierda, encontrada originalmente más por sentimiento y emotividad que por una ideología revolucionaria bien asumida, lo que explica en parte las desviaciones, errores, deserciones y traiciones, siempre arranca por un idealismo supremo, por una actitud generosa, por un desprendimiento del individualismo y se da, ofrende su esfuerzo y su vida en el abrazo fraterno.
En el empeño inicial de “los comunes”, excepción son los actores motivados por ganar el poder para enriquecerse individualmente y a su grupo más íntimo, sin que ello signifique ignorar la cantidad de tránsfugas y corruptos que la izquierda ha parido a lo largo de la historia, por incoherencia e inconsecuencia ideológica.
Golpistas civiles y remoción militar
Paraguay no es excepción, pero la derecha de aquí se destaca, además, por su insulsez, su retardo mental, que verifica cretinismo, con marcada inclinación al matonaje que afea aún más su exterior grosero, pandillero, en la figura de personas salidas de los niveles más bajos de la estructura social, pero que, paradojalmente, por efecto de su resentimiento de clase, desprecian a los humildes.
“Aunque vayan de ropa blanca, Dios me libre por dentro”, sentenció la inmortal Violeta Parra, “santa de greda pura”, que sigue cantando canciones que no terminan nunca, como pedía su hermano Nicanor.
En general, la derecha paraguaya, cuya alta dirigencia es poseedora de inmensas fortunas, mayoría sin justificación, producto de más de medio siglo del reinado corrupto del Partido Colorado, recuerda a los colonialistas y estancieros que, amparados en la impunidad, eran y en muchas partes continúan siendo, dueños de vidas y haciendas. Agroexportadores, sojeros y ganaderos, siempre abrazados.
“Copetudos de riñón cubierto, pa’los que n’usa leyes ningún comesario”, dice el uruguayo Serafín J. García en su “Orejano”, himno rebelde siempre vigente.
Después de la gesta heroica de 1870, que protagonizó todo el pueblo paraguayo en la Guerra de la Triple Infamia, desatada por Brasil, Argentina, Uruguay y el Banco de Londres, la derecha antipatria nunca aportó nada para recuperar el país destruido y, por el contrario, buena parte de ella traicionó al hambreado pueblo, alistándose con los genocidas vecinos.
Ahora anda envuelta, de nuevo y afanosamente, en retrotraer la historia, postulando públicamente un Golpe de Estado.
Nada lo justificaría, aunque simplemente se explique porque parte de la mafia ha perdido la lapicera que siempre les legalizó los contratos empresariales, la adjudicación de las licitaciones amañadas, protegió el contrabando y alimentó el enriquecimiento ilícito.
Fracasó durante este último año en el intento de coptar al Presidente Fernando Lugo, “un pobre cura que no conoce nada de política”, al que pensaron sería fácil sustituir al frente del Estado por el Vice Federico Franco, más fácil de amancebar, por inútil, vicioso de figuración y enceguecido por la ambición de poder.
El 20 de abril del año pasado, la mayor parte de las familias más retrógradas del país, encaramadas en los negociados de la import-exportación, la banca, mayoría extranjera, y el mundo enquistado en los diferentes nichos del Estado, recibieron una pequeña muestra de la sanción que la mayoría del pueblo desea aplicarle.
Fernando Lugo, Obispo con licencia del Vaticano, ganó las elecciones nacionales al frente de un conglomerado que se dio el nombre de Alianza Patriótica para el Cambio (APC) que, visto los resultados en estos 15 meses de Gobierno, hubiera sido más correcto, aunque menos rentable, llamarla Alianza Electoral y nada más.
El Partido Liberal, la mayor fuerza electoral de la APC, se sumó entonces a la marejada popular por dos razones. 1º) la base exigió unirse a Lugo, única persona con posibilidades de sacar del Gobierno a los colorados, después de seis décadas de enquistamiento y 2º) la dirección liberal confió que el religioso abandonaría el ring rápidamente, dejando espacio a Franco, aunque minoritario en el partido.
A punto de implosionar, tal como le ocurrió al Partido Colorado, debido a sus propios problemas internos, en particular la corrupción imparable y a la acefalía e incapacidad orgánica, los liberales fueron salvados del naufragio por la victoria de Lugo, pero a un año y medio, la derecha del partido ya no puede esperar más.
“En todas las reuniones del gabinete ministerial, Franco insiste en explicar que nada tiene que ver con los rumores de golpe”, declaran a la prensa varios de los jefes de carteras, a la salida de las sesiones del Ejecutivo, incapaces de ocultar el penoso clima en el que coexisten.
Cuatro elementos explicarían el retraso en someter a Lugo a un juicio político por el parlamento enemigo, en el que apenas hay cinco bancas de izquierda, al lado de los liberales y los colorados divididos, y la extrema derecha que encabeza el ex General Lino Oviedo, probado golpista, cuya megalomanía muchos desean explotar aunque temen no poderlo controlar después.
1º) los golpistas no consiguen la mayoría necesaria, 2º) hay miedo a la reacción popular. Cuatro meses del pueblo hondureño en las calles, les puede hacer reconocer que, quizás también en Paraguay, hay una mayoría decente.
3º) hay estamentos importantes, aunque diferenciados en la Iglesia Católica, en el empresariado y en el Ejército que, aunque no simpaticen con Lugo, prefieren la estabilidad e indolencia actual y 4º) el mundo diplomático extranjero no estaría apoyando la aventura.
El mandatario, retomando el tono de sus discursos inaugurados en el 2006, ha comenzado a responder con determinación y declara que “nadie cambiará al Gobierno del Cambio antes del 2013”, cuando deberá convocarse a nuevas elecciones nacionales, por imperio constitucional.
Acto seguido y ante la sorpresa general, descabezó a las principales ramas del Ejército, suplantando a Generales y Coroneles de las promociones de finales del 70, plena tiranía estronista en medio de la doctrina de la Seguridad Nacional, impuesta a las élites de América Latina por el Pentágono.
Los hechos dirán si la formación académica e ideológica de los nuevos jerarcas del Ejército paraguayo, mayoría salidos de la matriz norteamericana, les permitirá acompañar al pueblo en la búsqueda de cambiar la situación del país, para sacarlo de la miseria y la ignorancia, con enorme deserción escolar, cuatro de cada diez habitantes en situación de extrema pobreza y miles durmiendo en las veredas.
Los sectores populares, divididos y desmovilizados después del triunfo electoral, también reaccionan y, comenzando por espectáculos artísticos en locales gremiales y algunas plazas públicas, preparan una concentración para este sábado 07 contra el plan golpista y para reclamar a Lugo cumplimiento de las promesas de justicia social, de combate a la corrupción, de empleo y de soberanía.
Enajenada por la avaricia del poder, es presa de un progresivo debilitamiento que la está incapacitando cada día más para buscar formas de preservar el sistema de dominación que le dio vida y al que se le diagnostican males incurables, con terribles consecuencias para casi todos los 6.700 millones de humanoides.
Nació y vive en la fechoría, amparada por el Ejército, la Policía, grupos paramilitares y los otros aparatos represivos, los de las finanzas, el de los medios de comunicación y del mercenariado reclutado en los diversos niveles de enseñanza y de la investigación científica que, por deshumanizada, sería más correcto llamarla meramente tecnológica, porque la primera requiere sentimientos y ética.
En definitiva, lo que más caracteriza el comportamiento derechista en todo el mundo y en todas las épocas, es el conservadurismo. Jamás arriesgan nada y cuando apareció algún empresario osado, caso de Henry Ford, resultó una especie rara para sus congéneres, un hazmerreír, pese a no ser ningún angelito.
Otros arriesgados se enumeran entre ingenieros, químicos, físicos, algunos colgados en el Nóbel, “por su aporte a la humanidad”, que integran los equipos científicos diseñadores de las armas más sofisticadas y más letales que, asesinando pueblos, enriquecen aún más a los complejos militar-industrial que destruyen la naturaleza y la biodiversidad a pasos agigantados.
Es imposible registrar biografías de personas con mentalidad retrógrada que hayan iniciado una aventura política movida por ideales de solidaridad social, a conciencia de que en el empeño se les podía ir la vida. Cada vez que inician algo, lo hacen porque creen tener todas las garantías de ganar, en base a fuertes aliados.
Aparte de la irreconciliable diferencia de objetivos ideológicos, entre una derecha que sirve al egoísmo capitalista y una izquierda que representa las aspiraciones legítimas del pueblo que sólo busca vivir bien, posiblemente la diferencia medular entre ambas radica en que unos sólo defienden su billetera y los otros arriesgan su vida en pos de una convivencia con igualdad de posibilidades para todos.
La izquierda, desde tiempos inmemoriales, muestra un listado honorable de personas que cuando decidieron lanzarse a la lucha, sabían que invertían su vida, apoyándose sólo en su conciencia y su decisión de luchar para construir una sociedad justa, incluyente de todos en todos los derechos y deberes humanos.
La gente de izquierda, encontrada originalmente más por sentimiento y emotividad que por una ideología revolucionaria bien asumida, lo que explica en parte las desviaciones, errores, deserciones y traiciones, siempre arranca por un idealismo supremo, por una actitud generosa, por un desprendimiento del individualismo y se da, ofrende su esfuerzo y su vida en el abrazo fraterno.
En el empeño inicial de “los comunes”, excepción son los actores motivados por ganar el poder para enriquecerse individualmente y a su grupo más íntimo, sin que ello signifique ignorar la cantidad de tránsfugas y corruptos que la izquierda ha parido a lo largo de la historia, por incoherencia e inconsecuencia ideológica.
Golpistas civiles y remoción militar
Paraguay no es excepción, pero la derecha de aquí se destaca, además, por su insulsez, su retardo mental, que verifica cretinismo, con marcada inclinación al matonaje que afea aún más su exterior grosero, pandillero, en la figura de personas salidas de los niveles más bajos de la estructura social, pero que, paradojalmente, por efecto de su resentimiento de clase, desprecian a los humildes.
“Aunque vayan de ropa blanca, Dios me libre por dentro”, sentenció la inmortal Violeta Parra, “santa de greda pura”, que sigue cantando canciones que no terminan nunca, como pedía su hermano Nicanor.
En general, la derecha paraguaya, cuya alta dirigencia es poseedora de inmensas fortunas, mayoría sin justificación, producto de más de medio siglo del reinado corrupto del Partido Colorado, recuerda a los colonialistas y estancieros que, amparados en la impunidad, eran y en muchas partes continúan siendo, dueños de vidas y haciendas. Agroexportadores, sojeros y ganaderos, siempre abrazados.
“Copetudos de riñón cubierto, pa’los que n’usa leyes ningún comesario”, dice el uruguayo Serafín J. García en su “Orejano”, himno rebelde siempre vigente.
Después de la gesta heroica de 1870, que protagonizó todo el pueblo paraguayo en la Guerra de la Triple Infamia, desatada por Brasil, Argentina, Uruguay y el Banco de Londres, la derecha antipatria nunca aportó nada para recuperar el país destruido y, por el contrario, buena parte de ella traicionó al hambreado pueblo, alistándose con los genocidas vecinos.
Ahora anda envuelta, de nuevo y afanosamente, en retrotraer la historia, postulando públicamente un Golpe de Estado.
Nada lo justificaría, aunque simplemente se explique porque parte de la mafia ha perdido la lapicera que siempre les legalizó los contratos empresariales, la adjudicación de las licitaciones amañadas, protegió el contrabando y alimentó el enriquecimiento ilícito.
Fracasó durante este último año en el intento de coptar al Presidente Fernando Lugo, “un pobre cura que no conoce nada de política”, al que pensaron sería fácil sustituir al frente del Estado por el Vice Federico Franco, más fácil de amancebar, por inútil, vicioso de figuración y enceguecido por la ambición de poder.
El 20 de abril del año pasado, la mayor parte de las familias más retrógradas del país, encaramadas en los negociados de la import-exportación, la banca, mayoría extranjera, y el mundo enquistado en los diferentes nichos del Estado, recibieron una pequeña muestra de la sanción que la mayoría del pueblo desea aplicarle.
Fernando Lugo, Obispo con licencia del Vaticano, ganó las elecciones nacionales al frente de un conglomerado que se dio el nombre de Alianza Patriótica para el Cambio (APC) que, visto los resultados en estos 15 meses de Gobierno, hubiera sido más correcto, aunque menos rentable, llamarla Alianza Electoral y nada más.
El Partido Liberal, la mayor fuerza electoral de la APC, se sumó entonces a la marejada popular por dos razones. 1º) la base exigió unirse a Lugo, única persona con posibilidades de sacar del Gobierno a los colorados, después de seis décadas de enquistamiento y 2º) la dirección liberal confió que el religioso abandonaría el ring rápidamente, dejando espacio a Franco, aunque minoritario en el partido.
A punto de implosionar, tal como le ocurrió al Partido Colorado, debido a sus propios problemas internos, en particular la corrupción imparable y a la acefalía e incapacidad orgánica, los liberales fueron salvados del naufragio por la victoria de Lugo, pero a un año y medio, la derecha del partido ya no puede esperar más.
“En todas las reuniones del gabinete ministerial, Franco insiste en explicar que nada tiene que ver con los rumores de golpe”, declaran a la prensa varios de los jefes de carteras, a la salida de las sesiones del Ejecutivo, incapaces de ocultar el penoso clima en el que coexisten.
Cuatro elementos explicarían el retraso en someter a Lugo a un juicio político por el parlamento enemigo, en el que apenas hay cinco bancas de izquierda, al lado de los liberales y los colorados divididos, y la extrema derecha que encabeza el ex General Lino Oviedo, probado golpista, cuya megalomanía muchos desean explotar aunque temen no poderlo controlar después.
1º) los golpistas no consiguen la mayoría necesaria, 2º) hay miedo a la reacción popular. Cuatro meses del pueblo hondureño en las calles, les puede hacer reconocer que, quizás también en Paraguay, hay una mayoría decente.
3º) hay estamentos importantes, aunque diferenciados en la Iglesia Católica, en el empresariado y en el Ejército que, aunque no simpaticen con Lugo, prefieren la estabilidad e indolencia actual y 4º) el mundo diplomático extranjero no estaría apoyando la aventura.
El mandatario, retomando el tono de sus discursos inaugurados en el 2006, ha comenzado a responder con determinación y declara que “nadie cambiará al Gobierno del Cambio antes del 2013”, cuando deberá convocarse a nuevas elecciones nacionales, por imperio constitucional.
Acto seguido y ante la sorpresa general, descabezó a las principales ramas del Ejército, suplantando a Generales y Coroneles de las promociones de finales del 70, plena tiranía estronista en medio de la doctrina de la Seguridad Nacional, impuesta a las élites de América Latina por el Pentágono.
Los hechos dirán si la formación académica e ideológica de los nuevos jerarcas del Ejército paraguayo, mayoría salidos de la matriz norteamericana, les permitirá acompañar al pueblo en la búsqueda de cambiar la situación del país, para sacarlo de la miseria y la ignorancia, con enorme deserción escolar, cuatro de cada diez habitantes en situación de extrema pobreza y miles durmiendo en las veredas.
Los sectores populares, divididos y desmovilizados después del triunfo electoral, también reaccionan y, comenzando por espectáculos artísticos en locales gremiales y algunas plazas públicas, preparan una concentración para este sábado 07 contra el plan golpista y para reclamar a Lugo cumplimiento de las promesas de justicia social, de combate a la corrupción, de empleo y de soberanía.
(Fuente:Argenpress).
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FERNANDO LUGO: EL OBISPO SECUESTRADOR
Dice un proverbio que con una mentira puede llegarse lejos, pero sin posibilidades de volver, y tal parece ser el camino que ha emprendido el clérigo-presidente Fernando Lugo.
A mediados de febrero del 2005, fue hallado el cadáver de Cecilia en una fosa de un aguantadero, en una localidad suburbana próxima a Asunción. El hallazgo del cadáver de la secuestrada, una elegante empresaria de 32 años enterrada viva con crueldad por sus captores, conmocionó a la sociedad paraguaya.
El 21 de septiembre del 2004, Cecilia Cubas (de 30 años de edad en ese entonces) había secuestrada, y aunque su padre, el ex presidente Raúl Cubas pagó un rescate de 800.000 dólares estadounidenses, la mujer fue asesinada y abandonada en la ciudad de Ñemby, una localidad suburbana próxima a la capital paraguaya, Asunción. Cuatro activistas del Partido Patria Libre, incluido uno de los principales líderes, Osmar Martínez, fueron arrestados, acusados y condenados en juicio oral y público por el secuestro y asesinato. Otros implicados que habían huido a países limítrofes fueron extraditados y se encuentran en los umbrales del juicio oral y público.
Esta aparente banda criminal seudo-ideologizada, según pudo comprobarse, formaba parte del entorno del obispo Fernando Lugo, existiendo al respecto pruebas fotográficas, testimonios de allegados y grabaciones de conversaciones vía celular e Internet.
Hábil en confundir y desviar la atención, Fernando Lugo logró eludir por mucho tiempo todas estas acusaciones con característica retórica cantinflesca y pose indecisfrable.
Respaldado sobre todo por la credibilidad de su calidad de jerarca católico, se amparó en los cerebros lavados por la iglesia de Roma que son abrumadora mayoría en Paraguay, para eludir toda responsabilidad.
Con los mismos argumentos, Lugo y su entorno han logrado desmentir con cinismo tanto la ayuda económica que reciben las organizaciones que lo apoyan de USAID y otros organismos manejados por la embajada norteamericana, como sus supuestos vínculos con el chavismo venezolano, a pesar de haberse presentado como una corriente adscripta al socialismo del siglo XXI para ganar notoriedad, y haber tenido a sus principales impulsores y propagandistas en los círculos bolivarianos de Latinoamérica. La sinceridad de Lugo consiste, sobre todo, en no parar de mentir.
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