19 de noviembre de 2009

¿REARME EN SUDAMÉRICA?

Por Tomás Buch (RIO NEGRO ON LINE)
Esta nota se escribe en adhesión a la Semana Internacional de Ciencia y Paz, que se celebra todos los años alrededor de la fecha del fin de la Primera Guerra Mundial.
No hablaremos de la ansiada paz en el mundo ni comentaremos los gastos militares mundiales, que siguen aumentando, un 25% en 2008. El mundo destina un billón (de los nuestros, con doce ceros) por año en armamentos, sin contar el desconocido monto del tráfico ilegal. La mitad de esta suma la gasta un solo país, que sólo cuenta con el 5% de la población mundial.
Hablaremos sólo de nuestro subcontinente que, en total, sólo gasta un 3% del total. La historia de Sudamérica -y en forma más inclusiva, Latinoamérica- se divide en tres etapas: la de la lucha contra la colonización española, la lucha contra la colonización británica y la lucha o aceptación pasiva de la neocolonización estadounidense. Los ingleses, claro, nos ayudaron a sacarnos de encima a los españoles. Hubo, y aún hay, innumerables conflictos internos, que en muchos casos fueron expresiones de aquellos entre las potencias que dominaban y dominan el mundo. Y ahora, que se está formando una nueva conciencia de unidad, que se expresa en Unasur -que incorpora a toda Sudamérica, pero ostentosamente deja fuera a los EE. UU.-, se empieza a oír, una vez más, ruido de sables.
Ese ruido todavía es incipiente, pero varios países sudamericanos parecen haber descubierto de repente que su armamento es anticuado e insuficiente.
Puede ser, pero ¿para qué lo quieren? Todo empezó en 1995 en una enorme exposición de armamentos modernos de todo tipo, realizada en Santiago de Chile, y que debe haber despertado la codicia de más de un militar. Contra esa tendencia, se actuó en el seno de los nacientes organismos latinoamericanos. En ese contexto se creó, en marzo del 2009, un Consejo de Defensa Sudamericano, cuya función es coordinar los esfuerzos militares de sus 12 miembros, encontrar los métodos pacíficos de resolución de controversias, proveer a la defensa común y, justamente, evitar que se malgasten recursos que nuestras economías deben quitar a urgencias más necesarias, como salud y educación. Siempre se menciona la seguridad en este contexto, pero se nos hace creer que se trata de la seguridad interna y de la lucha contra lacras como el narcotráfico y el crimen organizado.
Después de 10 siglos de guerras casi continuas, Europa está logrando unirse. ¿Deberemos pelearnos 1.000 años para lograr lo mismo entre nuestros países, que comparten la misma cultura y prácticamente el mismo idioma?
A pesar de estos intentos de acuerdo, en los cinco años desde la creación de Unasur, los países integrantes han gastado unos 156.000 millones de dólares en armamentos, a un ritmo creciente: de 27.000 millones en el 2005 se fue subiendo hasta 38.000 millones en el 2009. La mitad de esa suma corresponde a Brasil, que no parece estar mirando solamente al interior del continente.
¿Cuáles son las "hipótesis de conflicto"? ¿Por qué no parece ser posible acordar una política militar común? ¿Quién se arma contra quién?
La respuesta es múltiple. Por una parte, hay conflictos antiguos resueltos -como los nuestros con Chile y con Brasil- y otros no resueltos, y para resolver los cuales no parece haber mayor voluntad. Ni Bolivia ni Perú han perdonado la Guerra del Pacífico de 1879-83, que incorporó a Chile enormes territorios bolivianos y peruanos. Pero eso es lo antiguo: lo nuevo es la determinación de una abstracción que podría explotarse en común: un triángulo de océano en el límite entre Chile y Perú. En la frontera entre Bolivia y Perú a veces hay tiroteos. Entre 1932 y 1935 se libró la guerra sudamericana más sangrienta del siglo entre Bolivia y Paraguay, la Guerra del Chaco. Otra: en 1941 hubo una guerra en la que Perú se quedó con la mitad amazónica del territorio ecuatoriano y, con Menem, tuvimos el triste honor de violar el acuerdo de paz de 1942 mediante maniobras para disimular la venta de armas a Ecuador cuando este rencor se recalentó en 1995. Siempre se dijo que ambas fueron guerras entre las empresas petroleras Shell y Esso... pero los muertos fueron paraguayos, bolivianos, ecuatorianos y peruanos. Y argentinos: los que murieron en Río Tercero para borronear la venta ilegal de armas a Ecuador, un crimen más que quedará impune. Colombia es un campo de batalla con cuatro contendientes y un país que abrió sus puertas a las tropas de EE. UU., en lo que pretende ser una lucha contra el narcotráfico y el terrorismo pero que, con la resurrección de la IV Flota de la US Navy después de casi 60 años de inactividad, conforma un cuadro ominoso que parece tener la mayor relación con el surgimiento de una nueva corriente progresista en Sudamérica y con la antipatía de los Estados Unidos contra Chávez y por su simpatía con el petróleo descubierto frente a las costas brasileñas.
Ampliando Sudamérica, en América Latina hay tres clases de países: los "revolucionarios" Venezuela, Ecuador, Bolivia, Cuba, Nicaragua; quién sabe Paraguay y El Salvador -y hasta el ominoso golpe de Micheletti, Honduras-. Los "moderados" Chile, Brasil y Uruguay. Los aliados de EE. UU., Perú, Colombia y Panamá. México perdió la mitad de su territorio ante los EE. UU. en el siglo XIX, pero ahora sufre un tratado de libre comercio que ha obligado a los descubridores prehistóricos del maíz, su principal alimento, a importarlo desde los Estados Unidos, donde desde ahora la comida de los mexicanos deberá competir con el combustible para motores.
Y nosotros, siempre en una clase aparte, decimos ciertas cosas y hacemos otras. Pero eso lo hacen todos: Chávez, el malo y Uribe, el bueno (cuyo país, tal como Paraguay y Panamá, alberga unas cuantas ominosas bases militares estadounidenses) se miran con hostilidad creciente, pero su comercio no ha disminuido -y Venezuela compra armas a Francia y a Rusia, pero le vende tanto petróleo como siempre a los EE. UU.- cuya política no cambia tanto como lo hacía esperar un cambio tan drástico en su presidencia. Habría que saber si el mentado "hombre más poderoso del mundo" lo es en realidad. ¿Quién manda, realmente, en los Estados Unidos? Lo sospechamos.
Nosotros gastamos en armas apenas un poco más que en ciencia y tecnología. No es mucho: tal vez sea insuficiente, porque más del 72% del gasto se va en sueldos. Tenemos un ejército de oficiales y suboficiales: sólo un 24% de la dotación total es "tropa" contratada desde que se abolió la "colimba". Así que queda poco para funcionamiento y menos para adquisiciones nuevas. De ahí que uno oiga que los pilotos no reciben suficiente entrenamiento porque no hay plata para combustible y las costas están desprotegidas contra los merodeadores que nos roban la pesca. Y el total es el menor de toda Sudamérica, como porcentaje del PBI tanto como del presupuesto del Estado. Las FFAA argentinas se han "quemado" tanto con la dictadura y el criminal papelón de Malvinas que han perdido casi todo su poder de "lobby". Pero ¿no habremos ido demasiado lejos? El secreto está en el cambio de los planes de estudio y la "civilización" de los militares, una gestión de la que siempre se habla, pero no sabemos en qué medida se ha dejado de "lavar el cerebro" a las nuevas promociones. ¿Han aprendido, por fin, qué son los "derechos humanos", por ejemplo? ¿Y que su función es defender a la Patria, no sustituirla?
Por su parte, Brasil parece estar haciendo la suya, aunque participa de todos los intentos de constituir la unidad sudamericana. Fuera de duda, Brasil es la potencia más grande y sólida del subcontinente, que quiere ser reconocido como potencia mundial, más allá de su pertenencia y apoyo a Unasur y Mercosur. No es éste el lugar para analizar las razones por las cuales ha alcanzado ese rol de líder, que solíamos tener nosotros y que hemos dilapidado de diversas maneras. La cuestión es que Brasil será nuestro líder ante el mundo, aunque sea el único integrante del grupo realmente emergente BRIC (Brasil, Rusia, India, China) que carece de armas nucleares. Hace pocas semanas un alto funcionario brasileño habló de ese tema, afirmando que Brasil necesita defenderse mediante la posesión de armas nucleares, pero por fortuna fue inmediatamente desmentido. Un Brasil nuclearizado debería romper el Tratado de Tlatelolco (por el cual América Latina es una de las pocas zonas del globo declaradas "libres de armas nucleares) y denunciar el Tratado de No-proliferación, cosa que seguramente no hará.
Brasil juega un papel singular en Sudamérica, y su historia es muy diferente de la de los demás países de la región -como también es diferente su poderosa burguesía nacional- con centro en São Paulo. Ya veremos cómo se desarrolla la región con el liderazgo de una potencia que nunca ha dejado de crecer, sea bajo presidentes militares o dirigentes obreros.
Recursos naturales y buena gente, tenemos. Depende de que la buena gente pueda decidir qué quiere hacer y que la dejen hacerlo.
Tomás Buch es químico y tecnólogo. Miembro del Grupo Bariloche para Ciencia y Asuntos Mundiales, asociado a las Conferencias Pugwash (Premio Nobel de la Paz, 1995).
(Fuente:Argenpress).

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