PRIMERA JORNADA DE UN JUICIO HISTÓRICO
Los verdugos de la ESMA en el banquillo
Son 16 represores que controlaban el sistema de detenciones y torturas de la Escuela de Mecánica de la Armada. Astiz, el Tigre Acosta, Rolón y Pernías figuran entre los acusados. La audiencia fue presenciada por familiares de desaparecidos.
Por Martina NoaillesLos verdugos de la ESMA en el banquillo
Son 16 represores que controlaban el sistema de detenciones y torturas de la Escuela de Mecánica de la Armada. Astiz, el Tigre Acosta, Rolón y Pernías figuran entre los acusados. La audiencia fue presenciada por familiares de desaparecidos.
El Ángel y los demonios. Astiz (con un libro en la mano) y el resto de los responsables del terrorismo de Estado que comenzaron a ser juzgados ayer en Comodoro Py.
“Los dueños de la vida y la muerte hoy tienen que pedir permiso para ir al baño”.
La voz de la ex desaparecida Graciela Daleo se escurre entre abrazos y pañuelos blancos. Después de 30 años, tiene a sus torturadores a poco más de un metro. Son 16 y están sentados en el banquillo de los acusados por primera vez.
Serán juzgados por los crímenes de lesa humanidad que cometieron como engranajes de la ESMA, uno de los mayores símbolos del terrorismo de Estado argentino.
Son, entre otros, Jorge “Tigre” Acosta, Alfredo Astiz, Adolfo Donda, Ricardo Cavallo, Juan Carlos Rolón y Antonio Pernías. En sus manos ya no empuñan una picana como entonces. Llevan esposas. El más fotografiado en esta primera audiencia del histórico juicio es el “Ángel”. No viste traje, como todo el resto. Tiene el pelo más crecido, jeans, mocasines y un mensaje bajo el brazo: el libro Volver a matar del ex SIDE, Bautista “Tata” Yofre.
Más de una hora después de lo previsto, los miembros del Tribunal Oral Federal 5 dieron inicio a una audiencia. Desde temprano, madres e hijos de desaparecidos, sobrevivientes y militantes habían hecho cola para conseguir un espacio en la sala. También buscaban su lugar una decena de mujeres de los imputados, quienes se acomodaron en la planta alta entre Cecilia Pando y capitanes retirados de la Armada. A las 11.10 entraron de a dos los acusados. Con las muñecas liberadas, la mayoría buscó con la mirada a sus familiares que alentaban desde arriba. “¡Ahí está mi marido!, ¿no es el más buen mozo de todos?”, preguntó sin recibir respuesta la esposa del ex capitán Pernías, quien dentro del campo de concentración se hacía llamar “Rata”. Mientras tanto, de prolijo traje gris Rolón golpeó su pecho con el puño y levantó su índice hacia una rubia mujer.
Con los imputados sentados en dos hileras, cinco tandas de fotógrafos pusieron su foco sobre las caras de los represores que miraban hacia ningún lugar. Salvo Carlos Capdevila. El capitán médico que entre 1977 y 1981 integró bajo el alias “Tomy” el grupo de tareas de la ESMA, sonrió para los flashes. La presencia de los reporteros gráficos, inédita para este tribunal oral, provocó el aplauso de la planta baja. Otro reconocimiento mereció el permiso de los jueces, también por primera vez, para que las Madres pudieran entrar con sus pañuelos blancos y la foto de sus hijos en alto. Después comenzó el tramo formal de la audiencia con la lectura del requerimiento de elevación a juicio realizado por el fiscal Eduardo Taiano. Al mediodía, la emoción se trasladó a la vereda de los tribunales de Comodoro Py donde los integrantes de HIJOS montaron un escenario bajo la consigna “Juicio y Castigo, ponete la camiseta”. Uno de los últimos en tomar la palabra fue Camilo Juárez. Su papá Enrique era delegado de Luz y Fuerza. Hoy es uno de los miles de desaparecidos de la ESMA. Camilo compartió su recuerdo desde lo más simple, lo cotidiano. “Tenía un gran sentido del humor. Nos regaló El Eternauta y un puñado de sueños que sigo manteniendo”. Después, otra vez los abrazos.
El oscuro contraste del palco de las esposas
“Negros de mierda, cuando termine todo esto se van a arrepentir”, masculló una de las coquetas mujeres que asistieron al juicio para “apoyar” a sus maridos, los represores. A su lado, Cecilia Pando le explicaba a los medios que los delitos de lesa humanidad de los que están acusados Alfredo Astiz y compañía “prescribieron”. Más allá, con la ñata contra el vidrio, otra señora de anteojos negros señalaba hacia las víctimas del terrorismo de Estado y gritaba “Ahí está la mazmorra. Esos son todos pagos. Terroristas”.
Rubia y de ojos celestes como su hermano, también presenció el juicio Lucrecia Astiz, quien aseguró que “Alfredito”, como lo llama, no intervino en los hechos ilícitos que se le atribuyen y que sólo “es un chivo expiatorio”. Un hombre alto y de traje beige se presentó a los periodistas. “Soy Mariano Gradín, miembro de la Asociación de Abogados por la Concordia y la Justicia”, tendió la mano y enseguida aclaró: “Estos son juicios políticos. Que el pasado lo revise la historia”. Cuando comenzó la lectura de las acusaciones, las mujeres se sentaron. Ana María de Pernías y Lucrecia Astiz quedaron juntas. Además de su situación de familiares de imputados las señoras compartieron sus mejores sonrisas, las que repitieron una y otra vez, cuando el tribunal leía los detalles sobre las torturas.
(Fuente:Rdendh-CD).
(Fuente:Rdendh-CD).
EMPEZO EL JUICIO A LOS INTEGRANTES DEL GRUPO DE TAREAS 3.3 DE LA ESMA POR LA DESAPARICION DE RODOLFO WALSH Y LAS MONJAS FRANCESAS
Astiz, Cavallo y el Tigre Acosta, sin máscaras
Las víctimas y sus familiares compartieron el mismo recinto con los allegados a los represores en la primera jornada del juicio.
En la primera fila, los represores Julio Coronel, Alfredo Astiz y Pablo García Velasco.Astiz, Cavallo y el Tigre Acosta, sin máscaras
Las víctimas y sus familiares compartieron el mismo recinto con los allegados a los represores en la primera jornada del juicio.
Por Diego Martínez
A sala repleta, frente a las cámaras del mundo, comenzó ayer en el Tribunal Oral Federal 5 porteño el primer juicio por crímenes de lesa humanidad a ex miembros del Grupo de Tareas 3.3 de la ESMA. Jorge Acosta, Alfredo Astiz y otros catorce represores se sentaron resignados, posaron para más de cuarenta reporteros gráficos y escucharon durante siete horas las acusaciones en su contra. “Ni en los sueños más profundos en Capucha, donde cada miércoles nos preguntábamos ‘¿cuándo me tocará el traslado?’, llegué a imaginar que alguna vez íbamos a estar juzgándolos en los tribunales de la sociedad burguesa”, confesó Graciela Daleo, sobreviviente de la ESMA, ante más de doscientas personas en la vereda de Comodoro Py.
La novedad del día fue la ausencia del capitán Alberto González Menotti, alias Gato, con un cuadro de “lumbalgia” según el certificado del Hospital Naval. Daniel Obligado, presidente del tribunal, informó que libró oficio “muy urgente” al Cuerpo Médico Forense para que determine dolencias y controle a los médicos navales. Ante la sospecha de “acciones para beneficiar a los procesados”, Rodolfo Yanzón, del equipo jurídico Kaos, solicitó que se aparte a los profesionales del Hospital Naval de la atención de represores. Allí se aloja, entre otros, Ricardo “Sérpico” Cavallo, que a simple vista desborda de salud.
Por la cantidad de acreditados, la audiencia arrancó con dos horas de demora. Madres, Hijos, sobrevivientes y familiares de desaparecidos colmaron dos salas: unos detrás del blíndex, otros en un salón con una pantalla gigante. El tribunal, ya sin Guillermo Gordo, no sólo permitió trabajar a la prensa: también que las Madres luzcan sus pañuelos. La primera fila incluyó al embajador de Francia, Jean-Pierre Asvazadourian, y a Luis Eduardo Duhalde, titular de la Secretaría de Derechos Humanos.
Familiares y amigos de los imputados se ubicaron, junto a la prensa, en la bandeja superior. Hubo un grupo mínimo pero bullicioso de esposas, el padre de Cavallo, el hijo del capitán Rolón y Cecilia Pando, quien admitió que hace apenas cinco años comenzó a interesarse por la historia argentina y mostró leves síntomas de mejoría: “El Juicio a las Juntas estuvo muy bien, pero estos tipos tenían 25 años”, reflexionó.
Los marinos ingresaron esposados, en parejas. “¡Tigre!”, levantó los brazos el abogado Mariano Gradín para saludar a Jorge Acosta, jefe de inteligencia del GT 3.3. Gradín y Gerardo Palacios Hardy se presentaron en nombre de la flamante Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia, que brinda asistencia espiritual a represores y cuenta en sus filas al ex fiscal Norberto Quantín.
Mientras se sucedían las tandas de reporteros y los sobrevivientes identificaban a los verdugos avejentados, sus esposas parecían adolescentes excitadas ante galancitos de moda.
“¡Qué divino, Alfredito!”, chillaron ante una mueca triste de Astiz.
“El más buen mozo es mi marido”, gritaba la esposa de Rolón, a quien su hijo Juan invitó a guardar silencio.
“Aquél debe ser Vildoza”, arriesgó otra en referencia al apropiador y ex jefe del GT 3.3, prófugo desde 1983.
“¿Cuál es tu marido?”, preguntó la mujer de Manolo García Tallada, con más cirugías que Mirtha Legrand.
Abajo seguían las fotos.
“Te juro que me da mucha bronca”, refunfuñaba Pando.
En primera fila se ubicaron el ex canciller Oscar Montes (en silla de ruedas, con artrosis), el teniente Julio César Coronel, y los marinos Astiz, Pablo García Velazco, Raúl Scheller, Juan Carlos Rolón, Cavallo, Acosta, el médico Carlos Capdevila y Adolfo Donda. En la segunda, Jorge Radice, el policía Juan Carlos Fotea, García Tallada, el comisario Ernesto Weber y el prefecto Antonio Azic.
Pando puso el cassette de siempre –“guerra, subversivos, soldados”–, pero bajó el tono cuando hasta las periodistas francesas comenzaban a dejarla sola. “El tema es que acá también tienen que estar los terroristas”, reclamó.
–¿Desde cuándo pide justicia? –le preguntó un cronista.
–Hace cinco años, cuando empecé a enterarme de todo.
–¿Por qué cree que en los treinta anteriores nunca pidieron justicia?
Pando se llamó a silencio.
A las 11.42 el secretario del tribunal comenzó a leer el requerimiento de elevación del fiscal Eduardo Taiano. Tommy Capdevila cayó en un profundo sueño, igual que varios de sus camaradas de la bandeja superior, que llegaron con La Nación debajo del brazo, se animaron con Página/12 tras el cuarto intermedio y se terminaron deleitando con las tortitas de Soy. Las señoras del mar no dejaron de hacer risotadas ni siquiera cuando comenzaron a escuchar el amplio menú de torturas por el que se juzga a sus maridos. Sólo la mención a las violaciones pareció inquietarlas.
La audiencia fue impecable hasta los últimos minutos. Cuando los imputados estiraron sus brazos para que los esposaran, sobrevivientes y familiares comenzaron a cantar: “Como a los nazis, les va a pasar...”. Astiz los miró y les mostró la tapa del libro Volver a matar, de Juan Bautista Yofre, el ex jefe de la SIDE investigado por ejercer el oficio en el ámbito privado. La provocación de quien en 1998 dijo ser “el hombre mejor preparado para matar políticos o periodistas” generó la reacción de Yanzón, quien reclamó sin suerte la intervención de los secretarios del tribunal. El Rata Pernías sólo atinó a pedir silencio con el dedo sobre la boca. Arriba las cotorras se volvieron a alborotar:
–¡Terroristas! ¡Terroristas!
LA REACCION DE LOS ORGANISMOS EN LA CALLE
Vivencias de un día histórico
Por Diego Martínez
“Es una alegría inmensa, total”, admitió Enrique Fukman, sobreviviente de la ESMA. “Hoy quedó claro que ellos también son vulnerables”, reflexionó Graciela Daleo. “Es un momento histórico”, afirmó Julio Piumato, secretario de Derechos Humanos de la CGT. Los tres hablaron desde arriba de un trailer en la vereda de Comodoro Py, rodeados por dos centenares de pibes de Hijos, Libres del Sur y la CTA, entre otras agrupaciones.
“Papá estuvo en la promoción de Astiz y Cavallo, pero se rebeló ante la doctrina de la Seguridad Nacional y lo echaron”, recordó Mariana Galli, de Hijos-Madrid, que con un año y medio pasó tres días en la ESMA. Rememoró el paso de Mario Galli por la JP, por Montoneros y su caída en 1977. “Reivindico a mi papá, a mi mamá y a mis abuelas (todos desaparecidos), reivindico su lucha y sus ideas”, afirmó. También Camilo Juárez, de Hijos-Capital, leyó un poema y un relato autobiográfico de su papá, Enrique “Quique” Juárez, cineasta y dirigente de la JTP desaparecido en la ESMA.
“En el edificio a mi espalda (sede de la Armada) se decidió el exterminio. En esa capilla monseñor Graselli le decía a mi mamá que rezara. Y en ese puerto yo era delegado de cien compañeros”, recordó Carlos Loza, hoy delegado de ATE-CTA. Lita Boitano, titular de Familiares, recordó que “monseñor Emilio Grasselli está vivo y debería estar también acá”.
“Este juicio no es un techo. Vamos por más, hasta que cada genocida sea juzgado y castigado. Sabemos que muchos no llegarán a tener sanción judicial, pero sí política: no podrán ocupar cargos públicos, ni ser docentes, ni circular sin ser reconocidos. Separarlos de la comunidad es una forma que también podemos ejercer”, explicó Daleo.
(Fuente:Rdendh).
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