20 de diciembre de 2009

OTRA MIRADA SOBRE MARGARITA BELEN.

Otra mirada sobre Margarita Belén
Por Santiago Almada*

Foto:lugaresdemipais
Alcaidía policial de Resistencia/ construida por las gentes que maltratan al menor”… son los versos iniciales de una canción anónima compuesta por algún menor, o tal vez algún mayor que conoció la prisión en su infancia o en su adolescencia.

La alcaidía policial de Villa Barberán, ubicada en las afueras de la ciudad de Resistencia, capital de la provincia del Chaco, es ahora un viejo edificio desde donde fueron sacados los fusilados en Margarita Belén hace 33 años.

El 12 de diciembre de 1976 era domingo, para los presos comunes era día de visitas. Para los que estábamos en el pabellón planta baja, es decir “los subversivos”, las visitas, cartas, radios, diarios, libros y cualquier material de escritura y lectura estaban prohibidos desde mayo de ese año. Esa tarde pasó a hacer el recuento el agente Incháustegui, o Inchausti, y les preguntó a los guardias si en uno de los calabozos de adelante estaba Néstor Salas. El Flaco Salas, Néstor Carlos Salas, alias Tiburón o El Tibu, había estado en la alcaidía un tiempo, antes de ser trasladado a la U7, la cárcel federal ubicada en la esquina de las avenidas Las Heras y Edison, de Resistencia.

Hacía calor la tarde del 12 de diciembre, las moscas primero y los mosquitos al caer la noche eran apenas una de las tantas molestias que soportábamos a diario.

A la noche, un rato después de que se apagaran las luces de las celdas, entraron los entonces oficiales Juan Rodríguez Valiente y Octavio Ayala, los acompañaba el agente Maidana, también estaba el agente Monzón, alias El Mono, por su aspecto simiesco. Entre la gente que nombraron figuraba Fernando Piérola, Luis Díaz, Luis Barco. La mayoría de los nombrados había sido sacada de la cárcel. Con su voz afectada el oficial Ayala ordenó: -Los demás detenidos pueden pasar a descansar.

Entonces comenzó la pesadilla de los que fueron sacados de sus celdas y también para los que estábamos encerrados. Los llevaron al comedor y comenzaron a pegarles, con el palo de goma que usan los policías, con cosas que hacían reventar esos cuerpos como si fueran tambores. Los que estábamos en las dos primeras celdas del pabellón planta baja, frente a los baños, vimos cómo el agente Maidana en un momento de la noche trajo agarrado del pelo a Lucho Díaz, bañado en sangre, la cara desfigurada por los golpes, lo paseó frente a las celdas y luego le puso la cabeza bajo una de las canillas para que se reanimara. Se escuchaban las risas de los policías, como cuando se está en una fiesta. Alguien, parecía la voz de Yedro, uno de los detenidos, pedía por Dios, por favor, que no le pegaran más. La golpiza duró hasta las tres de la mañana, más o menos, y se escuchó la orden de que caminaran. La golpiza había terminado, pero el suplicio todavía continuaría, hasta el supuesto enfrentamiento del que nos enteramos unos días después.

Esta historia la repetí ante un asustado juez de un juzgado provincial del Chaco, al que tuve que dibujarle un croquis de la Alcaidía porque él no recordaba cómo era el edificio, después ante dos diputados, uno de ellos se llama José María Romero, el otro se llama Germán Bittel, en 1986. En realidad, las torturas y la represión sistemática habían comenzado durante la gobernación del papá de Germán, cuando el jefe de Policía era el comisario Wenceslao Zeniquel y el jefe de la Brigada de Investigaciones era el comisario Carlos Alcides Thomas. La tercera vez que repetí esta historia fue en un regimiento de la ciudad de Corrientes, ante un simpático capitán del Ejército, de cuyo nombre no puedo ni quiero acordarme, que me dijo que estaba comprobado que los presos fueron sacados en camiones del Ejército.

Dicen que Margarita Belén fue una respuesta de los militares “blandos” del Chaco, ante un enfrentamiento que no fue divulgado por la prensa y en el que murieron dos oficiales del Ejército, para quedar bien con los “duros” de Santa Fe o de Buenos Aires.

Durante muchos años me crucé en Resistencia con algunos de los “protagonistas” de esa noche, el oficial Valiente hizo carrera en la policía del Chaco, algunos de los agentes ganaron jinetas de suboficiales después.

Al oficial Ayala no le fue tan bien, el jefe de la guardia dura de la Alcaidía murió hace años, el comisario Francisco Núñez, jefe de la Alcaidía en el momento en que ocurrió el fusilamiento de Margarita Belén, murió en 1982.

Ahora Margarita Belén es un hecho histórico del que hablan muchos y se habla mucho en esta época del año. A mí siempre me costó hablar o escribir sobre esa noche, no por miedo, sino porque me daba la impresión de que hablar en público sobre lo que pasó esa noche, nombrar a los policías que golpearon tan salvajemente a prisioneros indefensos, hubiera sido una forma de llamar la atención sobre mí más que sobre los compañeros que cayeron fusilados esa noche por los policías y los militares a los que Alfonsín les regaló veinte años de impunidad con sus leyes de obediencia debida, y a los que Menem perdonó con su abominable indulto. Luis Barco, “Barquito”, Mario Cuevas, “Marito”, Luis Díaz, “El Lucho” fueron personas a las que conocí de lejos en la Alcaidía, cuando estaba prohibido hablar y hasta mirarse. Con Néstor Carlos Salas tuve un trato más directo, hasta ganamos un torneo de dominó, Carlitos Zamudio fue mi preceptor en cuarto año del viejo Colegio Nacional José María Paz, con él compartí más cosas, charlas de política, de música, en su casa de la calle Laprida escuché por primera vez a los Quilapayún, con unos mates y unos cigarrillos “Colorado”. Tal vez por eso me cuesta un poco hablar o escribir sobre esa noche. La última vez que lo hice de manera tan extensa fue una tarde, ya no recuerdo de qué año, cuando subí a un andamio sobre el que una mujer llamada Amanda Mayor pintaba un mural en el aula magna de la Universidad Nacional del Nordeste, y lo hice porque ella me pidió con su voz serena, cálida: -Contame lo que pasó la madrugada del 13 de diciembre. En el mural ya estaba la figura del cura que tanto molestó a los católicos y que desató una larga batalla judicial. Finalmente el cura quedó ahí, bendiciendo la tortura, como un símbolo de los que refugiaron su indiferencia criminal o su complicidad solapada en el “Algo habrán hecho”.

A treinta y tres años de aquel asesinato la impunidad sigue vigente, pero la voz del pueblo y la condena de la historia ya están firmes, y nos queda el consuelo tal vez demasiado frugal, pero consuelo al fin, de que esa sentencia es inapelable.


* Ex preso político en los años de la dictadura, estuvo presente en la Alcaidía de Resistencia la madrugada del 13 de diciembre de 1976. Actualmente reside en Republica Dominicana donde es editor de un periódico gratuito de circulación masiva. Es la primera vez que relata su experiencia sobre los hechos de Margarita Belén.
(Fuente:Cecilio M. Salguero).

Margarita Belén, 13 de diciembre de 2009.-

Hola Hermano:
Hola hermanito, cómo andas, mierda viejo, como pasa el tiempo, ya van treinta y pico de años que no nos vemos, cuando te veo en las pocas fotos que tenemos, apenas pasando los veinte años, joven, alegre, trato de trasladarte en el tiempo a nuestros días, a las fiestas familiares, con tu hermano mayor, con las brujas de tus hermanas y con tus veinte sobrinos, a las reuniones entre amigos, trato de pensarte cómo serías por estos años, con tu familia, con María Julia, con tus hijos, los sobrinos que nunca pudieron darnos, y me duele recordarte, porque no te tengo, porque no te tenemos, porque no te podemos disfrutar.
Me tengo que quedar con los recuerdos de Paraná, con tu niñez, con tu juventud, con tus aventuras juveniles, con el deporte allá en Echagüe, te acordás que te decían Pescao, vivías metido en las piletas y en el río. Tus grandes amigos que dejaste, como el Tato que todavía larga unos mocos cuando habla de vos, sabés que le puso Fernando a uno de sus hijos. Cuando afanábamos nafta para robarle al auto al viejo y salir de joda. O de Amanda, cuando te caíste en el fondo de casa arriba de un sifón roto y te colgaba un pedazo de cuero de la muñeca, “haber mijo, cierre los ojos” dijo la vieja y te cortó el cuero con una tijera, vieja loca, con razón fuiste tan duro en la tortura, con la vieja que teníamos.
Con menos de veinte años te nos viniste para el Chaco, a estudiar Arquitectura, culpa de aquella amistad entre el viejo y el Bebe Morresi que te ayudó a ubicarte y encima desgraciado le robaste la hija, te viniste con Juan Nin, allá esta el loco en Paraná, se compró una casita frente al río, serio, duro y buenazo como siempre, te manda un abrazo. Con Juan, con Alberto, con Patón, con Cucho fundaron ese refugio de estudiantes que hoy esta igualito que en aquella época, la Embajada de Entre Ríos, frente a la Plaza España, te juro que cada vez que paso, como dice el tango “se me pianta un lagrimón”. La Embajada, que belleza, todo robado, desde el ingreso, en la galería, junto a la puerta, aquel asiento de taburete con las tacuaras cruzadas con las banderas argentina y entrerriana, como avisándole a los chaqueños, “esta es tierra entrerriana carajo, no jodan”. Te acordás cuando le robaban prestado el banco de la plaza para estudiar en la galería, los viernes llegaba Don Carlos, el placero, “muchachos, el banco, que es viernes” y se lo devolvían hasta el lunes. Hoy lo puedo decir, total no te van a rajar de la Universidad, cuando hicieron el cielo raso de la Embajada con los telgopor afanados de la biblioteca que estaban construyendo en la UNNE, cuantas historias, “es por una causa noble decías”. Ni hablar de mujeres, no puedo tocar el tema, por aquí anda María Julia.
Qué rápido te hiciste hombre hermanito, el Chaco te hizo grande demasiado rápido. Recuerdo aquellas primeras veces cuando de pendejo empecé a visitarte, allá por los 70, como buscando aventuras nuevas, y me encontré con otro hermano, que orgullo, que alegría tenías cuando me mostrabas la Universidad, pensar que la vieja le metió un mural con cura y todo, una Universidad repleta de política, de lucha, de energía, de sueños, sueños en los que te fuiste metiendo a pasos agigantados, me llevaste casi arrastrando al barrio Toba, me hablabas de esos pueblos como tuyos, de Wichis, de Pilagás, Mocovíes, de las tierras que les robaron, de la Forestal, de ingenios, de las Ligas Agrarias, de obreros y campesinos, de estudiantes y de pueblo, como descubriendo un mundo nuevo, lejos de la pasividad de la clase media entrerriana, me hablabas de explotación y de miseria, de hambre cruel e injusta en un país tan rico, de resistencia peronista, de Evita y del viejo, de una isla liberada en el Caribe, de un Che recién caído en Bolivia, del socialismo, del hombre nuevo, como te brillaban los ojos cuando hablabas del hombre nuevo.
Qué rápido creciste flaco, en esos momentos, fui conociendo un camino en el cual vos ya estabas, un hermoso camino sediento de justicia, de libertad, de igualdad, te vi apretar el puño como no soportando el sufrimiento ajeno, que ya no era ajeno, era tuyo, me enseñaste a que sea mío también, te vi poco a poco entregarte a ese sueño tan preciado, la patria libre, pero libre en serio, pusiste tu vida frente a todo, le metiste coraje a tus pasos, que ya sabían donde iban, con la alegría de quien sabe lo que busca, le metiste acción a tus pensamientos, como quien siente placer por entregarse a esa lucha y llenaste de amor tu vida, desparramaste amor para todos lados, te hiciste MILITANTE, con mayúsculas. Qué grande nos queda hoy esa palabra. Como que nos achicamos demasiado, o se quedó con ustedes.
Y por eso te escribo flaco, para que vos y esos vos que están junto a vos, y los 30.000 y los demás compañeros que no están, nos ayuden a reencontrarnos con la verdadera dimensión de esa hermosa, de esa perdida, de esa grandiosa palabra. MILITANTE.
Hoy hermano, y me incluyo en esto, hay una militancia que le falta fibra y que le sobran palabras, una militancia que no encuentra el camino, una militancia que ha perdido aquellas banderas, una militancia que tal vez con buenas intenciones, esta confundida, una militancia que habla mucho de aquella militancia pero en los hechos esta todavía lejos. Ayúdennos a recuperar esas banderas, oriéntennos a encontrar aquel camino, el camino colectivo y no individual, el camino de la entrega, de la pasión, del compromiso con el pueblo, pero no solo con la palabra y si con la acción, a volver a una militancia que solo tenga contratos con el pueblo y con sus necesidades. Una militancia que nos muestre que hay otro horizonte, honesto, puro, transparente, totalmente comprometido, un horizonte al que tenemos que llegar junto al pueblo.
Hoy flaco, nos desorientan con planes, con promesas, con discursos, con contratos.
Te acordás del Eternauta, el héroe colectivo. Qué hermosa es la construcción colectiva sin intereses personales, sin egoísmos, cada uno en función de todos, ese era el eje de aquella militancia y aquí flaco no se trata de lucha armada o no armada, esas construcciones estaban en todos lados, en cada rincón de esta patria, en las comisiones internas de las fábricas y en los gremios, en las universidades, en los campesinos, en los barrios y en las villas, en las iglesias, en los clubes y en cada lugar donde había acción en función del pueblo, estaba en la cabeza y el corazón de cada uno de ustedes. Y por eso los mataron, por el miedo que les tenían, no solo por el miedo de perder sus infames ganancias, por el miedo a que el pueblo recupere lo que es suyo, le tenían terror a esa militancia, no entendían tanto amor por el pueblo y por eso sembraron tanto terror contra el pueblo. Te imaginás, que país sería hoy este país, con ustedes al frente dirigiéndolo, en todos los roles y funciones del Estado, que hermosa patria tendríamos, que presente y que futuro gozarían nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, que Latinoamérica, con Fidel, con Chavez, con Evo, y ahora con el Pepe, que equipito no, medio parecido al que soñaron San Martín, Belgrano, Artigas, Bolivar, que lindo despelote le haríamos a los gringos, Obama ya estaría medio blanco, del cagazo. Sabés una cosa, le acaban de dar el Premio Nobel de La Paz, y en el mismo instante estaba metiendo 30.000 Marines en Afganistán, solo le faltaba recibir el premio con un fusil en la mano.
Tenemos que recuperarla viejo, esa militancia fue y debe ser la base, el eje del proyecto de país que el pueblo tanto necesita y se merece. Por eso es que hace tanta falta.
Hoy hermano, se habla mucho de memoria, y en eso también nos confundimos, durante años, compañeros, familiares, venimos haciendo un trabajo de hormiga, haciendo lo que debería hacerse desde el Estado, para que mediante la memoria podamos escribir toda la verdad y entregarle a las nuevas generaciones una historia completa, escrita por nosotros, con los hechos reales como fueron, quienes y porqué fueron aquí asesinados con vos y están escondidos como trofeos de guerra, quienes fueron los asesinos, que no son solo los nueve que en poco tiempo serán juzgados, armar ese rompecabezas desde la memoria es muy duro, pero es bueno y saludable que así sea, pero no es todo, no alcanza. Sin dudas me dirías, “esta bien, que los juzguen, como no lo hicieron con nosotros, pero es el pueblo fundamentalmente el que los debe juzgar y grabate esto, y sepan que solo muero si ustedes van aflojando, porque el que murió peleando, vive en cada compañero.” Claro hermano. Y cómo no...
Por eso mismo flaco, yo quisiera y en eso seguro me vas a apoyar, que desde esa memoria rescatemos lo que ustedes fueron, cual fue el proyecto de país por el que pelearon, que desde un recuerdo vivo, constructivo, busquemos en el germen de esa militancia y así contagiar a tanta gente, a tanto pueblo que sin dudas en estos momentos la esta peleando día a día.
Hoy las miserias son mayores y más crueles que en aquellos años, no te cuento sobre esas naciones Tobas, Wichís, cómo están hoy, los siguen exterminando y miramos para otro lado, no te quiero escribir sobre campos, ríos y montañas y cómo están destruyendo este país y el mundo. Ni hablar de industrias y de futuro para todos, te acordás cuando nos hacíamos aquellos viajes en tren, que belleza, cuántos pueblos crecieron junto al tren, no han dejado nada, en la actualidad y me imagino la bronca que te va a dar, nos están llevando las minas, los peces, el petróleo, los montes, hay una peste nueva que destruye todo, la Soja, en los últimos 50 años han destruido y siguen destruyendo una vida de millones de años, hasta los glaciares están haciendo mierda, y el agua, vos te vas a reír, se están robando hasta el agua, sí viejo, hasta el agua.
Por eso hermanito, es triste decirlo pero necesitamos la fuerza de ustedes, que nos entreguen aquellas banderas, que nos contagien de energía, que nos indiquen el camino, como que nos cuesta arrancar, mirar adelante y fundamentalmente mirarnos a nosotros en el espejo de ustedes.
Siempre digo, hay un río subterráneo, gente que día a día y anónimamente le esta poniendo el pecho a esta querida patria, pueblo que no se resigna, que no se rinde, pero te repito hermano, necesitamos esa guía colectiva, ese camino de unión peleando codo a codo.
Te pido, les pido, les pedimos, aquí en la ruta, en este lugar donde cobardemente los fusilaron, y te juro siento vergüenza al hacerlo, acérquense, ayúdennos a recuperar aquella fuerza, estamos débiles, todavía heridos. Dennos esa mano firme, como cuando vos me la diste la primera vez que pisé estas tierras chaqueñas, hace nuevamente de guía, oriéntanos a encontrar el camino y a encontrarnos como pueblo, como patria. Aunque medio viejos ya, nosotros vamos a seguir, te aseguro que no aflojaremos, pero con ustedes alimentándonos de toda esa energía, de toda esa claridad, sin dudas será diferente. Decile a los hermanos y hermanas que están ahí con vos que hoy más que nunca los necesitamos, que el país todo los necesita.
Te mando un abrazo enorme a vos y a ellos, recordale también que los amamos, que nunca dejaremos de hacerlo, que los extrañamos demasiado y que pronto nos veremos.
(Carta de Gustavo Piérola a su hermano Fernando Gabriel Piérola Fusilado en Margarita Belén el 13 de diciembre de 1.976, leída en el Acto Homenaje por el 33 Aniversario en el lugar del fusilamiento.)
(Fuente:Cecilio M. Salguero).

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