MOVIMIENTO GUEVARISTA REVOLUCIONARIO
Cuando han pasado largos diez años del gobierno de Hugo Chávez, el MGR cree necesario entregar una opinión que ayude a las trabajadoras, trabajadores y explotados de la ciudad y el campo, a clarificar el escenario con el que se enfrentan y se enfrentarán en el futuro.
Mucha tinta se ha gastado en Venezuela como en el resto del mundo, sobre el famoso “proceso revolucionario bolivariano”. Por razones diversas, pero por sobre todo basados en el oportunismo político, muchos sectores de la izquierda capitalista han entregado certificados revolucionarios al gobierno de Venezuela. Los más osados, han creado toda una suerte de categorías que les permita dar un sustento teórico al experimento que se realiza en nuestro país. Es así que surge el ya gastado argumento del socialismo del siglo XXI y todos los derivados que de allí se desprenden.
Pero si uno quiere adentrarse en forma real en el proceso social y político venezolano, se encontrará con muchas sorpresas que provocarán algo más que un desencanto para un desprevenido admirador del “proceso”.
Proponemos una revisión somera de algunos de los conceptos que le dan sustento teórico al actual proceso empezando a conocer más allá de nuestros deseos, cual es la realidad del “socialismo bolivariano”.
La Revolución Bolivariana
Bajo este nombre se inicio el actual periodo de gobierno de Venezuela, que auspiciaba verdaderos cambios en relación con la cuarta república. El concepto revolución hasta entonces implicaba una ruptura estructural, económica y social con el sistema anterior, o sea el capitalismo, pero a partir de entonces, este mismo concepto es vaciado de contenido y empieza a expresar una cosa muy distinta.
La revolución bolivariana se plantea hacerla en forma pacífica, pero además con el concurso y participación de quienes mantenían el sistema en funcionamiento, o sea la burguesía.
La elección de la votación como medio de superación de contradicciones y diferencias, es la apuesta de quienes dirigen el proceso, y para esto es menester aceptar y participar de las reglas del juego burgués. Esta aceptación implicó no solo el reconocimiento del Estado y de sus instituciones y leyes, sino presentarse como alternativa de administración de ese mismo Estado, instituciones y leyes.
De tal forma que se renuncia desde el inicio a realizar una revolución de verdad en el país que cambie el tipo de Estado, sus instituciones, su sistema económico, la propiedad sobre los medios de producción y por lo tanto, todo el sistema social.
Lo que se propone en cambio es una modificación del ordenamiento jurídico, por medio de una asamblea constituyente que en lo medular, buscaba reordenar la nueva correlación de fuerzas entre las clases dirigentes y no acabar con el sistema burgués de explotación. La nueva constitución en su articulado central, consagra el sistema de propiedad que se aplica desde la fundación misma de la república, y por lo tanto determina la sobre vivencia del capitalismo bajo un nuevo ordenamiento de clases dominantes.
La revolución pasó de un plumazo a representar solo el ordenamiento y repartición del poder de una nueva alianza de clases que desde ese momento, esta dirigida a preservar el sistema y el Estado capitalista de explotación. Ya no es un problema el capitalismo, sino su administración y solo es necesario tener buenos y capacitados gerentes. Ese es precisamente el discurso inaugural de la nueva etapa del presidente Chávez.
La Revolución como proceso y no como acto revolucionario
Desde ese momento la revolución como concepto, deja de ser un acto revolucionario ejecutado por los explotados para poner fin al sistema que los somete. Ya no se trata de ejercer su poder de clase expresado en un nuevo sistema político, social y económico y en la construcción de un nuevo Estado, sino que pasa a ser un proceso indeterminado en el tiempo y en el espacio, que va lentamente cambiando algunas reglas del juego, pero manteniendo lo sustancial del sistema capitalista. Esa es la esencia de los nuevos conceptos que animan la “revolución bolivariana”, que no es otra cosa que cambios graduales que son permitidos dentro del capitalismo porque no hacen otra cosa que fortalecerlo y brindarle una base social que nunca tuvo. La consigna “ahora Venezuela es de todos”, expresa muy bien la conciliación de clases que se pretende imponer en el país.
Es sintomático que este experimento político, coincida en el tiempo con el empuje definitivo para el derrumbe del bloque de países que bajo la influencia de la URSS, decían representar el socialismo real. Este es un dato muy importante, porque representa un cambio de tiempo histórico y también un cambio de paradigma para gran parte de la izquierda a nivel internacional que encuentra en el reformismo capitalista, su nueva cuna teórica y un nuevo modelo para justificar su bancarrota teórico política. La izquierda capitalista.
A partir de entonces, podemos hablar con propiedad del fortalecimiento de la izquierda capitalista, o lo que es lo mismo, de la izquierda del capitalismo. Este viraje conceptual es también el entierro definitivo y consustancial abandono, de formas de organización y ejercicio de formas de lucha que pongan en entredicho en forma real al sistema capitalista de explotación.
Para que todo esto haya ocurrido, debieron pasar otros hechos que marcan todo el tiempo histórico que estamos viviendo. Para conocer estos hechos, debemos desterrar la mirada fragmentada que existe sobre el desarrollo histórico latinoamericano, tanto en lo social, político, económico y militar.
Los antecedentes históricos
Si nos situamos en los años sesenta en adelante, podemos ver que aparejado con la crisis capitalista de aquel entonces, se desarrolla un auge no solo en la movilización del movimiento de masas a nivel puramente reivindicativo, sino que en varios países se desarrolla la movilización y el combate en torno a la existencia del sistema mismo.
La radicalidad de la protesta, el contenido de la misma y las nuevas formas organizativas que se desarrollan, se dan en un marco de crisis generalizada del capitalismo, el cual se ve en la obligación de pasar a otra etapa de explotación y dominación por la declinación constante de la tasa media de ganancia que se produce en ese momento.
La respuesta económica a esa crisis, llegará de la mano de una variante capitalista; el liberalismo más agresivo, sobre el que ya se ha escrito bastante, pero poco se ha profundizado sobre el plan político de esta etapa y de la misma forma, del plan operativo. Estas tres fases del plan general del capitalismo, se ven habitualmente separadas y no se entienden como un todo, desdibujando el análisis y las conclusiones del mismo.
La respuesta a la crisis desde el punto de vista económico, debe venir acompañada de un modelo político que la haga posible y de un plan operativo que la desarrolle y que elimine los obstáculos para su implementación. Las crisis sistémicas del capital, no son económicas ni financieras exclusivamente, son la expresión más generalizada y que abarca todos los ámbitos, de las contradicciones fundamentales que encierra el capitalismo al desarrollar una producción social y una apropiación privada de la misma.
Por lo tanto la crisis sistémica del capital, es eminentemente política, cultural, formativa, militar, estructural, ecológica, productiva, económica, científica, teórica, étnica, generacional y también de género. Ningún ámbito de la vida social escapa a este fenómeno periódico del capitalismo.
Si entendemos esta dinámica del capital, estaremos en mejores condiciones de entender los planes del capital en un sentido global y no fragmentado como nos tienen acostumbrados los “analistas”.
Volviendo sobre el tema, debemos entender que la única salida política posible para la implementación de la variante más extrema del capitalismo en nuestro continente, lo constituía la inauguración de la era de las dictaduras militares en forma casi simultanea en casi todo los países latinoamericanos.
Aquí no hablamos de neoliberalismo por varias razones que pasamos a explicar. Cuando se habla de neoliberalismo, se trata de divorciar este concepto del capitalismo, como si existiera un capitalismo bueno (keynesiano), y uno malo (neoliberalismo), cuando en realidad son dos variantes de una misma moneda. Pero además existe otro detalle de mucha importancia.
Nunca el capitalismo aplica modelos “puros”, y nunca son exclusivamente una sola cosa. Habitualmente se dan combinaciones de medidas con énfasis en una o en otra, pero las dos recetas representan la continuidad del capital y la aplicación de una de ellas en un momento determinado, solo prepara la siguiente etapa donde se expresará en forma principal su contra parte. Aclarado lo anterior, sigamos revisando los hechos históricos.
Con una clase política representante de la burguesía, agotada, aislada y desprestigiada, con un reformismo radical en muchos casos, que ya no podía contener el avance de las masas, y con una propuesta de salida a la crisis de carácter revolucionario que empezaba a crecer en vastos sectores del movimiento de masas, la única alternativa que le quedaba al sistema, era echar mano a su reserva de carácter estratégico que lo constituyen los cuerpos armados de los Estados capitalistas.
El plan político, económico, ideológico y militar
Solo ese sector era confiable y necesario para las burguesías y para el imperialismo de resolver a su favor y de forma estratégica, el conflicto de clases planteado. No se trataba solo de salvar al sistema. Se trataba de inaugurar una forma de explotación mucho más extrema, y para eso tenía necesariamente que domesticar al movimiento de masas en ascenso y movilización cada vez más radicalizada. La misión fundamental de las dictaduras militares era reformar y reforzar el Estado, cambiar el paradigma económico, y aplicar en forma estratégica, la nueva política económica que le reportara al capital, revertir su crisis sistémica.
Si hemos señalado su plan político de largo aliento, es necesario señalar sin duda su plan operativo. El primer objetivo de este plan era dar cuenta por la vía del exterminio, de las organizaciones revolucionarias y de sus cuadros más adelantados y radicalizados. Luego vendría el desarme de las organizaciones de masas y de vaciarlas de contenido teórico político, para después avanzar en su domesticación. Objetivo estratégico fueron los sindicatos.
Como podemos ver, estamos en presencia de una estrategia global que no deja elementos al azar y que incluye el desarrollo de un escenario de guerra donde no se deja ningún elemento sin emplear. Si esto es así, sería iluso pensar que esta estrategia terminaba una vez logrado solo los objetivos parciales. Hacia falta pensar en la adecuación táctica del futuro escenario y el diseño fue, el concepto de las democracias fuertes o protegidas.
La estabilidad relativa del nuevo diseño, descansaba no solo en la fortaleza orgánica- jurídica y de fuerza de los estados intervenidos, sino fundamentalmente en la participación y aceptación de las masas del nuevo sistema implementado.
En algunas partes bastaría con una camisa de fuerza desde el punto de vista político-jurídico, que mantuviera a raya a los sectores populares (como en el caso de chile), y en otros lugares la estabilidad del capitalismo, descansaría en la fortaleza de masas que conquistara el sistema. De esta forma, a la democracia formal burguesa, se le dio rango de conquista popular en contraposición a las dictaduras, y se conquistó a parte importante de la izquierda para que legitimara con su presencia, el nuevo modelo de dominación política, que hacia posible un clima de tranquilidad relativa propicio para hacer nuevos y buenos negocios.
La caída del bloque socialista, acción largamente preparada tanto interna, como externamente, logra el quiebre de paradigma para amplios sectores, sobre todo intelectuales y teóricos que provenían de las capas medias ilustradas y que son los primeros en desmarcarse y asumir en la práctica, el fin de la historia de la lucha de clases y asumir sin complejos las orientaciones enemigas. Estos sectores son los primeros que asumen la producción libresca y justificativa de la derrota y en tratar de despedazar la teoría revolucionaria.
La adecuación táctica de las democracias fuertes o protegidas, una vez acentuada la nueva fase de la crisis del capital, requería de un fuerte recambio en la administración del sistema, que le incorporara dinamismo y estabilidad al mismo en las nuevas condiciones en que se desarrollaba la explotación. Esta es otra variante contrainsurgente y forma parte de la estrategia global capitalista.
El éxito evidente del capitalismo, en tanto cumplir con su función de súper explotación, internacionalización del capital, propiedad de las empresas estratégicas, materias primas vitales y flexibilidad del mercado del trabajo, contrastaba con su desastroso balance social, que sin embargo, estaba contemplado a la hora del diseño de la estrategia de explotación y dominación en la nueva etapa de desarrollo del capital.
Queremos aclarar algo vital en cuanto a lo anterior. Los economistas hablan del fracaso del neoliberalismo para resolver los problemas sociales. Pues se equivocan. El capitalismo, no tiene por misión resolver estos problemas. Su única misión es obtener, asegurar y reproducir a mayor escala, el robo permanente de plusvalía al proletariado y demás sectores explotados. En esto el capitalismo, ya sea en su cara keynesiana, liberal, neoliberal, fascista, reformista, populista o nacional, cumple en forma exitosa sus objetivos durante un tiempo relativo, empleando cualquiera de sus variantes, o una combinación de varias de ellas, tanto en lo táctico como estratégico. De tal forma que si queremos medir al capitalismo por su eficacia en términos sociales, estamos trabajando sobre un supuesto negado, ya que es en forma y esencia, un sistema antisocial, anti humano y anti desarrollo.
Aclarado lo anterior, proponemos revisar en forma simple, cual es balance de la implementación de la nueva etapa capitalista en cualquiera de sus variantes en Latinoamérica.
Altos niveles de deuda externa. Totalmente funcional a la internacionalización del capital en alianza con sectores burgueses locales y con la facilitación de los estados.
Enormes cantidades de desempleados. Fundamental para lograr la rebaja sustancial en el precio de la fuerza de trabajo.
Flexibilidad laboral. Igualmente necesaria para cumplir con lo anterior.
Privatización de las empresas estratégicas. Fundamental para la inversión del capital internacional en asociación con los capitales más pequeños de las burguesías locales y así lograr la centralización y concentración del capital.
Desarrollo del endeudamiento interno. La huida del capital desde la producción a la especulación para protegerse frente a la invasión creciente de mercancías internacionales.
Desarrollo de la agroindustria. Fundamental es la eliminación casi completa del campesinado.
Masacre y exterminio de las organizaciones revolucionarios y de sus cuadros más adelantados. Ninguna medida de las anteriores hubiera sido posible de implementar sin realizar las tareas tareas criminales propias del capitalismo.
Con el exterminio se buscó (y se logró en gran medida), la desorganización de los sectores explotados y un claro retroceso teórico político, al eliminar casi todo lo acumulado en décadas de acumulación estratégica por la clase obrera y los sectores explotados de la ciudad y el campo.
Estabilización del sistema político burgués con nuevas reglas y elecciones periódicas. Una vez eliminado el peligro subversivo, la legitimación del sistema democrático burgués, es una pieza fundamental de la dominación, y para eso era necesario consolidar una oposición sistémica o lo que es lo mismo, una carta de recambio administrativo para contener el avance de las masas cuando este se produjera, mediante pequeñas reformas económicas y sociales, pero que sin embargo, conservara lo esencial del sistema de explotación y dominación capitalista.
La invención de la llamada “izquierda inteligente”, (sectores ligados abiertamente con la socialdemocracia intelectual europea) no era suficiente, ya que esta se asentaba fundamentalmente dentro de la intelectualidad y sin un discurso ni vinculo real con el movimiento de masas.
La carta de recambio en caso necesario, debía venir del mismo mundo social y político que había sido el nicho de la izquierda histórica, y tenía que asumir parte de su discurso, emblemas, reivindicaciones y aprovechar inclusive, la elaboración de pensadores revolucionarios fuera de contexto y desnaturalizada, que justificara el viraje de posiciones.
Si observamos con atención, nos daremos cuenta que la actual etapa política económica, forma parte de un plan global y extendido en el tiempo, que contempló distintas variantes y en función de ellas, desarrolló distintos instrumentos y planes específicos que le permitieran una flexibilidad táctica en medio del desarrollo de una estrategia rígida que no ofrece ninguna alternativa revolucionaria.
Este plan global supone por tanto, la puesta en práctica de determinadas variantes, que van desde las dictaduras militares, el plan cóndor, la vuelta a la democracia burguesa, la aparición de la izquierda capitalista, y hasta la emergencia de gobiernos “progresistas” en la región.
El hilo conductor de todo este proceso, lo podemos encontrar en la dinámica misma del capital como un fenómeno anárquico y convulso, que atraviesa etapas de relativa estabilidad dentro de sus convulsiones y que luego vuelve a entrar en crisis. Lo central para el capital, sigue siendo su ataque despiadado a la clase obrera en su empeño por elevar su tasa media de ganancia por medio de la extracción de mayor plusvalía. En esta lógica del capital, las diferentes variantes a emplear, estarán siempre determinadas por su capacidad para asegurar una elevación de su tasa de ganancia media que se logra fundamentalmente disminuyendo el valor de la fuerza de trabajo.
La capacidad del sistema para permitir una mayor distribución del excedente, estará condicionada a su vez por la fortaleza previa del mismo, o dicho de otro modo, por las ganancias extraordinarias obtenidas. Pero esta mayor distribución, siempre será dirigida para asegurar la continuidad del sistema, y nunca para efectivamente favorecer la fuerza de trabajo que es de donde obtiene realmente su ganancia o plusvalía el capital.
Mucha tinta se ha gastado en Venezuela como en el resto del mundo, sobre el famoso “proceso revolucionario bolivariano”. Por razones diversas, pero por sobre todo basados en el oportunismo político, muchos sectores de la izquierda capitalista han entregado certificados revolucionarios al gobierno de Venezuela. Los más osados, han creado toda una suerte de categorías que les permita dar un sustento teórico al experimento que se realiza en nuestro país. Es así que surge el ya gastado argumento del socialismo del siglo XXI y todos los derivados que de allí se desprenden.
Pero si uno quiere adentrarse en forma real en el proceso social y político venezolano, se encontrará con muchas sorpresas que provocarán algo más que un desencanto para un desprevenido admirador del “proceso”.
Proponemos una revisión somera de algunos de los conceptos que le dan sustento teórico al actual proceso empezando a conocer más allá de nuestros deseos, cual es la realidad del “socialismo bolivariano”.
La Revolución Bolivariana
Bajo este nombre se inicio el actual periodo de gobierno de Venezuela, que auspiciaba verdaderos cambios en relación con la cuarta república. El concepto revolución hasta entonces implicaba una ruptura estructural, económica y social con el sistema anterior, o sea el capitalismo, pero a partir de entonces, este mismo concepto es vaciado de contenido y empieza a expresar una cosa muy distinta.
La revolución bolivariana se plantea hacerla en forma pacífica, pero además con el concurso y participación de quienes mantenían el sistema en funcionamiento, o sea la burguesía.
La elección de la votación como medio de superación de contradicciones y diferencias, es la apuesta de quienes dirigen el proceso, y para esto es menester aceptar y participar de las reglas del juego burgués. Esta aceptación implicó no solo el reconocimiento del Estado y de sus instituciones y leyes, sino presentarse como alternativa de administración de ese mismo Estado, instituciones y leyes.
De tal forma que se renuncia desde el inicio a realizar una revolución de verdad en el país que cambie el tipo de Estado, sus instituciones, su sistema económico, la propiedad sobre los medios de producción y por lo tanto, todo el sistema social.
Lo que se propone en cambio es una modificación del ordenamiento jurídico, por medio de una asamblea constituyente que en lo medular, buscaba reordenar la nueva correlación de fuerzas entre las clases dirigentes y no acabar con el sistema burgués de explotación. La nueva constitución en su articulado central, consagra el sistema de propiedad que se aplica desde la fundación misma de la república, y por lo tanto determina la sobre vivencia del capitalismo bajo un nuevo ordenamiento de clases dominantes.
La revolución pasó de un plumazo a representar solo el ordenamiento y repartición del poder de una nueva alianza de clases que desde ese momento, esta dirigida a preservar el sistema y el Estado capitalista de explotación. Ya no es un problema el capitalismo, sino su administración y solo es necesario tener buenos y capacitados gerentes. Ese es precisamente el discurso inaugural de la nueva etapa del presidente Chávez.
La Revolución como proceso y no como acto revolucionario
Desde ese momento la revolución como concepto, deja de ser un acto revolucionario ejecutado por los explotados para poner fin al sistema que los somete. Ya no se trata de ejercer su poder de clase expresado en un nuevo sistema político, social y económico y en la construcción de un nuevo Estado, sino que pasa a ser un proceso indeterminado en el tiempo y en el espacio, que va lentamente cambiando algunas reglas del juego, pero manteniendo lo sustancial del sistema capitalista. Esa es la esencia de los nuevos conceptos que animan la “revolución bolivariana”, que no es otra cosa que cambios graduales que son permitidos dentro del capitalismo porque no hacen otra cosa que fortalecerlo y brindarle una base social que nunca tuvo. La consigna “ahora Venezuela es de todos”, expresa muy bien la conciliación de clases que se pretende imponer en el país.
Es sintomático que este experimento político, coincida en el tiempo con el empuje definitivo para el derrumbe del bloque de países que bajo la influencia de la URSS, decían representar el socialismo real. Este es un dato muy importante, porque representa un cambio de tiempo histórico y también un cambio de paradigma para gran parte de la izquierda a nivel internacional que encuentra en el reformismo capitalista, su nueva cuna teórica y un nuevo modelo para justificar su bancarrota teórico política. La izquierda capitalista.
A partir de entonces, podemos hablar con propiedad del fortalecimiento de la izquierda capitalista, o lo que es lo mismo, de la izquierda del capitalismo. Este viraje conceptual es también el entierro definitivo y consustancial abandono, de formas de organización y ejercicio de formas de lucha que pongan en entredicho en forma real al sistema capitalista de explotación.
Para que todo esto haya ocurrido, debieron pasar otros hechos que marcan todo el tiempo histórico que estamos viviendo. Para conocer estos hechos, debemos desterrar la mirada fragmentada que existe sobre el desarrollo histórico latinoamericano, tanto en lo social, político, económico y militar.
Los antecedentes históricos
Si nos situamos en los años sesenta en adelante, podemos ver que aparejado con la crisis capitalista de aquel entonces, se desarrolla un auge no solo en la movilización del movimiento de masas a nivel puramente reivindicativo, sino que en varios países se desarrolla la movilización y el combate en torno a la existencia del sistema mismo.
La radicalidad de la protesta, el contenido de la misma y las nuevas formas organizativas que se desarrollan, se dan en un marco de crisis generalizada del capitalismo, el cual se ve en la obligación de pasar a otra etapa de explotación y dominación por la declinación constante de la tasa media de ganancia que se produce en ese momento.
La respuesta económica a esa crisis, llegará de la mano de una variante capitalista; el liberalismo más agresivo, sobre el que ya se ha escrito bastante, pero poco se ha profundizado sobre el plan político de esta etapa y de la misma forma, del plan operativo. Estas tres fases del plan general del capitalismo, se ven habitualmente separadas y no se entienden como un todo, desdibujando el análisis y las conclusiones del mismo.
La respuesta a la crisis desde el punto de vista económico, debe venir acompañada de un modelo político que la haga posible y de un plan operativo que la desarrolle y que elimine los obstáculos para su implementación. Las crisis sistémicas del capital, no son económicas ni financieras exclusivamente, son la expresión más generalizada y que abarca todos los ámbitos, de las contradicciones fundamentales que encierra el capitalismo al desarrollar una producción social y una apropiación privada de la misma.
Por lo tanto la crisis sistémica del capital, es eminentemente política, cultural, formativa, militar, estructural, ecológica, productiva, económica, científica, teórica, étnica, generacional y también de género. Ningún ámbito de la vida social escapa a este fenómeno periódico del capitalismo.
Si entendemos esta dinámica del capital, estaremos en mejores condiciones de entender los planes del capital en un sentido global y no fragmentado como nos tienen acostumbrados los “analistas”.
Volviendo sobre el tema, debemos entender que la única salida política posible para la implementación de la variante más extrema del capitalismo en nuestro continente, lo constituía la inauguración de la era de las dictaduras militares en forma casi simultanea en casi todo los países latinoamericanos.
Aquí no hablamos de neoliberalismo por varias razones que pasamos a explicar. Cuando se habla de neoliberalismo, se trata de divorciar este concepto del capitalismo, como si existiera un capitalismo bueno (keynesiano), y uno malo (neoliberalismo), cuando en realidad son dos variantes de una misma moneda. Pero además existe otro detalle de mucha importancia.
Nunca el capitalismo aplica modelos “puros”, y nunca son exclusivamente una sola cosa. Habitualmente se dan combinaciones de medidas con énfasis en una o en otra, pero las dos recetas representan la continuidad del capital y la aplicación de una de ellas en un momento determinado, solo prepara la siguiente etapa donde se expresará en forma principal su contra parte. Aclarado lo anterior, sigamos revisando los hechos históricos.
Con una clase política representante de la burguesía, agotada, aislada y desprestigiada, con un reformismo radical en muchos casos, que ya no podía contener el avance de las masas, y con una propuesta de salida a la crisis de carácter revolucionario que empezaba a crecer en vastos sectores del movimiento de masas, la única alternativa que le quedaba al sistema, era echar mano a su reserva de carácter estratégico que lo constituyen los cuerpos armados de los Estados capitalistas.
El plan político, económico, ideológico y militar
Solo ese sector era confiable y necesario para las burguesías y para el imperialismo de resolver a su favor y de forma estratégica, el conflicto de clases planteado. No se trataba solo de salvar al sistema. Se trataba de inaugurar una forma de explotación mucho más extrema, y para eso tenía necesariamente que domesticar al movimiento de masas en ascenso y movilización cada vez más radicalizada. La misión fundamental de las dictaduras militares era reformar y reforzar el Estado, cambiar el paradigma económico, y aplicar en forma estratégica, la nueva política económica que le reportara al capital, revertir su crisis sistémica.
Si hemos señalado su plan político de largo aliento, es necesario señalar sin duda su plan operativo. El primer objetivo de este plan era dar cuenta por la vía del exterminio, de las organizaciones revolucionarias y de sus cuadros más adelantados y radicalizados. Luego vendría el desarme de las organizaciones de masas y de vaciarlas de contenido teórico político, para después avanzar en su domesticación. Objetivo estratégico fueron los sindicatos.
Como podemos ver, estamos en presencia de una estrategia global que no deja elementos al azar y que incluye el desarrollo de un escenario de guerra donde no se deja ningún elemento sin emplear. Si esto es así, sería iluso pensar que esta estrategia terminaba una vez logrado solo los objetivos parciales. Hacia falta pensar en la adecuación táctica del futuro escenario y el diseño fue, el concepto de las democracias fuertes o protegidas.
La estabilidad relativa del nuevo diseño, descansaba no solo en la fortaleza orgánica- jurídica y de fuerza de los estados intervenidos, sino fundamentalmente en la participación y aceptación de las masas del nuevo sistema implementado.
En algunas partes bastaría con una camisa de fuerza desde el punto de vista político-jurídico, que mantuviera a raya a los sectores populares (como en el caso de chile), y en otros lugares la estabilidad del capitalismo, descansaría en la fortaleza de masas que conquistara el sistema. De esta forma, a la democracia formal burguesa, se le dio rango de conquista popular en contraposición a las dictaduras, y se conquistó a parte importante de la izquierda para que legitimara con su presencia, el nuevo modelo de dominación política, que hacia posible un clima de tranquilidad relativa propicio para hacer nuevos y buenos negocios.
La caída del bloque socialista, acción largamente preparada tanto interna, como externamente, logra el quiebre de paradigma para amplios sectores, sobre todo intelectuales y teóricos que provenían de las capas medias ilustradas y que son los primeros en desmarcarse y asumir en la práctica, el fin de la historia de la lucha de clases y asumir sin complejos las orientaciones enemigas. Estos sectores son los primeros que asumen la producción libresca y justificativa de la derrota y en tratar de despedazar la teoría revolucionaria.
La adecuación táctica de las democracias fuertes o protegidas, una vez acentuada la nueva fase de la crisis del capital, requería de un fuerte recambio en la administración del sistema, que le incorporara dinamismo y estabilidad al mismo en las nuevas condiciones en que se desarrollaba la explotación. Esta es otra variante contrainsurgente y forma parte de la estrategia global capitalista.
El éxito evidente del capitalismo, en tanto cumplir con su función de súper explotación, internacionalización del capital, propiedad de las empresas estratégicas, materias primas vitales y flexibilidad del mercado del trabajo, contrastaba con su desastroso balance social, que sin embargo, estaba contemplado a la hora del diseño de la estrategia de explotación y dominación en la nueva etapa de desarrollo del capital.
Queremos aclarar algo vital en cuanto a lo anterior. Los economistas hablan del fracaso del neoliberalismo para resolver los problemas sociales. Pues se equivocan. El capitalismo, no tiene por misión resolver estos problemas. Su única misión es obtener, asegurar y reproducir a mayor escala, el robo permanente de plusvalía al proletariado y demás sectores explotados. En esto el capitalismo, ya sea en su cara keynesiana, liberal, neoliberal, fascista, reformista, populista o nacional, cumple en forma exitosa sus objetivos durante un tiempo relativo, empleando cualquiera de sus variantes, o una combinación de varias de ellas, tanto en lo táctico como estratégico. De tal forma que si queremos medir al capitalismo por su eficacia en términos sociales, estamos trabajando sobre un supuesto negado, ya que es en forma y esencia, un sistema antisocial, anti humano y anti desarrollo.
Aclarado lo anterior, proponemos revisar en forma simple, cual es balance de la implementación de la nueva etapa capitalista en cualquiera de sus variantes en Latinoamérica.
Altos niveles de deuda externa. Totalmente funcional a la internacionalización del capital en alianza con sectores burgueses locales y con la facilitación de los estados.
Enormes cantidades de desempleados. Fundamental para lograr la rebaja sustancial en el precio de la fuerza de trabajo.
Flexibilidad laboral. Igualmente necesaria para cumplir con lo anterior.
Privatización de las empresas estratégicas. Fundamental para la inversión del capital internacional en asociación con los capitales más pequeños de las burguesías locales y así lograr la centralización y concentración del capital.
Desarrollo del endeudamiento interno. La huida del capital desde la producción a la especulación para protegerse frente a la invasión creciente de mercancías internacionales.
Desarrollo de la agroindustria. Fundamental es la eliminación casi completa del campesinado.
Masacre y exterminio de las organizaciones revolucionarios y de sus cuadros más adelantados. Ninguna medida de las anteriores hubiera sido posible de implementar sin realizar las tareas tareas criminales propias del capitalismo.
Con el exterminio se buscó (y se logró en gran medida), la desorganización de los sectores explotados y un claro retroceso teórico político, al eliminar casi todo lo acumulado en décadas de acumulación estratégica por la clase obrera y los sectores explotados de la ciudad y el campo.
Estabilización del sistema político burgués con nuevas reglas y elecciones periódicas. Una vez eliminado el peligro subversivo, la legitimación del sistema democrático burgués, es una pieza fundamental de la dominación, y para eso era necesario consolidar una oposición sistémica o lo que es lo mismo, una carta de recambio administrativo para contener el avance de las masas cuando este se produjera, mediante pequeñas reformas económicas y sociales, pero que sin embargo, conservara lo esencial del sistema de explotación y dominación capitalista.
La invención de la llamada “izquierda inteligente”, (sectores ligados abiertamente con la socialdemocracia intelectual europea) no era suficiente, ya que esta se asentaba fundamentalmente dentro de la intelectualidad y sin un discurso ni vinculo real con el movimiento de masas.
La carta de recambio en caso necesario, debía venir del mismo mundo social y político que había sido el nicho de la izquierda histórica, y tenía que asumir parte de su discurso, emblemas, reivindicaciones y aprovechar inclusive, la elaboración de pensadores revolucionarios fuera de contexto y desnaturalizada, que justificara el viraje de posiciones.
Si observamos con atención, nos daremos cuenta que la actual etapa política económica, forma parte de un plan global y extendido en el tiempo, que contempló distintas variantes y en función de ellas, desarrolló distintos instrumentos y planes específicos que le permitieran una flexibilidad táctica en medio del desarrollo de una estrategia rígida que no ofrece ninguna alternativa revolucionaria.
Este plan global supone por tanto, la puesta en práctica de determinadas variantes, que van desde las dictaduras militares, el plan cóndor, la vuelta a la democracia burguesa, la aparición de la izquierda capitalista, y hasta la emergencia de gobiernos “progresistas” en la región.
El hilo conductor de todo este proceso, lo podemos encontrar en la dinámica misma del capital como un fenómeno anárquico y convulso, que atraviesa etapas de relativa estabilidad dentro de sus convulsiones y que luego vuelve a entrar en crisis. Lo central para el capital, sigue siendo su ataque despiadado a la clase obrera en su empeño por elevar su tasa media de ganancia por medio de la extracción de mayor plusvalía. En esta lógica del capital, las diferentes variantes a emplear, estarán siempre determinadas por su capacidad para asegurar una elevación de su tasa de ganancia media que se logra fundamentalmente disminuyendo el valor de la fuerza de trabajo.
La capacidad del sistema para permitir una mayor distribución del excedente, estará condicionada a su vez por la fortaleza previa del mismo, o dicho de otro modo, por las ganancias extraordinarias obtenidas. Pero esta mayor distribución, siempre será dirigida para asegurar la continuidad del sistema, y nunca para efectivamente favorecer la fuerza de trabajo que es de donde obtiene realmente su ganancia o plusvalía el capital.
(Fuente:Argenpress).
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