DESCLASIFICACION DE DOCUMENTACION DE LA REPRESION ILEGAL DURANTE LA DICTADURA
Comienzan a revelarse secretos del Batallón de Inteligencia 601
Desde ayer la Justicia tiene una lista con los nombres de sus 4.300 agentes secretos.
Por: Daniel Santoro
Los secretos que aún quedan del tristemente célebre Batallón de Inteligencia 601 del Ejército comienzan a develarse. Desde ayer el juez federal Ariel Lijo tiene una lista con los verdaderos nombres de los 4.300 agentes que reportaban como PCI (personal civil de inteligencia) de esa unidad durante la dictadura entre 1976 y 1983.
Se la entregó el director del Archivo Nacional de la Memoria, Ramón Torres Molina, quien la obtuvo gracias al decreto 4/2010 de la presidenta Cristina Kirchner que desclasificó esa información. La lista incluye a 345 militares que se desempeñaron en esa repartición. Hasta ahora las verdaderas identidades de esos PCI estaban amparadas por las leyes de inteligencia.
Torres dijo a Clarín que "ahora el juez Lijo deberá determinar quiénes de esa lista era agentes secretos que cometieron delitos y quienes simples choferes o ascensoristas". Esos agentes se infiltraron en grupos guerrilleros, organismos de derechos humanos y torturaban y hacían desparecer personas. Se estima que sólo el 10 % eran agentes con identidad cambiada que apoyaban a militares como los ex jefes del 601 Pascual Guerrieri y Jorge Arias Duval (ver antecedentes), en las tareas sucias.
Hasta ahora los jueces que investigan la represión ilegal debían pedir uno a uno que se desclasifiquen esos nombres, ahora están todos en esa lista.
El 601 dependía de la jefatura II de la comandancia del Ejército y tenía destacamentos en todas las unidades que le reportaban directamente. Su tarea básica era hacer análisis de inteligencia, infiltrar, detener y torturar prisioneros y luego pasar la información a los grupos de tareas que tenían las zonas y subzonas en que el Ejército había dividido al país.
Por ejemplo, durante el último año del gobierno de Isabel Perón lograron infiltrar, a través de un PCI, al ERP y anticipar el ataque al batallón de Monte Chingolo y después hicieron lo mismo con la contraofensiva de los Montoneros para el Mundial del 78.
En la telaraña de la inteligencia del aparato represivo "tropa propia" de los PCI de la SIDE, el 601 o los servicios de inteligencia de la Armada o la Fuerza Aérea participan de algunas operaciones combinadas y cobraban sueldos, con seudónimos, en dos o más lugares a la vez. Un ejemplo de esta mezcla fue el ex suboficial de la Policía Federal, el "turco" Julián, uno de los condenados por el juez Lijo en un juicio en el 2007 por el secuestro y tortura de seis montoneros, que a excepción de uno, siguen desaparecidos.
Después, el 601 "exportó" su tecnología represiva a Honduras y Guatemala para entrenar a los contras nicaragüenses que, financiados por la CIA, peleaban contra los sandinistas. De allí salieron el coronel Osvaldo "balita" Ribeiro y otros enviados en el marco de la alianza entre Galtieri y Ronald Reagan para combatir al comunismo internacional, previa a la guerra de las Malvinas de 1982.
Cuando regresó la democracia en el 83, Alfonsín redujo drásticamente los miembros del 601 y muchos de los despedidos integraron las bandas de "mano de obra desocupada" que se dedicaban a secuestrar empresarios o integrar bandas de piratas del asfalto. El emblema de esos grupos fue la banda de Aníbal Gordón, un ex agente de la SIDE.
Con la reducción del gasto público de Menem, se obligó al Ejército a reducir aún más la cantidad de PCI del 601, que fue desarticulado y ahora el organismo de inteligencia exterior del arma se llama Central de Reunión de Inteligencia Militar (CRIM).
Con esa lista, el juez Lijo intentará descubrir si alguno de estos CPI participó de los delitos de lesa humanidad que investiga, además de la causa por contraofensiva montonera del 78.
No será una tarea fácil. Por orden del último jefe del Ejército de la dictadura, Cristino Nicolaides, se quemó toda la documentación relacionada con la represión, excepto estas listas porque sirven, por ejemplo, para pagar jubilaciones y pensiones.
El edificio de Callao y Viamonte donde funcionó el 601 -un ícono de la represión semejante a la ESMA- fue vendido a una compañía hotelera y aguarda la pica para ser remodelado mientras la Justicia busca reconstruir la verdad de esos años de horror.
LA HISTORIA DE LOS SERVICIOS DE INTELIGENCIA
De Astiz a Guglielminetti, los "servis" imprimieron el terror
Por: Gerardo Young
Podían esconderse en sonrisas luminosas, como ese rubio que conquistó el corazón de las Madres de Plaza de Mayo con el nombre de Gustavo Niño, aunque su identidad real era Alfredo Astiz. O podían ser directamente una sombra, tipos de civil que bajaban de los Falcon y, derribando puertas y vidas, siempre de noche, entraban en las casas de los que pensaban distinto para luego quemarlos sobre una cama elástica.
Los cuadro de Inteligencia de las fuerzas Armadas fueron la estrella negra de la represión durante la dictadura que gobernó al país entre 1976 y 1983. No sólo porque en ellos se representaba la clave del poder -el terror, la ilegalidad como método- sino también porque fueron de una efectividad implacable. Ya lo eran antes, en 1975, cuando anticiparon con una masacre el atentado del ERP contra el cuartel de Monte Chingolo; y hasta el final, como cuando eliminaron con la precisión de un bisturí a los Montoneros que, en 1979, intentaron la aventura suicida del Operativo Retorno.
La organización de Inteligencia era desproporcionada. Más de 2.000 empleados permanentes sólo en el Batallón 601 del Ejército. Otros tantos en la Marina y la Armada, además de cientos que operaban en el exterior persiguiendo a los exiliados, y los cerca de mil que habitaban la SIDE, todavía una hermana menor del espionaje, dedicada a coordinar cacerías con los servicios vecinos en el contexto del Plan Condor.
Lo que la historia no podrá ocultar es que fueron letales. En la sede del correo oficial revisaban las cartas de cuanto nombre les sonara raro, tenían agentes infiltrados en la mayoría de las organizaciones guerrilleras, en los centros de estudiantes, en los medios de comunicación, en los sindicatos -donde compraban delaciones- y en todos los estamentos del Estado. Con el retorno democrático, muchos de ellos se reciclaron en legajos limpiados en homenaje al secreto de Estado. Algunos se hicieron carapintadas; muchos se ocuparon de hincarle las rodillas al gobierno de Alfonsín que amenazaba con los juicios contra la represión. Eran tiempos en los que los "servis" eran noticia diaria y nunca por buenos modales. Un ícono fue Raúl Guglielminetti, vuelto definitivamente al delito común.
A 26 años del fin de la dictadura, los militares siguen teniendo equipos de Inteligencia, que insumen al año 315 millones de pesos. Hay que suponer que lo gastan bien.
Fuentedeorigen:Clarin
Fuente:Rdendh
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