18 de marzo de 2010

O L G A.

Foto:Radiotiempo
Por Luis Zamora
Olga Márquez De Aredez (Madre de Plaza de Mayo - Jujuy)
Una mujer símbolo de la lucha contra la impunidad de la dictadura y la explotación empresaria
Hoy, 17 de marzo, se cumple un año de la muerte de Olga (1). Olga, la joven odontóloga que marchó desde Tucumán, con su marido, Luis Aredez, médico, en busca de lugares donde podían sentirse útiles y concretar sus sueños. Eligieron Libertador, en Jujuy, el lugar con la tasa de mortalidad infantil más alta del país. También el lugar del ingenio Ledesma, el más grande de Sudamérica. El de los Blaquier.
Luis tomó contacto con los trabajadores del ingenio y empezó a interesarse por sus condiciones de vida y de trabajo. Al tiempo fue despedido. Se fueron a Tilcara pero a los pocos años volvieron a luchar. Luis y Olga ya habían marcado su camino: enfrentar la explotación de los Blaquier. Los dueños de Libertador, uno de los dueños de la provincia de Jujuy, entre los grandes explotadores de la Argentina toda.
Luis se transformó en el médico de los trabajadores golondrina y de los obreros del Ingenio. Quisieron volver a echarlo pero los trabajadores lo empujaron a candidatearse a intendente del pueblo. Se presentó en 1973 y ganó. Ya habían nacido Olga, Adriana, Ricardo y Luis.
La poderosa patronal acostumbrada a los políticos dóciles y serviles no pudo creer que el nuevo intendente le reclamara, entre otras medidas, el pago de impuestos que nunca abonaba.
Eran tiempos de luchas crecientes en todo el país. Los tiempos abiertos por el “Cordobazo”. Quienes vivieron esos momentos en Libertador recuerdan que en la intendencia siempre había lugar para encuentros de luchadores y delegados obreros de todas las corrientes.
Vino el golpe. Aredez fue detenido y luego liberado. Una noche de julio de 1976 en Libertador se cortó la luz. El pueblo quedó a oscuras. Ejército y policía, contando con toda la infraestructura del Ingenio que incluía camionetas con leyendas del Ledesma, recorrieron Libertador y Calilegua. Iban y venían los diez km. que separan ambas localidades, secuestrando por aquí y por allá. Más de cuatrocientas personas son detenidas en las sombras. Fueron llevados a campos de concentración. Con el tiempo van recuperando la libertad pero más de cuarenta siguieron secuestrados y están desaparecidos hasta hoy. Luis Aredez entre ellos. La Noche del Apagón como se la conoce hoy.
Olga saca fuerza de donde no tiene. Son los tiempos negros de la dictadura. Los de la pesadilla militar. En la Plaza de Mayo un grupo de mujeres se encontraban los jueves y caminando alrededor reclamaban por los desaparecidos y denunciaban el Terror de Estado. Los jueves en la Plaza. Allí estábamos con Mimi.
Siguiendo ese ejemplo de dignidad y valentía Olga empieza a hacerlo en Libertador. Pero allá está sola. Y jueves tras jueves continúa haciéndolo. Con su cartel y su pañuelo blanco. Aislada, camina en soledad.
La conocí en esos años duros. Un jueves marchando en la Plaza y luego en el CELS, aquel pequeño pero potente CELS de los primeros tiempos, adonde vino para ver si podíamos respaldarla en su lucha en Libertador. Vino con algunos de sus hijos. Nos comentó que caminaba sola. ¿Y la gente? “Y, está aterrorizada o mira para otro lado”. “El único que me habla, agregó sonriente, es el que cuida la plaza, siempre hablo con él”.
Allí conocí a Olga, descubrí su coraje, conocí su sonrisa.
Pasaron los años y la dictadura. Vino la lucha contra la impunidad. La que sigue hasta hoy.
Muchas veces me encontré con Olga. Acá en Buenos Aires en tantas marchas, en algún juicio contra represores o en un encuentro en algún organismo de DD.HH.. Con su entusiasmo contagioso, su sonrisa tan querible.
O allá en Libertador, el pueblo al que fui muchas veces en la época del MAS, en la década de los ochenta y luego en los noventa. A apoyar huelgas en el Ingenio, a reuniones con delegados o con trabajadores de la zafra. Al Sindicato de Papeleros ganado por listas de oposición a la burocracia. A actos partidarios.
Los actos en Libertador de partidos como el MAS se hacen en la calle. Al atardecer cuando en el Ingenio se quema el bagazo de caña y todo el pueblo se inunda de un olor como de dulce muy denso, un grupo muy pequeño se acerca al acto. El resto concurre pero se queda en las sombras y espera la noche. El ojo del Ingenio llega a todos lados… Pero a su manera, la dignidad popular, también. Entre las plantas, enredaderas y los árboles emociona ver como centenares de personas resisten y trampean la mirada vigilante.
Allí también me encontré alguna vez con Olga, en su pueblo. Siempre luchando, siempre ejecutiva. Pero más acompañada. Ya habían salido las leyes de impunidad de Alfonsín, luego vendrían los indultos menemistas. Pero el empuje de Olga no aflojaba y ya estimulaba a otros allí.
Todos los años, en Julio, cuando se cumplía un nuevo aniversario de la “Noche del Apagón” Olga organizaba la marcha desde Calilegua a Libertador. Diez km. caminando de un pueblo a otro. Marchas ruidosas. Alegres. Como la revolución, diría “Tato” Pavlovsky.
Una jornada que empezaba a la mañana y culminaba al atardecer con la marcha. Las marchas de Olga. Cada vez más concurridas. Entre los luchadores a los que esperaba allá, siempre tuvo el gesto cariñoso de insistirme en que viajara. “Mirá que el que viene se liga locro y empanadas”. Por una cosa o por otra, en esa fecha, nunca pude estar.
En los primeros meses del 2004 voy a una marcha de comunidades salteñas por el centro de Buenos Aires. Al pasar el Obelisco toman por Diagonal Norte y se detienen. Comienzan a danzar al compás de músicas tradicionales. De pronto veo a una mujer que baila con una sensación de disfrute inolvidable. Me acerco y era Olga. La abrazo con cariño. Lucha, música, baile. Su sonrisa de siempre y una sensación de libertad envidiable.
Me lleva a un costado y, agitada, me cuenta que está enferma, que tendría que cuidarse. Pero vuelve a danzar. “Si me ven mis hijos me matan”.
“En Julio tenés que venir”, me conmina. “Mirá que no sé si voy a estar en otra”. “Siempre hacemos el locro para esa fecha”, me recuerda.
En julio estoy en Libertador. Cuando llego a su casa a la mañana, Ricardo me manda a buscarla por las escuelas donde la semilla de Olga ya había producido frutos. Del silencio de antaño, impuesto por el Ingenio, a clases donde los docentes y los chicos hablaban de la represión del 76 y de la “Noche del Apagón”.
Y también de la contaminación del Ingenio. Ella tenía cáncer, agravado por la bagazoosis que produce la caña que quema el ingenio. Contaminación que sufre parte de la población de Libertador y especialmente los trabajadores zafreros. También logró que en esa fecha todas las familias en las escuelas debatieran sobre esos temas.
Llego a una de ellas y arriba de un escenario estaba el coraje y la dulzura de Olga hablándole a los chicos y padres de Libertador. Cuando me descubre me invita a subir, me presenta “como un joven abogado que luchó junto a ella durante la dictadura” y tengo el privilegio de compartir con ella la charla con la comunidad.
Su casa siempre era una fiesta para esa fecha y ese día volvió a serlo.. Por supuesto había locro y empanadas exquisitas. Viejos luchadores y jóvenes se mezclan. Cada uno se ubica donde puede. Entre ellos el “Perro” Santillán que suele estar todos los años. También Mirta, también Madre de la Plaza, también entrañable de tantos años y tantas luchas. Jóvenes de HIJOS. Todos preparando y preparándose para la marcha.
Como todos los Julios, Olga y los que marchamos denunciamos la represión de la dictadura y la complicidad del ingenio Ledesma. La complicidad de los Blaquier con la represión y con la impunidad de los gobiernos que siguieron. Y la contaminación porque el ingenio más grande de América Latina sigue contaminando hasta hoy con total impunidad. Sigue enfermando y matando.
“Además de matar, nos contaminan”, comenta Olga durante la marcha. Miles y miles y miles caminan y gritan alrededor.
Me cuenta sobre la acción judicial que está preparando contra la empresa por los graves daños que causa en la salud. Por la bagazoosis.
Cada tanto se hace una parada y un pequeño acto. “Mirá que en el último quiero que hables”, me advierte. Me escabullo con la excusa de que para el último acto ya no voy a estar. Se pierde entre la gente que marcha. Desde lejos la vuelvo a ver arriba de un escenario hablando en el cierre. Me parece que está danzando como aquella vez en el Obelisco. O me la imagino hoy así.
Olga partió en marzo del 2005. Hace un año. Libertador era conocido como el feudo de los Blaquier. O por el olor dulzón de la caña que al quemarse en el Ledesma inunda todo el pueblo.
Desde Olga Aredez empezó a conocerse, por muchos, como el pueblo de la lucha de Olga, la que se vincula con la de los zafreros y los obreros del ingenio.
Treinta años del golpe genocida. Treinta años de lucha contra la impunidad. Olga Aredez es uno de los símbolos de ese combate por hacer justicia.
La lucha de Olga, de las Madres, de tantos, la de “los derechos humanos”, la que llevamos dentro, en las entrañas. La lucha de Olga. Sus “Marchas de los Apagones”. Su calidez y dulzura. La de Olga.
Nota:1) Este 17 de marzo se cumple un nuevo aniversario de la muerte de Olga. Un año después de que partiera escribí esta nota en su recuerdo. Como creo que mantiene vigencia la difundo. Luis Zamora
Fuente:Argenpress

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