16 de abril de 2010

PARAGUAY.

El segundo aniversario de la victoria electoral de la Alianza Patriótica para el Cambio, que llevó a Fernando Lugo a la Presidencia de Paraguay, es celebrado esta semana en todo el país con diversas actividades, que culminarán el próximo martes 20 en Asunción, con una pujante concentración en la explanada del Congreso, según sus organizadores.
A 20 meses de asumir el ex Obispo, el 15 de agosto del 2008, en medio de un clima de general optimismo y de esperanza y alegría popular, el balance de la gestión del Ejecutivo tiene enormes claroscuros, producto de la aplicación muy reducida del programa de seis puntos que presentó la APC en la campaña electoral, siendo el flanco más débil el que atañe a las políticas sociales, como el combate a la miseria y la ausencia de la prometida reforma agraria.
En el plano positivo, en términos democráticos, hay que anotar como primera conquista, y de valor trascendente, la derrota del Partido Colorado que mantuvo sometido el país a los antojos de su corrupta cúpula dirigente desde mediados de la década del cuarenta del siglo pasado, siete décadas de despilfarro, corrupción, angurria, cuando se inició la etapa de que “en un año, no deberá haber un solo colorado pobre”.
Otra conquista, que refleja una notable evolución de la conciencia cívica del pueblo paraguayo, es la formación del Frente Guasú, que aglutina al 90 por ciento de las fuerzas progresistas, con posibilidades de conquistar varios gobiernos municipales en las elecciones de noviembre próximo, con candidatos de consenso, lo cual representa un salto cualitativo enorme en el debate y confluencia de ideas en los sectores populares.
El proceso choca con las llagas de los cincuenta años de poder absoluto colorado y veinte de una transición democrática que se tradujo en una transacción politiquera y un grosero gatopardismo, período que le permitió a la derecha recuperar su pedestal, fisurado en 1989 con la caída del General Alfredo Strossner, jefe máximo de la gavilla, a quien desplazaron sus colaboradores más avarientos, que aprovecharon su deterioro y vejez para ocupar su puesto y privilegios.
En su año y medio, la nueva administración del país ha aportado beneficios a la población marginada como jamás había recibido, lo cual genera un estímulo innegable para la participación directa de las mayorías en los temas que más afectan a la sociedad, comprobándose en varios hechos que hay una mayor conciencia política en general, que posibilita la decantación de las fuerzas en pugna.
La prueba más contundente se dio este domingo pasado en la Convención Nacional del cogobernante Partido Liberal, cuando Federico Franco, Vicepresidente de la República y la cabeza de mayor prensa de la derecha golpista, fue abucheado por sus propios correligionarios en varias ocasiones, porque lo identifican con la coalición que más sabotea a Lugo, a quien la mayoría del pueblo sigue apoyando sin dejar de criticarle sus desaciertos, desprolijidades y el inmovilismo de algunos de sus ministerios.
La APC, cuyo electorado mayoritario es el liberal, para los sectores progresistas fue una coalición democrática con un programa definido, que debe encaminar el país por senderos de cambios políticos, económicos y culturales, plasmados en una transformación estructural, objetivo que nunca compartió una fracción influyente, aunque minoritaria, del Partido Liberal, la cual anuncia para este domingo 18 una contramarcha a la movilización central de la Plaza del Congreso, con Lugo como único orador.
Esa corriente está encabezada por el clan familiar de los Franco, por los Senadores Tito Saguier y Alfredo Jaegli, y por el exPresidente de Diputados Salym Buzarquis y sus adherentes, una minoría partidaria, con muchos recursos económicos, que pretendió utilizar la victoria electoral para tomar las riendas del Gobierno, subestimando desde su inicio a Lugo y a la propia participación popular.
Hay testimonios de la declaración de algunos de esos conspiradores en los primeros días del golpe, cuando se dijeron “ésta es la nuestra”, en el sentido nada patriótico de ocupar los puestos de decisión para el enriquecimiento personal y de la rosca que aparentaba apoyar la democratización, pero que ideológicamente nada se diferencia del estronismo.
Un alto porcentaje de la población está rechazando a esos grupos que no tienen inhibición para declararse partidarios de un juicio político a Lugo, con tal de propulsar al Vicepresidente.
Además, la gente, que está harta de la corrupción, del desempleo y de las penurias cotidianas, ha comenzado a valorar sus derechos cívicos y les reclama transparencia en su labor pública, y los condena por traicionar el acuerdo unitario que dio origen democrático a la APC, responsabilizándolos del boicot parlamentario sistemático del 90 por ciento de los proyectos de ley que presenta el Ejecutivo.
El Legislativo, en este momento, está mucho más activo en una militancia de oposición al proceso de cambios, aunque finja que es sólo contra la figura de Lugo, que el propio Poder Judicial, absolutamente indiferente para iniciar una investigación acerca de la ocupación ilegítima de unas ocho millones de hectáreas de tierra por latifundistas, y de la montaña de fortunas malhabidas, producto de las coimas de país-peaje de las cargas de drogas durante años, del contrabando y del tráfico ilegal de cuanta mercadería existe.
A esos bolsones desestabilizadores, la conducción política del proceso de cambios está respondiendo con un décimo del ritmo de marcha que debería imprimir pero, a pesar de ello, tras el decreto de salud gratuita, un millón y medio de paraguayos tienen atención en 300 unidades sanitarias en casi todo el país, a un promedio de cinco mil por cada centro.
Los funcionarios del Estado ya no necesitan humillarse pidiendo favores a los jerarcas, para ir o enviar un familiar a un hospital o centro de salud, ni los campesinos pobres dependen más de los caudillos de pañuelo colorado al cuello para alcanzar alguna limosna de servicio social.
Cerca de 800 mil personas, de 120 mil familias, gozan de una asistencia, sin discriminación partidaria, que es diez veces superior a la aportada por todos los gobiernos anteriores, y la seguridad social se ha incrementado en un 30 por ciento en este año y medio del gobierno de Lugo.
Esos avances obedecen al programa electoral de hace dos años, en cuya aplicación, que al inicio siempre parecía más fácil, destacaba una reforma agraria integral y la recuperación de la soberanía energética y territorial, agredida por Brasil con el apoderamiento, a precio irrisorio, del 45 por ciento del 50 que le pertenece a Paraguay, de la electricidad que produce la Represa binacional de Itaipú.
Grandes sojeros brasileños son los autores de la mayor parte de la deforestación que se produce en la región oriental, donde ocupan las mejores tierras, después de desalojar a la inmensa mayoría de pequeños y medianos labriegos paraguayos, con la complicidad gubernamental, incluso ahora, porque las autoridades permiten la impunidad.
A ese fenómeno de colonización hay que sumarle la inacción de la Administración Lugo para hacer avanzar el proyecto de reforma agraria, y el sabotaje sistemático de los sectores retardatarios, desde las bancadas parlamentarias, donde el Gobierno es absoluta minoría, del Poder Judicial y de los bloques empresariales más cerriles.
Fuente:Argenpress

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