En democracia, gatillo fácil, la modalidad más común de represión estatal
RIO NEGRO ON LINE
En nuestro país, entre 1983 y 2009 murieron 2950 personas a manos de integra
ntes de las fuerzas de seguridad. Cerca de la mitad de las víctimas tenían entre 15 y 25 años. En la región, suman más de 70 las muertes en episodios de este tipo.
Desde la restauración de la democracia en nuestro país, en 1983, hasta el año pasado, unas 2950 personas fueron asesinadas por las fuerzas represivas del estado. Del total, 41 casos corresponden a la provincia de Río Negro y 28, a la de Neuquén.
Así lo reveló un informe del Archivo de Casos de Personas Asesinadas por las Fuerzas de Seguridad del Estado que, desde 1996, realiza la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), en todo el país, y difundido por la organización Periodismo Social.
El relevamiento incluye todas las muertes que son resultado de la aplicación de una política represiva estatal y la utilización de los recursos del Estado.
En cantidad de casos por distrito, la provincia de Buenos Aires encabeza el listado con 1342 crímenes lo que representa el 47,49% del total. Segunda está Santa Fe con 299 (10,58%) y tercera Córdoba con 247 (8,74). En el décimo lugar, se ubica Río Negro con 41 casos (1,45%) y décimo tercera lo hace Neuquén con 28 (0,99%) entre 1983 y 2009.
Sin embargo, cuando se analiza la distribución de casos en proporción a la población de cada provincia, se desdibuja "la hegemonía de Buenos Aires": "dejando de lado su colosal supremacía poblacional, cae a un tercer lugar en el cálculo por millón de habitantes (97,06), detrás de Tierra del Fuego, con 148,40 y Santa Fe, con 99,64". En nuestra región, la diferencia entre Río Negro y Neuquén se mantiene: 74,16 casos y 59,05 respectivamente.
Los datos son reveladores y rompen con el mito de que "acá esas cosas no pasan". El gatillo fácil no es una herramienta exclusiva de la policía de Buenos Aires ni tampoco de un partido político en particular, concluye. Aunque no discrimina la modalidad de la represión según los distritos, junto con la tortura, son utilizados en todo el país, sobre todo en grandes conglomerados urbanos que concentran el mayor índice de pobreza y exclusión.
La modalidad gatillo fácil es la más común de los crímenes que involucran a las fuerzas de seguridad (51%). En su mayoría, están motivados por la "pinta"de la víctima (joven y pobre) o en circunstancias en las que son sospechados de haber cometido delitos o mientras huyen luego de un delito consumado.
Le siguen los asesinatos de personas privadas de su libertad (33%) en comisarías y cárceles que, en buena medida, se corresponden con la aplicación de tormentos que terminan en muerte.
Por último, se ubican los homicidios cometidos entre miembros de las fuerzas de seguridad y los de corte "privado" originados en discusiones familiares o laborales (9%), y los asesinatos en el marco de la protesta social, en marchas, movilizaciones y cortes de ruta (2%).
Para CORREPI, los jóvenes son el blanco favorito del gatillo fácil, ya que el 49,47% de las víctimas (unas 1398 personas) tenían entre 15 y 25 años. El 18,54% tenía entre 26 y 35 y el 2,97% eran menores de 14 años.
Por otra parte, si bien en los últimos años la cantidad de casos por año se mantiene no logra disminuirse de manera significativa. En el 2004 hubo 203 casos. Dos años más tarde subió a 213 y luego bajó levemente hasta ubicarse en 175 en 2009.
En este sentido, el estudio concluye que el gatillo fácil no se detiene con una purga, ni se puede atribuir a "desbordes individuales", a falta de formación en derechos humanos".
Llama la atención la cantidad de casos protagonizados por las "nuevas estructuras" que una y otra vez han sido reformadas, purgadas, descabezadas, capacitadas y sometidas a cursos.
La creciente cantidad de pibes muertos en todo el país, considera, es muestra de que la represión cotidiana es una política de estado que puede adoptar diferentes modalidades pero que se mantiene como forma de perpetuar y profundizar un sistema que desprecia la vida y que cada vez excluye a más personas.
Sobre Bariloche.- Laura Musa, de la Fundación Sur dedicada, a la promoción y defensa de los derechos de la infancia y la juventud en Argentina y América Latina, opinó sobre la situación que vive Bariloche, luego de la muerte de tres jóvenes, dos de ellos adolescentes, que se suman a la "lista negra de la democracia".
"Hubo un delito, grosero, hubo ajusticiamiento. Existió un crimen, por parte de una policía que no tiene límites en su accionar. Acá por ejemplo no se sabe qué fiscal intervino en lo que iba a ser supuestamente una detención. Lo importante a entender es que esto es una práctica sostenida de la Policía contra los chicos pobres, marginados, jóvenes. Actúan sin límites, hasta que ocurre un estallido como este. Los únicos límites los ponen los padres de clase media con sus hijos, que no lo permiten. No en casos como el de Bariloche".
Foto: Argentina, Río Negro - Efectivos de la Policía de la Provincia de Río Negro durante la represión en Bariloche. / Autor: Alejandra Bartoliche - INDYMEDIA
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En nuestro país, entre 1983 y 2009 murieron 2950 personas a manos de integra

Desde la restauración de la democracia en nuestro país, en 1983, hasta el año pasado, unas 2950 personas fueron asesinadas por las fuerzas represivas del estado. Del total, 41 casos corresponden a la provincia de Río Negro y 28, a la de Neuquén.
Así lo reveló un informe del Archivo de Casos de Personas Asesinadas por las Fuerzas de Seguridad del Estado que, desde 1996, realiza la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), en todo el país, y difundido por la organización Periodismo Social.
El relevamiento incluye todas las muertes que son resultado de la aplicación de una política represiva estatal y la utilización de los recursos del Estado.
En cantidad de casos por distrito, la provincia de Buenos Aires encabeza el listado con 1342 crímenes lo que representa el 47,49% del total. Segunda está Santa Fe con 299 (10,58%) y tercera Córdoba con 247 (8,74). En el décimo lugar, se ubica Río Negro con 41 casos (1,45%) y décimo tercera lo hace Neuquén con 28 (0,99%) entre 1983 y 2009.
Sin embargo, cuando se analiza la distribución de casos en proporción a la población de cada provincia, se desdibuja "la hegemonía de Buenos Aires": "dejando de lado su colosal supremacía poblacional, cae a un tercer lugar en el cálculo por millón de habitantes (97,06), detrás de Tierra del Fuego, con 148,40 y Santa Fe, con 99,64". En nuestra región, la diferencia entre Río Negro y Neuquén se mantiene: 74,16 casos y 59,05 respectivamente.
Los datos son reveladores y rompen con el mito de que "acá esas cosas no pasan". El gatillo fácil no es una herramienta exclusiva de la policía de Buenos Aires ni tampoco de un partido político en particular, concluye. Aunque no discrimina la modalidad de la represión según los distritos, junto con la tortura, son utilizados en todo el país, sobre todo en grandes conglomerados urbanos que concentran el mayor índice de pobreza y exclusión.
La modalidad gatillo fácil es la más común de los crímenes que involucran a las fuerzas de seguridad (51%). En su mayoría, están motivados por la "pinta"de la víctima (joven y pobre) o en circunstancias en las que son sospechados de haber cometido delitos o mientras huyen luego de un delito consumado.
Le siguen los asesinatos de personas privadas de su libertad (33%) en comisarías y cárceles que, en buena medida, se corresponden con la aplicación de tormentos que terminan en muerte.
Por último, se ubican los homicidios cometidos entre miembros de las fuerzas de seguridad y los de corte "privado" originados en discusiones familiares o laborales (9%), y los asesinatos en el marco de la protesta social, en marchas, movilizaciones y cortes de ruta (2%).
Para CORREPI, los jóvenes son el blanco favorito del gatillo fácil, ya que el 49,47% de las víctimas (unas 1398 personas) tenían entre 15 y 25 años. El 18,54% tenía entre 26 y 35 y el 2,97% eran menores de 14 años.
Por otra parte, si bien en los últimos años la cantidad de casos por año se mantiene no logra disminuirse de manera significativa. En el 2004 hubo 203 casos. Dos años más tarde subió a 213 y luego bajó levemente hasta ubicarse en 175 en 2009.
En este sentido, el estudio concluye que el gatillo fácil no se detiene con una purga, ni se puede atribuir a "desbordes individuales", a falta de formación en derechos humanos".
Llama la atención la cantidad de casos protagonizados por las "nuevas estructuras" que una y otra vez han sido reformadas, purgadas, descabezadas, capacitadas y sometidas a cursos.
La creciente cantidad de pibes muertos en todo el país, considera, es muestra de que la represión cotidiana es una política de estado que puede adoptar diferentes modalidades pero que se mantiene como forma de perpetuar y profundizar un sistema que desprecia la vida y que cada vez excluye a más personas.
Sobre Bariloche.- Laura Musa, de la Fundación Sur dedicada, a la promoción y defensa de los derechos de la infancia y la juventud en Argentina y América Latina, opinó sobre la situación que vive Bariloche, luego de la muerte de tres jóvenes, dos de ellos adolescentes, que se suman a la "lista negra de la democracia".
"Hubo un delito, grosero, hubo ajusticiamiento. Existió un crimen, por parte de una policía que no tiene límites en su accionar. Acá por ejemplo no se sabe qué fiscal intervino en lo que iba a ser supuestamente una detención. Lo importante a entender es que esto es una práctica sostenida de la Policía contra los chicos pobres, marginados, jóvenes. Actúan sin límites, hasta que ocurre un estallido como este. Los únicos límites los ponen los padres de clase media con sus hijos, que no lo permiten. No en casos como el de Bariloche".
Foto: Argentina, Río Negro - Efectivos de la Policía de la Provincia de Río Negro durante la represión en Bariloche. / Autor: Alejandra Bartoliche - INDYMEDIA
El juez procesó al policía por el asesinato de Bonefoi
RIO NEGRO ON LINE
Martín Lozada consideró que el cabo Colombil le disparó al joven quien "corría delante s
uyo" y "muy probablemente" estaba desarmado. "Se trata de un homicidio alevoso", aseguró.
El Juez Martín Lozada dispuso el procesamiento del cabo de la Policía de la Provincia de Río Negro por "homicidio doblemente calificado". El magistrado de Bariloche consideró que el policía le disparó al joven quien "corría delante suyo" y "muy probablemente" estaba desarmado por este motivo dictó la prisión preventiva del efectivo involucrado.
La autopsia reveló que le habría disparado a una distancia de entre 2 y 3 metros de distancia. El juez consideró que "se trata de un homicidio alevoso".
Según lo publicado en ANBariloche, Martín Lozada sostuvo que la prueba recolectada en la causa le permite tenerlo como presunto autor penalmente responsable del delito de homicidio calificado por alevosía y por haber abusado de sus funciones en el ejercicio de su cargo de empleado policial. La pena con la que se castiga dicho delito consiste en reclusión perpetua.
El juez Lozada puntualizó en el procesamiento que Colombil "disparó su arma de fuego en contra de la cabeza de su perseguido, a punto tal que el proyectil le impactó en la zona del cráneo, cuando ninguna circunstancia ameritaba que hiciere tal cosa".
En la resolución del magistrado cuestiona la "aparición con el correr de las horas de un arma de fuego a cuatro metros de distancia del lugar en el cual se produjera la caída del joven Bonefoi", ya que no es posible afirmar que fuera portada por el joven Bonefoi.
El propio Comisario Argentino Hermosa informó pocas horas después de lo sucedido que la única arma involucrada en el hecho era la del cabo, pero a la tarde aseguró que una segunda pistola era portada por Bonefoi.
Lozada explicó que hay que "tener en cuenta que dos de los compañeros del imputado, desplegados junto a él a fin de demorar a los jóvenes que corrían, manifestaron no haber escuchado más que la detonación de una sola arma de fuego. Es decir, la correspondiente al prevenido Colombil".
Foto: Argentina, Río Negro, Justicia - Juez Martín Lozada. / Autor: RIO NEGRO ON LINE
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Martín Lozada consideró que el cabo Colombil le disparó al joven quien "corría delante s

El Juez Martín Lozada dispuso el procesamiento del cabo de la Policía de la Provincia de Río Negro por "homicidio doblemente calificado". El magistrado de Bariloche consideró que el policía le disparó al joven quien "corría delante suyo" y "muy probablemente" estaba desarmado por este motivo dictó la prisión preventiva del efectivo involucrado.
La autopsia reveló que le habría disparado a una distancia de entre 2 y 3 metros de distancia. El juez consideró que "se trata de un homicidio alevoso".
Según lo publicado en ANBariloche, Martín Lozada sostuvo que la prueba recolectada en la causa le permite tenerlo como presunto autor penalmente responsable del delito de homicidio calificado por alevosía y por haber abusado de sus funciones en el ejercicio de su cargo de empleado policial. La pena con la que se castiga dicho delito consiste en reclusión perpetua.
El juez Lozada puntualizó en el procesamiento que Colombil "disparó su arma de fuego en contra de la cabeza de su perseguido, a punto tal que el proyectil le impactó en la zona del cráneo, cuando ninguna circunstancia ameritaba que hiciere tal cosa".
En la resolución del magistrado cuestiona la "aparición con el correr de las horas de un arma de fuego a cuatro metros de distancia del lugar en el cual se produjera la caída del joven Bonefoi", ya que no es posible afirmar que fuera portada por el joven Bonefoi.
El propio Comisario Argentino Hermosa informó pocas horas después de lo sucedido que la única arma involucrada en el hecho era la del cabo, pero a la tarde aseguró que una segunda pistola era portada por Bonefoi.
Lozada explicó que hay que "tener en cuenta que dos de los compañeros del imputado, desplegados junto a él a fin de demorar a los jóvenes que corrían, manifestaron no haber escuchado más que la detonación de una sola arma de fuego. Es decir, la correspondiente al prevenido Colombil".
Foto: Argentina, Río Negro, Justicia - Juez Martín Lozada. / Autor: RIO NEGRO ON LINE
Postal rota
Por Claudia Rafael (APE)
La imagen fotográfica de la Bariloche feliz y distendida que se ofrece al mundo parece haberse roto en trizas en apenas un instante. Como si un piedrazo feroz hubiera atravesado el agua gélida del lago Nahuel Huapi. Un piedrazo que depositó los ojos en esos sitios a los que nadie ve, como si verdaderamente jamás hubieran existido.
Dos realidades contrapuestas (con) viven desde siempre. De un lado, la Bariloche sonriente, rica, poderosa, con veleidades de pequeño país europeo, que abre sus brazos a los turistas de todas partes que llegan a los hoteles de cuatro o cinco estrellas y toman por asalto cualquiera de las decenas de pistas de esquí que se abrieron -toda una ironía- esta semana. Del otro, la de su origen. La de la “gente de detrás de la montaña”. La que fatiga a diario entre las tierras más expuestas al frío y al viento y fue comprando sus lotes de a poco allá por las décadas del 50 ó del 60 u ocupándolos de pura osadía. Gente que tiene callecitas de tierra, que no tiene acceso al gas y se calefacciona como puede y con lo que puede. Gente que vive en casitas nacidas y forjadas en la precariedad, sin cloacas ni servicios.
Las tajantes fronteras impuestas entre una y otra hacen que no se miren a los ojos. La vegetación y los cerros llevan a que la gente del “bajo” ni siquiera sepa -o no quiera saber para evitar perturbaciones estériles- de la existencia de la “del alto”. Y “bajar” -eufemismo cruento- es una tarea nada fácil a la que los uniformes rápidamente ponen freno.
Bariloche no llegó por casualidad a la explosión de estos días. No por azar la nieve se tiñó de rojo y se exportó por estos días al mundo entero en filmaciones y fotografías. Que durarán en la memoria apenas la fugacidad de la molestia que generan las imágenes concebidas como espanto.
Basta mirar hacia atrás y descubrir la historia entera construida en el vasto camino de la inequidad. Desde los finales del siglo XIX en que la “Pacificación de la Araucanía” puso en marcha un sistema de expulsión de los pueblos de los orígenes. Que concebían a la tierra como pertenencia colectiva y, como tal, había que amarla y respetarla. Hombres y tierra eran un todo al que sólo la pertinacia de las políticas de conquista, crueles y despiadadas, pudieron romper. Y no se puede ignorar en la construcción posterior de la identidad que los primeros habitantes de esos territorios fueron integrantes de las fuerzas militares. Como tampoco se puede ignorar que hacia mediados de la década del 90, cuando el SS Erich Priebke fue extraditado -después de cuatro décadas de vivir en Bariloche- la ciudad marchó en su defensa.
Dos identidades. Dos universos encontrados que jamás hallarán un sendero de cercanías. ¿Acaso pueden convivir la cuatro por cuatro con la desocupación y el despojo?
Bariloche dejó por algunos días de ser la postal perfecta. Diego Bonefoi, de 15 años; Sergio Cárdenas, de 28 y Nicolás Carrasco, de 17 irrumpieron en esa postal. Con sus vidas jóvenes y su futuro abruptamente interrumpido por la violencia policial. Vivían en el Alto.
Bariloche no es una sino dos.
Sandro Bonefoi, papá de Diego, dijo “estoy muy triste, no tendrían que haber hecho lo que hicieron. Mataron a mi pibe y luego a dos más, le pedimos al Intendente y a la Presidenta, que es la madrina de uno de mis hijos, que por favor saquen a la comisaría 28 de acá”. Y también que “quiero un Bariloche sin exclusión y con justicia social”.
“Policías sí, chorros no” fue la respuesta hecha grito de más de 2000 barilochenses que marcharon golpeando cacerolas.
Las pistas de esquí ya se abrieron. El rojo de la violencia preservó a los cerros de la fotografía de la nieve manchada. Entre las callecitas de El Alto sopla un viento fuerte que se filtra entre los chaperíos de las casas o traspasa los vidrios delgados de la ventana. Los pibes corretean apostándole un golpe de suerte a la vida mientras patean una pelota con el número 10 en la espalda. Alguno de ellos sueña que un día “bajará” de verdad. Tal vez no sabe que hasta que ese sueño no sea de todos no habrá más que una quimera.
Por Claudia Rafael (APE)
La imagen fotográfica de la Bariloche feliz y distendida que se ofrece al mundo parece haberse roto en trizas en apenas un instante. Como si un piedrazo feroz hubiera atravesado el agua gélida del lago Nahuel Huapi. Un piedrazo que depositó los ojos en esos sitios a los que nadie ve, como si verdaderamente jamás hubieran existido.
Dos realidades contrapuestas (con) viven desde siempre. De un lado, la Bariloche sonriente, rica, poderosa, con veleidades de pequeño país europeo, que abre sus brazos a los turistas de todas partes que llegan a los hoteles de cuatro o cinco estrellas y toman por asalto cualquiera de las decenas de pistas de esquí que se abrieron -toda una ironía- esta semana. Del otro, la de su origen. La de la “gente de detrás de la montaña”. La que fatiga a diario entre las tierras más expuestas al frío y al viento y fue comprando sus lotes de a poco allá por las décadas del 50 ó del 60 u ocupándolos de pura osadía. Gente que tiene callecitas de tierra, que no tiene acceso al gas y se calefacciona como puede y con lo que puede. Gente que vive en casitas nacidas y forjadas en la precariedad, sin cloacas ni servicios.
Las tajantes fronteras impuestas entre una y otra hacen que no se miren a los ojos. La vegetación y los cerros llevan a que la gente del “bajo” ni siquiera sepa -o no quiera saber para evitar perturbaciones estériles- de la existencia de la “del alto”. Y “bajar” -eufemismo cruento- es una tarea nada fácil a la que los uniformes rápidamente ponen freno.
Bariloche no llegó por casualidad a la explosión de estos días. No por azar la nieve se tiñó de rojo y se exportó por estos días al mundo entero en filmaciones y fotografías. Que durarán en la memoria apenas la fugacidad de la molestia que generan las imágenes concebidas como espanto.
Basta mirar hacia atrás y descubrir la historia entera construida en el vasto camino de la inequidad. Desde los finales del siglo XIX en que la “Pacificación de la Araucanía” puso en marcha un sistema de expulsión de los pueblos de los orígenes. Que concebían a la tierra como pertenencia colectiva y, como tal, había que amarla y respetarla. Hombres y tierra eran un todo al que sólo la pertinacia de las políticas de conquista, crueles y despiadadas, pudieron romper. Y no se puede ignorar en la construcción posterior de la identidad que los primeros habitantes de esos territorios fueron integrantes de las fuerzas militares. Como tampoco se puede ignorar que hacia mediados de la década del 90, cuando el SS Erich Priebke fue extraditado -después de cuatro décadas de vivir en Bariloche- la ciudad marchó en su defensa.
Dos identidades. Dos universos encontrados que jamás hallarán un sendero de cercanías. ¿Acaso pueden convivir la cuatro por cuatro con la desocupación y el despojo?
Bariloche dejó por algunos días de ser la postal perfecta. Diego Bonefoi, de 15 años; Sergio Cárdenas, de 28 y Nicolás Carrasco, de 17 irrumpieron en esa postal. Con sus vidas jóvenes y su futuro abruptamente interrumpido por la violencia policial. Vivían en el Alto.
Bariloche no es una sino dos.
Sandro Bonefoi, papá de Diego, dijo “estoy muy triste, no tendrían que haber hecho lo que hicieron. Mataron a mi pibe y luego a dos más, le pedimos al Intendente y a la Presidenta, que es la madrina de uno de mis hijos, que por favor saquen a la comisaría 28 de acá”. Y también que “quiero un Bariloche sin exclusión y con justicia social”.
“Policías sí, chorros no” fue la respuesta hecha grito de más de 2000 barilochenses que marcharon golpeando cacerolas.
Las pistas de esquí ya se abrieron. El rojo de la violencia preservó a los cerros de la fotografía de la nieve manchada. Entre las callecitas de El Alto sopla un viento fuerte que se filtra entre los chaperíos de las casas o traspasa los vidrios delgados de la ventana. Los pibes corretean apostándole un golpe de suerte a la vida mientras patean una pelota con el número 10 en la espalda. Alguno de ellos sueña que un día “bajará” de verdad. Tal vez no sabe que hasta que ese sueño no sea de todos no habrá más que una quimera.
Fuente:Argenpress
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