24 de agosto de 2010

CHACO: CAUSA CABALLERO-DÍA 22.

Causa Caballero. Juicio oral-Día 22
“¡Escupí el demonio!”
Es lo que le gritaba José María Cardozo a Miguel Ángel Molfino mientras era torturado. Durante dos horas, el escritor, periodista y publicista recordó sus días en el infierno. Mínimos testimonios correntinos.
Miguel Angel Molfino.(Dibujo de Julián Matta).
Si bien este lunes la audiencia debate por la Causa Caballero fue tranquila y ágil, se puede decir que fue extraña: juntó a un bicho de ciudad del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), periodista, publicista, escritor; con campesinos correntinos de Ligas Agrarias que continúan ligados al campo en Bella Vista y Goya.
Abrió el fuego Miguel Ángel Molfino, que viene de presentar su último libro Monstruos Perfectos. A su izquierda, en diagonal, toda la familia Molfino en pleno, hasta el “más pequeño”: Martín Amarilla Molfino, el nieto recuperado Nº 98, hijo de los desaparecidos Gustavo Amarilla y Marcela Molfino.
En otra hilera de sillas, estaba la ‘correntinada’ – que espera ansiosa el inicio del juicio por crímenes de lesa humanidad en Goya. Llenó un sector de la sala de audiencias para venir a apoyar a los testigos: Adolfo y Juan Pedro Coronel, Mario Pezzelato y Víctor Hugo Arroyo.
Familia.
Refugiado detrás de los anteojos y estrujando un papel - tipo ayuda memoria que nunca leyó - Molfino comenzó jurando por “los compañeros muertos y desaparecidos”, con su brazo derecho extendido hacia abajo, como apoyando su mano en una imaginaria ¿Biblia? ¿Constitución? o tal vez sobre ¿la memoria colectiva?
Ante la pregunta de rigor si conoce a los imputados, respondió: “Sí, como torturadores”. Y antes de comenzar su relato individual, hizo una breve reseña de la tragedia familiar: “La familia Molfino fue especialmente masacrada”, dijo.
Su madre fue asesinada en España en el marco del Plan Cóndor. Su hermana y cuñado (Marcela y Gustavo, padres de Martín, que los lleva impresos en su remera) continúan desaparecidos. Sus otros hermanos y cuñados estuvieron presos y/o se vieron forzados al exilio. Perseguidos por doble vía: la militancia en el ERP y la vinculación con la JP Regional 4ª, Montoneros.
Familia, y él mismo, que conocieron la delación de personas supuestamente conocidas, amigas o, incluso, un novio: Julio César Marturet (que perdió su cargo como funcionario público en Misiones al descubrirse este año que fue personal de Inteligencia del Batallón 601).
Detención.
A Miguel Ángel lo detienen el 23 de mayo de 1979, tomando un café con el arquitecto Eduardo Buticce, en un bar cerca de Congreso. “No entiendo, si estábamos tomando un café con Blancanieves y te metían en cana, hasta Blanclanieves iba en cana”, ironizó, sin que haga falta aclaración alguna.Tenía orden de captura desde hacía cuatro años, cuando dejó Resistencia porque lo había amenazado la Triple A, que le voló el auto. Prueba suficiente de que debía emigrar. Así Molfino terminó en Buenos Aires, donde fue arrestado y llevado a la Comisaría 3ª: “Me alojaron en el sótano, que ya era la 7ª, creo, un centro clandestino de detención, pero no es esta causa”.
Allí, entre otras cosas, le practicaron el “submarino”, hundiéndole la cabeza en un “tacho con mierda y meada”, contó. Y lo encierran en un calabozo, con una leyenda escrita con sangre: “Mañana voy a estar en el cielo”.
En avión de línea, esposado y con dos custodios, lo traen a Resistencia. Lo alojan en la alcaidía policial, en un calabozo donde “veo escrito 'Ale', con letra de mi hermana”. Trata de nombrar abogado a “Peco” Tissembaun, pero por los aprietes termina con Soria Ojeda como defensor.

La (in)Justicia.
Ya ante la Justicia Federal, “veo al bufón judicial (Domingo) Rescka. Cuando me entrevisto con (el ex fiscal Carlos) Flores Leyes, asoma el cuerpo (el también ex fiscal Roberto) Mazzoni y le dice: a éste hay que darle con todo, mientras Flores Leyes guardaba en el cajón una pistola que dejó sobre su escritorio”.
A ambos los conocía de un lustro atrás, cuando realizaba denuncias contra la Patota de la Brigada de Investigaciones. Y Flores Leyes, le anticipó el infierno que le esperaba: “Otras veces te salvaste, ahora te van a hacer papillas”.
A pesar de ese escenario, consigue la libertad. Lo iban a largar a la medianoche, lo que no era una buena noticia. La orden queda interrumpida, porque Molfino pasa a disposición del Área Militar 233, con destino la Brigada de Investigaciones. Soria Ojeda, su abogado le dice: “Si (el comisario Carlos) Thomas te mortifica, haceme llamar”. “Qué les iba a decir mientras me torturaban: llamá a mi abogado. Me iban a dar más”, recordó.
Y así, llegó a la temida Brigada, sobre calle Juan B. Justo, donde lo esperaban sus ya conocidos, entre ellos el imputado Gabino Manader “que era la encarnación del mal”, describió Molfino”.
Molfino ya los conocía, porque antes, entre 1973 y 1974, era corresponsal en Resistencia del diario de izquierda El Mundo, con oficinas sobre Juan B. Justo, a dos cuadras de la Brigada. Ya entonces, lo iban a buscar por averiguación de antecedentes y le aplicaban golpes en el torso, pero nada como lo que iba a venir después.
El infierno.
A pesar de las dificultades para escucharlo, por problemas de sonido en la audiencia - también hubo problemas con el audio de los abogados -, Molfino contó así su llegada a la Brigada: “Si hay un infierno, ésta era la entrada”. Y su entrada, no fue con chamamé de José Marín, alias “Cabo Sotelo”, sino al ritmo de Zorba, el griego.
Lo primero que escuchó fue “el grito de alegría animal” de Thomas, el fallecido mandamás de la Patota. “Acá está Molfino”, gritaba Manader. “¿Por qué tiembla este hombre?”, preguntó con sorna.
“La tortura era un frenesí sin preguntar nada”, graficó Miguel Ángel. “Ya la organización (ERP) estaba diezmada, no existía. Pero, “querían destrozarme. Había una perversión por golpearme. Y no entiendo esa obsesión de picanear en los genitales y en el ano”.
Por suerte, para no terminar en el infierno, tenía el exorcismo de la propia policía: “(José María) Cardozo me decía escupí el demonio”. Lo obligaban a rezar. Éste policía, “usaba un perfume barato que era un asco. Y el olor horrible, traía hombre horribles”, señaló Molfino, que para ese entonces había agudizado la capacidad olfativa y auditiva, hasta que “Manader, de un telefonazo, me rompió un tímpano”.
Sin perder su dignidad, masticando cada palabra, recordó la conversación de dos carceleros: “Los subversivos son todos putos”. Acto seguido, “me metieron un palo por el culo”. Tuvo una hemorragia y tras ser revisado por el doctor Vidal González, lo tuvieron que internar en el Hospital Perrando, donde lo atendió el médico Schamber, que viendo los magullones, preguntó qué había ocurrido: “Son marcas de nacimiento”, contestó Molfino, que a pesar de todo no había perdido su ironía. Más tarde, se enteraría que en la morgue del Perrando estaba el cuerpo de Carlos Picolli, dirigente de Ligas Agrarias de Sáenz Peña.
A pesar de que el médico no le quiso dar el alta, se lo llevaron a la Brigada. “Me pegaban y me desmayaba, ya no podía más. A esa altura, tenía ganas de morirme, ya no caminaba, me arrastraba”, confesó.
No te registro.
Primero, lo trasladan a la alcaidía policial. Luego, a la U7. “Meaba sangre y pido médico. Me llevan ante el doctor Schanton, un viejo conocido de la familia. Lo saludo y me dice a 2 metros, con las manos atrás. Le cuento lo de la tortura en la Brigada y que meaba sangre. A lo que me contesta: Molfino, no te estarás haciendo mucho la paja vos, me da una Dipirona y nada más”.
No fue la única traición que sintió Miguel Ángel, también recordó a “Luis Alberto Dib, que hizo del bueno durante un interrogatorio, preguntándome sobre mis compañeros de secundaria. "¿Ves?, vos nunca me quisiste, por eso no te acordás de mí”, me contestó. Y después me siguieron torturando”.
Luego, médicos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) constataron las heridas, entre ellos el doctor Castro, otro amigo de la familia Molfino.
No se aclimató a la U7 que lo volvieron a la Brigada. Esta vez lo encerraron en un calabozo, junto al de Luisa Rodríguez, viuda de Carlos Caires, víctima de la Masacre de Margarita Belén.
Miguel Ángel escucha cómo Luisa los putea. “Hijos de puta, vayan a coger a su casa”, les grita desde su celda. De inmediato, Carlos Silva Longhi le pone un cuchillo en el escroto y lo amenaza con castrarlo si no se callaba. Le pone algodón en los oídos y se retira.
En la Brigada, también vio a Eraldo Olivera, Emilio Zárate - “que pegaba y se escondía como un ratoncito” -, Yedro, Wenceslado Ceniquel - jefe de policía -.
Tras las penurias, lo someten a un Consejo de Guerra y su propio abogado defensor le recomienda - inexplicablemente - que se declare culpable en al menos tres delitos o por el crimen de Víctor Sánchez, para salir libre.
Informe: Marcos Salomon





Causa Caballero
Corrientes te va a ayudar: los que vieron al matrimonio Morel
Los hermanos Adolfo y Juan Pedro Coronel, oriundos de Bella Vista; Mario Pezzelato y Víctor Hugo Arroyo, de Goya, fueron los cuatro correntinos que declararon este lunes en el juicio oral y público por la Causa Caballero.
Pero ninguno estuvo detenido en alcaidía policial ni en la Brigada de Investigaciones (la causa justamente se centra en las torturas cometidas en ambos lugares entre 1974 y 1979). Por lo que estuvieron 10 minutos, el que más, y 4 minutos, el más breve.
El dato clave en sus testimonios casi pasó desapercibido: todos habían visto o conocido al matrimonio de Pedro Morel y Sara Fulvia Ayala –incluso, uno de los testigos conoció a la pequeña hija de ambos, cuando tenía 8 meses-. Treinta y tantos años después, esa pequeña, hija del matrimonio de Pedro y Sara Fulvia, escuchaba entre el público del juicio por la Causa Caballero.La desaparición de los Morel forma parte del denominado “juicio residual” por la Causa Caballero.
FuentedeOrigen:ChacoDiaporDia
Fuente:Agndh

No hay comentarios: