28 de agosto de 2010

CÓRDOBA: JUICIO UP1-Graciela Lagarraga, ex pp testimonió sobre los traslados de las mujeres que luego fueron asesinadas.‏

El otro Pérez: el “grotesco”, "Jaime Kloner"
Graciela Lagarraga, ex presa política testimonió sobre los traslados de las mujeres que luego fueron asesinadas. Asimismo, visibilizó su propia condición de mujer-víctima dentro del penal. A la vez, quedó expuesto el otro Pérez, el de la voz impostada. Además de aportar información conmovió.

Por Katy García-Prensared
En la jornada 23 del Juicio Videla que se desarrolla en la sala de audiencias del Tribunal Federal nº 1 que juzga los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura, declararon los ex presos políticos María Teresa Sánchez, Graciela Lagarraga y Raúl Arturo Guevara.
La ronda de testimonios comenzó a media mañana y se prolongó hasta las 21. La mujer reconoció a los imputados cabo Pérez, Mones Ruiz, Alsina y a Miguel Ángel Gómez. A Jorge Rafael Videla y a Luciano Benjamín Menéndez dijo que los conoce por los medios de prensa.
La ex militante de la juventud peronista, fue detenida en abril de 1975 en su pueblo natal Laboulaye. Un operativo comandado por Miguel Ángel Gómez con varios automóviles Ford Falcon y un grupo importante de personas ingresaron en forma violenta a la casa donde vivía. La arrojaron en su habitación y fue sometida a un simulacro de fusilamiento. La testigo contó que la sacaron a las patadas, vendada y atada y que se identificaron como miembros del Comando Libertadores de América.
No es difícil imaginar un operativo de estas características en una ciudad chica protagonizado por fuerzas policiales ajenas a la comunidad. Esta situación motivó la presencia de la policía local que la trasladó al departamento de policía para luego enviarla a Río Cuarto.
“Recuerdo que me tiraron a una celda toda mojada, me golpeaban con cachiporra y el mas violento era Gómez”, afirmó. Dirigiéndose al Juez le confesó que en ese sitio la obligaron a firmar declaraciones sin la presencia de un abogado. Y que la interrogaban sobre su militancia política. Ella sostuvo que era de la JP y que “todo el pueblo lo sabía”. Sin embargo le tomaron una foto con folletos y libros que no le pertenecían y le armaron una causa por tenencia de material subversivo.
La pasaron al Buen Pastor de Río Cuarto y al poco tiempo al Buen Pastor de Córdoba días previos a la fuga de internas.
En la UP1, ojo por ojo
Al poco tiempo la enviaron a la Unidad Penitenciaria número uno (UP1) donde inauguraron el pabellón de mujeres de presas políticas en 1975. En cuanto a las condiciones carcelarias manifestó que eran buenas. Tenían visitas, diarios, alimentación, y una buena relación con la dirección del penal. Incluso había mujeres que criaban a sus hijos en la prisión y que “a partir del Golpe todo cambió sustancialmente”.
Ingresaron los militares, retiraron los niños y las llevaron a los golpes, corriendo. “Nos bajaron al patio, nos pusieron contra la pared, nos golpeaban los tobillos, la cabeza, nos manosean, hacen tactos, y había niños que no habían sido retirados. Duró varias horas, nos volvieron a la celda y nos habían despojado de todo. Solo dejaron lo mínimo indispensable y lo puesto. No teníamos jabón ni algodón. Por la noche nos bailaron, cuerpo a tierra carrera a march”, describió.
Dijo que les avisaron que la cosa sería “ojo por ojo, diente por diente”. Y que leyeran los comunicados que dejarían en la pared. “Y así fue. Empezaron a entrar lo que llamábamos los piquetes militares. Carrera march, cuerpo a tierra, entren y salgan de la celda, empezaron a hacerlo sistemático cada media hora. Ya entrábamos y salíamos con la cabeza gacha. Nos hacían saltar de las cuchetas y salir cómo estábamos, nos hacían hacer movimientos vivos, ejercicios militares, no sólo eso, sino que había una cuota importante de violencia, golpizas, nos lastimaban las rodillas”, detalló.
Una de estas guardias estaba al mando de un teniente al que llamaron “el Avispón” un ser temido que atropellaba y golpeaba. Después, supieron que se trataba del teniente Mones Ruiz. Además identificó al cabo Pérez como una de las personas que compartía la guardia con Mones Ruiz “era golpeador y le gustaba manosear a las compañeras, las llevaba al baño, a las duchas, y con otro grupo de gente nos cortaron el pelo”. A ella la pelaron. Sobre este hecho opinó que buscaban “desfigurar, reírse, denigrarnos”. La testigo durante el periodo democrático fue delegada del pabellón.
Los Pérez
La militante política señaló que había dos cabos Pérez. “Uno de estatura mediana, no alto, más delgado del que está sentado aquí. El otro era más alto, impostaba la voz y nos decía que éramos bichos bolita, y que íbamos a morir hundidos en los pantanos”. La primera descripción corresponde al llamado “Perico” y la segunda a quien consideró “grotesco” porque condensaba la imagen del torturador, bruto y manoseador, “Jaime Kloner”.
Precisamente, el cabo Pérez “grotesco”-Jaime Kloner- permitió que la tropa ingresara de a uno y la vejara. No dijo “violara” pero se entendió de ese modo. Y como si esto fuera poco le introdujeron en la vagina un porta cuchillo “del monte”.
El mismo Pérez retiró a tres mujeres del pabellón: Viviana Avendaño, Liliana Felisa Páez y a ella. “Nos retiran de la celda, con las compañeras me encuentro abajo. Nos atan manos atrás con un cable y nos llevan corriendo carrera march con esa famosa goma con la que siempre nos hacían gestos de que nos iban a dar por la cabeza. Nos llevan por el callejón carrera march y cuerpo a tierra hasta la dirección del penal. Vendadas con una venda muy precaria y nos dicen que nos van a comunicar algo del juzgado”, relató. A ella le comunicaron la absolución pero quedó a disposición del PEN.
La testigo expresó que en ese momento pidió hablar con el funcionario sin vendas “porque adentro estaban pasando cosas graves y me dijo que él no tenía nada que ver con eso”. Y las volvieron a las celdas a los golpes.
Al llegar al callejón el cabo Pérez las empuja y Liliana Páez se cae. Entonces la testigo le recriminó que si “no ve que no puede más”. Y Kloner le contestó “no te hagás la cocorita conmigo que esta noche vengo y te saco. Esa noche Liliana estuvo en el calabozo conmigo”.
A Pérez, el “grotesco”, el “Jaime Kloner” de la voz impostada, lo ubicó en la guardia de Alsina. Pero aclaró que “tenía libertad para entrar en el pabellón a cualquier hora”. Y señaló que es el mismo que retiró del pabellón a Diana Fidelman y a Liliana Páez. También recordó la presencia de un capellán del ejército ante el que expusieron los problemas que tenían y lo sucedido con Fidelman que nunca regresó. Y la respuesta fue “algo habrán hecho”. Por lo que una de las internas le respondió que “si nos cortan el pelo crece, si nos rompen los huesos, se sueldan, y si nos matan, creemos en la resurrección de los muertos”.
El callejón de la muerteLa testigo le contó al tribunal que sabe que fue trasladada al D2 y luego regresó golpeada. Y mientras estaba en la sala de castigo escuchó que la llamaban. “Se escuchó clarito el silencio que se produjo, era de noche, y también algo que Diana habló en voz alta y también a las compañeras que le dijeron: Chau, Diana. Y después un silencio mortal”,narró. Y agregó que después subió Mones Ruiz con su guardia y se produjo un diálogo.
- ¿Qué pasó con Fidelman? Preguntó la testigo.
- ¿Es muy amiga tuya? Bueno, no la vas a ver más. Y cuidate, que te va a pasar lo mismo. Respondió Mones Ruiz.
Después la castigaron y enviaron a la celda de castigo con la orden de que no reciba alimentos por tres días y a pan y agua después. Desnuda. “En un momento perdí el conocimiento, amanezco tirada y toda mojada en el piso, viene la celadora, le digo que estaba dolorida, y al día siguiente estaba hinchada y con fiebre, pido un médico”, relató. Y que al otro día ingresó un hombre mayor, petizo, que la envió al médico y finalmente comenzaron a medicarla. “Nunca supe quién era”, admitió. Y al poco tiempo escucharon una ráfaga y disparos. “Al otro día me entero que habían matado a Diana Fidelman”, expresó. Como se recordará fue asesinada junto a Mozé, Verón, Yung, Hernández y Svaguza (Hecho4).
También relató el retiro de Tati –dijo Barrera, pero en realidad es Barberis- y de Mirta Abdón y destacó la resistencia que opuso Mirta. “Se las vio pasar por el callejón que denominábamos el callejón de la muerte. A la compañera Abdón la llevaban a la rastra porque no quería salir. No volvieron nunca más y al otro día nos dijeron que las habían matado”, afirmó.
Reafirmó que se enteraban de los hechos por medio de código Morse, señas y por los mismos empleados. Aunque deslizó que “las que las sacaron deben saber perfectamente quiénes las mataron”, refiriéndose a las celadoras.
También se acordó de que a Marta Rossetti la llevaron y devolvieron por falta de vehículos pero que al otro día la trasladaron y no volvió más.
Después relató el estaqueamiento que el teniente Alsina realizó con la prisionera Rosario Miguel Muñoz alojada en una sala de castigo. Comentó que a ella también la iba a estaquear y que hizo la esperar en la puerta de la celda. Y que después Zulema Álvarez, la celadora, la tranquilizó diciéndole que “las quería asustar”.
Luego dijo que las bajaron a ambas al patio que da a la enfermería que estaquean a Miguel Molina y que le ordenan que le tire agua. “Fue un momento muy duro, con la gorda Charo gritábamos que nos matara ya ahí a las dos”, contó muy conmocionada. Luego indicó que le arrojó un balde de agua a los pies de Alsina y que la enviaron a pintar con cal un murallón de cemento.
Muy afectada por el relato se dirigió al Juez- que no estaba en su mejor día- y le comentó que en su mente concentró ambas estaqueadas la de Charo y la de Moukarzel. “Me ha costado mucho separar que estos hechos fueron en tiempos distintos”, afirmó la ex presa también víctima del Terrorismo de Estado. “Yo recuerdo que me trajeron a mi celda y me golpeaba la cabeza contra la pared para borrar la imagen de lo que había visto”, expresó. Sin embargo distinguió que se trató de hechos ocurridos en diferentes días y que el autor fue el teniente Alsina.
Tras un cuarto intermedio prosiguió el debate. La testigo rememoró lo ocurrido con Marta González de Baronetto. “Esta compañera fue una de las que más resistió al cambio de régimen y me acuerdo que siempre la cuidábamos cuando nos hacían hacer ejercicios porque estaba embarazada”, dijo entre lágrimas. Pidió disculpas y explicó el porqué de la emoción. “Fue una compañera a la que quise muchísimo, y era madre, y ya había sufrido muchísimo al tener que dejar a Mariana”, expresó.
También destacó que las mujeres que parían y no podían amamantar a sus hijos porque les habían sido retirados contraían infecciones en las mamas.
Luego narró cómo Marta González fue retirada pensando que la llevaban para que anotase a su hijo Lucas y no volvió nunca más. Por supuesto pronto se enteró de que la habían matado. Quedó en libertad a fines de 1979 y luego por medio de Amnesty International denunció ante el Consufan lo que pasaba en Córdoba.
Durante el debate el abogado defensor de Alsina manifestó que en el relato sobre Moukarzel realizado en 2008 hubo contradicciones y que “atento a lo que ha dicho hoy acá, voy a desistir de este pedido –falso testimonio- porque entiendo que ha sido afectada y es inimputable”.
Esta afirmación de “ininputable” pasó inadvertida para el Juez pero no para el resto de la sala. La abogada Lillan Luque le pidió a Díaz Gavier que “aplique las normas de disciplina, porque es una falta de respeto a su condición de víctima”.
La mejor generación
Ante la propuesta de uno de los jueces sobre qué reflexión le merecía lo experimentado. Hizo un alegato creíble, conmovedor y a la vez un homenaje a todas y a todos, víctimas de la represión. “Me pasé la vida buscando explicaciones a todo lo que ocurrió, no sólo en lo personal, porque a mí de última no me pasó nada. Acá no es una causa individual de lo que me haya pasado a mí. Nosotros en la UP1 éramos un bloque monolítico, cada muerte, era una muerte nuestra. Cada uno que moría, era una muerte propia. Cada hijo que nacía, era un hijo propio. Y los que seguimos viviendo, seguimos con ganas de revertir y dar vuelta este mundo injusto. Voy a sostener siempre que a pesar del horror que vivimos fue la mejor generación y fuimos los mejores hombres. Si en este país pasaron tantas cosas, fue porque en este país en la mesa de concertación, no de negociación, faltó una generación. A mí me llevaron porque era una reconocida militante de la juventud peronista. Íbamos pueblo por pueblo organizando, íbamos a reestructurar un hospital, iba a ir Atilio López a inaugurarlo y no pudo porque antes lo mataron. Hacíamos justicia social. Quien le habla, en el año 72 cuando la fiebre hemorrágica argentina azotó el campo, a los señores no les importaba la vida de los peones. Nosotros íbamos a trabajar con ellos. Esa era mi función y la voy a reivindicar siempre. Fue lo mejor que nos pasó en la vida”.
Sobre el final fue aplaudida y se estrechó en un abrazo con Horacio Obregón Cano, hijo del ex gobernador de Córdoba.
FuentedeOrigen:www.prensared.com.ar
Fuente:Agndh

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