25 de agosto de 2010

LA PAMPA:CAUSA SUB ZONA 14- 8 JORNADA: "NUNCA VÍ UN TORTURADO EN LA SECCIONAL PRIMERA"

Pérez Oneto: "nunca vi un torturado en la Seccional Primera"
Máximo Pérez Oneto, el médico de la Policía provincial durante la dictadura militar y que está sospechado de haber colaborado con las torturas cometidas por el grupo de tareas de la Subzona 14, declaró ayer a la tarde en la octava jornada del juicio oral y público a los represores pampeanos. Pero en su testimonio fue más importante lo que calló, de lo que habló.
En todo momento, se trató de despegar de cualquier relación con los ex oficiales de la Policía acusados de secuestros y torturas. A pesar de las preguntas inquisitivas tanto por parte de los abogados querellantes como de los propios jueces, que esta vez interrogaron todos.
Los imputados que están siendo juzgados por privación ilegal de la libertad, agravada por mediar violencia y amenazas, e imposición de tormentos, son el ex secretario general de la Gobernación, el coronel retirado Néstor Omar Greppi, y los ex oficiales de la Policía provincial, Roberto Esteban Constantino, Omar Aguilera, Roberto Oscar Fiorucci, Athos Reta, Carlos Roberto Reinhart, Antonio Oscar Yorio, Néstor Bonifacio Cenizo y Hugo Roberto Marenchino.
De urgencia.
Por la mañana, cuando estaba declarando el ex detenido Alberto Oscar Larrañaga y al mencionar a Pérez Oneto en un pasaje, el abogado querellante Miguel Palazzani pidió su inmediata detención en función de todos los testimonios que lo habn mencionado. Y además incluir videos y testimonios para investigar su conducta durante la dictadura militar. El juez José Mario Tripputi respondió que lo iban a resolver ese mismo día, hubo cuarto intermedio, y luego de las declaraciones, Palazzani insistió. Entonces el tribunal resolvió citarlo de urgencia para las 14.30, aunque no definió su arresto.
Una vez ante el tribunal, el profesional, que se incorporó a la Policía como médico sanitario en 1976, dijo durante su declaración no saber en qué momento había ingresado, hasta que al final el juez suplente, Orlando Coscia, lo llevó con sus preguntas a definir la fecha y quién lo había convocado: el jefe de Policía, Luis Enrique Baraldini.
Pérez Oneto aseguró que durante la dictadura se "limitaba" a "revisar a detenidos, a los que requirieran asistencia médica o se la solicitaran a él" a través del comisario o del jefe de guardia. "Mis tareas fueron pura y exclusivamente desde el punto de vista médico", resaltó a cada momento.Afirmó que todas la revisaciones las volcaba en un libro de guardia y que recibía órdenes del jefe de la fuerza, Baraldini, y del subjefe, Roberto Constantino.
Sin recuerdos.
Su testimonio será recordado por otras dos frases en las que se resguardó en todo momento de hablar más de la cuenta: "No recuerdo" y "No tengo presente". Pero la que resultó poco creíble y en la que hicieron luego eje los querellantes y los jueces fue: "Nunca vi un detenido golpeado o torturado. Ni nunca ningún detenido me dijo que había sido golpeado o torturado en toda mi vida de médico policial".
Afirmó además que en los primeros años del denominado Proceso trabajó por un momento solo y luego fueron tres los médicos: él, Juan Héctor Savioli y Miguel Aragón. Su tarea, según sus dichos, "siempre fue matutina", "no subió a la planta alta" de la Seccional donde se torturaba y no se hacía una distinción entre los detenidos comunes y los de la Subzona 14.
Las preguntas comenzaron a dejar al desnudo lo que el declarante intentó ocultar con algunas frases preparadas. Fue interrogado si sabía que era la Subzona 14. "Todo el mundo sabía eso", dijo, pero enseguida aclaró "no sabía para qué estaba".
Fue consultado sobre si sabía el motivo de la detención de alguno de los detenidos que atendía o si alguno le había manifestado que había sido golpeado, Pérez Oneto indicó que "yo nunca preguntaba nada".
Le mencionaron a varios ex detenidos que fueron torturados como Rodolfo De Diego, Larrañaga, Raquel Barabaschi y Clemente Bedis, a los que no recordó. Sí lo hizo con Justo Ivalor Roma, Mireya Regazzoli y Héctor Zolecio. Del primero no evocó por qué lo había atendido, y aseguró que había fallecido -está vivo-; y de Zolecio que lo atendió porque tenía dificultades para deambular en la Seccional Primera y que lo trasladó al hospital, lo que "me agradeció siempre".
Pérez Oneto si recordó cuando el juez Coscia le mencionó la declaración de la mañana de Larrañaga, en la que dijo que lo había visto en el primer piso de la Seccional y de que ambos habían sido vecinos de la infancia. "Sí, ahora lo ubico, por el nombre no lo ubicaba", afirmó el profesional. Aunque nuevamente se excusó sobre su estado: "Yo he visto tantos (detenidos), y cientos de pacientes".
Sin novedad.
A las preguntas de Palazzani, y luego de los jueces, sobre porqué no hablaba con los presos, el profesional se limitó a explicar que "yo tenía con los detenidos una orden de no preguntar". Algo confuso en su relato, dijo luego que tomó esa medida por un "código" del "ambiente policial" y por las recomendaciones de su padre, un ex penitenciario, de atender a los presos pero sin entablar una relación.
¿Y cómo ejercía su actividad de médico? "Ahí estaba el ojo clínico", señaló.
Ante esta situación, Tripputi llegó a hablar de "conflicto entre la ética médica y la medicina policial" y le consultó porqué pasaron hasta ahora frente al tribunal varias personas que denunciaron torturas, pero en las copias de sus dictámenes Pérez Oneto sólo colocaba "sin novedad" a su estado de salud.
Ante la falta de memoria del profesional, Tripputi repreguntó: "¿Cómo pudo pasar por la Seccional Primera y no haber visto nada?". El médico policial sí llegó a reconocer su firma en uno de los informes elevados al mayor Baraldini en el que figuran Nery Sanders de Trucchi y otro detenido que habían sido torturados. En ambos, incluidos en el sumario administrativo de 1984, ambos figuraban con el clásico "sin novedad".
Careo.
También fue consultado insistentemente si reconocería como médico dermatólogo las lesiones producidas por la picana y si había visto esas marcas en los presos que había atendido. Sus respuestas no arrojaron nada nuevo a esa altura.
Ya ante la evidencia de que Pérez Oneto iba a callar más de lo que iba a decir, Palazzani solicitó que fuera careado con el ex policía Juan Angel Bustos, que fue uno de los uniformados que lo había acusado en el sumario administrativo del 84.
Durante su testimonio, hubo dos oportunidades en que la aséptica visión del médico sobre lo ocurrido en la dictadura, y que en su versión pasó ante sus ojos sin verlo, tambaleó. Una cuando lo consultaron porqué nadie hablaba con él cuando las atendía con crisis nerviosa: "En esa época la gente tenía temor, los detenidos no decían nada, por ese motivo nadie me decía porqué estaba con ese trastorno nervioso".
Y cuando fue convocado una noche por Baraldini para ofrecerle el cargo de médico policial, y tuvo miedo de quedar detenido, aunque no había motivos.
¿Un mensaje para Bonvehí?
En un momento de su testimonio, Pérez Oneto pareció enviarle un mensaje al fiscal Jorge Bonvehí, que pocas preguntas hizo. Fue cuando el médico dijo que sólo constató lesiones en presos, a lo largo de su carrera, en dos oportunidades. Una de ellas fue cuando se incendió un pabellón de la Unidad Penal 4 a comienzos de los 90 en el que murieron varios presos. El juez federal de entonces, responsable del operativo, fue, precisamente, Bonvehi.
Marenchino, en el oeste
José Domínguez era el portero de la escuela rural de Paso de los Algarrobos en 1978, y su esposa, Dora Gautes, la cocinera. La directora era Lidia Fiorucci, hermana de Roberto Fiorucci. Allí, el 23 de marzo de ese año, un grupo de hombres, entre ellos este último, secuestró a la docente Zulema Arizo para trasladarla a la Seccional Primera. El matrimonio no estaba en el lugar porque había viajado a Santa Isabel.
El hombre, que se mostró más dubitativo que la mujer, es primo hermano de la esposa del represor. Ambos admitieron que días antes de la detención llegaron al establecimiento uno de los imputados, Hugo Marenchino, y otro policía, Luis Lucero, ex jefe de la Unidad Regional I y ex funcionario de la Municipalidad de Santa Rosa. Sin embargo, difirieron en los detalles.
Domínguez, después de que el abogado Miguel Palazzani le hiciera recordar algo de lo que no recordaba, afirmó que durmieron en la escuela; Gautes, hija de un comisario, lo negó. Domínguez sostuvo que los policías "supuestamente" fueron a ver a la directora; Gautes lo afirmó rotundamente. Ella, pese a que estaban vestidos de civil, los reconoció por el trabajo de su trabajo.
En un par de ocasiones hasta los mencionó como "estos muchachos, estos chicos". La pareja no recordó si el propio Fiorucci fue al oeste.
Gautes aceptó que "se decía que habían ido a averiguar los antecedentes del marido de la maestra", a quien vio sólo una vez en el paraje oesteño. Al fiscal Jorge Bonvehí le llamó la atención que no hubiera destrozos si Arizo fue detenida de madrugada y si, como explicó Domínguez, la escuela se cerraba a la noche. "¿Entonces la abrieron?", se preguntó.
"Cuando volví, mi hijo no me reconoció"
Las declaraciones realizadas ayer por las víctimas ante el Tribunal Oral Federal en el marco del juicio contra los represores pampeanos no ahorraron imágenes de crueldad, esas que tuvieron que padecer los que quedaron a merced del grupo de tareas de la Subzona 14. Por la tarde, el testimonio de Santiago Covella, ex ministro de Obras Públicas durante el gobierno de José Aquiles Regazzoli, tampoco quedó al margen de esto.
De impecable traje negro, acompañado por amigos y familiares y con mucho público que había ido a escuchar su relato, se presentó por la tarde. El ex funcionario peronista relató las golpizas que recibió y la aplicación de la picana en su cuerpo que le dejó secuelas de por vida. Mencionó a varios de los acusados, aunque no pudo verlos en los interrogatorios. Y dijo que durante el gobierno de Rubén Marín, ya vuelta la democracia, el mandatario ordenó incautar las picanas y que él las pudo ver. Aunque no ahondó en detalles.
Detenido.
Covella relató que fue detenido el 24 de marzo del 76 a las 2.10. Un gran operativo se montó frente a su vivienda en General Pico. Allí ordenaron que aquellos que estuvieran adentro salieran con las manos en alto y sin armas. Pero fue un suboficial que conocía al entonces funcionario provincial el que se acercó para que se entregara sin correr peligro. Esto no evitó que uniformados con armas largas ingresaran a su casa ante los ojos aterrorizados de sus hijos y requisaran todo. Sobre todo libros. Al irse, solo dejaron desorden.
Covella fue llevado hasta la Seccional Primera piquense y esa misma noche trasladado a la Unidad Penal 4 de la capital junto a Hugo Ferrari, Hermes Accátoli y Roberto Gil. Ante el tribunal, relató que el 8 de abril le avisaron que lo estaban esperando varios policías para trasladarlo. "Vi a Dionisio Gualpas y a los demás no los conocía. A Gualpas lo conocía de Pico y conducía el vehículo", dijo.
Absurdo.
El detenido fue encapuchado y llevado hasta lo que luego supo era la Seccional Primera de Santa Rosa. Le hicieron subir "la famosa" escalera hacia los dominios de la Subzona 14 y entonces comenzó el interrogatorio.
"Tenía las manos esposadas atrás cuando me sentaron. El interrogatorio consistía en preguntas de respuestas triviales. Si conocía a Regazzoli, a Matzkin (ex ministro de Economía). Nombres y apellidos repetidos, y luego una golpiza. En ese interrogatorio me pegó una persona baja que tenía guantes de boxeo. Era una persona robusta. Y otra persona que hacía como de fiscal con voz aguda que acusaba. Y otro que donde tocaba, me pegaban allí", relató.
"Me preguntaban cosas absurdas, como qué 'chanchos' tiene el gobernador con los comunistas, Matzkin con los comunistas. Sobre la Facultad de Ingeniería (la UTN). Sobre Isabel y las infidelidades con López Rega. Era un festival de hipocresía y cinismo", continuó.
"Yo había practicado boxeo -afirmó- y sabía endurecer los músculos del estómago y el abdomen. La persona que golpeaba dijo 'este no afloja, es duro', y el que hacía de fiscal dijo 'lo vamos a ablandar' y me dieron un puntapié violento y luego se extendieron las patadas por horas".
Luego de esa sesión, Covella fue llevado hasta la Unidad Penal 4. Allí labraron un acta, como cuando se había ido ileso, en la que constataron las escoriaciones y hematomas que tenía.
Maltrecho.
Covella relató que una semana después fue nuevamente trasladado hasta la planta alta de la Seccional Primera. Esta vez la tortura, según explicó, duró varios días: de un miércoles a un viernes. La víctima rememoró: "Me sentaron en un banquito bajito. Me esposaron y llegó el mayor (Luis) Baraldini, me interrogó. Yo lo había tratado y supe que era él si bien estaba encapuchado. Empezó a decirme si estaba cómodo, si tenía noticias de mi familia, que hacía 37 días que no la veía. Y si sabía algo del incendio del aeródromo de Pico" en el que había muerto un policía.
"Llegó una persona grande y dijo 'estos son los hijos... que tiraron la bomba incendiaria en el aeródromo', y Baraldini le dijo 'retírese'. Quedé solo y llegó alguien y me dio un golpe en la cara que me dejó obnubilado, y empezó otra fiesta de tormentos".
Covella continuó: "Recibí descargas eléctricas, golpes, insultos de todo tipo. Me quedé ahí y sin hacer mis necesidades estaba con todo hecho encima, y hasta me había vomitado. No podía mover nada, ni hablar". En otro pasaje, indicó que le hacían gritar "Viva la virgen" mientras le aplicaban la picana."
El viernes llegó otro grupo que me empezó a golpear. De esas torturas me dejaron la marca de la picana en el saco escrotal, tuve una dificultad en el esfínter (anal), no sé con qué me dieron pero me produjo una hemorragia. Además tuve imposibilidad de tragar, que me hizo perder 17 kilos", dijo.
Cuando fue devuelto a la Colonia Penal, llegó "maltrecho" y le dieron Pancután, una bolsa de hielo y agua. "No pude andar por días, pero tuve una buena asistencia médica en la Unidad Penal", resaltó.
El 9 de septiembre de 1976, fue trasladado a disposición del Poder Ejecutivo Nacional a la cárcel de Rawson, en Chubut. Todavía tenía las marcas de las torturas encima. Volvió entonces a recordar, como ya anteriormente Accátoli, Nelson Nicoletti, Miguel Angel Maldonado y José Mendizábal, el cruel trato que le propinaban los guardias del Servicio Penitenciario Federal en esa cárcel.
Conocidos.
Covella no pudo identificar a sus torturadores, ya que siempre estuvo con su rostro cubierto por una capucha. Pero hizo referencias a quiénes pudieron llegar a interrogarlo. Sobre Oscar Fiorucci dijo que lo había tratado mientras era funcionario y luego cuando fue detenido el oficial en el 84. Explicó que en ese año trabajaba para el Banco de Desarrollo y que tuvo que hacer el papeleo para un crédito que había pedido el comisario. Como tenía que entregar los papeles lo fue a ver a la cárcel y ahí Fiorucci le pidió disculpas por lo que había pasado en la dictadura.
Al ex coronel Néstor Greppi lo conoció también cuando era funcionario y lo detuvo en un control vehicular. Lo hizo bajar del auto y tuvieron un cruce de opiniones sobre el trato que le había dado. Sobre los interrogatorios, afirmó que participó un civil que era docente en la UTN de Pico, ya que "le daba letra" a los policías para que le preguntaran sobre hechos ocurridos en esa Facultad.
Picanas.
Durante las preguntas de los abogados querellantes, Covella relató: "Durante el gobierno de Rubén Marín este requisó todas las picanas de esa época. Yo las vi. Tenían una punta". Aunque no dio más detalles.
Covella no habló sólo de las torturas corporales, sino también de otros padecimientos que le tocaron vivir.
Se tuvo que tratar con psiquiatras y durante años lo persiguieron las pesadillas. "No lo puedo superar. Cuando veo películas de violencia caigo en estado de pánico", afirmó.
Y rememoró que en abril de 1977, cuando volvió de Rawson, "mi hijo menor no me reconocía, cuando me fui tenía 5 años. Ese es otro trauma que me quedó. Yo creo que todavía no lo superó".
Cara a cara con los torturadores
Hubo dos momentos en que Santiago Covella se dirigió a los acusados. Cuando terminó de relatar las torturas que padeció en la Seccional Primera reclamó: "Que los señores que actuaron aporten algo".
Ahí se preguntó: "Tengo la incógnita como una persona puede secuestrar, torturar y martirizar a otra persona que no conoce, que no sabe lo que piensa. ¿Cómo se degrada tanto la humanidad?".
También le pidió en otro pasaje de su declaración a Fiorucci, mirándolo: "Oscar, te pregunto a vos, porqué me detuvieron".
Atado a un auto y arrastrado
La testigo Marta Flores entregó ayer al Tribunal el manuscrito original que su padre, Julián Flores, fallecido en 1996, escribió tras su detención en la dictadura, donde detalló los nombres de los que consideró "torturadores". Flores era funcionario provincial y militante peronista cuando fue detenido en su casa por el comando de la Subzona 14. Pasó catorce días en la Primera y veinte más en la U-4.
Su hija, sobre la base de lo que su padre le relató, recordó que entre los tormentos a los que lo sometieron hubo golpizas (una costilla fracturada), picana y otro muy particular: "Me dijo que lo ataron al paragolpes de un auto, junto con (Clemente) Bedis, y los llevaron a dar la vuelta alrededor de la Primera". Lo "interrogaban" sobre los campos y las vacas de Regazzoli.
Los apellidos que contenía el manuscrito -que el Tribunal someterá a una pericia caligráfica- eran: Constantino, Aguilera, Fiorucci, Guevara Núñez, Gauna, Reta, Escalada, los hermanos Ochoa, Smith, Giménez, Reinhart y Malagueño.
"Me dijo que me haría cagar con una pistola en la cabeza"
Carlos Ghezzi estudiaba contabilidad, vendía libros y era gestor de autos cuando el 4 de febrero de 1977 fue detenido casi sin darse cuenta. Fueron a buscarlo a su casa, no lo encontraron y le dejaron dicho que debía concurrir a la Seccional Primera. El pensó que se trataba de un trámite de la gestoría. Error. A partir de ese momento estuvo preso 3 años, 5 meses y 15 días. Hasta que el 19 de julio de 1980 vio la libertad en la cárcel de La Plata,
"Me vendaron los ojos, me ataron las manos en la espalda y en el primer piso de la Seccional Primera empezaron a golpearme en el estómago y a picanearme sin decirme nada. Me ponían algo húmedo en el cuello y en el estómago. Después sí me preguntaron por mi vida universitaria en el '75, ya que participaba de una agrupación (Faudi, ligada al Partido Comunista Revolucionario) opositora al golpe de Estado", comenzó su relato.
"A la tarde volvieron a interrogarme, aunque sin vendarme -agregó-. Dos civiles, que se presentaron como el jefe y el subjefe de la Policía, creo que uno era (el prófugo Luis) Baraldini, me amenazaron con que vendrían otra vez los de la SIDE de la mañana si no hablaba. Al rato cumplieron, porque volvieron a picanearme. El torturador ponía los cables sobre una toalla y la iba corriendo de lugar para no dejarme marcas en el cuerpo".
"Durante el segundo el día, el que parecía el jefe del grupo, (Roberto) Fiorucci, me dijo mientras me apoyaba una pistola en la cabeza: 'a vos no te tengo miedo, te voy a hacer cagar'. Yo le respondí: 'si sos tan asesino, tirá'. A Fiorucci lo había visto servil y genuflexo frente al jefe y al subjefe, cuando hasta se ofreció para pegarme. Lo trataron como a una basurita (sic) y se fue al rincón diciendo sí señor, sí señor...
"Ghezzi manifestó que "en otra sesión oí voces que hablaban de un coronel, aparentemente había uno", y que "estos señores se esforzaron en hacer muy bien los deberes; mostraban ser buenos torturadores".
A los 10 o 12 días lo llevaron a la Unidad 4 y quedó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Allí fue interrogado por un militar que se había quitado la insignia. Un día volvieron a trasladarlo a la Primera, con ropa de presidiario y tirado en el piso de un coche, en coincidencia con la llegada a la cárcel de una delegación de la Cruz Roja. "Otra vez lo mismo. Me preguntaban como si estuvieran jorobando conmigo", indicó.
Traslado a La Plata.
El 19 de abril, junto a otros estudiantes, y en medio de "un operativo gigantesco", lo enviaron a la cárcel de La Plata. En ese grupo estaba el actual rector de la Universidad de La Pampa, Sergio Baudino, quien ayer estuvo presente en la audiencia.
Sorpresivamente, a los cuatro meses, en agosto, aparecieron Fiorucci, Carlos Reinhart y Néstor Cenizo. Mientras el primero lo interrogaba, el segundo le habla desde atrás "sabiendo que su voz era imposible de olvidar. Ahí sentí otra vez el terror de la picana. Me amenazaron con mandarme a Palermo y me dijeron que ahí había chupaderos. Tenían absoluto conocimiento de lo que decían porque eso mismo me lo habían contado algunos compañeros de prisión". Por eso Ghezzi habló de una misma matriz de tortura en todo el país.
En diciembre de 1977 le iniciaron un juicio del que fue absuelto. El juez federal de la dictadura en La Pampa, Carlos Walter Lema, "un apéndice" del régimen, le pidió que no se enojara ya que "si no hago esto qué van a decir de mi en (el Regimiento de) Toay". Con un "cinismo espantoso" le gastó una broma: le dijo que ojalá le tocara estar preso en la Unidad 4 cuando les tocara a ellos. Ghezzi destacó al abogado radical Emir "Copete" Di Nápoli por ayudarlo cuando era "muy difícil defender a un preso político". Como honorarios, apenas le regaló una lapicera.
El 9 de julio de 1980 supo por una publicación en un diario que figuraba en el listado de detenidos que quedaría en libertad. Su salida de La Plata se produjo a los 15 días. En la cárcel bonaerense padeció a un guardiacárcel apodado "Nazi", que una noche lo hizo desvestir y le pegó tanto con la zapatilla que creyó tener el empeine al revés. Después debió bañarse con agua fría y dormir en un calabozo de cemento que apenas tenía un inodoro. También vio cómo le pegaron una "paliza tremenda" al premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.
Ghezzi cerró su testimonio: "Estos monstruos no me deben nada a mi. Yo puedo mirarlos a los ojos porque soy una persona decente. Nadie puede hacer lo que hicieron impunemente. Ellos son los que torturaban a los vecinos de su propia sociedad. A nuestros hijos y nietos hay que enseñarles qué es ser honesto, decente y tener dignidad. Esta gente no la tiene. Se puede esperar mucha más dignidad de las prostitutas que llegaron a darme ánimo, y hasta un cigarrillo en la Seccional Primera, que de estos tipos".
El estudiante de contabilidad, al que le quedaban cinco materias, terminó recibiéndose, aunque el decano de la facultad lo obligó a recusar a algunas que tenía cursadas. Se paró y surgieron los aplausos. Después se abrazó con sus familiares directos.
Un falso testimonio
El ex policía Rubén Alberto Toldo, que declaró el lunes como testigo, sería investigado por el delito de falso testimonio. El abogado querellante Eduardo Fernández hizo el requerimiento y el fiscal Jorge Bonvehí lo aceptó. Por lo tanto su declaración fue girada a la fiscalía federal de primera instancia. "Ni siquiera estaba en la fuerza en la fecha que dijo", arguyó Fernández. Toldo también dejó dudas sobre cómo accedió al sumario administrativo abierto por el Gobierno en 1984.
"Esos guantes no eran los míos"
El comisario retirado Miguel Gauna fue el último testigo en declarar ante el Tribunal. Era oficial principal cuando trabajó en la Primera, entre diciembre del '75 y junio del '76, donde, afirmó, fue Jefe del Cuerpo de Sumariantes. Su testimonio comenzó a las 19.50 y finalizó a las 20.50. Al finalizar, el Tribunal le pidió que esperara en la antesala, porque el abogado querellante Miguel Palazzani pidió su detención, al considerarlo "partícipe de los delitos" que se juzgan.
El abogado defensor Hernán Vidal pidió, a su vez, que la solicitud fuera rechazada. El Tribunal informó que analizaría el pedido, dio por terminada la audiencia y ordenó que el testigo se marchara.
Gauna había sido mencionado (él o Gualpas, según Barabaschi, ex detenida) como uno de los uniformados que "interrogaban". Ayer mismo, otra testigo, Marta Flores, presentó un manuscrito donde se lo apuntaba entre los torturadores .
Buena parte de la declaración del ex policía discurrió en torno a su condición de ex boxeador. Palazzani recordó que varios testimonios habían dado cuenta de que un policía golpeaba a las víctimas con guantes de box. Gauna contó que practicó ese deporte hasta el año '62, pero negó haber participado de golpizas a presos políticos. Lo hizo cuando el juez Triputti le preguntó, directamente, si lo había hecho. Ante otra pregunta, Gauna, riendo, respondió: "Esos guantes no eran los míos". Triputti lo reprendió por sonreír.
Sobre su trabajo en la Primera, "siempre de día", el comisario aseguró que estaba acotado a los presos comunes, no a los de la Subzona 14. Dijo que su jefe era el subcomisario Guevara Núñez y negó haber escuchado gritos de dolor, las pocas veces que trabajó de noche. Indicó que los que podían escucharlos eran los oficiales de la Guardia, aunque admitió que esa oficina estaba más lejos de la escalera que su lugar de trabajo. Cuando Palazzani le marcó la contradicción, argumentó que escribía a máquina y con la puerta cerrada.
Gauna era jefe de la Comisaría de Jacinto Arauz cuando se desarrolló el operativo de detención de los docentes del Instituto José Hernández. En este caso también desligó su responsabilidad. Dijo que del operativo ni siquiera le habían avisado y que, cuando llegaron los policías y soldados, el oficial Constantino le ordenó que cortara algunas calles, que "ellos" harían "el resto".
Después, recordó, participó en los rastrillajes que se realizaron en algunos campos y caminos de la zona, luego de la fuga de unos de los detenidos (Guillermo Quartucci) que estaba alojado en el Puesto Caminero. Uno de los defensores le recordó que en 1985, ante un Tribunal Militar, había declarado que el coronel Fabio Iriart dirigió el operativo en Arauz. Al tomar vista de aquella declaración, el testigo reconoció sus dichos y su firma.
Cuando le preguntaron si había declarado en el sumario administrativo que realizó el gobierno provincial en 1984, afirmó que había declarado en Casa de Gobierno ante el inspector Timoteo Trouilh y que nunca más lo volvieron a llamar.
Larrañaga, un relato inédito y atroz
Alberto Oscar Larrañaga es un hombre mayor que camina apoyado en un bastón. Ayer, por primera vez, contó públicamente el calvario que sufrió durante 54 días de 1977, desde que fue detenido el 5 de enero por el represor Athos Reta en el semáforo de San Martín y Gil mientras conducía su Fiat 600. A tal punto su historia es inédita que hasta hace poco la desconocían sus propios hijos ("tenía miedo por la familia, recién se enteraron ahora"). Uno de ellos, Pablo, el ex secretario municipal, lo acompañó ayer en la audiencia.
"Me llevaron a la Seccional Primera, me vendaron los ojos y me subieron arriba -expresó-. Recibí trompadas y picanas hasta perder el conocimiento. Los insulté todo lo que pude. Cuando abrían la ventana quería embocarlos con la cabeza y tirarlos por ahí, aunque yo me cayera. Después me hice mañero. Hacía como que estaba sin conocimiento y por un rato dejaban de torturarme. También, mientras me picaneaban, me agarraban con un almohadón (por la cabeza) para que no me golpeara contra las paredes y hasta me colocaban una toalla" sobre el cuerpo supuestamente para que no le quedaron marcas.
¿Por qué lo detuvieron? Porque era gestor de pequeñas empresas constructoras ante el Ministerio de Obras Públicas y sospechaban que tenía "arreglos" con sus autoridades para adjudicarse obras. "Me decían que tenía que comprometer a alguien para zafar"."Me torturaban con una capucha en la cabeza y después, cuando me la sacaban, venían a conversar conmigo. Yo sabía quiénes eran. Estaban Fiorucci, Reta, ese 'Rusito' Reinhart, el otro morocho cabezón, el jefe... no me acuerdo el nombre (después lo identificó como Aguilera). Reinhart no era el único que usaba la picana, Fiorucci, que manejaba la batuta, y Reta también. Les gustaba, se divertían conmigo", indicó Larrañaga. Además mencionó a Dionisio Gualpas como uno de sus celadores.
Por las trompadas le torcieron internamente el tabique nasal y la corriente eléctrica recibida le provocó la caída temprana de dientes y muelas.
"Aguilera era el que me hacía las preguntas. Parecía el jefe, los otros miraban", dijo el testigo. Ante otras preguntas, reiteró que la sala de torturas estaban "Reta, Yorio, Fiorucci y Reinhart, que hablaba poco, pero era el de la maquinita".
- ¿Puede describir cómo la usaba?
- No lo vi.
- ¿Y cómo sabe que él usaba la picana?
- Porque cuando peleé y me caí, lo vi a él y a los otros.
Larrañaga contó que en el primer piso estuvo con tres médicos: Fernández Rey, del Ejército ("estaba con uniforme"), Máximo Pérez Oneto, de la Policía, y otro más. "Pérez Oneto dijo que tuvieran cuidado conmigo porque tenía 20 de presión y necesitaba mucho tiempo para normalizarme (después de los tormentos)". Lo que nadie preguntó es cómo sabía Pérez Oneto que el detenido tenía presión alta, instantes después de ser torturado.
Por la acusación de connivencia le abrieron una causa penal y lo condenaron a dos años de prisión en suspenso. "El juez me dijo que no vaya a decir nada que no pudiera probar. Los abogados (Bensusan y Fazzini) me frenaron. Me aconsejaron que repitiera la declaración que había inventado (ver aparte) y que no dijera nada de lo que me habían hecho porque sería peor".
Los denunciantes.
" Estuve cuatro o cinco días en la Primera. El primer día, cuando me bajaron, se me acercó el comisario (Mario Roberto) Della Croce. Me dijo que era el jefe de la comisaría, pero que no tenía nada que ver con la Subzona 14, que funcionaba en el primer piso. Me contó que me denunciaron el director de Arquitectura, (Onofre) Sacco, el ingeniero (Rubén) Dal Bianco, y Bassa, de Castex, ante el ministro (y coronel Enrique) Recchi".
Cuando lo trasladaron a la Unidad 4, el comisario Chamorro le jugó una broma: "Cómo te dieron, rompiste tres pares de esposas". Larrañaga respondió: "Si, pero no los agarré". En la cárcel volvió a ser interrogado por Reta, por el mismo tema, mientras tenía la cabeza tapada con una capucha azul. Allí estuvo detenido con los dueños de las pymes que representaba ("Salvadori, Scarpello, los García de Alpachiri, Bassa, Segundo Arcángel Gómez") y vio con El Bocha Molina un día se bajó los pantalones de fútbol y mostró que "tenía una bola violeta llena de puntos".
Cuando quedó en libertad, Aguilera le advirtió que no se le ocurriera decir una palabra. Se dedicó a vender envases plásticos hasta que pudo volver a presentarse en licitaciones.
- ¿En algún momento necesitó ayuda psicológica?, le inquirió un juez.
- No. Me lo banqué siempre solo. Puse un velo, no quería mirar hacia atrás. Esta es la primera vez que cuento cosas que ni mi familia sabía. Es por la necesidad que tenía de venir
Al final, Larrañaga hizo catarsis. Desanudó en un par de minutos el nudo que por décadas tuvo en la garganta. "Así son las cosas con estos monstruos. Estos son pobres tapes (sic), no son los culpables. Son pobres cristos, degenerados. Los culpables son los que dijo Della Croce".
"Con esto mi autoestima floreció. No necesito nada más", agregó con voz compungida, mientras una asistente del tribunal le acercaba un vaso de agua. Los ojos parecieron tornarse rojos. Pero siguió: "Que paguen los que tienen que pagar, y los que no están acá que también paguen. Ellos son los ideólogos.
Estos no... tienen menos sesos que un mosquito. Que la sociedad sepa quiénes son (los ideólogos). Que la sociedad pueda señalarlos".A su espalda, su hijo Pablo estaba conmovido. Larrañaga se levantó con ayuda, apoyó su bastón y salió caminando. Esta vez no hubo aplausos. Los merecía.
"La carta de ese caradura"
"El otro día leí la carta de ese caradura (Oscar Antonio Yorio). Tan valiente que era... ¡Qué le va a decir a los hijos! El también estaba presente en las sesiones de tortura. Preguntaba. Estaba con el morocho ese... ¿cómo era? (por Aguilera). Cuanto más me olvide, mejor", expresó Larrañaga en el medio de su testimonio. El imputado Yorio, días atrás, hizo pública una carta donde calificó de "infame mentirosa" a Raquel Barabaschi, una de las víctimas de la causa.
"Jamás la vi, por vergüenza"
Cuando parece que nada más sorprenderá en el juicio, siempre aparece un testimonio asombroso. Ayer Alberto Larrañaga admitió que involucró en una falsa acusación a Nery Greta Sanders de Trucchi, una de las 28 víctimas que tiene la causa.
"Jamás volví a verla porque siento vergüenza por haberla incriminado gratuitamente", remarcó con dolor durante su testimonio. La mujer, una ex empleada provincial, relató en jornadas anteriores que Carlos Reinhart y Roberto Fiorucci fueron quienes le aplicaron la picana eléctrica en piernas y senos en la Seccional Primera.Larrañaga mencionó a Trucchi de casualidad.
Fue simplemente porque, de acuerdo a su versión, en el Ministerio de Obras Públicas había dos contadores fiscales, ella y un tal Bilbao. A la mujer al menos la conocía; a Bilbao nunca lo había visto.
¿Por qué la incriminó? El testigo contó que el momento de quiebre, durante los tormentos, fue cuando Fiorucci, su compañero de colegio, le dijo: "Voy a picanear a tu hijo (de 14 años) delante tuyo". Ahí fue cuando Larrañaga hizo una declaración donde se autoincriminó y confesó que tenía acuerdos para la adjudicación de obras públicas.
En ese contexto mencionó lo de los contadores fiscales. "Querían saber si coimeaba al ministro", detalló."Fue algo que no tenía ni pie ni cabeza -expresó-. Se ve que le habían explicado lo que debían preguntar, pero no entendían nada. Si mis honorarios eran de 50 pesos, dije que recibía 50.000 o 500.000. Incluso armé una novela con una obra que estaba por salir en General Acha. Imagínense: si hubiera tenido toda la plata que decían, habría vivido en un palacio; pero andaba en un Fiat 600. Esa declaración la firmé con los ojos vendados".Una víctima pidiéndole perdón a otra; mientras los represores siguen impávidos, como si todo fuera una fábula. El mundo al revés.
Fuente:LaArena

1 comentario:

Unknown dijo...

Mi nombre es José Eduardo Fernández, soy sanatafesino, abogado, y desde 1997 estoy radicado en La Pampa. Por la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos integro la Querella en el Juicio de la Sub- Zona 1.4.
Me gustaría mantenerme en contacto con Uds.
No soy bueno para manejarme con blogg. Enviío mi mail: fernandezborzone@gmail.com.
Gracias.-