Córdoba -Juicio UP1
“Combatí en una mesa de tortura”
Horacio Samamé brindó un extenso y preciso testimonio sobre los métodos empleados por los policías del departamento de informaciones (D2), su relación con los campos de exterminio y con la UP1. Además, contrarrestó el discurso de los represores basado en la existencia de una guerra.
El tranvía o bondi. La puerta conduce a un patio interno. (Ex D2, Pasaje Santa Catalina)
Por Katy García
Horacio Samamé (56), es otra de las víctimas de la causa Menéndez (ex Gontero). Fue detenido el 12 de noviembre de 1976 y recuperó la libertad en 1978. Pasó por el D2, el Campo de La Ribera y la UP1.
Fue retirado por una patota policial a media mañana desde la Escribanía Martínez, su lugar de trabajo, y llevado al D2. Por la noche detuvieron a tres de sus hermanos. Uno de ellos, Oscar, también pasó dos años entre rejas y recorrió los mismos lugares que el resto de ex policías de la causa Menéndez.
Al primero que reconoció fue a Videla por “ser autor de una frase que no voy a olvidar en mi vida”, expresó. El Juez le ordenó que no la diga ahora de modo que continuó observando a los imputados.
Registró a Fernando Rocha, por haber sido instructor en la escuela de policía, en 1974; a Miguel Ángel Gómez y a Mirta Antón por las torturas; y a Pablo D’aloia, ex compañero del liceo y amigo de la adolescencia. “Siento una gran pena que nos encontremos en esta circunstancias”, manifestó. También señaló a Yanicelli pero no recordó su nombre.
En el D2, lo vendaron, esposaron y retiraron sus pertenencias. “Soy empujado por una puerta vaivén, se abre esa puerta y se entra a un mundo muy especial, donde soy recibido a golpes y allí permanezco entre cinco y siete días”, explicó al Tribunal.
Permaneció sentado en un banco de cemento -el Bondi- y recordó que se oían las campanadas de la catedral. En un momento dado se acercó un ex compañero de la escuela de Policía: “era Arguello”. Luego se acercó el instructor Fernando Rocha (a) el “Tuerto” y lo golpeó.
El testigo y sobreviviente describió las sesiones de tortura que le aplicaron mientras lo interrogaban sobre su militancia política. “Golpes, mojarrita, submarino, submarino seco, que es lo más desesperante que recuerdo”, afirmó. Lo acusaban de ser un infiltrado del PRT, en las fuerzas policiales, “cosa que no era así”.
No “minutiés”
En relación a la patota que torturaba estimó que eran entre seis y siete personas. Puso como ejemplo el caso de la mojarra donde estaba un hombre que tenía el trapo, otro el agua, el que lo sujetaba de los pies y tres que lo golpeaban permanentemente. “Porque no es sólo el agua, es agua y golpe simultáneo”, afirmó. La lectura de un libro sobre las torturas en Argelia le permitió idear un método para amenguar los efectos. “Después de mi primera sesión de tortura yo no tenía ninguna duda de que me iban a matar”, aseguró y le confesó al Tribunal que pese a no ser muy creyente rezó un padrenuestro.
“Todas las golpizas eran intensas, pero esa es una de las que más recuerdo. No minutéis, no minutiés”, contó que le decían mientras le aplicaban la mojarrita.
En otro momento fue trasladado a una habitación para que una mujer - Viviana Vanturuzzi- lo reconociera. “Ahí me quita la venda una persona que tiene un perfil muy particular, una nariz muy particular y me dice: no me mirés”. Después, lo golpeó con ferocidad. No lo reconoció por el nombre pero quedó claro que se refirió a Yanicelli.
“En esos días de permanencia en el D2, pensaba que no iba a salir de allí vivo por el trato que recibíamos”, afirmó. Refiriéndose a sus verdugos recordó que Gómez “era muy cruel”, que se daba a conocer y acostumbraba decir que “conmigo todo el mundo habla”. En relación a Mirta Antón rememoró que una vez le alcanzó agua y con una especie de latiguillo le decía: traidor, traidor.
¿Viejas? costumbres
Relató que su ingreso a la fuerza policial fue motivado por una situación violenta que vivió en la facultad de abogacía cuando era estudiante y la policía Federal los sacó a bastonazos. Ese incidente disparó un debate posterior en un bar céntrico donde planteó que debían realizarse cambios. Y ahí nomás se anotó e ingresó.
Al egresar como policía le asignaron las áreas de Tránsito y la Caminera donde permaneció poco tiempo. El suficiente para aprender que “debía tener un proyectil en la recámara siempre. Era una prohibición, pero en la práctica en esa época todos los policías tenían un proyectil en la recámara y en la calle todos tenían una doble arma, un arma provista por el Estado y otra por cualquier situación que se presentara”, aseveró.
“Quiero aclarar esto porque fui un funcionario digno” explicó y lagrimeó. “Una sociedad no puede prescindir de sus instituciones, y una sociedad democrática las tiene que nutrir de sus mejores hombres. Hoy trabajo con un sello y una lapicera, y mis errores pueden ser más o menos graves y se pueden reparar. A los 21 años trabajaba con una 11,25 en la cintura y mis errores podían costar vidas”, reflexionó.
Luego comparó a quienes hoy tienen la responsabilidad de cuidar a los testigos. Y dijo que tal vez “sean tratados como traidores como éramos tratados nosotros”.
En otro pasaje del relato dijo que “el mundo se ha hecho de guerras, y no estoy hablando de que acá se haya hecho una guerra, porque los señores que están acá a mi espalda, y no estoy desconociendo el principio de inocencia, deben saber que si hubo una guerra yo combatí en una mesa de torturas. Si nos asignan el rol de combatientes tienen que saber que yo fui un combatiente en una mesa de tortura y con dignidad”, consideró.
Rememoró además que mientras estaba en el D2 escuchó el balazo que hirió a Luis Urquiza, de quien había sido compañero y amigo en la escuela de Policía. “Fueron dos o tres disparos. La detonación de una 11,25 es muy fuerte y en lugar chico retumba. Había mucha gente. Se escucha un revuelo y gritos: se quiso escapar. Era materialmente imposible, aparte por las condiciones físicas, porque además de estar esposados estábamos muy mal”, describió. Y se emocionó al recordar que mientras le contaba cómo ocurrieron los hechos, le lavó el vaquero manchado con sangre en el campo de La Ribera.
Desborde emocional
Detalló que fueron trasladados en un camión militar, arrojados como “bolsas de papa”. Urquiza ya presentaba una infección en la pierna y un médico de apellido Acosta que estaba detenido insistió para que lo atiendan.
Destacó que estaban “más tranquilos, no eran golpizas sistemáticas, yo particularmente no recibí golpes”. Sin embargo indicó que fue testigo de la muerte de un muchacho en la cuadra. “No recuerdo el apellido, estaba muy torturado. Se comentaba que luego de la tortura le habían hecho ingerir agua. No podía orinar, lo llevamos y eran gotas –dijo entre sollozos- estaba muy contento, porque pudo orinar un poco, era sangre con unas gotas de orín. Esa noche entró en coma. Llamaba al padre”, afirmó.
Este momento del relato fue de mucha tensión para el testigo motivo por el cual se le propuso pasar un cuarto intermedio. Accedió y dijo que si bien tenía cuatro infartos encima no era este el lugar para hacer otro.
La querellante María Elba Martínez y el Juez Díaz Gavier le recordaron que tiene derecho a declarar. “Estoy de acuerdo con la doctora Martínez, como toda persona que ha pasado por situaciones traumáticas usted tiene derecho a hablar. Todos tienen derecho a saber lo que pasó en este país”, le dijo el presidente del tribunal. Más tranquilo pidió autorización para fumar un cigarrillo en otro ámbito y después continuó con el testimonio.
Consejo de Guerra
Samamé narró que desde la UP1 fueron trasladados al tercer cuerpo de Ejército donde les informaron que les harían un consejo de guerra. Desde la celda los llevó el servicio penitenciario sin vendas. “Salimos del pabellón, cabeza gacha, manos atrás, hasta las oficinas administrativas”. En ese lugar los receptó personal militar que les colocó las capuchas y vendas y los ataron con alambres.
“Ingreso al tribunal y la primera impresión que tuve fue muy extraña porque me hizo acordar a Kafka (El Proceso). Era un estrado más alto que el que ustedes tienen, había una bandera argentina y un Cristo, había oficiales de la fuerza aérea y el ejército con uniformes de combate. Me sacan la venda y había una persona armada detrás de mí y me dicen que cualquier movimiento que haga me ejecutaban”, señaló.
Agregó que tras sacarle la venda, acomodó la vista y saludó y le sorprendió que le respondieran. Luego le designaron como defensor a un oficial que dijo que “asumía la defensa como acto de servicio” expresión que lo inquietó.
Pero los absolvieron porque no encontraron elementos de prueba para condenarlos. Refirió que no estuvo a disposición del PEN ni de la justicia Federal, sino del área 311.
A partir de esta resolución las cosas cambiaron. Los devolvieron a la UP1 y las medidas de seguridad fueron más laxas. Y en el viaje de regreso vio el estadio Córdoba.
El 12 de agosto de1978, a las 14:30, recobraron la libertad todos menos Urquiza.
En un tramo de la extensa declaración dijo mirando al Juez que tuvo la convicción de que Dios lo protegió. “Usted pensará que esto es una alucinación producto de la tortura, pero escuché que alguien me dijo: vos estás en mis manos, yo decido”. La racionalidad dio paso a las emociones y el testigo narró que desde ese momento pudo enfrentar la tortura y de algún modo manejar sus tiempos.
Además sostuvo que si no hubiera sido por la solidaridad de los compañeros tal vez se hubiera suicidado. “Todos fuimos muy torturados. Tormentos, torturas, el Código Penal se queda corto”, sentenció.
En relación al personal declaró haber visto uniformados a su entender de Gendarmería que vestían ropa color verde oliva más claro que el del ejército y que en 1978 eran atendidos por personal penitenciario porque el Ejército y la Gendarmería ya no estaban en la UP1.
Pero, para los festejos del mundial ’78 contó que ingresó una patota de más de 30 efectivos de las dos fuerzas militares y del servicio Penitenciario. Y que los sacaron celda por celda y los golpearon. “A mi hermano lo lastiman con una piqueta de albañil. Entre los gritos de ellos y los gritos nuestros, fue una escalada de violencia muy importante y la tensión de saber que ya llegan a mi celda”, apuntó.
D’aloia
El testigo fue compañero de estudio en el liceo y amigo de Pablo D’aloia a quien definió como “un gran atleta, un gran dibujante, en mi casa debe haber un retrato que hizo de mí. El era el “negro” Daloia y yo era “Mamino”, no éramos el testigo y el imputado de esta causa”.
Interrogado sobre cómo era esta persona afirmó que “era mi amigo, por lo tanto debemos haber compartido valores. Era un tipo muy querible. Es un acto de dignidad en situaciones traumáticas como ésta, para él y para mí, reconocer que Pablo D’aloia era mi amigo. Era un gran atleta, una buena persona. El tenía una mayor vocación militar, una formación más estricta, y yo era de otras características”, manifestó. Pero aclaró que sus caminos se separaron.
De su alojamiento en la UP1 en diferentes pabellones se acordó de otros presos políticos como Guillermo Puerta, Toranzo, Lockmann, Pipo González, el doctor Hairabedián, Anita Mohaded, un albañil y un soldado cuyos nombres no recordó.
Sobre Raimundo Moore expresó que no lo conocía pero que supo que había dos matrimonios en el campo de La Ribera y que creyó que eran personal de inteligencia o colaboradores. En referencia a Moore respondió durante el debate que “se manejaba con cierta autonomía”. Y precisó que este concepto debía entenderse “dentro de las limitaciones de estar en un lugar cerrado, autonomía puede ser hacer tres o cuatro pasos más que otro. Era una persona que tenía más liberalidades que nosotros en el contexto en que estábamos”, amplió.
Cuando el fiscal Gonella le preguntó si mantenía las ideas que lo habían llevado a ingresar a la fuerza policial respondió que “Sigo pensando exactamente lo mismo, y me llama la atención que en todos estos años que hemos podido superar etapas, el poder político no tome previsión sobre esto. Me refiero a qué tipo de formación o qué tipo de personal debería integrarlas”, manifestó. Y agregó que Urquiza fue un “hombre digno” y que dejó de ser Luis para convertirse en “el rengo”.
La etapa testimonial está próxima a concluir. Luego vendrán las inspecciones oculares y los alegatos. Según fuentes tribunalicias la sentencia se dictaría antes de fin de año.
FuentedeOrigen:PrensaRedFuente:Agndh
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