OPINION
Scalabrini Ortiz, fiscal de la patria
Por Roberto Bardini *
Agrimensor, conferencista, autor de cinco libros, varios folletos y gran cantidad de artículos, durante décadas Raúl Scalabrini Ortiz fue silenciado por la prensa oficial, ignorado por las editoriales que traducían a economistas ingleses, filósofos alemanes y novelistas franceses, combatido por conservadores y liberales.
Hoy, su obra tiene tanta vigencia como en su época. Nacido el 14 de febrero de 1898 en Paraná (Entre Ríos), su adolescencia y juventud transcurren bajo la presión del liberalismo conservador predominante. Por razones de trabajo recorre La Pampa, Entre Ríos y Catamarca, donde ve cómo viven y sueñan sus compatriotas. A los 26 años viaja a París.
Vuelve decepcionado: en la “Francia eterna del humanitarismo y los derechos del hombre encuentra un enorme desdén por los latinoamericanos y una antidemocrática xenofobia de pueblo elegido”.
En Buenos Aires, Scalabrini se acerca al poeta, novelista y filósofo Macedonio Fernández, quien le proyecta su influencia humanista y lo orienta hacia una vida de altruismo, donde lo individual se diluye tras el beneficio colectivo. Trabaja como agrimensor pero tiene vocación literaria. Frecuenta a escritores como Jorge Luis Borges y Leopoldo Marechal. En 1923 publica La Manga, un libro de cuentos.
Al año siguiente se une a la revista Martín Fierro, creada por jóvenes que pretenden romper con “la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático”. El director es Evar Méndez, un poeta ya maduro; el subdirector, Oliverio Girondo. La publicación tiene sólo cuatro páginas y en sus tres años de vida (1924-1927) edita 45 números. En ella escriben Macedonio Fernández, Conrado Nalé Roxlo, Raúl y Enrique González Tuñón, Luis Cané, Ricardo Güiraldes, Jorge Luis Borges, Xul Solar, Norah Lange, Leopoldo Marechal, Jacobo Fijman y Ulises Petit de Murat.
En octubre de 1929 se derrumba la bolsa en Wall Street y la crisis mundial se extiende durante los siguientes diez años. En Argentina caen los precios de las exportaciones, se devalúa el peso, crece la desocupación. En 1930, un golpe militar derroca al presidente Hipólito Yrigoyen.
Se inicia una etapa que el periodista nacionalista José Luis Torres bautiza como la Década Infame. Scalabrini abandona las indagaciones metafísicas. Quiere saber por qué en Argentina “país de vacas y cereales, de grandes extensiones y regiones fértiles” hay hambre.
En diciembre de 1933, tres años después del derrocamiento de Yrigoyen, Scalabrini forma parte del último acto patriótico y popular de la Unión Cívica Radical. Bajo el régimen del general Agustín P. Justo, estalla en distintas partes del país una rebelión yrigoyenista, pero es aplastada. Paso de los Libres (Corrientes) es el último reducto de la resistencia. Scalabrini, Luis Dellepiane y Arturo Jauretche se cuentan entre los civiles que participan del levantamiento. Veinte yrigoyenistas son degollados. En los días siguientes, el ejército exhibe orejas de los muertos.
Scalabrini se exilia en Europa. En 1934, desde Alemania, escribe sus primeros artículos sobre la cuestión nacional. En 1935, de regreso, es uno de los fundadores de la Fuerza de Orientación Radical de la Juventud Argentina (FORJA), junto a Jauretche, Dellepiane, Gabriel del Mazo, Homero Manzi, Julio Darío Alessandro y otros. FORJA nace como una tendencia interna de la Unión Cívica Radical, de la que se separará en 1940.
Son 200 jóvenes de clase media. Su ideología se encuadra dentro del nacionalismo popular. Su manifiesto afirma: “Somos una Argentina colonial, queremos ser una Argentina libre”. Los acusan simultáneamente de marxistas, nazis y pro estadounidenses. Ellos replican: “Ni conservadores, ni socialistas, ni radicales, ni comunistas, ni fascistas pueden decir al pueblo la verdad sobre la tragedia que vive la patria”.
A través de conferencias y los Cuadernos de FORJA, Scalabrini revela quiénes manejan los hilos del poder económico en Argentina. Exhibe pruebas, desenmascara complicidades. Se convierte en el gran fiscal nacional contra la entrega.
Define a la red de ferrocarriles controlados por Inglaterra como “una inmensa tela de araña metálica donde está aprisionada la República”. Los británicos –afirma– aportaron capitales mínimos, inflaron los beneficios, aumentaron o bajaron las tarifas para boicotear a las industrias nacionales, recibieron miles de hectáreas de regalo junto a las vías y no cumplen ninguna función de fomento en las provincias pobres.
Además, trazaron el tendido de acuerdo a sus intereses comerciales: los rieles, en lugar de comunicar el país de norte a sur, confluyen a Buenos Aires, la ciudad-puerto, capital del país-factoría. Tenaz, publica varios Cuadernos de FORJA y libros: Política Británica en el Río de la Plata (1936), Los Ferrocarriles, Factor Primordial de la Independencia Nacional (1937), El Petróleo Argentino (1938), Historia del Ferrocarril Central Córdoba (1938), Historia del Primer Empréstito (1939), Historia de los Ferrocarriles Argentinos (1940) y Política Británica en el Río de la Plata (1940).
Mientras impulsa su campaña por nacionalización de los ferrocarriles, Scalabrini hace grandes esfuerzos por subsistir con su esposa y sus cinco hijos.
El 13 de enero 1942 publica en el diario La Prensa el siguiente aviso: “Caballero argentino, casado de 44 años, con amplias relaciones, estudios universitarios, técnicos, una vasta cultura general, científica, literaria y filosófico, con experiencia general y profunda de nuestro ambiente económico y político, ex redactor de los principales diarios, autor de varios libros premiados y de investigaciones, aceptaría dirección, administración o consulta de empresa argentina, en planta o en proyecto, en los órdenes de la industria, comercial o agrario. Dirigirse a Raúl Scalabrini Ortiz, calle Vergara 1355, Vicente López”. Muere de cáncer el 30 de mayo de 1959, a los 61 años. Hasta poco antes se ganaba la vida como agrimensor.
(*) Periodista
Fuente:Telam
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