LOS INSTITUTOS DE FORMACION DE LA FEDERAL DEJAN DE LLAMARSE RAMON L. FALCON, ALBERTO VILLAR Y CESAREO CARDOZO
Tres escuelas policiales sin la marca de represores
El cambio fue anunciado ayer, durante el acto de graduación de los primeros agentes de la gestión Garré. Irá acompañado por modificaciones en los planes de estudio. La Escuela de Cadetes se llamará Comisario Angel Pirker.
Por Eduardo Videla
Los cambios de nombre, explican en el ministerio, acompañan modificaciones en los tres niveles de formación.
Ramón L. Falcón, Alberto Villar y Cesáreo Cardozo, nombres asociados con la policía más represiva, instrumento del terrorismo de Estado, ya no prestarán sus nombres a las escuelas donde se forman los futuros agentes, oficiales y comisarios. Por una resolución de la ministra de Seguridad, Nilda Garré, se reemplazaron esos personajes por otros jefes policiales “cuya trayectoria estuvo asociada con la democracia y su trabajo tuvo una fuerte vinculación con la comunidad”. Los cambios, explicaron en el ministerio, acompañan modificaciones en los tres niveles de la formación policial. Desde el jueves, la Escuela de Cadetes dejó de llamarse Ramón L. Falcón para denominarse Comisario Angel Pirker, el comisario general designado por Raúl Alfonsín como jefe de la Federal. La Escuela de Agentes y Suboficiales cambió el nombre de Alberto Villar –uno de los fundadores de la Triple A– por el de Don Enrique O’Gorman, un civil que fue jefe de la policía de la Capital desde 1867 a 1874, que prohibió en su gestión el uso del cepo y otros instrumentos de tortura. Y la Escuela Superior de Policía, que recordaba al represor Cesáreo Cardozo, primer jefe de policía de la última dictadura, se llama ahora Comisario General Enrique Fentanes, un policía con perfil académico pero también con experiencia como investigador.
Los cambios fueron impulsados por la ministra Garré, con la idea de “acompañar las modificaciones que se encararon en los tres niveles de formación policial”, explicó a Página/12 el subsecretario de Gestión de Personal de las Fuerzas Policiales y de Seguridad, Gustavo Palmieri. En todos los casos fueron “consultados con las autoridades de la institución”, agregó.
Con respecto a las nuevas denominaciones, tanto el comisario Pirker como Fentanes cuentan con un gran reconocimiento dentro de la fuerza. El primero, porque su gestión es recordada por los oficiales de mayor edad: estuvo al frente de la fuerza desde 1986 a 1989, cuando falleció, dentro del Departamento Central de Policía. En esos años, además, la policía desarrolló importantes investigaciones que desbarataron bandas de secuestradores extorsivos en las que participaban ex represores. En cuanto a Fentanes, es uno de los ideólogos de la federalización de la policía y autor de textos que forman parte de la carrera policial. Su nominación, además, tiene algo de revancha: la Escuela Superior llevaba su nombre hasta que la última dictadura decidió homenajear a Cesáreo Cardozo, que no venía de las filas policiales sino que era general del Ejército. O’Gorman, en tanto, es un pionero en la organización de la policía porteña, en tiempos de lucha entre autonomistas y nacionalistas, y tuvo un papel destacado durante la epidemia de fiebre amarilla, en 1871, junto al médico Francisco Javier Muñiz.
Varias coincidencias unen las trayectorias de los tres nombres salientes. Todos cargan en su haber con muertes de civiles pero no en acciones contra el delito sino en la represión de trabajadores u opositores políticos. Los tres murieron como resultado de atentados con explosivos.
Ramón Lorenzo Falcón, formado en el Colegio Militar, había sido uno de los mejores oficiales del general Julio A. Roca, durante el exterminio de los pueblos originarios que se denominó Campaña del Desierto. En 1906 fue nombrado jefe de la Policía; un año más tarde reprimió una huelga de inquilinos en los conventillos porteños.
El 1º de mayo de 1909, su tropa reprimió a sangre y fuego un acto de obreros anarquistas que habían colmado la Plaza Lorea, en Congreso. El saldo fue de al menos once muertos y ochenta heridos. Tres días después, intentó disolver el masivo cortejo fúnebre. El 14 de noviembre de ese mismo año, el militante anarquista Simón Radowitzky, que tenía 18 años, arrojó un explosivo contra el coche donde Falcón iba con su secretario. Los dos murieron.
La historia del comisario Alberto Villar no es menos cruenta. Había sido miembro de la custodia de Juan Domingo Perón durante sus primeras presidencias y fue designado jefe de la Policía Federal en 1973, durante el tercer mandato del líder justicialista. Lo secundaba otro comisario represor, Luis Margaride, quien se había hecho famoso en los ’60 por sus allanamientos moralizadores en hoteles alojamiento.
La militancia de los ’70 asociaba a ambos con las persecuciones y torturas que habían padecido durante la Resistencia. Pero en su nuevo rol Villar formó parte de la organización de la Alianza Anticomunista Argentina, que comenzó con su serie de crímenes políticos días después de la muerte de Perón, con el asesinato del diputado Rodolfo Ortega Peña.
Villar murió el 1º de noviembre de 1974, junto a su esposa, cuando su lancha, que navegaba por el Delta, voló por el aire, al estallar el explosivo que colocó un comando de Montoneros.
El tercer nombre de los que ya no están en los institutos policiales es el de Cesáreo Cardozo, un general del Ejército que el 31 de marzo de 1976, días después del golpe, fue nombrado al frente de la Federal. Desde ese lugar, estuvo en la primera línea del plan represivo de la dictadura.
Cardozo murió como consecuencia de otro explosivo. Lo había colocado bajo su cama una chica de 18 años, militante montonera, que había sido compañera de estudios de la hija del militar.
Ni Villar ni mucho menos Cardozo cuentan con demasiada simpatía entre la oficialidad de la Federal. En cambio, Falcón resulta ser para los policías poco menos que un prócer: es el creador de la escuela que los forma, que lleva su nombre desde 1930, mucho antes de la creación de la Federal, en 1943. Fue el cambio que menos gustó.
Las modificaciones se dieron a conocer durante la graduación de la primera promoción de policías de la gestión Garré: son 360 agentes que irán a “reforzar de inmediato al dispositivo de seguridad pública en las calles”, informó la ministra.
El cambio de nombres en los institutos de formación “se fundamenta en la obligación del Estado de construir una sociedad donde todos sus espacios, en particular las instituciones formadoras, proclamen valores democráticos y el respeto a los derechos humanos”, destacó Palmieri. Por eso, “es pertinente que las denominaciones de las escuelas se relacionen con la trayectoria de personas que han contribuido con su accionar a proteger la vida y las libertades de los ciudadanos”, subrayó.
Fuente:Pagina12
REUNION DE GARRE CON LOS 53 COMISARIOS DE LA CIUDAD
“Cambiar el paradigma es necesario”
La ministra de Seguridad, Nilda Garré, exhortó a los nuevos comisarios de la Policía Federal a ser “protagonistas de una etapa nueva” para dar respuesta a una sociedad “demandante, que exige resultados y comportamientos eficientes” de las fuerzas de seguridad.
“El cambio de paradigma es necesario y se debe lograr en poco tiempo porque cuando las transformaciones no se hacen a tiempo, los problemas se agravan y las soluciones se hacen más dificultosas. Hay que afrontar cambios con decisión, valentía, coraje y entusiasmo”, afirmó la ministra.
En una reunión con los 53 titulares de las comisarías porteñas, la ministra subrayó que el objetivo de la renovación en la mayoría de las seccionales “no fue una purga, como algunos intentaron instalar, sino una modificación de perfiles, un ascenso de gente más joven y con capacidad para conducir un equipo de trabajo”.
La ministra destacó que, por instrucciones de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, asumió “el compromiso de generar un cambio cultural y de valores que permita pasar de la formación militarizada que caracterizó a la fuerza a una instrucción acorde a prácticas de relacionamiento positivo de la sociedad”.
Garré solicitó a los asistentes que lleven un mensaje a los efectivos de las comisarías que trabajan en las calles en el sentido de que “la idoneidad, honestidad y profesionalismo de los policías es la piedra basal de la política de seguridad pública”. Finalmente, la ministra destacó el perfil de los flamantes titulares de comisarías y remarcó su profesionalidad, en base al estudio pormenorizado de sus legajos antes de ser designados.
“Descarto su honestidad y ustedes saben que vamos a ser inflexibles en ese punto. Por último, confío en que van a recoger el guante para que, juntos, logremos que la Policía Federal vuelva a tener toda la legitimidad y el prestigio que supo tener en la sociedad y pueda ofrecer además la profesionalidad y los procedimientos que exigen los nuevos tiempos y las nuevas necesidades”, concluyó.
Del encuentro participaron también los secretarios de Seguridad Operativa, Cristina Caamaño; de Planeamiento, Gustavo Sibilla, y de Políticas de Prevención y Relaciones con la Comunidad, Ileana Arduino. También asistieron el jefe de Gabinete de Asesores, Raúl Garré, y el jefe de la Policía Federal, comisario mayor Enrique Capdevila.
Fuente:Pagina12
JUAN ANGEL PIRKER, EL JEFE EN LOS ’80
El comisario de Alfonsín
Desde ahora, la Escuela de Cadetes de la PFA dejará de homenajear al jefe policial antianarquista Ramón L. Falcón para llamarse “Comisario General Juan Angel Pirker”, en memoria del jefe policial de la recuperación democrática. Pirker estuvo a cargo de la Fuerza desde 1986, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, hasta su muerte, el 13 de febrero de 1989.
Pirker “supo elevar las capacidades del cuerpo policial para esclarecer delitos y avanzar en la construcción de una sociedad más segura promoviendo la honradez, experiencia, capacidad y respeto por la justicia y el derecho como los valores a partir de los cuales erigir la labor policial”, señala la resolución firmada por Nilda Garré.
Hijo de inmigrantes (su madre era española; su padre, austríaco), Pirker había nacido en Flores, en julio de 1934, e ingresó a la Escuela de Cadetes de la Policía Federal con 19 años cumplidos. Al año siguiente, comenzó su carrera en la institución en la comisaría 14ª, hasta que, en diciembre de 1983, el gobierno constitucional de la reapertura democrática significó un giro en su carrera. En principio, asumió como jefe de la Dirección General de Personal, sector que, poco más de dos años después, dejó para convertirse en jefe de la Policía.
El esclarecimiento del secuestro y asesinato de Osvaldo Sivak y otros empresarios a manos de una banda integrada por oficiales y agentes de la fuerza fue uno de los casos más resonantes en los que actuó, y a partir de los cuales creció su notoriedad pública. También causó impacto el secuestro de 60 kilos de cocaína, una investigación que le mereció la felicitación personal de Raúl Alfonsín y permitió el desbaratamiento de varias células de ultraderecha asociadas a ese tráfico.
Después del copamiento de La Tablada, Pirker retrucó algunos ataques señalando que “se ha criticado que hemos estado mirando con el ojo derecho nada más y que nos olvidamos del izquierdo; sí, hemos hecho procedimientos con el ojo derecho, pero de haber surgido elementos de juicio para actuar con el otro ojo, o en el centro, o en lo que usted quiera, se habría hecho”. Pirker rescataba habitualmente los cambios generados en las fuerzas de seguridad a partir de la reinstauración de la democracia. “Estamos en una etapa de libertad tan amplia que quizá no nos damos cuenta del todo lo que vale. Hay que defenderla”, dijo en una de las últimas entrevistas de su vida.
Fuente:Pagina12
Fentanes, un teórico policial
La Escuela Superior de Policía, que hasta ayer era conocida como “Gral. Cesáreo Cardozo”, lleva ahora el nombre del “Comisario General Enrique Fentanes”, el teórico policial del siglo XX. En 1934, cuando aún era auxiliar, se convirtió en el primer director de la Biblioteca Policial (antecesora de la actual Editorial Policial), cuyos destinos rigió hasta 1948. En el ínterin, sentó las bases de un catálogo de perfil profesionalista y pedagógico. Junto con el comisario inspector Eugenio Salcedo y el abogado Víctor Jiménez, recibieron de parte del jefe de Policía, el coronel Emilio Ramírez, el encargo de estudiar antecedentes de las fuerzas de seguridad y sus legislaciones en otros países. En noviembre de 1943, sobre la base del estudio, Ramírez propuso el proyecto para fundar la Policía Federal; poco después, el presidente Pedro Pablo Ramírez firmó el decreto de su creación, en función de esa investigación.
Fuente:Pagina12
O’Gorman, el hermano de Camila
La Escuela de Suboficiales y Agentes, hasta ahora conocida como “Comisario General Alberto Villar” (foto), honrará la memoria de alguien con perfil ligado a la profesión y el trabajo cercano con la comunidad: será llamada “Don Enrique O’Gorman”, en homenaje al hermano de la célebre Camila (cuya vida y tragedia fue consagrada en varios libros y en un film de María Luisa Bemberg) y Eduardo (párroco de San Nicolás de Bari).
O’Gorman fue jefe de la fuerza entre 1867 y 1874, con lo cual desarrolló la mayor parte de su tarea bajo la presidencia de Sarmiento. En esos años, reorganizó el cuerpo de los hasta entonces considerados “vigilantes” y reglamentó el uso del silbato, estipulado en cinco toques: reunión (“los vigilantes deben marchar hacia el lugar de donde parte”); auxilio (“deben auxiliar a quien ha dado el toque”); marcha (“deben rondar la manzana a su custodia”); llamada (que indicaba la “llamada del oficial, sargento o cabo”); incendio (el que “deben dar y repetir los agentes mientras se dirigen al lugar del siniestro”). Además, dispuso que dejaran de aplicarse barras y cepos a los detenidos en comisarías por considerarlos instrumentos de tortura. Fue también reconocido por su actuación durante la epidemia de fiebre amarilla en 1871.
Fuente:Pagina12
OPINION
Los nombres de las escuelas
Por Enrique C. Vázquez *
Hace un año, Osvaldo Bayer fue a dar una charla al colegio Nicolás Avellaneda, en el barrio de Palermo. Al finalizar, provocó a los alumnos con algunas preguntas: “¿Les parece bien que este colegio lleve el nombre de uno de los grandes responsables de la conquista de la Patagonia y del exterminio de muchos de sus habitantes? ¿Y ese otro colegio que está acá cerca, ‘el Roca’, debe seguir llamándose así? ¿Pensaron alguna vez en cambiarle el nombre?”. Y se disparó el debate.
Ahora, la ministra Garré decidió que tres escuelas de la Policía Federal cambien sus nombres. Quienes allí se formen, ya no lo harán en una institución que homenajea a un asesino. Ramón Falcón, el represor de obreros de principios del siglo XX; Alberto Villar, el comisario organizador de la Triple A, y Cesáreo Cardozo, el jefe de la Policía Federal de Videla y uno de los arquitectos y ejecutores del terrorismo de Estado en 1976, también bajaron de cartel.
En los últimos años fue frecuente que los carteles de chapa con el nombre de la calle Ramón L. Falcón, en el barrio de Flores, fueran cubiertos por otros más modestos, de papel, que recordaban a Simón Radowitzky, el obrero anarquista que mató al comisario responsable de los muertos y heridos en la manifestación del 1º de mayo de 1909. Sectores de la sociedad civil procuraban, de este modo, revisar a qué protagonistas de aquellas luchas sociales debía reivindicarse.
El cambio de nombres propuesto por el gobierno nacional tiene el valor de que es ahora el Estado quien se involucra en la revisión de aquel pasado. Y la opción, lógicamente, no es Radowitzky. No se está reeditando el conflicto entre los anarquistas y la policía del Estado oligárquico. Lo que hoy está en pugna son dos modelos de policía: el comisario Falcón o el comisario Juan Angel Pirker, el jefe de policía de la democracia entre 1986 y 1989.
Algunos consideran que cambiar los nombres de calles, plazas e instituciones son meros formalismos. Como cuando el presidente Kirchner le ordenó a un general que bajara el cuadro de Videla. Sin embargo, cuando esos gestos, con su alto grado de carga simbólica, están acompañados por políticas que modifican la realidad concreta, palpable, la forma se confunde e integra con el fondo de la cuestión.
El cuadro descolgado de los dictadores es un símbolo en el que se condensan los juicios que, últimamente, están permitiendo encarcelar a los genocidas. Es como si Néstor Kirchner hubiese dicho: esto va en serio. La cárcel común para el ex comisario Patti es una prueba de ello.
Este gesto de la ministra de Defensa también parece querer decir lo mismo. La Policía Federal no puede seguir siendo lo que fue. Debe cambiar por dentro y sus instituciones educativas deben tener denominaciones acordes con lo que una sociedad democrática requiere de sus policías.
Cambiar el nombre de una escuela no es pelearse con el pasado. O, mejor, no es sólo eso. Se trata de proyectar un futuro diferente. Está de moda, últimamente, la expresión “batalla cultural”. Oponer la figura del comisario Pirker a la de Falcón es parte de esa batalla. Se trata de una lucha que, en el día a día de la política, se expresa en la diferencia entre decidir si es mejor desalojar intrusos a balazos o hacerlo negociando, convenciendo, con política social.
Estamos comenzando a transitar un camino que, sin dudas, será arduo y sinuoso, para tener una policía diferente. No está garantizado el triunfo. Si en el futuro hay o no una escuela de policía que se llame “Comisario Luis A. Patti” tendremos un indicio de quiénes ganaron.
* Historiador. Vicerrector del Colegio Nicolás Avellaneda.
Fuente:Pagina12
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