19 de abril de 2011

RELATO DEL 74, titulado "VAMOS LOLE".

Por Juan Carlos Vimo
Yo estuve en esa carrera. Fue en enero de 1974 aunque tal vez Verónica no lo sepa ni conozca a los personajes de la foto y Wikipedia se equivoque, que dice que fue en 1972. Ahí está el general dándole la mano al Lole; su compañera Isabelita de lentes oscuros atrás intentando hacer lo mismo o más que él; el compañero Lastiri -yerno de Lopecito- encendiendo un pucho; su mujer Norma -hija de Lopecito- aplaudiendo al general como le enseñara su papá; otras gentes menos notorias y un milico mirando fiero a Reutemann indudablemente por la costumbre de mirar feo de esta gente. Si bien con la pinta y edad justa para jefe, no parecía ser el Lole sin duda -al menos en ese momento- un imberbe de la gloriosa Jotapé que había abonado con su sangre el retorno del general al país después de 18 años de exilio -tantos como de proscripción política del peronismo y persecución, encarcelamiento y cosas peores de los mejores de dicho movimiento que hicieron las resistencias a todos los gobiernos gorilas proscriptivos desde 1955 hasta 1973-. En fin, el Lole, Verónica, no está rodeado allí por uno sino por tres ex presidentes argentinos y por dos ex primeras damas.

Fue -la foto- en el Autódromo “Oscar Gálvez” de Buenos Aires que había inaugurado Perón 22 años antes, al terminar la carrera de Fórmula 1 que Reutemann –después de haber debutado en la categoría allí mismo dos años antes- ganó de forma honorífica aunque no llegó a la meta (aún así ubicándose 7º) y en la que estrenara el Brabham BT-44 con el que punteó todo el tiempo (si mal no recuerdo habiendo clasificado tercero o cuarto en las pruebas para la grilla de largada y desde allí picando en punta luego de una magnífica maniobra de sorpasso) sacándole más y más en cada giro a sus seguidores hasta llegar a una distancia de casi dos vueltas del que venía segundo (que era el oso Denis Hulme, de la escudería MacLaren, y que ganaría la carrera luego de que al Lole se le desprendiera la mitad superior de la toma de aire del Brabham que quedó flameando agarrada en sólo una grampa posterior y el auto comenzara en consecuencia a consumir más combustible del calculado y así, a cada una de las últimas 5 vueltas que quedaban -siempre adelante- pasara haciendo cada vez más ruido de falla hasta que en el giro final, ya con bastante distancia descontada por Hulme, faltando menos de un cuarto de vuelta para la llegada, unos 500 metros, se quedara definitivamente sin nafta dejando al auto seguir de largo con el envión hasta que ya tampoco no hubo más energía cinética ni menos alcanzaba la eólica que en absoluto silencio repentino enviábamos en soplido desde las tribunas que pasaron desde el paroxismo que se desataría en papelitos de diarios rotos en 10 segundos más al llegar el Lole a la bandera a cuadros al llanto cabizbajo).

Yo estuve allí, decía, y va la foto que mi papá me sacó en boxes el día de la segunda prueba de clasificación antes de la carrera al lado de James Hunt. Nos había hecho entrar a boxes después de que cruzáramos la pista desde la popular un periodista de El Gráfico que creo se llamaba Enzo Ardizzone. Jimmy tenía por entonces unos 27 años y yo 13. Allí debutaba él con un auto de un aristócrata inglés, Lord Hesketh (otro error de Wikipedia que dice que con March. Confirmo una vez más que esa “enciclopedia” informática es una mediocridad tanto como Facebook y Twitter y no sé cuánto más. Y pensar que con estas cosas hacen los deberes, estudian y se crían mis hijos y su generación que será de hombres cojos si no cambiamos esto. De hombres que tendrán mala información, no sabrán procesarla y -tal vez peor aún- estarán lejos de escribir decentemente. Yo aún creo y milito en una revolución antipavadainformática así como lo hago en otras transformaciones. En aquella no tengo vergüenza –al contrario, tengo el honor- de declararme una suerte de quintacolumnista de las huestes afiliadas al ejército de Mark Zuckerberg. Tampoco tengo miedo de que seamos pocos: como siempre, en toda causa justa, algún día seremos un poquito más. En las otras, quien me conoce con algún cariño –que en este caso son menos-, sabe bien que soy soldado raso de la primera línea. Pretendiendo solamente buenos jefes). Bueno, al Hesketh, Hunt le metía pata como un petardo y creo que lo rompió en la carrera. Pero dos años después fue campeón mundial manejando MacLaren. La foto, repito, fue en los boxes del Autódromo. No fue, aunque Jimmy esté en cueros, en la Costa Azul francesa donde aún vivía el Lole en Cap Ferrat con su primer esposa Mimicha. Lugar paradisíaco a pasos del principado de Mónaco a donde aún no ha llegado el turismo social justicialista. Deuda grande, seguramente coincido con Carlos, del actual gobierno nacional kirchnerista. Y playas por las que solía andar Jimmy como andaba en Buenos Aires birlándome en una de ellas a la princesa Caroline de ese otro hermoso segundo pueblito. Por suerte, el otro deportista que yo amaba por entonces aparte del Lole, Guillermo Vilas, fue luego vindicador de la argentinidad injuriada. (Digresión: Con Caroline y su hermana menor, Stéphanie, me pasó lo mismo que cuando encontré a Mariel Hemingway en “Manhattan” posteriormente a haber conocido a su hermana mayor Margaux en otro lado. Me dije: ¿y ahora qué hago? Tuve que soñar con las dos. Llegué a hacerlo, incluso, con las cuatro. Ojo los muchachos: dicen que por excesos por el estilo a Jimmy le falló el bobo a los 45 y pasó, como dicen algunos también, a mejores terruños. Yo, siempre lo he dicho, no creo en esto último. ¿Mejores terruños? Imaginate esas playitas nada más que con esas cuatro andando como andaban desde antes de esas épocas en Europa. Margaux querida, te fuiste vos también hace ya un tiempo, quede claro que te amé desde los 13 antes tal vez que a nadie. Si en efecto existe ese otro terruño, allá te estarás divirtiendo con las historias contadas por el abuelo Ernest. Tomando seguro un mojito cubano convidado por él. Al menos tan sólo para aquello, y también para tomar un mojito con ese narrador, yo quisiera que ese lugar exista para cuando viaje uno. Qué hablar si encima estás vos.)

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Ayer fue sábado, esta noche domingo ya de 23 horas. Ayer pensaba hacer alguna cosa interesante en esta ciudad de pobres corazones pero estaba cansado y además, lo que más quería, era escribir algo no sobre Lo Lechone (el Lole) sino sobre un animal que creo que es el mismo pero que a mí me gusta más: El Chancho. Pero justo se me cruzó en esta maldición informática que no te deja ni leer ni escribir tranquilo una cosa, parece que enviada por Verónica (así lo venían anunciando los diarios), con esa foto inicial y el mismo título de este mail pero con el año 2011. No me meto en la vida privada de nadie, pero cuando es privada. Ya se ha dicho que la política es algo demasiado serio para dejarla (al menos sólo) en manos de abogados o juristas. También en manos de chicas monas (bonitas) con ambiciones exacerbadas. Ojo con esas chicas Lole, que -si no necesariamente lo escriben bien por el orden de la hache- pronuncian hombre de estado con mayúsculas iniciales, la voz trémula y hasta trombones de fondo. Son muchachas, a veces, que en sus ambiciones desmedidas, llegan a perder el control sobre sí mismas. Lo he vivido. Y por el pecado de irme me mandó a tu policía. Digamos, a la misma (no hubo gestión posterior –al menos en mi conocimiento y experiencia- que la mejorara). Por supuesto, arrasaron con mi casa y, como encontraron poco, al otro día también con la de la familia vecina. Gajes del oficio que le dicen. Pero capaz que, en tu caso, te hacen quemar más que los engranajes de la caja de cambios de porquería que te puso Frank Williams en la última carrera de 1981 para que no fueras campeón. No importa no haberlo logrado, a mí me gustó más tu maravillosa –tal vez única pero honorífica- desobediencia al Poder cuando el patrón te había mandado a poner el cartel JON-REU, no le diste bola y seguiste en punta hasta la bandera a cuadros con el Alan furioso atrás. No te lo perdonó Frank, que manejaba los petrodólares. Tal vez allí tomaste una lección que desde siempre los afortunados intentan imponer de diversas formas a los desobedientes: con el Poder no se jode. Pero ese es otro tema, lindo también, sobre todo porque hay gente que sí se anima a joder y hasta a veces llega al gobierno. Pero yo, como dije, estaba hablando de carreras.

Aunque sí decía que quería hablar del Chancho. De Juan Lucero quería hablar. Que en menos de 19 horas estará charlando con algunos compañeros y amigos que conozco y otros que no en la librería Homo Sapiens de esta ciudad. Y en menos de 6, yo tengo que estar viajando a un pueblito a 100 km a dar clases desde donde, lamentablemente, con suerte podré llegar para el final del encuentro. Y seguramente también recién podré enviar desde allí, en dos horas libres sobre el mediodía, estos recuerdos. Así que, como me pasa siempre, no podré cerrar esta narración como quería. Me quedan en el tintero varias carreras. La del fabuloso Saudi Williams también en Buenos Aires por ejemplo. Y el estúpido jardinero que cortó el pastito sin rastrillarlo que te tapó los radiadores y te hizo percha el auto cuando de nuevo venías robando. Vos sentado ahí en el piso con el casco con la bandera argentina a los costados y la tapa azul arriba, apoyado en el lateral del coche, creo que en la horquilla, agarrándote las manos con la cabeza. Y nosotros, los tuercas sangenarinos, unos 20, y de todo el país, acompañándote con nuestro llanto hacia adentro nuevamente. Sabés que lo digo con cariño Lole. A aquel extraordinario conductor -más allá del pavote Oscar Marino-, el más grande corredor argentino después de Juan Manuel.

Después, retirado de tu mayor pasión, encontraste el justicialismo. Lo encontraste como 20 años antes había “encontrado” el peronismo Carlitos Olmedo. Carlitos Olmedo –lo leí de un fantástico artículo de Horacio González, el actual director de la Biblioteca Nacional, “La revolución en tinta limón / Recordando a Cooke”, en la revista Unidos que por 1986 vendía con otros compañeros por la calle. Creo que lo leí de ahí. Si mi memoria falla, a nadie le vendrá mal igual leerlo si logro con esta cita que sólo uno llegue a lograr ese fabuloso objetivo-, Carlitos Olmedo decía -un celador del Colegio Nacional Buenos Aires que funda las Fuerzas Armadas Revolucionarias poco después del golpe de Onganía a Illia en 1966-, cuando las mismas, de origen marxista, se “incorporan” por los inicios de los ´70 al peronismo, algo como que ellos no se incorporaban sino que descubrían que siempre habían pertenecido a allí.

Decía que vos también Lole, de alguna forma, pero creo que de exacta manera contraria, descubrías al justicialismo por 1991. No te incorporabas: descubrías que siempre habías pertenecido a allí. Y es así tal vez. El peronismo entonces era (y era “peronismo”) el de burgueses justicialistas (por poseedores de bienes o de conciencias o de objetivos) que se encontraban de pronto en el gobierno con el favor de los vientos conservadores mundiales y, herramienta en mano de su frase predilecta tomada del general, La única verdad es la realidad, esto es -tomada por ellos, y hasta tal vez tomada por cualquiera-, la abdicación de la voluntad política para la transformación de la misma. La transformación de la realidad. De ahí al asalto no del cielo sino del estado y del país por mayoría de gentes sin mayores escrúpulos y sí mucha ambición monetaria, dos milímetros.

Ojo, yo también vine de afuera como vos. Es más, de tradición de la Democracia Progresista creo igual que vos. De dos generaciones más arriba fundadores del partido con De La Torre, Molinas y Bordabehere. De leales a los principios hasta el sacrificio se despidió Lisandro en su última carta a mi tío Héctor y mi abuelo Eugenio. Y yo también, a mis 21, poco más joven que cuando lo hiciste vos, descubrí, respecto al peronismo por el que optaba desde donde combatir a la dictadura, que siempre había pertenecido a allí. Al allí de las patas en la fuente; del cabeza con trabajo que comienza a llamarse obrero; del morocho odiado comiendo en el restaurante antes exclusivo de los rubios; del hijo del mismo estudiando en la Universidad Obrera; de los que tratan de agarrar un cañón de adorno en la Plaza de Mayo para intentar tirarle vaya a saber con qué a los aviones de la marina que bombardean a su gobierno cuando se levanta el país burgués contra él; de la dignidad del general Juan José Valle ante el pelotón de fusilamiento a pesar de la desautorización por omisión de quien él se subleva a la Libertadora para retornarlo al poder; de la de Julio Troxler haciéndose el muerto para sobrevivir en los basurales de José León Suárez en las mismas circunstancias después de ser fusilado; de la de él mismo como subjefe de la policía de Buenos Aires en 1973 ordenando -cuando la vuelta definitiva de Perón el 20 de junio- poner en Ezeiza, en cada patrullero, a un militante de la Jotapé para supervisar la seguridad que brindarían los uniformados, objetivo que no pudo concretar por Lopecito y sus muchachos; del desparpajo de Envar El Kadri cuando lo detienen en 1968 en el monte espinoso de Taco Ralo junto con el Chancho Lucero y unos diez más y, apuntándole con la ametralladora en la noche, le dicen ¡Nombre!, él le dice ese arábigo de epopeya suyo, ¡Nacionalidad carajo!, ¡Argentino y peronista carajo! les responde a los gendarmes que le apuntan; al de ellos mismos chiflando la marchita cuando los llevan esposados a darles a la comisaría –previos a sus 5 años de cárcel hasta la amnistía de Cámpora en el ´73- y al de alguna mirada cómplice de los pobladores que los miran; al de tantos, de Discépolo y de Manzi, de los lustrabotas que le pasaban a los primeros militantes de la Resistencia a la opresión, que duraría 18 años, las latitas de betún vacías para ponerles petardos y hacer ruido, del chiflido de Fumando espero como contraseña de los mismos si aparecía la yuta cuando hacían alguna pintada de Perón Vuelve; de Salvador Ferla, Cooke y Del Carril; de Villa Manuelita en Rosario que no se rinde a 15 días de iniciada la fusiladora; de tanta historia de mujeres y hombres anónimos, dignos y hermosos que no bajan la cabeza fácilmente a la prepotencia del Poder. Que así es la historia del hombre que merece llamarse hombre y de la historia que merece llamarse historia.

No puedo seguir aunque me gustaría, tengo que irme. Como dije, no podría cerrarlo por tiempo. Como sea, no podría cerrarse esta historia, la historia es siempre abierta. Releo y veo que no he tratado lo suficientemente bien al General. Difícilmente yo trate suficientemente bien a alguien para los demás aunque yo lo sienta así. Pero a quien venga con el peronómetro le digo que no tiene que auscultarme: yo no soy peronista por ninguna veinte verdad. Jamás lo he dicho. Soy peronista por pueblo y por buscar, en todo caso, sólo alguna mínima certeza. Fui militante de la Juventud Peronista de mi época, los ´80, y seguramente lo hubiese sido de la generación anterior, de la gloriosa. En una de esas por suerte tal vez Dios existe y no lo quiso.

Agrego algunas fotos con sus epígrafes escritos aquí abajo para complementar estas historias y la invitación a la charla con el Chancho Lucero para dentro de un rato. Datos de la misma en la tercer foto. De la primera y la segunda ya hablé.

4º foto: Ya no tengo tiempo, sólo ésta agrego, de lo demás hablará el Chancho. Va propaganda electoral del peronismo en 1946. De qué se trataba el peronismo. O bueno, agrego otra. Una revista Gente de los ´90, 1994, que me dieran en recuerdo pobladores de un punto turístico que elegí en Semana Santa de 2006: Taco Ralo, Tucumán. El pueblo había sido rematado en aquellas épocas y de eso hablaba el artículo de la revista de la cual envío la tapa, con firmas en la panza de Valeria Mazza de quienes me la dieron, una página del artículo y una foto ampliada de la misma en la que parecen verse los anteojos de Cacho El Kadri y los de Amanda Peralta al fondo. A los demás, si viera esta foto, seguramente los reconocería el Chancho.

Un abrazo.



Fuente:JuanCarlosVimo                                                                            

1 comentario:

Juan Carlos Vimo (h) dijo...

Gracias compañeros.
Si me volviesen a brindar el honor en alguna próxima, les agradezco también dos cosas:
1) Que cuiden que no se borren las cursivas. Su existencia puede variar el sentido de alguna palabra o frase. Este texto tenía unas cuantas que no aparecen aquí. De cualquier forma no ha cambiado demasiado.
2) Que no se olviden de la hache de hijo. Mi padre, de 87 años, tiene en política y en particular respecto a la última carrera del Lole (que de chico me llevaba a ver cuantas podía), posiciones radicalizadas que yo no comparto.
Pero fundamentalmente, muchas gracias.
Juan Carlos Vimo (h)
Rosario, 1º de mayo de 2011.
Feliz día de lucha a todos los que, como ustedes, lo hacen.