28 de junio de 2011

GOYA-CAUSA PANETTA: TESTIMONIOS DE Ma.TERESA OPERTO DE LUJAMBIO y SELMIRA ESTEFANÍA CANDIA.

TESTIMONIO DE MARIA TERESA OPERTO DE LUJAMBIO
En la jornada del miércoles 22 de junio de 2011, al reanudarse en Goya las audiencias testimoniales del juicio de la Causa Panetta o Causa Goya, compareció en primer lugar la testigo profesora María Teresa Operto de Lujambio, DNI 3.990.289, casada, 67 años, estudios universitarios, jubilada, profesora de filosofía, domiciliada actualmente en Rosario. Ejerció la docencia en Goya y trabajó en LT6 radioemisora de Goya.

Preguntada si conocía a los imputados dijo que no, pero que había escuchado acerca de ellos, agregando que no tenía amistad ni interés particular salvo que se conociera la verdad de los hechos investigados. En el inicio de su relato la profesora Operto recordó que siendo docente en el Instituto Superior del Profesorado “José Manuel Estrada”, en el Colegio Nacional “Dr. Juan Eusebio Torrent” y en la Escuela Normal “Mariano I.Loza”, y además trabajando como periodista en LT6 Radio (entonces) “Sargento Cabral” de Goya, sufrió detención domiciliaria el 16 de agosto de 1976 (lunes, agregado de Prensa) quedando luego bajo libertad vigilada. Recordó que hubo un acto en homenaje a San Martín en la Escuela Normal (“yo participé del acto”) y que al día siguiente golpean la puerta de su casa, es alguien de la Policía con una orden de detención que le hace firmar quedando detenida en su domicilio. Le dicen que la van a venir a buscar para llevarla a Resistencia o “acá en Goya”, no sabiendo ella ni recibiendo los motivos de su detención. Ella supuso que fue por motivos políticos pues “antes fue allanado mi domicilio”. Una tarde la empleada le dice “señora la busca un policía”, era Baigorria, y un grupo de gente. Entraron a su casa con apoyo de carros de asalto apostados en el Barrio Manuel A. Pando donde residía, identificando como un operativo conjunto de fuerzas de Policía, Ejército y Prefectura. Un oficial de Ejército revisó libro por libro mientras el resto revisaba toda la casa. Terminado el operativo se fueron. “Me empezó a invadir el miedo a partir de entonces, mis compañeras profesoras del Estrada ya habían sido allanadas y detenidas”. Volviendo atrás en su comentario sobre el acto sanmartiniano citado dijo que la profesora María Jacinta Lezcano le pidió ayuda al respecto porque las profesoras que debían organizarlo con ella estaban todas detenidas. “Me resistí a hacerlo porque no estaba preparada con la vestimenta adecuada para el caso insistiéndome con estas palabras: Leé esto por favor”. Era la carta de San Martín a Rosas donándole el sable. “¿Esto?” le preguntó añadiendo “me pareció raro”.

También señaló que frente a su casa vivía Esteban Insaurralde y que ella sabía que éste había sido secuestrado. “Yo vivía aterrorizada mirando por la rendija de la ventana pensando cuándo me iban a buscar”. La testigo toma agua para reponerse, comienza a llorar y pide disculpas al Tribunal. “Pasaban los días, mi familia estaba desesperada, seguía pensando que me iban a venir a buscar”. Su esposo fue a ver al Jefe de la Compañía de Ingenieros 7 Mayor Miy Uranga para preguntarle “qué pasaba conmigo”. “Y qué más quiere, está en su casa” le contestó el jefe militar y acordaron traerla a ella para hablar con él. Entonces él le preguntó “Quién le trajo a Ud. a Goya?” . Relató al respecto que vino a trabajar a Goya en 1966 siendo profesora de Filosofía luego de un curso que dictara el Padre Leyendecker en el Instituto Estrada, ocasión en que el rector Camozzi le informara que al irse a Europa a especializarse quedaba una vacante y que necesitaba una profesora o profesor de esa materia. Leyendecker era rector del Colegio Universitario donde ella estaba y vino a dictar un curso sobre Teilhard de Chardin. Entonces aceptó ella el ofrecimiento y vino a Goya.

Uranga le interrogó sobre reuniones con Monseñor Devoto respondiendo que solamente eran académicas, sobre la marcha del Instituto. Al contestar que su filiación política era peronista el jefe militar le dijo “Lo siento por usted”. Todo el interrogatorio –indicó la testigo- estuvo enfocado en el Obispo Monseñor Devoto. Al despedirla le expresó que volviera a su casa pero que “la vamos a vigilar” y que quedaba a disponibilidad de las autoridades. Ella volvió a la radio y el Director Pedro Tracci le dijo que él salió de garantía ante el Mayor Miy Uranga para que pudiera seguir trabajando. Narró que en LT6 sufría presiones, que había autocensura, que sentía una vigilancia permanente. Cuando la guerra de Malvinas dijo que en LT6 era espantoso lo que tenía que vivir, que ella era periodista y debía obedecer, que le torturaba la mentira y que era una gran carga de conciencia lo que tenía que sufrir. Agregó que toda la información o material era envasado con una semana de anticipación y que al final cansada renunció y se fue de Goya.

En este punto el Fiscal Flavio Ferrini le preguntó si podía decir el nombre de sus compañeras profesoras contestando que sí que se acordaba de María Josefa Raimbault, María Cristina López, María Ester Raba, Marta Rosetti, todas detenidas. Refirió que el Instituto Estrada fue cerrado por Devoto al quedar sin docentes, que el Rector Camozzi se exilió en España (“lo sacaron escondido, tengo entendido”). También señaló que en el allanamiento antes de su detención revolvieron todo, buscaron hasta debajo de la cama de mi madre anciana, “mis libros revisaron uno por uno”. Buscaban la Biblia Latinoamericana, “yo tenía un libro titulado Jesús el Revolucionario” que le regaló un pastor de la Iglesia Evangélica Bautista a quien había reporteado en la radio. Se llevaron también en la requisa dos libros de filosofía cuyo nombre no los recordaba.

El Fiscal le preguntó sobre Esteban Insaurralde respondiendo que “supe que apareció, que lo dejaron en el campo semidesnudo y que le robaron cosas de la casa”. Uno de los papeles lo había firmado la cuñada de Insaurralde, recordó.

Que sobre su disponibilidad ante el PEN (Poder Ejecutivo Nacional) dijo que le habían comunicado en la Escuela, primero la habían declarado prescindible (cesante) y que esta situación duró en su caso hasta 1983. Informó que en 1981 se inscribió para trabajar como docente pero que le rechazaron la inscripción.

Preguntaba si conocía a los imputados dijo que había oído hablar de ellos. Que creía que estuvieron en los operativ os de allanamiento pero sin dar detalles.

El doctor Shaffer de la Defensa le preguntó sobre los imputados, respondiendo que escuchó los nombres. Que a la cuñada de Insaurralde la conoció por ser vecina, y que a Baigorria no lo conocía pero sí al parecer su empleada. La doctora Badaró del Tribunal le requirió sobre días de detención domiciliaria señalando que estuvo en esa situación unos diez días, que nunca fue procesada judicialmente, que no conocía ni le dijeron los motivos de su detención ni del allanamiento. “Después, pensando –comentó al respecto- pienso que habrá sido por mi formación. Yo me formé en Santa Fe en la doctrina social de la Iglesia Católica postconciliar del Vaticano II, en la teoría evolucionista de Teilhard de Chardin y en el cristianismo. Vine a Goya con una formación natural para mí, acá encontré una sociedad muy tradicionalista y muy cerrada en determinados aspectos y creo que eso molestó un poco, mi influencia en el alumnado estaba en el ejercicio de razonamiento de las cosas y eso molestó. En 1971 siendo rectora del Colegio Nacional la profesora Nubia Mendíaz se organizó una Semana de la Familia, yo formé un panel sobre conflictos en la adolescencia, yo era la Coordinadora y participaban también las profesoras María Josefa y María Ester, en el Salón Blanco de la Escuela Normal, hubo muchísima gente de la comunidad educativa en general, fue un debate muy nutrido e interesante para nosotras, se habló del adolescente en esta sociedad, el adolescente en esta familia, el adolescente en esta escuela. Quedamos muy contentas con la participación. Para sorpresa nuestra a la semana siguiente un grupo nos denunció al Ministerio de Educación de la Nación: molestó mucho ese panel.

De los sacerdotes les molestaba el Padre Camozzi del Instituto Estrada y el Padre Ramondetti que si bien no estaba ligado al Instituto era del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.

El Fiscal preguntó por las compañeras y si sabía en qué condiciones las vio, y respondió que habló con ellas muy poquito, que no podían hablar, que les costaba hablar, que algunas intentaron suicidarse en el momento, sé que fueron vejadas, en la Casa de los murciélagos dormían en el piso entre los murciélagos, las sacaban a una distinta todos los días. Todavía no pueden hablar. Es muy duro lo que nos pasó, tuve la suerte de no ser torturada físicamente pero la tortura síquica sí. No puedo caminar por Goya sintiéndome libre. Nos quitaron hasta la libertad interior, la libertad de pensar. Me sentía culpable por mi modo de pensar, que ponía en riesgo la vida de mis hijos, fue terrible y sigue siendo todavía”.

El presidente del Tribunal dr. Víctor Alonso preguntó si recuperó el c argo contestando que volvió a la docencia en el 83 con la democracia pero “nunca me pude liberar”, “todo era subversivo según ellos”, “me costó mucho a mí siendo profesora de Filosofía”, “el miedo no se me fue”- La jueza doctora Badaró la invitó a decir sobre el contexto, si eso fue en Goya nada más o en otros lugares, respondiendo que en Rosario supo de una situación parecida en una Escuela Virgen del Rosario pero no tenía detalles que ofrecer. Muchos amigos o conocidos –agregó finalmente- de Rosario fueron detenidos y sufrieron cárcel por ser peronistas.



GOYA 23 de junio de 2011 PRENSA MEDEHS GOYA
TESTIMONIO DE SELMIRA ESTEFANIA CANDIA .


El miércoles 22 de junio de 2011declaró como testigo en la Causa Panetta o Causa Goya Selmira Estefanía Candia de Fernández, DNI 5.873.658, casada, 63 años, estudios terciarios, post grado universitario, domiciliada en José Eusebio Gómez 1525 de Goya.

Luego del juramento de rigor dijo conocer a Silveyra, Lemos y a Obregón (imputados) y que su interés era que se haga justicia.

En 1971 se graduó en el Instituto Superior del Profesorado “José Manuel Estrada” siendo rector el Padre Rolando Aníbal Camozzi Barrios y representante legal el Obispo Alberto Devoto. En los años 1972-73 ocupó cátedras de Filosofía y Pedagogía. A nivel educativo podía decir que el Instituto Estrada era una institución con personal renovado, de avanzada, proveniente de Santa Fe, Paraná, Rosario. Algunos docentes venían con antecedentes de haber hecho experiencias pilotos en educación. Trabajando en el Instituto descubrieron con la influencia de Monseñor Alberto Devoto la opción por los pobres a partir del Concilio Ecuménico Vaticano II. °Lo hizo carne. Escribía y nos hacía conocer todos los postulados y consultaba los cambios necesarios, era una Iglesia muy actualizada, era un Instituto de apertura a una sociedad muy cerrada. Se organizaban charlas, conferencias, de teatro, iban políticos nacionales como el expresidente Frondizi (Alfonsín, José María Rosa, Jorge Abelardo Ramos, Rogelio Frigerio, Salvador Busacca, etc. Agregado de Prensa), Juan Carlos Gené en teatro, García Venturini en filosofía, sindicalistas, José Miguel Irigoyen experto en guaraní, etc. “ Nos formamos ahí. Como alumnos grabamos y publicamos cursos y algunas revistas (“Yeyujhú”, “Actas de la Vigilia”, Literatura, Historia, “Cristianismo y Marxismo”, “Revista “ Llamarada” del Centro de Estudiantes”, etc. Agregado de Prensa). También conocíamos lo resuelto en Medellín (Conferencia Episcopal de 1968, Agregado de Prensa). En las cátedras de Pedagogía usábamos la reflexión crítica, aprendimos que debía hacerse la inclusión de los sectores más postergados de la sociedad, que Dios estaba en el prójimo, en los necesitados, que había también no sólo pobres materiales sino pobres de espíritu, que debía primar la dignidad de las personas, aprendimos eso y sentíamos que debíamos volcarlo en la sociedad”.

La profesora Nía Candia informó también que se fundó el primer gremio de trabajadores de la educación de Goya y de Corrientes y que ella fue su primera Secretaria General. En mayo de 1976 siendo Profesora de Práctica de la Enseñanza en el Instituto Estrada “me inscribí en la Escuela Normal para hacer allí las prácticas de clases con mis alumnos pero no tuve respuesta de la rectora Marta Olmos. La vicedirectora Madame Soledad de Barrionuevo un día que estuvo a cargo de la Dirección me atendió y abriendo un cajón me dijo “acá está su solicitud pero no fue elevada”. Se cajoneaba, dijo, la solicitud del Instituto Estrada, esto provocó un enojo muy grande de la Directora al volver. “Sentimos la resistencia a ese tipo de educación, queríamos una sociedad más igualitaria, más justa y más solidaria, que todos fueran convidados a la mesa”. También dijo que hubo en la época cambios litúrgicos fuertes con misas de frente, en castellano, con cánticos apropiados inclusive el chamamé, los casamientos fueron iguales para todos sin la famosa alfombra roja y pagos especiales de los ricos, morían los prejuicios. Había gente que se molestaba mucho por todo esto”. A pesar de todo esto a mí, o a las profesoras María Teresa Operto o María Josefa Raimbault “nos pedían que diéramos charlas” pedagógicas sobre Jean Piaget y otros, con análisis de la sociedad actual, se hacían reuniones, se daban charlas en la Parroquia, y entre otras cosas alertábamos sobre la deshumanización que podía traer la incorporación descontrolada de la tecnología por ejemplo, lo que llamábamos la “mecanización deshumanizadora”, queríamos desprejuiciar a la sociedad, conocíamos también la Teología de la Liberación que propagaban los Curas del Tercer Mundo. Con mi esposo asumimos además un compromiso político, asistíamos y participábamos en las reuniones de la Juventud Peronista, mi padre fue irigoyenista primero y luego peronista, hacíamos actividades sociales en el barrio. Siempre utilicé bibliografía anexa a los libros de texto específicos de las cátedras, y me identificaban por la metodología de los por qué”.

Cuando fue detenida María Josefa Raimbault le aconsejaron dejar y alejarse de “ese” Instituto pero ella siguió, tomó la decisión de continuar. “No sólo fuimos pioneros en el gremio sino que nos incorporamos a la CGT, eso fue algo nuevo, y éramos mujeres entre hombres, fue muy novedoso para la época. Estábamos como delegadas Mirta Alaya y yo, y otras compañeras, Maciel, Siviero, era muy influyente y favorecía esas experiencias el sindicalista Cheto Fernández”recordó.

“Previo a mi detención –continuó- fui a dar clases ese día, tenía dos chicos una nena de dos años y un nene de 8 meses que estaba en etapa de destete. Con Nubia Mendíaz tuvimos noticias de listas negras que habían en el juzgado y en la escuela. “Yo me preocupo mucho por eso, fui a dar clases y le digo de esta preocupación al rector. El Padre Camozzi me dice “Escúcheme señora de Fernández usted está haciendo algo ilegal, algo que la pueda comprometer? Entonces, quédese tranquila, a lo sumo la van a detener y la van a devolver a su casa”.

“El 11 de junio de 1976 (lunes, agregado de prensa), al mediodía, aproximadamente a las 13, almorzando porque siempre lo hacíamos a esa hora, golpean fuerte la puerta, era personal de Ejército y de Policía. Los chicos se asustan. Le doy el bebé a Antonia, mi empleada. Reconocí al Teniente Scala del Ejército porque era novio de mi compañera Saadi, amiga de la familia. Mi marido reconoció al oficial Obregón de la Policía provincial. Del resto no me acuerdo. Requisaron toda la casa. De mi biblioteca tiraron todo, había un libro de Perón, libros de Pedagogía, de Dinámica de Grupos, de Hernández Arregui, de Scalabrini Ortiz. Era llamativa la ignorancia de esa gente. Tenía una Biblia pero no era la Latinoamericana, los Documentos finales de Medellín, hicieron dos bolsas de libros, revisaron también la biblioteca de mi marido, tenía unos apuntes de química, tenían ellos una máquina que era para buscar armas, yo no sabía usar armas. Elaboraron un acta, la invitan a firmar a Antonia que era analfabeta entonces lo hace con huella digital. Me dicen que tienen que llevar a los niños pero ahí me prendo muy fuertemente a mis hijos, a mis hijos no los llevan de ninguna manera les digo, insistimos y desistieron de la idea, yo con ambas criaturas somos llevados a casa de mis suegros en un jeep seguido de otros vehículos, les dejamos a ellos mi hijo Martín y mi hija Silvia”.

“Nos llevan a mi marido y a mí en una chata de la policía a la Comisaría Primera (actual, antes Departamental, agregado) con puerta sobre calle Colón frente a la casa de mi compañera Chichita Rioboo. En una pieza veo a Nubia Mendíaz, Norma Espinoza, la secretaria del Colegio Tini Jara cosa que me sorprendió, Josefa Raimbault, Cristina López, todas del Instituto Estrada, con mi marido nos toman las huellas digitales y nos sacan fotos de frente y de perfil, eran las quince horas aproximadamente. Hasta la noche estuvimos ahí, a las 20 aproximadamente nos sacan en fila india, salimos por calle San Martín, había un auto sobre San Martín casi Colón, ví a un oficial alto y joven que fue mi alumno y asistía a reuniones de la Juventud Peronista, el señor Fabbro que me dijo “¡qué pena! Qué lástima!”. Nos trasladan por toda la calle Colón hasta avenida Sarmiento pasamos frente al Regimiento tomamos camino al Puerto hasta el Destacamento policial a la vera de la ruta. Actuaron todas las Fuerzas, de Prefectura estaban Lemos, Quiroga, lo conocí a Lemos porque fue paciente de mi esposo. A mí me llevan a una piecita con Nubia, Elsa Miño, Norma Espinoza. Una noche fría de agosto, mi esposo sentado afuera con asma, tuvo una crisis asmática, no fue atendido, estaba yo muy preocupada y mis compañeras también, pasaron varias noches, varios días. Nubia era un cimiento, mayor que nosotras, éramos sus ex alumnas y nos cuidaba, nos contenía, mi marido no estaba más, habían pasado dos o tres días, la comida era una sopita muy aguada, cocido negro. El 15 de agosto el suboficial Nadalich apareció con otros que los conocía porque mi hermano fue de la Prefectura, eran Cesario, Mazarelli, Quiñones, Quiroga, Lemos, pedí permiso para ir al baño, me acompañó un policía masculino, ví a Marta Rosetti, a Esther Berdini, escuché voces de varones, ví a Clavo Franco, su novia Margarita Enríquez. Los baños eran de letrina vulgarmente conocidos como excusados, había aparte una edificación para reuniones de los guardias donde hacían asado, escuchaba palabrotas, charlas. El 14 de agosto Norma pide para ir al baño y no volvía, nos preocupamos, pasó el tiempo, cuando vuelve tenía la cara desencajada, no nos quiso decir nada solamente “me manosearon todo”, más tarde nos contó todo.

Otro día vino Nadalich, trajo algo, ropa interior, bombones, café con leche y dijo Nubia esto me debe mandar mi gran amiga la escribana Calvi; el 15 de agosto fue el cumpleaños de Nubia. Desaparecieron todos los guardias y luego vino un señor rubio, alto, con anteojos Ray-Ban y preguntó ¿qué tomaron? . Café, café, contestamos todas. Violentamente irrumpen los otros guardias, nos ordenan ponernos contra la pared manos en alto, rezamos el rosario en esa posición, ellos rompen toallas, hacen vendas y nos ponen en los ojos. Sentimos el ruido del motor de un camión, era una noche oscura, veo a otro grupo de profesoras que las tienen tiradas en un acoplado, yo voy en la parte de adelante, allí estaba el llamado Pibe de Oro el comisario Héctor Martínez, el chofer era Ocampo de la Prefectura a quien lo reconocí, otro señor más a quien no conocía, muy felices como que iban a una fiesta, me manoseaban el muslo como que iban a una fiesta con nosotras”.

Era todo muy degradante, me reatan bien la venda, Nubia rezaba, yo creía que nos iban a matar. Entonces pensé: “Dios, te pido por la familia, por los hijos”.

“Poco después percibí que usaban linterna, pisábamos pasto, el camino era irregular, en cercanías del río, entonces leen mi nombre “Quién es Cuandia (sic)?”. –Yo soy Candia, dije. Me sacan aparte, me patean por los glúteos, me hacían caminar, me decían ésta es la secretaria general del gremio, palabrotas como hija de puta, me hacen arrodillar, siento que me pasan un arma en la nuca y dice uno “¿la mato ya?”, pero retira el arma, me llevan, me hacen caminar, choca mi pie el umbral que sobresalía de la superficie (Casa de las Palmeras, agregado de Prensa), sentí que querían humillarme , era un lugar con piso de cemento, me desnudan, todo, me acuestan en una cama elástica, me atan las manos, me separan las piernas y me atan en los tobillos, me interrogan, dicen malas palabras, que si coj.. con el cura Camozzi, qué actividad tenía en el Instituto o qué se hacía en el Instituto, me interrogan sobre Monseñor Devoto que era –decían- comunista, que quería implantar el comunismo, quiénes eran los cómplices, pedían nombres de la J.P. (Juventud Peronista). Las preguntas eran fundamentalmente sobre el Instituto (Estrada), sobre el sindicalista Bellando (de la CGT). Me empiezan a pegar, me colocan como un brazalete y comienzan con la picana, yo saltaba como rana, gritaba, no lloraba, qué pasaba en las reuniones con el Padre Camozzi, yo decía que eran académicas, sobre las clases extras que tenía con alumnos golondrinas oyentes en varias cátedras uno de ellos era Mazarelli, otros en clase de Pedagogía, sobre el movimiento de sacerdotes para el tercer mundo o el sacerdote Camozzi preguntaban, yo seguía la clase, otro alumno golondrina era González Lemos en la Escuela Técnica, vos sos la profesora de los por qué me decían, yo aprendí a dar la fundamentación de los conocimientos, nosotras sabíamos cómo debían darse las clases, me piden una reseña histórica de la filosofía hasta llegar a Sartre, Kierkegaard y Marx, vuelve la picana, a mayor peligrosidad del filósofo que nombraba mayor era el castigo. Hablé también sobre Gabriel Marcel, al final me cansé y se me ocurrió hacerme la desmayada, había mucha gente allí, se escuchaban pasos, comentarios, estaba un señor Córdoba que yo lo conocía, alguien dijo que venga el doctor, me desataron y me senté, era el dr. Barbeira, yo soy hipertensa le dije, me cuido con la dieta, de un problema cardíaco me atiende el dr. Vainmann ¿”Y esto”? –es de una operación de vesícula, respondí, “no tiene nada” informó el doctor, “hija de puta, se está haciendo” dijeron y “me volvieron a picanear , me pusieron una almohada en la cara, me golpeaban, me colocaron la picana en la vagina hasta el útero. Lo que sentí en ese momento fue “dónde está el hombre, el hombre con un resto de dignidad, ni siquiera los animales se portan así, el animal devora por hambre, sentí una gran decepción contra todo lo que había estudiado, se me secaron los ojos y no podía llorar, tenía un shock emocional que fue más que los castigos. “Basta” gritó alguien, una mano me tocaba los muslos, me quedaba sin voz, cuando vuelven seguía atada pero sin picana. “Vas a hablar hija de puta” me decían, otra noche no te van a picanear te van a violar, a tus hijos, tu marido ya fue boleta, pero no les creí que mi marido estaba muerto, estaba toda deshecha. Desarticulada, como en el aire, no podía llorar, me llevan, siendo que hay otras compañeras en el trayecto, nos tiraron como bolsas de papas en el camión una encima de la otra, del Club Hípico a la Casa de los Murciélagos. No veía nada. Escuchaba como un llantito que costaba salir. Yo no podía llorar. Me pellizcaba y no podía llorar. Nos bajan y nos acuestan. Y así amaneció. Y esa primera noche escuché la voz de Quiroga, un morocho alto, decir palabrotas muy ordinarias a Lemos “tengo ganas de hacer probar mi poronga a éstas”. “Tenía yo agudizado el oído, no sé cuántos días estuvimos así, recuerdo a Titina Martínez que trabajaba en La Rotonda con Nadalich, apareció Quiroga, otro con la comida de la policía, Nadalich con cosas para Nubia, se intercambiaban las guardias, me asustaba y no podía dormir, me sentía espiada”.

Pensaba en hacer algo para que supieran que estábamos ahí. En una ocasión pasa un coche, me acerco a la puerta, salgo y grito con todas mis fuerzas “Soy Nía Candia, estoy acá con mis compañeras, nos están torturando”- Todas las noches llevan a las chicas a torturar. Yo pensaba “ahora me toca el turno a mí”, “no me van a llevar viva”, “pensaba eso por la amenaza de la violación”, “tengo miedo de flaquear”. “ Ocurrió que una noche, al escuchar mi nombre, pensé que me llevaban, empecé a correr por la pieza y a golpearme la cabeza contra la pared, quería matarme, se dan cuenta y me sostienen dos militares. Nubia me hace rezar. “Cómo? No son comunistas? Cómo van a rezar el rosario? Dijo un guardia. Nos trasladan al regimiento, a la enfermería, en la penúltima pieza con Norma Espinoza. Ella estaba asustada esa noche porque un guardia con su arma hacía ruido, le molestaba el ruido, yo me acordaba de mis hijos.

El Capitán Silveyra miró hacia donde estábamos y dijo: “Caudia (sic)”. Comencé a gritar el nombre de Martincito, mi hijo. Norma se desesperó. Esa noche tuve una crisis tremenda. Norma pidió auxilio. Un chico Amalito Ruiz y el doctor Difilippo me aplicaron inyecciones, sentí que era mi día. El señor Nardelli, un suboficial, comentó ¡qué bárbaro! El señor Miy Uranga apareció y dijo “No son guerrilleras, son buena gente” (pero marchen presas, agregó la declarante al recordar este pasaje de su cautiverio). Continuando: “Nos llevan a otro lugar. Hay un escritorio, observo una especie de ficha a llenar. Me preguntan si hacía reuniones con el Padre Camozzi. No firmé nada. El que tomaba la declaración era el Prefecto Giudice. Una mañana nos dicen “preparen sus cosas”. Aparece Silveyra comandando ese operativo. En fila india subimos a un colectivo del Regimiento . Lo ví a Franco, al francés. Había suboficiales. Estaba Silveyra. Uno era el suboficial Sánchez. Yo estuve al lado de la profesora Rainbault. Ibamos hacia Corrientes. Cruzamos un puente. Hubo una parada en la Brigada de Corrientes y allí lo bajan a Franco y al francés. Esa escena del portón grande abriéndose y cerrándose fue triste. Vimos gente al costado de la ruta como que esperaba el colectivo o hacía dedo y Silveyra se alarmó. Llegamos así a la Alcaidía de Resistencia. Fueron colocadas siete profesoras en una sola celda, con cucheta de cemento. Había también presos políticos y presos comunes, para calentarnos nos pusimos espalda contra espalda y las presas que ya estaban nos consiguieron no sé de dónde algunos abrigos”.

“Ahí terminaron las torturas físicas. Las guardias hablaban de torturas, que torturaban. Conocimos allí a una chica Elena. Cuando era la hora de baño, nos miraban, nos vigilaban, por pudor no nos sacábamos la ropa interior”.

“En setiembre tuve la primera visita de mi marido, hablamos, mi cuñada tenía a mis hijos. Gracias a Dios ya pasó”, reflexionó.

“En octubre ví a Ana María Zamudio, a Mabel Fernández, a Olimpia Vargas, y creo que a Ully Casabonne.

En noviembre siento un ruido muy grande de rejas y gritos. Me llevan. Era mi marido, era el día del cumpleaños de Martín mi hijo, me abraza primero y luego se asusta, me rechaza como si no fuera yo su mamá. (La testigo no puede contener el llanto).

Al proseguir su declaración la profesora Nía Candia señala que el dos de noviembre sacan a ella y a Nubia y las llevan a la policía de Resistencia, luego a la Brigada, ven muchos detenidos en mal estado, barbudos, con ropa despedazada, sucios. Uno de los guardias la manosea y se interpone Nubia y se retira. Los hombres se masturbaban en presencia de las detenidas. Nos esposan y nos llevan a un celular, cruzamos el puente, llegamos al comando de Corrientes.. Los guardias nos sacan las esposas . Nos insultan diciéndonos “Hijas de putas van a tener el honor de pasar la mano al General Galtieri”. En una gran sala están también el padre Diego Orlandini, Clavo Franco, aparece el general Nicolaides. “Chicas –dice- lo van a conocer al general Galtieri. Entró Nubia primero, luego yo, le pasé la mano. Me preguntaba qué enseñaba. “La pedagogía, la pedagogía, decía, se presta a meter cosas en la cabeza de los chicos”. El general Nicolaides dijo que el peligroso era en realidad Devoto, el Obispo Rojo. Mostraba una revista en cuya tapa estaba Devoto y Norma Morello (Revista “Primera Plana”, agregado de Prensa), y decía: “Por culpa de Devoto están ustedes aquí”.

El dos de noviembre de 1976 vuelven a Resistencia y les comunican lo ocurrido a las otras chicas detenidas. El once o doce de noviembre de 1976 de noche se llevan a una chica joven, le habían dicho que le darían la libertad, no volvió, por Esther Berdini supo que era Delicia González (actualmente desaparecida, agregado de prensa). “El 14 de diciembre de 1976 fue la última visita de mi marido. Las carceleras fueron amables. Nubia, Chichita y yo fuimos avisadas que “van a salir en libertad” por las carceleras. Así fue que nos llevaron al regimiento de Resistencia. Volvimos a ver a Franco y a Orlandini. Estaba mi marido también. Había un gran acto. Recibimos una recomendación de Galtieri, a mi marido le dijo que me cuidara para ir por el buen camino. Fui trasladada a Goya. Me esperaban con una cena en mi casa. Silvia mi hija de un año y medio me abrazó y no me soltó hasta que quedó dormida. Martín me rechazó. Comenzó un largo trabajo de reconquista. Creció con ese rencor. Estudió en Rosario. La sicóloga me explicó la reacción de ellos, de mi hijo que le decía “mi mamá me dejó dos veces”. Y me dijo ya grande “Yo creí que vos me dejaste”, “ahora sé que a vos te llevaron”.

La testigo narró también que el Obispo Marozzi al dar la misa le daba información mientras leía el Misal y llevaba información a su esposo a través de monseñor Devoto. Sobre su hija Silvia contó que se le “pegaba” mucho, que decía “la llevaron unos hombres”, que “perdió el habla, que tenía descontrol de esfínteres, y que hacía cosas “para que no te lleven”. De pronto tuvieron con su esposo una llamada del regimiento de Goya diciéndoles que debían presentarse. El Jefe de entonces mayor Domínguez les ordenó que no podían abandonar la ciudad sin autorización, que estaban en libertad vigilada, todos los días 23 debían reportarse al Ejército, estaban bajo la ley de prescindibilidad es decir cesantes y a disposición del PEN (Poder Ejecutivo Nacional). “ A mi hija María Alejandra (presente en la sala) nunca le conté todo lo que me pasó en cautiverio: ahora lo sabe todo y cómo me torturaban”, señaló.

Una vez el suboficial Córdoba en una presentación fuera del día prefijado le imputó que “estaba trabajando”, aclarándole “no, ella es mi hermana”, por Lucila (Kila) Candia, luego también detenida. Agregó que se hizo ver con el neurólogo doctor Walter Nigri por golpes de la cabeza y que hizo terapia. Informó también sobre sus gestiones para recuperar las horas docentes indicando que su plaza había pasado al Instituto San Martín a la esposa del señor Lavera; que en el Instituto Alberti habló con el Padre Adis que la derivó a la rectora Cholita Blanco sin resultado positivo. El doctor Pissera del Ministerio de Educación (Enseñanza Privada) le aconsejó que siguiera insistiendo que le correspondía volver a su colegio.Así llegó en julio de 1984 a una audiencia con el Obispo Alberto Devoto quien le pidió perdón porque no sabía de su situación y que le diera diez días para solucionarlo. En ese lapso el Obispo falleció en un accidente. Finalmente, la rectora del Colegio Santa Teresa de Jesús Hermana Marta Pelloni (presente en la sala) le ofreció horas y aceptó. Tuvo luego desempeño en todos los niveles de la enseñanza, y rindió para Directora.

El Fiscal Flavio Ferrini preguntó sobre la edad de sus hijos al momento de ser detenida: ocho meses y medio Martín y dos años y medio Silvia, respondió. Preguntada si hubo alguna intervención judicial o gestión, dijo que su marido iba al regimiento, a la policía, pero que no fue detenida por ningún juez ni actuó la justicia. Si firmó alguna declaración, ratificó creo que sí. Interrogada si conocía la causa o le dijeron los motivos de su detención respondió que estuvo a disposición del PEN aparentemente por acusación de uso de bibliografía peligrosa y por usar la cátedra para fines subversivos. No fue sometida a Consejo de Guerra. Preguntado por el policía Fabbro cómo lo conocía, dijo que por la J.P. Sobre torturas a compañeras, si sabía, dijo que sí que más de una vez, con picana eléctrica, golpes y vejaciones. Si identificó a alguien como torturador expresó que a Córdoba, suboficial fallecido a la fecha. Si lo pudo ver a Silveyra y cómo contestó que sí, en el traslado a Resistencia y que era el que la llamaba como “Caudia”. Añadió que le ofrecieron ir a España como exiliada pero no aceptó y que ella sintió el rechazo social. También respondió ante una pregunta del Fiscal que al ser liberada firmó un acta o papel que le dieron a firmar. Preguntada si tuvo otra actividad fuera de la docencia luego de ser liberada informó que trabajó en una guardería con otra profesora, Ana María Abasto también exonerada. Permaneció en situación de libertad vigilada entre 1980 y 1984.

El abogado de la Defensa le preguntó si vio alguna lista negra, dijo que no se acordaba el juzgado de Goya donde Nubia Mendíaz le informó que había visto o le dijeron que había. La defensora oficial Mirta Pellegrini le preguntó si recibió malos tratos en la policía de Goya y dijo que no, al menos torturas. El otro abogado defensor le interrogó sobre el imputado Obregón y respondió que comandaba el operativo de su detención junto con Scala y que había muchos policías y militares que eran todos de Goya los que ella sabía. Sobre efectivos de la Prefectura, señaló que cumplían tareas de vigilancia y que identificó a Lemos y a Quiroga como presentes en los lugares de cautiverio o de vigilancia pero no en tortura. Preguntada sobre el señor rubio, alto, de anteojos Ray-Ban que citó, si lo conocía, si tenía algún tono particular en la voz, dijo que no lo conocía. Uno de los fiscales le preguntó sobre su hermana, y aclaró que era Lucila Raquel Candia, le decían Kila, y fue detenida después que ella, durante tres semanas, en setiembre-octubre de 1976 En el final de su larga exposición, la profesora Selmira Estefanía “Nía” Candia de Fernández, dijo que no le movía “ningún deseo de venganza, quiero recuperar la conciencia de ser libre y que haya Paz y Justicia”.
GOYA, viernes 24 de Junio de 2011. PRENSA MEDEHS DE GOYA.

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Fotos: Ramón Alfredo Vallejos
Redacción: Marcos Damián González
Investigación y documentología: José Erasmo Gauto
Producción general: Rosa Alejandra Cañete
Fuente:Agndh                                                    

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