Tres nuevas declaraciones en el Juicio por la Verdad
Jueves, 09 de Junio de 2011
Comparecieron ante la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata dos personas que estuvieron detenidas durante la última dictadura cívico-militar. Además, se presentó la hermana de una mujer que todavía está desaparecida. La audiencia es de carácter abierto todos los miércoles en los Tribunales Federales de La Plata de calle 8 entre 50 y 51.
Tres testigos declararon en el Juicio por la Verdad, dos de los cuales estuvieron detenidos durante la última dictadura cívico-militar y la restante tiene una hermana que aún permanece desaparecida.
En primer lugar, testimonió Mónica Streger por la causa Silvia Streger, secuestrada el 5 de septiembre de 1977 junto a su compañero Rodolfo Torres. "Ese día Silvia fue a mi casa en Lomas de Zamora. Ella trabajaba en la fábrica Jenalex en Lavallol", afirmó la declarante. Luego agregó que iban a ir a un cumpleaños, pero "pasó por mi casa y me comentó que estaba preocupada porque habían sido detenidos algunos compañeros". Mónica ya había decidido su futuro y se lo comentó a su hermana:
-Estamos pensando en irnos a lo de una tía de Rodolfo en Rosario.
-¿Qué van a hacer?
-Voy a mi casa a buscar ropa y le voy a pedir a papá el auto para traer las valijas.
"Por muchos años he pensado por qué no le dije 'no vayas a tu casa que puede ser peligroso'", explicó la declarante. Esa misma jornada fue al festejo y, como Silvia no llegaba, se inquietaron. "Mi marido con mi papá y los hermanos de Rodolfo fueron a la casa buscándolos", precisó y comentó que los únicos datos que obtuvieron fueron por los vecinos:
.-Hubo un operativo y se llevaron a una pareja.
Hicieron lo mismo con el perro, pero dejaron el auto en la entrada. Mónica nunca volvió al barrio ni a la casa. "Cuando se creó la CONADEP, yo me acerqué a hacer la denuncia por mis dos hermanos", destacó y agregó que su otro familiar directo, Eduardo Miguel Streger, supuestamente estaba viviendo en Córdoba y lo secuestraron allí. Por eso, la causa no corresponde a esta jurisdicción. "Hay testigos que dicen que lo vieron en La Perla", comentó.
Con el paso del tiempo, recibió un llamado en el que le avisaron que un testigo había visto a la pareja en la Brigada de Quilmes. Luego, a fines de los ochenta, Mónica relató la historia de sus familiares a una compañera de estudios:
-¿Pero supiste algo de tus hermanos?
-Lo único que sé es que estuvo en Quilmes. Y que ahí había una persona mayor que nunca hablaba.
-Esa persona era mi mamá, pero no habla ni quiere hablar.
Identidad confusa
En 1978 Carlos Alberto Mazza tuvo una pelea en un bar. Cuando regresó a su casa, su esposa le comentó que el contrincante había pasado por allá, entonces, creyó que debía ir a la Comisaría de Gonet para terminar la contienda. "Ahí me encuentro con que tenía un pedido de captura por disposición del Ejecutivo Nacional", señaló el declarante y agregó que el mensaje fue simple:
-Te tenés que quedar.
Lo interrogaron y "a las dos o tres horas me sacaron, me metieron en un auto y empezó el calvario: insultos, gatillos vacíos", explicó. Con los ojos vendados, lo trasladaron hasta la Comisaría 9ª y después a un centro clandestino que, según le dijeron, era La Cacha. "Ahí estuve una semana, fui torturado, siempre me preguntaban el número de documento", precisó. Después, lo llevaron a la Comisaría 8ª, donde lo "tiraron en la cocina":
-Acá traemos otro.
Lo llevaron a un calabozo, que compartía con un preso común y otra persona, gracias a la cual su familia lo encontró. "Me dejaron en libertad el día que Argentina salió Campeón Mundial", mencionó Carlos Alberto.
En una inspección fue Camps y "cuando llegaron al lugar donde yo estaba le dicen que había un problema de documentos", aclaró. Aparentemente lo confundieron con otra persona con nombre similar y por eso le preguntaban acerca de su DNI y actividad gremial, que no tenía.
Gritos, tortura y sacerdotes
"Me secuestraron el día 21 de octubre de 1976, yo estaba durmiendo en mi departamento y me sonó el portero", explicó Luis Alejandro Statien y luego agregó que lo llamaba María Laura Caselino porque se habían "llevado a las chicas". En ese momento, el testigo contó que bajó urgente y, cuando llegó a la esquina, "vemos que vienen dos vehículos en forma muy violenta, paran y se bajan. Me ponen contra la pared, me encapuchan y me meten en la parte de atrás del auto", sostuvo Alejandro. Se trataba de civiles, uno de los cuales lo apuntaba con una FAL en la espalda:
-¿Dónde están los fierros?
El declarante, que en ese entonces era alumno de la Facultad de Veterinaria, no contaba con nada de eso: sólo tenía un acercamiento al Centro de Estudiantes.
Durante el recorrido, pasó por un camino de piedra y por una vía de tren. Luego lo llevaron a un ambiente cerrado, donde se percibía que había otras personas. Aunque la radio estaba encendida a todo volumen, Alejandro podía escuchar los gritos de los torturados. "Después me llevaron a mí", comentó el testigo. Lo hicieron desnudar y lo pusieron en un camastro en ángulo. "Me empezaron a aplicar la picana eléctrica en todas partes, alrededor del corazón, en las encías y genitales", puntualizó con la voz entrecortada.
Lo interrogaron sobre su familia. Le pusieron una mano en la boca, técnica conocida como "submarino seco", sin dejarlo respirar. Le hacían preguntas y cuando sabía la respuesta debía mover una mano, pero "no podía decir nada porque no sabía nada", aclaró.
Después de cuarenta minutos, lo sacaron de ahí y volvió al lugar donde había estado antes. Por momentos, alguien lo pateaba y le pedía sus datos. "Después venía un sacerdote que me decía que me tenía que portar bien, que nos dejáramos de jorobar con estas cosas", comentó el testigo. Como algunos le daban debate ideológico, él los marcaba:
-Este es marxista.
Lo trasladaron a una celda y luego le avisaron que lo iban a liberar. "Me llevaron a otro lugar donde había dos personas que me molieron a golpes. Me escribieron con un fibrón 'debe estudiar'", explicó. Lo transportaron en un vehículo hasta las intermediaciones de la Brigada de Investigaciones y le dijeron que no se saque la venda hasta que no oyera el motor del auto. "Caminé hasta Plaza Moreno y me tomé un taxi hasta mi casa", afirmó. Volvió a Mar del Plata durante quince días y regresó a La Plata. Cerca de su departamento había un hombre vestido de verde que lo vigilaba.
El testigo creía haber estado en el Pozo de Arana y, tras analizar los planos, lo confirmó.
Por Secretaría de Prensa APDH
Fuente:ReportePlatense
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